Ángel Demoníaco.

Capítulo IV

Por: Tiff

¿Alguna vez te has despertado, cuando los primeros rayos del sol tocan tu rostro, con una enorme laguna en la mente, sin saber que haces en el lugar donde te encuentras, con un desagradable sabor en la boca, y con las ropas manchadas en sangre, sin tener ninguna herida?

¿Te has visto tirado en el suelo contra la fría pared de piedra, sin siquiera saber como llegaste a ese lugar? ¿O simplemente el porqué perdiste el conocimiento de esa manera tan repentina, sin siquiera dejar lugar para la expectación?

Cuando me vi tirado en aquel recóndito lugar, de uno de los barrios más bajos de Londres, me reí de mí mismo silenciosamente. Talvez por fin el alcohol había vencido a mi sistema, después de jactarme tantas veces de permanecer inmutable ante su efecto. Aliento a vodka, olor a sudor, sangre... talvez me había inmiscuido en una pelea callejera de la cual había salido victorioso, llevando el trofeo de la sangre de mi oponente impregnada en mi camisa, después de una velada incansable de copa tras copa de licor. Y talvez todo aquel dolor, debilidad y malestar físico, eran productos nada más de aquella noche de irresponsabilidad, en la que me había embebido en los excesos.

Así fue aquella vez. Así fue la primera vez que me vi ante una gran laguna mental, en la que no podía recordar nada. Así olvide por varios cientos de años, el primer encuentro con esa mujer, hasta que ella misma me contó mi odisea. Olvidé sus palabras, olvidé el sabor de sus labios, olvide su lengua y sus dientes incrustándose en mi cuello, mientras me iban absorbiendo lentamente la vida; así como también me olvide de mi benefactor... no estoy seguro de cuantas veces jugaron con mi mente antes de convertirme en vampiro, pero gran parte de las memorias que tengo ahora, han sido parte de remembranzas muy bien armadas de otras personas. Mi hermoso ángel demoníaco, y mi querido hombre ambarino, son los que me han proporcionado ahora casi dos años de evocaciones, son los que han estado a mi lado, proporcionándome imágenes claras, a veces vistas desde mis ojos, a veces vistas desde los ojos inmortales de cualquiera de los dos, complementándose la una a la otra como se complementan dos amantes en el lecho nupcial... me gustaría recordar ahora cada uno de los eventos que tuve antes de caer en la perpetuidad, vistos desde mi perspectiva mortal, simplemente para saborear aquellos momentos cálidos entre los brazos de mi ángel, mientras besaba su boca insaciablemente recostados uno sobre el otro antes de la llegada del amanecer; o aquellas largas pláticas nocturnas en donde podía discutir significados, añoranzas, filosofías, experiencias y una que otra vez simplemente deleitarme con un profundo silencio, con aquel elegante hombre de gabardina negra y fieros y apasionados ojos ambarinos...

Podría reírme ahora mismo, sobre lo frágil y manipulable que es la mente humana. Para un vampiro con algunos años de experiencia, es muy sencillo tener control sobre las personas que hay a su alrededor. Uno puede llegar a controlar sin mucho esfuerzo, los pensamientos, ideas, ilusiones, deseos y acciones de cualquier ser humano; así como también las mentes de aquellos vampiros inferiores en generación; llegando incluso a hacerles pensar, que aquellas imágenes que asaltan su mente con asombrosa claridad, son las suyas propias, sin siquiera tener la menor sospecha de que hay detrás de todo, un manipulador como nosotros de por medio.

A ella no le resultó nada complicado el dejar seca mi mente, borrando de mis recuerdos toda aquella noche que había pasado a su lado, dejándome simplemente con la remembranza de haber permanecido en aquel bar, justo antes de haberme acercado a su lado. Para mí en esos instantes, aquellas palabras intercambiadas de manera fría y desdeñosa, y después tierna y abrasadora; ese vago sentimiento de inferioridad después de pasearme altivamente a su lado; ese cosquilleo en las manos después de haber acariciado sus senos; y esas miradas furtivas que le había lanzado mientras caminábamos por las empedradas calles, habían desaparecido por completo.

Para mí, esa obsesión hacía ella seguía latente e in saciada.

Recuerdo que mi debilidad corporal me obligó a quedarme en ese lugar. Ninguna fuerza me quedaba en ese momento, y sentía la cabeza y los ojos pesados, suponiendo un esfuerzo titánico para mí, el simplemente levantar un brazo para protegerme de la luz. No podía moverme con libertad, y lo único que atiné a hacer, fue encogerme en aquel rincón en una calma inaudita sin dejar que la desesperación me hiciera compañía. ¿Qué habría sido de mí, de haber entrado en pánico, a esas tempranas horas en la mañana? Nadie acudió a mi auxilio en el día entero. Ninguna alma se cruzó por mi camino en mis momentos de conciencia, impidiéndome aunque sea el más mínimo acceso de ayuda. Si la desesperación hubiera formado parte de mis prioridades desde ese momento... ¿Qué habría hecho al verme sólo y desamparado el resto de la tarde? ¿Qué hubiera hecho cuando el día empezara a tornarse rojizo, y yo aún me viera tirado en ese inmundo callejón sin fuerzas para moverme? No sé que acceso de fuerza mental me sobrevino en ese momento, o si el mismo malestar físico me impidió pensar en los detalles de mi situación, pero logré mantener la cordura sin siquiera darme cuenta de ello, pasando de la inconciencia a la conciencia paulatinamente...

Así pasó la mañana. Así el sol se posó sobre mí, y descendió por el lado opuesto, dejándome como refugio las sombras pronunciadas de la tarde. Vi de reojo como se empezaba a teñir el cielo de rojo, y como una suave brisa helada empezaba a colarse entre las rocas de las casas olvidadas, sin que todo ese fenómeno me interesara realmente.

Dejaba que el sueño me embargara de vez en cuando, tratando de mitigar el cansancio que tenía sobre los hombros, sin obtener muchos resultados. Cada vez que volvía a abrir los ojos, notaba el paso de las horas, en la creciente oscuridad en el cielo. La niebla de nuevo había descendido, ocultando mi débil cuerpo entre sus surcos.

Ninguna alma había pasado por ese solitario lugar, al menos cuando estaba conciente. Ninguna persona a la cual pedir ayuda, nadie. Estaba solo.

En ese momento me di cuenta de mi mayor debilidad. Fue entonces, tirado en un callejón de la hermosa Londres, cuando por fin, después de tantos años de negación y arrogancia, me vi abrumado por el peso de mi peor temor: la soledad. Una soledad que me envolvió completamente en esos momentos, sin que la pudiera eludir, sin que pudiera siquiera deshacerme de su grotesca sombra.

Siempre había estado acompañado antes. Siempre había estado rodeado de personas que me brindaban atenciones, y me concedían incluso el capricho de la compañía. Comidas deliciosas brindadas por los cocineros más habilidosos; un paseo no planeado por las calles de la gran Londres por parte de un cochero personal; una cama tendida todas las noches después de las largas lecciones de política, economía y piano, a manos de una servicial mucama... incluso mis padres habían caído en esa atmósfera complaciente que yo mismo me había creado. Siempre se habían quedado en mi habitación, a petición mía, hasta que cayera dormido, olvidando incluso el cansancio propio y las extenuantes horas que pasaban los dos frente a sus computadoras, sus filas enormes de papeles, sus interminables llamadas telefónicas...

Y a los nueve años, cuando mi padre por fin había sucumbido a la enfermedad, aquella llamada 'el mal del siglo', ni siquiera entonces me había faltado compañía. Mi madre adjudicaba la extraña enfermedad de mi padre, a su falta de fidelidad, noticia que no era ya nada sorpresiva en todas las reuniones a las que acudíamos. Y estoy seguro de que tenía toda la razón.

Es por ello que, después de su lamentable deceso, después de meses y meses de inagotable agonía, hospitales especializados por todo el mundo, medicinas alternativas después de todos los intentos fallidos de la medicina convencional; me veía a mí, ahora, como una personificación viva de su marido, una representación infalible de sus infidelidades, de sus errores y de todas sus intrigas, que seguramente, diría, me habrían llevado a terminar como él.

Por ello, se dedico desde ese momento a cuidarme de una manera devota e incansable. Una sobreprotección incluso enfermiza se adueño de su existencia completamente, sin dedicarle algún momento extra a su propia persona, manejando todos los aspectos de mi vida que le fueran permitidos. Lecciones, pasatiempos, profesión, religión, indumentaria, e incluso lenguaje, habían sido todos los aspectos controlados por ella.

Aún recuerdo su hermoso rostro en los primeros años de mi infancia. Una mujer de belleza solemne y extraña, de baja estatura, pechos redondos y rosados, y menudas piernas cubiertas siempre por sus costosas vestimentas masculinas. Tenía una descuidada cabellera rubia que siempre amarraba detrás de su cabeza en un sumiso y apretado moño, y manos pequeñas y regordetas que finalizaban con unas llamativas decoraciones de colores carmines... Ah, aún puedo recordar su cálido aliento olor a hierbabuena pegándome delicadamente en la nuca, después de exhalar un dilatado suspiro de satisfacción, en una de esas largas tardes de lecciones en las que aprendía cada una de las cosas que ella me enseñaba con tanto empeño, ó la aspereza de su fuerte mano en mi rostro después de cualquier comentario impertinente de mi parte...

No puedo decir que fui infeliz, ya que se me proporcionaban todos los placeres que puede apetecer cualquier niño mortal. Pero tampoco puedo asegurar, que aquel vestigio de lo que la gente llamaba vida, me otorgara la más completa satisfacción personal.

Ella escogió para mí, incluso las cosas más sagradas.

Cuando, después de una fiesta de negocios, regresó a casa promulgando haber visto a la criatura más hermosa, educada, responsable, inteligente, y sobre todo rica; me di cuenta de hasta que punto había llegado a intervenir. Y, de esa manera alegre y desinhibida, casi sin preocuparse por mis gustos e intereses, me había elegido a la persona con la que debería de pasar el resto de mi vida, sin siquiera consultarlo conmigo.

¡Que casualidades llegaban a ocurrir por las tardes, cuando sin previo aviso nos encontrábamos en la iglesia con esa hermosa pelirroja de correcta vestimenta! ¡Que coincidencia que de repente, mi madre saliera a tomar el fresco, justo en el momento en que la joven pasaba frente a nuestra casa, a la hora del té! Supe lo que las dos planeaban desde la primera reunión que tuve con ella en el pórtico de su lujosa casa, cuando accidentalmente rozó mi mano de manera provocativa, sonriéndome con lucidez. ¡Ah!, ¿Cómo me iba a quedar con los brazos cruzados, ante aquella maravillosa oportunidad? ¿Cómo dejar pasar esa ocasión de por fin poder librarme de yugo constante y lacerante de mi propia madre?

Fui un oportunista en ese entonces, lo reconozco. Utilicé a esa mujer (que en ese momento también me utilizaba a mí) para escapar de mi prisión, para por fin poder probar el delicioso néctar de la libertad.

Fue así como llegó mi prometida a mi vida. Fue así como deje a mi madre en nuestra gran y solitaria casa, para establecerme en una nueva residencia que había heredado, a orillas del majestuoso Támesis. Y fue así como tuve también la compañía de esa mujer. Era ella quien, después de mis largas y auto impuestas jornadas de trabajo, me esperaba en nuestro lecho, con una mirada amorosa en el rostro y un hermoso camisón de encaje, sin pensar en ningún momento en dejarme solo...

Por eso era que ahora que me enfrentaba a la soledad de ese lugar, sin ninguna persona ahí para proveerme de compañía, me llegaba a sentir indefenso y asustado, cual niño que le teme a la oscuridad.

A través de la niebla que se apretujaba contra mí, sólo lograba vislumbrar el débil parpadeo de unos faroles encendidos, que acentuaban con mayor intensidad el aspecto fantasmal de todo ese lugar.

Yo nunca había hecho espacio en la mente para historias absurdas sobre fantasmas, ó cualquier otra criatura sobrenatural, y sin embargo, mi cerebro me jugó una mala pasada esa vez, al tenerme alerta acerca de cualquier posible sonido o visión que escapara al mundo racional.

¡No saben que alegría sentí al escuchar al principio del angosto callejón, el débil susurro de pasos que indicaban a alguien acercándose! ¡No podía dejar pasar a ese extraño sin intentar pedirle ayuda!

Así que con mucho trabajo, sosteniéndome de la pared de piedra, me incorporé afanadamente; sintiendo una rápida oleada de vértigo y malestar, que me hicieron vacilar. Sentí que los pocos restos que tenía en el estomago, se me venían a la garganta, produciéndome un sabor acre desagradable. Y sin embargo, a pesar de todos los males que me acogían, obligué a mis piernas a responder, y empecé a caminar con asombroso esfuerzo hacia la esquina de aquel callejón.

Ese instante, que no pudo haber durado más de cinco minutos, se me hizo una eternidad. Para cuando por fin había logrado alcanzar mi objetivo, sosteniéndome de la esquina empedrada, estaba cubierto de un sudor espeso y una respiración entrecortada, que a duras penas me proporcionaba suficiente oxigenación.

Me sostuve, y con gran esfuerzo, trate de enfocar a la persona que se hallaba frente a mí, que se había detenido en seco, al verme dar la vuelta en tan precaria situación.

Caí de rodillas frente a sus pies, sosteniendo mi pesado tronco sobre los brazos, y cerrando los ojos, para evitar que el mundo me diera otro giro inesperado.

-Ayúdame.- le supliqué en un susurro, olvidando la arrogancia y altivez que siempre me habían caracterizado, ateniéndome en esos momentos a mi estado vulnerable y lastimero.

Escuché como se arrodillaba la persona frente a mí con elegancia, y como su mirada se clavaba en mi nuca todo el tiempo.

-Por favor.- le imploré de nuevo, con la voz cada vez más débil, esperando que mi estado le causara aunque sea lástima.

-¿Recuerdas lo que te pasó?-

En esa ocasión, aquella voz masculina profunda y lacónica, me produjo un sentimiento de inmensa calma y tranquilidad. Estoy seguro que en ella no se reflejó en ningún momento un tono de inquietud o preocupación, y siempre se mantuvo serena e inmutable.

Levanté la vista por fin, y miré por primera vez a ese extraño a la cara. Era un hombre de belleza extraordinaria y cautivadora, de la que hasta yo mismo me sentí extraño de admitir.

Tenía largo cabello castaño que le caía sobre los hombros y el contorno de la cara, enmarcando un fino rostro de nariz respingada y delgados labios. Tenía un porte impresionante de elegancia y altivez, todo ataviado de negro, que nunca hubiera podido igualar de permanecer como humano; y largas manos blancas que contrastaban perfectamente con la piel pálida de su rostro.

Me quedé anonadado. Su piel... ¡Qué extraña se veía a la luz de esos faroles! Jamás había visto algo parecido. Blanca como la leche, y lisa como la misma seda, mostraba un grado de perfección tal, que parecía incluso una estatua tallada en marfil. Ninguna arruga, ninguna línea lograba arruinar aquel hermoso perfil, que destellaba al brillo de los faroles extrañamente, haciéndolo parecer una criatura sobrenatural.

Me miró a través de unos ojos ambarinos, que bien podrían haber pasado por dorados, al verse reflejada la luz en ellos. En ese momento no recordaba en donde había visto una mirada tan similar, pero de nuevo los observe entre matices, llegando a percibir ese espectral escarlata.

-No... - dije con incertidumbre, y embelesado ante esos ojos que parecían vacíos y sin vida.

-Te a atacado una bestia.- me dijo casualmente, sosteniéndome por los hombros al notar mi debilidad.

-¿Cómo?- le pregunté sin comprender muy bien sus palabras, que habían sido muy explicitas, aún sin poner mucha atención, todavía encantado por su aspecto.

-No puedes largarte con la primera persona que se te pone enfrente simplemente porque la encuentras cautivadora.- y sin mucha delicadeza me levantó el rostro, examinando minuciosamente mi cuello. –No dejó marcas.-

-¿De que demonios estás hablando?- le pregunté bruscamente despertando de mi extraño estupor, observando sus acciones con mucho cuidado.

-De lo que te pasó anoche.- replicó como sin notar mi tono impertinente.

–Levántate.- y pasó mi brazo sobre su cabeza, dándome un fuerte jalón que me obligó a ponerme de pie. No hice mucho esfuerzo al caminar, ya que él cargó casi todo mi peso sin dificultad. Recuerdo que avanzamos por el callejón que teníamos delante, hasta salir a un parque enorme y solitario, en donde solo revoloteaban unas cuantas palomillas blancas alrededor de los faroles encendidos. Me dejó en una de las bancas del lugar, y se arrodillo ante mí.

-Necesito saber si recuerdas algo de la persona que te atacó.-

-Te he dicho que no recuerdo que nadie me haya atacado.- le respondí testarudamente.

-No estás en este estado solamente porque si.- me dijo entrecerrando los párpados y mirándome con sus ojos ambarinos peligrosamente. –Pero si dices que no recuerdas nada es algo comprensible.-

Y me tomó del rostro con cuidado con sus manos heladas, y me miró a los ojos de una manera penetrante y extraña; incluso podía sentir su gélido aliento en mi rostro. Su proximidad hizo que me diera un vuelco el estomago.

-Relájate.- me dijo con una voz tranquila. –No te haré daño.-

Y no se movió de su sitio. Simplemente se quedó mirándome a los ojos, con una expresión de profunda concentración. Articulaba palabras que no lograba percibir del todo, mientras sus manos se iban aferrando cada vez más fuerte a los costados de mi rostro.

No sabía que estaba haciendo en ese momento. Pero después de largos minutos, en los que permanecimos inmóviles, aguantándonos la mirada mutuamente, sentí un fuerte dolor en la frente. Intenso y punzante, que me hizo bajar la mirada y cerrar los ojos con fuerza.

Pero él no me soltó. Permaneció con sus manos aferradas a mi rostro, y su mirada clavada en mis ojos cerrados, causando un malestar aún más penetrante. No recuerdo haber sentido nunca antes, ni ahora, dolor más intenso que en aquella ocasión. Y estoy seguro que estaba a punto de sucumbir a causa de ello, cuando vi frente a mis ojos, nítida como si estuviera delante de mí, la imagen de una mujer.

Pero no una mujer cualquiera que hubiera visto en algún momento por una mera casualidad; si no aquella mujer a la que yo mismo había estado frecuentando noche tras noche, esperando a que me escogiera, de entre toda la gentuza de ese escondido bar.

Sin embargo, no recordaba haber estado con ella de esa manera ninguna vez, sin anteponer mis fantasías. Reconocía el callejón en el que me había encontrado sin conocimiento esa misma mañana, con un cielo oscuro y sin luna, con ella entre mis brazos, mientras me besaba dulcemente en los labios. Escuché en mi mente, un débil susurro proveniente de su boca con una voz anhelante y suave, en un tono seductor y melodioso que, según yo, jamás había oído.

-Clow.-

Y antes de que pudiera seguir con esa fantasía, las manos que se habían estado aferrando a mí, me soltaron sin mucha delicadeza, dejando que mi cabeza cayera sobre uno de mis hombros con pesadez.

Respiré con algo de dificultad, y me pase una temblorosa mano por la frente, secando las gruesas gotas de sudor que amenazaban con resbalar por la nariz. Miré con expresión asustada al hombre que seguía frente a mí, notando un gesto de sorpresa en su rostro.

-¿Qué demonios me hiciste?- le pregunté con voz temblorosa, sintiendo ahora los vestigios de ese agudo dolor en la cabeza.

-Trataba de desbloquear tu mente.- me dijo aún con esa expresión de extrañeza en el rostro.

-¿Desbloquear mi mente?-

El hombre se levantó de un movimiento brusco, y su expresión volvió a tornarse seria y acusadora. –Eres muy afortunado de seguir vivo, y no creo que sea por mera casualidad.-

-No entiendo... -

-Te dijo Clow... - dijo más para sí mismo que dirigiéndose hacia mí, cruzando los brazos sobre su torneado pecho.

-¿De que demonios estas hablando?- le interrumpí bruscamente, juntando las fuerzas que el intenso dolor de cabeza me provocaba, para sonar aunque sea algo amenazador.

-Fuiste atacado por un vampiro amigo mío. Y no un vampiro cualquiera, sino uno ancestral y muy poderoso. Ella es descendiente del mismo Trémere, o Clow, como ella le llama.-

-¿Clow, dices? ¿Vampiros?- mi incredulidad pareció sorprenderle a aquel hombre, que simplemente me miró de una manera extraña, torciendo una débil sonrisa en los labios.

-Ella tenía razón en una cosa al menos.- mencionó con esa característica sonrisa cariñosa, que sólo se utiliza para remembrar ciertos eventos. –Los humanos son tan incrédulos. Por ello no pueden ver la verdadera naturaleza de las demás criaturas.

Sus palabras en ese momento no tuvieron mucho sentido al permanecer yo precavido y austero hacia sus mensajes, ya que un mundo sobrenatural era algo completamente imposible en mi pequeño universo racional; y sin embargo, ahora veo esa sentencia como una realidad enorme. Ahora que lo noto desde la perspectiva de un inmortal, puedo advertir que los humanos son criaturas que le temen a lo desconocido, que no aceptan a otro ser viviendo en el mismo mundo, y es por ello que relegan a tantas criaturas, como nosotros, a un plano imaginario o mítico. ¿Cómo podría coexistir, en su mundo lleno de tecnología, de avances, de ciencia y raciocinio, algo tan increíble, tan fantástico? ¿Por qué nos excluían de esa manera tan voraz de una existencia terrenal?

-¿Quién eres?- le dije, mientras lo veía fijamente, tratando de imitar aquella mirada suya a la que ya me estaba acostumbrando.

Él me sonrió enigmáticamente, y acercó su rostro al mío a sólo unos centímetros. -Dices que no crees en los vampiros ¿no?- mencionó de una manera seductora, sin quitar la sonrisa del pálido rostro. -¿De que me serviría decirte quien soy, si pasaría a formar parte de tu plano ficticio?-

Retiré los ojos de su forma con rapidez. –No juegues conmigo. –

-No juego con nadie... Eriol.-

No saben que sorpresa me causo el escuchar mi propio nombre proviniendo de los labios de ese extraño. Nunca lo había visto en mi vida, jamás había cruzado palabra con él... y sin embargo, parecía conocerme.

-¿Cómo... supiste mi nombre?- balbucee incrédulo, abriendo los ojos desmesuradamente.

El hombre se rió lacónicamente, sonriéndome de manera burlona. –Vamos, yo te salvé la vida anoche. ¿Así es como le pagas a tu benefactor?-

No supe exactamente sobre que me hablaba en ese momento, ya que toda la noche anterior, no era para mi más que una sombra confusa e imprecisa de lo que en verdad había sucedido.

-No te recuerdo.-

-Me lo suponía. Ella estaba a punto de dejarte inconsciente.-

Miles de pensamientos se arremolinaban en mi mente en esos momentos, dejándome imposibilitado para pensar del todo racionalmente. El dolor de cabeza que me había causado ese extraño empezaba a traerme sus resacas, y aquel padecimiento muscular que había sentido desde el alba, había regresado del todo, impulsado ahora por un escozor que empezaba a molestarme a un costado del cuello.

-Escucha, en verdad no sé lo que esta pasando en este lugar. No estoy seguro de lo que pasó anoche, ni como es que tengo esos recuerdos de esa mujer, y no sé quien seas tú. No me importan ahora los vampiros ni ese tal Trémere.-

-Humanos... siempre tan egoístas- oí que dijo en un susurro, mientras me ayudaba a ponerme de pie.

Ignoré su comentario por completo. –Necesito ayuda.-

-Y yo necesito que me ayudes con esto.- dijo él testarudamente. –Necesito encontrar a esa mujer y averiguar sus propósitos.-

-Si, te ayudaré con eso, si antes me ayudas a mí- le dije sin pensarlo, sintiendo que se me doblaban las rodillas.

-Esta bien. Te llevaré hasta tu casa, y después iré a verte, para que cumplas con tu parte del trato.-

-Sí-

De nuevo empecé a sentir los ojos pesados. Recuerdo que en ese momento, no me importo mucho la promesa que le estaba haciendo a ese extraño, invitándolo con pleno conocimiento a mi hogar; lo único que me concernía era llegar con mi prometida. Ahí me recuperaría, y me daría todo el tiempo para pensar.

-Esto es importante Eriol. –escuché que me decía el hombre a mi lado en voz débil. –Intenta recordar lo que pasó anoche, y más que nada, aléjate de esa mujer. Es un ser peligroso, yo sé lo que te digo.-

-¿En serio?- le pregunté, mientras me sonreía ante su preocupación, y ese débil recuerdo de mi pequeña muestra de pasión con esa mujer.

-No juegues conmigo.- dijo de manera socarrona, recordándome las palabras que le había dicho con anterioridad.

Y lancé una débil risa, cerrando los ojos lentamente a causa del cansancio. -¿Quién eres?- le dije curiosamente, evocando aquella pregunta que hacía unos minutos había pronunciado y había quedado sin respuesta.

Un extenso silencio se vio seguido de esa pregunta, y al final, después de algo que pareció un largo suspiro, y con una débil sonrisa en el rostro, dijo:

-Mi nombre es Shaoran... Shaoran Li.-

Continuara...

Pos aquí otro capítulo... tarde pero seguro como siempre. Por cierto, gracias a todas las personas que me dieron su apoyo emocional, no saben como sirve entrar, ver que tu historia es aceptada, y además tener el apoyo incondicional de las personas que, sin conocerme en persona, aún pueden brindarme cierto cariño.... Gracias a todos!! Y pos mi vida ya va mejorando, ya supere la etapa de encaprichamiento para solo pasar a la de espera, si él no quiere, él se lo pierde, que ya llegara uno mejor ¿no? Esa es mi ideología. Ahora, con los reviews!!

Xx-NatyLi -xX : Pos ya era hora de encontrarse con una Tomoyo no tan dulce!! Hasta a mi me empalagaría tanta dulzura!! Ahora es mala y muuuy sexy nu!!

Korishiteru: nn bueno, me da gusto intervenir en esos malos ratos de 'no tengo nada que hacer' al menos doy un buen entretenimiento!

Anna Asakura: Jaja, no tienes que decir nada, gracias por el review!!

Master, the Gambler: Toy nojada con alguien ¬¬ y ese es el chico lindo!! Nunca me llego tu opinión eh?? Por cierto que tienes razón de eso de la sangre nn U un pequeño tropezón, dejémoslo así...

Ayin: Gracias por la felicitación, me la pase en la party total... jaja a la siguiente los invito!

Tais: Oo no te he escrito!! Oye, no seas ingrata y aparécete un ratito en el msn no?? Tengo tanto que contar!! Jaja y pos creo que la depre pasa poco a poco, creo que voy saliendo... por cierto, felicidades atrasadas!! Este capítulo va dedicado pa ti!! (pa que no te sientas mal por llegar a la vejez XD)

Lady Verónica Black: El primer capítulo también es mi favorito, hasta ahora. De haber tenido mas inspiración lo hubiera hecho mas prolongado... de hecho estoy corrigiendo y alargando algunos detalles... luego te los paso!

Carla: Pos la verdad me encanta todo el misterio que se encierra en todo el rollo de la muerte... sobre todo y ahora que me dio cierta manía por los no- vivos... son de las cosas más interesantes en esta vida!! (jaja que contradicción)

Dani: ¿Qué onda amiga? Acabo de hablar contigo ¿sabes? Aquí esta el capítulo que te dije, y lo único que me queda es agradecerte por todo el apoyo que me has brindado en los momentos más oscuros de mi vida... Gracias de verdad amiga...

Ireth Isilra: Para servirte amiga... jaja y pos creo que a una mente trastornada se le ocurren ya bastantes cosas bizarras P

Kilia: Pos intento enfocar toda la frustración de mi vida en mis personajes, jaja es la única forma de desquitarme, y talvez por eso se ven así de... eh... tristes y complicados jaja.

Miyozku: Hola! Espero que vayas bien con tu fic, la verdad es que creo que escribes muy bien, lo unico que encontraría serían unas cuantas faltas de ortografía sin importancia D por todo lo demás... que gran historia!!

Belzer: Jaja, no sabes que cosas le espera a este jovencillo, como vez, Tomoyo no es el único vampiro por aquí... y no se, por alguna razón me atrae mucho la relación entre Shaoran y él, solo en estos casos jaja... ( Y gracias por la advertencia, la tomare en cuenta querido Tzimice)

Kagome-chan: También es mi pareja favorita, y no se, corrígeme si me equivoco pero: no son ellos dos la pareja más misteriosa, atractiva y propensa a la inmortalidad con esa palidez extrema?

Kassandra L. K: espera espera... deja que se me pase el shock... ya, OO no creo que no... como dejaste ir a ese bombón??!!

Jaja listo... por cierto, a que Shaoran es hermoso como vampiro?? Jaja ya saben que en lo personal el yaoi no me gusta, pero que diablos!! Son vampiros!! Jaja, claro que esta historia es ET pero que más da!! Jaja me divierto escribiendo de estos dos... y también será algo SS así que mis queridos fans de esta pareja, no se me angustien, ya llegara el momento.

Por cierto, los invito a que conozcan los clanes de vampiros... me gustaría saber que clan escoge cada uno de ustedes... simplemente por curiosidad, y si no tienen otra cosa que hacer (como yo XD)

Sin nada más que decir por ahora, me despido, dándoles las gracias nuevamente.

Nos vemos!!

Tiff

Clan Trémere.

" Nos engañamos todos, sin duda, si creemos que la muerte es un mal."

Sócrates. (Gracias Carla)