Hola a todo el mundo!!!!

Bienvenidos, nuevos lectores. Pasad y poneos cómodos, coleguillas de hace tiempo.

No sé si voy a poder volver a publicar pronto. Me ha tocado un horario de trabajo hecho por un demente, tengo que levantarme a las 5:30!!!! ¿Y ahora como veo Crónicas Marcianas? A las 5:30, me voy a morir!!! (esque entro a las 7, pero tardo una hora en llegar allí, odio trabajar, de verdad, no podía ser millonaria?)

Por cierto, que no se si os lo había dicho, pero una amiga mía fue a una entrevista el otro día en una empresa llamada "Draco Sistemas de información" o algo parecido. Lo que me reí cuando me lo contó y como no tenía ni idea de qué me reía me tomó por loca ^.^.

Muchas gracias a todos por los revs que me habéis dejado. Una vez más me veo obligada a contestar generalmente, pero solo lo haré con aquellas preguntas que VERDADERAMENTE pueda contestar (eh, viktor jos krum, que siempre preguntas cosas que se tienen que ver con el tiempo!!!)

GaBrIeLa2, siento no haberme pasado todavía por tu historia pero me temo que lo mejor sea que me la vuelva a leer desde el principio, que es casi lo que estoy haciendo con todas, porque después de tanto tiempo sin internete se me juntan unas con otras, aunque de la tuya me acuerdo de lo más importante (pobre Anna!!) se me juntan detallitos de otras historias y me desoriento un montón. En cuanto tenga un huequín la leo. Por ciertot, eres la única que pensó en Snape ^.^.

Poly Morgana R, me pregunta por la sorpresa de celebración del fic que no pudo ser, era que iba a aparecer Sirius, pero luego pensé que cuadraría mejor si aparecía en otro momento (porque Harry no iba a salir del castillo estando Sirius ahí, y yo quería que salieran!!!)

ross malfoy me pregunta si le doy mi permiso para publicar esta historia en un foro. Claroq ue tienes mi permiso, aunque yo preferiría corregirla antes de eso, pero lo que tú quieras.

YENNE-CHAN me pide ayuda para publicar un fic. Claro que te ayudo, tu mi dirás en que puedo servirte.

viktor jos krum, otra vez haciendo una pregunta que no puedo contestarte!!!!Pero me gusta que te fijes en esos detallitos que nadie más advierte, y la respuesta a tu pregunta se sabrá en cuanto Lucius haga la prometida visita a Hogwarts, paciencia. Y hay muchísimos fics estupendos para leer, no te estropees leyendo este, si?

luna_wood , me pregunta sobre la historia de Blaise, no, no la publiqué aún, y no puedo hacerlo hasta que no pasen aún unas cosillas aquí, sino lo destripo todo!!! Pero el caso es que pensaba hacerla de un capítulo y me parece a mí que se va a alargar (como siempre) mucho más que eso, y tampoco es que vaya a tener muchos adeptos, pero no me importa porque me apetecía escribirla.

skgirlfan me dice que en el capítulo anterior me ensañé mucho con las "partes nobles" masculinas. Bueno, estaba en una etapa odio-a-los-hombres un poco radical y creo que eso se ha notado un poco ^.^ Lo siento si herí la sensibilidad de alguien.

kirsten-sus, sí, padfoot es Sirius y Moony Remus, esque después de leerlo así en tantos fics ya no me gusta como queda en español. Sí, haré trío, lo otro no te lo puedo contestar. Y si la monja te quita el fic yo no quiero responsabilidades por pervertirte en horas de estudio ni nada de eso, ok?

Petit Charat, yo le hecho la culpa de mis enajenaciones mentales al cenicero de encima de la mesa, que me cohibe estando tan vacío. Cuando está lleno me cohibe aún más. Le temo.

Alicia, bueno, aparte de que eres una exagerada o que tu idea de la genialidad está un tanto distorsionada, sí que me han gustado algunos de tus comentarios, sobre todo el resumen de la situación "todos en un asola habitación" del punto 2. Mira que si yo hubiera sabido describirlo así me ahorraba unas buenas páginas de fic ^.^. Sobre el punto 3... sí, se lo dijo Trelawney, pero no le hizo caso y ya ves como le van las cosas. A tu primera pregunta no puedo responder, y a la segunda solo puedo comentar que sería un crimen que Draco fuera apicultor, eso de taparse la cara no me gusta nada, que la luzca!!! Y no, Narcisa no tuvo nigún lío con el papá de Blaise, pero la respuesta está por algún capítulo ya publicado. Después diréis, "ah, me lo veía venir"!!!

Y ahora, algunas notitas (a ver si las leéis!!!)

NOTA 1.- se me olvidó decir en el capitulo anterior que la historia de Sirius y Remus se cuenta en Estado Animico Alterado, pero para no haceros leer esa otra historia habrá un pequeño resumen en el capítulo siguiente, ok? Además, para los que no les gusta el Slash entre ellos no habrá ninguna escena explícita.

NOTA 2.- cómo os podéis sorprender por lo de Sirius y Skye cuando lleva capítulos y capítulos diciéndolo!!!! Con cosas como esta es cuando se nota quien se traga mis monólogos del principio y quien no, jejeje.

NOTA 3.- Sí, habrá trío, no he cambiado de opinión, estarán los tres ahí.

NOTA 4.- vamos por el capítulo 38 y eso que yo bromeaba con los 40 capítulos... bien, creo que serán más.

NOTA IMPORTANTE DE VERDAD, LEED, PLIS

Para celebrar los 700 revs, al rev número 700 le concederé un deseo: la historia que desee con los protagonistas que quiera (fic corto, por supuesto) Y las reglas son simples, solo 1 rev por persona!!!! Para llevar bien la cuenta, Tamy_draco es el rev núm 684. Con esto espero que os comportéis para no poner rev antes de poder ser el 700. A ver si da resultado ^.^. Si alguien escribe más de 1 rev el turno se pasará al siguiente. Quedáis avisados!!!!

VACACIONES DE NAVIDAD

Cap. 38

La señora Pomfrey no les dejó salir de la enfermería sin una buena provisión de pociones para Draco y Hermione en contra de los posibles efectos secundarios de la cruciatus. Aunque la mujer nunca lo diría abiertamente estaba preocupada por el Sly, que había estado expuesto a la maldición mucho más tiempo que la chica, quien solo tenía unas levísimas secuelas que incluso podrían haber sido pasadas por alto en un examen más superficial.

- Quiero que os toméis esta poción ahora mismo – les dijo severamente, poniendo unos vasos en sus manos.

Hermione olió tentativamente el desagradable mejunje pero terminó bebiéndoselo. En cambio Draco hizo una mueca y miró a la mujer de manera desagradable.

- Venga, rubito, de un trago o te lo echo por la garganta – amenazó la enfermera.

Draco la fulminó con la mirada pero obedeció a disgusto. No iba a perder su dignidad siendo obligado a medicarse contra su voluntad. La señora Pomfrey sonrió satisfecha, les quitó los vasos y les entregó un frasco sellado a cada uno.

- Esta otra la tenéis que tomar dentro de una hora, y deberéis haber comido algo – sostuvo la mirada gris de Draco un poco más y sonrió malevolamente –. Me enteraré si no lo hacéis – declaró.

Draco estuvo seguro de ello, como también estuvo seguro de que los habría retenido allí a ambos hasta ver que tomaban la poción después de la cena de no ser porque parecía tener prisa por vaciar la enfermería lo antes posible. "¿Traerán víctimas de Hogsmeade?", pensó ligeramente preocupado. Pero con todos esos aurores patrullando por los pasillos no se colaría ningún mortífago fingiendo ser un herido para atacar desde dentro, ¿verdad?

La señora Pomfrey no había encontrado heridas en Potter ni Zabini, pero a Ron le había examinado cuidadosamente el golpe de la cabeza y le había vendado la zona aparatosamente con vendas empapadas de poción. No hizo ningún caso de las quejas del pelirrojo cuando este rotó que casi todo su pelo estaba cubierto por el vendaje, dejando sólo unos cuantos mechones rojizos a la vista.

- Oh, vamos, ni que pudieras presumir de pelo normalmente – se burló Draco entre las risitas disimuladas de los demás. Realmente el vendaje era muy aparatoso, daba la impresión de que se había abierto la cabeza o algo así cuando solo tenía poco más que un chichón, pero ya que la enfermera no podía supervisar al chico personalmente al menos se aseguraría de que estuviera completamente restablecido lo antes posible.

Con una última mirada de desaprovación a Draco (en la que también incluyó a Blaise a pesar de que el pobre no había abierto la boca y solo podía culpársele de ser un Sly) la señora Pomfrey los dejó salir de la enfermería con una mirada de ternura para Remus y Harry y una confundida hacia Sirius. Remus y Harry eran sus favoritos sin ninguna duda, tal vez debido a que habían pasado más tiempo en la enfermería que los estudiantes normales, Remus a causa de sus costosas recuperaciones después de la luna llena y Harry porque atraía los accidentes como si usara un hechizo convocador. A Sirius sabía que lo conocía pero desde luego no lograba situarlo en ese momento.

Con un encogimiento de hombros la enfermera cerró la puerta y se volvió para revisar una vez más a Justin. La última vez ya parecía tener mejor color de cara.

Minerva McGonagall, que les esperaba en la puerta de la enfermería, apretó los labios en una línea dura que gritaba su desaprovación. Remus y Ron, que habían salido los primeros en salir, se giraron para ver qué era lo que molestaba tanto a la subdirectora, y el licántropo se llevó la sorpresa de su vida al ver a Hermione Granger y Draco Malfoy cogidos de la mano.

- ¿Cuándo sucedió eso? – preguntó asombrado, haciendo que todos se girasen a observar a la pareja, que no llevaba demasiado bien tanta atención repentina. La chica se había sonrojado profundamente y el Slytherin tenía el ceño fruncido con enojo.

- Así, de repente – dijo Ron chascando los dedos como muestra de la rapidez de los sucesos, sin darle importancia alguna. Sirius y Remus intercambiaron una mirada y después miraron a Harry que les devolvió la mirada con una expresión de qué-le-vamos-a-hacer encogiéndose de hombros.

- No sé por qué os sorprendéis tanto – murmuró Hermione abochornada porque parecieran tomárselo tan a la tremenda, porque había que ver las expresiones de ambos merodeadores; algo intermedio entre la incredulidad y el horror mal disimulado, como si la chica hubiera mutado allí mismo en una babosa gigante.

- Bueno, yo pensaba que acabarías con Harry – dijo Sirius con sinceridad, haciendo respingar a su ahijado.

- ¡Anda!, yo creí que quedaría con Ron – se unió Remus.

- Y yo que pensé que hacía muy buena pareja con Longbottom – dejó escapar McGonagall. Todos se volvieron a mirarla con ojos como platos - ¿Qué? Es un buen chico – defendió indignada por estar siendo observada como si hubiera perdido completamente la cabeza – No como otros – murmuró bastante alto, dándose la vuelta seguramente para no seguir viendo esos ojos color plata centelleando de furia.

- En eso tiene razón – apoyó Sirius, siendo el siguiente en recibir una mirada que prometía venganza.

- Sí, pero ¿Longbottom? – dijo Blaise arrugando la nariz – Quiero decir, ¿quién querría enrollarse con alguien como él? (N/A ah, no sé, déjame pensar, muajajaja)

- Tampoco es tan malo – saltó Hermione, a quien Neville le caía muy bien – Es muy tierno, y cariñoso y simpático y...

- Bueno, ya vale, ¿no? – intervino Draco mosqueado mirando de mal talante a su novia, que cerró la boca de inmediato al oir su tono de voz. El chico pensó en agregar un despectivo "si tanto te gusta márchate con él", pero temió que le tomara la palabra y le abandonara, así que solo la miró con reproche durante unos segunditos, justo los que ella tardó en sonreírle y ganarle de nuevo para su causa.

Draco le devolvió la sonrisa reticente, sabiendo que había perdido esa batalla y, comprobando de reojo a los demás, se adelantó para capturar los labios de Hermione en un simple roce que la estremeció entera y la hizo inclinarse sobre él con intención prolongar el contacto cuando el chico se echó hacia atrás para terminarlo. Draco la miró entonces con una sonrisa un poco malvada y Hermione entendió, ahora había ganado él. Le envió una mirada que decía muy claramente ya-te-pillaré.

McGonagall cortó este pequeño duelo de voluntades informándoles escuetamente de que la casa Slytherin estaba dando acogida al resto de estudiantes. Draco y Blaise intercambiaron una mirada sombría, sabiendo que el resto de Slys que allí se encontraban no estarían precisamente de buen humor.

- Lo mejor será que el señor Malfoy y el señor Zabini vengan conmigo ahora – dijo la mujer con sentido práctico, aunque arrugó un poco la nariz como si le disgustara tener que custodiarlos -. Los demás esperaréis un poco, así nadie se interesará por saber de dónde venís todos juntos.

Blaise se preguntó si esta mujer se había molestado en observar a los Slys alguna vez. Dedujo que no, de lo contrario sabría que una maniobra tan vulgar no acallaría sus sospechas.

- Creo que después de seis años seremos capaces de encontrar el camino solitos – dijo secamente, ganandose una mirada dura de la profesora.

- Al parecer todos los Slytherins compartís la arrogancia, Skye Hidden me dijo casi las mismas palabras – apretó los labios con furia recordando a la impertinente muchacha. El nombre despertó de nuevo el interés de Sirius, que observó confundido la repentina incomodidad de los adolescentes y el hombre lobo – Pero lo siento mucho – continuó la profesora, con un tono de voz que contradecía sus palabras – pero no os dejaré rondar solos por el castillo. Así que en marcha.

Blaise la fulminó con la mirada, al igual que Draco, pero la siguieron sin protestar cuando ella avanzó por el corredor a grandes zancadas. Claro que ellos daban pasos pequeñitos para ver si tenían la suerte de perderla de vista.

Hogwarts estaba atestado de aurores, que los miraban con curiosidad cuando pasaban por su lado, tal vez porque cierto chico con cicatriz era el centro de atención del mundo mágico. Cuando Harry se dio cuenta de que todas las miradas confluían en el grupito, se alarmó.

- ¡Padfoot! – llamó bajito a su padrino por el apodo, para evitar que el nombre de un criminal buscado alertara a los aurores - ¡Te están viendo! – hizo notar, casi con pánico. Por nada del mundo quería que Sirius volviera a Azkaban. Pero ni él ni Remus parecían preocupados.

- Así es, pero no me reconocen – dijo tranquilamente el animago. Harry lo miró sorprendido y Hermione, que había estado en su propio mundo desde que Draco le había acariciado los dedos con disimulo antes de soltar su mano al marcharse, volvió a la realidad para prestar toda su atención – Dumbledore lanzó un hechizo de confusión sobre el castillo. Mientras esté aquí dentro nadie que no me conozca se dará cuenta de quién soy – explicó Sirius.

- He leído sobre eso – dijo Hermione con ojos brillantes. Harry y Ron alzaron los ojos pensando, "¡cómo no!" – pero creí que solo se podía lanzar sobre una persona para hacerla creer algo. Es de lo que Snape acusó a Sirius de haber hecho sobre nosotros en tercer año – añadió para los chicos.

Ron, que había estado inconsciente en ese espacio de tiempo, la miró inexpresivamente, pero Harry recordó claramente las acusaciones del maestro de pociones cuando él y Hermione se empeñaron en contar que Sirius era inocente y que habían visto a Pettigrew esa misma noche mientras todo el mundo mágico lo creía muerto años atrás.

- Dumbledore es un porquito más poderoso que eso y puede crear un "aura" de confusión alrededor de Sirius dentro de Hogwarts – explicó Remus – Cualquier auror o estudiante que vea a Sirius lo encontrará vagamente conocido, pero no será capaz de recordar ni su nombre ni sus rasgos.

- Pero eso no funciona con vosotros porque ya sabéis quién soy – apuntó Sirius.

- Lo malo es que ahora Malfoy y su madre también saben que eres un animago – dijo Harry pesarosamente.

- Y Zabini – recordó Ron – Pueden utilizar eso contra ti.

- ¡No lo harán! – defendió Hermione no vehemencia. Todos la miraron sorprendidos – Draco no dirá nada, Blaise está de nuestro lado y Narcisa... confío en que Snape le haya borrado ese dato de la memoria...

- No cuentes con ello – masculló Sirius.

- ... pero de todas maneras no creo que lo utilice si Draco le pide que no lo haga – terminó la chica, sintiéndose muy segura de sus palabras.

- ¿Y esa mujer? – preguntó Harry – Esa que te conocía, ¿dirá algo? Por cierto, ¿quién era?

Los chicos se hacían una idea de quién podía haber sido para Sirius, pero no se llegaban a imaginar el por qué de su odio.

- Bueno, es una historia un poco larga – murmuró Sirius incómodo, mirando a Lupin de reojo. Hermione dedujo que tenía algo que ver con ese reciente noviazgo entre ellos y retomó la pregunta principal de Harry.

- ¿Pero te delatará?

Sirius se encogió de hombros, pero Remus, con algo de dolor en la mirada, contestó:

- No creo que le traicionase así.

Se veía tan desgraciado en ese momento que a Hermione le dieron ganas de consolarle... y enterarse de toda la historia. Ella misma se sorprendió de su súbita vena de cotilla. "¿Me lo habrán pegado Parvati y Lavender?" se preguntó con curiosidad.

Harry y Ron también habían notado algo en Remus, pero antes de que ninguno de los dos pudiera añadir nada más al final del pasillo aparecieron unas idénticas cabezas pelirrojas que atrajeron toda su atención.

- ¡Ronnie! ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? – exclamó Fred corriendo hacia su hermano menor para estrecharle en un estrujante abrazo títipamente "Sra. Weasley". Ron se quejó por el achuchón, pero en cuanto logró librarse de Fred con disgusto se vio aprisionado por George.

- ¡No sabes cómo me alegra no tener que decirle a mamá que estabas perdido e indefenso! – chilló George pellizcándole las mejillas.

- ¡No estaba indefenso! – se quejó Ron apartando al gemelo lejos de sí.

- ¡Claro que no! Estabas con Hermione – soltó Fred con una sonrisa de oreja a oreja, recibiendo una mirada furibunda de su hermano pequeño. Hermione se ruborizó por el cumplido, pero no dijo nada – ¿Pero qué te pasó? ¿Te golpeó una bludger? – preguntó señalando el cabello vendado de Ron. Su hermano menor le envió una mirada de disgusto y murmuró que era solo que Pomfrey era una exagerada.

- Sí, lo sabemos, tenemos experiencia – dijo George, quien sabía que la enfermera nunca lo habría dejado marchar de tener algo de gravedad - Bueno, al menos habéis llegado de una pieza – advirtió mirando a los tres de arriba abajo. Seguidamente los gemelos se volvieron hacia Lupin y le saludaron con fingida formalidad, pero al mirar a Sirius una expresión de desconcierto idéntica apareció en sus rostros – Perdón, ¿nos conocemos?

- ¿Veis cómo no había de qué preocuparse? – cuchicheó Sirius a los adolescentes con una sonrisa mientras estrechaba las manos de los gemelos.

- Bueno, ¿y qué demonios hacéis vosotros aquí? – se decidió a preguntar Ron.

- ¡Que poco te alegras de ver a tus hermanos! – reprochó Fred, poniendo una pose de orgullo herido – Para que lo sepas hay alguien que sí que nos aprecia de verdad y valora nuestras cualidades. Estamos aquí como Asesores Especiales de Infraestructura – dijo imitando el tono pomposo de Percy.

- ¿Y eso que quiere decir? – preguntó Harry con curiosidad.

- Que revisamos los sótanos – aclaró George, guiñándole un ojo con complicidad. Así que vigilaban los pasadizos secretos. Harry no pudo menos que sonreír, porque Fred y George no sabían que todos los pasadizos que conocían los gemelos ya habían sido descubiertos con anterioridad por Remus y Sirius. Eso le llevó a recordar algo importante.

- Creo que esto sería de ayuda, entonces – dijo con misterio, y haciendo un ademán florido sacó un pergamino ajado del bolsillo de su abrigo.

Cuatro pares de ojos brillaron al ver el simple papel.

- ¡Como lo he hechado de menos! – suspiró Fred, pero al alargar la mano para cogerlo, el pergamino desapareció ante sus ojos. Se volvió a mirar a Sirius algo desconcertado, dandose cuenta de la mirada de añoranza y adoración en los ojos del hombre.

Remus observaba con media sonrisa melancólica en el rostro.

- ¿Sabe lo que es? – preguntó el pelirrojo sorprendido. Sirius asintió con la cabeza y siguió mirando el mapa en blanco como si viera tiempos lejanos. Bueno, posiblemente era así.

Harry se aclaró la garganta innecesariamente mientras Ron y Hermione sonreían divertidos.

- Fred, George, tengo el honor de presentaros a Moony y Padfoot – soltó. Los pelirrojos lo miraron boquiabiertos un segundo, antes de volver sus miradas hacia los hombres que estaban a su lado.

- ¿Los Merodeadores? – susurró George. Remus y Sirius se limitaron a mirarlos con medias sonrisitas pintadas en el rostro al oír el tono reverencial del chico. Acto seguido, para sorpresa general, los gemelos calleron de rodillas ante ellos a la vez y se pusieron a gritar "¡no somos dignos, no somos dignos!" con grandes aspavientos haciendoles reír a todos.

- Es que sois sus héroes – explicó Ron innecesariamente con cierta vergüenza por ser familiar de ese par.

- ¡No, sois nuestros dioses! – dijo Fred indignado porque su adoración fuera rebajada de esa manera – Contadnos algo, por favor – rogó, coreando a su hermano mientras se ponían de pie de nuevo - ¿Cuál es vuestra broma favorita?

- No sé – dijo Sirius dubitativamente – Puede que aquella que les hicimos a los Slytherins, en segundo año. Ya sabes, Remus, aquella por la que casi nos expulsan.

- No creo que ellos deban enterarse de eso, Padfoot – dijo Remus con cierto tono de reproche.

- Mmm, sí tienes razón. Pues también está aquella otra, cuando a Malfoy le...

- Tampoco es conveniente que sepan sobre eso – cortó de nuevo el hombre lobo con rapidez, mirándo al animago severamente.

- Sí, es verdad – aceptó Sirius con una risita - ¿Y aquella vez que secuestramos a la Sra. Norris? – preguntó tentativamente. Su amigo negó con la cabeza, cruzándose de brazos e ignorando las miradas disgustadas de todos.

- ¿Y la del equipo de Hufflepuff? – la voz de Sirius sonaba un poco plañidera.

- ¿La versión censurada? – inquirió Remus alzando una ceja.

- ¡Esa no tiene gracia! – se quejó el animago casi haciendo un puchero - ¡Precisamente lo escabroso del asunto es lo divertido!

- ¡Contadnos ya algo! – casi aulló Ron – No hacéis más que dejarnos con la intriga.

Los gemelos asintieron con solemnidad.

- Creo que ahora no es el mejor momento – repuso Remus calmadamente – Lo mejor será que le llevemos el mapa a Dumbledore para que pueda tener controladas las entradas al castillo.

- Hemos bloqueado casi todos los pasadizos – dijo George con rapidez, esperando así lograr aunque fuera una sola anécdota – Sonarán alarmas por todo el castillo si logran romper nuestros hechizos.

- Y superan todas las trampas – añadió Fred con una sonrisa perversa – Por cierto, que encontramos esto en la bruja tuerta – recordó, sacado un pequeño paquetito de su bolsillo. Con la varita lo agrandó mágicamente para dejar ver una bolsa llena de botellas de cerveza de mantequilla y otra con un regalo cuidadosamente envuelto – Supusimos que serían vuestras.

Eran el regalo navideño de Sirius y el pedido que se habían llevado apresuradamente de Las Tres Escobas cuando Draco llegó a avisarles de su encuentro con Macnair. Las bolsas se las había llevado Ginny para que Harry y Ron tuvieran más libertad de movimientos, ya que ella, Skye y Stan llegarían a Hogwarts por medio del pasadizo de Honeydukes. Harry volvió a encoger las bolsas con rapidez para apartarlas de la vista curiosa del animago y las guardó en su bolsillo agradeciendo a los gemelos. No pudo evitar pensar en Ginny y lo que sentiría al ver entrar a Malfoy y Zabini en Slytherin, pero sin ver rastro alguno de ellos tres.

Se le paró el corazón. Así de simple. En un segundo latía con normalidad y al segundo siguiente un dolor ténue se extendía por su pecho amenazándola con dejarla sin aire y hacerla caer desmayada al suelo. Se le llenaron los ojos de lágrimas, viendo la forma borrosa de Skye levantarse de su asiento con rapidez para lanzarse a los brazos de Malfoy y Zabini, que la abrazaron entre los dos un poco sorprendidos por su actitud desesperada.

Un segundo más tarde y Ginny pudo ver cómo Zabini clavaba sus ojos miel en ella y se inclinaba sobre Skye para susurrarle algo al oído, antes de que los demás Slytherins les alcanzaran para darles una bienvenida similar a la de la chica. Pansy se agarró al cuello de Draco llorando desesperada, Pearl se apoyó en el pecho de Blaise para hacer lo propio, hipando incontroladamente. Skye se separó de ellos temblorosa y se medio giró para mirarla.

Ginny pudo ver su expresión de alivio, entre las marcas oscuras de su pintura de ojos, que manchaba sus mejillas al ser arrastrada por las lágrimas. Definitivamente no debería pintarse si pensaba llorar. El suspiro de la chica le hizo saber que Ron, Harry y Hermione estaban bien. ¡Estaban bien! A duras penas reprimió el impulso de refugiar el rostro entre las manos y echarse a llorar ella también. Ocultó el temblor de sus manos bajo la mesa, apoyándose en el respaldo de la silla para respirar profundamente, intentando recuperarse del momento de pánico que la había embargado.

Pudo ver cómo Malfoy y Zabini eran casi arrastrados a los sillones frente al fuego, instalados en los mejores sitios y rodeados de los miembros de su casa, ansiosos de saber dónde habían estado. Pansy se sentó junto a Draco, mirándolo intensamente. Skye se instaló en la alfombra, a sus pies. Pearl se acomodó sobre las rodillas de Blaise, enviándole una mirada de superioridad a Ernie, que se retorcía de rabia en su silla. El Slytherin ni siquiera lo había visto, ocupado en atender las muestras de afecto de sus amigos, y ahora rodeaba la cintura de Pearl con un brazo casi descuidadamente. Tanto él como Draco parecían escuchar atentamente las explicaciones del chico llamado Crow, que parecía ser el portavoz momentáneo del grupo. Ginny deseó ardientemente saber de qué estaban hablando en ese momento, pues a juzgar por los rostros del rubio y el moreno, parecía ser algo bastante importante.

- No hemos podido seguir ninguna de las órdenes – susurraba Ethan en ese momento, lejos de los oídos indiscretos de Ginny. Con una mirada había evitado que Florence acudiera a ellos, pues seguía sin fiarse de ella. Con Skye intentó hacer lo mismo, pero la mirada de Draco le hizo saber qué deseaba que se quedara en el grupo – Las recibimos poco antes de la cena, muy poco tiempo antes. Aún no habíamos tomado posiciones cuando esa Weasley llegó corriendo y nos enviaron a nuestras casas.

- Al regresar quemé vuestras cartas – informó Pansy. Draco asintió. Era una medida muy acertada, por supuesto. Cada uno habría echado al fuego su carta nada más leerla, para evitar inconvenientes, y Pansy, al ver que tanto él como Blaise habían dejado intactas las suyas había optado por deshacerse de posibles pruebas. No tenía mucha importancia saber qué era lo que decían sus ódenes, pues era claro que se habían venido abajo con la rápida actuación de Dumbledore.

- ¿Dónde estábais? – preguntó Ethan preocupado.

- En la enfermería – contestó Blaise despreocupadamente –. Nos peleamos con Potter y Weasley y acabamos todos allí.

- Tendríais que ver a Weasley – dijo Draco con una sonrisa malévola, orgulloso por la rápida salida de su amigo -. Se pegó en la cabeza con una pared y Pomfrey se ha pasado con las vendas. Ahora se parece a Quirrell.

Perfecto. Ahora nadie podría dudar de sus palabras, sobre todo cuando se presentase el pelirrojo con su cabeza el doble de grande.

- ¿Os han dado detención? – preguntó Blanche preocupada.

- Supongo que sí – contestó Draco encogiéndose de hombros -. Pero McGonagall parecía tener bastantes preocupaciones para no decirnos aún nada y luego nos trajo aquí casi a la carrera. El pasillo está lleno de aurores.

- Me pregunto cómo se habrán enterado – masculló Ethan, mirando la alfombra pensativamente.

Al menos, pensó Draco, no parecían tener motivos para sospechar de ellos. Por ahora.

La leve nevada había ido cobrando fuerza hasta convertirse en una ventisca que les agitaba las capas y hacía que éstas se enredasen en sus tobillos al caminar.

Merile y Severus procuraban mantenerse fuera del camino de los aurores, pues al ir aún vestidos de mortífagos eran un blanco perfecto para ellos. Claro que los auténticos mortífagos no iban cogidos de la mano, pero andar sobre la nueve y contra el viento era dificultoso, se excusó el maestro de pociones. Meriel estaba fatigada. Ese último encontronazo con dos hombres que torturaban a sus víctimas con sadismo le había valido a la mujer un nuevo golpe en la cabeza que le había hecho sangrar de nuevo la herida recibida en la explosión. A pesar de que en lugar de andar renqueaba, insistía en seguirle a donde quiera que fuese. Aún no se había convertido en una molestia para él, todavía tenía los reflejos intactos, a pesar del cansancio y el dolor en sus heridas, y Severus sin duda agradecía su compañía.

Se estaban ocupando de nimiedades, a su entender. Grupos pequeños de dos o tres mortífagos que más que causar disturbios patrullaban por esa zona de Hogsmeade. Pero todo lo que hicieran sería menos trabajo para los aurores, y contra menos qué hacer tuvieran estos en el pueblo más pronto marcharían a guardar Hogwarts.

Un resbalón de Meriel, que se sujetó a él desesperadamente, hizo que su túnica de mortífago se rasgara por la manga. Los efectos de los hechizos deshelantes en el pavimento perdían fuerza, sobre todo porque no habia ningún funcionario de urbanismo que los renovase en las actuales circunstancias. Snape, casi sin pensarlo, sujetó a la mujer por la cintura y la atrajo hacia él para ayudarla a caminar. Meriel no perdió la oportunidad de abrazarse contra su pecho, simulando protegerse del viento.

Severus Snape, al notar su gesto, sonrió. Pero fue una sonrisa que nadie vio.

Sirius, Remus y los gemelos los escoltaron hasta la puerta de Slytherin. Por supuesto todos ellos sabían el camino, porque todos habían tenido su oportunidad de entrar en la Casa a echar un vistacito a los cuarteles del enemigo. Claro, que en el caso de Hermione no había sido precisamente por ello, pero no iba a quejarse ahora de la vista que obtuvo entonces.

- Aún tenemos cosas que hacer – dijo Sirius al ver la cara de decepción de Harry, que esperaba que se quedasen con ellos esa noche -. Primero tenemos que llevarle el mapa a Dumbledore y después ver en qué podemos echar una mano.

Los gemelos declararon solemnemente que ellos continuarían revisando pasadizos y entrampando corredores por si algún mortífago conseguía entrar.

Harry, Ron y Hermione se despidieron de los cuatro desganadamente y se dirigieron a McGonagall, que los esperaba junto al falso muro para abrirles la entrada. Casi antes de que ésta se cerrase a sus espaldas Harry tuvo la vista obstaculizada por una cortina de rizos rojos y sintió que unos brazos le rodeaban estrechamente.

Ginny fue la única que se acercó para recibirlos. Skye, que había tenido el impulso de echar a correr hacia Ron cuando le vio entrar herido tuvo que detenerse en seco al advertir a Stan justo a su lado, sin decir nada, ni mirarla siquiera, pero advirtiéndole con su sola presencia. Intercambió una mirada ansiosa con el pelirrojo, que tampoco dijo nada, aunque la sombra de una sonrisa se insinuó en sus labios. Skye sonrió, dándole a entender que se alegraba de verlo de vuelta.

- Límpiate esas lágrimas – siseó Stan en su oído -. Es un Gryffindor.

Skye se tocó las mejillas con dedos trémulos. Ni siquiera se había dado cuenta de que había vuelto a echarse a llorar.

Los Gryffindor se sentaron en la zona que Ginny había reclamado para ellos, con la chica demasiado contenta para separarse de Harry un segundo pero instándolos a contarle todo lo que había ocurrido, después de que le tuvieron que asegurar repetidas veces que el vendaje de Ron era más aparatoso que otra cosa. El pelirrojo de cuando en cuando lanzaba miradas molestas a los Slys, que se reían de él, y en especial a Stan, que vigilaba a su novia como un halcón.

"Quiso venir conmigo" , pensó Ron mirando al chico con triunfo, "Ella quiso venir conmigo, fue su primer impulso". En ese momento se dio cuenta de que tenía bastantes más posibilidades de lo que había pensado de conseguir a Skye. Una sonrisa arrogante se extendió por su rostro haciendo que Stan desviase la mirada furioso. Y solo por vengarse el Sly se inclinó sobre una distraída Skye para robarle un beso apasionado. Ron crispó las manos de furia y solo partó la mirada de ellos cuando oyó el nombre de la chica a su lado.

- ¿Qué decíais de Skye? – preguntó ansioso. Su hermana le sonrió condescendiente.

- Solo que me ha rizado el pelo, como puedes ver – dijo, señalando los rizos que ahora poblaban su cabellera y que parecían gustar bastante a su novio, que la miraba embelesado. Se inclinó sobre Ron para susurrarle suavemente -. Aunque sólo con que pelees un poco... será tuya.

Eso terminó de alegrarle la noche.

Después de que la profesora Vector les hiciera despejar las mesas llamó a los elfos domésticos para que les llevasen una cena tardía, puesto que muchos de los alumnos apenas habían podido probar bocado antes de ser mandados a sus casas y habían pasado ya muchas horas desde la cena.

Harry calculó que debería ser cerca de la una de la madrugada, por lo que no se extrañó de tener tanta hambre y devoró la comida con avidez a pesar de estar preocupado por lo que estaría ocurriendo fuera. Nada más hacer desaparecer los platos, que habían quedado prácticamente limpios con la ayuda de todos los estudiantes, Vectos les organizó en cuartos de acuerdo con la lista en su mano.

A las Knight y Pansy les asignó el dormitorio de sexto de las chicas, donde ya estaban los baúles de Pansy y Rose. Hermione, Ginny y (por propia petición, ignorando las miradas Slys) Skye tuvieron que dirigirse al de quinto curso, donde habitualmente dormía la Slytherin. A Florence Williams, visto que las demás no parecían reclamarla, la envió con las dos Ravenclaws (casa con la que parecía llevarse bien) a la habitación de cuarto. Las Hufflepuffs se vieron relegadas a la de las chicas de segundo.

En cuanto a chicos, quiso juntar a todos los Slys en la habitación de Draco y Blaise, pero Crow se negó, diciendo que su puesto estaba en séptimo y de ahí no se movía. Draco y Blaise dijeron lo mismo cuando les insinuó mudarse con Ethan. Y Stan, solo por joder, insistió en quedarse en su propia habitación. Así que a los Gryffindor les tocó la habitación de quinto, a los Hufflepuffs la de tercero y los Ravenclaws tuvieron que conformarse con la de segundo.

Vector aseguró agriamente que estaría vigilando la sala común, por si a alguien se le ocurría salir de su cuarto para visitar alguno de sexo contario. Draco no se tomó muy bien la noticia, pero no abrió la boca. Crow protestó energicamente, ganándose una dura mirada de Blanche que se preguntaba a quién tenía intenciones de ir a visitar ese canalla. Stan, que había pensado en invitar a Skye a su solitario cuarto, torció el gesto, aunque a Ron le alegró bastante la noticia, sobre todo cuando Ginny le cuchicheó a Harry que había puesto la capa invisible en su mochila.

Así que, estando así las cosas, subieron a ponerse el pijama.

Dumbledore miraba con ojos brillantes el mapa extendido ante él. Los puntitos con nombre encima pululaban por los pasillos aparentemente tranquilos. Los pasadizos secretos permanecían vacíos, lo que no dejaba de ser bueno. Los estudiantes se separaban por cuartos en las mazmorras, tranquilizándole. Y los puntitos rotulados como Sirius y Remus aparecían en su despacho, frente a su propio puntito, exactamente donde las personas reales se encontraban.

- Es magnífico – dijo entusiasmado, cazando la mirada de satisfecha complicidad que intercambiaron los dos hombres - ¿Cuándo lo hicísteis?

- En algún momento de tercer año, creo – dijo Sirius inseguro. Remus tampoco estaba muy convencido de la fecha exacta pero sabía que fue antes de que sus compañeros se convirtiesen en animagos.

- ¿Solo hicísteis este? – preguntó Dumbledore repentinamente preocupado.

- No, hicimos dos – contestó el hombre lobo con tranquilidad -. Uno me lo quedé yo y otro James. Pensamos que sería peligroso que Sirius tuviese uno, eso le incitaría a saltarse aún más normas – sonrió recordando aquellos tiempos. Sirius murmuró descontento que él no era tan malo.

- Ya veo, ¿y Peter? ¿Podría tener uno él también? – preguntó Dumbledore.

- No habría podido hacerlo sin nosotros – objetó Sirius co algo de desprecio por tener que oír ese nombre de nuevo – Ninguno lo habría podido hacer solo, y decidimos que era muy arriesgado dejarle uno a Peter porque siempre andaba perdiéndolo todo y metiéndose en líos con los Slytherins.

- Me alegro mucho de que no lo hiciérais – contestó Dumbledore sinceramente -. Habría sido muy problemático para nosotos que Voldemort tuviese uno de estos en una situación así. Y decidme, este mapa, ¿cuál de los dos es?

- El de James – conestó Remus -. Filch se lo quitó en una de sus detenciones. Nunca supo lo que era, pero imagino que lo sospechaba, porque lo almacenó en su despacho por años.

- Hasta que llegaron los Weasleys – sonrió Sirius. Al ver el desconcierto de Dumbledore, Sirius explicó la historia del hallazgo de los pelirrojos que hacía menos de media hora habían conocido de primera mano.

- ¡Así que así es como siempre se libraban de los castigos! – se rió Dumbledore, entendiendo muchas de las inexplicables desapariciones milagrosas de los gemelos – Desde luego esos dos nos han dado bastantes problemas, aunque no puedo decir que arrepienta de haberles aceptado en Hogwarts. Ha sido muy divertido tenerlos aquí.

Remus y Sirius se sonrieron, sabiendo que Dumbledore siempre había apreciado mucho las bromas ingeniosas. De otra manera tanto ellos como los Weasleys habrían sido expulsados en su primer mes de escuela.

- ¿Y tu mapa, Remus? – preugntó el anciano, aún riéndose entre dientes.

- Se manchó de tinta invisible en una clase de pociones – reconoció Remus con reticencia.

Sobre todo porque en esa clase había estado peleándose abiertamente con Lucius Malfoy, con el que compartía caldero, y este se había vengado vaciando la poción en la mochila de Lupin. Sus libros, tareas y el mapa se vieron afectados y se borró todo el contenido de ellos. Eso le valió a Remus tarea extra por no poder presentar su ensayo de Pociones, repetir los trabajos de Runas Antiguas y Aritmancia, la compra de cuatro libros de texto y un castigo eterno por haberle saltado un diente al rubito. Y lo peor de todo es que la culpa fue suya por meterse con Malfoy cuando este andaba particularmente malhumorado.

- Como estábamos en último año y se nos echaban encima los exámenes no tuvimos tiempo para hacer otro. Nos costó bastante trabajo hacer los originales – explicó Sirius.

- Y aún pensábamos rescatar el de James de los archivos de Filch – dijo Remus -. Pero ya no nos llevaba a su despacho para asignarnos detenciones, y cuando conseguíamos entrar a escondidas no encontrábamos nada.

- Siempre he sospechado que lo llevaba encima – murmuró Sirius agriamente.

Se quedaron en silencio unos momentos, mientras Dumbledore paseaba de nuevo la vista por el pergamino, aparentemente divertido por el invento. Remus se aclaró la garganta discretamente para que la atención del Director volviera a él.

- Dumbledore, siempre me he preguntado del por qué de éstos pasadizos. ¿Por qué conducen todos a Hogsmeade? Sin duda, usted conoce algunos, como el de la casa de los gritos.

- No sabía de la existencia de todos ellos, pero ciertamente entre Filch y yo sabemos al menos de cuatro – dijo el anciano, dejando el mapa sobre la mesa y juntando las manos en actitud pensativa -. Como sabéis, Hogwarts fue fundado en una época en la que los muggles temían a la magia. Se perseguía a los magos por creer que se asociaban con demonios y manejaban espíritus malignos. Hogsmeade, por aquel entonces, era un pueblo muggle muy enfervorizado, así que los fundadores creyeron conveniente formar rutas de escape. Crearon estos pasadizos para que magos y brujas amenazados pudieran llegar sin contratiempos hasta Hogwarts, que debido a todos los encantamientos anti-muggles que ya lo envolvían por aquella época era invisible para aquellos que no tenían magia. Se salvaron muchas vidas gracias a esas rutas secretas, pero desafortunadamente muchas de ellas calleron en el olvido, aunque por suerte no se han necesitado demasiado amenudo – terminó Dumbledore con una sonrisa y un guiño hacia Remus, que sin duda había encontrado muy necesario el pasadizo hasta la casa de los gritos – Tanto la casa de los gritos como otras viviendas y terrenos son propiedad de Hogwarts. Antiguamente los profesores vivían en esas casas durante el curso escolar, pero gracias a la red Flu muchos de ellos pueden pasar la noche en sus hogares, y los que desean quedarse pueden hacerlo en el mismo colegio. Ahora pienso que tal vez ofrecerlas como vivienda a los profesores no era más que un método de defensa contra curiosos – sonrió el director – Y por ello creo que sería útil que me quedase con este mapa – dijo Dumbledore volviendo a examinarlo detenidamente. Sirius y Remus intercambiaron una mirada alarmada.

- ¡Es de Harry! – protestaron al unísono.

Dumbledore los miró perplejo.

- Me serviría también para protegerle – explicó –. Así sabría cuando intenta salir del castillo a escondidas, como ha hecho hoy.

Sonaba lógico, y Sirius y Remus ya eran adultos, no debían proporcionar herramientas a adolescentes impresionables para saltarse normas establecidas por su seguridad. Pero aún así... ¿Harry atrapado dentro del castillo? ¿El hijo de James privado de diversión y movimiento?

- Es una herencia familiar – refunfuñó Sirius. Sin embargo, al ver la manera en que le miraba Remus, accedió – Muy bien, si es por su seguridad...

Al salir del despacho interrogó a su amigo.

- ¿Por qué querías que cediera?

- Ya somos mayores – dijo calmadamente Remus. Al ver que el animago se disponía a protestar levantó una mano para pararle -. Aún recuerdo cómo se hacía, y ahora que no somos debiluchos adolescentes no necesitamos a los otros para esto.

Sirius sonrió brillantemente, estrechando a su amigo (y pareja) por los hombros para echar a andar por el corredor.

- Por un momento creí que te habías vuelto responsable – confesó, aliviado por haberse equivocado.

Gracias al Mapa del Merodeador, Sirius, Remus y los Weasley, Dumbledore pudo indicar a los aurores las entradas hasta Hogwarts y aunque muchas de ellas ya estaban siendo utilizadas por motífagos cuando llegaron a Hogsmeade pocos fueron los mortífagos que pudieron alcanzar el castillo, bien por la ofensiva auror lanzadas desde el colegio por los pasadizos, bien por las trampas que los gemelos Weasley y los últimos Merodeadores habían instalado en entradas y corredores.

Muchos de los mortífagos, viéndose atrapados en los túneles sin posibilidad de escape, sin poder tampoco Desaparecerse en algunos puntos por alcanzar las protecciones e Hogwarts, se rindieron sumisamente. Muchos otros pelearon hasta la muerte, llevándose a muchos aurores por delante. Algunos lograron escapar, luego de deshacerse de los aurores que les cerraban el paso.

Se confiscó la varita a todo herido que fue aceptado en la enfermería y se montó una guardia permanente de aurores para asegurar la seguridad de la Señora Pomfrey y los medimagos que acudieron a ayudar para garantizar que a nadie fingiéndose herido (o herido de verdad de menor gravedad) se le ocurriera aprovechar para atacar desde dentro. Aún así la mayor parte de los afectados fue atendida a pie de batalla, en el mismo Hogsmeade, donde aún resistían tenaces grupos de mortífagos que creían en la utilidad de su método de distracción. Si hubieran sabido que su ataque sobre Hogwarts no estaba teniendo ningún éxito seguramente habrían huido con rapidez. Sin nada por lo que luchar no valía la pena arriesgarse.

Dado que los Slytherins no habian tenido oportunidad de hacer su parte encomendada del trabajo y seguían siendo sometidos a vigilancia por Vector y Flitwick, que habían acampado en la sala común de las serpientes y no parecían tener intención de moverse de allí.

Harry, que había estado esperando que Ginny acudiera a su cuarto amparada por la capa de invisibilidad, se quedó dormido en un momento de descuido y fue testigo involuntario de la ira de Voldemort al comprobar que sus planes se venían abajo. Ron, alertado por sus gritos, fue incapaz de hacerle despertar y se vio obligado a llamar a los profesores, que no pudieron hacer mucho más que observarle preocupados mientras el chico se revolvía en la cama apretándose la cicatriz con las manos. La rabieta de Voldemort pareció durar horas, y Harry quedó exhausto después de eso aunque curiosamente tenía una sonrisa en la cara debido a que los planes del señor Oscuro habían sido frustrados una vez más.

"¡Jódete Voldemort!", pensó antes de desmayarse.

Debían ser la seis de la mañana y la ventisca ya había cedido, aunque aún nevaba tímidamente. Los copos blancos caían como plumas hasta los cabellos oscuros de Severus Snape y se enredaban entre los rizos del color del cobre de Meriel Mcallister. Ninguno de los dos notaba el frío, ni el regusto a cenizas en la boca, ni los dedos entumecidos por sujetar la varita, ni los miembros resentidos por las maldiciones recibidas. Lo único que notaban era la cálida lengua del otro enlazándose con la propia en aquel oscuro rincón al que se habían retirado cuando ya no fue necesaria su ayuda.

Los aurores habían logrado que la contienda se alejara calle arriba, dejando a los heridos al cuidado de medimagos competentes que sanaban sus heridas con rapidez y eficacia.

Meriel no sabía si el golpe en su cabeza podría sanar con los besos de Severus, ni Snape pensaba que las caricias de la mujer actuaran sobre sus propias heridas, pero era mejor estar allí, abrazados, besándose apasionadamente que tumbados en una camilla esperando la atención médica.

Estaban demasiado cansados para pensar. Tal vez por eso Snape no se resistió a ese contacto impropio de él y no solo eso, sino que lo ahondó como si hiciera años que lo deseara. Y así era. A lo mejor se entregó a ello porque la mujer había estado a su lado en todo momento, luchando como una leona sin quejarse ni un momento ni pedir un descanso para recobrar fuerzas y era una manera de demostrarle que estaba sumamente agradecido.

O puede que lo que le decidiera a llegar a una mayor intimidad con Meriel fue lo que vio en sus ojos cuando supo que Sirius Black era inocente. Odio. A pesar de que él no era un mortifago ni un traidor como ella siempre había pensado, seguía odiando a su ex–amante y no parecía tener intención alguna de volver con él dejando a Snape una vez más solo y vacío.

Sí, puede que fuera eso lo que le había frenado en estos casi dos años que hacía que habían vuelto a encontrarse.

Cuando Black escapó de Azkaban, Snape no se preocupó demasiado. Era un asesino, Meriel nunca lo querría de vuelta en su vida, seguro. Después de su encuentro con él en la casa de los gritos, cuando lo había atrapado para entregárselo al ministerio, Dumbledore había afirmado que él lo creía inocente. Snape, en el fondo, también lo había creído, pero no quería aceptarlo. Que Sirius Black fuera inocente podría significar que Meriel le perdonase y voviese corriendo a su lado. Y Snape no quería eso; Meriel era suya, Skye también era suya y nadie se las iba a arrebatar si él podía evitarlo.

Cuando Sirius escapó se sintió perdido, desorientado, ¿y si se demostraba su inocencia? Después de todo Skye era su hija y Meriel la madre de su hija, ¿no era lógico acaso suponer que regresaría con ellas y serían una bonita familia de la que Snape estaría excluído?

Pero eso ya no importaba, porque Meriel le había elegido a él. Aún sabiendo la verdad sobre Black le había elegido a él. Y Severus se encontraba tan tontamente feliz que no le importaba dar un espectáculo en medio de una calle en ruinas, donde las quejas de los heridos y hechizos sanadores murmurados eran opacados por los quedos gemidos de Meriel sucumbiendo ante su ataque de pasión. Se separó de ella azorado, dejándola medio mareada y algo confundida por la inesperada rotura del contacto.

- Será mejor volver al castillo – jadeó el maestro de pociones, temiendo no poder controlarse y arrastrarla a algún lugar oscuro donde poseerla por completo. "Es la adrenalina" se dijo, algo escandalizado por sus propios pensamientos "Es porque ha vuelto la sensación de peligro de cuando era mortífago, de cuando nos emborrachábamos de sangre y violencia y acabábamos en una de esas extrañas orgías en las que siempre terminaba enredado con Lucius o Narcisa"

- Estoy completamente de acuerdo – asintió Meriel sin aliento – Podremos ver cómo ha ido todo, como está Skye y...

Se calló, mirando a Snape intensamente, y él sonrió como hacía años que no lo hacía.

- ¿Y seguir con esto en privado? – sugirió, pensando en una mayor intimidad en ciertas habitaciones de las mazmorras.

Meriel asintió de nuevo, imitando su sonrisa, preguntándose de pasada por qué habría cambiado él de actitud respecto a los dos, pero sin ocurrírsele ni un solo momento la más obvia explicación: Snape había vencido. Por fín había derrotado a su rival, Sirius Black. Y estaba ansioso por disfrutar de su premio. Casi sonrojado, aunque Meriel nunca habría podido asegurarlo, porque la mañana era fría y aún oscura para verlo bien, la guió hasta una de las casas aparentemente deshabitadas, encendiendo la chimenea para llevarla, con polvos Flu, hasta el despacho de Dumbledore donde daría su reporte.

Como no tenía suficiente energía para Aparecerse y estaba helada, Meriel no dijo nada. Esperó pacientemente junto a la chimenea encendida, soportando las miraditas divertidas del Director. No fue tan aburrido como podría haber sido. Al menos así se enteró de la historia de los pasadizos y de lo que pretendía los mortífagos al deshacer el bloque de hielo que obstruía uno de ellos. Ese pasadizo conducía diréctamente a un espejo situada en la cuarta planta. Ahora sabía por qué Sirius Black y sus amigotes solían rondar por allí y otros lugares igualmente sospechosos en sus tiempos de estudiantes.

Cuando Severus terminó su informe la condujo a la enfermería. Meriel se habría negado, pero él insistió, preocupado por el golpe de su cabeza. Fue otra media hora torturante en que Pomfrey la revisó concienzudamente, casi peleándose con el maestro de pociones para revisarle a él también, a lo que el hombre se negó rotundamente. Cuando la sacó de entre los gemidos de los pacientes y la guió hasta las mazmorras, a Snape le brallaban los ojos. Meriel sabía que a ella también debían de brillarle, y debía tener el aspecto tontamente risueño de los estúpidos enamorados, pero no le importaba. Con los dedos de Severus entrelazados con los suyos, nada importaba.

Y tenía que haber seguido sin importar nada, pero la casualidad se metió en medio. Al girar una esquina, dos parejas. Por un lado Severus y Meriel, por el otro Remus y Sirius. Los cuatro enmudecieron al reconocerse mutuamente. Se quedaron anclados en sus puestos y miraron fríamente a la otra pareja.

- Meriel, tenemos que hablar – dijo Sirius, reticente. Sabía que tenían una conversación pendiente y contra más pronto la tuvieran mejor. Sin embargo la mujer irguió la cabeza orgullosamente y le miró con desprecio.

- No tengo nada que decir, y tampoco quiero escucharte – dijo con frialdad.

- ¿Estás segura de eso? – se metió Lupin. Aunque habló con suavidad sus palabras le sonaron a Meriel atronadoras. ¿Sabía algo?

- Completamente, y no te metas – casi siseó, fulminándole con la mirada. Pero Remus la enfrentó decididamente, haciéndole saber que no era de la misma opinión.

Oh, vaya, así que el licántropo lo sabía. Desde luego no era ninguna sorpresa para Snape, que había sido interrogado sutilmente por él sobre Skye cuando ejerció de profesor de Defensa tres años atrás. Entonces ya le había dejado claro que no era asunto suyo, pero el tipo parecía tener problemas de entendimiento porque ya estaba metiéndose otra vez donde no le llamaban.

- ¿Qué está pasando aquí? ¿De qué habláis vosotros? – preguntó Sirius confundido.

"Lento, como siempre", pensó Snape esbozando una sonrisita despectiva. Pero se abstuvo de contestar y rompió en enfrentamiento de miradas que entretenía a Lupin tirando de Meriel para sacarla de allí.

Fue entonces cuando los otros dos se dieron cuenta de las manos entrelazadas.

- Vaya, Mer, has bajado mucho el listón – comentó Sirius divertido, satisfecho al comprobar que no sentía nada al verlos juntos.

Meriel se giró rápida como una cobra y abofeteó a su ex-amante. Sus dedos quedaron señalados en la cara de un muy sorprendido Sirius. Snape a duras penas contuvo la risa al ver su cara.

- Es mil veces mejor que tú – declaró la mujer friamente, y se volvió para seguir con su camino cuando Remus la retuvo, tirando de su brazo. Meriel se giró preparada para abofetearle a él también, pero el licántropo atrapó su otra mano con rapidez y la miró duramente.

- No tienes ningún derecho a tratarle así – masculló con rabia, sus ojos denotando la presencia del lobo. Al lobo no le gustaba nada que tocasen sus propiedades. Y sin duda, Sirius Black era suyo.

Meriel tiró de su mano asustada, sin lograr que él la soltara.

- ¡Lupin, déjala! – tronó Snape, sacando su varita.

Sirius rodeó la cintura de su amigo con un brazo.

- Vamos, Moony, no ha sido nada.

- ¿No? – preguntó el licántropo mirando a Sirius por encima de su hombro con una sonrisa sarcástica -. Tiene cosas que decirte, pero no quiere hacerlo. Creo que es el momento de que hable.

- No puedes obligarme – siseó Meriel intentando que no se notase lo asustada que estaba.

- Pronto llegará la luna llena – comentó Lupin con voz engañosamente suave -. Ya sabes que me resulta muy difícil controlarme.

Meriel palideció, Severus le advirtió que la soltase una vez más y Sirius le suplicó que la dejase marchar. La situación era lo bastante tensa para que la mujer se lo pensase dos veces, pero cuando estaba a punto de abrir la boca para confesar, Snape lanzó un hechizo aturdidos sobre el hombre lobo que le hizo caer desmayado en los brazos de su amigo.

Meriel logró mantener el equilibrio y suspiró aliviada. Unos ojos que conocía muy bien, azul medianoche, se clavaron en ella.

- ¿Qué es lo que no quieres contarme, Meriel? – preguntó el animago. Volvió la vista hacia su amigo y amante, desmayado entre sus brazos - ¿Qué es tan importante?

Pero la mujer cerró la boca obstinadamente y se dio la vuelta para marcharse, acompañada de Snape, dejando a los dos merodeadores en medio del pasillo desierto de aurores.

- Joder, Moony, si faltan más de dos semanas para luna llena – murmuró Sirius, mirando a su amigo sin comprender nada.

- El licántropo tenía razón – dijo Snape una vez llegaron a sus habitaciones y cerraron y hechizaron la puerta – No deberías ocultárselo por más tiempo.

- Las cosas se quedan como están – dijo Meriel con terquedad – No quiero que sepa nada. Es mejor así.

- ¿Mejor para quién? – preguntó Snape, dejando la capa sobre uno de los sillones, despojándose de los guantes lentamente, mientras veía a la mujer dar vueltas nerviosamente por la sala de estar – Tiene que ser para ti, porque no para Skye. Merece saberlo.

- No le hace falta – se negó, volviéndose para mirarle -. Ella es feliz así.

- ¿Feliz? ¿De quien estamos hablando, Meriel? – preguntó Severus burlonamente -. Tu hija tiene una crisis de identidad del tamaño de Hogwarts.

- ¿Y eso se solucionará sabiendo quién es el bastardo de su padre, Sev? Permíteme que lo dude – Meriel se sacó un guante con furia como para enfatizas sus palabras.

- ¿Sabes? Una vez me preguntó si sabía algo de Jack Hidden – le dijo Snape mientras se acercaba a su mueble-bar para servirse un trago – Dijo que no había encontrado nada en los periódicos atrasados y quería saber si le había conocido.

Snape dejó que el silencio llenase la habitación mientras servía un wisky para cada uno. Al tenderle su vaso a Meriel, sus miradas se encontraron.

- Se hace preguntas – dijo el profesor serenamente -. Tiene derecho a tener respuestas.

Ciertamente, no se esperaba que ella se echase a llorar.

- ¡No quiero decírselo! – logró decir entre sollozos, dejándose caer en uno de los sillones con el vaso en las manos - ¿Y si él se la lleva? ¿Qué haré si se la lleva, Sev?

- ¿Cómo va a hacerlo? Es un prófugo y vive con un licántropo, es imposible que piense llevársela – trató de hacerla razonar Snape. Se sentó a su lado, notando repentinamente los dolores de todas y cada una de sus heridas y también, por qué no decirlo, el paso de los años.

- ¡Vamos, es Sirius Black! Nunca se ha caracterizado por pensar las cosas – puntualizó Meriel.

- En eso tienes razón – reconoció el profesor -. Pero Skye no se dejaría llevar. No es fácil convencerla de hacer lo que no quiere. Pregúntale por su tarea de Herbología, sino – intentó bromear. Meriel esbozó una media sonrisa.

- ¿Crees que sería bueno para ella, entonces? – preguntó más apaciguada, limpiándose las lágrimas con las puntas de los dedos.

- Sí – contestó escuetamente el hombre -. Estoy convencido. Y lo que sería bueno para ti es una ducha. Y otra ropa. Eso que llevas puedes quemarlo en la chimenea – añadió, mirando el destrozado vestido azul de Meriel, visible bajo la capa abierta. Ella también se miró.

- Es mi mejor vestido – dijo con un puchero – Quería estar guapa para ti.

- Aún lo estás – se le escapó a Snape. Al ver la mirada asombrada de ella añadió, con pánico -. No me hagas mucho caso, estoy cansado – al ver que Meriel sustituia su asombro por una sonrisa burlona se levantó apresuradamente, sintiendo las mejillas arder y no precisamente por la proximidad de la chimenea... apagada - Te buscaré algo de ropa – masculló, desapareciendo por la puerta de su cuarto casi a la carrera.

Narcisa Malfoy calló de rodillas gritando de dolor bajo la maldición cruciatus. Su pelo rubio, ahora suelto, caía sobre su rostro como una cortina, barriendo el suelo frente a ella, pero eso le traía sin cuidado. No osó pedir piedad a su señor, pues sabía que con eso solo lograría enfurecerle y lograría un castigo más largo.

Lo peor de todo era que no sabía por qué la castigaba. ¿Qué había hecho? Lo único que recordaba era haber aparecido en la casa de los gritos y haber sido atacada por la espalda. ¿Era culpa suya que el ataque no hubiera tenido éxito? Su misión era ser el enlace, no guardar la entrada a Hogwarts. Ese era el trabajo de Harkin Knight, aunque sin duda él sería el siguiente castigado. Con un poco de suerte ella caería inconsciente y no lo vería gritar, no presenciaría lo que él veía ahora, ahogándose de furia al contemplar a la mujer a la que amaba sufir sin poder evitarlo.

Narcisa calló sobre su costado derecho, retorciéndose en el suelo por minutos interminables, temiendo acabar volviéndose loca como los Longbottom, deseando la muerte y la oscuridad. Todo su cuerpo estaba en tensión, tratando de resistir inutilmente la sensación de cuchilladas que la envolvía, taladrándose los oídos con sus propios gritos y siendo consciente de que al día siguiente, si lograba sobrevivir, no sería capaz de pronunciar una palabra.

Finalmente, con un último gemido, se desmayó, quedando desmadejada en el suelo, en posición fetal, con el cabello rubio enredado pegado a mechones contra su frente sudorosa, respirando agitadamente como un pez moribundo.

Harkin, a su lado, trataba de no apretar los puños con furia, sacar su varita o cogerla en brazos para salir de allí corriendo. Mantenían una relación desde hacía más de cuatro años y Harkin había aprendido a amarla a pesar de que sabía que no debía hacerlo, pues cosas como ésta ponían a prueba su lealtad hacia Voldemort, algo que ni él mismo debía cuestionarse.

- Harkin – siseó el Señor Oscuro con placer. Sin duda había notado cómo le había afectado la tortura de Narcisa -. Tampoco tú sabes lo que pasó, ¿verdad?

- No, mi señor. Me temo que nos borraron la memoria – dijo con humildad, aún a sabiendas de que no serviría de nada. Oswald Nott había sido sacado de allí pocos minutos atrás después de sufrir el mismo castigo de Narcisa.

- En alguna parte hay un traidor, Harkin – dijo Voldemort con suavidad -. Sé que Severus es una rata traicionera – anticipó las palabras del hombre -, pero él no estaba enterado del ataque, aunque muchos lo vieron allí, atacando a sus propios compañeros mortífagos – hizo un sonido reprobatorio con la lengua. Un sonido demasiado humano venido de un monstruo como aquél -. Severus tiene que morir, por supuesto – dijo casi con aburrimiento -, pero debe haber otro traidor entre nosostros porque una actuación tan rápida por parte de los aurores no es muy común. Tampoco nadie tenía órdenes de conjurar el mosmorde tan pronto, lo que sin duda desbarató el ataque – apoyó su rostro serpentino en una mano huesuda, descansando el codo en el reposabrazos de su trono. Miró a Harkin con sus antinaturales ojos rojizos – Me pregunto si no serás tú el traidor. Me pregunto si no te habrás borrado la memoria a propósito para no delatarte ante mí.

Sonrió burlonamente al ver la mirada impresionada de Harkin, su rostro demudado por el miedo, su intento de negarlo en la punta de la lengua, sabiendo que si dejaba escapar una palabra sería torturado sin piedad.

- Verás, Narcisa no fue, por supuesto. Ella tiene demasiado que perder para traicionarme – dijo con una mirada afectuosa al montoncito tembloroso que era ahora la mortífaga inconsciente -. Oswald no tiene tanta imaginación para hacer algo así, y es lo bastante estúpido para fallar aún de tener el valor para intentarlo. Y pienso en ti, Harkin. Y pienso en tu hija, Violet. Esa que te niegas a traerme – remarcó las palabras una por una, haciendo palidecer aún más al hombre – Tienes permiso para hablar – concedió, esperando que fuera entretenido, al menos. Acarició distraídamente a su colosal serpiente, enrollada a sus pies, y envió una mirada de aburrida curiosidad al mortifago.

- Violet ha desaparecido, mi señor. No soy capaz de encontrarla – aseguró Harkin, casi balbuceando -. Desapareció de la noche a la mañana, y Marcus Flint, su novio, asegura no saber nada. Pero os entregaré a Blanche en cuanto salga de la escuela. Está en séptimo curso y es muy buena, mejor que Violet, os lo aseguro, mi señor.

Voldemort sondeó su mente. Decía la verdad, por supuesto. Qué aburrido. Le aplicó un ligero cruciatus durante unos minutos y levantó la maldición, dejando que el hombre se pusiera en pie antes de indicarle a Lucius que podía pasar.

Lucius Malfoy era su favorito. Y lo demostró con creces cuando pasó por al lado del cuerpo de su esposa y ni siquiera le echó una mirada. Se dejó caer sobre una rodilla frente a Voldemort y besó el repulgo de su túnica con una dignidad que nadie que no fuera un Malfoy podría demostrar.

- Lucius, querido amigo – saludó Voldemort animadamente – Me traes buenas noticias, espero.

- Excelentes, mi señor – contestó el rubio con una ligera sonrisa. Había tenido más éxito en su misión del esperado y sin duda el Señor Oscuro estaría complacido con eso. Ya se había enterado del desastre que había resultado el bien planificado ataque a Hogwarts y sabía que su señor recibiría con mayor gusto sus resultados.

- Eso espero, Lucius. Después hablaremos, ahora tengo que solucionar un asunto.

Lord Voldemort clavó sus ojos de nuevo en Harkin, que había cometido el error de quedarse mirando a Narcisa más tiempo del apropiado. El Señor Oscuro sonrió con malicia.

- Puedes llevarte a Narcisa – dijo a Malfoy, que inclinó la cabeza en lo que parecía una ligera reverencia. Se acercó con pasos suaves a su esposa y la cogió en brazos, poco delicadamente, pues a su señor no le gustaban esas cosas – Lucius – llamó Voldemort cuando ya estaba saliendo por la puerta -. He decidido que me gustaría mucho tener otro Malfoy. Ocúpate de ello.

Con una nueva semi-inclinación, Lucius Malfoy se retiró discretamente. Voldemort fijó su mirada en Harkin, que miraba en suelo para no delatar su furia. Sí, sabía que el que Narcisa se viera obligada a tener un hijo con otro hombre molestaba profundamente a Knight, que la quería para sí.

- Y ahora, ¿en qué nos habíamos quedado? – preguntó Voldemort con una sonrisa cruel.

Los gritos de Harkin despertaron a Harry de su sueño.

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Espero que no os haya decepcionado mucho el capítulo. Lo de Sirius fue un GRAN fallo que tuve que solucionar sobre la marcha, porque no podía entrar tan panxo al castillo lleno de aurores así como así, no creeis? Sé que queda muy forzado, pero ODIO los fallos (ya os daré alguan vez la lista de los que yo misma me he dado cuenta para que os riáis un poquillo)

Bueno, espero que os conciencieis bien para el CONCURSO REVIEW NUMERO 700 (para más informacion ver NOTA IMPORTANTE DE VERDAD, ¿cómo puedes haberla pasado por alto? ¿No ves que era importante de verdad? Ayyyyssssss.

Besitos mil a todos, actualizaré en cuanto me sea posible.