Noveno

Permaneció silencioso las diez horas que duraba el viaje, perdido en la observación del objeto dorado y redondo que lucía su dedo anular, preguntándose qué tan cierto era eso de la unión infinita.

-¿Pasa algo Trunks?- Preguntó Ayra con ese sutil cinismo imposible de identificar para un hombre confundido. -¿Quieres contarme?... Recuerda que te necesito con todos tus sentidos en la reunión.- Se acomodó a sus anchas en el asiento del avión, dibujando una sonrisa de tramposo triunfo esperando oír de su boca ese secreto a voces.

-¿Acaso es todo lo que interesa?- Respondió con una cara de niño hombre.

-Claro que no, tú sabes que yo estoy de tu lado Trunks, puedes contar conmigo para lo que sea.- Remarcó con característico timbre de voz que daba espacio a interpretarlo en más que simple solidaridad.

No pudo evitar pensar en ese concepto, 'estar de su lado'. Ayra lo hizo todo el tiempo mientras su esposa, el ser del que esperaba todo su comprensión y apoyo, sólo recibió críticas que él asumía destructivas y desmoralizadoras. Por un momento sintió la necesidad urgente de hacer vívida esa simple frase.

Sin notarlo sus pensamientos tomaban un sendero peligroso. Ayra era todo lo opuesto a la mujer que desposó y muy parecida a su padre; su sentir hacia ella se encontraban en esa delgada línea en que admiración pasaba fácilmente a atracción y luego a deseo. Era inteligente, hermosa, impetuosa en su discurso y en su actuar; con ella se sentía aceptado, sin evaluaciones, que estaba de su lado…

'¡NO, nunca jamás me atrevería a engañar a mi esposa' y una sensación con sombras de incesto lo congeló hasta los tuétanos. Esas supuestas impresiones de bienestar que causaba Ayra en él correspondían a la aceptación de su ego al exigente y autoritario estándar de Vejita. Una aceptación que inconscientemente buscó en su padre y que ahora su psiquis parecía encontrar al enredarse con esa mujer que era su molde casi exacto.

La Isla Catalina constituía el lugar ideal para reuniones de grandes empresas, coloquios y congresos que requerían de total privacidad de los medios de comunicación y la opinión pública. Esta vez entraron a lo que sería el salón de reuniones ubicado en el hotel, un lugar totalmente rodeado de ventanales donde la mayor protagonista eran las turquesas aguas de las playas. Le recordó tanto a los ojos de su esposa y la vez que volaron los dos juntos sobre la superficie del mar, en esa inolvidable sesión que le enseño definitivamente a volar por el cielo y donde le pidió su mano en el azul infinito.

La reunión comenzó sin demoras, Ayra se adentraba en los negocios con carisma y fuerza, posicionándose como la jefa en ese círculo de hombres llenos de testosterona. Ella realmente sabía utilizar las armas de una mujer a su beneficio y así los tres días seguidos.

Sin embargo, no todo era admiración en Trunks. Un sentimiento de futilidad e incomodidad comenzaban a aumentar cada vez que se daba cuenta que su presencia no era tan necesaria como se le fue dicho y que Ayra era suficiente para llevar este negocio sola.

-Ayra, necesito hablar contigo ahora.- Le dijo apenas salieron de la cuarta reunión. -Creo, creo que no...-

-No Trunks, no aquí.- Puso su índice cerrando sus labios en un acto que no constaba de una relación de trabajo.- ¿Qué te parece si vienes a mi habitación a la noche y hablamos de lo que necesitas decirme?... ahora tengo que afinar unos últimos detalles ¿te parece?-

Si algo caracterizaba a Trunks y su esposa tuvo razón al decírselo era su permisividad, la que a menudo confundía con esa caballerosidad que era propia en él. Trató de convencerla que quería hablarlo ahora pero ella ya caminaba al lado de la directiva.