Hola a todos!!!!
Sé que no es suficiente este capítulo para todo el tiempo que he tardado en publicar, pero mis problemas con el ordenador no me permiten hacer mucho más por ahora. Yo hubiera querido haberlo hecho más largo, pero no me va a ser posible, tengo la sospecha de que a mi ordenador le falla un ventilador y cuando este se para, la CPU se calienta y sin avisarme siquiera se apaga solito y sin pedir parecer dejándome siempre a medias. Espero al menos que esté encendido el tiempo suficiente para que pueda subir este archivo sin problemas. Lo siento de verdad, sobre todo por no poder contestaros ahora a vuestros mensajes, pero prefiero publicar lo que va a quedar más o menos fijo antes de ponerme a abrir el ordenador por si acaso.
Besitos para todos y siento mucho el retraso y la tontería que es este capítulo.
Ale, chau.
VACACIONES DE NAVIDAD
Cap. 35
Todo aquello parecía familiar, ¿verdad? El olor a humo quemando su garganta, los gritos de dolor mezclados con los de ira o impotencia, todo ello regado por las maldiciones lanzadas con voz potente, casi desesperada. La adrenalina recorriendo sus venas en oleadas, libre de nuevo para animar su cuerpo y mantenerle tenso como cuerda de violín. Lo sentidos despiertos, alerta, haciéndole reaccionar casi antes de poder pensar con claridad en lo que hacía. Había veces en las que parecía que todo eso había sucedido en otra vida. Había ocasiones en las que juraría que había sido ayer. Metido en la lucha perdía la noción del tiempo de una manera tan alarmante que se preguntaba si no habría atacado a un inocente creyéndose mortífago de nuevo. Después de todo, las cosas se parecían demasiado a aquella época.
¿Cuál era la diferencia entonces? Por supuesto, las maldiciones. Ahora no utilizaba el Avada, el Cruciatus o el Imperius, solo los mortífagos lo hacían. Al haber sido mortífago Severus las había utilizado muy amenudo. En aquellos años de delirio por la sangre se había hecho muy diestro en ellas y era casi una costumbre inconsciente utilizarlas. Por eso ahora su lengua tenía que reprimir las familiares palabras que acudían a sus labios y sustituir las maldiciones imperdonables por otras menos dolorosas, menos dañinas, menos... efectivas.
Lo que era una tontería, por supuesto, pues si alguien está intentando matarte lo más sensato es eliminarle en lugar de dejarle inconsciente, con la libertad de que otro mortífago lo reanimase. Pero Severus ahora estaba en el "bando de los buenos", se recordó. No tuvo tiempo de sentir remordimientos por destrozar a ese hombre que había amenazado a Meriel. No tuvo tiempo de echar una ojeada a su compañera, que peleaba furiosamente a su lado, sin separarse demasiado de él. No tuvo tiempo más que reaccionar casi por instinto a los ataques.
Se giró para clavarle un Expeliarmus a la sombra que había percibido por el rabillo del ojo y consiguió la varita de su oponente. Lejos de partirla en dos, como debería haber hecho, Severus la empuñó en su mano zurda y la utilizó a la misma vez que la suya para maldecir a otro mortífago que retiraba hacia una calleja, huyendo del combate ahora que se había separado de sus compañeros. Severus, presa de la rabia por haber destrozado el muro en lugar de al hombre, le siguió a paso veloz esquivando milagrosamente los hechizos que volaban a su alrededor. Meriel le siguió presurosa, creando un escudo sobre ambos visto que Snape no parecía dispuesto a desperdiciar su energía protegiéndose.
El mortigafo se dio la vuelta y lanzó un rayo ámbar en dirección a ellos. Severus intentó apartarse aunque fue demasiado lento y el hechizo le hubiera alcanzado de lleno de no ser por el escudo de Meriel, que absorvió el impacto y se desintegró ante sus ojos en una miríada de chispas anaranjadas. La mujer se apresuró a conjurar otro mientras Snape le hechaba una mirada sorprendido por encontrarla a su lado y estar ileso y regresó a la cacería del individuo, que había vuelto a ponerse en fuga perdiéndose de vista en la oscura calleja.
Allí no llegaban las luces de las farolas y la incipiente nevada había robado la poca luz que a esas horas debía quedar. Severus se apoyó con la espalda contra el muro de piedra, extendiendo un brazo para asegurarse que de Meriel hacía lo mismo y se quedaba tras él. No tenía tiempo de reprenderla ahora por seguirle, ya lo haría después. Podía oir la respiración agitada de la mujer y sentir el movimiento de su abdomen subiendo y bajando contra el brazo que había cruzado sobre su cintura.
- ¿Dónde se ha metido? – susurró ella en voz baja. Severus no contestó, en lugar de eso avanzó con pasos cautelosos esperando un ataque en cualquier momento.
Meriel, cubierta con su cuerpo, apenas susurró un hechizo que hizo que su compañero volviese la cabeza hacia ella sorprendido. Ante sus ojos la mujer se cubrió de sombras y fue casi invisible en el oscuro callejón. Snape estaba impresionado. Un hechizo así era propio de Aurores, una de sus armas más utilizadas y se preguntó si fue Harold Mcallister, el padre de su compañera, quien le enseñó ese mecanismo de defensa (o ataque según la situación) o si bien fue su antiguo amante, Sirius Black. No tuvo ocasión de ahondar en la cuestión porque Meriel, protegida por la oscuridad, le sobrepasó, varita en alto, para rastrear el lugar en busca de su presa. Snape la siguió a muy corta distancia, por nada dispuesto a que sufriese daño alguno en su presencia.
Pero el ataque no vino de delante, como esperaban ambos, sino por la espalda, dando a Meriel de lleno y enviándola al suelo con un grito de dolor. Snape se giró con rapidez enfrentando a su nuevo agresor y esquivando una maldición que arrancó un trozo de la pared sobre su oreja. Sin dejarse amedrentar y haciendo gala de una gran sangre fría el profesor de pociones siseó su hechizo utilizando ambas varitas, la suya y la requisada, para lanzarlo por partida doble. El mortífago cayó sobre sus rodillas, luchando por recuperar el aire que Snape le había quitado, su escudo de protección aniquilado bajo el ataque recibido.
Sin detenerse a pensar, Snape giró sobre sí mismo para otear la oscuridad de la calleja, a la espera de que su perseguido aprovechase el momento para atacar y no se vió decepcionado. El primer mortífago salió de las sombras lanzándole diréctamente un Avada. El maldito cabrón había estado conjugando las energías suficientes para la maldición mortal, demostrando así que no era más que un principiante en estas lides. Snape podía conjurar varias veces el extenuante hechizo sin verse demasiado afectado por ello. Se dejó caer sobre una rodilla incluso antes de reconocer las palabras, eludiendo el brillante rayo verde y enviando el suyo propio en un alarde de rabia y prepotencia, que el mortífago recibió sin tiempo para articular un grito. Con la varita requisada en su mano zurda, entre tanto, dejó inconsciente al hombre que aún trataba en vano de respirar. Consideró, durante un sádico momento, en no retirarle el hechizo de asfixia, sobre todo después de ver a Meriel a sus pies intentando levantarse penosamente, aliviado de verla viva y reprochándose haber podido pensar en lo contrario dado el ataque que había recibido. Recordó con pesar que no podía hacer eso, no debía matar, y su conciencia le recriminó duramente haber olvidado esta consigna ya en dos ocasiones.
Meriel tiró de su túnica en un intento de incorporarse. Severus guardó la varita incautada entre sus ropas y se inclinó para ayudarla.
- ¿Estás bien? – preguntó con voz fría, consiguiendo no delatar la ansiedad que le había corroído al verla en el suelo. Meriel asintió sin ser capaz aún de pronunciar una palabra, apretando los dientes por el dolor que sentía en la espalda. Snape echó un vistazo. Allí donde el hechizo le había dado aparecía una gran quemadura que había destrozado aún más su vestido. Tuvo el impulso de abrazarla para tranquilizarla, pero se contuvo porque no era propio de él actuar de esa manera. Aún así Meriel se apoyó sobre su pecho jadeando buscando un poco de consuelo.
Los dedos del profesor rozaron ligeramente su hombro, como si solo fuera capaz de ese contacto afectivo.
- Será mejor que nos vayamos – murmuró Snape un poco turbado por la cercanía de la mujer. Meriel asintió de nuevo fatigada y se apartó ligeramente del hombre para mirarle detenidamente.
- Aquel – dijo mirando al mortífado al que habían perseguido – está muerto, ¿verdad?
- Vamonos – dijo Snape secamente, sin contestarle, no deseando ser juzgado por haberse defendido como creyó conveniente. Se dio la vuelta y desandó el camino hasta la calle principal sin volverse a mirarla. Meriel suspiró y empezó a seguirle mas vió que él se había detenido y permanecía perfectamente quieto. Se volvió de nuevo hacia ella, pero no miraba a Meriel, sino sobre su hombro.
- ¿Qué...? – empezó a preguntar preocupada. Snape se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio. Estaba escuchando algo, dedujo la mujer, por el modo en que sus ojos se movían de un lado a otro, buscando el origen del sonido. Meriel se esforzó en concentrarse pero sólo podía oir las explosiones y los gritos que imperaban en la avenida. Lo miró un poco impaciente, deseosa de saber qué ocurría y estaba a punto de preguntarle cuando Severus salió de su ensimismamiento y pasó junto a ella hacia el hombre al que había matado. Pero no era éste el que reclamaba su atención, porque lo rebasó y siguió andando hacia el final de la calleja. Meriel, perpleja por su comportamiento, se apresuró a seguirle, temerosa por él. Y fue entonces cuando lo escuchó.
- Tu bicho ha vuelto, Malfoy – avisó Ron procurando que el rubio lo escuchase pero a la vez intentando que su voz no resonase demasiado para no ser descubiertos. Vernon estaba plantando en la rama de un árbol, sentado sobre sus cuartos traseros y observándolos con sus ojillos amarillos con una actitud de superioridad muy Malfoy.
"Lo tiene hace menos de diez minutos y ya se parece a él", pensó Harry mirando al animalillo un poco impaciente. Zabini y Ron no estaban para muchas charlas y el Gryffindor no soportaba el grave silencio que cayó sobre el trío cuando Malfoy y Hermione se separaron de ellos para ir a refugiarse tras un árbol. De allí salían susurros apagados, risitas contenidas y sonido de contacto labial. Por ello los tres chicos se encontraban un poco incómodos y aunque una charla habría aliviado la tensión todos los intentos de conversación por parte de Harry fueron contestados con monosílabos por los otros dos.
Tal vez se debía a que tanto Zabini como Ron no tenían pareja actualmente, y la complicidad que evidentemente existía entre Hermione y Malfoy les hacía recordarlo dolorosamente. Y Harry, aunque sí que tenía novia, no mantenía una relación tan... ¿cómo calificarla? ¿estrecha? ¿armoniosa? ¿tal vez simplemente tan física como ellos?
Su relación con Ginny no era lo que él se empeñaba en creer. Vale, sí, era evidente que estaban bien juntos, se querían mucho y todo eso, pero considerando que hacía solo unos días que Hermione y el Sly habían sido encarnizados enemigos y él trataba a Ginny prácticamente desde los doce años el rápido entendimiento que se había establecido entre su amiga y su nuevo novio era muy superior al que existía entre él y su pareja.
No se había dado cuenta de ello hasta ese momento, en el que escuchaba involuntariamente y de manera casi ausente los arrumacos que se dedicaban sus compañeros detrás el arbol. El nunca había mantenido ese tipo de intimidad empalagosa con Gin, nunca había existido entre ellos esa especie de ternura desbordante que despedía ahora la parejita y si bien lo había echado de menos tal vez de manera inconsciente se asombró de haber tardado tanto tiempo en reconocer qué era lo que les faltaba.
A Harry le sorprendió un poco que el frío Draco Malfoy fuera capaz de comportase así con una chica, y más con Hermione Granger y aunque se alegraba mucho por su amiga no podía evitar que se le hiciera raro. Por otra parte parecía del todo natural. ¿No habían comprobado ya que Malfoy no era tan bastardo como parecía? ¿Y no era lógico que Hermione, con lo perspicaz que era, lo hubiera descubierto antes que nadie?
- ¡Qué no tenemos todo el día! – dijo Ron agriamente sacándole de sus pensamientos.
Apareció entonces Hermione a su vista, con los labios rojos por la fricción, las mejillas arreboladas, el pelo más revuelto de lo normal y, oh sorpresa, un chupetón del tamaño de Hogwarts en el cuello que intentó cubrir rápidamente ajustándose el abrigo un poco inutilmente, porque ninguno de los tres hubiera podido dejar de notarlo.
Malfoy se plantó a su lado cogiéndole la mano inadvertidamente, pasándose los dedos libres por su pelo en un intento tardío de acomodárselo decentemente y tratando de hacer desaparecer una resplandeciente sonrisa de unos labios muy maltratados por el ejercicio. Jadeaba un poco, y Harry estuvo seguro de que sus pantalones presentarían un aspecto ligeramente abultado, claro que no tuvo interés en comprobarlo. La risita de Zabini le dijo que el Sly sí había estado interesado y que él había tenido toda la razón.
- Bueno, Vernon, ¿que tienes que contarme? – preguntó Draco con jovialidad a su familiar. Vernon casi se cuadró (vamos, todo lo que puede cuadrarse un dragoncillo) para dar su informe. En intercambio fue silencioso para todos menos para su dueño al ser realizado telepáticamente, pero intentaremos reproducirlo con la máxima fidelidad.
"Amo, revisé todo el entorno tal y como me pedísteis y encontré a seres vivos en el interior del caserón" informó Vernon.
Malfoy se extrañó un poco del tono formal que empleaba el animal, pero no comentó nada al respecto, además de que era más preocupante la noticia de que había alguien en la casa.
"¿Hombres de negro?" preguntó mentalmente, deseoso de que Vernon contestase que eran ardillitas, conejitos o animalillos igualmente inofensivos los que se encontraban en el interior. El asentimiento de su familiar envió su ánimo a los pies.
- Hay alguien en la casa – informó a los demás, que desviaban la vista de él a Vernon como si prestando mucha antención pudieran escuchar algo de lo que se transmitían. "¿Cuántos son?" preguntó el rubio. Vernon parpadeó desconcertado.
"¿Eh?", fue la respuesta que recibió Draco.
"¿Cuántos hombres hay?" volvió a preguntar un poco extrañado por la actitud del dragoncillo. Hubiera jurado que animal estaba un poco turbado, pudiera ser ¿avergonzado? Bah, seguramente eran solo imaginaciones suyas.
"¿Uno?" dijo Vernon con timidez. Draco funció el ceño.
"¿Me lo estás preguntando a mí?¿No estás seguro de cuantos son?"
"Uno" dijo Vernon intentando aparentar seguridad. Draco lo miró un poco desconfiado, y el dragoncillo se paresuró a agregar "¿O mil?"
El respingo que dio el rubio fue bastante evidente para sus compañeros, que le interrogaron con la mirada, pero Draco los ignoró para centrar de nuevo su atención en el animal.
"¿Uno o mil?" preguntó anonadado, con claros indicios de furia "¿Qué quieres decir con eso?"
¿Los dragones podían sonrojarse? Porque Draco estaba seguro de que éste lo habia hecho. Una idea, seguramente descabellada, pasó por su cabeza al no tener contestación.
"Vernon... no sabes contar, ¿verdad?" preguntó con aprensión. Vernon lo miró con ojitos de pena.
"No, amo" dijo con congoja. El chico parpadeó un par de veces, anonadado y no pudo evitar pensar que tal vez su familiar era un poco débil mentalmente. "¡Lo he oído!" aulló Vernon telepáticamente con dramatismo a la vez que profería un desgarrador lamento en voz alta. "Y yo que me he raspado un ala con las tablas de la ventana, ¡todo para ser insultado! ¡Que no sepa contar no significa que sea tonto!" Ofendido y avergonzado el dragón escondió la cabeza debajo de una de sus alas con un poco de melodrama desconcertando a los demás.
- No quería ofenderte – dijo el chico apresuradamente, intentando reconciliarse con su familiar, que parecía haberse tomado muy a pecho el vago pensamiento que se le había escapado a su dueño.
- ¿Podrías explicarnos qué ocurre? – preguntó Harry tratando de estar calmado, aunque la situación tenía mucho de cómica pues estaba seguro de que Draco no estaba demasiado acostumbrado a disculparse ante los demás y verlo hacerlo ante una lagartijilla rayaba en lo ridículo.
El Sly explicó vagamente la situación con impaciencia, dejando bien claro con una mirada asesina que no iba a tolerar burlas sobre el tema.
- Bueno, seguramente es que aún es joven – intervino Hermione un poco descolocada por la revelación – No habrá tenido tiempo de aprender.
- Eso o que no es muy listo – dijo Ron. Draco lo fulminó con la mirada. Vernon también desde debajo de su ala.
- Estoy seguro de que es extremadamente inteligente – replicó el rubio secamente – Aprenderá enseguida – Vernon dio un gritito de deleite y se lanzó a los brazos de su dueño encantado con el cumplido y dejando de lado sus angustiados lamentos al instante.
Harry se dio la vuelta para fingir toser para ocultar la risa. En su mente se formó la imagen del regio Draco Malfoy delante de unos números de plástico de colores chillones intentando enseñar al dragón como si fuese un niño de parvulario. "A ver, Vernon, ¿1+1?" y el animalillo lo miraba como si hubiera perdido la cabeza. Harry tosió más escandalosamente aún y se alejó unos pasos con esperanza de recuperarse del pequeño ataque de hilaridad. (N/A Pobre Harry, no sabe que en otros fics le toca a él enseñar a leer y escribir a serpientes ^.^)
- O sea que estamos igual que al principio – dilo Zabini – O entramos en la casa y nos enfrentamos con los mortífagos o atravesamos el bosque.
- Yo voto por entrar en la casa – dijo Harry volviendo junto a ellos un poco más calmado, pero recibiendo de todas maneras una mirada molesta de parte de Malfoy, que prodigaba caricias distraídas a un encantado Vernon – Por si no os dáis cuenta, ha anochecido y el bosque no es precisamente un jardincito lleno de gnomos. Además, empieza a nevar con más fuerza y tampoco es cuestión de morir congelados – dijo razonablemente.
Blaise y Draco esbozaron una sonrisita burlona.
- Tal vez los Gryffindors os helaríais el culo – dijo Blaise divertido – Pero los Slytherins sabemos que hay algo llamado "hechizo calefactor".
Tanto Harry como Ron se soprendieron por el comentario y miraron interrogantes a su enciclopedia particular, pero Hermione se encogió de hombros tan asombrada como ellos y se hizo el firme propósito de aprender cuanto antes ese encantamiento.
- De todas maneras – dijo Harry intentando recuperar el hilo de sus pensamientos y sin dejarse amilanar por las muecas de superioridad de los Slys – Creo que es mejor enfrentarnos a lo que ya sabemos antes que a lo desconocido que representa el bosque.
- ¿Estás seguro, Potter? – preguntó Draco con gravedad – Eres uno de los principales objetivos del Señor Oscuro, no creo que sus chicos se limiten a darte palmaditas en la espalda.
- Vaya, Malfoy – se sorprendió Harry - ¿Desde cuando te importa mi seguridad?
Draco arqueó una ceja con elegancia.
- Me importa un carajo tu seguridad – dijo sinceramente - Que me comporte civilizadamente contigo no quiere decir que haya dejado de detestarte, ni a ti ni al pelirrojo. Pero sois amigos de Hermione y ella se preocupa por vosotros.
No añadió "y yo me preocupo por ella" pero no hacía falta que lo hiciera. Harry y Ron lo miraron ligeramente confundidos, tanto por su declaración como por su sinceridad delante de la chica, que por cierto no parecía para nada sorprendida de sus palabras.
- Entonces, ¿por la casa? – preguntó Blaise como si no se hubiera dado cuenta de la tensión que se había formado en el ambiente. Sacó su varita, que nunca había estado muy lejos de sus dedos y los miró a todos interrogantes – Pues vamos, que me estoy cansando de tanta charla y quiero un poco de acción (N/ y yo también!)
- Yo no voy a ponerme eso – dijo Meriel secamente, ofendida de que Snape hubiera llegado a pensar en algún momento que accedería a hacerlo. El hombre le envió una mirada helada con la prenda aún colgando de su mano.
- Si piensas seguirme a todas partes como has estado haciendo hasta ahora – siseó con acidez -, será mejor que te lo pongas. Además, estás helada.
Meriel negó con la cabeza testarudamente haciendo que su pelo se moviera sobre sus hombros.
- Es una capa de mortífago y nunca me pondría algo así, Severus, sería incapaz. Me repugna solo pensarlo.
Snape pareció asentir, dándose por vencido y pasando la prendra por encima de sus propios hombros. Seguidamente se agachó junto al cadáver y le sacó la máscara andrógina.
"Vaya, qué joven" pensó distraídamente al ver el rostro del mortífago. "Es natural que tuviese que reunir fuerzas para un Avada. Y seguro que el otro también acaba de salir de la escuela, por eso fue tan débil el hechizo que le lanzó a Meriel"
Se ajustó la máscara al rostro con movimientos tan precisos que la mujer a su lado no pudo reprimir un escalofrío. Seguidamente, se apropió de los guantes del individuo y se los puso con elegancia.
- Quédate aquí – le dijo antes de volverle la espalda y hechar a andar hacia el origen del ruido. Meriel se mordió el labio indecisa mientras se abrazaba a sí misma para mantener el calor. No le hacía ninguna gracia dejarlo ir solo. Por lo que sabía, Snape había sido mortífago pero actualmente no debía serlo, o en lugar de estar sentado con ella en el "Buen Auspicio" hubiera estado fuera vistiendo el "uniforme reglamentario del buen mortífago". Además, había estado luchando contra ellos.
Estaba confundida, asustada, congelada y totalmente enamorada así que en esos momentos nada tenía mucha lógica para ella. Así que le pareció muy buena idea seguirle los pasos a Severus por si pudiera necesitar su ayuda. Suspirando interiormente se encaminó hacia el mortífago desmayado y le despojó de la capa y la máscara. El hombre se helaría, allí tirado, pero qué diablos, era un maldito cabrón asesino, que se fuera al infierno. Se puso la capa precipitadamente, ajustándola mediante un hechizo a sus medidas (un mortífago con una capa tres tallas más grande se vería demasiado ridículo para ser tomado en serio). Reprimiendo una mueca de asco se colocó la máscara sobre el rostro y echó la capucha sobre su cabeza, procurando bajarla sobre sus ojos lo máximo posible para que ocultase su mirada. Se acordó en el último momento de los guantes, sin los que no pasaría como mortífaga y lo cierto es que agradeció haberlo recordado porque ahora se daba cuena de lo entumecidos que tenía los dedos-Con la varita a punto y tomando aire siguió los pasos decididos de Severus Snape.
Lo había perdido de vista en los pocos minutos que le había tomado robar su atuendo, pero no había problema con eso, solo tenía que seguir el origen del ruido. Era un sonido siseante, continuado y facil de pasar por alto dado el caos del exterior, pero reconocible si se conseguía separar del grueso de sonidos que poblaban las calles de Hogsmeade en esos momentos. Meriel estaba realmente intrigada pues no se le ocurría a qué podía deberse (cualquier muggle o hijo de muggle habría podido indicar que se parecía mucho al sonido de un secador del pelo). Snape había asegurado que se trataba de algún plan del Seños Oscuro, de ahí que decidiese vestirse de mortífago para poder echar una ojeada con mayor seguridad.
A medida que se iba acercando, podía escucharlo con más claridad hasta que se hizo tan alto que resultaba casi insoportable. Y allí, en la calle siguiente, una pequeña reunión de mortífagos que no parecían estar haciendo nada por lo que podía ver. Todos la ignoraron al ver su atuendo, dando por echo que era uno de ellos y sinpedirle explicaciones por su presencia. Antes de que pudiera acercarse más para hechar un vistazo más amplio uno de ellos se volvió hacia ella y la cogió del brazo. Meriel hubiera entrado en pánico de no reconocer casi al instante a Snape. Sus músculos se relajaron al instante y el hombre la apartó discretamente a un lado. Nadie parecía prestarles la menor atención. Se alejaron un poco del ruido.
- Tienen los oídos amortiguados para que el ruido no les destroce los tímpanos. Te heré el hechizo – le murmuró roncamente. Meriel asintió para que él comprendiese que le había escuchado, pese al molesto sonido que ponderaba en la atmósfera y Snape discretamente la hechizó para dejase de percibirlo con tanta claridad. Fue como si se hubiera cerrado una gruesa puerta entre aquel desagradable siseo y ella – No hables muy alto, cualquiera puede tener algún hechizo complementario para aumentar la audición de voces – recomendó el hombre, mirando a su alrededor para comprobar que nadie les miraba.
- ¿Qué están haciendo? – preguntó la mujer mirando a todas partes, reconociendo el lugar como una plaza en la que predominaban las sombrererías y corseterías.
Había mortífagos apostados en todas las salidas de la plaza, vigilando, al parecer aburridos por la falta de acción. Sobre el empedrado de la plaza brillaba la sangre que habían derramado, volviendo el suelo resbaladizo. Ni un solo cuerpo estaba a la vista. A Meriel se le revolvió el estómago al ver la maraña de brazos y piernas que sobresalían por encima de la barandilla de piedra de la fuente del centro de la plaza. Por lo que pudo ver, habían apilado los cadáveres dentro de la fuente, despejando el camino de estorbos por lo que pudiera ocurrir. Afortunadamente la fuente estaba inactiva en invierno, porque Meriel estaba segura de no haber podido soportar la visión del agua callendo de los caños sobre los cuerpos y derramándose por el borde teñida de sangre.
Solo de pensarlo le entraron nauseas y tuvo unas ganas incontenibles de salir corriendo de allí. Por suerte tener a Snape al lado le ayudaba a mantener un poco la corduda aunque sus ojos debieron reflejar parde sus pensamientos porque el hombre la zarandeó suavemente del hombro para que volviera a la realidad.
- ¿Qué hacen? – volvió a preguntar, y aunque su compañero estuvo seguro,por el tono casi desesperado de su voz, de que no se refería al origen del sonido sino al sentido de toda la barbarie que desataban los mortífagos, señaló a uno de ellos que salía de una pequeña casa de piedra, casi emparedada entre dos más majestuosas que la hacían parecer aún más insignificante.
- El ruido viene de ahí, pero no hay manera de entrar sin que parezca sospechoso – informó Snape desapasionadamente, como si no se muriese por saber qué ocurría ahí dentro. Meriel miró al mortífago de la casa, que ahora se apoyaba en el dintel de la puerta aparentemente exhausto y se dirigió hacia él a paso resuelto sin hacer caso de la mirada de incredulidad que Snape le clavaba en la nuca. Si no la siguió o le ordenó a gritos que volviese inmediatamente fue solo por recordar a tiempo donde se encontraban.
El mortífago levantó la mirada hacia ella mucho antes de que hubiera sobrepasado la fuente, obstinándose en mirar sólo al hombre, sin permitirse desviar los ojos hacia el morboso contenido de ésta. Cuando llegó a su lado recibió una mirada interrogante.
- ¿Puedo hacer algo? Por aquí está todo muy tranquilo y resulta demasiado aburrido – dijo despreocupadamente. El mortífago pareció un poco sorprendido pero según Meriel dedujo por el fruncimiento de los ojos y la diversión que se reflejó en ellos, sonrió y le indicó con la cabeza que entrase.
- Si eres buena te dejarán jugar un rato – dijo enigmáticamente. Meriel asintió y se introdujo en el interior de la casa sin agradecer al hombre. ¡Qué sabía ella si los mortífagos se agradecían entre ellos! En el vestíbulo encontró a otro hombre, sentado en las escaleras tratando de recuperarse de un derroche de energía.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó hoscamente mirándola de arriba abajo. Meriel iba a responderle en el mismo tono, pero otro mortífago salió de una puerta a su derecha y le echó un breve vistazo al que descansaba.
- Te necesitamos – dijo con sequedad, como reprochándole que estuviese ahí sentado todavía.
- Aún no me he recuperado, pero ahí tienes un suplente – dijo el de la escalera señalando a Meriel con un tonillo que a la mujer le sonó burlesco.
El segundo hombre también le dio un repaso con la mirada.
- No pareces muy fuerte – le dijo desencantado.
- Las apariencias engañan – dijo ella suavemente, con rastros de acritud en su voz.
- Tú misma – se encogió de hombros y le indicó que le siguiera hasta la otra habitación, donde se introdujo por un tosco pasadizo excavado en la pared. Meriel le siguió con aprensión, preguntándose a qué demonios vendría todo aquello, pero no tardó en darse cuenta. El pasadizo serpenteaba hacia abajo, y a la altura de lo que Meriel calculó que serían las afueras de Hogsmeade, pudo comprobar cual era el origen del ruido.
Unos diez mortífagos lanzaban al unísono hechizos de calor contra una masa de hielo que obstaculizaba el corredor. Ese era el sonido siseante que habían escuchado, el aire caliente surgiendo de todas las varitas en un derroche de energía impresionante. Algunos de los hombres parecían mas agotados que otros, pero Meriel se dio cuenta de que el hielo se derretía con rapidez bajo sus hechizos y avanzaban poco a poco pero sin detenerse. Se preguntó con pánico a donde conduciría ese corredor para que se tomasen la molestia de desobstruírlo.
Tenía que hablar urgentemente con Snape. Sin embargo, el hombre que la había conducido hasta allí esperaba de ella que contribuyese a fundir el hielo. ¡Pero tenía que avisar a Snape! ¡Esto debía ser importante!. Meriel sacó la varita con dedos temblorosos y por un momento se dejó llevar por el pánico que sentía, lo que quedó bien visible en su mirada desesperada y las aspiraciones rápidas y superficiales, sonoras como las de alguien a quien el aire se le acaba. El mortífago la miró con curiosidad.
- ¿Ocurre algo? – preguntó cortesmente, algo que sorprendió a la mujer.
- ¡Tengo que salir de aquí! – exclamó con desesperación, decidiendo en un momento de lucidez aprovechar la preocupación que veía en los ojos del hombre - ¡Este sitio! ¡No lo sorto! ¡Estamos bajo tierra! – se dejó derrumbar contra una de las paredes llevándose la mano al pecho como si se sintiese realmente mal. El mortífago la miró decepcionado e iracundo.
- ¡Estúpida! ¿Qué eres, claustrofóbica? ¿Por qué no lo dijiste antes?
En lugar de contestar Meriel se concentró en respirar con más dificultad y el hombre de un empujón le indicó la salida.
- ¡Largate de aquí! ¡Y dile a Bulstrode que venga, no me importa lo cansado que esté!
Meriel no se lo pensó dos veces y salió de allí todo lo rápido que pudo. Al llegar de nuevo al pie de la escalera le indicó al hombre que seguía allí sentado que bajase inmediatamente. El otro obedeció mirándola curioso pero no hizo ningún comentario.
Meriel salió del edificio intentando tranquilizarse, ignorando al mortífago apostado en la puerta y fijando los ojos en Snape para tratar, una vez más, de ignorar el espectáculo que ofrecía la fuente repleta de cuerpos inertes. El profesor de pociones respiró profundamente cuando la vio salir del edificio y la esperó pacientemente hasta que se reunió con él. Pudo ver el pánico en sus ojos, así que se apresuró a sacarla de allí con la máxima discrección.
- Es un pasadizo – murmuró ella atropelladamente – Están desobstruyéndolo porque un bloque de hielo les impide el paso.
Snape la miró con incomprensión en un principio, no porque no entendiese sus palabras, como comprendió Meriel cuando intentó volver a explicarse y él levantó una mano pidiendo silencio, sino porque no tenía ni idea de qué podía tratarse.
- ¿Dónde puede estar situado?
- En las afueras de Hogsmeade, según mis cálculos. En aquella dirección – señaló con un dedo enguantado. Snape siguió su señal con los ojos negros insondables.
- ¿Qué hay allí que tenga tanto interés? – se preguntó pensativamente. Sus ojos se abrieron enormes al comprenderlo - ¡Hogwarts!
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Un comentario de última hora: afortunadamente ya no queda demasiado para el final (otra cosa es que sea capaz de escribirlo en menos de diez capítulos, jejeje) y ya estoy buscando título para la segunda parte. ¿Alguna sugerencia? Por favor, absteneros de títulos con referencias a las vacaciones, días libres, fines de semana y fiestas varias como las navidades, la pascua, el puente de la constitución, el día de todos los santos, etc, etc. Tampoco tomaré en cuenta cosas con la palabra verano o estío ni referentes a ninguna estación del año. Con esto quiero deciros que no tengo ninguna intención de llamar a la segunda parte Vacaciones de Verano o Fin de Semana de Pascua Esquiando en Baqueira ni nada de eso!!!
Ah, y un pequeño adelanto, en la segunda parte saldrán Sirius y Remus y competirán por el amor de una chica (jejeje)
Bueno, besitos para todo el mundo y gracias mil por tolerarme todavía ^.^.
