Hola!!!!

Bueno, hoy es día 4, hoy este fic cumple cuatro mesecitos!!! (quien lo diría, parece que fue ayer cuando empecé a escribirlo) Y gracias a vosotros se han acumulado un total de 400 reviews!!!!

Gracias a todo el mundo por leer esta historia, darme ánimos y aguantar mis desvaríos y estupideces varias, sois todos geniales, os quiero mucho!!!! SNIF (si alguien se lo pregunta, no, no he bebido, vale?) y encima hemos llegado al capítulo 30!!!!!

Hoy no contestaré reviews, dedicaré el tiempo en intentar terminar una "sorpresita" a ver si me da tiempo a publicarlo hoy aún (aunque ahora mismo son la 1:54 AM y mañana madrugo, o sea que no sé si va a ser posible terminarlo!!!)

De todas maneras aquí tenéis el capítulo. Es un poco raro, porque está escrito en dos escenas que no cuadran nada entre ellas. Espero que no os decepcioneis.

Besitos.

VACACIONES DE NAVIDAD

Cap. 30

Severus Snape vio marcharse a Blaise Zabini con impotencia. No sólo le había llamado para charlar sobre el "asunto Skye", sino también para investigar lo que había podido ocurrir con cierto Hufflepuff esa misma mañana.

No hacía ni diez minutos que Ernie Mcmillan había sido encontrado inconsciente en el aula de encantamientos. Le habían dado una soberana paliza y Snape había sospechado enseguida de Blaise. Había sido pareja (no sabía bien si sentimental o solo sexual) de Mcmillan y Snape apostaría sus órganos (sí, sí, todos) a que estaba informado de todo lo que había ocurrido con Finch-Fletchley y Granger y la implicación de Mcmillan en ello, pues no por nada era compañero de cuarto de Draco Malfoy. Así que el maestro de pociones llamó inmediatamente a Blaise a su despacho para interrogarlo.

El maldito chico ni siquiera se había fingido estar sorprendido por la noticia. Se había limitado a alzar las cejas con aire de indiferencia y había repetido una y otra vez con voz suave que no tenía idea de cómo ni por qué el hufflepuff había acabado en la enfermería. Snape sabía que era culpable, y Zabini era consciente de ello y parecía no importarle en absoluto lo que no dejaba de ser preocupante pues podría costarle un severo castigo o si se terciaba incluso la expulsió. Pero Severus Snape, parcial como era con sus Slys, resolvió dejarlo marchar sin siquiera un aviso y "hacerse el tonto" sobre Mcmillan.

Zabini, renuente en extremo a hablar de su ex-amante y el estado en el que habían quedado las cosas entre ellos, cambió totalmente de actitud en cuanto su profesor nombró a Skye. El chico realmente estaba preocupado por ella y contó a Snape todo lo que sabía sobre el tema, informando de las visitas nocturnas de la chica a la cama de Draco en busca de un abrazo protector.

Así que ahí estaba el oscuro profesor de pociones, conmovido por las declaraciones de un alumno sobre la angustia emocional que atravesaba su protegida. Sentado tras la mesa de su despacho, los codos sobre la madera oscura y la frente recargada contra sus nudillos, Snape consideró la situación con cuidado.

Las cosas eran más graves de lo que Skye había comentado. Severus Snape había tenido la oportunidad de hablar con Stan Adams después del desayuno y éste había relatado los dos episodios de llantina que había presenciado. No le gustaba nada todo lo que podía deducir de esas historias. Tampoco le gustaba recordar el rostro de Skye cuando se lo había contado como de pasada. La chica nunca había mencionado que llegase hasta ese extremo de ¿desesperación? Podia ser... Ella no había sabido cómo explicarlo y cuando le había puesto un nombre (angustia) éste no había parecido abarcar todo lo que sentía en los momentos en los que se derrumbaba. Stan lo había llamado "desolación" y Blaise lo había calificado como "una especie de depresión".

Snape, esperando equivocarse, había pensado que podía ser miedo. La manera en la que Adams había contado cómo ella se había aferrado a sus brazos, la forma en la que Zabini había descrito su llanto, entre contenido y desgarrado, hacían pensar al profesor que podía tratarse simplemente de miedo irracional. Miedo a convertirse en algo que no quería, tal vez. Miedo a desaparecer, a dejar de ser ella misma.

Esta deducción la había sacado ya hacía tiempo, concretamente cuando Skye lo pasó tan mal por la presencia de los dementores en Hogwarts. Snape se había dado cuenta de que los Slytherins parecían más afectados que el resto de los alumnos por estos seres y aún no acertaba a explicarse la razón. ¿Acaso eran más sensibles o perceptivos que los estudiantes del resto de las casas? No parecía probable, pero también entre los Slys había muchos hijos de mortífagos, y la mayoría (sino todos) habían presenciado alguna que otra atrocidad en las reuniones a las que acompañaban a sus queridos progenitores.

De todas maneras el de Skye era un caso diferente, pues ella no había asistido a ninguna de esas reuniones. Snape estaba casi convencido de que era en el ámbito familiar donde se generaba toda esa aflicción que sentía la chica, así que lo primero que debería hacer sería ponerse en contacto con su madre.

Pensar en Meriel le hizo desear un trago. Nunca había sido una mujer fácil de tratar cuando el tema era su hija. Meriel se negaba a ver la manera en la que sus padres inflúian en Skye. Delante de ella éstos nunca habían tratado mal a la chica pero Snape estaba convendido de que la mujer no había sabido actuar en este caso. Si Skye decía que sus abuelos la odiaban debía ser por algo. Meriel, al no encontrar pruebas, había asumido automáticamente que todo eran figuraciones de su hija y la niña había notado esa falta de apoyo en su madre. Tal vez por eso ya no confiaba en ella. Tal vez por eso ahora confiaba en Snape.

El profesor de pociones se levantó renuhente de su asiento para dirigirse a la chimenea, pero en cuanto hubo cogido un puñado de polvos flu se sintió cobarde y acabó aceptando ese trago en el que había pensado. Tuvo que tomar tres antes de reunir la serenidad suficiente para encarar a la mujer con la que aún soñaba en la noche.

El rostro de Meriel, tan parecido al de Skye, se prefiló en el fuego con el entrecejo fruncido y aire preocupado.

- ¡Severus! – exclamó sorprendida al verle - ¿Ha ocurrido algo? ¿Está bien Skye? – preguntó enseguida con inquietud.

- Meriel – saludó él con excesiva cortesia para los años que hacía que se conocían – Todo está bien, no te preocupes – la expresión de la mujer se relajó aunque lo miró con curiosidad.

- ¿Entonces a qué debo el honor de tu llamada? – preguntó con una sonrisa juguetona - ¿Acaso te has decidido a invitarme a cenar de una vez?

Snape estuvo seguro de que se había ruborizado un poco. Meriel llevaba tomandole el pelo con eso demasiado tiempo para que la tomase en serio, sin embargo a veces lo hacía. Le hubiera encantado invitarla si no fuera porque seguía enamorada del maldito hijo de puta que le había arruinado la vida. Sin embargo, Severus lo consideró seriamente. Si la invitaba a cenar en algún lugar tranquilo podrían hablar con tranquilidad sobre lo que estaba ocurriendo con Skye.

- De hecho, sí, para eso te llamaba justamente – dijo con aplomo. Pudo ver cómo ella se sorprendía ligeramente, sin embargo aceptó con gracia la invitación de una cena en Hosmeade para esa misma noche.

Cuando la cabeza de Meriel desapareció de las llamas Snape no pudo reprimir una sonrisa de complaciencia como si la idea hubiera sido suya desde el principio. Volvió a su escritorio sintiéndose muy contento consigo mismo y dispuesto a trabajar un rato. Sin embargo la tranquilidad le duró muy poco cuando se dio cuenta de una cosa: hacía años que no salía a cenar con una mujer. Empezó a ponerse nervioso, pensando primero en que no había estado acertado concertar una cita para esa misma noche, ¡era nochebuena! Seguramente ella tenía planeado pasar la velada con su familia, y aunque Snape no tenía ningunas ganas de conformarse con la típica cena con el resto de profesores consideró la idea de anular la cita.

Después pensó que si ella había aceptado era por algo. Tal vez no pensaba celebrar el día de ninguna manera en especial. O puede que no se hubiera dado cuenta de la fecha. Fuera como fuere Severus resolvió no hacer ni decir nada, bastante suerte había tenido con que ella hubiese aceptado. Si quería anular la cita tendría que hacerlo la misma Meriel. Además, por una vez que podía pasar una nochebuena agradable con una compañía que realmente deseaba tener no estaba dispuesto a tirarlo por la borda.

A continuación vino el turno de las dudas: ¿cómo abordaría el tema de Skye? ¿pediría carne o pescado? ¿debería llevarle flores? ¿cuál sería la época de celo de los hipogrifos? ¿qué debería ponerse? Eso era lo más importante, ¿qué se ponía? Aunque segundos después, cuando Snape estaba plantado frente a su armario, se dio cuenta de que no sería problema, sólo tenía que elegir el tono de negro que le sentara mejor, asi que después de unas cuantas pruebas dio con el atuendo negro perfecto (aquel que más resaltaba sus ojos negros y su pelo negro).

Se dio una ducha concienzuda, esmerándose especialmente en su cabello para hacer que quedase más limpio y brillante que nunca, y hasta se hizo la manicura en un intento por estar perfecto hasta el mínimo detalle.

Se miró al espejo con aire crítico y decidió que no estaba tan mal después de todo. Pensó si debía utilizar esa colonia que Dumbledore le había regalado la navidad pasada, "Atracción Incontrolable Nº5", que aunque había comprobado que era bastante efectiva (Sinistra había caído rendida bajo sus efectos en la fiesta de los profesores) también había quedado demostrado que podía llegar a ser excesiva (Trelawney y Sinistra habían tenido una especie de "pelea de gatas" por él terminando con Flitwick en la enfermería y Sprout había intentado asaltarle sexualmente en los lavabos de caballeros, aunque eso es otra historia que carece de importancia y no tiene interés alguno para el lector)

Finalmente, cuando Severus Snape terminó de abrillantar sus zapatos se decidió a mirar la hora y se dio cuenta de algo que hubiera sido bochornoso de no haber estado completamente solo: ni siquiera era la hora de comer y si cita era para la cena. Puede que se hubiera adelantado un poco con los preparativos, después de todo.

Completamente abochornado por su actitud de quinceañera en su primera cita se dirigió a su armario para volver a cambiarse de ropa por algo menos formal que el terciopelo, pero una llamada a la puerta le hizo detenerse.

Cuando abrió deseó al instante no haberlo hecho. Recargada en el marco de la puerta estaba sinistra, mirándole de arriba abajo con una mirada apreciativa y con su sonrisa habitual pendida en el rostro.

- Sevvy, querido – gorjeó encantada con su aspecto - ¿Cómo sabías que vendría a verte? Quería invitarte a un paseíto antes de comer. No me hagas pucheros, tienes que tomar el sol. ¡Estás tan paliducho! Y no acepto un no por respuesta...

- Esto es surrealista – murmuró Harry a su amigo mientras ambos trataban de no perder de vista a un Sly muy entusiasmado – Quiero decir, ¡estamos siguiendo a Draco Malfoy! ¿alguna vez habías pensando en que haríamos algo así? – negó con la cabeza como muestra de incredulidad a sus propias palabras – Parece que se está tomando muy a pecho esto de estar con Hermione. Primero hace la cursilada esa del Gran Comedor y ahora se convierte en su caballero andante. ¡El mundo se está volviendo loco! No me sorprendería demasiado si terminamos viendo a Snape bailar la conga en la Gran Comedor a la hora de la cena.

Ron Weasley, que caminaba a su lado cabizbajo, no dijo nada al respecto. No solo porque no tuviera nada que decir, a parte de quejarse amargamente por la situación, sino porque el beso de Draco a Skye le había molestado profundamente. "Yo nunca hubiera besado así a Hermione" pensaba irritado "Esa clase de cosas no se hacen entre los que son solo amigos". Recordó a su pesar que los dos Slys habían mantenido una relación no hacía tanto tiempo, sin embargo eso no logró disipar sus objeciones.

No sabía qué era exactamente lo que le había molestado tanto. Tal vez era porque Draco estaba saliendo, o estaba enrollado o lo que fuera, con su mejor amiga aunque lo dudaba bastante. Sospechaba que tenía más que ver con un sentido de la posesividad hacia Skye. "Pero ella está saliendo con ese Sly moreno" se dijo, no sin cierta amargura, ya que era por su culpa. Si hubiera tomado cartas en el asunto a su debido tiempo ahora no se sentiría tan deprimido. Lo peor de todo era que aunque quería recuperarla (pensando que una vez casi fue suya) por una parte le sabía bastante mal tener que fastidiar al chaval aquel, que parecía morirse por ella de una manera que Ron nunca podría igualar. Por otra no tenía ni la más mínima idea de cómo empezar a conquistar a la extraña Hidden. Supuso (con un tinte de derrota al tener que reconocerlo) que lo más inteligente sería pedir ayuda a su hermana, que no por nada era amiga de Skye. Tal vez Ginny pudiese darle algunas pistas.

Se sobresaltó ligeramente al notar que Harry le estaba mirando fijamente y que al parecer llevaba haciéndolo por un rato.

- ¡Bienvenido! – le dijo el moreno con una ligera sonrisa al darse cuenta de que tenía su atención – Has estado fuera bastante tiempo. ¿Algo interesante por esos mundos paralelos?

Ron hizo una mueca de desagrado.

- Pues sí, en uno de ellos lograbas hacer comentarios inteligentes, no como en este – replicó con acritud, ganándose una colleja de parte de Harry.

- ¡Ays! – se quejó, devolviéndole el golpe al chico de gafas. Este no se quedó atrás y repitió la acción. En uno segundos estaban enzarzados en una estúpida pelea de manotazos parados en mitad del pasillo.

- Hey, nenas, dejad de hacer manitas por un momento, ¿queréis? Tenemos cosas que hacer – dijo la voz arrastrada de Draco Malfoy haciendo que los dos amigos dejasen su inofensiva pelea un poco avergonzados. Allí estaba el rubio, con su gesto despectivo, su ropa completamente negra y la varita en la mano. El Sly suspiró poniendo los ojos en blanco y murmuró por lo bajo algo parecido a "críos de cinco años" con un deje de exasperación. Después con un revoloteo de su capa negra (no se sabe si aprendido de Lucius Malfoy o de Severus Snape, a cada cual mas teatral con sus ropas) se volvió para seguir con su camino.

Los Gryffindor lo vieron alejarse y soltaron una carcajada por el ridículo de haber sido pillados comportándose como estudiantes de primer año. Extrañamente no se molestaron ni por el comentario ni por la actitud de Malfoy. Encogiéndose de hombros siguieron al Sly hasta la enfermería.

- Bien, cual es el plan – dijo Harry en cuanto se reunieron ante la puerta cerrada. Draco alzó una ceja un poco desconcertado por la pregunta.

- Entramos y lo machacamos – contestó llanamente. Harry esperó pacientemente por unos treinta segundos esperando que el rubio añadiese algo más.

- ¿Eso es todo? – preguntó parpadeando – Oh, gran estratega, me temo que te has olvidado de un par de cosas – dijo con sarcasmo. Ante las cejas alzadas de Malfoy (y también de Ron, pero como era su amigo decidió pasarlo por alto) añadió: - ¿Qué hacemos con la Señora Pomfrey? ¿Qué le vamos la hacer a Justin? ¿Tenemos alguna excusa por si hay alguien más en la enfermería?

- Esto... Bueno, a la Pomfrey podemos o distraerla con algo o lanzarle un Desmaius o encerrarla en su despacho – dijo Draco pensando por primera vez en que ese iba a ser un inconveniente que no se había molestado en tomar en cuenta.

- ¿Y a Justin? ¿Qué piensas hacerle? – volvió a preguntar Harry un poco inquieto.

- No voy a lanzarle un Cruciatus si es lo que piensas Potter – dijo Draco casi masticando las palabras – Eso deja secuelas físicas y no nos lo podemos permitir. Lo que le hagamos no tiene que dejar marca, así que me decanto más hacia la tortura psicológica.

- ¿Cómo sabes tú que la maldición Cruciatus deja secuelas? – preguntó Ron vivamente interesado. Nadie había dicho nada de eso en las clases de Moody donde habían estudiado sobre las maldiciones imperdonables - ¿Acaso sabes hacerla?

Draco lo miró con seriedad por un momento. Después dijo sin rastro alguno de emoción:

- Qué mierda de mortífago iba a ser si no supiera hacerla, ¿no crees?

Tanto a Harry como a Ron se les heló la sangre en las venas por tan cruda confesión. Siempre habían supuesto que Malfoy terminaría uniéndose al Señor Tenebroso, pero oirlo de sus propios labios en tan abierta aceptación era algo que impresionaba un poco.

Harry rompió el tenso silencio que se había formado entre los tres aclarándose la garganta innecesaria y ruidosamente.

- ¿Y qué tienes pensado entonces? ¿Ilusiones?

Los ojos grises de Draco dejaron a Ron y se volvieron hacia él.

- No soy un buen ilusionista – admitió con un poco de derrota – Pero tengo una mente bastante tortuosa así que creo que lo mejor será servirnos de ello. Vosotros ocuparos de lo que pueda surgir – dijo con frialdad. Tanto Harry como Ron aceptaron, sumisos. Los ojos de Malfoy parecían más claros que nunca ahora que pensaba en maneras de dañar a su víctima y los Gryffindors agradecieron en silencio no estar en ese momento en su punto de mira.

Una cosa eran las enemistades, bien personales o por casas, que mantenían entre ellos, pero no dejaba de ser algo así como un juego. Lo de Justin, sin embargo, era algo más profundo. Draco en serio quería dañarlo, no le bastaría humillarlo o jugarle una mala pasada. Deseaba verle sufrir.

Abrió la puerta de la enfermería antes de que ninguno de los otros dos pudiera hacer o decir nada y se deslizó adentro silenciosamente. Harry y Ron cruzaron miradas preguntándose mutuamente si se estaban jugando una expulsión y entraron tras Malfoy.

La enfermería parecía vacía a primera vista, pero se percataron enseguida de que había dos camas con las cortinas corridas. Mientras Harry echaba una ojeada al mapa del merodeador lo más discretamente posible para que Draco no se percatara Ron bloqueó con un hechizo la puerta de la entrada y, tras la indicación del moreno de que todo estaba despejado, la del despacho de la enfermera.

Draco, entretanto, se había acercado a una de las camas para hechar un vistazo. Casi soltó una inoportuna risa al ver al ocupante que descansaba plácidamente entre las blancas sábanas. Ron y Harry, viendo su actitud, se acercaron a él con gesto preocupado. Draco se controló lo suficiente para mirarlos con diversión en los ojos y susurrar:

- Y tras la cortina número 1 encontramos a... – descorrió dramáticamente la cortina dejando ver a un chico pálido y apalizado que parecía estar bajo los efectos de la poción del sueño - ¡Ernie Mcmillan! – dijo Draco triunfante, volviéndose de nuevo a mirarlo. Ron y Harry se miraron extrañados y observaron a Malfoy, que parecía bastante satisfecho con el trabajo realizado en la cara del Hufflepuff. Al percatarse de la mirada de incomprensión de los Gryffindors fue lo suficientemente generoso para explicarles: - Ayudó en todo a Finch-Fletchley, pero ya nos hemos ocupado de él.

- ¿Nos? – preguntó Harry. Draco asintió.

- Zabini – aclaró con una sonrisa – Mcmillan lo manipuló y el pobre merecía vengarse un poco.

- Pues se ha vengado bastante, diría yo – replicó Ron observando la cara hinchada y amoratada del Hufflepuff – Está irreconocible, parece comida para pájaros.

Draco sonrió ampliamente.

- Le diré a Blaise lo que dijiste. Apreciará mucho tu comentario.

Se alejó de la cama bastante satisfecho por lo visto y descorrió la segunda cortina.

Harry echó un hechizo de silencio al cuarto por lo que pudiera pasar y se acercó con cautela a Malfoy. Éste simplemente estaba mirando a un dormido Justin Finch-Fletchley aparentemente sin expresión alguna, pero Harry pudo ver que apretaba la varita entre sus dedos con tensión, sus nudillos casi blancos por la fuerza con que lo hacía.

Finch-Fletchley parecía bastante recuperado. El vendaje de la cabeza aparecía limpio sobre su pelo y tenía una expresión de placidez en los rasgos. Harry pensó de pronto que no sería capaz de hacerle nada, tan inocente parecía. Sin embargo, recordó el relato de Hermione, cómo éste energúmeno la había atacado y maltratado sin tener consideración alguna y su rabia creció dentro de él. Ron, a su lado, puso una mano en su hombro en señal de comprensión y Harry supo que estaba pensando lo mismo que él.

Miró a Malfoy, con su máscara de frialdad puesta no delataba ni sus pensamientos ni sus sentimientos, pero si estaba mínimamente interesado en Hermione estaba claro que desearía hacer algo más que manipular la mente del Hufflepuff. Y eso que Harry no había visto el estado en el que había estado Hermione antes de que la señora Pomfrey la curase.

Draco sonrió entonces, una mueca de desprecio y diversión cruel que le hizo parecer realmente maligno, y se inclinó sobre Justin como si se dispusiera a besar su frente.

- Justin... – canturreó en su oído. El chico se revolvió un poco molesto pero no abrió los ojos – Es hora de despertar, bella durmiente. Tienes visita – Draco puso la punta de su varita contra la frente del chico y éste abrió los ojos parpadeando confusamente. Logró enfocar su vista y miró a Draco desconcertado.

- ¿Malfoy? – preguntó estupidamente.

- No, soy el hada de los dientes y he venido con mis duendecillos a sacarte unas cuantas muelas – sonrió divertido por su propio comentario, lo que hizo que se viese más temible puesto que parecía ligeramente perturbado – Ya de paso podríamos llevarnos tus pelotas para venderlas en el mercado negro, aunque no me puedo imaginar quien podría querer un producto de tan baja calidad – dijo con voz engañosamente suave. La risa sofocada de los Gryffindor le distrajo un momento, pero no lo suficiente para sacar la vista de un repentinamente pálido Justin.

- ¿Qué quieres? – preguntó el chico encogiéndose contra la cabecera de su cama y agarrándose a las sábanas como si eso pudiera protegerlo. Buscó con su mano bajo la almohada mientras de reojo miraba la mesilla de noche.

- ¿Buscas tu varita? – preguntó Draco tras ver sus movimientos. Chascó la lengua ruidosamente – Me temo que a estas horas ya estará partida en trocitos – informó aún con suavidad – Ya sabes, por lo de intentar violar a Granger y todo eso – dijo de manera casual, como quien comenta el tiempo. Justin palideció aún más si eso podía ser posible.

- No quería hacerle daño – dijo con un hilo de voz.

- Menos mal – dijo Draco con acritud.

Justin, que lo miraba con terror, no se había dado cuenta hasta entonces de la presencia de Ron y Harry en el cuarto. Y si ya estaba asustado con ver a Malfoy allí casi mojó la cama al ver a los dos Gryffindors mirarle con pinta de asesinos en serie.

- Lo siento – gimió.

- No basta – dijo Ron con sequedad.

- Ya sabes que hemos venido a torturarte, ¿no? – preguntó Harry casi con amabilidad, como sintiendo mucho toda aquella situación pero dispuesto a hacerle sufrir de todas maneras.

- Por favor... – empezó a suplicar Justin, pero no había terminado de lanzar su ruego cuando se encontró con Malfoy inclinado sobre él casi rozándose sus narices. Justin podía ver el brillo metálico de los ojos de Draco que parecían dos cuchillos clavándole su mirada.

- Ni te atrevas – siseó con furia – Tú no tuviste piedad con ella, no pidas la nuestra ahora.

Justin tuvo unas desesperadas ganas de llorar y tal vez lo hubiera hecho de no haber tenido la certeza de que Malfoy se cabrearía aún más.

- Juro que no sé que pasó, yo no quería hacerle daño a Hermione – gimió. Pero fue un error porque Draco lo cogió de la camisa del pijama para casi levantarle con un tirón violento.

- ¡Te prohíbo que digas su nombre! – dijo con ira. Harry y Ron tuvieron que intervenir entonces para que no emplease la violencia física contra el Hufflepuff. Draco se dejó arrastrar hacia atrás un poco reticente, pero intento relajarse y se apoyó en una de las camas vacías para recoger algo de autocontrol.

Llegados a este punto Harry y Ron estaban un poco asustados. No estaban totalmente convencidos de que Malfoy no terminase echando una Cruciatus a Finch-Fletchley y francamente no querían que aquello ocurriese porque entonces se verían en serios problemas. Además, ninguno de los dos era experto en torturas psicológicas mientras que Malfoy seguraemente sabría exactamente qué debía hacer. Esperaron un minuto entero a que se calmase. Cuando lo hizo cerró los ojos en una especie de meditación y tras unos segundos volvió junto a Justin.

- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Harry desconfiado viendo la decisión en el rostro del Sly.

- ¿Sabes lo que es un pensadero, Potter? – preguntó sin mirarle. Harry se sintió un poco desconcertado por esta pregunta pero asintió recordando la vasija de piedra en la que Dumbledore depositaba sus pensamientos y recuerdos - ¿Has usado alguno?

- No exactamente, pero he visto cómo se hace y he entrado en algún recuerdo – respondió un poco vagamente. Draco lo miró con sus ojos relucientes por unos segundos.

- Bien, pues tengo un pensamiento especial para Justin – dijo con una medio sonrisa. Acto seguido cogió su varita puso la punta en su sien. Cuando la volvió a separar un dilgado hilo plateado había quedado prendido en ella.

Harry y Ron miraban a Malfoy perplejos. Ambos sabían (Harry por haberlo presenciado y Ron por los relatos de su amigo) que ese hilo plateado era un pensamiento. Ninguno de los dos se imaginaba lo que Draco se proponía hacer, por lo tanto se sorprendieron bastante cuando el rubio Sly puso la punta de la varita contra la sien de Justin, haciendo que el hilo desapareciera.

Justin, que no tenía idea de nada de lo que estaba ocurriendo, observó a Draco asustando hasta que éste le tocó con la punta de su varita. Justin miró sus labios temiendo que pronunciase algún hechizo, pero en lugar de eso su mente se vió asaltada por imágenes tan horrendas que su cuerpo se convulsionó sobre la cama como si hubiera recibido una descarga.

Su mente estaba llena de gritos, dolor, sangre y fuego. Podía ver su propio cuerpo retorciéndose de dolor, imágenes incoherentes donde eran torturados tanto él como otras personas, incluyendo a Ernie. No se dio cuenta cuando empezó a llorar. Tampoco cuando empezó a gritar. Solo era consciente de las imágenes que había en su mente, bañándolo como un torrente de horror y mezclado con los gritos risas malévolas que llenaban sus oídos. Las náuseas lo atacaron y se dobló en dos, vomitando sobre la inmaculada ropa de su cama.

Draco sonrió satisfecho viendo el resultado de las imágenes que su mente había creado especialmente para este insecto. Ron Weasley parecía sumamente impresionado con la reacción del Hufflepuff, pero Draco sabía muy bien lo que el miedo podía hacer en las personas y era consciente de que Justin tendría pesadillas por mucho tiempo, puede que por el resto de su vida. El mismo Draco había presenciado cosas que preferiría no recordar nunca, y había entremezcado todo esto con las torturas y el dolor que él mismo habría deseado infligir a Justin.

Harry, que se había acercado corriendo hasta Ernie Mcmillan cuando los gritos de Finch-Fletchley habían comenzado regresó apurado después de comprobar el mapa del merodeador y haberle lanzado un Desmaius al otro hufflepuff. A pesar de la poción había estado a punto de despertarse por todo el alboroto. Harry se alegró en silencio de haber puesto un hechizo silenciador en el cuarto y también se alegró de no ser Justin Finch-Fletchley.

Después de unos segundos miró a Draco confuso.

- ¿Cuánto durará el efecto? – preguntó viendo retorcerse al chico sobre la cama, con los oídos taladrados por sus gritos. Draco se encogió de hombros con aire de indiferencia.

- Supongo que cesará cuando se le saque ese pensamiento.

- ¿Y cuando piensas sacárselo? – preguntó Ron viendo con asco como Justin volvía a vomitar sobre sí mismo (en este punto ya estaban reunidos bastante alejados de la cama para que las náuseas no les afectasen también a ellos)

- No había pensado hacerlo – dijo Draco imperturbable. Los otros lo miraron horrorizados.

- ¡Malfoy! ¡Tienes que sacárselo, no queremos volverle loco! – dijo Harry agitado. Draco lo miró alzando las cejas soprendido.

- ¿De veras no queremos? – preguntó con frialdad. Tanto Ron como Harry negaron con la cabeza, pensando que Justin ya había tenido bastante. Draco los miro por unos momentos como debatiendo consigo mismo y suspiró cansinamente como dándose por vencido. Conteniendo una mueca de asco se acercó de nuevo al Hufflepuff y extrajo el hilo plateado que volvió a introducir en su cabeza.

Ron y Harry casi esperaron que tuviese la misma reacción que Justin ante la acogida de ese pensamiento, pero o Draco era mucho más fuerte o al ser especial para Finch-Fletchley no le afectaba en absoluto. A los Gryffindors no pudo dejar de picarles la curiosidad por el contenido del mismo.

Justin, entre tanto, se había desmayado logrando que un silencio perturbador invadiese la enfermería. Draco, Harry y Ron lo miraron por unos segundos antes de darse la vuelta y salir de la enfermería sin comentar nada entre ellos. Harry comprobó una vez más el mapa del merodeador a espaldas de Malfoy y Ron se encargó de desbloquear las puertas, quitar el hechizo de silencio y también el Desmaius de Ernie, que parpadeó confuso en cuanto la puerta de la enfermería se cerró detrás de los chicos.

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Bueno, niños y niñas, siento mucho la escena de Snape, pero digamos que no pude evitarlo así que no me responsabilizo de cómo quedó.

Respecto a la venganza... bien, no sé si esperábais más, seguramente sí y seguro que la idea de la "tortura mental patentada por Malfoy e hijo" no ha quedado bien explicada, pero ya arreglaré los destrozos otro día porque ahorita mismo me voy a dormir que ya no puedo más, ya no puedo más, siempre se repite la misma histooooriaaaaaa, ya no puedo más, ya no puedo más, estoy harto de girar como una noriaaaaaaaa, vivir asín es morir de amooooooor, por amor tengo el alma heriiiiidaaaaaaaa, por amoooooor, no quiero mas vida que su viiiiidaaaaaa, melancoliaaaaaaaaa!!!!!!!!

Ejem, bueno, perdón por ese puntito Camilo Sesto, ya me voy.

Hasta otra, cuidáos.