Hola a todo el mundo!!!!

No he tenido ánimos suficientes para contestar a los casi 70 reviews que me habéis dejado, pero muchas gracias a todos por molestaros, que sepáis que los he leído y un día de éstos me armaré de valor y me enfrentaré a ellos para contestarlos.

He tardado en acualizar porque una es humana y me moría de ganar por leer las actualizaciones de algunos (cientos) de fics que sigo. Si no os he dejado review ha sido porque iba con un poquito de prisa, pero lo haré más adelante, lo prometo.

Bueno, antes del capítulo un par de cositas:

- Actualización de Estado Anímico Alterado. En ese capítulo nuevo se aclara un poquitito el "misterio Skye", a ver si llegáis de una vez a la conclusión correcta ^.^ (es que me flipa que muchos aún dudéis!!! Tan retorcida me consideráis???)

- Publicación del primer encuentro Draco/Blaise. Se llama Una Noche (no tengo imaginación para más) por cierto, gracias a todos los que ya me dejaron review en esa historia!!!

- Resulta que revisando si se había subido bien el capítulo pasado encontré que me había saltado toda una escena!!! No sé como ocurrió pero tengo una ligerísima sospecha. Por no haceros leer el capítulo anterior y dado que sólo afectaba a los dos últimos párrafos he decidido ponerlo en este capítulo. No es una buena escena, ni graciosa, ni importante ni nada, no me hubiera tomado la molestia de incluírla de no ser porque la última escena publicada quedaba muy coja sin esta de por medio y faltaban cosas. Borraré el útlimo párrafo del capítulo anterior para no os liéis demasiado.

Ah, y una advertencia. Este capítulo no va a ser tan interesante como puede parecer a simple vista (ya veréis lo que quiero decir) y tampoco va a tener consecuencias apocalípticas ni nada de eso. Espero que no me matéis mucho al leerlo.

¿Qué más? Bueno, que este capítulo tiene casi 12 páginas (sí, sí, con el añadido del capítulo anterior, lo sé) así que no os podéis quejar. Ni tampoco los fans de Harry, porque aquí habla más de lo que lo ha hecho en todo el resto del fic, jejeje.

Bueno, besitos a todos y mil gracias por seguir siendome fieles!!!

VACACIONES DE NAVIDAD

Cap. 32

Las chicas dejaron de hablar en cuanto se abrió la entrada del retrato. Draco las miró con sospecha una por una. Skye Hidden estaba tumbada cerca de la chimenea, apoyada sobre un codo. Ginny Weasley estaba sentada, con la espalda descansando contra uno de los sillones individuales. Y Hermione Granger estaba... ¡tan bonita! Draco luchó contra la sonsisa boba que trataba de expandirse por su cara al ver a su chica recostada contra los cojines del sillón de tres plazas, el pelo desparramado sobre el brazo del asiento y esa ropa muggle que le sentaba tan bien. El sueter blanco, que dejaba al descubierto sus hombros desnudos y resaltaba el bronceado que aún resistía tenazmente desde el verano y los ajustados pantalones granates que revelaban sus marcadas caderas y permitía echar una buena ojeada al piercing de su ombligo. Antes de saber lo que hacía ya se estaba acercando a ella, que le sonreía insinuante seguramente por haber notado su "discreto" repaso a su atuendo.

Pudo oir a Ginny y Skye contener la risa desde la alfombra y tuvo ganas de pisarlas a ambas, pues no por nada le impedían llegar hasta su chica.

- Apartáos, criaturas inmundas – les dijo en tono de broma aunque un poco picado. Ellas se rieron más de él pero al menos la morena recogió las piernas para despejarle el camino y Ginny se subió al sillón.

Lo que menos quería era aplastarla tumbándose sobre ella, por mucho que estuviera deseando hacerlo así que Draco apoyó una rodilla a cada lado de las caderas de su novia y descansó su peso en sus manos para acercarse a Hermione y besarla con lentitud. Ella, que tenía otros planes, le atrajo hacia sí haciéndole caer sobre su cuerpo, enredando sus piernas en las suyas. Draco se sorprendió un poco, aunque no lo suficiente para dejar de besarla ni tampoco para mantener las manos quietas.

- ¡Ey, dejad de comer delante de los hambrientos! – se oyó la voz de Ginny. Draco logró recuperar el uso de sus labios y le envió una sonrisita sardónica.

- Qué, que Potter no te alimenta, ¿eh?

- Vete al infierno – masculló Ginny, pero ella también sonrió por el comentario – Pero es que si seguís así vais a desgraciar la tapicería del asiento. Y además, deberías marcar los sitios públicos donde lo hacéis – añadió con una mueca. Skye casi se atragantó de la risa antes de aportar su granito de arena.

- Eso, podéis ir marcándolos con una X. El único inconveniente es que marcaríais toda la habitación y se convertiría en una sala X lo que no daría buena reputación a Gryffindor.

- ¡Al contrario, aumentaría su fama! – dijo Draco – Con lo mojigatos que son todos los leoncitos no les vendría mal un cambio de imagen.

- ¡Oye! – se quejó Hermione desde debajo de él haciéndose la ofendida – que yo también soy una leona. ¿Me consideras mojigata?

- Un poquito sí – dijo divertido por el puchero de la chica – Pero no te preocupes, eso cambiará con unas cuantas sesiones de "educación sexual Malfoy, marca registrada".

- Eh, eso es injusto – refunfuñó Ginny.

- Bueno, si quieres apuntarte a las clases...- contestó Draco como si lo estuviera meditando. El gritito indignado de Hermione no se pudo pasar por alto.

- Es injusto que nos metas a todos los Gryffindor en el mismo saco – dijo Ginny con fingida acritud.

- Tienes razón – apoyó Skye – Ron no es ningún mojigato.

- ¡Ey!

- Es cierto – dijo muy seria.

- No lo dudo, pero yo tampoco lo soy – dijo ofendida Ginny porque su amiga no la hubiera defendido.

- Bueno, eso tendría que decirlo Potter – replicó Skye con razón – Y la verdad, no me parece que tu novio sea precisamente un gurú del sexo para poder hablar sobre la materia.

- ¡Si que lo es! – dijo tercamente la pelirroja. A estas alturas Draco y Hermione se dedicaban a presenciar el debate divertidos, aún abrazados sobre el sillón.

- ¿Cómo puedes saberlo? Solo te has acostado con él – señaló Skye con una sonrisita maliciosa.

- Vaya, vaya, ¿eras virgen antes de Potter, pelirroja? – preguntó Draco sorprendido. Miró a Hermione bajo él recordando que ella tampoco había tenido relaciones antes – Definitivamente, los Gryffs sí sois unos mojigatos.

- ¡No lo somos! – intervino Hermione indignada – Lo que ocurre es que los Slys sois todos unos ninfómanos.

Hubo un pequeño silencio en la sala.

- Es cierto – dijo Draco.

- Tienes razón – asintió Skye.

Ginny y Hermione se quedaron paradas y viendo su cara de sorpresa los Slys no pudieron menos que soltarse a carcajadas. Hermione empujó a Draco, muy indignada por sus risas, y el chico no tuvo más remedio que ponerse en pie.

- Es increíble, ¡os habéis escandalizado! Y luego NO sois mojigatas, ¿verdad?

No pudo seguir hablando porque su chica le había estampado un cojinazo en la cara. Skye rodó por el suelo riéndose de su amigo hasta que Ginny decidió que la morena merecía el mismo trato. A los dos minutos ya estaban los cuatro enzarzados en una estúpida pelea con los cojines de los sillones, Slytherins contra Gryffindors hasta que Draco hizo un comentario muy poco afortunado a su novia sobre la poca fuerza de las mujeres y se convirtió en un chicos contra chicas en el que el rubio estaba en clara desventaja.

Así que cuando Harry y Ron aparecieron en la puerta se llevaron la sorpresa de ver a las tres chicas apalizando a algo en el suelo que tenía la voz de Malfoy.

- ¡Retira lo que has dicho! – exigió Hermione entre risas, que era la que capitaneaba el bando de las chicas.

- ¡Jamás me rendiré! – exlamó Draco con dramatismo, que se capitaneaba a sí mismo al ser él solo todo el bando de los chicos.

- Reconoce que te estamos dando una soberana paliza, Malfoy, y eso que solo somos "niñas debiluchas" – saltó Skye, muy metida en su papel de defensora de la dignidad de la mujer.

- Sólo por superioridad numérica – apuntó el rubio entre tirón y tirón al cojín-arma de Hermione.

- ¡Y superioridad intelectual! – añadió ésta también tirando del almohadón sin mucho entusiasmo porque estaba ocupada riéndose de su novio. A lo que Malfoy aprovechó para tirar de ella hacia sí haciéndola perder el equilibrio y caerse sentada sobre él.

- Jajaja, ¡ahora tengo a vuestra capitana! – se rió el Sly sujetando a una Hermione que, realmente, no se esforzaba mucho por apartarse – ¡Rendíos o ella sufrirá las consecuencias!

- Oh, ¿y que le harás? ¿La torturarás a base de achuchones cariñosos? – se burló Ginny, recordando la cursilada del Gran Comedor.

- ¡Ey, eso ha sido un golpe bajo!

- Oyes, nada de "golpes bajos" que no quiero que me lo desgraciéis – soltó Hermione, sentada encima suyo y de paso sirviéndole de escudo contra las otras dos.

- ¡Solo me quieres para el sexo! – se quejó Draco con un mohín al escuchar el comentario.

- Ah, ¿pero sirves para algo más? – preguntó su chica con malicia mirándole sonriente.

- ¡Ey!

- Uys, Harry – dijo Ginny al darse cuenta de que él y Ron estaban parados en la puerta mirándolos estupefactos - ¿Dónde habíais ido?

En ese momento Hermione se dio cuenta de que Draco no le había dicho de donde venía y se volvió a él para hacerle la misma pregunta. El rubio le envió una mirada fastidiada a la pelirroja y (después de echar una mirada de reojo a Skye para ver si ella había comentado algo) dijo con mucha naturalidad que había ido a la lechucería.

Al otro lado de la habitación pudo oír como Potter daba la misma respuesta, aunque en este caso era verdad porque Harry y Ron habían aprovechado que el rubio los había dejado atrás para enviar una carta a un tal Snuffles. Sin embargo Hermione, aunque frunció un poco el entrecejo con algo parecido a la sospecha, no ahondó en la cuestión y se limitó a ayudar a Draco a levantarse y llevarlo hasta el sillón con la ayuda de Skye porque él se quejaba teatralmente de sus "heridas de guerra".

Ginny, al otro lado del cuarto, aprovechó para decirles a los chicos que Skye les acompañaría a Hogsmeade. Harry se molestó un poco por cuestiones prácticas, pues el pobre en un principio había pensado en ir solo, amparado por la capa de invisibilidad, después había pensado en llevar a Ginny y tener una especie de cita romántica, al segundo siguiente se preguntó qué haría con Ron, que se quedaría todo solo en la torre y por último había pensado que sería agradable salir todos juntos, como antaño. Ahora, que se añadiesen más personas al grupo... bien, pues no le terminaba de agradar ni que supiesen de la capa ni tampoco del mapa del merodeador. Sin embargo no dijo nada, pues Hidden era amiga de su chica y si ella la había invitado él no tenía nada que decir. Ron, por supuesto, se alegró bastante por la noticia y no apartó la mirada de Skye hasta que oyó a su hermana decir casi con inocencia.

- Ah, y ella traerá a unos amigos.

Ron y Harry la miraron extrañados.

- ¿Qué amigos? – preguntó Ron molesto. Ginny le miró divertida por su reacción y contestó:

- Malfoy, Zabini y Adams, ese que sale con ella – añadió al ver la cara de su hermano.

- Pero... pero... ¡seremos un montón! – se quejó Harry – ¡Nos van a coger!

- Podemos ir por la casa de los gritos – masculló Ron enfurruñado. Miró a Skye como reprochándole el tener novio, pero la morena estaba ocupada hablando con Hermione y Malfoy y no se dio cuenta de su mirada.

- Está un poco más lejos, pero no podemos arriesgarnos a ir por Honeydukes, somos demasiados para aparecer de repente en mitad de la tienda – meditó Harry mientras pensaba "joder, ¡yo solo quería cambiar el regalo de Sirius! Ir y volver, ¡nadie se hubiera enterado!"

Extrañamente, o al menos a Ginny le desconcertó bastante, ninguno de los dos chicos se quejó en absoluto de que Malfoy fuese a acompañarlen en su excursión. Muy curioso, cuando supuestamente no lo soportaban.

Hermione y Draco tubieron una pequeña discursión antes de la comida. El chico celoso y ofendido por no poder acudir a Hogsmeade con su novia, le estuvo recordando a conciencia todos aquellos motivos por los que no era aconsejable salir del castillo: estaba prohibido, podían descubrirles y castigarles (¡o incluso expulsarles!), sería peligroso porque podría verlos cualquier mortífago (¿andar por ahí con Harry Potter, el imán de problemas?), estaría lleno de gente por la últimas compras navideñas y (lo más convincente) iba a llover.

Todo esto hizo que Hermione rumiara seriamente los contratiempos con los que podían encontrarse por salir ilegalmente, porque ¿y si alguien le decía a Dumbledore? ¿Y si algún mortífago reconocía a Harry y se metían en problemas? Las llamadas de Draco a su razón hicieron mella, sobre todo porque él le recordó que ella era una persona responsable y respetuosa con las normas y estaba planeando pasárselas todas por el forro. Le dijo que le decepcionaba mucho su actitud y hasta se hizo el ofendido porque ella pretendiera desoirle después de todo aquello. Draco podía ser muy convincente cuando quería. Y Hermione le dio la razón y le prometió que no saldría del castillo para tranquilizarle. Draco se fue muy satisfecho de sí mismo para volver menos de cinco minutos después para decirle a Hermione que olvidase todo lo que había dicho.

- ¿Qué? Hidden te dijo que podías venir, ¿no? – preguntó Hermione alzando una ceja ligeramente molesta por ese cambio de actitud. Draco sonrió con inocencia y con unos cuantos mimos logró convencerla de que "no fuera tan aburrida" y accediera "a salir a divertirse un poco".

- Desde luego no hay quien le entienda – bufó Ron cuando el rubio volvió a marcharse, rumbo a su lugar en la mesa de la comida. Hermione se rió por lo bajo.

- Claro que se entiende, no quería que fuese sin él – aclaró con una resplandeciente sonrisa, complacida porque su chico se mostrase tan celoso.

- ¿Estamos todos? – preguntó Harry a los reunidos, estirando el cuello para ver cuantos eran y si faltaba alguno como si se tratase de un guía turístico controlando a su grupo.

Se encontraban frente a los invernaderos, los Slytherins enfundados en largos abrigos negros impermeabilizados por hechizos que les llegaban hasta los tobillos haciéndoles parecer realmente siniestros, los Gryffindors hechos un conjuntito de colores desconcertante en comparación con sus compañeros. Hermione llevaba un abrigo largo y entallado de un color granate que le sentaba endemoniadamente bien (en opinión de Draco), Ginny un tres cuartos vaquero ribeteado de pelo blanco con una capucha donde esconder su pelo rojo recogido en trenzas, Ron un parka de travillas azul oscuro, que combinaba muy bien con su pelo y Harry una cazadora verde que hacía resaltar sus ojos y hasta le hacía parecer más alto.

- Bien – dijo, al ver que todos os Slys estaban allí y también sus amigos – Vamos a ir a Hogsmeade – empezó, siendo cortado por una salva de aplausos y exclamaciones entusiasmadas por parte de los Slytherins como si se tratasen de niños de excursión. Hermione y Ginny se rieron con él, pero Ron estaba muy ocupado fulminando con la mirada a Stan Adams desde que le vio rozar la mano enguantada de Skye – Vamos a ir hacia el sauce boxeador – explicó Harry señalándolo con el dedo, por si a alguno le podía quedar alguna duda de cuál era dicho árbol cuando en realidad era el único en la región capaz de saltarte los dientes – Para que se paren las ramas y no nos den un ostión hay que tocar el nudo más grande del tronco, que está en la parte trasera del árbol. Allí hay un túnel que nos llevará hasta la casa de los gritos. ¿Alguna pregunta?

Una mano enguantada en negro se alzó en el aire.

- ¿Sí, Malfoy?

- ¿La merienda está incluída en la visita?

- Cállate – dijo Harry con una sonrisa divertida.

- ¿Pero la casa de los gritos no está embrujada? – preguntó Skye un poco temerosa.

- En realidad no, allí es dónde el profesor Lupin pasaba sus transformaciones en luna llena y eran tan dolorosas que la gente atribuyó los gritos y los ruidos a espíritus violentos, pero no tiene nada de cierto.

Skye asintió satisfecha y en un murmullo, perfectamente audible, le dijo a Blaise.

- ¿Ves? Te dije que Lupin era un salvaje – y no parecía molestarle la idea.

Harry le hizo un gesto a Ron y éste se alejó discretamente de ellos para revisar el mapa del merodeador. Al asentirle a su amigo, Harry indicó que era hora de ponerse en marcha.

Después de pasar todos bajo las ramas inmóviles del sauce siguieron en silencio el pasadizo muy incómodos por tener que ir agachados debido a las dimensiones del mismo, pero cuando pudieron ponerse de pie empezaron a charlar animadamente entre ellos de tonterias y Hermione se dio cuenta en un momento dado de que Draco y ella iban cogidos de la mano. Por supuesto no dijo nada pero le alegaba mucho que él hubiera tenido esa iniciativa y no sabía por qué.

Cuando salieron del tunel a la habitación principal de la casa de los gritos, los Slys pudieron ver que estaban en una habitación llena de polvo acumulado por años, el aire estaba viciado porque todas las ventanas estaban cubiertas con maderas y los pocos muebles que había estaban tan destrozados que era imposible saber qué habían sido originalmente.

- Asco de sitio – comentó Skye, mirando las manchas del suelo que se parecían sospechosamente a sangre. Seguramente la sangre de Lupin de las heridas de sus transformaciones.

- ¿Qué esperabas? ¿Un hotel de cinco estrellas? – dijo Ron ácidamente. Nadie más que la chica oyó el comentario, que le lanzó una mirada sorprendida.

- ¿Te pasa algo conmigo, Ron? – preguntó, suspicaz. El pelirrojo la miró por un segundo y advirtió por el rabillo del ojo que Stan se acercaba a ellos.

- Nada – dijo sin expresión, y se alejó de ella.

Skye arqueó una ceja pero no dijo nada, ¿qué podía decir? Pero estaba desconcertada por la actitud del chico. "Bueno, ya se le pasará" suspiró para sí antes de darse cuenta de que Stan estaba a su lado.

- ¿Ocurre algo? – preguntó el moreno, mirando también a Ron. Skye le dedicó una pequeña sonrisa a su novio e imitó la respuesta del pelirrojo.

- Nada – dijo, sin darle mayor importancia.

Se separaron al llegar a la zona comercial de Hogsmeade. Ron y Harry fueron por un lado, a descambiar el regalo de Sirius, Hermione y Ginny se escurrieron hábilmente y huyeron en dirección a las tiendas más diversas en busca de algo para Draco arrastrando a Skye consigo en contra de la voluntad de ésta y los demás Slytherins se dedicaron a pasear de aquí para allá entrando en todas partes. Cerca de tres horas después, hartos ya de comprar y mirar se dirigieron a Las Tres Escobas donde habían quedado en encontrarse todos.

Stan, Blaise y Draco se encontraron con que las chicas aún no habían llegado y tuvieron que sentarse con Harry y Ron en un silencio algo incómodo, roto por Blaise gracias a un comentario de quidditch. Como todos eran adeptos de ese deporte y en realidad Blaise era el único de los cinco que no era jugador en Hogwarts tuvieron tema para rato, o al menos hasta que las chicas hicieron su aparición, cargadas de bolsas y con cara de cansancio y agobio en el caso de la pelirroja y la morena. Hermione no parecía muy satisfecha por sus compras.

- Es que mira que eres complicado – le dijo a Draco en cuanto lo vio. Y por las miradas de odio de Skye y Ginny el rubio se dio cuenta de que se habían pasado casi todo ese tiempo intentando elegir un regalo para él. Se sonrió para sí mismo pensando en las molestias que se tomaba su chica para comprarle algo especial a él, que lo tenía todo.

Se sentaron cada uno al lado de su pareja, con la extraña suerte de que a Skye le tocó entre Stan y Ron y estos se pasaron todo el rato hablando de quidditch casi por encima de la chica. El local, como todo Hogsmeade, estaba repleto de gente y Rosmerta, la dueña, no parecía tener mucho tiempo para acercarse a tomarles nota de lo que querían, pero metidos en la charla ninguno de dio demasiada cuenta hasta que Hermione dijo de pronto:

- Chicos, ¿podéis pedir por mí? – poniéndose de píe al tiempo que hablaba y enfundándose de nuevo su abrigo y sus guantes – He olvidado comprar algo, ahora vuelvo.

- Espera, voy contigo – se apresuró a decir Draco, cogiendo sus cosas. Tenía muchas ganas de estar con ella a solas y no iba a perder la oportunidad. La cogió de la mano para llevarla hasta la puerta entre las mesas de los clientes ignorando los comentarios de sus amigos de "os vamos a cronometrar a ver cuanto tardáis", "no os perdáis por el camino" y "sí, sí, comprar".

Salieron al exterior y se sonrieron mutuamente.

- Al fin – dijo Draco, acercándose para besarla. Hermione se fundió en el beso por unos segundos antes de separarse de mala gana.

- Será mejor que vayamos, hoy cierran antes los comercios por aquello de la nochebuena – dijo con fastidio. Draco asintió y se encaminaron hacia la papelería.

- Tengo que comprar pergamino y tinta – explicó ella -, se me está acabando el que tengo. Será solo un momento.

Caminaron en silencio, disfrutando del frío, de la compañía del otro y del contacto de sus manos, o más bien de sus guantes. A Hermione le gustaba mucho esto de ir cogidos de las manos, algo que seguramente jamás podrían permitirse hacer dentro de Hogwarts y que sin embargo aquí, al ser anónimos, se convertía en algo tan normal. Al llegar a la puerta de la tienda Draco le dijo que esperaría fuera y se dedicó a mirarla a través del adornado escaparate de la tienda mientras la chica buscaba lo que quería.

Sin embargo, su tranquilidad se vino abajo al reconocer el rostro que se reflejaba a su lado en la superficie del cristal.

- Macnair – saludó con frialdad.

- Malfoy – dijo el hombre, fijando sus ojos en la figura de Hermione, que se acercaba al mostrador de la tienda para preguntar algo al encargado – ¿Tu novia? Es guapa – dijo mirándola detenidamente.

- Sí, lo es – dijo Draco apretando los dientes. Seguramente les había visto cogidos de la mano. No le gustaba nada esta situación, ¿qué tal si Macnair la reconocía como amiga de Potter? Sabía muy bien que el hombre era un mortífago, no por nada era amigo de su padre. Tan amigo que no dudaría en apuñalarle por la espalda para subir una posición en el círculo del Señor Tenebroso.

- ¿Cómo se llama? – preguntó con indiferencia.

- Hanna Abbot – mintió Malfoy automáticamente – No es tan mala para ser de Hufflepuff – añadió viendo que el hombre fruncía el ceño.

- Creía que era rubia – dijo Macnair genuinamente confuso. Draco sintió como si se hubiera tragado un pedazo de hielo.

- Lo era – dijo con media sonrisa - ¡Mujeres! – añadió algo despectivo como si eso lo explicara todo. Pero resultó, Macnair soltó una carcajada y palmeó a Draco en la espalda.

- Cierto, nunca están contentas con lo que tienen.

Draco le miró de reojo un momento antes de decidirse a preguntar.

- ¿Ocurre algo?

- ¿Algo? – preguntó el hombre, haciéndo como que no había entendido.

- Sí, ¿algún mensaje? – preguntó Draco, con el corazón martilleándole. Vamos, estaría bonito que ahora vinieran a pedirle que hiciera algún "trabajito" para la causa. Nunca le había tocado hacer nada pero sabía que algunos de sus compañeros de casa habían sido puestos a prueba mandándoles hacer algo para probar su fidelidad y esas cosas.

- Ninguno – dijo el hombre un poco sorprendido – Solo paseaba y te ví. Pensé que podría saludarte.

Draco enarcó una ceja. ¿Macnair paseando por Hogsmeade? ¿Por qué sonaba tan surrealista?

- No pasa nada porque esté aquí, ¿no? – preguntó mirando a Hermione, que en ese momento pagaba sus compras y cogía la bolsa que le tendía el dependiente.

- No, claro que no – dijo Macnair mirando también a la chica. Añadió, casi como si acabase de recordarlo – Bueno, yo creo que ya es hora de que vuelvas al colegio, ¿no crees?

Saludó con un gesto a Draco y se marchó entre la gente dejando al chico helado por dentro. Cuando Hermione llegó a su lado le interrogó con la mirada. Él se limitó a abrazarla.

- Draco, ¿estñas bien? – preguntó ella preocupada – Estás más pálido que de costumbre.

- No, no estoy bien – suspiró él contra su cuello, intentando reconfortarse en el calor de ella y poder salir de esa parálisis que le había causado la recomendación de Macnair – Acabo de decidir – murmuró para sí.

Tomando valor se separó de ella y la cogió de nuevo de la mano para desandar el camino hasta Las Tres Escobas.

Blaise Zabini supo que algo andaba mal en cuanto vio entrar a Draco.

- ¿Qué ocurre? – preguntó, casi antes de que el rubio llegase a la mesa.

- Hay que irse – dijo éste, sin dar más explicaciones. Él, Skye y Stan se pusieron en pie inmediatamente para empezar a recoger sus cosas. Los gryffidors parecía que iban a protestar pero al ver la cara de Draco parecieron pensarlo mejor. Harry se acercó a la barra para decirle a Rosmerta que pusiera para llevar lo que habían pedido porque se les estaba haciendo tarde. Y era cierto, empezaba a anochecer, ya se estaban encendiendo las farolas de la calle, al principio con una llamita vacilante que aumentaría el resplandor cuanto más oscuro estuviese. A Draco esto no lo tranquilizó precisamente y se negó a decir una palabra a nadie hasta que estubieron fuera de Las Tres Escobas, resguardados en un callejón solitario de la parte trasera del local.

- ¿Qué ha ocurrido? – repitió Blaise.

- Macnair – dijo Draco escuetamente, y a ninguno de los Slys les hizo falta más explicaciones.

Harry respingó al oir ese nombre.

- El verdugo – murmuró, recordando los acontecimientos del tercer curso. Hermione lo miró extrañada porque no le parecía motivo de alarma que ese hombre rondara por allí. Hasta que cayó en la cuenta de por qué podía ser alarmante – Es un mortífago – le explicó Harry, ya innecesariamente, pero pensarlo no era lo mismo que oírlo, y si Harry lo decía era porque había sido uno de los mortífagos que estuvieron allí cuando Voldemort renació.

- ¿Piensas que atacarán Hogsmeade? – preguntó Stan mirando a Skye preocupado, con el instinto protector a flor de piel.

- ¿Dijo algo? – preguntó Harry.

- Me recomendó largarme – dijo Draco – Y no necesito más motivos para pensar que pasará algo.

Ginny se agitó nerviosa.

- Lo mejor será marcharse cuanto antes – dijo apretando la mano de Harry, como si temiese que él solo pensase enfrentarse a lo que fuera que fuese a ocurrir. Pero Harry tenía otros planes, que no deseaba decir delante de los Slys.

- Bien, lo mejor será separarnos porque si alguien me reconoce y me ve andando con Malfoy no va a sacar buenas conclusiones – dijo intentando pensar con claridad.

- Sacará las conclusiones correctas – dijo Draco con frialdad – No estoy seguro de que no haya reconocido a Hermione – dijo mirándola. – Lo mejor es que no vaya con vosotros por si tenemos la suerte de que aún no lo ha hecho.

- ¿Y si me ha reconocido? – preguntó la chica, repentinamente blanca - ¿Crees que te haría algo?

Draco lo consideró un momento, lo que puso más nerviosa a Hermione.

- No creo que se arriesgase. Al menos no ahora, que se trae algo entre manos. Puede que me aborde más adelante pero ahora sería estúpido intentar algo.

A pesar de sus palabras le digirió una elocuente mirada a Blaise que éste interpretó correctamente; quería que estuviese cerca por si surgían problemas.

- Bueno, pues lo mejor será dividirnos – dijo Harry mirándolos para evaluarlos. En un rápido cálculo mental de posibilidades consideró que lo mejor sería hacer tres grupos – Bien, pues Malfoy y Hermione volverán por la casa de los gritos.

- Yo voy con ellos – dijo Zabini y por la mirada que le envió a Harry éste vió que sería inútil discutir. Asintió. - Ginny, Hidden y Adams por Honeydukes.

- Yo voy contigo – dijo la pelirroja. Harry la miró enfadado.

- De eso nada, tú por Honeydukes. Tienes que guiar a los demás, no sabrán entrar sin ti.

- Que vaya Ron con ellos, yo no me separo de ti – dijo ella obstinada.

- Ginny...

- Harry – cortó ella secamente – Voy a ir lo quieras o no, las cuestión es si te acompañaré todo el camino o dejaré a Skye y Stan en Honeydukes antes de seguirte sola.

Enfrentaron las miradas durante unos segundos, y ninguno hubiera cedido de no ser por la intervención de Ron.

- Harry, no vas a hacerle cambiar de idea – apuntó lo obvio – Yo iré con los Slys, que ella vaya contigo.

El moreno se volvió impaciente hacia su amigo.

- Mira Ron, voy a tratar de utilizar uno de los pasadizos que aún no hemos explorado. No sé lo que voy a encontrarme por el camino o si saldrá algún mortífago al paso por haberme reconocido. Preferiría que ella no estuviera allí entonces, ¿sabes?

- Bueno, amor – dijo Ginny remarcando el apelativo – si ocurre algo inesperado lo mejor es que sea yo la que esté cerca porque soy mejor con los hechizos que Ron.

Su hermano asintió tristemente.

- Eso es cierto, pero yo tampoco querría que te encontrases con nada de eso si pudiera evitarlo. Te quedas con los otros.

- Ron, voy a ir – dijo la chica con decisión.

- Lamento importunaros – dijo Draco entonces – pero lo que estamos haciendo es perder el tiempo. Si dejáis de discutir podremos salir de aquí antes de que ocurra nada y no habrá de qué lamentarse más adelante.

- Tiene razón – dijo Ron, y se volvió hacia su hermana – Tú a Honeydukes.

Gin iba a abrir la boca para protestar pero Harry la cogió del brazo y la alejó del grupo unos cuantos pasos.

- Por favor, Ginny, estaré más tranquilo sabiendo que estás segura – pidió.

- ¿Y por qué no podemos ir todos por Honeydukes? – preguntó ella con angustia.

- Somos demasiados. Se darían cuenta.

- ¿Y por la casa de los gritos?

- Demasiado lejos.

- Pero mandas a Hermione – dijo ella acusadoramente.

- Malfoy y Zabini son hijos de mortígafos. Creo que no me equivoco al pensar que a Hermione no la tocarán mientras vaya con ellos. No puedo apostar lo mismo por Hidden y Adams y por lo tanto no sé si están seguros, lo mejor es que vuelvan por el lugar más resguardado. Y todo el que vaya conmigo está en peligro. Por eso te quiero lejos – hizo una pausa al ver que la chica luchaba por contener las lágrimas – Vamos Gin, no va a pasar nada. Ni siquiera sabemos seguro que vayan a intentar algo.

- Ya oíste lo que dijo Malfoy, él está convencido – sollozó ella.

- Malfoy es un exagerado – dijo él con media sonrisa, tratando de quitarle importancia al asunto.

- Harry, está asustado. Y qué quieres que te diga, me asusta verlo asustado.

- Bueno, él no es un Gryffindor, así que no podemos darle la medalla al valor precisamente – dijo el chico abrazando a la sollozante pelirroja. Ginny le rodeó el cuello con los brazos y lo apretó contra sí como para no dejarlo marchar – Vamos, Gin, es hora de irse – dijo Harry, pero no la soltó de inmediato. Cuando finalmente lo hizo se volvió hacia los otros, que se estaban despidiendo unos de otros con nerviosismo.

- Harry, no hagas tonterías, ¿eh? – le dijo Hermione al tiempo que le abrazaba, después de haber hecho lo mismo con Ron. Parecía a punto de largarse a llorar.

- ¿Os arreglaréis? – preguntó Draco mirándolos dudoso – Podemos buscar alguna chimenea conectada a la red Flú.

- Nos arreglaremos – dijo Ron con decisión al tiempo que soltaba a su hermana después de darle unas cuantas recomendaciones – No hay tiempo para buscar una chimenea. Estaremos bien.

Seguidamente se volvió hacia Skye, dudando sobre qué decirle, pero ella se hechó en sus brazos con lágrimas en los ojos sin darle oportunidad a decidirse. Ron la estrechó un momento y luego la separó de él para darle la mano a su rival, Stan. Tuvo ganas de decirle algo así como "cuídala", pero se le atragantaron las palabras en la garganta. Claro que la cuidaría, era su novia, ¿no? ¿Acaso no la habría cuidado él?

Se volvió para estrechar la mano de Zabini y de Malfoy, que en ese momento intercambiaba unas palabras con Harry.

- Decídselo a Dumbledore en cuanto lleguéis – cuchicheaba Harry por lo bajo – Tal vez pueda enviar a alguien.

Ron hubiera esperado que el rubio se negase a hacerlo, pero en lugar de eso le hechó una mirada a Blaise, que en ese momento se despedía de Skye, y asintió solemnemente con la cabeza.

"Así que" pensó Ron sorprendido por el gesto "Ya se ha decidido. Después de todo no va a ser mortífago..."

Ginny, que no paraba de sollozar, guió a Skye y Stan a un Honeydukes tan abarrotado de gente como el resto de comercios, donde no les fue difícil escurrirse hasta el sótano y encontrar la entrada del pasadizo. Antes de que cerrasen de nuevo la trampilla sobre sus cabezas Ginny pensó que si los mortífagos actuasen en ese momento habría una masacre a gran escala debido a la cantidad de gente que circulaba por Hogsmeade.

En todo el camino de regreso rezó porque no ocurriera nada y porque Ron y Harry salieran ilesos. Si alguna vez les ocurría algo no podría soportarlo.

Hermione, Draco y Blaise caminaban rápidamente intentando dejar atrás la zona comercial del pueblo, convencidos de que alejándose del centro evitarían encontrarse en medio de lo que fuese que planeaban los mortífagos. Hermione apretaba inconscientemente la mano de su novio reflejando así la ansiedad que la recorría y él no se quejaba de la fuerza de sus dedos porque le aliviaba de alguna manera sentir su contacto. Estaban llegando a una de las últimas calles más importantes, donde se encontraban menor número de tiendas, cuando Blaise se paró en seco haciendo que sus amigos se girasen.

- ¿Zabini? – preguntó Draco con el corazón galopándole como un caballo desvocado.

Pero Blaise no le hacía caso porque estaba mirando al otro lado de la calle. Hermione siguió su mirada y vió como se posaba en un hombre de mediana edad, con el pelo oscuro y porte severo. Se volvió hacia el chico interrogante y se dio cuenta de que Draco también estaba mirando al mismo sujero.

- ¿Qué ocurre? – preguntó con ganas de hecharse a llorar de nuevo.

Blaise la miró con infinita tristeza.

- Es mi padre – murmuró.

- Creo que es por aquí – dijo Harry intentando ver claramente dónde terminaba el mapa del merodeador.

- ¿Qué quieres decir con "crees"? – preguntó Ron molesto - ¿No deberías decir que "sabes"?

Harry envió a su amigo una mirada de disculpa.

- No debemos estar muy lejos, seguro que en dos pasos estaremos dentro de los márgenes del mapa y podremos situarnos.

- Estamos yendo a ciegas – masculló Ron mirando el plano por encima del hombro de su amigo, lo que no le era muy difícil porque era bastante más alto que él – Mira, creo que esto es esa calle de ahí – dijo señalando un punto. Harry no contestó inmediatamente, pues estaba siguiendo con la mirada el punto rotulado como "Virginia Weasley". Hermione y sus acompañantes no aparecían por ninguna parte, pues no estaban dentro de los limites del mapa. Al igual que ellos, que era la razón por la que aún no hubieran encontrado la entrada al pasadizo inexplorado.

Suspiró bajando el mapa de sus ojos, satisfecho al comprobar que al menos su novia estaba a salvo y miró el punto que decía Ron.

- De acuerdo, vamos. Espero que tu intuición sea mejor que la mía – le dijo a su amigo.

Pero al girar la esquina se encontraron con algo que nunca habrían esperado.

- Hola, padre, ¿qué haces por aquí? – preguntó Blaise a su progenitor con tranquilidad al ver que éste se acercaba a ellos. Sin embargo Hermione pudo apreciar la frialdad en su expresión y en sus palabras y tampoco perdió de vista la mueca de desagrado del Señor Zabini.

- Eso debería preguntarte yo, ¿no crees? Se supone que no deberíais estar fuera del colegio.

Los miró severamente a los tres, su mirada deteniéndose en Hermione, que se felicitó por haber tenido la idea de cambiar de abrigo con Ginny y llevar ahora la capucha sobre la cabeza impidiendo que sus facciones se distinguiesen con claridad a pesar de las farolas encendidas.

Ninguno de los tres contestó a la pregunta, porque era demasiado evidente lo que habían ido a hacer cargados de bolsas como estaban.

- ¿Y dónde ibais ahora? Las tiendas están a punto de cerrar – dijo con frialdad el hombre notando que Hogwarts quedaba en la otra dirección.

- Ibamos a tomar algo a un local que hay en la próxima calle – dijo Hermione con aplomo.

- Sí... lo conozco – dijo el Señor Zabini mirando de nuevo a la chica, que se puso nerviosa al sentir esos ojos de nuevo sobre ella – Pero tengo entendido que es un lugar donde van las parejas – apuntó mirando a su hijo con cierto desagrado.

- También los tríos – soltó Hermione antes de morderse la lengua. A ambos lados de ella Blaise y Draco saltaron por su respuesta.

- ¿Tríos? – se alzó una ceja interrogante en el rostro del hombre, pero al ver que ninguno de los tres añadía nada se volvió directamente hacia su hijo - ¿Me lo quieres explicar, Blaise?

- Bueno... – titubeó Blaise mirando de reojo a sus amigos – Eeee... ella es nuestra novia – dijo finalmente sintiendo que toda aquella situación era demasiado absurda para ser cierta.

El señor Zabini casi se sonrió, y mediante un gesto imperioso a su hijo le ordenó alejarse unos cuantos pasos para poder hablar en privado.

- ¿Qué es esto, Blaise? – preguntó medio divertido - ¿Desde cuando te gustan las chicas?

- Desde que la conoci a ella – mintió el chico con cierta naturalidad – Por eso la comparto con Draco – continuó antes de que su padre tuviese la oportunidad de preguntar nada – Ella no puede decidirse entre los dos y no quiero que él se la lleve.

Bueno, era la historia más idiota que jamás hubiese contado, pero pareció complacer a su progenitor, a quien siempre le había repugnado su opción sexual. Seguramente en ese instante estaba pensando en herederos de su apellido. Blaise sintió una oleada de asco, tanto por sí mismo por no poder hacerle entender como por su padre por no ser capaz de aceptarle tal como era. Pero en ese momento no se sintió mal al mentirle. Debían proteger a Hermione y salir de allí lo antes posible. Si conseguía librarse de su padre con una estúpida mentira, ¿qué importaba?

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó de nuevo, tanto para alejar el tema de Hermione como por curiosidad por ver qué le contestaría. También porque restultaría sospechoso que no le preguntase.

- Ya lo verás mañana en los períodicos – contestó su padre con media sonrisa orgullosa – Ahora lo mejor es que salgas de aquí. Olvídate de ese local al que íbais. Y cuando llegues a Hogwarts vete directamente a las mazmorras. Llévate a tu novia si quieres.

Blaise asintió, helado, por todo lo que creía entender en esas pocas frases.

A pocos pasos de distancia Draco miraba perplejo a Hermione.

- ¿Trio? – preguntó. La chica se encogió de hombros.

- No se me ocurrió nada más para explicar que estuviésemos en esta parte del pueblo.

- Ah – dijo el chico echando una ojeada a los Zabini – Creí que se trataba de una propuesta.

Hermione tuvo los ánimos suficientes para sonreir a su novio. Claro que la sonrisa se borró de su rostro en cuando Blaise volvió con ellos.

Severus Snape era un hombre oscuro. Su vida nunca había sido sencilla o alegre. Se podría decir que su infancia fue traumática y le dejó muchas secuelas, más mentales que físicas, aunque si hubiera sido al contrario posiblemente no hubiera sufrido tanto. Era un tipo desagradable y solitario, al principio por voluntad propia, después (se decía a sí mismo) por costumbre, pero lo cierto era que la gente le tenía miedo y no dudaba en dejarle de lado. Había sido mortífago y por ello había visto muchas cosas en su vida y la mayoría muy desagradables. Ya nada podía sorprenderlo. Ya nada podía perturbarlo.

¿Por qué entonces se ruborizó intensamente al ver a Meriel Mcallister?¿Por qué se atragantó con su copa de vino cuando ella posó sus ojos en él y le sonrió desde el otro extremo del local abarrotado de gente? Le hizo un gesto con la mano desde la barra de la zona de bar y ella se reunió con él abriéndose paso entre la gente con dificultad, plantando un beso en la mejilla pálida del hombre que se sonrojó de nuevo por el breve contacto.

- Hola Sev – saludó con alegría mientras él la miraba sin saber qué decir.

Meriel se quitó los guantes de piel, se deshizo de su oscuro abrigo y liberó sus cabellos color cobre del sombrero de bruja de ala ancha. Apiló todo sobre la barra y volvió sus ojos hacia Snape.

- Hmmm, ¿quieres tomar algo? – preguntó él saliendo del trance en el que había caído al verla enfundada en una bonita túnica color medianoche que se ajustaba a la perfección a su cintura, sus caderas rodeadas por una delicada cadenita de plata.

- Lo mismo que tú – dijo ella mirando su copa. Severus pidió otro vino blanco para ella en cuanto el camarero le prestó un poco de atención – Me sorprendió mucho que me llamaras – reconoció Meriel mirándolo intensamente – Pero me alegro de que lo hicieras.

- Sí, bueno, quería hacerlo desde hace un tiempo – reveló Snape sorprendiéndose a sí mismo y ruborizándose de nuevo.

La cercanía de Meriel lo estaba poniendo muy nervioso, pero el bar estaba tan atestado de gente que para hacerse oír había que acercarse bastante. No era que le molestase estar cerca de ella, pero su perfume le estaba afectando los sentidos y empezaba a sospechar que esa noche iba a cometer más de una tontería. Eso no le gustaba, no era partidario de perder el control y por ello rabió consigo mismo al oirse decir un segundo después: - Estás preciosa.

El tono sincero y medio avergonzado de Severus hizo sonreir a Meriel y, por qué no, sonrojarse ligeramente. ¡Un cumplido de parte de Snape! ¿Quién lo hubiera pensado?

- Muchas gracias Sev, tú también estás muy guapo – dijo con repentina timidez. Snape parpadeó sorprendido por ese comentario y Meriel agradeció mucho cuando apareció frente a ella su copa de vino blanco frío y pudo refugiarse bebiendo un gran trago del contenido. "Basta Mer" se replicó a sí misma en silencio "sorbitos pequeñitos, no vaya a creer que eres una alcohólica"

Pero Severus estaba tan ocupado jugando con sus dedos que no se dio cuenta de nada de eso. Después de unos segundos de tenso silencio Snape se forzó a iniciar una conversación por banal que fuera.

- Mmmm, ¿llegaste bien? – "¡auch!, que malo eres conversando, Severus aunque al menos no hablaste del tiempo" se reprochó el hombre.

- Eeee, bien, me aparecí a la afueras, cerca de la Casa de los Gritos. No me atreví a acercarme más al centro, con todo el mundo de compras de última hora – sonrió ella. Snape solo asintió con la cabeza sin saber qué más añadir.

Unos segundo más de silencio, que esta vez fue Meriel quien rompió.

- Hace mucho frío últimamente.

Snape se rió, no pudo evitarlo. Meriel lo secundó tras darse cuenta de que había recurrido al tema más aburrido del mundo y al que solo se recurre en los momentos más desesperados.

- Lo siento – dijo un poco avergonzada – Esto es difícil. Hace años que no tengo una cita.

Snape la miró un momento inquieto. ¿Cita? ¿Ella lo tomaba con una... cita? Sonrió con calidez, cosa rara en este hombre.

- Sí, yo tampoco – confesó. Meriel arqueó una ceja coquetamente.

- ¿Seguro? No es eso lo que he oído. Me han dicho que causas estragos entre las alumnas de Hogwarts... y entre sus profesoras.

Severus se quedó con la boca abierta.

- ¿De dónde te has sacado eso? – protestó divertido – Te aseguro que la población femenina del colegio prefiere ignorar mi existencia.

Ella rió suavemente, enviándole una mirada incrédula.

- Creo que Skye te ha engañado. Y mucho. – sentenció el hombre.

- Oh, no lo creo. Al menos las Slytherins no creo que te pasen por alto. Deberían de ser tontas para hacerlo – soltó ella con naturalidad. Snape la miró con fingida sospecha.

- Mmm, ¿qué crees Mcallister? ¿qué podrás llevarme a la cama con halagos?

- ¿Funciona? – preguntó ella con una sonrisa pícara.

Snape se cruzó la túnica sobre el cuerpo en actitud protectiva.

- ¡No soy un cualquiera! – dijo con dignidad, intentando no sonreir. Meriel dejó escapar una risita.

- Ya veo, ¿y me va a costar mucho ligarte? – preguntó con desparpajo. Snape la miró alzando una ceja.

- Por supuesto. Al menos tendrás que chasquear los dedos antes de que me rinda.

Estallaron en risas los dos, atrayendo la atención de quienes los rodeaban, tal vez porque se sorprendían al ver la convinación que formaban la vivaracha mujer y el oscuro hombre. Estuvieron un rato más conversando en la barra, consumiendo una copa tras otra, gastando un poco el tiempo hasta la hora de la cena hasta que uno de los camareros anunció que su mesa ya estaba lista. Meriel cogió su copa mientras recogía sus pertenencias y las acomodaba sobre su brazo.

Mirando a su alrededor, al abarrotado local, Severus se daba cuenta de que no había sido buena idea salir a cenar en nochebuena. El restaurante "Buen Auspicio" no era lo que Snape hubiese elegido en un principio pues se decantaba más por "Brebaje Ponzoñoso", un local oscuro y tranquilo situado lejos de la zona más comercial de Hogsmeade. Este restaurante, por el contrario, tenía buena fama, mucha clientela y mesas escasas en fechas señaladas. Si Snape lo había elegido había sido por dos razones: la primera, que Meriel lo hubiera descuartizado si hubiera tenido que poner un pie dentro de "Brebaje Ponzoñoso", la segunda, un camarero de "Buen Auspicio" se había dejado sobornar (aunque el precio había sido exorbitante) y había conseguido la mejor mesa, un pequeño reservado muy íntimo cerca de la pequeña cascada y medio escondido entre exhuberantes plantas, directamente debajo de una de las claraboyas del techo, donde podían ver cómo comenzaban a caer unos esponjosos copos de nieve que, mágicamente, nunca se acumulaba lo suficiente para tapar la vista del nublado cielo.

Y mientras seguía a la mujer hasta la mesa a la que eran conducidos por el camarero (sin poder apartar la vista de las caderas de Meriel, ceñidas con la fina cadena y los faldones de la túnica cortados a picos extravagantes, muy a la moda) Snape se preguntó si a ella le gustaría el lugar o le parecería demasiado cursi. Tal vez se había pasado un poco, después de todo.

Sin embargo Meriel miró a su alrededor y anunció que lo encontraba encantador sonriéndole con calidez. El camarero se ofreció a dejar el abrigo y el sombrero, así como la capa de Snape en el guardarropa para que no les molestase. Seguidamente les trajo la carta.

- Sev, no tengo la menor idea de lo que pedir – le cuchicheó confidencialmente Meriel a su acompañante después de echar una ojeada al menú.

- Me ocurre lo mismo – susurró éste mirando los estrambóticos nombres de los platos. Al final, y después de hecharlo a suertes, Meriel pidió las "Delicias de ambrosía con salsa de rosas y arándanos " y Severus tuvo que cargar con un dudoso plato llamado "Buenos Presagios" (N/A sí, es un libro de Terry Pratchett, pero no pude evitar acordarme de él después de ver el nombre que le había puesto al restaurante ^.^). Tocaron los nombres en el menú con las puntas de sus varitas y apareció la comida en sus platos al instante.

- El mío no tiene mala pinta – dijo Meriel después de observarlo. Snape solo dejó escapar un "Mmpf" al ver lo que le había tocado a él. Cogieron los tenedores con decisión y probaron.

- Bueno... – dijo ella decepcionada, arrugando la nariz – supongo que podría haber estado peor.

- Pues entonces prueba esto y te convencerás de que has tenido mucha suerte – dijo Snape cogiendo apurado su copa de vino para borrar el sabor. Meriel probó y no le pareció tan malo. Severus probó el de ella y tampoco le disgustó.

Después de unos cuantos bocados se intercambiaron discretamente los platos. "Solo espero" pensó Severus apartándo uno de los pétalos rosas que decoraban su nueva comida "que nadie me vea comiendo esto porque me moriría de la vergüenza"

Justo en ese momento una explosión lo sacudió todo.