Hola a todo el mundooooooo!!!!!
Siiii, sigo por aquí, pero por poquito, eh? Porque el trabajo se ha convertido en una nueva forma de amargarme la vida!!!! Sip, primero me cambian de trabajo después de hacer un laaaargo cursillo que hice con "todas mis ganas" porque además de ser obligatorio era gratuíto (que sí, que sí, que encima que me obligan los cabrones ni me pagan) Todo para cambiarme de puesto, de turno y de compañeros. La suerte es que me ha tocado con una gente muy maja (a todos les han jodido como a mí, no he sido la única en tener ese privilegio), pero para colmo de males el horario es turno partido y me paso unas doce horitas fuera de mi casita porque no me da tiempo de venir a comer, hora de ida, hora de vuelta, ocho horas de trabajo y dos de descanso para comer. Total: soy una desconocida en mi casa. Así que en los pocos ratillos que me han quedado ganas para escribir me han salido cosas muy raritas que he deshechado de publicar porque me parecía un poco fuera de mi carácter. Vamos, demasiado gore para mi gusto, no sé si me entendéis, se supone que esto es una historia relajadita y creo que la sangre salpicaba demasiado las paredes para que fuera conveniente publicarla tal y como estaba.
Menos mal que algo me subió el ánimo y me quitó la "mini depresión" en la que estaba cayendo, y no fue otra cosa que una canción. Que sí, que sí, en serio, cosas como esas me pasan contínuamente. Concretamente esta vez ha sido la nueva canción de Fangoria "Retorciendo palabras". No he parado de escucharla una y otra vez y eso ha conseguido que me animase. Es curioso ver como los pequeños placeres (como el helado de caramelo, hummmmm) hacen que tu vida sea un poco más alegre. También ayudó el hecho de que por fin me compré el primer tomo de Gravitation, viera Troya (ahora me gusta muchíiiisimo Brad Pitt, o mejor dicho, sus nuevos músculos!!!) me comprase ropita de verano (enseñar carne anima casi tanto como ver carne ) y empezase a tontear con un chaval (no es nada serio, pero tontear también sube el ánimo). Bueno, por todo esto me decidí a "remodelar" el capítulo y suavizarlo bastante, aunque hay una escena que por mucho que la toco me sigue pareciendo un poco oscura. La dejé así ya por aburrimiento, y también porque casi me echasteis la bronca cuando dije que había quitado es descuartizamiento de Zabini, pero claro, vosotros aún no sabías que era Malcom Zabini de quien hablaba y solo querías sangre. Pues aquí tenéis una poquilla, he quitado las partes más fuertes y no tengo ninguna intención de ponerlas, de echo las he borrado, aunque aún me queda algo para el capítulo siguiente que tengo que decidir qué hacer con ello. Esperaré hasta ver las reacciones a esta escena para decidir sobre aquella.
Bueno, que ya no me enrollo más, siento haber tardado tantísimo y no sabéis como os agradezco que sigáis siendo fieles a esta historia que parece que no va a terminar nunca, a mis serias paradas a la hora de actualizar, a que no contesteste vuestros reviews cuando toca, a que cambie el tono de la historia cuando mi ánimo lo requiere, a que siga sin pasar nada digno de mención, a que me meta a saco con Harry, a que haga sufrir a Blaise y a que todavía no llegue el famoso trío por el que no paráis de preguntarme.
De verdad que os agradezco muchísimo que no me hayáis echado aún a patadas de la página y tengáis el ánimo suficiente para seguir dejándome reviews a pesar de que no me los merezco. Ojalá pudiera actualizar tanto como lo merece vuestra paciencia y que los capítulos fueran, al menos, pasables, pero las circunstancias no me son propicias y mi talento es mas bien escaso, tirando a nulo, así que habrá que conformarse por el momento. Intentaré compensaros, de verdad.
Bueno, que me pongo sentimentalona y no son horas. Desearía tener algo mejor que ofreceros, siento que habéis esperado demasiado solo para esto, pero ya no puedo hacer nada más.
Muchas gracias.
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VACACIONES DE NAVIDAD
Cap. 42
Dumbledore salió de la chimenea sacudiéndose la túnica con una amplia sonrisa en el rostro. Se sentó tras su escritorio y cruzó los largos dedos sobre su regazo a la espera de que llegasen los otros. Severus Snape no se hizo esperar demasiado, saliendo de las llamas con paso majestuoso y rostro inexpresivo, aunque casi se podía apreciar un leve sonrojo en sus mejillas. Se sacudió sus ropajes con aire ausente en espera de la llegada de su prometida. Meriel Mcallister se limpiaba las cenizas de la túnica incluso antes de salir de la chimenea, con una sonrisita presumida adornando sus labios.
- ¿Quién tiene los papeles? – preguntó el director señalando la tetera sobre su mesa con un gesto elocuente.
Por toda respuesta, Meriel sacó de entre sus ropas el sobre con los papeles necesarios para un matrimonio, aceptando gustosa una taza de té.
Severus se dejó caer en una de las sillas con aire exasperado, aunque todos en la estancia sabían que era fingido.
- Bien, así que solo queda que se lo digáis a Skye y poner una fecha para la boda – dijo Dumbledore sonriendo contento. Meriel asintió sin palabras mirando de soslayo a su prometido. Severus solo hizo un gesto enfurruñado.
- Por favor, contén tu efusividad por un momento, ¿quieres? – bromeó la mujer divertida. Conocía a ese hombre lo suficiente para saber que no le desagradaba tanto la perspectiva de una boda como quería hacer creer – Espero que Skye me ayude a prepararlo todo, no creo poder encargarme yo sola de todos los preparativos – le confió al anciano. Snape se volvió hacia ella intrigado.
- ¿Preparativos?
- Pues claro, Sev, hay que reservar la iglesia, mandar las invitaciones, encargar el vestido,organizar el banquete... – enumeró Meriel alzando un dedo por cada detalle -. Tú me ayudarás, ¿verdad?
Snape alzó una ceja como queriendo decir "estoy por encima de esas trivialidades". Meriel lo miró fastidiada por un momento y después fingió considerar algo muy seriamente.
- Aunque pensándolo bien, podríamos organizarla aquí mismo y así nos ahorraríamos muchas cosas, ya sabes, una ceremonia en el Gran Comedor, con los alumnos de invitados...
- ¿QUÉ? – el bramido del maestro de pociones vino acompañado por un espectacular salto desde su silla hasta plantarse rígidamente frente a su futura esposa - ¿Te has vuelto loca mujer? ¿Piensas que me case delante de todos esos niñatos?
- Oh, ¿entonces tú cómo pensabas hacerlo? – preguntó Meriel con aire inocente. Dumbledore intentó conservar el rostro serio ante el espectáculo.
- En Hogsmeade hay una capilla, allí estará bien – regruñó él.
- ¿Y los invitados? ¿no quieres invitar a tus alumnos? – preguntó ella con aspecto sorprendido.
- Ya me ocupo yo de los invitados – aseguró Snape, pensando que sería mejor cerciorarse de que fueran pocos y allegados. Si dejaba ese asunto en manos de Meriel seguramente medio Hogsmeade estaría invitado.
- ¿Y el banquete? – preguntó ella lenvantándose para encararle – Si por ti fuera lo haríamos en el "Brebaje Ponzoñoso".
- Si el "Buen Auspicio" no está reconstruído para entonces podemos reservar en el "Pequeñas Minucias" si lo prefieres, aunque sinceramente no sé que tienes en contra del "Brebaje".
- Sólo que está lleno de gente de "moral relajada" – apuntó ella poniendo los ojos en blanco. Los asesinos a sueldo y los traficantes no era lo que ella consideraba una buena compañía precisamente.
- ¿Y el "Pequeñas Minucias" está a su altura, Señora Marquesa? – preguntó el hombre entre dientes, pues él era asiduo visitante del "Brebaje". Meriel le miró por encima del hombro e hizo un altanero gesto de conformidad.
- Lo está. ¿Te ocupas tú de las reservas?
- Me ocupo – aceptó Snape, dejándose caer de nuevo en la silla, pensando en que debía acordarse de reservar la capilla, enviar las invitaciones, reservar el restaurante... – Un momento, ¿no ibas a...? – empezó a preguntar, pero su prometida ya se había despedido de ambos y había salido rápidamente de la estancia.
- Vaya, Severus, me has sorprendido – sonrió Dumbledore, haciéndole recordar de repente que aún se encontraba allí -. No pensé que te ofrecieses para organizar los detalles de la boda.
Snape gruñó algo inentendible y se hundió más en la silla, pensando en cómo hacérselas pagar a Meriel por haberlo manipulado de esa forma.
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Se había dejado resbalar hasta un escalón de piedra de la escalera principal, en el vestíbulo. Aún apretaba entre sus manos, convulsamente, el fatídico periódico que le había llevado a presenciar en primera fila el asesinato de la madre de Zabini.
- ¿Pero por qué me tienen que pasar a mí estas cosas? – se preguntó con un dejo de ira en la voz. No había nada que pudiera hacer al respecto. No podía meter en problemas a Lucius Malfoy por decir lo que había visto, no podia hacerle eso a Draco. Claro que tampoco podía dejar que Blaise creyese que su madre se había suicidado, como decía el artículo medio escondido entre un montón de basura que tapaba chapuceramente el atentado contra Hogsmeade. Aunque si revelase lo que sabía debería explicar cómo lo había sabido, y ello la llevaba a incriminarse directamente, dejándola demasiado cerca del asunto de la poción ilegal para su tranquilidad.
- ¿No podía ser una estudiante normal, a la busca y captura de un buen partido como todas las demás? – se quejó con los dientes apretados.
No podía dejar de cabrearle su situación. No pedía ver aquellas cosas, la mayoría de las cuales carecían de sentido para ella. Simplemente con rozar algo su mente se llenaba de imágenes que solía ignorar para su propio bien. A veces veía retazos de cosas que ocurrirían. Al principio no le dio importancia, porque creyó que eran escenas incoherentes lo que veía y lo olvidaba casi al instante, pero poco a poco se dio cuenta de que tenía demasiadas veces la sensación de deja vú como para ser normal. Empezó a fijarse más en lo que se presentaba ante sus ojos en forma de flashes y a recordar algunos pequeños detalles. La mayoría de veces no era nada importante lo que podía predecir, una frase, el movimiento del pelo de alguien que se volvía a hablarle, un gesto... Una vez logró retener en la memoria la pregunta de un examen de Astronomía y se preparó a conciencia para dar una respuesta exacta. Le valió aprobar el examen, pero algo así no se había vuelto a repetir, para su frustración.
Lo que más le sucedía era vez escenas ya ocurridas. Una vez al tocar el tintero de Mírian había visto al dependiente de la tienda envolverlo cuidadosamente junto con otros útiles de escritorio cuando su amiga lo había comprado.
Aunque lo de Lucius no había sido una simple imagen que pudiese olvidar tan fácilmente. Había estado allí, en primera fila, observando cómo Lucius envenenaba la mente de la mujer llorosa que se arodillaba en el suelo, hablándole en un murmullo bajo e insistente. Pansy hasta había podido oir su voz: "Me encargaré personalmente de Blaise si lo haces. No le faltará de nada. Tendrá una vida larga y magnífica, con éxito"
La escena entera, que no podía haber durado más de un segundo tras sus párpados, parecía ser un compendio de varias horas en la vida de los participantes. Pansy podía ahora revivirla palabra por palabra y observarla a su antojo, estudiando los matices de las voces que sólo ella había oído pronunciando esas palabras.
"Será un servidor del Lord", lloriqueaba la mujer en respuesta al imperturbable mortífago, entre hipidos que entrecortaban sus frases, cubriéndose los ojos con las manos.
"Mejor eso que estar muerto. No me des problemas, Amina, o tu hijo lo pagará por ti. Sabes bien lo que puedo llegar a hacerle", el tono amenazante de Lucius resultaba tan suave como una caricia y Pansy se estremeció al oírle.
"Me niego. Prefiero verlo muerto antes que servidor de Lord", declaraba la mujer con una ira impotente, mirando al hombre rubio con rabia apenas contenida. Sonrisa despectiva de Malfoy.
"Estúpida mujer, ¿piensas que lo mataría? El Lord lo quiere vivo y vivo lo tendrá. No le importa mucho si es como servidor o como juguete. Sabes bien lo que puedo hacer con su mente".
Amina debía saberlo porque se estremecía renovando los sollozos, agitándose su melena negra contra sus hombros cuando negaba desesperada con la cabeza. A Pansy se le encogió el corazón al oirla gemir estremecida:
"A Blaise no, por favor"
"Porque hubo un tiempo en que fuimos amigos te ofrezco la oportunidad, Amina. Por otro no llegaría a hacer esto y lo sabes"
Amina lo sabía, y Pansy, que también lo sabía, sollozó al ver reflejados en los ojos de la mujer ese brillo de vana esperanza que la hacía agarrarse con dedos temblorosos a la pernera del pantalón del hombre y suplicarle.
"Lucius... Déjame ir. Deja en paz a mi hijo..." Los ruegos calleron en saco roto porque el rubio la miraba con frialdad, incorporándose y empezando a ajustarse unos largos guantes blancos en sus manos de dedos aristocráticos. Eso debía significar algo malo, porque la mujer lloraba ahora con más desesperación. "Lucius..."
"Vas a acabar haciéndolo, Amina, solo que me obligas a hacerte daño primero. ¿Estás contenta?" El tono del hombre era de furia. Era evidente que le desagradaba su cometido, pero pensaba cumplirlo de todas las maneras.
Y empezó la violencia. Lo primero que hizo fue coger a la mujer por el cuello y lanzarla contra un gran espejo de cristal, que se hizo añicos cuando Amina lo golpeó con la frente. Pansy saltó en su asiento de piedra como si el golpe hubiera sido para ella. Amina se hizo numerosos cortes que empezaron a trazar lineas rojas de sangre por su rostro mientras ella se llevaba la mano a la herida desconcertada. Se intentó poner de pie, hiriéndose las palmas de las manos contra los cristales del suelo y mirando a Lucius con súplica.
Él no tuvo compasión por su mirada susurrando un hechizo que hizo que la punta de su varita se pusiera al rojo vivo.
"Lucius...", sollozó ella. Pero el hombre la cogió del pelo, tirando de él dolorosamente para hacerla poner en pie. Lucius la obligó a echar la cabeza hacia atrás, haciendo que su espalda se combase en un ángulo incómodo y acercó la punta ardiente de la varita a su escote.
"Esto dolerá" prometió con el ceño fruncido.
Amina le dio la razón con un grito agudo cuando su piel se quemó por el contacto. El olor a carne quemada invadió las fosas nasales de ambos, haciendo que la mujer sollozase histéricamente.
Pansy estaba impresionada y asqueada. Nunca había oído hablar de un hechizo semejante y las ganas de vomitar acudieron a ella porque la imagen era tan vívida que también podía sentir el olor a piel que empezaba a invadir el cuarto.
"¡No lo entiendo!, ¿para qué quieres que me suicide por voluntad propia si puedes matarme en un segundo?", inquirió la mujer intentando encontrar una respuesta en esos fríos ojos grises. Lucius pudo haber sonreído por la pregunta, pues Amina había convivido el tiempo suficiente con un mortífago para saber su manera de actuar. Hasta Pansy encontró absurdo que inquiriera sobre ello, lo atribuyó a que estaba demasiado ofuscada por la situación actual para pensar con claridad.
"Por Blaise, claro está" contestó como si fuese lo más lógico del mundo "Necesitará mucho apoyo cuando sepa que ha perdido a sus dos padres, ¿no crees? Sobre todo si tú le has abandonado cuando más te necesitaba"
"Y tú le darás ese apoyo" adivinó ella ahogando un sollozo.
"Por supuesto, estaré ahí para él, te lo prometo. Le consolaré, seré como un padre para él de la manera en la que Malcom nunca lo fue"
"Y querrá seguir tus pasos", susurró desesperada. No hizo falta que Lucius dijese nada, porque era suficientemente obvio para ella, tanto como lo era para la Slytherin.
Blaise habia sido tratado tan mal por su padre que nunca había considerado la idea de seguir su ejemplo y convertirse en mortífago. No tenía ninguna razón para serlo si solo se trataba de contentar a un hombre que no toleraba su presencia. Pansy sabía que Amina había influído en él lo suficiente como para que sus prejuicios contra los muggles y sangre sucia no se extendieran hasta la exterminación de éstos. Si bien a Blaise seguían sin gustarle, al menos toleraba su existencia... siempre que se encontrasen lejos, por supuesto.
Lucius se había portado bien con él desde que el chico tenía memoria, y aunque Amina albergaba la esperanza que de su hijo no fuera lo suficientemente influenciable para dejarse convercer por el hombre de unirse a los mortífagos también estaba Draco, el hijo de Lucius. Era el mejor amigo de Blaise y creía en la limpieza de sangre tanto como decía creer su padre. Amina sabía que todos esos años compartiendo juntos cuarto en Hogwarts no podían traer nada bueno, seguro que Draco se había dedicado a envenenar a su hijo con propaganda anti-muggle mucho más efectiva que los golpes de Malcom.
"¡Mátame y acaba de una vez!" demandó furiosa. No pensaba ceder ante él ni tampoco ante las náuseas que le causaban sus acciones. Lucius quemó sus mejillas con la varita, primero una y luego la otra, logrando así que sus própias lágrimas le resultasen insoportables al pasar sobre la piel dañada, haciendo que temiese perder el conocimiento a causa del dolor. Pansy se tapó la boca con ambas manos, notando sus propias lágrimas deslizarse sobre sus dedos engarfiados, sintiendo que no podría soportar aquello mucho tiempo más pero sin poder sacar de su mente esta persistente visión que parecía empeñada en enseñarle todos los detalles de una escena que nunca había pedido presenciar.
"Querida, no voy a matarte" susurró Lucius con voz suave, acariciante, "Sabes muy bien que la única manera en la que un suicido es real es... obligar a la víctima a suicidarse" declaró el rubio con un tono profesionar que hizo que su mundo diera vueltas ante sus ojos "Los aurores sabrían enseguida que es un asesinato, y eso no entra en mis planes. Así que hazme caso, querida mía, y mátate de una puta vez que ya me está cansando esta escenita"
"Me... me estás dejando marcas" apuntó ella, demasiado asustada por la amenaza que suponía la varita tan cerca de sus ojos "Nadie nunca creerá que me las hice yo misma"
Se obstinaba en no suicidarse, porque tenía la firme creencia de que su alma se condenaría si lo hacía, a pesar de que eso le estaba acarreando más dolor del que creía soportar. Los dedos ágiles de Lucius separaron el párpado de su ojo derecho casi con amabilidad antes de aplicar la punta de la varita sobre su córnea. Amina se quedó ronca de gritar, suplicando que el dolor terminase de una vez. No sabía qué tipo de hechizo estaba utilizando Malfoy, pero el dolor se expandía por cada una de sus terminaciones nerviosas en oleadas haciéndola tener escalofríos por todo el cuerpo. No llegaba a ser tan terrible como un Cruciatus, según recordaba, pero daban ganas de arrancarse la piel con las uñas para sacar esa sensación de electricidad ardiente recorriendo su interior.
Pansy, viéndola retorcerse de dolor, se alegró inmensamente de no ser émpata porque no podría soportar sentir el dolor que estaba presenciando.
"No importa, he traído un medi-mago que te dejará como nueva" le hizo saber el hombre después de quemarle también el otro ojo. Amina no sabía si lo que ahora corría por sus mejillas heridas eran lágrimas o sangre. "No habá ni una marca", aseguró Lucius, dejando a un lado su varita para proceder a romperle los dedos uno a uno. Cuando iba por el tercero y Amina se agarraba a su rodilla derecha clavándole las uñas, derrumbada en el suelo, casi desmayada por el dolor, dijo aquello que logró convercer a la mujer pese al estado de su mente en esos momentos "Realmente no hace falta que te suicides " dijo pensativamente, acariciándole el dedo índice, como si no se decidiera a darle el mismo tratamiento que a los tres anteriores "Blaise lo pasará peor si te ve en este estado. Hmmm, habría que arreglarte un poco más, para que sea verdaderamente inolvidable para él. Y podemos organizarlo para que parezca un interrogatorio de los Aurores. Su indignación será tanta por como te trataron que suplicará la marca del Señor Oscuro deseando vengarse"
Dicho esto, le rompió el dedo.
"Lo haré", logró decir ella, con la voz rota por los gritos. La escena de su hijo viendo su cadáver "arreglado artísticamente" por Lucius era muchísimo peor que el que el chico pensase que le había abandonado. Tal vez... tal vez Blaise tuviese una oportunidad de salvarse.
"Así me gusta, Amina, buena chica"
Pansy se cubrió la cara con las manos sollozando a la vez que veía en su mente como Amina Zabini, sanada mágicamente, observaba con desesperación un fragmento del espejo roto antes de llevárselo a las muñecas con un suspiro doliente.
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Meriel Mcallister sonreía contenta mientras caminaba por los corredores de Hogwarts de camino al Gran Comedor. Esperaba encontrar allí a su hija para contarle la buena noticia, y de paso relatarle la manera en la que había logrado que el adusto profesor de pociones cargase con el peso de los preparativos de la ceremonia. Se rió por lo bajo al recordar el salto que pegó cuando sugirió celebrarla allí mismo y se lamentó por perderse su cara cuando se diera cuenta de cómo se la había jugado.
Al llegar al Gran Comedor espió desde detrás de un tapiz intentando localizar a Skye, mas allí no parecía estar. Un poco contrariada, pues era la hora de la comida (como les recordaron amablemente los funcionarios del ministerio cuando se presentaron a recoger los papeles que necesitarían para acreditar su boda) se encaminó hacia la zona de Slytherin, esperando que a su hija no se le hubiera ocurrido ir a algún otro lugar.
Se perdió un poco de camino a las mazmorras, hacía demasiado tiempo que no hacía aquel recorrido para recordarlo claramente y algunos de los corredores se asemejaban mucho a otros, sin embargo reconoció la pared falsa de Slytherin en cuanto la tuvo en frente. Al pronunciar la contraseña una sección del muro e deslizó hacia arriba, dejándole ver la fría sala común que ella recordaba de su juventud. Sin embargo, algo no encajaba, y tal vez tenía que ver con el echo de que la Profesora McGonagall estuviera sentada en uno de los sillones, o lo que fallaba puede que fuera la presencia de Remus Lupin y un enorme perro negro acomodado a su lado.
Meriel avanzó lo suficiente para que la pared volviese a su lugar a sus espaldas y recibió de lleno la mirada de todos los presentes. Una sensación helada la recorrió al volver a poner sus ojos sobre el hombre lobo, ignorando deliberadamente al animago.
- ¿Qué demonios haces aquí? – preguntó con tranquilidad.
Lupin pareció incapaz de enfrentar sus ojos, porque se volvió a mirar a Sirius casi mecánicamente.
- ¿No pensabas contármelo? – demandó el animago una vez transformado de nuevo. En su voz se notaban vestigios de una ira a penas controlada. Rodeó los sillones para plantarse frente a ella - ¿Por cuánto tiempo creíste que podrías ocultarlo?
- ¿No crees, Black, que es muy irresponsable de tu parte estar aquí en medio sin disfraz alguno? ¿Acaso quieres volver a Azkaban? – preguntó ella con burla, pasando por su lado con actitud altanera - ¿Y bien? ¿Dónde está?
- Arriba, no quiere ver a nadie – contestó Lupin levantándose también. Ella lo miró con desprecio.
- No pudiste contenerte de contárselo, ¿verdad? – resopló disgustada – Lo cierto es que me sorprende que tardases tanto.
- Él no me dijo nada – volvió a intervenir Sirius acercándose –. Nos encontramos frente a frente, por casualidad.
- Casualidad, ¿eh? – no añadió nada más porque Harry bajó en ese momento las escaleras recibiendo la mirada espectante de todos.
- Bueno, se lo he explicado y parece que lo acepta – dijo dudoso, porque lo cierto era que no sabía muy bien qué era lo que pensaba la chica porque todo había sido interrumpido por Voldemort y sus ganas de dar el espectáculo. Al recordar el comportamiento de Skye y lo que él mismo había sentido después, miró a suelo enrojeciendo ligeramente. Por supuesto, como todo el mundo lo miraba fijamente se dieron cuenta de inmediato.
- Uyyy, ¿has estado haciendo cosas malas, Potter? – preguntó Draco maliciosamente desde su posición al lado de las ventanas, a donde se había retirado a fumar como un desesperado después de su visita al cuarto de baño.
Harry tuvo verdaderas ganas de partirle la cara cuando sintió que sus mejillas enrojecían todavía más. Aún así tuvo la presencia de ánimo suficiente para encarar a Malfoy y espetarle un "¿Qué coño estás diciendo?" bastante convincente.
Pero no se atrevió a mirar a Ginny por si acaso.
- ¡Señor, Potter, ese lenguaje! – se escandalizó McGonagall – Y Señor Malfoy, por enésima vez, ¡apague ese cigarrillo!
Por toda respuesta, Draco dio una calada más profunda y dejo escapar el humo entre una sonrisa de superioridad. Harry agachó aún más la cabeza y murmuró que se iba a cambiar de ropa. McGonagall iba a reprochar algo, quien sabe si contra Draco o contra Harry porque Hermione todavía estaba arriba, pero sus palabras se vieron cortadas por la aparición repentina de la chica saltando los escalones con expresión enfurruñada.
- Harry, que cara traes, ¿no ha ido bien con Skye? – preguntó la chica con curiosidad. Harry regruñó por lo bajo ruborizándose aún más si cabe y subió las escaleras pisando fuerte. Hermione se olvidó de él tan pronto como vio a Draco mirándola y le sonrió con complicidad. Se iba a acercar a él para hacerle un mimo, pero la enervante mirada de su jefa de casa la convenció de lo contrario y acabó sentándose al lado de Ginny.
- Bien, voy a hablar con ella – saltó Sirius recuperándose del shock que le había causado la reacción de su ahijado. Se encaminó alegremente hacia las escaleras, un poco tembloroso aunque decidido a tener una conversación de esas de revelaciones, lloros y actuaciones dramáticas, pero un tironcito de su pelo le hizo detenerse.
Bueno, más que un tironcito fue el intento de Meriel de dejarlo medio calvo, pues se había agarrado a su cabello como una pulga a su perro.
- ¡¿Dónde crees que vas?! – le gritó haciendo gala de su capacidad pulmonar - ¡Es mi hija y hablaré YO con ella!
- ¡Tambien es MI hija! – le gritó Sirius de vuelta, intentando soltarse del agarre.
- ¡No me hagas recordarlo! – siseó Meriel, tirando de él hacia atrás para poder pasar por delante en el camino hacia el cuarto de la adolescente.
- Sirius, es mejor que la dejes a ella primero – intercedió Moony en actitud conciliadora, lo que solo le valió una mirada despectiva de parte de la mujer, que no pensaba agradecerle la ayuda, y una enojada de su amante.
Meriel sin esperar más subió de dos en dos los escalones y buscó la puerta correcta, mirando ligeramente hacia atrás para ver si el animago la había seguido. "Parece que se dejó convencer por su mascotita" pensó indiferente. Llamó con los nudillos a la puerta de Skye y esperó contestación.
La chica, al otro lado de la puerta, estaba ocupada eligiendo la ropa que pensaba ponerse y no se molestó en preguntar quién era. No le interesaba lo más mínimo, tenía asuntos más urgentes que atender, como por ejemplo, ¿falda o pantalones? Se decidió por los pantalones pirata.
- ¿Skye? Soy mamá, ábreme la puerta, por favor, tengo que hablar contigo.
La Slytherin se paralizó un momento al oír la voz de su madre y su primer impulso fue acercarse a la puerta para abrirla, pero con un bufido se volvió hacia su ropa para elegir una camiseta negra que conjuntar con sus negros pantalones.
- ¿Me estás escuchando?
Y encima se pondría esa bonita camisa de raso verde esmeralda que parecía un kimono corto.
- ¿No piensas hablarme?
Como los pantalones eran del tipo pirata decidió conjuntarlos con unas bailarinas negras muy cómodas.
- ¡Skye! ¡Contéstame o echaré la puerta abajo!
"¡Ja! Como si pudiera" pensó la chica, procediendo a hacerse una coleta alta sin siquiera mirarse al espejo, decidiendo que hoy no se pintaría, o si acaso sólo una leve raya negra en el párpado, para verse un poco más oriental.
- ¡¡¡SKYEEEE!!!
Decididamente no tenía ganas de hablar con ella, y mucho menos ahora que parecía estar perdiendo los nervios. "Lo siento, mamá, pero tú tampoco hablaste conmigo" pensó rencorosamente, y se volcó en la ardua tarea de ignorar su nombre gritado desde el otro lado de la puerta.
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- Entonces, ¿nos vas a contar?
Harry miró de soslayo a Blaise mientras se metía la camisa por dentro de los pantalones fingiendo una concentración extrema en la tarea. Ron también esperaba una explicación, visto que se limitaba a mirarle apoyado de brazos cruzados contra una de las columnas de la cama de Blaise. En la otra columna estaba apoyado el propio Slytherin en una postura similar que no resultaba tan intimidante como en el caso del pelirrojo, puede que porque Blaise estaba sonriendo de una manera muy insolente mientras Ron tenía el ceño fruncido.
- No ha pasado nada – murmuró por lo bajo, esperando que el rubor no trepase de nuevo por sus mejillas.
- Venga, no vengas con esas. A ti te ha pasado algo con la pequeña arpía, asi que desembucha – presionó el moreno casi con una carcajada. Ese Gryffindor era tan malo mintiendo...
- ¡Que no ha pasado nada, joder! – soltó Harry exasperado. Al ver la miradita radiante de Blaise y el ceño aún más fruncido de Ron se dio cuenta de que había metido la pata de alguna manera que no lograba comprender.
- Tampoco hace falta ponerse así, ¿eh?
Blaise se separó perezosamente de la columna y se acercó a Harry para hablarle al oído.
- Si lo que quieres es que el pelirrojo no lo oiga...
- Blaise, que no ha pasado nada – reiteró el chico. Los ojos miel del Sly le miraron fijamente durante un minuto y luego alzó una ceja.
- Ah, entiendo.
- ¿Qué? ¿Qué entiendes? – Harry se dio cuenta de que estaba a la defensiva y se molestó consigo mismo. "Pero si no ha pasado nada" se recordó.
- Eso, Zabini, explícate – exigió Ron acercándose a ellos. No parecía estar demasiado contento con la absurda situación.
- Nada, que empieza a gustarte Skye.
Hubo un silencio paralizado en la habitación.
- ¿Qué QUÉ? – estalló Ron fulminando a Harry con la mirada – Tú ya estás con Ginny, así que ¡deja en paz a MI chica!
- Er... No es tu chica, Weasley – apuntó Blaise divertido.
- Para él como si lo fuera.
- Oyes que no, que no me gusta, pero para nada, vamos es que ni siquiera me cae bien – se apresuró a contestar Harry retrocediendo imperceptiblemente, alejándose de su amigo.
- Pero qué mal que mientes, tío – metió cizaña el Slytherin que, por qué no decirlo, se lo estaba pasando en grande. Vamos, que si hubiera tenido palomitas hubiera sido perfecto.
- Harry, no te acerques a Skye.
- No pensaba acercarme – dijo el moreno acaloradamente – Además de que nunca le haría eso a Ginny.
- Más te vale – dijo Ron desconfiadamente – Ya tengo bastante con ese Stan para te me metas tú por medio.
- Pues yo no veo que hagas mucho al respecto, la verdad – dijo Blaise encogiéndose de hombros.
- Y tú a callar, a ver si vas a terminar recibiendo – amenazó el pelirrojo.
- A ver si es verdad – soltó el Sly con un suspirito, haciendo que los otros dos se le quedasen mirando alucinados.
- Anda, ¿es que eres gay? – acertó a preguntar Ron. Blaise a su vez los miró como si hubiesen masticado demasiadas setas alucinógenas.
- ¿Pero es que ahora te enteras?
- ¡Pues sí! ¿Sino por qué crees que me he cambiado delante de ti? – casi gritó Harry.
- Er... ¿por qué eres un exhibicionista? – sigirió con una sonrisita – En serio, Potter, ¿crees que de toda la escuela me iba a fijar precisamente en ti? Tengo mejor gusto que eso (N/A sí, sí, mucho mejor, como se podrá comprobar en la historia de Blaise, jejeje)
- Ahí vas a tener razón – apoyó Ron. Harry lo miró tremendamente ofendido – Oyes, serás el niño-que-vivió y todo eso, pero no es que seas muy espectacular a la vista, ¿sabes?
- Sip, te salvan esos ojazos y esa sexy cicatriz, porque en general resultas un poco birria – dijo muy seriamente Blaise.
- Pues Ginny algo me habrá visto cuando está conmigo – se defendió Harry altaneramente.
- Ohhh, ¿qué te ha visto la Weasley, Potter? ¿Merece la pena de ver? – preguntó Blaise exageradamente emocionado – A ver, enseña.
- Eso, eso, ¿qué ha visto mi hermanita? A ver si después de todo te voy a tener que meter un par de ostias – soltó Ron cabreado.
- Qué sexy que eres cuando te pones en plan agresivo, Weasley – dijo Blaise con un ronroneo. Ron enrojeció hasta las orejas y fulminó al Slytherin con la mirada.
- Pues ¿qué quieres que haya pasado con Ginny? Nada, no la he tocado – se defendió Harry con una actitud ofendida que sirvió para engañar al pelirrojo, aunque el moreno no estaba convencido ni de lejos por sus palabras – La respeto demasiado para eso. Y ella tampoco es de esas chicas, es muy decente y no hemos pasado de un par de besos.
- ¿Me estás hablando en serio, Harry? – preguntó Ron con el ceño fruncido. Siempre le había parecido que Harry era demasiado mojigato en estos asuntos, pero no hasta ese punto, la verdad.
- Completamente en serio. No la he tocado, lo juro – como Ron le seguía mirando seriamente harry se apresuró a agregar con cara de angelito - ¿Cuándo te he mentido yo, Ron, amigo mío?
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- Pues sí, me volvió a pasar – afirmó Ginny en un susurro secreto mirándose las uñas para ocultar el rubor de su rostro –. Ninguna protección ni nada, me siento tan imbécil...
- Es que lo estás – soltó Hermione, dejando bien patente que Draco tenía su buena parte de influencia sobre ella – Y con tu hermano en la cama de al lado... desde luego... lo tuyo sí que tiene delito.
- Es que a Harry le gustó mucho el pijama de Blaise – murmuró la pelirroja abochornada refiriéndose a la camisa de raso que el Slytherin le había dejado para dormir.
- Claro, y a Harry le sienta tan bien ese pijama de snitchs... – ironizó Hermione. Su amiga le envió una mirada rara.
- Creo que deberías dejar de juntarte con tu chico, creo que te está retorciendo la moral – sentenció.
Hermione suspiró fastidiada.
- No, si va a ser que estoy celosa porque tu has tenido sexo salvaje y yo no – dijo con desparpajo, dejando a Ginny más que sorprendida.
La Gryffindor nunca había sido muy dada a hablar sobre esos temas, pero parecía que Draco en un par de días había podido romper sus inhibiciones. Le estaba cambiando el carácter y la pelirroja si preguntaba si sería para mejor porque, por ejemplo, su amiga no se había preocupado ni un solo instante por todas las tareas pendientes que la esperaban. Era bueno que se relajase un poco, ¿pero eso acabaría resintiendose en sus notas? Es decir, Hermione no había tenido muchas excusas para alejarse de los deberes durante años enteros, ahora Draco parecía ser el motivo perfecto para revelarse un poco contra la imagen de la chica perfecta que se había estado forjando durante todo ese tiempo y que había intentado romper ese verano a base de un cambio de imagen que no llevó demasiado lejos. Si bien su manera de vestir se había vuelto más actual y menos recatada y su piercing del ombligo era algo que ninguno de sus amigos hubiera pensado que se atrevería a lucir, en esencia había sido la misma Hermione de siempre, con el mismo amor por la responsabilidad que siempre la había caracterizado.
Ginny solo podía esperar que Draco no la "corrompiera" hasta el extermo de convertirla en una persona diferente. Vamos, que la pelirroja no quería que su amiga de la noche a la mañana se viera como una "Pansy de la vida".
- Tampoco ha sido tan salvaje – reconoció Gin un poco incómoda con el tema – Pero eso me ha recordado el problemita que tenía pendiente y creo que debería hacer algo al respecto. Ya que le contaste a Malfoy lo que queríamos del libro, ¿crees que me lo dejaría para que hiciese esa poción?
Hermione se encogió de hombros mirando a Draco, que se veía bastante fastidiado porque McGonagall se había acercado a bronquearle sobre el mál hábito de fumar. Hermione ya le había visto encender tres cigarros prácticamente con la colilla del anterior solo para fastidiar a la mujer y dejarle bien clarito que seguiría haciendo lo que le viniera en gana por mucho que ella le amenazase con castigos. La jefa de Gryffindor tenía la línea de los labios tan tensa que éstos casi habían desaparecido, demostrando que estaba a un paso de ponerse a lanzarle maldiciones al rubito o hacerle tragar el cenicero conjurado lleno de colillas o incluso tirarse al suelo a hacer una pataleta en toda regla, Hermione no sabía bien por cual de las reacciones optaría la buena mujer.
- Tendrás que preguntárselo a él, porque McGonagall no creo que me deje a mí acercarme. De todas maneras no creo que ponga ninguna pega, incluso puede que se ofrezca a ayudarte con la preparación- contestó Hermione sonriendo ante la cara de "paso total" que su amante lucía ante su jefa de casa, para mayor frustración de ésta. Por mantener su atención fija en la escena no se dio cuenta de la cara de su amiga, que parecía pensar que se había vuelto loca.
- ¿Ayudarme? – preguntó alucinada.
- Claro, le encantan las pociones, ¿recuerdas que lo leímos en su diario? Creo que no perdería la oportunidad de hacer una así.
Ginny, que no confiaba mucho en él por muy noviete de su amiga que se hubiera vuelto, resolvió no dejar que el chico se acercarse a su caldero ni en un millón de años. Con la tirria que todos los Malfoy le tenían a los Weasleys y Draco especialmente a Harry, verlos a él y a Ginny cargando con un bebé fruto de un error sería una gran diversión que no querría perderse. A la chica no le extrañaría nada que malograse la poción a propósito sólo por tener la oportunidad de burlarse en sus narices de por vida.
- Mejor me limito a pedirle el libro – dijo con cautela. Hermione volvió su mirada a ella sonriendo divertida.
- ¿Crees que haría algo a tu poción? – preguntó, consciente de los pensamientos que bullían en esa cabezita pelirroja –. No se atrevería, eres mi amiga.
- ¿Y eso qué?
- Que me vengaría, por supuesto – dijo la castaña con tranquilidad, viendo como Draco le tiraba el humo a la cara a su jefa de casa con el mayor de los descaros. Realmente se estaba pasando un poco, suerte que Lupin estaba por allí cerca para evitar que McGonagall terminase por perder los nervios -. Sabe que soy perfectamente capaz de dejarle impotente de por vida si me hace enojar lo suficiente.
La sonrisa dulce de Hermione hizo que Ginny pensase que el el sombrero seleccionador no había enviado a su amiga a la casa correcta. Estaba convencida de que es sonrisa era de Slytherin.
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Meriel, harta ya de gritarle a una puerta cerrada, se dejó caer sentada en el suelo con la espalda contra la madera sin saber que su hija, al otro lado, había hecho exactamente lo mismo.
- ¿Ni siquiera vas a dejarme explicarte? – preguntó, sintiendo un nudo en la garganta al verse rechazada de ese modo –. Tuve mis razones, Skye. Y realmente, nunca pensé que fuera necesario que conocieses la verdad. Él no sabía de tu existencia y yo no quería que tú sintieses curiosidad y le buscases. No quería que siguieses sus pasos.
Skye cogió la punta de su coleta y mordisqueó nerviosamente su pelo, algo que solía hacer cuando se encontraba indecisa y nerviosa. No estaba preparada para hablar con su madre, no ahora, que sentía tanta rabia hacia ella y sabía que terminaría por recriminarle todo lo que le había estado quemando por dentro en todos sus años de vida. Skye pensaba que lo mejor era tranquilizarse para poder entablar una conversación civilizada más adelante.
Pero si abría la boca para decirse eso a su madre, era consciente de que no serían esas palabras las que saldrían de ella. Empezarían los reproches, justificados o no, y luego los llantos, rabiosos, arrepentidos, furiosos, contenidos... No deseaba pasarse la tarde llorando amargamente, escuchando confesiones que no estaba preparada para oír ni disculpando errores no que no estaba dispuesta a perdonar todavía. No quería eso, no ahora, y el que su madre intentase forzarla a tener esta conversación en este momento la hacía detestarla aún mas de lo que ya lo hacía por haberle ocultado la identidad de su padre por tanto tiempo, por muy buenas razones que hubiera tenido para hacerlo.
Quería gritarle que se marchara, que la dejase en paz, que le permitiese pensar, pero su mandíbula estaba trabada de enojo y coraje, su garganta contraída en un nudo que no deseaba soltar.
- Skye – sollozó Meriel sin poder soportar más ese pesado silencio -. Dame una oportunidad, por favor. Solo hice lo que creí mejor. Si te hice daño, lo siento, no era mi intención. Nunca te dañaría, hija.
A Skye empezaron a picarle los ojos y se sintió estúpida por ello. Se levantó con rapidez de su sitio y corrió hasta el cuarto de baño para encerrarse como si así pudiera sacar de su mente el tono lastimero de su madre. Se miró en el espejo una vez más, odiando la imagen allí reflejada.
- Y ahora, ¿qué se supone que tendría que sentir? – le preguntó a su reflejo, pero éste, que parecía tan perdido como ella, no le respondió.
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Acababa de tener una esclarecedora conversación con Dumbledore que hubiera preferido aplazar para otro momento, pero el anciano había querido saber si los rumores que habían llegado a sus oídos con una rapidez inusitada eran ciertos.
Severus no pudo más que confirmarlo, sintiéndose avergonzado frente al hombre, pues había faltado a su propia palabra de no volver a quitar una vida. Se preguntó, ligeramente preocupado, a quién tenía Dumbledore espiando para él, y si había presenciado cómo había matado a ese chico y a Malcom Zabini en Hogsmeade o sólo lo había supuesto porque únicamente los mortífagos utilizaban ese tipo de maldiciones.
Dumbledore se había mostrado comprensivo... demasiado, a su juicio, pues pudo haber evitado fácilmente esas muertes o, al menos, no haberse ensañado tanto con Zabini, pero el anciano se había limitado a señalar que en una batalla se reaccionaba sin pensar, y Snape había tenido tan arraigado el instinto de supervivencia a toda costa y había utilizado en tantas ocasiones ese tipo de hechizos que no había podido evitar reaccionar de esa manera.
Le había quitado importancia a unos asesinatos que Severus había cometido deliberadamente, solo porque temía por la seguridad de Meriel.
Bien, eso esa algo más con lo que debería lidiar, sería cuestión de sumarlo a su larga lista de pecados que se reprochaba a diario.
Suspiró cansando, sintiendo que necesitaba un largo sueño de varios días. Aunque estaba bastante recuperado de las consecuencias de la batalla y había dormido considerablemente bien con su prometida entre sus brazos, precisaba de otro descanso urgente. Tal vez habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo (N/A en este fic? Imposible!) y soportar ahora la avalancha de un matrimonio relámpago era demasiado para el pobre maestro de pociones.
Se frotó los ojos con los dedos mientras caminaba velozmente por los pasillos de la escuela hasta llegar al vestíbulo.
El bultito que era Pansy casi le pasó desapercibido, acurrucada como estaba contra la barandilla de piedra de la escalera, pero aún así Severus se detuvo mirándola extrañado.
- ¿Señorita Parkinson? Tengo entendido que los alumnos no tienen permiso para recorrer la escuela sin supervisión de un profesor, dadas las circunstancias.
Pansy se tensó cuando reconoció la voz, limpiándose discretamente las lágrimas antes de encarar a su maestro.
- Disculpe, profesor, me sentía un poco mal. Olvidé decírselo a la profesora Sprout, como no estoy acostumbrada a tener vigilancia constante...
- Es por su seguridad, señorita Parkinson. De todas maneras si se siente mal puedo acompañarla a la enfermería – se ofreció Snape, mirando detenidamente a la chica, preocupado por su aspecto demacrado.
- No... no es nada, un pequeño dolor de cabeza... pero ya estoy mejor – se apresuró a contestar viendo que él no parecía creerla. Seguramente se había percatado de que había estado llorando. Se puso en pie con un poco de trabajo, entumecida por haber estado sentada sobre la piedra demasiado tiempo en la misma postura -. Volveré al Gran Comedor para esperar a que los demás terminen de comer.
Se dio la vuelta antes de que Snape pudiera decir nada y desaparecío por la puerta del comedor como un vendaval. Sin duda, prefería enfrentar las preguntas de sus compañeros a las de su profesor. Ni siquiera sabría qué empezar a contarle sobre su estado en esos momentos, y al menos los Slytherins no la obligarían a ir a la enfermería en caso de no quedar convencidos con sus excusas.
Snape vio preocupado cómo la chica le eludía con rapidez y suspiró para sí, pensando que nunca terminaría de entender el comportamiento de las adolescentes (ni de las mujeres en general, ya que estaba). Seguramente estaría así a causa de la pelea con algún novio del que Snape aún no estaba informado, pero como estaba seguro de que no tardaría en llegarle el rumor, como siempre terminaba por ocurrir en Hogwarts, no se preocupó demasido. Sin embargo, algo llamó su atención. El periódico que Pansy había recibido esa mañana se encontraba en el suelo, arrugado, deshechado, pero llamando la atención de Snape con un titular que contaba la muerte de Amina Zabini.
- Mierda – susurró Snape, imaginándose los comentarios que circularían ahora mismo por el Gran Comedor si otro alumno había visto ese artículo. Lo mejor sería encontrar a Blaise él mismo y contárselo a su manera antes de que algún desaprensivo le viniera con el cuento sin que el chico estuviera preparado.
Dobló el periódico con rabia de manera que el artículo quedaba oculto a sus ojos, pero de esta manera podía ver perfectamente otro, mucho más extenso, que parecía explicar el atentado a Hogsmeade como el producto de la iniciativa de un grupo de mortífagos aburridos y borrachos.
Eso ya se lo esperaba, pero no estaba preparado para el siguiente titular con el que se toparon sus ojos como el carbón:
"Harry Potter me salvó la vida en Hogsmeade"
- Oh, mierda, ¿y ahora cómo vamos a explicar qué estuviera allí? – se preguntó el maestro de pociones con rabia en mitad del vacía pasillo de piedra.
