Hola!!!!
Antes que nada, la historia Remus/Sirius a petición de Dalloway ya está comenzada, el primer capítulo se ha publicado bajo el título de Sé Que Prometí Que Te Ayudaría, Pero... y en cuanto sea posible publicaré el segundo (y último, espero)
Aún no sé si voy a continuar con ¡No Es Lo Que Parece!, aunque os aviso que lo más seguro es que sí que lo haga. Y basta de autopromoción por hoy ^.^.
Sobre el capítulo de hoy, pensaba hacerlo más largo, pero por una causa u otra no he podido escribir más y pienso que es mejor esto que dejar pasar una semana más sin publicar. Después de todo, ha pasado un mes (si no calculo mal) desde que publiqué el último capítulo de Vacaciones y creo que mejor que haceros esperar más tiempo publico lo que tengo aunque sea muy, muy poquito.
Hoy no puedo contestar reviews porque tengo un poco de prisa, pero espero poder publicar el próximo capítulo lo antes posible y contestar a todas vuestras dudas.
Veamos, no creo que este capi os guste demasiado porque se pasan unas cuantas cosas que... Bueno, mejor lo leéis. Hay un pequeño homenaje a La Naranja Mecánica que no me pude resistir a meter (hace muy poquito ví de nuevo la película) espero que no os lo toméis a mal. Y por ahora nada más, al final del capítulo pondré mas notas porque si las pongo ahora lo jorobo un poco.
Espero que no os parezca MUY deleznable.
Ah, hablando de cosas deleznables hace unos días ocurrió algo que nunca debió haber pasado. No voy a ponerme a hablar sobre ello porque no es cuestión, solo quiero dar mi apoyo a los familiares de las víctimas del atentado en Madrid y esperar que no vuelva a suceder algo parecido nunca.
VACACIONES DE NAVIDAD
Cap. 41
La habitación de Skye no se parecía en nada a la de Ginny, pensó Harry. A parte de tener ventanas pequeñas y cortinajes verdes, como todas en Slytherin, estaba llena de cosas personales. Las chicas que compartían ese cuarto habían echo aparecer una mesita con unas cuantas sillas en uno de los rincones, las camas estaban llenas de peluches y cojines, y fotos y pósters decoraban las paredes. Las mesitas de noche tenían marcos plateados con personitas sonrientes, cremas cosméticas y libros olvidados. Habían colocado una mullida alfombra blanca en el centro del cuarto, ideal para reuniones de pijama, y alguien había pegado pegatinas de brillantes estrellitas plateadas en el techo. Definitivamente, esa sí que parecía una habitación de quinceañeras, no como la de Ginny, que nada delataba que alguien ocupase ese cuarto durante nueve meses al año.
- ¿Quién es ese? – preguntó Harry mirando el póster a tamaño natural de lo que parecía un vampiro sonriente.
- Mordecai Random – anunció orgullosa Skye, sentándose en su cama, a la cabecera de la cual estaba el póster – Es el mejor cantante del mundo – afirmó solemnemente.
Harry miró detenidamente al tipo. Era blancucho, delgaducho y con una larga mata de sedoso pelo negro con mechones blancos que parecía llegarle a las caderas. Llevaba los ojos delineados de negro, los labios resaltados como si se los hubiera estado mordiendo y guiñaba provocativamente uno de los ojos de un verde sobrenatural hacia Harry. El hecho de que llevase cómo única ropa unos ajustados pantalones de cuero negro y un colgante con un plateado símbolo del infinito (un 8) molestó un poco al Gryffindor.
- Parece un poco ridículo, ¿no crees? – criticó frunciendo el ceño. Había algo en él que no le gustaba nada, puede que fuera su aspecto provocador.
Skye le clavó una mirada molesta.
- Por favor, no te metas con Mord en mi presencia, soy su fan número 1 – dijo fríamente tomando una actitud muy Slytherin.
- Bueno, no te lo tomes así – dijo Harry rápidamente, contrariado por su reacción – Es sólo que eso de llevar unos pantalones tan ajustados...
- Ya querrías tú que te quedasen tan bien esos pantalones como a él - defendió Skye haciendo un puchero y mirando el poster con adoración.
- Jajaja, ni muerto me pondría algo así – se rió Harry. Skye alzó una ceja.
- Ya, sí, claro. Nunca digas "de esta poción no beberé", Potter – dijo en un tono tan parecido al de Snape que a Harry se le quitaron las ganas de reír.
- ¿Cómo te encuentras? – le preguntó observándola preocupado a la vez que se sentaba a su lado en la cama. Parecía más calmada de lo que había esperado encontrarla.
Skye abatió los hombros, suspiró apesadumbrada y cogió de encima de su almohada un osito castaño vestido con la bufanda de Slytherin para abrazarlo. Harry le envió una mirada incrédula y ella endureció la quijada.
- Una sola palabra de mi osito y eres Gryffindor muerto – amenazó. Al ver que Harry asentía divertido volvió a suspirar -. No sé cómo me encuentro – admitió – Independientemente de si mi padre es un asesino de masas o no. Yo creía que mi padre estaba muerto, un auror al que mató un mortífago. Simple, directo – se retiró el pelo de la cara con un gesto mecánico, sin que realmente le hiciera falta apartarlo - Y resulta que no es cierto. Que es un auror que se convirtió en mortífago (N/A joder, de repente esto me ha sonado mucho a la historia de Darth Vader y la versión que le cuentan Luke Skywalker!!!) Un traidor a sus propios principios. Muy admirable – dijo irónicamente.
- Eso no es así, Skye - dijo Harry molesto -. ¿Crees que si realmente fuera un asesino me relacionaría con él?
La chica le miró con indiferencia.
- Yo qué sé, eres un Gryffindor, hacer cosas ilógicas es vuestra especialidad – dijo encogiéndose de hombros. Harry la miró de medio lado.
- Dejemos los insultos a parte, ¿estamos?
- ¿Insultos? Yo sólo destacaba algo bien sabido por todo Hogwarts – sonrió ella con inocencia – Otra cosa es que te siente mal...
Harry consideró seriamente la idea de asfixiarla con su propio osito de peluche, pero tal vez Sirius no se lo tomase a bien.
- Voy a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder hablar contigo con un poco de normalidad, ¿verdad? – suspiró resignado. Skye le miró largamente, abrazada estrechamente a su osito como si ese trozo de felpa con ojos de vidrio pudiera ser capaz de darle algo de consuelo. Esbozó una mueca.
- No me lo tomes en serio, Potter – empezó, sonando derrotada, como si le costase mucho decirle aquello -. Atacar a los demás es un método de autodefensa muy Slytherin. Todos lo usamos, por eso no nos llevamos bien con las otras casas. Por eso nos consideran horribles todos los demás.
Harry la miró sorprendido de su revelación. Así que ese era el misterio de la actitud de superioridad de todo buen Sly... Ahora se explicaba el carácter de Draco Malfoy.
- ¿Cómo llegaste a hacerte amiga de Ginny? – preguntó el chico con curiosidad.
- Es una historia absurda – le advirtió con seriedad la morena -. Ginny estuvo saliendo con Thomas Waits, de Ravenclaw, por un tiempo. Él la dejó cuando Ginny se negó a acostarse con él. La encontré dos horas después en un cuarto de baño llorando desconsolada por ese imbécil y decidí ayudarla a vengarse.
Harry frunció el ceño ante la información.
- ¿Ginny saliendo con Waits? ¿Cuándo ocurrió eso que no me enteré? – preguntó un tanto incrédulo.
- Nuestro cuarto año, tu quinto curso – informó Skye.
- ¿Y decidiste ayudarla, así sin más? – preguntó él desconfiado.
- Yo también estuve saliendo con Waits por un tiempo – confesó la chica -. Me pareció una buena oportunidad para hacérselas pagar todas juntas. Pero no preguntes lo que le hicimos, eso es información restringida.
Harry miro un momento la colcha verde de la cama pensando en lo que había oído que le había sucedido al Ravenclaw.
- ¡Oh! ¿Fuisteis vosotras? – preguntó casi escandalizado cuando lo recordó.
- Ajá.
- Fuisteis crueles – acusó, haciendo un gesto dolorido al recordar el suceso.
- Era una venganza contra los hombres, teníamos que serlo – se defendió ella, convencidísima – Además, escarmentó, ¿no?
- Oh, sí, y con él todos los tíos de Hogwarts – dijo Harry molesto – Creo que hasta Snape anduvo con cuidado por unas semanas – lo pensó un momento seriamente -. Así que moraleja, mejor que no haga llorar a Ginny, ¿verdad?
- Ni a mí – apuntó Skye con una sonrisita malévola -. Fui yo la autora de la idea.
Harry pareció alejarse un poco de la chica, con una mirada un poco desconfiada o tal vez atemorizada.
- Bueno, volvamos a tema que nos importa – trató de desviar la conversación -. Estamos aquí por Sirius.
Skye hizo un gesto de fastidio y en sus ojos se instaló una sombra de dolor y furia. Harry le cogió una mano comprensivamente para darle unas palmaditas amistosas y la chica volvió hacia él su mirada acuosa de color medianoche. Harry tragó saliva y armándose de paciencia le ordenó guardar silencio y procedió a explicarle toda la historia de cómo todo el mundo mágico había sido engañado por Peter Pettigrew y cómo se tomó a Sirius por su asesino y el de todos aquellos muggles. También le contó todo lo que había ocurrido en su tercer año, cómo Sirius había arriesgado su libertad y su vida para asesinar a Peter, escondido en Hogwarts como la mascota de Ron y cómo en cuarto curso se había ocultado en una cueva sobreviviendo a base de ratas sólo para estar cerca de él en caso necesario.
Skye se quedó callada por un buen rato asimilando toda esta información, abrazada a su osito con un brazo y sujeta aún a la mano de Harry sin darse cuenta.
- Por si te ayuda – dijo Harry con cautela, no queriendo interrumpir sus pensamientos – yo pasé por lo mismo que tú. Creí que mi padrino había traicionado a mis padres y cuando supe la verdad... bueno, pues me bloqueé. No supe qué pensar, qué sentir, qué hacer... Pero tienes que tener en cuenta una cosa: Sirius tampoco sabía que tú existías hasta hoy. Para él también tiene que estar resultando duro.
Skye le miró de manera extraña.
- ¿Cómo crees que se tome el hecho de que tiene una hija Slytherin? – preguntó con amargura -. Yo no creo estar tomándome muy bien la noticia de que mi... – tragó saliva - ... padre... es... Gryffindor.
- Sinceramente, no tengo idea – sonrió Harry, aliviado de que esa pareciera ser su más inmediata preocupación. Habia pensado que se largaría a llorar como una histérica al conocer la triste historia de Sirius Black, o que reaccionaría con una rabia desmedida e incontrolable al saber cómo se desarrollaron los hechos. A él, recordó, le había afectado mucho saber la cadena de circunstancias que llevaron a Sirius a Azkaban.
- Seguramente... – empezó a decir, pero se cortó de golpe al empezar a sentir una quemazón en su cicatriz. Apretó involuntariamente la mano de Skye, que lo miró confusa.
- ¿Harry? ¿estás bien? – preguntó preocupada al ver lo blanco que se había puesto y su mirada repentinamente confusa.
El chico quiso contestarle que todo estaba bien, pero no pudo hacerlo porque el dolor de la cicatriz se volvió más fuerte y calló de bruces sobre el colchón, aún sujetando la mano de la Slytherin, sin ver nada a su alrededor y sin poder reprimir los gritos que se le escapaban.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Después de asegurarse de que habían insonorizado el cuarto y no podrían enterarse de nada, Minerva obligó a todo el grupo a bajar las escaleras y quedarse en la sala común, tratándolos como si fuese un terco rebaño de ovejas.
- ¡Pero yo quiero quedarme! – protestó Sirius enérgicamente - ¿Y si me llama?
- Sé realista, Sirius, no te va a llamar – dijo Remus suavemente, apenado.
El animago le fulminó con la mirada pero no dijo nada. Aún había cosas que resolver entre ellos. Aunque Moony se veía tan abatido que no sabía si tenía ganas de echarle la bronca por haberle ocultado a Skye.
Se sentaron en los mullidos sillones negros de la sala común como al azar, pero Remus quedó a su lado como tenía por costumbre hacer desde segundo curso en Hogwarts, siempre que James no le quitaba el sitio de manera inconsciente. El animago le miró de reojo, viéndole sumido en sus propios pensamientos.
En el fondo Sirius entendía su comportamiento, no quieriendo darle falsas ilusiones sin estar realmente seguro de que esa niña era su hija, pero ¿cómo no podía serlo? ¿cómo si se parecía tanto a su familia, a él mismo?
Se puso a pensarlo seriamente por un momento. Tenía una hija adolescente, y todo lo que sabía sobre ella es que ahora mismo se encontraba encerrada en su cuarto llorando desconsoladamente porque él era su padre. Suspiró abatido, controlando las ganas de hacer alguna locura, como golpear algo, gritar furioso o sollozar abiertamente. Tenía una hija, y ella no quería ni verle.
- Dale tiempo – le susurró Remus, con sus ojos color ámbar mirándole con ternura y una mano suspendida en el aire, sin atreverse a rozarle por temor a que estuviese enojado.
Sirius volvió a suspirar y le miró, sintiendo que todo sentimiento de cólera se disipaba y solo quedaba un enorme cansancio. Miró a su amigo esperanzado. Si él decia que todo saldría bien, Sirius le creería. Y Moony no le defraudó.
- Todo va a salir bien – le cuchicheó, muy cerca de su oído, rozándole con su aliento y con sus dedos finos apenas tocando el revés de su mano.
Sirius contuvo los deseos de refugiarse en sus brazos de manera infantil y se limitó a sonreírle en agradecimiento, perdonándole por su silencio. Debía ser difícil para él saber que aún le unía con Meriel un vínculo que ellos no podrían forjar. Su inseguro Remus, que había tardado, al igual que él, tanto tiempo en darse cuenta de lo que era obvio para todos desde el colegio. Le dio unas palmaditas amistosas en la mano, no atreviéndose a un contacto más comprometedor delante de los niños. Sobre todo delante de Zabini, que le miraba con una sonrisita de entendido, ni de Hermione a quien el gesto no le había pasado desapercibido.
Suspiró por tercera vez, pero esta vez fue un suspiro liberador. Se volvió hacia los Slytherins, Draco y Blaise sentados lado a lado, Hermione al lado de Draco para disgusto de McGonagall, que aún no podía creer que su alumna favorita pudiera tener tal comportamiento. Se la veía tan defraudada como si la chica hubiera sacado un cinco en su último exámen. Sirius casi sonrió para alentarla, aunque se quedó paralizado al pensar en una cosa.
¿Skye se decepcionaría de él cuando le conociera?
Bueno, después de todo era considerado un asesino fugado, había provocado que Meriel le abandonase y mantenía una seria relación con un hombre que, para colmo, era un licántropo. No tenía mucho de qué presumir. Y ni siquiera sabía si Skye era tolerante con los homosexuales. Tembló de pronto, pensando en que después de todo no deseaba encontrarse con ella cara a cara y tener que explicarle quién era él (una lacra de la sociedad), a qué se dedicaba (a esconderse entre los brazos de Moony) y dónde vivía (prácticamente en la cama de su amigo).
"Bueno, ¿y si a mí no me gusta ella?", pensó, "No sé nada de ella, lo que le gusta, lo que no le gusta..."
- Habladme de ella – pidió para sorpresa de todos. Los Slys le ignoraron por completo, mirando obstinadamente las llamas de la chimenea, impasibles, aún cuando ese codo en las costillas del rubio debió doler.
- Es genial en pociones – se oyó la voz de Ginny, acurrucada junto a su hermano. Aún estaba un poco descolocada por el descubrimiento de que su mejor amiga era hija del padrino de su novio. Nunca lo hubiera pensado, aunque ahora que los había visto frente a frente no se podía negar el parecido. Si Sirius hubiera recuperado todo su peso y la expresión de sus ojos hubiera dejado de tener el rastro de Azkaban, seguramente el parecido habría sido aún mayor – Es mi mejor amiga – continuó, pensando acongojada en lo que estaría sintiendo Skye en ese momento -. Su madre tiene un centro de belleza cerca de Dublín.
- Huele a moras – saltó Ron, interrumpiendo a su hermana y sorprendiendo a todos. Pero él los ignoró, porque estaba mirando la escalera que subía al cuarto de las chicas con el ceño fruncido y los brazos cruzados, tal vez molesto porque fuese Harry estaba allí ahora con ella y no él – Tiene un carácter de demonio. Y... – se detuvo, consciente repentinamente de que estaba hablando en voz alta y no podía decirle a Sirius a qué sabían los labios de su hija, ¿verdad? Ni cuán suave era su piel, ni como le volvía loco verla y cómo se moría de celos cuando Stan Adams rondaba cerca.
- Estudia Runas Antiguas – lo rescató Hermione, llenando el silencio que el estupor de Ron había provocado – Toca el violín... Estuvo saliendo con Draco – recordó, mirando a su novio de repente.
La mirada de horror de Sirius no pasó desapercibida para nadie.
- No va a ser mortífaga – informó el rubio agriamente, fulminando con la mirada al animago, pues abía lo que pasaba por su cabeza -, sino auror. Y si quieres saber cosas de ella tendrás que preguntarle personalmente.
Eso trajo un silencio pesado a la sala, durante el cual todos se movieron incómodos en sus asientos.
- Será mejor que vayan a cambiarse de ropa – dijo McGonagall de repente, fijándose tal vez en la mano de Draco que intentaba abrirse camino con demasiado disimulo entre la bata que cubría las piernas desnudas de Hermione.
- Me parece buena idea – dijo el chico poniéndose en pie casi de un salto con los ojos brillantes. Le tendió a Hermione la mano para ayudarla a levantarse - ¿Vamos?
- Mejor que vayan las chicas delante, señor Malfoy – dijo con frialdad la mujer, fulminándole con la mirada. Draco se dejó caer enfurruñado en su asiento mientras Hermione y Ginny se ponían en pie a desgana. Cuando se dirigieron hacia la escalera de los chicos, McGonagall hizo un sonido reprobatorio con la lengua.
- Nuestra ropa está aquí, profesora – dijo Ginny mansamente, recibiendo una mirada disgustada de la mujer.
- Vayan rápido – gruñó, vigilándolas hasta que desaparecieron de la vista. A los cinco minutos apareció la pelirroja totalmente vestida y esta vez se sentó al lado de Malfoy. El chico la miró con impaciencia y ella solo giró los ojos hacia las escaleras de los chicos.
Como Remus había empezado una tranquila conversación con la profesora sobre el rendimiento escolar de Harry, ésta no se dio cuenta de nada, ni siquiera de que Draco miraba con ansiedad las escaleras hacia su cuarto. Blaise le dio una palmadita en la pierna y le cuchicheó algo al oído. El rubio asintió gravemente y aparentó tranquilidad.
Sirius se dio perfecta cuenta de todo esto, y también de que Hermione aún no había bajado del cuarto de los chicos. Seguramente esperaba que Draco encontrase alguna manera de reunirse con ella allí arriba. Sirius sonrió divertido y se metió en la conversación de Moony y Minerva, moviendose de tal manera que tapaba a los ojos de la profesora las escaleras. Draco lo miró incrédulo un momento y después se decidió. Se levantó con toda naturalidad y se encaminó directamente a la escalera.
- ¿A dónde cree que va, Señor Malfoy? – demandó McGonagall enfadada.
- Al servicio – contestó el rubio, pansando de largo las escaleras para entrar en el cuarto de baño de la sala común. Cerró la puerta fastidiado y se apoyó en ella con disgusto – Maldita vaca – masculló. Se vio reflejado en el espejo de enfrente notando que tenía pinta de crío enfurruñado, gracias a su pelo despeinado.
"¡Vamos, no pongas esa cara!", le dijo su reflejo alegremente.
- Cierra la boca – masculló Draco con malhumor. Se acercó al lavabo y se mojó la cara repetidas veces con rabia, hasta que unas manos calientes en su cintura le detuvieron.
- Tal vez una ducha fría te viniese mejor, amor – susurró Hermione en su oído. Draco se incorporó, chorreando agua sobre su pecho desnudo, para pegarse más al cuerpo que presionaba contra su espalda.
- ¿Cómo has llegado aquí con esa histérica vigilando la escalera? – preguntó sorprendido.
- Con la capa invisible, por supuesto – dijo ella con naturalidad, procediendo a mordisquearle el lóbulo de la oreja.
- Hmmm... la capa invisible de Potter... me gustaría echarle un vistazo... – casi ronroneó él.
- Y a mí me gustaría echarle un vistazo a otras cosas – murmuró ella, deslizando sus manos por el pecho del chico y levantando con delicadeza la cinturilla del pantalón del pijama – Vaya, te alegras de verme, ¿eh? – comentó divertida tras dar una miradita.
- Oh, sí, no sabes cuánto – dijo Draco, desprendiéndose de ella para darse la vuelta y besarla con ansias, disfrutando del calor de su boca y del toque de sus manos en el cuello.
Le subió el jersey tentativamente para trasladar su boca hasta el diamante engarzado en el ombligo de la chica. Hermione gimió sonoramente al sentir la lengua de Draco sobre su piel, trazando círculos sobre su estómago, y enredó sus dedos como tantas veces en los mechones platinos del chico, sujetándose a él para que sus piernas temblorosas no la dejasen caer al suelo. El jersey subió un poco más, lo suficiente para que una de las manos de Draco encontrase su pecho izquierdo y le dedicase un poco de atención. Hermione volvió a gemir, apoyándose contra la pared de azulejos del baño conla respiración agitada.
El Sly abandonó su labor de inspección en el ombligo para sacarle el molesto suéter por la cabeza. Hermione le ayudó como pudo, respingando al sentir de nuevo contra la espalda los fríos azulejos. Resultaba abrumador que su cuerpo estuviera entre el frío de la pared y el calor abrasador del cuerpo del chico. Hermione se abrazó a su pecho estrechamente, esparciendo besos húmedos por el blanco tórax y hundiendo las manos bajo la cinturilla de los pantalones, acariciéndole el trasero y pegándole a ella. Esta vez fue Draco el que gimió, tomando la cabeza de Hermione entre sus manos para devorarle los labios con dedicación.
Estaba a punto de pasar a saborear la piel tersa de su cuello cuando unos toques en la puerta le interrumpieron.
- Señor Malfoy, ¿se encuentra bien? Le he oído gemir y lleva ya mucho tiempo ahí dentro – dijo la voz de McGonagall a través de la madera. Draco regruñó por lo bajo antes de contestar.
- Perfectamente, profesora, solo necesito un poco de intimidad – dijo cortante. Se pudo oír claramente el bufido de disgusto de McGonagall.
- Le doy cinco minutos, ni uno más – le dijo enfadada.
- ¡Con cinco minutos no tengo ni para empezar! – protestó Draco airadamente, lo que solo sirvió para irritar más a la profesora.
- ¡Ni uno más, Señor Malfoy! – casi gritó.
Draco miró a Hermione con un puchero encantador. La chica suspiró con molestia.
- En este baño no hay duchas, ¿verdad? Creo que necesitamos una – dijo en sentido práctico. Draco asintió a sus palabras mirando hacia abajo, a sus pantalones.
- Y bien fría – añadió Hermione al seguir su mirada.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- I'm singing in the rain...
- ¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHHH!!!
- ...Just singing in the rain...
- ¡¡¡AHHAAAAAHHAAAAAA!!!
- ...What a glorious feeling, I'm happy again...
- ¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!
- ¿Sí, Avery?
- Lucius Malfoy ha llegado, mi Señor.
- Bueno, Raleigh, dejaremos esto para más tarde, ahora tengo que hablar con Lucius.
Anthony Raleigh intentó respirar profundamente pese al dolor constante en todo su cuerpo. Al tratar de incorporarse arañó inútilmente las baldosas del frío suelo con sus uñas partidas. Verlas le llenó los ojos de humillantes lágrimas, recordando cómo sus compañeros mortífagos le habían introducido agujas debajo hasta hacerle gritar de dolor. En esos momentos pensó que preferiría una sesión de Cruciatus antes de seguir con esa tortura, pero ahora consideraba lo contrario. Una Cruciatus lanzada por el Señor Oscuro era mil veces peor de lo que podía haber imaginado. Y más si cantaba durante el proceso. Anthony se felicitó a sí mismo por no haberle hecho enfadar nunca hasta entonces, a pesar de que ahora no recordase qué había hecho exactamente para enojarle.
Boqueó para respirar pegando la mejilla contra las baldosas, dejando correr las lágrimas sobre sus mejillas y escuchando los gritos amortiguados de su compañero resonando en sus oídos. Jason Danton parecía llevar una eternidad gritando. Había podido oírlo entre maldición y maldición, cuando el Señor Oscuro hacía una pausa, al parecer, para tratar de recordar la letra de esa ridícula canción muggle. No sabía qué le estaban haciendo da Danton, si también era torturado por Cruciatus o le aplicaban algún otro método que aún debería descubrir por sí mismo, al estar en otra habitación esto era difícil de saber, pero no tuvo ganas algunas de averiguarlo.
Nadie les había explicado el por qué se encontraban en esta situación. Todo lo que sabían, o al menos todo lo que Anthony recordaba, era haber estado participando en el ataque a Hogsmeade que debía servir de cubierta al ataque a Hogwarts y haber estado aburriéndose mucho. Lo siguiente, despertar con un Enervate en los oídos y la voz de Macnair preguntándole qué cojones había hecho.
Imaginaba haber sufrido los efectos de un Obliviate. Sólo así se explicaba que Danton estuviese quemado en gran parte y que a él le doliese todo el cuerpo. A Jason habían aceptado sanarle a medias los medimagos de las filas mortífagas, pero a él no quisieron darle ninguna poción que aliviase sus dolores. De todas formas Danton quedaría desfigurado de por vida, seguro que por órdenes del propio Lord.
Anthony era bastante joven. Apenas había cumplido los 25 años y ya estaba sirviendo en las filas del Señor Oscuro. Había sido un aprendiz excepcional, y ahora se ocupaba principalmente de hacerles saber a esos mocosos que aún no habían llegado a su iniciación quién mandaba en los cuarteles. Les entrenaba, les aleccionaba y les preparaba para recibir su marca.
Tenía una brillante melena castaña que le llegaba a media espalda, unos ojos azules bonitos y expresivos y un aspecto andrógino que había hecho que sus compañeros le rebautizasen como "Ann". Había tenido varios problemas de disciplina con sus alumnos en cuanto a eso, arrogantes críos de 18 años que creían que podían meterse con él por ser casi femenino. Pero les había disciplinado convenientemente. Y a los mejores, se los había llevado a la cama.
Ann era casi la mascota de los mortífagos. Como parecía más joven de lo que en realidad era y su aspecto delgado aparentaba fragilidad inspiraba la protección de sus compañeros. Y había un compañero en especial que le había cuidado con cierto esmero. Anthony no lo pudo creer cuando le dijeron que Zabini estaba muerto. SU Zabini. Asesinado por Snape. Y que Snape era un maldito traidor.
Y así y todo, el Señor Oscuro no parecía tan rabioso como debería haber estado después del fracaso de su plan, la muerte de uno de sus mejores hombres y la deserción de su Maestro de Pociones. Parecía estar casi aburrido cuando él llegó a su presencia, aunque sonrió de manera escalofriante al reconocerle.
- Raleigh, vamos a esperar a Lucius – declaró Voldemort levantándose de su trono para dar una vuelta en torno a él y hacerle temblar bajo su roja mirada -. Estoy seguro de que le encantará "conversar" contigo.
Anthony casi se largó a llorar, porque todo el mundo sabía que Lucius Malfoy era el Ejecutor del Señor Oscuro, así que no podía ser nada bueno lo que le esperaba.
- Pero entre tanto, nos divertiremos un rato – declaró Voldemort, y con una seña indicó a los demás que le encadenasen a una silla para empezar con la tortura. Había oído el mismo estribillo de la estúpida cansión unas cien veces, cantado alegremente por la escalofriante voz de su señor mientras le aplicaba sus Cruciatus concienzudamente.
Ann no sabía cuanto tiempo había pasado desde que comenzó todo, pero hasta se alegró cuando a través de los gritos de Danton pudo escuchar el inconfundible sonido de las botas de Lucius Malfoy. Cualquiera podría haberlo reconocido sin que lo hubieran anunciado antes. Tenía los andares del dueño del universo. Por el rabillo del ojo pudo ver al rubio avanzar sin titubeos hasta el trono de Voldemort y agacharse para besarle el borde de la túnica.
- ¿Noticias, Lucius? – preguntó el Lord casi con indiferencia.
- Todo están en marcha, mi Señor – declaró Malfoy con su típica voz fría.
- Ningún inconveniente, espero.
- Ninguno en absoluto, mi Señor.
- Perfecto – sonrió Voldemort con satisfacción – Ahora, hay un asunto del que sin duda querrás enterarte.
Anthony fue enderezado y sentado de nuevo en la silla. Agradeció que le volviesen a encadenar a ella, porque no se sentía con fuerzas para mantenerse sobre el asiento por mucho tiempo. Pudo ver a Danton, inconsciente, siendo sentado a su lado y encadenado de igual manera. Estaba horrible, con medio lado de la cara desfigurado y medio inconsciente. No le dio una sola mirada, parecía incapaz de ver nada más allá de sus zapatos. Malfoy los miraba sin expresión alguna, pero Ann podría apostar a que se moría de la curiosidad. Como él, aunque él sin duda moriría y punto.
- Uno de los hombres de la unidad de Macnair le fue con una historia bastante interesante antes del ataque – empezó Voldemort – Dijo que le pareció ver a tu hijo en Hogsmeade.
Lucius parpadeó, y esa fue toda su reacción. Esperó tranquilamente el resto de la explicación, aunque su pulso se había acelerado y podía notar cómo el corazón le latía contra las costillas.
- Macnair lo confirmó, vio a tu hijo con sus propios ojos y hasta habló con él. Por lo que supo después iba acompañado del hijo de Zabini y una chica.
- Mi hijo y Zabini comparten cuarto en Hogwarts, mi Señor. Se han hecho bastante amigos – informó Lucius, pues consideró que se le estaba pidiendo explicación sobre ello.
- Curioso – dijo el Lord, con esos ojos rojizos incómodamente clavados en él – cuando tú y Malcom no os soportábais.
- Por diferencias de opinión, mi Señor. Pero no se extienden a nuestros hijos – dijo Lucius desapasionadamente. Voldemort asintió satisfecho.
- Me alegro de saberlo, ya que el chico vivirá en tu casa en adelante. El caso es que Macnair consideró imprudente que andasen solos por Hogsmeade y les puso vigilancia. Cuando el vigilante los encontró tomaba la dirección de la Casa de los Gritos. ¿Puede ser que conociese esa entrada a Hogwarts? – inquirió juntando los dedos de ambas manos, con los codos sobre los brazos de su trono.
Lucius lo consideró apenas un segundo. Sacudió la cabeza lentamente.
- Me lo hubiera contado de inmediato, mi Señor.
- ¿Y qué podía estar haciendo en esa parte del pueblo cuando Macnair le advirtió que se alejase del lugar? Al parecer también se encontraron con Malcom, que sin duda les recomendó lo mismo.
- Solo puedo hacer suposiciones, mi Lord, no lo sabré con certeza hasta que no haya hablado con Draco – dijo Lucius con prudencia, mientras por dentro maldecía a su hijo por ponerle en una situación semejante. ¿Qué coño tenía que hacer Draco en Hogsmeade justo el día del ataque? No había ninguna visita concertada de los estudiantes para ese día, ¿acaso se había escapado del colegio? ¿Narcisa no le había avisado de lo que sucedería? Demasiadas preguntas para quedarse sin respuestas, desde luego. Voldemort parecía pensar lo mismo.
- El vigilante asegura que tu hijo fue atacado en su paseo por el pueblo – dijo sin dejar de mirar al rubio con fijeza.
Lucius alzó una ceja. Por dentro, la cólera empezó a despertarse.
- Deberías estar orgulloso de él, porque se encargó de Raleigh sin ayuda alguna – informó el Lord, casi sonriendo al ver la mirada fría de su favorito posarse sobre Anthony, que se había quedado de piedra oyendo esas noticias.
- ¿Atacaste a mi hijo? – preguntó Lucius con serenidad. Ann le miró con ojos desorbitados por el horror. El disgusto de Malfoy le llegaba como a través de un hilo que los conectase a ambos. Puede que nadie más en la sala notase cuán enojado estaba Lucius con él, ni siquiera Voldemort, porque todos le miraban para nada sorprendidos con su reacción. Después de todo, para todo el mundo, Lucius Malfoy no tenía sentimientos hacia nadie, ni quiera hacia su familia.
- Raleigh no recuerda nada, Lucius – dijo Voldemort divertido. Siempre le gustaba ver un despliegue de estoicismo de parte del rubio - . Tu Draco le borró la memoria, tanto a él como a Danton, aunque el vigilante pensó que se disponía a matarlos. Lo único es que el vigilante corrió a contárselo a Macnair en lugar de velar por tu hijo y le perdimos la pista. No sabemos cómo llegó a Hogwarts, pero sin duda llegó, de lo contrario el muchacho de Crow lo hubiera hecho constar en su informe.
Lucius no dijo nada, no sabiendo qué decir. No sabía si sentirse aliviado porque Draco llegase a salvo a Hogwarts o volver a maldecirle por ello. ¿Cómo había llegado hasta allí si el castillo estaba siendo atacado desde todos los ángulos?
- Tu hijo ha demostrado tener más recursos de los que pensábamos – dijo despacio el Lord -. Y está más preparado de lo que debería para su edad, dado que su Obliviate fue bastante fuerte. Estoy considerando adelantar su aprendizaje. ¿Qué opinas, Lucius?
Lo pensó seriamente, con detenimiento. Entrecerró los ojos grises sopesando las posibilidades y descartando opciones.
- Diría que es pronto aún, mi Señor – dijo con cautela -. Considero más prundente dejarlo dentro de la escuela mientras Potter siga allí. Es el que puede vigilarlo más de cerca dado que está en el equipo de Quidditch. Y nunca hay que subestimar a Dumbledore, si Draco apareciese en Hogwarts con la marca en el brazo el viejo lo detectaría enseguida y le haría vigilar. Pero, por supuesto, será lo que vos digáis, mi Señor.
Voldemort le miró fijamente tratando de leer su mente. Lucius, que conocía ese juego a la perfección, se lo permitió, levantando todas sus barreras y dejándole sondear su mente a sus anchas. Esa era la mejor manera de esconderle información, dejándole husmear la superficie. Era cuando uno se resistía y trataba de ocultar cosas cuando se empeñaba en llegar más lejos y acababa encontrado algo inconveniente.
La concentración fue rota por un mortífago que entró apresuradamente y se quedó parado con respeto a unos metros del trono. Voldemort le dirigió su atención y le indicó con un gesto que podía hablar. Nadie habría hablado sin permiso en presencia del Lord.
- Mi señor, acabamos de recibir noticias del Ministerio. Severus Snape ha solicitado la custodia de Blaise Zabini – informó el hombre, respirando agitadamente por la carrera que se había pegado hasta allí.
Tanto Voldemort como Malfoy estrecharon los ojos con disgusto.
- Así que quiere quedarse con MI servidor... – murmuró el Señor Oscuro rígidamente. Sin duda la noticia no le había hecho ninguna gracia.
- No tiene ninguna oportunidad de conseguirlo, mi Señor – hizo notar Lucius al reparar en el disgusto del Lord -. Tengo mejor reputación que él en el Ministerio. A nadie se le ocurriría darle la custodia si pueden dármela a mí.
- Te olvidas, mi querido Lucius, que Dumbledore está de su parte – casi escupió el nombre al pronunciarlo -. Tiene aún muchos contactos en el Ministerio, los suficientes para hacer que la decisión de retrase indefinidamente, al menos – Voldemort respiró un par de veces profundamente y dirigió su atención de nuevo a Anthony.
- ¡Crucio! – dijo con rabia, apuntándole con su varita.
Anthony se retorció contra la silla gritando a pleno pulmón y sintiendo la sangre resbalar por la comisura de sus labios. No supo si fue por haberse mordido la lengua sin darse cuenta o si Voldemort al final le había reventado por dentro de tanto torturarle. Cuando cesó la maldición, Ann se echó a llorar bajo la mirada ausente y compasiva de Danton, que pareció despertar de su ensimismamiento al oír sus gritos.
- Sabes, Lucius, los muggles no son tan inútiles como puede parecer a simple vista – comentó Voldemort con voz tranquila – Tienen talento al menos para una cosa, la tortura. Han inventado torturas de lo más imaginativas y hay que sacar provecho de ello – el Señor Oscuro se levantó majestuosamente de su trono y se acercó con pasos mesurados hacia Raleigh. Le cogió de la barbilla casi con delicadeza y le obligó a levantar el rostro hacia él, para que su mirada se topase con los ojos rojos, sanginolentos, del Lord - I'm singing in the rain – cantó con una sonrisita en sus labios reptilianos. Sin poder controlarse Anthony desencajó los ojos y se puso a llorar con más fuerza, intentando reprimir los espasmos de su cuerpo y las ganas incontrolables de vomitar. Voldemort lo soltó, al parecer satisfecho, y se volvió hacia Lucius – Terror incontrolable provocado por una simple canción. Asocia la canción con la tortura y su mente recrea el dolor de la misma solo con oír unas cuantas notas.
Volvió hacia el trono con el mismo paso lento de antes y se sentó, colocándose bien la túnica de manera ausente bajo la impresionada mirada de Lucius, que no sabía si debía comentar algo al respecto.
– Muy bien, ese maldito traidor de Snape estará a salvo mientras no ponga un pie fuera de Hogwarts... relativamente – dijo sorpresivamente el Lord, retomando un tema que parecía estar olvidado. Lucius ya había notado con anterioridad que los gritos, el olor a sangre o simplemente la mirada de terror de algún prisionero hacian que el Señor Oscuro pudiera pensar mejor sobre los temas importantes - Lucius, quiero que le propongas a Severus un trato – dijo esta vez con una media sonrisa secreta que hizo estremecer por dentro al rubio – Le dejaré quedarse con Zabini – dijo acentuando la sonrisa – a cambio de que convierta a tu hijo en un Maestro de Pociones.
- ¿Mi Señor? – por una vez, Lucius demostró estar sorprendido.
- Me he quedado sin Maestro de Pociones, y sé que tu Draco es bueno en esa materia. Quiero que sea mi nuevo experto. Una vez que aprenda todo lo que pueda de Snape que lo envenene. Algo que no despierte sospechas. Algo lento e indetectable y a ser posible extremadamente doloroso – sonrió con regocijo – . Así, Zabini volverá a ser mío – se levantó de nuevo de su trono con aspecto animado e hizo una seña el resto de los mortífagos para que saliesen de la sala - Y ahora, te dejaré tener una conversación con los señores Raleigh y Danton. Seguro que tenéis mucho de qué hablar – comentó, tomando el camino hacia sus habitaciones privadas.
Anthony, en su silla, tembló incontroladamente al ver la mirada imperturbable de Malfoy sobre él y deseó que todo terminase rápido o al menos que Lucius no se supiese esa horrible canción. No creyó soportar escucharla una vez más sin volverse loco.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Había estado gritando por espacio de casi una hora. Skye sollozaba incontroladamente mientras sujetaba la cabeza de Harry contra su regazo y le acariciaba el pelo con los dedos. Nunca había visto algo así y estaba verdaderamente asustada. Había intentado pedir ayuda, pero Harry no le soltaba la mano que aún tenía prisionera entre sus dedos y el cuarto estaba insonorizado, así que por mucho que gritase nadie podría oírla.
Había una densa presencia de magia alrededor del chico, y Skye no había sido capaz de hacer hechizo alguno ni con su varita ni con la de Harry. Parecía como si él estuviera absorviendo su energía mágica, tal vez para poder recuperarse de esa especie de trance en el que se había sumido.
Habia estado temblando, sudando y retorciéndose contra el colchón por tanto tiempo que Skye creyó que estaba agonizando. Estaba verdaderamente asustada, así que cuando Harry dejó de gritar finalmente y su respiración se apaciguó tanto que casi no se percibía, pensó que finalmente había muerto y se puso a gritar ella también. Después, calmándose, logró encontrale el pulso y se dedicó a llorar en silencio, sacudida por espasmos y atragantándose con su propia respiración.
Cuando Harry abrió sus verdes ojos para fijarlos en los asutados de ella, Skye le abrazó con todas sus fuerzas y plantó un apasionado beso en los labios resecos del chico, que se sorprendió con su gesto.
- ¿Skye? ¿Qué ha pasado? – preguntó con voz ronca, dándose cuenta por la comezón en la cicatriz de lo que debía de haber ocurrido. Levantó una mano para frotarse la zona de la frente y la descubrió entrelazada con los dedos de la morena. La chica no logró pronunciar palabra y Harry no necesitó ninguna explicación -. Te has asustado, ¿verdad? No te preocupes, esto es habitual cuando Voldemort se encuentra de un humor extraño – se incorporó casi a regañadientes, porque realmente estaba muy cómodo apoyado en el regazo de la chica, y la miró de nuevo a los ojos. Se dio cuenta de las lágrimas frescas en sus mejillas y las tocó, dubitativo – Skye, estoy bien, no pasa nada, en serio.
Ella, al parecer sin creerle demasiado, se abrazó a él para llorar en su hombro, rodeándole con sus brazos y temblando contra su cuerpo. Harry le devolvió el abrazo desconcertado. Le acarició la espalda tranquilizadoramente y su mano traidora se enredó en los mechones negros del pelo de la chica. Poco a poco ella se fue relajando y se separó de él abochornada.
- Siento haberme puesto así – dijo entre hipidos -. Creí que te estabas muriendo o algo.
- No pasa nada – murmuró Harry, que se sentía un poco azorado porque Skye vestía un provocativo y ajustado camisón que realzaba sus atributos y le había conmovido verla tan preocupada por él.
Siguió un incómodo silencio que ninguno de los dos supo cómo romper. Se dedicaban miradas disimuladas de reojo, como evaluando de distinta manera al otro y sin atreverse a pronunciar una palabra.
- Bueno, será mejor que baje, estarán preocupados – logró murmurar Harry después de un rato, levantándose de la cama un tanto nervioso.
- Sí, mejor así – dijo Skye y de alguna manera Harry creyó que no se referían a lo mismo. La miró escrutadoramente, percatándose de que la chica rehuía su mirada.
- ¿Estás bien? – preguntó preocupado. Ella asintió sonriendo nerviosamente y Harry no pudo resistir el impulso de acercarse un poco a ella y posar la mano en su hombro cubierto a medias por la seda verde de su bata – ¿En serio estás bien?
Skye levantó sus ojos medianoche y los clavó en los de Harry, enredándose sus miradas en un minuto interminable.
- Será mejor que te marches – murmuró enrojeciendo ligeramente. Harry asintió y se separó de ella encaminándose con decisión hacia la puerta.
- Ya sabes, si me necesitas... – dijo al volverse a mirarla, sin llegar a terminar la frase. La sonrisa sincera de Skye fue lo último que vio antes de cerrar la puerta.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Ha llegado el momento de hablar de Pansy Parkinson.
Pansy no nació siendo bonita. Tampoco, al crecer, dio esperanzas nunca de llegar a ser una de esas refinadas bellezas que todo el mundo esperaría en una familia como la suya. Pero no salió a su madre, sino más bien a su padre, del que heredó la mandíbula fuerte que le dio durante mucho tiempo la apariencia de un buldog y su cabello seco, de aspecto estropeado que trató de ocultar con trenzas y recogidos variados.
Lo que sí pudo llegar a obtener de parte de su madre fue su voz. Una horrible voz de niña malcriada y obtusa que la hizo arrastrar esa imagen aún estando en Hogwarts. Tuvo la suerte de que ninguna de sus compañeras de habitación en Slytherin fuera mejor que ella.
Millicent Bulstrode tenía una constitución corpulenta, el cabello oscuro y pinta de estar de un malhumor contínuo. Morag McDougal era demasiado aficionada al chocolate como para tener una figura decente, no se podía distinguir su cintura de sus caderas. Rose Knight fue demasiado vulgar durante mucho tiempo para tenerla en cuenta, demasiado parecida a una escoba con uniforme para que nadie se fijase en ella. Azura Moon nunca hablaba con nadie e insistía en taparse el rostro con su cabello, esconderse en los rincones más alejados para hacer sus deberes y llevar ropas que cubrían prácticamente toda su piel. Al parecer tenía algún tipo de problema psicológico. Pansy podría jurar que nunca había oído su voz pues la chica solo hablaba con Verena Walker, una cría con aspecto enfermizo, a la que se le notaban todas las venas por ser de piel demasiado fina y blanca, más incluso que la de Draco y que parecía haberse detenido en su proceso de crecimiento, eso o que estaba al menos dos cursos adelantada.
La última del grupo, que podía opacar un poco la bonita figura de Pansy, era Míriam Archer. Tampoco tenía un rostro armonioso, pero no tenía las facciones tan duras como Pansy y tenía un pelo bastante bonito, castaño rojizo, con rizos bien definidos y muy brillante. Era bastante agraciada en general, y lo único que tenía en contra era que sus estudios no eran precisamente su prioridad y que su familia no tenía tanto renombre como la de los Parkinson. Aún así Pansy la eligió como su amiga más cercana y se dedicaron a hacerlo todo juntas; los deberes (que Míriam dejaba a medias la mayoría de las veces por su falta de concentración en algo que no fueran los chicos), insultar a los Gryffindor (sus mayores rivales eran Lavender Brown y Parvati Patil, porque eran bastante monas), ir de compras (aunque se aconsejaban mal a mala intención la una a la otra para que su "mejor amiga" no destacase) y hablar sobre chicos.
No era ningún secreto que Pansy iba detrás de Draco desde primer curso. Nada más verlo bajo el sombrero seleccionador y oír su nombre Pansy supo que lo quería para ella. Los Malfoy siempre habían sido una de las familias más poderosas y respetadas y a ella se le había inculcado que debería desposarse con alguien digno de su apellido. Draco era un chiquillo muy guapo de por sí, pero lo que la convenció de intentar "cortejarle" fue su padre. No el dinero o la posición social que pudiera tener Lucius Malfoy, sino más bien su propio porte. Pansy lo había visto varias veces en casa de sus padres y pudo deducir que era un hombre muy atractivo, con ese no-se-qué que hacía que todo el mundo se volviese a mirarlo dos veces. Pansy sabía que Draco se podía convertir en un hombre igual y lo quiso para sí.
Míriam, como buena amiga, se malmetió en sus planes. Pansy sabía muy bien que su relación de amistad se reducía a un tira y afloja de popularidad entre ellas, por eso cuando consiguió que Draco le prestase su atención a ella en lugar de Míriam se alegró malvada y secretamente de los evidentes celos de su amiga. Pansy era más apta para una conversación decente, una vez superada la sorpresa de su odiosa voz de niña vacía, pero Míriam no tenía mucho que ofrecer en ese aspecto y por ello Draco se dedicó a ignorarla por completo. Por supuesto, Míriam se empeñó en ligarse a Blaise Zabini, otro apellido respetable, y Pansy se estaba divirtiendo demasiado viendo sus frustrados intentos de conquista para decirle que Blaise tenía puesto su interés en los chicos.
Sus intentos de enterrarse la una a la otra vieron un alto el fuego cuando se dieron cuenta del evidente cambio que estaba sufriendo Rose Knight. De repente la chica había dejado de ser sosa y poco interesante y atraía el interés de los chicos, tal y como habían hecho sus hermanas con anterioridad. Pansy y Míriam decidieron que no podían permitirlo. Tras exhaustivas investigaciones en la biblioteca (investigaciones que Hermone Granger hubiera envidiado) Pansy encontró una solución muy prometedora. Era una poción de belleza, ideal para ellas dos. Los ingredientes no eran difíciles de conseguir, al menos no si una tenía las agallas de saquear el armario de Snape, y Pansy no las tenía. En menos de una semana la tuvieron realizada y la embotellaron cuidadosamente para su regular consumo.
Dio bastante resultado. La mandíbula cuadrada de Pansy se fue difuminando entre toma y toma, sus rasgos se hicieron más agraciados y su figura más estilizada. Hasta su voz cambió imperceptiblemente al principio, pero ya no sonaba tan estúpida como antes. Su pelo se volvió sedoso y manejable y pudo lucirlo suelto, tal y como hacia su amiga. Míriam también acusó el efecto de la milagrosa poción, aunque su cambio no fue tan notable como el de Pansy. El caso es que como fue una evolución progresiva, todo el mundo lo tomó como los efectos de la adolescencia en lugar de una poción ilegal y peligrosa. Cuando a Míriam se le acabó la poción dejó de consumirla, satisfecha con los resultados y convencida de que su amiga haría lo mismo. Pansy la elaboró de nuevo en secreto y continuó tomándola durante un cierto tiempo más, y eso fue lo que le causó un cambio que no habría deseado.
No contó con que el consumo continuado de ciertos ingredientes peligrosos fuera a surtir un cambio en su mente. La hizo más rápida para pensar, más eficaz a la hora de memorizar, pero también más sensible a ciertas cosas.
Cuando se dio cuenta de ello se asustó y suspendió el consumo, pero el daño ya estaba hecho. No se atrevió a contárselo a nadie, mortificada por su propia estupidez. Acusada por el síndrome de abstinencia se vio obligada a guardar cama por un tiempo, sin que la enfermera pudiese encontrar causa alguna para su estado.
En tercer curso Pansy había elegido como asignatura optativa Adivinación porque era algo sencillo que no la cargaría de deberes complicados y no le apetecía para nada aprender Aritmancia como Draco y los demás. Ella y Míriam asistían a clases para reírse de la profesora, que era demasiado exagerada para resultar convincente y como todo Hogwarts se inventaban los deberes con las cosas más catastróficas que podían ocurrírseles.
Sin embargo, cuando empezó a tener las visiones resolvió tomarse en serio esa clase. Si bien Trelawney era un completo fraude, las cosas que enseñaba podrían serle de ayuda. Nunca pensó que podría convertirse en una vidente, augura, sensitiva, profeta o como quiera que se le llamase y las primeras veces que tuvo una visión se asustó hasta el punto de tener un ataque de histeria. Ahora podía controlarlo. Seguía sin gustarle su nuevo poder de adivinación pero ya no se asustaba de él, o al menos no tanto como antes.
Así que al tomar en sus manos el Profeta de esa mañana y recibir el impacto de la visión, conservó la calma tanto como pudo. Respiró profundamente y tratando de controlar el temblor de sus manos se levantó dignamente de su asiento, periódico en mano, para salir con naturalidad por la puerta. Una vez fuera del Gran Comedor se apoyó en la pared con el corazón galopándole a mil y preguntándose qué podía hacer.
Porque acababa de ver como Lucius Malfoy asesinaba a Amina Zabini.
Bueno, bueno, bueno, pues esto es todo por hoy, aunque se tercian unas cuantas explicaciones.
- La canción que canta Voldie, como ya habréis adivinado, es "I'm singing in the rain", cantada por Gene Kelly en "Cantando Bajo la Lluvia" y es la cancioncilla que utiliza de banda sonora el tierno Alex de "La Naranja Mecánica" para apalear un poco a un buen señor. Para lor "frikis" dejaré la canción entera:
-----------------------
I'm singing in the rain
Just singing in the rain
What a glorious feeling
I'm happy again
I'm laughing at clouds
So dark up above
'Cause the sun's in my heart
And I'm ready for love
Let the stormy clouds chase
Everyone from the place
Come on with the rain
I've a smile on my face
I'll walk down the lane
With a happy refrain
'Cause I'm singing
Just singing in the rain.
-------------------
- Que haya metido tantos nombres como compañeras de cuarto de Pansy tiene su explicación (aunque deberían haber sido más pero no me apetecía seguir) Cada vez que Harry y los Grys van a alguna clase con los Slys se dice que hay o "veinte calderos" o "veinte escobas" esperando para la clase. Bien, Gryffindors hay 8, Harry, Ron, Neville, Seamus, Dean, Hermoine, Parvati y Lavender, a menos que Rowling no nos haya hablado nunca de alguna compañera adicional de cuarto de las chicas. Como Slytherins tenemos a Draco, Blaise, Crabbe y Goyle (y aquí utilizaré la siempre recurrida excusa de que Nott compartía cuarto con ellos pero fue trasladado a Durmstang en cierto curso) Así que necesitaba a más chicas para completar el número. Como casi nunca se habla de las Slys eso ha sido bastante sencillo añadir nombres y más nombres.
- Se ha insinuado en cierta parte del capítulo que Malcom Zabini (el papá de Blaise que lo odiaba por ser gay) tenía una aventurilla con Anthony Raleigh. No lo habéis entendido mal ni es ningún tipo de fallo. Así nos damos cuenta de lo hipócrita que era el buen Malcom al odiar a su hijo por tener sus mismas debilidades.
- Ah, y reprimid el instinto asesino por aquella escenida Skye/Harry. Aún no tengo muy claro si voy a hacer algo al respecto, pero quería ver cómo quedaban juntos esos dos.
Bueno, el resto de cosillas no las voy a comentar, pero en este capítulo, aunque no lo parezca, ocurren y se mencionan cosas importantes para el futuro.
Tendría mas cosas que decir, pero no quiero ni hablar de política ni ponerme demasiado seria porque esto no lo escribo para recordaros los problemas del mundo ni nada de eso.
Mejor os recuerdo cosas absurdas e intranscendentes como que a finales de este mes (esperemos) saldrá a la venta Gravitation en Spanish (al menos eso he podido leer por ahí ^.^) y que el dia 4 de Abril esta historia cumplirá un año (¡parece mentira!)
Bueno, eso es todo.
Besitos mil para todos, cuidáos.
