FELIZ AÑO NUEVOOOOOOO!!!!!!!
Feliz navidad, próspero año nuevo, que os traigan muchas cosas los reyes magos (aunque muy magos no creo que sean, ¿porqué usar un camello cuando podrían viajar con polvos flu o con escoba?) y que cantéis muchos villancicos (o pocos, según el gusto, aunque mi preferido de toda la vida es el de las muñecas de Famosa!!!) no os hartéis de turrón que luego hay que hacer régimen y to eso que se suele decir por estas fechas y que en verano queda fuera de lugar.
Por fin tengo ordenador!!! Cuando me lo trajeron no me lo podía creer, me abracé a la CPU llorando de alegría... bueno, tal vez exagero un poquito, pero sí que dí unos saltitos de contento sin moverme del sitio y sí que lloré de exasperación cuando me di cuenta de que se me habían jodido algunos archivos (la historia de Blaise, unos cuantos originales que nunca podré recuperar y el inicio de la historia de Lucius, más algunas imágenes y partidas guardadas y un par de cositas que hubo que reinstalar) pero bueno, lo importante es que ya tengo ordenador y que el inicio de depresión ya se me ha pasado (jejeje).
Este capítulo empecé a escribirlo como unas 4 veces, pero no guardaba el archivo, me decía que sí, incluso volvía a abrirlo para comprobarlo y ahí estaba, saludándome y después de apagar el ordenador y volver a encenderlo no había ni rastro de lo que había escrito. Así que por eso no pude publicar antes y todo eso. Este capítulo lo he escrito en dos sentadas, así que lo siento si no parece muy coherente (solo os diré que me dí cuenta a tiempo de que Snape no podía estar a la puerta de Slytherin al comienzo del capítulo, el resto de fallos me han pasado inadvertidos) y además a mí se me hace largo, qué queréis que os diga, sobre todo la primera parte, pero me puse a cortar la escena y no sabía qué quitar porque todo me parecía importante, sino para ahora sí para la secuela.
Por cierto, ya tengo título para la secuela. Siento no haber escogido vuestras sugerencias, pero hubo alguien (vale, vale, fue ross malfoy, ¿qué todo lo tengo que decir?) que me dijo que escuchase canciones que le fueran a la historia... y mira por donde le hice caso (¡milagro!) y de ahí que la segunda parte se vaya a llamar: Hay una verdad en tus ojos. No es exactamente el título de una canción, sino más bien una de las frases de When You Say Nothing At All, una canción de Ronan Keating que utilicé para el capítulo 10.
La frase completa es: Hay una verdad en tus ojos diciendo que jamás me abandonarás, pero como queda muy largo como título de historia el primer capítulo seguramente sea el que tenga el título completo. Luego, la historia de Zabini se llamará La sonrisa en tu rostro, otra de las frases de la canción y seguramente la de Lucius termine llamándose El roce de tu mano, también de la misma canción. Y que queréis si no tengo imaginación para más y además soy una cursi de cuidado ^.^. Ah, por cierto, antes de que nadie me lo pregunte, no, la historia de Lucius no será la de su relación con la Gryffindor y tampoco será con Snape, que aunque me gusta la pareja que esos dos forman no me apetece nada hacer una historia con ellos, me da flojera.
Vemos, me habíais pedido que contase más cosas que pasarán en la segunda parte. Bien, solo os puedo decir que Snape y Sirius discutirán por Skye, que Vernon se encontrará con Vernon y bueno, creo que nada más que pueda comprometer el final de Vacaciones, jejeje. El resto lo tendréis que leer, me temo.
Bueno, los revs los contestaré con el próximo capítulo, en el que ya sí ya por fin de verdad de la buena espero "terminar con este asunto" (y no, no me refiero a terminar la historia, en tan poco no puedo, jejeje) Mi intención no era publicar este capítulo aún, sino cuando hubiese llegado a una parte, pero debido a que se alarga más de lo que pensaba y a que aún no os había felicitado el año pues me decidí a publicarlo ahora.
Espero que no os agobie mucho. Que sepáis que es necesario.
Besitos mil a todos y felices fiestas!!!!!
VACACIONES DE NAVIDAD
Cap. 36
La profesora Vector los esperaba a la entrada de la sala común de Slytherin tachando sus nombres en una lista según iban llegando, al parecer para cerciorarse de que no quedaba nadie suelto por el castillo. No dijo nada por ver a los Gryffindor con dos Slys, pero sin duda le debió parecer inusual porque alzó las cejas sorprendida y no demasiado contenta de ver que los buenitos Gryffs se juntaban con esos malos bichos.
A McGonagall tampoco le había gustado demasiado ver salir a Stan y Skye de la torre de los leones. Había estado esperando a que sus alumnos recogiesen sus cosas para guiarles a las mazmorras, ya que las entradas de las casas eran secretas (supuestamente), pero Skye le anunció con desparpajo que no se requería su ayuda y que creía ser perfectamente capaz de encontrar el camino sin ella. McGonagall había apretado los labios ante tal muestra de arrogancia (por otra parte, típicamente Sly) y se había marchado indignada conla cabeza alta taconeando más fuerte de lo necesario.
El camino lo hicieron en silencio, sin ganas de especular ni de entablar ningún tipo de conversación los unos con los otros. Alex y Alan se mostraron curiosos por la casa de las serpientes a la que muy poca gente de las otras casas había tenido acceso y lo miraron todo con ojos grandes, recogiendo detalles.
Para Ginny, que ya había visto la sala común en la que entraron, lo que más le llamó la atención fue la acogida que les dispensaron. Las caras fúnebres del grupito de "anfitriones" que se había apoderado de los sillones cercanos a la chimenea lo decían todo, aunque no se hubiera podido esperar otra cosa. La pelirroja se preguntó cuántos de ellos había sabido lo del ataque a Hogsmeade antes de que se produjera. Dedujo que todos.
No le sorprendió demasiado cuando Skye y Stan desertaron de su grupo para unirse a los Slytherins. Ginny pudo oír perfectamente a Pansy preguntar por Draco y Blaise con algo de ansiedad en la voz.
- He pasado por su cuarto y he visto que no han leído el correo – explicaba la rubia nerviosa en un cuchicheo que pretendía ser secreto, pero por estar alterada llegó perfectamente a oídos de los Ginny que no se había puerto muy lejos con el fin de cotillear. Supuso que en ese correo del que hablaba Pansy estaban las instrucciones de los padres mortífagos para sus hijos.
Skye inventó alguna excusa para ellos y se sentó en la alfombra blanca junto a Stan. Se dedicaron a murmurar con el resto de los Slys.
- La verdad – oyó Ginny que decía Alex a su lado, una vez hubo revisado cada centímetro de la habitación – no creí que la sala de las serpientes fuera tan acogedora.
- ¿Comparada con qué? – bufó Alan molesto de la admiración que reflejaba la voz de su pareja - ¿Con un cementerio? ¡Aquí hace un frío del demonio!
Y era cierto. En su sala común Ginny ya se había quitado el abrigo y sacado los guantes y bufanda, y sin embargo aquí no sentía que le estorbasen. Skye, en cambio, hasta se estaba arremangando como si hiciera un calor tropical.
- Vamos a sentarnos – dijo Ginny dirigiéndose a las sillas que había bajo las pocas ventanitas elevadas de la sala, en la zona de trabajo.
Como Slytherin estaba situada en las mazmorras la sala común era semisubterránea por lo que la luz natural no abundaba en esos entornos. La zona de trabajo, por lo mismo, estaba rodeada de un sinfín de lámparas y sobre las mesas había suficientes candelabros de plata para iluminar el estadio de quidditch. Sin embargo, no todos estaban encendidos, solo los imprescindibles para no tropezar con las paredes y la sala tenía un aspecto tan lúgubre como el ánimo de la pelirroja. Se acomodaron en las ostentosas sillas en silencio, dejando las mochilas con sus cosas a mano y lamentando haber sido los primeros de otras casas en llegar porque así se hacía aún más palpable la frialdad y la distancia entre ellos tres y los ocho Slys.
Ginny se alegró mucho cuando vio que el falso muro de piedra dejaba entrar a más gente, aunque su ánimo se ensombreció un poco cuando vio que se trataban de los Ravenclaw. No porque los de esta casa le calleran mal ni nada parecido, sino porque no los había tratado tanto como a los Hufflepuffs. De todas maneras eran pocos, sólo cinco, tres chicos y dos chicas que les miraron con indecisión y se instalaron en la zona de trabajo, no muy cerca de los Gryffindor y echando miradas desconfiadas a los Slys.
Una de las serpientes (la única a parte de Skye que no era rubia) se levantó de un salto y fue hasta uno de los chicos para saludarle con afecto. El muchacho pareció aliviado de que ella le hubiera dirigido la palabra, como si temiera que no fuera a hacerlo, y Ginny entendió el porqué cuando vio la mirada de disgusto del resto de sus compañeros. Parecía que no era muy querida en su casa, o al menos no era aceptado el que hablase con un Ravenclaw, porque éstos formaron grupito para hablar secretamente, seguramente para criticarla a placer. Observó aliviada que Skye ignoraba a los demás y se dedicaba a mirar las llamas de la chimenea con expresión distraída.
Los Ravenclaws hablaban entre ellos en voz tal vez demasiado baja, sin duda incómodos de encontrarse allí. Ginny, interesada en observar a todo el mundo, no participaba en la conversación que Alex y Alan mantenían a su lado.
Cuando se abrió el muro de nuevo y entraron los Hufflepuffs se encontraron con los ojos de todos clavados en ellos. Estos también eran cinco, aunque Ginny sabía que el sexto, Justin Finch-Fletchley, estaba aún en la enfermería debido al golpe que le dio Hermione cuando la atacó. Los Hufflepuffs tenían un aspecto un poco abochornado, tal vez porque eran conscientes de la mala fama que había ganado su casa recientemente gracias a dos de sus miembros, y se quedaron un rato cerca de la puerta, indecisos, sin saber muy bien qué hacer, con las mochilas colgando de sus hombros y sus capas y abrigos bien abrochados hasta la barbilla.
Aunque Ginny lo había visto solo unas cuantas veces de pasada por los pasillos y era ligeramente famoso gracias a su petrificación de hacía unos años, reconoció enseguida a Ernie Mcmillan. Nadie sabía con precisión qué había tenido que ver el chico con lo de Hermione, pero sí estaba al tanto (gracias a Skye) de que había sido pareja de Blaise Zabini y le había traicionado de alguna manera. Ginny, que había hablado muy poco con el Sly en su vida y la mayor parte había sido ese día, le había cogido algo de simpatía puede que por padecer de mal de amores, algo que ella había sufrido bastante desde su primer año en Hogwarts debido a cierto chico con cicatriz. Se pudo dar cuenta perfectamente que los ojos de Mcmillan recorrían la sala casi con ansiedad, quizás buscando a Blaise, mientras los otros Hufflepuffs lo dejaban un poco aparte. Cuando el chico palideció repentinamente y desvió la mirada hacia el muro falso, Ginny supo que algo había ocurrido. Y así era, Skye Hidden se había separado de sus compañeros y se acercaba hasta Ernie con decisión y una mirada que no presagiaba nada bueno.
- Mcmillan – llamó en un siseo, haciéndole un gesto para indicarle que se apartase a un lugar más privado. Se alejaron unos pasos, los suficientes para que los compañeros del chico se tuviesen que esforzar para escucharlos. Intercambiaron unas cuantas palabras, que no parecían precisamente amistosas y el moreno tomó un aspecto contrito de lo más divertido. Skye parecía dispuesta a golpearlo en cualquier momento, tal vez solo esperase que le diera una razón, pero Ernie no estaba por la labor y adoptó una actitud sumisa que si bien enervó a la chica al menos no le dio una excusa para echarle un maleficio.
Skye le dirigió una última mirada de advertencia y se acercó a Ginny para dejarse caer en una silla a su lado. Bufó despectivamente.
- Madito estúpido – murmuró entre dientes.
Ginny se moría de ganas por saber qué le habría dicho su amiga. Ernie había regresado junto a sus compañeros, que ahora parecían dirigirle la palabra por puro amor al chismorreo. Skye inspiró unas cuantas veces para calmarse.
- ¿Cuánto se tarda en llegar? – preguntó en un susurro intentando que su voz no sonase preocupada. Por supuesto Ginny no tuvo ninguna duda de lo que estaba hablando y la miró con disgusto. Había estado intentando alejarlo de su mente desde hacía rato y todo para que Skye viniera a recordárselo. Pero lo comprendió, dos de sus amigos y el chico que le gustaba estaban ahí fuera haciendo quien-sabe-qué, sólo que si ella se ponía a pensar en eso ahora creía que se volvería loca.
- No tanto – contestó con un hilo de voz. Temía echarse a llorar delante de todos. Y nadie entendería lo que le sucedía porque nadie sabía que Harry, Ron y Hermione estaban en Hogsmeade.
- ¿Crees que habrá pasado algo? – preguntó Skye temerosa. Ginny solo pudo asentir, mordiéndose el labio inferior para intentar parar el temblor de su barbilla. – Estarán bien – murmuró Skye con convicción, enderezándose en su silla, como si se negase a aceptar que algo podría haber salido mal – Se habrán encontrado con algún profesor que estará preguntándoles dónde estaban, seguro. Y tendrán castigo por haber salido del colegio sin permiso.
- Skye – la cortó Ginny con una sonrisa temblorosa y los ojos llenos de lágrimas que se negaba a derramar – Eso no te lo crees ni tú. Algo ha pasado. Lo presiento.
- Bueno, ¿quién te crees que eres ahora, Trelawney? – Skye parecia realmente molesta por su comentario – No ha pasado nada, están bien. ¿Crees que tu Harry dejaría que a los otros les pasase algo? Naaa, es demasiado héroe para eso – dijo intentando sonar despectiva, aunque lo cierto era, para su pesar, que el chico le estaba empezando a caer bien y todo.
- ¿Y Draco, Blaise y Hermione? – preguntó Ginny – Recuerda que no iban juntos. Y también deberían haber vuelto hace tiempo.
- ¿Dices que Hermione mandó una lechuza? – preguntó Skye – Entonces eso es lo que les ha retrasado, han tenido que volver al centro para enviarla, eso es todo.
- Blaise y Draco son hijos de mortífagos – le recordó Ginny bajando aún más la voz - ¿Por qué crees que habrán permitido que Hermione avisara al castillo?
Skye se quedó sin respuesta, porque no tenía ni idea y no parecía tener ganas algunas de ponerse a especular.
- ¿Cuántos hijos de mortífago hay en Slytherin, Skye? – preguntó Ginny en voz tan baja que la chica se tuvo que esforzar por escucharla.
- Sería más rápido preguntarme cuantos hay que no lo sean – informó la morena, con la mirada perdida en la mesa – Florence Williams y yo somos las únicas de esta sala, ahora mismo. Y de todo Slytherin, podría ser. Y tampoco podría jurarlo por Flo, solo puedo suponerlo porque Draco no confía para nada en ella, le parece sospechosa.
Ginny parecía impresionada por esa respuesta. Miró disimuladamente al grupito frente a la chimenea.
- ¿Todos ellos? – preguntó. Por ejemplo, nunca lo hubiera pensado del chico alto, moreno. Crow, creía que se llamaba. Y todas esas chicas rubias le recordaban a alguien - ¿Quiénes son ellas? – preguntó con curiosidad.
A Skye no le hizo falta girarse para saber de quién hablaba.
- Las Knight. Larga saga de magos oscuros, si te lo preguntas. La pequeña, Pearl, viene con nosotras a clase pero es muy, muy callada.
¡Knight!, claro, debería haberlo sabído, con lo que se parecían las unas a las otras... No recordaba haber intercambiado palabra alguna con ninguna de ellas, pero sin embargo podía decir que conocía bastante a su hermana mayor, Violet, por acontecimientos de ese verano. Le sorprendía no haber relacionado antes a Pearl con ella.
- ¿Y qué pasa con Stan? – preguntó Ginny con curiosidad, viendo que el chico les echaba miradas disimuladas, puede que inquieto de que Skye estuviese hablando públicamente con una Gryffindor. La chica cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza en ellos, suspirando.
- Eso quisiera yo saber – contestó cansada – Con todo lo que nos separa y no me apetece dejarlo... Se está volviendo demasiado importante para mí.
A Ginny no le gustó esta confesión. ¿Así que Skye empezaba a sentir algo por ese futuro mortífago?
- ¿Y qué pasa con mi hermano? – preguntó, ligeramente indignada. Skye volvió a suspirar.
- Nada absolutamente – contestó con indiferencia – Yo no le gusto. Asunto terminado.
- Eso no es cierto.
La seguridad en la voz de la pelirroja hizo que la Sly levantase un poco la cabeza de su refugio para mirarla por encima de su codo con un ojo.
- ¿Cómo?
- Pues eso; le gustas – dijo Ginny intentando no sonreír – Lo que ocurre es que ahora estás con Stan y él no sabe si debería hacer algo para acercarse a ti.
- Pues ya puedes decirle que no tiene que hacer nada – la voz de Skye era fría, pero por el ojo color medianoche que Gin veía podía decir que le había gustado escuchar esas palabras – Estoy con Stan y además entre nosotros nunca podría haber nada, somos demasiado diferentes.
Ginny sonrió burlonamente.
- Bromeas, ¿verdad? Tienes mas en común con Ron que con ese paliducho novio tuyo. Para empezar, ambos queréis ser aurores.
- A tu hermano le desconcierto. Le volvería loco en menos de una semana. Y él tiene un carácter que yo no podría soportar – puntualizó Skye con prontitud, demostrando que había pensado detenidamente en ello.
- Es muy impulsivo – reconoció Ginny – Y celoso también.
- Y yo no soy el paradigma de la fidelidad.
- Porque no quieres – acusó la pelirroja con aspereza – Nunca te ha importado lo bastante una relación como para querer conservarla, ¿no es eso? No has intentado ser fiel ni una sola vez.
Skye no contestó, pero miró a su amiga con odio y amplió la mirada hasta los dos Gryffindors que intentaban disimular el hecho de que estaban escuchando cada palabra de esa conversación mirando la mesa entre vistazo y vistazo hacia ellas.
- Tiene que ser frustrante eso de no tener vida propia, ¿no? – les increpó casi escupiendo las palabras, irguiéndose orgullosa. Alex se ruborizó hasta las orejas, pero Alan hizo como si no hubiera oído y le preguntó algo a su novio para salir del paso sin mirar en su dirección.
Skye se revolvió incómoda en su silla y se apoyó en el respaldo, con los brazos cruzados sobre su cintura, dandose cuenta de repente de que sus botas aún estaban manchadas del barro del pasadizo.
- ¿No piensas contestarme? – preguntó secamente Ginny al verse súbitamente ignorada.
Skye la miró de mala gana.
- ¿Qué esperas? ¿Acaso quieres que te diga que tienes razón? ¡Pues no la tienes! Para mí la fidelidad no tiene tanta importancia como parece tener para ti – dijo agriamente – En todas mis relaciones la fidelidad no tenía ningún papel. No dejé a mis novios por infieles ni ellos me dejaron a mí por esa razón. Simplemente es que no funcionaron las cosas. La fidelidad solo preocupa a los celosos, y los celosos lo son por inseguridad. A mí seguridad me sobra.
Ginny parpadeó sorprendida por la salida de su amiga.
- ¿Por qué no ser fiel? – preguntó con curiosidad.
- ¿Y por qué serlo? Limitarte a una sola persona es aburrido – contestó Skye con naturalidad.
- Pero cuando es la persona correcta no es aburrido – dijo Ginny con convicción – Es mas, cuando estás con la persona indicada o, dicho de otro modo, con la persona que amas, solo él es suficiente.
Esta vez la sorprendida era Skye.
- ¿Eso te pasa con tu Harry?
- Pues claro. ¿Cómo puedo conformarme con otro cuando solo lo quiero a él?
Skye la miró en silencio un momento y después, sin poder evitarlo, se volvió para mirar a Stan. ¿Tendría razón Ginny al afirmar que una sola persona (la adecuada) podía convertirse en la única importante? ¿O solo estaba intentando venderle a su hermano con todo el asunto de "comportarse como una buena chica"? "Podría tener razón" pensó, mientras veía como su novio hablaba animadamente con Pearl Knight mientras ella le sonreía coquetamente.
"Tal vez si Stan fuera la única persona en el mundo que me importase de verdad... tal vez esa imagen me molestara, puede que me sintiera celosa... Puede que no pensase en Ron ni en compartir su cama o la de nadie más" Skye agitó la cabeza, confusa, tratando de librarse de todos esos pensamientos. "Es una tontería" se dijo "porque Draco me importaba de verdad y no me molestaba para nada acostarme con otros"
"¡Ah! ¡Pero no estabas enamorada de Draco Malfoy!", la acusó su propia mente. Y Skye se vio obligada a reconocer que era cierto, aquello tal vez había estado muy cerca de ser amor, pero solo cerca. ¿Y ahora? ¿Podría enamorarse de alguien? ¿De Stan? ¿O tal vez de Ron?
Skye sabía que muchas cosas la separaban de los dos, pero había cosas en ellos que la atraían, cosas que el otro no tenía o no podía ofrecer. Se dijo que, juntos, ambos formaban al hombre perfecto para ella. Pero no eran uno, sino dos, y tarde o temprano tendría que elegir. Skye creía que ya había elegido, pero algo no estaba del todo bien, al menos no si hacía caso de lo que Ginny intentaba decirle. La persona correcta. ¿Sería alguno de los dos esa persona?
- La vida es un asco – masculló, masajeándose las sienes para alejar el dolor de cabeza que esta cuestión le estaba trayendo. Ginny, a su lado, no dijo nada, pero se permitió una pequeña sonrisita de triunfo en los labios. Al menos ahora Ron volvía a tener una oportunidad puesto que Skye ya no parecía muy segura de su decisión. Y ella se encargaría de que Stan no tuviera ocasión de acercarse a la chica hasta que Ron hubiera vuelto sano y salvo para recibir el caluroso saludo que sin duda Skye le brindaría, llorando de alegría por su vuelta tal y como había llorado de angustia por su marcha.
Meriel vigilaba la calle oculta por su hechizo de sombras mientras Snape se aseguraba de que el interior de la vivienda estuviera vacía. La puerta tenía varios encantamientos complicados de desactivar si no se era el dueño, pero nada imposible para el ex-mortífago, que tardó apenas un par de minutos en verse recompensado por el chasquido resentido característico de la magia forzada.
- Vamos – le susurró a su compañera, que abandonó su posición de vigía para entrar tras él antes de que la punta de la capa negra de Snape hubiera desaparecido en el interior. Vovieron a asegurar la puerta una vez dentro y oscurecieron las ventanas para evitar ojos indiscretos.
- Bueno, ahí está la chimenea – dijo Meriel quitándose por fin la máscara blanca, hastiada de tener que llevar una cosa como aquella – pero esto parece abandonado desde hace mucho. No veo polvos flu por ninguna parte.
Y así era. El polvo se aposentaba en los pocos muebles cubiertos de sábanas que aún conservaba la casa y telarañas espesas colgaban de los rincones.
- Yo llevo – dijo escuetamente el hombre, encendiendo el fuego con un hechizo. Las llamas se alzaron al instante como si hiciera horas que la hoguera estaba ardiendo. Snape sacó de entre sus ropas negras un saquito de terciopelo que contenía una generosa cantidad de polvo brillante.
- ¿Siempre llevas eso encima? – preguntó la mujer con curiosidad acercándose a él.
- Nunca se sabe cuando puedes necesitarlo – replicó Snape. Esa precaución le había venido muy muy bien en varias ocasiones, pues ejercer de espía tenía sus riesgos y más de una vez había tenido que "salir por patas" para no descubrir su juego. Aunque seguramente Meriel consideraría una tontería ir cargado siempre con el dichoso saquito. Suerte que no había visto todo su "equipo básico de supervivencia" o empezaría a pensar que era un paranóico. No se equivocaría demasiado.
- Despacho de Dumbledore, Hogwarts – pronunció el profesor, luego de echar un puñado de polvos flu a las llamas, que se volvieron verdes.
La cabeza de Dumbledore apareció entre las llamas.
- ¡Severus! ¿Dónde estás? ¡Están atacando Hogsmeade! – exclamó en cuanto se dio cuenta de quien se trataba.
- Lo sé, estoy aquí y he descubierto algo – dijo seriamente. Seguidamente le explicó la ubicación de la casa en la que estaban reunidos los mortífagos y sus actividades subterráneas – Pienso que se trata de algún medio para entrar en Hogwarts y atacar desde dentro.
- Lo sabemos y ya ha acudido ayuda – le tanquilizó el director – Me temo que hay muchos de esos pasadizos que desconocíamos hasta el momento, pero por suerte podemos contar con unos cuantos... er... "especialistas" que nos pueden indicar los probables accesos al castillo.
- ¿Especialistas? – preguntó Snape desconcertado - ¿De qué tipo de "especialistas" estamos hablando?
- He solicitado que acudiesen en nuestra ayuda algunas de las personas que mejor conocen el colegio – contestó evasivamente el anciano, pero al ver la mirada penetrante de Snape tuvo que reconocer – Los gemelos Weasley.
Snape maldijo, insultó e hizo una pataleta durante un rato. Luego se tranquilizó, ordenó a Meriel que dejase de reírse de él y lo consideró fríamente.
- Lógicamente, si hay algún pasadizo oculto que Filch no conoce esos dos deben haberlo descubierto – "Y explotado", pensó amargamente.
- Bien, con lo de ese grupo de mortífagos no hagas nada, son demasiados para ti solo – dijo Dumbledore con intención, pues no había podido dejar de oír el sonido de la risa de su compañera.
- Er... bueno... me acompaña Meriel Mcallister – reconocio un poco a regañadientes. La mirada del director se iluminó y Snape se encogió por dentro. Lo que iba a sufrir por eso.
- Así que por eso no te presentaste a cenar, ¿eh, picarón?
A Snape le dieron ganas de echarle una maldición al rostro sonriente de Dumbledore. Para quitarse el sonrojo y la incomodidad de encima volvió su mente de nuevo hacia cuestiones prácticas.
- Dijiste que ya sabias que intentan entrar en Hogwarts, ¿cómo lo sabías? – preguntó intrigado. El rostro del director pasó de nuevo a la seriedad total con tintes de preocupación.
- Por Hermione Granger – dijo, sorprendiendo a Snape – Se encuentra en Hogsmeade, Severus, ella, Harry Potter, Ron Weasley, Blaise Zabini y Draco Malfoy.
Si Snape se sorprendió por la lista de alumnos no lo demostró. Tal vez porque se le habían congelado las entrañas de terror frío al saber que dos de sus Slys andaban por ahí fuera, con la que estaba cayendo.
- La señorita Granger nos mandó una lechuza avisando de las intenciones de los mortífagos. Y estoy preocupado, Severus. Hace mucho tiempo de debían haber vuelto. La señorita Weasley dice que habían indicado su intención de acceder al pasadizo de la casa de los gritos.
- ¿No han vuelto? ¿Ninguno de los cinco? – preguntó el profesor conteniendo el pánico. Tuvo intenciones de preguntar por Skye, pero si no lo hizo fue por dos buenas razones: Dumbledore no había mencionado su nombre en la lista y Meriel estaba a sus espaldas, escuchando la conversación con interés.
- Me gustaría que fueras a buscarlos – dijo el anciano, pareciendo verdaderamente más anciano que nunca. Snape asintió sin decir palabra. ¿A qué se creían que jugaban esos malditos críos?
"Oh, Draco, tu padre me va a matar" pensó con pesadumbre. Después recordó a Malcom Zabini, el padre de Blaise y su pesadumbre se hizo aún mayor. ¡No debería haberlo hecho!
- Ya he mandado al alguien en su busca – continuó el director – Pero me temo que hará falta más ayuda, sobre todo si se han separado.
Snape volvió a asentir.
- ¿A quien has mandado? – preguntó, pero Dumbledore solo esbozó una mueca nerviosa mirando por encima del hombro de Snape, hacia Meriel.
- Creo que es mejor que no lo sepas.
A su pesar, Severus entendió.
Hermione Granger había decidido no gritar su indignación al viento más por precaución que por resignación, pues se podía apreciar a simple vista que estaba muy molesta con todos sus acompañantes, solo había que ver la manera en la que los fulminaba con la mirada y apretaba los labios de una manera que recordaba demasiado a McGonagall. Y es que Hermione no creía posible que fuera fruto de una casualidad el que ella estuviera precisamente en el centro del grupo, con Ron y Harry delante y Draco y Blaise cubriéndoles las espaldas. Era más que probable que tomaran esta actitud de protectores por su condición femenina, pero no estaba el momento para discursos feministas y actitudes ofendidas, al menos no cuando en cada habitación esperaban encontrarse con un grupo de mortífagos.
Habían entrado por la parte trasera de la casa y debían atravesar todo el cuerpo principal para llegar hasta la entrada del túnel. Todos estaban tensos por lo que podrían encontrarse y rayando en la histeria porque dicha tensión duraba ya tres habitaciones.
Draco había enviado a Vernon como explorador, y el familiar se comunicaba telepáticamente con él para anunciarle que todo estaba despejado. Lejos de relajarles, estas noticias no hacían más que ponerles de los nervios, porque ¿se podía saber qué demonios estaban haciendo esos tipejos para no estar vigilando las entradas de la casa? Draco no comentó nada al respecto, pero se le oyó chascar la lengua con desaprovación, seguramente pensando que quien estaba al mando de ese grupo en concreto era un incompetente. Lejos de pensar de manera parecida, Hermione creía que estarían todos reunidos a la entrada del túnel. O, pensó desesperada, tal vez ya habían entrado por él y se encaminaban derechitos a Hogwarts.
Trataban de hacer el menor ruido posible mientras pisaban el suelo de madera, cubierto de polvo y en ocasiones de astillas provenientes de los muebles destrozados por Lupin en sus viejos tiempos. Tal vez por esto, y por ir tan en silencio que no parecían respirar, oyeron las pisadas incluso antes de que Draco indicara que se escondiesen por aviso de Vernon. No había muchos lugares donde se pudieran meter, y el mejor sitio sin duda lo encontró el rubio cuando tiró de Hermione para meterla en un armario empotrado, entró él mismo y agarró al primero que encontró, que resultó ser Ron.
Como el espacio no era lo que se dice muy ancho no cabían cinco adolescentes, a duras penas cabían tres con el desarroyo que había tenido el pelirrojo, que le había hecho ensanchar de espaldas y crecer aún más. Potter, pensó Draco amargado, les habría dejado más espacio, pues era pequeño y escuálido y de haberle cogido a él ahora no estarían aplastados contra las paredes.
Blaise y Harry se miraron un momento con pánico al darse cuenta de que estaban solos y al descubierto. Harry, sin pensarlo mucho, apuntó al Sly con su varita y pronunció el hechizo de levitación para sorpresa del otro, que ascendió en el aire con rapidez y se agarró a una viga del techo no bien la tuvo a su alcance. Estaba maniobrando para apuntar con su varita y hacer lo mismo con Harry cuando éste salió corriendo y se escondió en el hueco que dejaba una puerta con la pared. Con lo poquita cosa que era para su edad, quedaba perfectamente disimulado, y Blaise se quedó allí colgado del techo, a cuatro metros de altura, como si fuera un jamón (N/A ¡qué bueno está!, por supuesto, me refiero tanto a Blaise como al jamón ^.^) rogando porque a los mortífagos no les diese por mirar hacia arriba cuando entrasen en la habitación.
Draco y los demás, en el armario cerrado, no tenían noticia alguna de lo que pasaba en el exterior. Ron quiso abrir la puerta un poco para echar un vistazo pero Hermione no se lo permitió, echándose hacia delante para sujetar el pomo de la puerta antes que el pelirrojo. Este movimiento hizo que rozase inadvertidamente a Draco que estaba situado entre los dos, apretadamente, y que sintió deslizarse la cadera de Hermione contra él. El chico reprimió un gemido, tanto por temor a ser descubiertos como por vergüenza a que el Weasley lo oyera. Hermione se volvió a echar hacia atrás para volver a apoyarse contra la pared y volvió a rozar a Draco sin querer. Esta vez si que se dio cuenta del contacto, sobre todo porque el Sly le pasó un brazo por la cintura para pegarla de nuevo a él. Hermione se ruborizó intensamente en la oscuridad del armario, notando la prominencia en las zonas medias-bajas de su novio. Se le ocurrió que podría aprovecharse con bastante facilidad de la situación y estaba por ponerse a ello cuando recordó la situación en la que se encontraban. Casi volvió a olvidarla cuando sintió unos labios cálidos en su cuello y la respiración repentinamente dificultosa de Draco rozarle la piel. La chica pensó que si no salían pronto de ese armario su novio perdería el control de una manera que no podían permitirse en esos momentos.
Pensó en deslizar una mano en el interior de los pantalones del rubio y terminar con el problema, pero la presencia de Ron junto a ellos, en el estrecho recinto, la cohibía demasiado. Además de que si a algún mortífago le daba por abrir el maldito armario ninguno de los dos estaría en condiciones de reaccionar con rapidez.
- Draco – medio suspiró en el oído de su amante. Este se apretó más contra ella, logrando que una de las piernas de Hermione quedase entre las suyas, donde la chica rozaba con el muslo su prominente erección – Draco – intentó llamarle a la razón, alejando con sus manos la boca del chico de su clavícula - ¿puedes preguntarle a Vernon que está pasando ahí fuera? – preguntó en voz tan baja como pudo.
Ron se movió, tal vez para poder escuchar mejor lo que oían, pero eso hizo que Draco se apretase más contra su chica y tuviese que reprimir un gemido ahogado por el roce inesperado en cierta parte de su anatomía.
- Sí, puedo hacerlo – dijo con voz extraña. Hermione no supo si se refería a hablar con su familiar o a controlarse.
"Vernon" llamó telepaticamente.
"¡Amo!" el dragoncito soltó un gritito mental de alegría. A Draco le daba la impresión de que su familiar era una mezcla entre un exhuberante niño de cinco años y un rígido soldado de cuarenta. Parecía que había estado siendo sometido a un rígido entrenamiento para complacer a su dueño pero que éste había quedado a mitad, según las extrañas explosiones de ánimo exaltado que tenía el dragoncillo.
"Estamos en un armario, ¿puedes ver dónde están los otros que nos acompañaban?" solicitó el chico, apoyando un brazo en la pared, por encima del hombro de Hermione, para tratar de sostenerse y no abalanzarse hacia ella.
"Uno de ellos está colgado del techo" dijo el dragón jocosamente "y el otro está en la puerta"
Ni que decir tiene que esta respuesta desconcertó al rubio.
"¿Cómo dices?" preguntó confundido, pero cuando Vernon volvió a repetir lo mismo, casi estallando en risitas draconianas no se aclaró su confusión. "Mmmm, ¿puedes mandarme una imagen mental de la habitación en la que estás" preguntó Draco, sospechando que Vernon no habría entendido ni una palabra de que lo quería. Pero el bichito no debía considerarlo una petición tan rara porque en lugar de responder Draco pudo ver perfectamente nítida una imagen algo ambarina de la habitación en la que se había encontrado minutos antes, sin duda mucho más iluminada de lo que la vería con sus ojos humanos. Era algo así como examinar un recuerdo dentro de su mente, solo que desde un ángulo imposible. Seguramente Vernon estaba posado encima de algún mueble y podía ver perfectamente la puerta del armario donde se encontraban.
Vernon volvió sus ojos hacia algo que, ciertamente, colgaba del techo y Draco tardó un segundo en darse cuenta de que era a Blaise a quien estaba mirando. El chico estaba intentando sujetarse también con las piernas a la viga de la que estaba colgando, seguramente para poder manejar libremente la varita sin miedo a caer al vacío.
"¿Y el otro?" preguntó Draco, perplejo porque su amigo se encontrase en esa situación. Ni que decir tiene que estubo tentado de tirar al Weasley del armario y hacer entrar a Blaise. Seguro que los tres se lo pasaban mejor allí dentro.
Vernon volvió a mover los ojos y los posó sobre la puerta de salida del cuarto. Draco esperó ver a Harry por allí, pero no encontró rastro.
"Está ahí detrás" informó Vernon captando la confusión de su dueño. Y seguidamente el dragoncito volvió a mirar a Blaise. Esta vez Draco pudo captar algo así como una carcajada reprimida de parte de su familiar. No había duda de que a Vernon le resultaba muy gracioso ver a Blaise en esa situación. Los ojos del dragón (N/A ¡uno de mis libros preferidos!) se volvieron de nuevo hacia la puerta con tanta brusquedad que Draco se mareó un poco, pero pronto se dio cuenta del porqué del abrupto cambio de enfoque de Vernon. Una sombra se paseaba ante la puerta abierta. Sin duda, uno de los mortífagos a los que antes habían escuchado, pero en lugar de entrar en la habitación parecía estar paseandose por la contigua, como si montase guardia en ese punto.
"¿Puedes ir hacia allí sin que te vean?" preguntó Draco. Vernon dudó un poco antes de dar su consentimiento, y luego se tiró del mueble hacia el suelo. Por una milésima de segundo el Sly sintió el pánico de caer al vacío, pero Vernon remontó el vuelo elevándose en el aire todo lo que el techo le permitía. Draco podía captar las alas de su familiar en los extremos de la visión ambarina y le dio un poco de vértigo al ver que el suelo quedaba a unos cuatro metros por debajo de él.
Vernon se asomó con precaución por el quicio de la puerta, advirtiendo que había dos hombres dentro del oscuro cuarto y que uno de ellos era el que estaba paseandose arriba y abajo por el mismo. El otro se ocupaba en mirar por un resquicio entre dos tablas de una de las ventanas cegadas. Vernon esperó a que el paseante le estuviera dando la espalda para deslizarse al interior de la habitación y posarse con cuidado en la desvencijada lámpara de araña del techo. El cuarto solo estaba iluminado por dos tímidas velas prendidas lejos de cualquier ventana.
- ¿Dónde coño está? – siseaba de vez en cuando el paseante, con la varita en la mano y la túnica impecable. Sin duda, aún no había participado en la acción del exterior. Tal vez por eso se encontraba agitado.
- Tal vez lo hirieron – contestó el otro hombre sin inmutarse. Draco reconoció la voz, era Harkin Knight, el padre de Blanche y sus hermanas, así que el otro debería ser Oswald Nott pues siempre andaban juntos por todas partes. Se rumoreaba que eran pareja, pero Draco no creía que el rígido Nott se prestase a esos juegos y sospechaba que Knight había tenido más de un encuentro con su madre, Narcisa.
- Tal vez debamos empezar de una buena vez – masculló Oswald deteniendo su paseo, jugaba con su varita incómodo y nervioso, tal vez demasiado cargado de adrenalina para hacer otra cosa que andar arriba y abajo por toda la habitación.
- No sin órdenes – dijo secamente Harkin. Parecía que ya lo habían discutido antes – No podemos adelantarnos a los planes o los echaremos a perder.
Draco sospechó por lo que pudo entender que tal vez el hombre que les servía de enlace con los demás grupos de mortífagos sufría un grave retraso. Tal vez esperaban órdenes para avanzar por el pasadizo a Hogwarts y si era como Potter había dicho y pretendían utilizar todas las entradas al mismo tiempo, un adelanto por su parte sería un desastre para el plan general de coger desprevenido a todo el mundo.
- Ya están echados a perder – gruñó Oswald sin dejarse amedrentar por el tono de voz de su compañero – La cena habrá empezado hace una media hora. Para cuando lleguemos allí los estudiantes ya se habrán marchado a sus casas.
Harkin se limitó a girarse y lanzarle una mirada helada, pero a Draco esa información le valió de mucho. Así que pensaban irrumpir en el Gran Comedor, con todos los alumnos reunidos (excepto los Slytherins, seguro), y hacer la masacre del siglo.
Los Slys seguramente habrían recibido órdenes de no dejar que nadie saliese del Gran Comedor o de vigilar las entradas para que los mortífagos no encontrasen sorpresas inesperadas, o interrumpir las comunicaciones por red flu con magia negra, o inutilizar a las lechuzas para no poder enviar mensajes... O incluso... Incluso poner algo de veneno en la comida de los estudiantes y profesores. O puede que todo a la vez. Crow era muy competente con la magia negra, Stan era un entusiasta entregado, las Knight estaban lo suficientemente entrenadas y Pansy seguía las órdenes de su progenitor ciegamente.
Pero podría haber sido peor. Podían haberse quedado más Slys en el castillo por navidades. Si no lo habían hecho sería solo porque este ataque no se había comunicado con la suficiente antelación. Interesante. Y frustrante. ¿Habría conseguido la lechuza de Hermione alertar a Dumbledore de que habría un ataque sobre Hogwarts?
Draco sabía como pensaba ese hombre. Seguramente, al enterarse del ataque a Hogsmeade habría abierto la enfermería, replegado a los estudiantes y enviado a los profesores a ayudar en lo que pudieran... Y como no era el único que sabía lo que se podía esperar del director solo podía suponer que todas esas medidas habían sido tenidas en cuenta y redundarían en beneficio de los mortífagos.
- Mierda, mierda, mierda – maldijo en un susurro en la oscuridad del armario. Hermione, que no sabía nada de todo lo que había estado pensando y había estado aguardando en silencio se temió que se debiera a su calentón de nuevo y decidió hacer algo al respecto. Tímidamente, pues no deseaba ser descubierta por Ron, tanteó entra las ropas de su chico para deslizar la mano por dentro de sus pantalones. Tan preocupado estaba Draco con el estado de las cosas que no se dio cuenta inmediatamente del "estado de otras cosas". Casi jadeó al roce de los dedos de la chica y presionó contra su mano involuntariamente en busca de más contacto. De detuvo azorado.
- ¡Hum! Necesito pensar, Herm. Luego, ¿vale? – dijo con voz ahogada. Ron, que lo escuchó, se preguntó qué habría estado haciendo Hermione para que la voz del Sly sonase así y al imaginarse una respuesta nada inocente enrojeció completamente y tuvo súbitos deseos de salir del armario (N/A que Ron quiera salir del armario no quiere decir que sea gay ^.^) no fuera a ser que alguna mano u otras partes del cuerpo se escapasen por ahí y él recibiera algo que no deseaba.
Hermione se avergonzó completamente de su acción y recuperó su mano con prisa, escuchando a Draco exhalar un suspiro de alivio.
¿O era de frustración?
Blaise Zabini, cansado ya de estar colgando del techo sin otro objetivo que el de adornar, al parecer, la mustia habitación, aseguró la posición de sus pies sobre la viga de madera que rodeaba incómodamente con sus piernas y miró hacia el rincón donde estaba Potter. Estaban tan quieto que se preguntó si se habría dormido. Oía voces en la otra habitación, y también el ruido de pasos, pero nadie había asomado la nariz por allí, a excepción del dragoncito de Malfoy que le había mirado muy divertido por unos segundos. Su atención se desvió hacia la puerta del armario en el que se ocultaban Draco y los demás. Se sorprendió tanto de verla abrirse que estuvo a punto de caerse de la viga. Una cabeza pelirroja apareció por el hueco de la puerta, observó el panorama y salió rápidamente, cruzando la habitación y pegándose a la pared en el preciso instante en que el hombre paseante pasaba frente a la otra puerta, proyectando su sombra sobre el sucio suelo de madera. Seguidamente la operación se repitió para Draco, quien se quedó en ese mismo lado en lugar de cruzar el cuarto y cuando la sombra del hombre volvió a desaparecer Hermione se unió a su novio casi caminando de puntillas.
Draco alzó la cabeza hacia Blaise y pareció reirse un poco. Por su salud, el moreno esperó que no lo hubiera hecho. Se sintió levitar de nuevo y (con mucha reticencia) se soltó de nuevo de la viga y descendió hasta el suelo suavemente. Estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio, pero temió que eso delatara su presencia y por ello lo reprimió.
- Vamos a atacarles – susurró Draco en su oído, lo más bajo que pudo. Blaise asintió pegándose a la pared para fundirse con las sombras. Señaló con la cabeza la posición de Potter, pero Draco negó. Lógico, su posición ahora mismo era la más incómoda, pues si salía de detrás de la puerta cualquiera de los mortífagos podía darse cuenta de que ésta se movía.
Se acercaron de puntillas hasta el marco y Draco les hizo unos cuantos gestos. Puede que Granger y Weasley no entendiesen nada, pero Blaise estaba acostumbrado a este tipo de comunicación, muy común entre policías muggles, aurores del ministerio y mortífagos de Voldemort. Evidentemente, ellos lo conocían de la última opción. Entendió lo que Draco quería y lanzó un hechizo de silencio en cuanto su amigo se lo indicó. La habitación quedó insonorizada sin que los hombres se dieran cuenta.
A un gesto de Draco se asomaron por el marco y apuntaron con sus varitas, advirtiendo que ambos hombres se encontraban de espaldas a ellos. Tal vez los Gryffindors tuvieran algún tipo de escrúpulo a la hora de atacar a alguien con la espalda, pero por suerte había también dos Slys para los que la ventaja lo era todo, y pronunciaron en voz queda sus hechizos para dejar inconscientes a los mortífagos.
Oswald, demasiado enfurruñado para notar nada, cayó enseguida desmayado cuan largo era, pero Harkin, que vio un destello rojo reflejado en las porciones de cristal de la ventana, saltó a un lado con una agilidad que sorprendió a los adolescentes y les atacó directamente. El hechizo dio a Ron y le hizo estrellarse, ya inconsciente, contra la pared. Evidentemente la intencion de Harkin no había sido matar a los intrusos o del pelirrojo solo hubiera quedado una manchita sanguinolenta en el piso.
Al reconocer a Draco se paralizó un instante, pero reaccionó con la suficiente rapidez para conjurar un escudo que le protegiese de los hechizos menores de los adolescentes mientras se deshacía de ellos uno a uno. Hermione fue la siguiente en caer, aquejada de un leve Cruciatus que Harkin no se molestó en prolongar. Sabía que la chica aún era demasiado débil y no le bastó más que un segundo de tortura para dejarla fuera de combate. Draco y Blaise fueron otra historia. Draco conjuró un fuerte escudo sobre ambos mientras Blaise seguía atacando a base de sus hechizos más fuertes, que le estaban vaciando de energía.
Draco se unió a su ataque y avanzaron por la habitación alternando sus hechizos y renovando el escudo mientras Harkin se esforzaba en mantenerlos a raya. Sin embargo no tomó algo en cuenta. Harry Potter, al mirar por la rendija de la puerta y observar el panorama (no podía oir el combate debido a que habían insonorizado el cuarto) salió de su refugio y se unió a los Slys, logrando, al aunar esfuerzos, romper el escudo del mortífago al tiempo que lo rodeaban cada uno por un lado. Harkin, al no poder encararlos a los tres, se dedicó al mas fuerte, que supuso que era Malfoy, y descargó un Cruciatus en él con la intención de chantajear a los otros para que soltasen sus varitas. Pero su plan no salió como esperaba.
Si bien Draco cayó de rodillas gritando de dolor y Harry y Blaise soltaron sus varitas de inmediato para que dejase de torturar a su amigo, en cuanto Harkin se agachó para recuperarlas sin querer liberar su hechizo Vernon, que había pasado inadvertido al estar en lo alto de la lámpara, se lanzó hacia sus ojos para arañarle con sus garras siguiendo más ordenes propias que de Draco.
Aprovechándose Blaise le lanzó una patada a la boca que le hizo caer sentado al suelo. Harry también se lanzó sobre él pegándole un puñetazo con todas sus fuerzas (que no eran muchas) mientras Blaise se lanzaba a recuperar sus varitas. Draco, desde la otra punta de la habitación, se incorporó lo suficiente para lanzarle un Desmaius a su agresor.
- ¿Estás bien? – preguntó Blaise corriendo hacia él con su varita en la mano. Vernon se posó en el suelo a su lado mirándole con ojitos de pena. Draco asintió distraídamente, viendo como Potter le pasaba de largo para ir a ver a sus amigos.
- ¿Cómo está Hermione? – le preguntó al moreno con algo de ansiedad.
- Desmayada – informó Harry, volviéndose después hacia Ron para comprobar su estado – Parece que están bien – suspiró, utilizando su varita para despertarlos. Hermione abrió los ojos aturdida y se encogió ligeramente de dolor.
- ¿Pudisteis con él? – preguntó mientras se ponía en pie, mirando hacia el mortífago desmayado. No necesitó contestación - ¿Y Draco? – preguntó de repente inquieta, viendo solo a Blaise arrodillado en el suelo. Una mano pálida se asomó por encima del hombro del Slytherin. Hermione voló hacia allí, dejándose caer de rodillas junto a su novio - ¡Draco! ¿Qué ha pasado?
- No te preocupes, Blaise se ocupa – dijo. Y era cierto, Zabini estaba utilizando hechizos sanadores para tratar de reparar el daño que hubiera causado la Cruciatus, aunque no era mucho lo que él podía hacer con sus rudimentarios conocimientos de medimagia. Pasados unos minutos pudo ponerse en pie con cierta dignidad. Blaise se había ofrecido también a revisar a Hermione, pero esta había rechazado su ayuda.
- Estoy bien, no pasa nada. Es solo como si me hubiera excedido el dia anterior haciendo abdominales – alegó cuando Draco la miró severamente.
Harry miró a su alrededor después de revisar que Ron no tuviese nada más grave que un chichón el la cabeza.
- Bien, eso de ahí es el vestíbulo – informó señalando la habitación de al lado – y pasándolo encontraremos la habitación del pasadizo. Mmmm, Malfoy, ¿podrías enviar a Vernon a investigar?
En lugar de contestar, Draco le hizo la petición a su familiar, que si bien entendía todo lo que le decían los humanos era lo suficientemente mimoso para esperar a que fuese el mismo Draco el que le solicitase y así poder contestar pomposamente que con gusto cumpliría sus órdenes.
- Bueno – dijo Draco, mirando la esfera de su reloj -, al menos a estas horas la cena en el Gran Comedor habrá terminado y con un poco de suerte ya estarán todos en sus cuartos. Menos mal que se retrasó el ataque – suspiró.
- Sí, sufrimos algunos contratiempos con la hora prevista – dijo una voz fría a sus espaldas. A todos se les puso la piel de gallina, pero en especial a Draco, que había reconocido esa voz desde la primera sílaba.
-----------------------------
Bueno, como espero que vuestros instintos homicidas por ocurrírseme dañas a Draco aún no se hayan desatado, aprovecharé para decir... ejem... ejem, ejem.... TENGO MAS DE 600 REVIEWS!!!!!!
GRACIAS MIL A TODO EL MUNDO!!!!!
SOIS LOS MEJORES!!!!!!! BUAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!
FELIZ AÑO 2004.
