Hooooolaaaaa!

Cuanto tiempo, eh? Lo sé, lo sé, vais a matarme muchiiiiiisimo, pero ya estoy acostumbrada, jajaja.

Vale, en serio, lo siento mucho, pero este capítulo ha sido muy difícil de escribir. Tenía ya 14 páginas de capítulo con "escenita" incluída y el archivo se jodió sin dejarme recuperar nada. Una vez más notas y escenas inéditas se fueron a la basura, aunque eso no me jode, lo que más me jode es tener que volver a escribir algo que ya estaba escrito, y la segunda vez siempre da la impresión de que no queda igual que la primera. Las conversaciones antes tenían más sentido y las escenas eran más coherentes. Eran 14 páginas con escena de sexo y ahora son 19 sin escena, ¿qué bien, eh? Y como no la escenita ahora no me sale. Y lo demás no me gusta. Pero bueno, he decidido publicarlo ya para que los ánimos se calmen un poquito.

Al final de este capítulo (os recuerdo que son 19 páginas en word a letras Times New Roman, 11) se añaden las Tomas Falsas de Vacaciones de Navidad, que son 8 páginas de chorradas varias, recreaciones de varias escenas en particular. Me decidí por las tomas falsas al ver que las parejas propuestas eran demasiado diversas para poder complacer a todo el mundo. Por cierto, si querés una Toma Falsa de alguna escena en particular siempre se puede arreglar.

Pues ale, yo os dejo, que ya tenéis cositas pa leer. Intentaré ver si me vuelve a salir la escenita de sexo que me había quedado monina (¿por qué siempre pensamos que lo que se borra es lo mejor que habíamos hecho?) La suerte es que solo se me jodió ese archivo porque era el único que estaba abierto cuando se cortó la luz en mi casa.

Sin nada más, a leer. No es bueno, pero es largo, jejeje. Gracias por vuestra paciencia, besitos mil!

NOTA: los revs los contestaré otro día que hoy estoy haciendo galletas... que pasa... llamadme maruja si queréis pero bien buenas que me salen!

VACACIONES DE NAVIDAD

Cap. 46

Recordaba una fiesta de Navidad de un año incierto. Debía de tener cuatro o cinco años, porque sí se acordaba de que Draco, un petulante niñito que no levantaba dos palmos del suelo y vestido con un gracioso trajecito de terciopelo gris, le había tirado de las coletas con la intención de hacerla llorar. En lugar de conseguir su objetivo el pequeño Draquito se había encontrado con una furiosa rubita que le mordía una mano y le pegaba patadas en las espinillas con sus delicados zapatitos de charol.

Recordaba a Narcisa Malfoy, sumamente elegante en su vestido de cuentas de cristal azules, llegar airada a la mesa de los niños para ver qué ocurría con tanto escándalo. Draco se refugió en sus brazos dándole a su agresora una mala mirada. A Pansy no le importó lo más mínimo y se dedicó a comer su porción de tarta de nata y fresas a dos carrillos, haciéndole caras a Draco con los mofletes hinchados y los ojos achicados en desdén. Los demás niños aún celebraban la pelea, entusiasmados por el espectáculo y alabando a Pansy por ser la ganadora, armaban tan alboroto que las niñeras apenas y podían controlarlos. Y Draco, quien no soportaba el no ser el centro de atención ni perder en nada, se lanzó sobre ella furioso y la arañó en una mejilla sacándole sangre.

Pansy se puso a llorar a pleno pulmón, haciendo que el anfitrión de la fiesta acudiese a ver qué estaba pasando. Recordaba que Narcisa estaba regañando a Draco por su comportamiento cuando él entró por la puerta. No lo había visto hasta entonces, aunque a Draco ya le había oído hablar cientos de millones de veces de su papá (y eso que lo acababa de conocer esa misma tarde) y lo estupendo que era y que era mejor que los demás padres juntos.

Pansy tuvo que darle la razón al rubito al ver aparecer a ese hombre por la puerta. Lucius Malfoy estaba imponente vestido de negro, con el pelo rubio marfil más largo de lo normal en un hombre, llegándole hasta media espalda, recogido en una cola baja con un lazo de seda. Le habia echado a Draco una mirada retadora logrando que el niño se encogiese más entre los brazos de su madre y luego la había mirado a ella.

Directamente.

Solo a ella, con esos increíbles ojos grises, tan grandes, tan hipnotizantes, que Pansy solo pudo salir de su ensueño cuando él la cogió en brazos y le dijo que llevaría a que la curasen.

Lo siguiente que recordaba Pansy fue que él mismo le curaba los arañazos de su cara, hablando con tranquilidad para que ella no llorase, cosa que no hacía porque no podía dejar de mirarle. Le puso un ungüento en la mejilla, extendiéndolo suavemente con las puntas de sus dedos y se alejó ligeramente para comprobar que la piel absorvía la pomada y los arañazos desaparecían con rapidez.

Le tocó la barbilla con un dedo mientras sonreía con calidez.

Preciosa – dijo, para que ella no se sintiese mal por llevar los restos del ungüento.

Pansy entonces le devolvió la sonrisa, completamente feliz. Estuvo a punto de quejarse cuando Lucius la llevó de vuelta a la mesa de los niños y la abandonó, dejándola sentada de nuevo al lado de un Draco que había sido severamente regañado y que la miraba con cierta rabia.

Una de las niñeras, aleccionada por Narcisa, se encargó de Pansy y volvió a llenarle el plato con dulces, viendo como Draco aún la miraba fijamente con promesas de venganza.

Hay que ver – le dijo a otra niñera, que trataba de limpiar infructuosamente el trajecito de Goyle, que se había manchado de zumo -, qué forma de mirar. No hay duda de que este niño es igualito a su padre.

Pansy miró sorprendida a la niñera y después a Draco, que masticaba lentamente y con evidente furia sin dejar de mirarla intensamente con sus ojos grises. Pansy dudó seriamente que la mujer tuviera razón, pues el niño era un odioso mimado y rencoroso que nunca podría igualar en encanto de su padre. Airada, levantó la barbilla lo más alto que fue capaz y procedió a ignorarle como buenamente pudo, incluso pasando por alto las molestas pataditas de mala leche que el rubito le otorgaba a sus piernas por debajo de la mesa mientras le sonreía de manera falsamente empalagosa.

OOOOOOOOOOOOOOO

Años después, tumbada boca arriba en la cama de su habitación, habiendo rechazado la invitación de las Knight de reunirse con ellas en su cuarto, Pansy meditaba sobre esa escena, ocurrida más de diez años atrás.

Lucius Malfoy le había parecido una especie de angel salvador, preocupándose por curarla él mismo cuando podía haber encargado esa tarea a cualquiera de las niñeras que habían sido contratadas para cuidar a esa horda de chiquillos consentidos que se habían reunido bajo su techo. Pero había sido él. Se había peocupado por sanar la herida de la mejilla de una niña de cinco años.

Se dio la vuelta hacia la izquierda, reposando sobre su costado y emitiendo un suspiro inconsciente.

¿Cómo podía ser posible que se tratase del mismo hombre?

¿Cómo podía haber tenido la sangre fría de torturar sin titubeos a una mujer que conocía desde hacía años?

Pansy tenía ganas de llorar. Hubiera dado cualquier cosa por no haber visto esa escena. Hubiera preferido seguir ignorando la naturaleza de Lucius.

"Pero él es un mortífago" pensó, contiendo a duras penas el grueso nudo formado en su garganta ". Los mortifagos son crueles, matan, torturan, descuartizan... Mi propio padre es mortífago... Y yo... yo seré mortífago..."

Un sollozo repentino la asustó. No había sido consciente de haber llegado a esos extremos en los que hasta su propia voz le resultaba extraña, ajena, como si la que llorase con angustia fuese otra persona y no ella. "¿Ese es el propósito de estas visiones? ¿Demostrarme en lo que puedo llegar a convertirme, en lo que podemos convertirnos todos?"

Siempre había sabido que la causa de los Sangre Limpia conllevaba ciertos sacrificios, pero una cosa era saberlo y otra verlo con sus propios ojos. Asesinos de sus propias gentes... Amina Zabini era sangre limpia, hija de un mortífago, esposa de un mortífago, madre de un futuro mortífago, y había sido empujada a su propia muerte ¿por qué? ¿Para asegurarse la lealtad de su hijo Blaise?. Repugnante.

"¿Realmente quiero estar involucrada con el tipo de gente que hace cosas como esas?" se preguntó desesperada, volviendo nuevamente a recordar aquella Navidad en la que vio a Lucius por primera vez. Sí, después le había visto más veces en su casa, hablando con su padre. Les había visto desde lejos, espiándoles desde detrás de las cortinas, escondida dentro de un armario, atisbando por el ojo de una cerradura... No había vuelto a encontrarse con Lucius cara a cara hasta mucho después. No volvió a ver a Draco hasta que cumplió 11 años y entró en Hogwarts. Por ese entonces ella ya había olvidado a ese niño impertinente que le habia tirado del pelo y arañado con violencia. Y sí, lo cierto es que calló embobada por Draco nada más verle, tan parecido a Lucius, casi sin que hiciera falta que el apellido Malfoy fuese pronunciado. No recordó aquella lejana escena hasta la siguiente Navidad, en la que fue invitada con algunos compañeros de colegio a la Mansión Malfoy a pasar el día. La decoración navideña sin duda ayudó a que rescatase un poco ese recuerdo. El resto fue cosa del mismo Lucius, que se acercó a su mesa durante la merienda para hablar con Draco y saludarles. A Pansy le pareció tan imponente como entonces, a pesar de que esta vez no iba vestido de gala. Hacía seis o siete años que no la veía, pero Lucius reconoció en sus rasgos la identidad de su progenitor y la saludó con cortesía.

Esa misma noche, Pansy estuvo mirándose al espejo, viendo su mandíbula fuerte, su pelo seco y estropajoso, su expresión medio ausente... preguntándose si él recordaría que años atrás había dicho que era preciosa.

Suspiró trémulamente, limpiándose las lágrimas que habían recorrido sus mejillas y mojado su almohada casi sin que se diera cuenta, preguntándose si realmente había sido solo una casualidad el que tuviese esa visión o era una especie de "mensaje personalizado" del destino. Para ella Lucius siempre fue el ideal masculino, por ello se había entregado en cuerpo y alma a Draco, que solo la había aceptado como amiga con gusto al principio, y casi a regañadientes después por sus inevitables celos.

Ahora descubría que ese ideal que se había forjado era tan cruel y sanguinario como cualquiera.

¿Tiene algún sentido todo esto? – preguntó incorporándose para quedar sentada en la cama, la espalda contra el cabecero - ¿Tengo que sacar una lección, una conclusión? ¿Qué maldito sentido tiene que haya recibido esa visión al tocar un puñetero periódico? He tocado cosas de Draco mil veces. Incluso he tocado a Draco otras tantas, y nunca tuve una visión de él, de su casa, de su familia... de su padre. ¿Por qué al tocar un periódico? ¿Acaso era la única manera de hacerme tener esa visión? ¿Pero qué relación tiene? Si hubiera sido un guante... o un objeto de Amina... O incluso si hubiera entrado en esa habitación... – pataleó frustrada el colchón bajo sus pies al no encontrar respuestas -, pero ¿un periódico?

"Ojalá pudiera hablar con alguien que entendiese de esto" pensó desolada ". Pero he escuchado hasta el aburrimiento eso de que no hay videntes auténticos... ¿qué no hay, eh, ¿Y yo que cojones soy? ¡Una idiota, eso soy! Puta poción de los cojones... si al menos en el maltido libro hubieran puesto los posibles efectos secundarios... ¡joder! Seguro que a Míriam no le pasa nada de esto, ¡tenía que ser yo y mi asquerosa mala suerte!" se levantó de la cama para andar furiosa por el cuarto, tentada a romper espejos y destrozar cosas, pero conteniendose porque luego tendría que repararlo todo antes de que entrase alguien a cuestionar sus acciones, y era algo que no le apetecía en absoluto.

"Trelawney ni siquiera es una opción. O no me creería, o peor aún, anunciaría al mundo que he obtenido mis visiones por seguir sus enseñanzas y prefiero tirarme desde la torre de astronomía antes que dejar que eso pase. Además, esa tía no tiene ni idea, no me serviría de ninguna ayuda" Se tiró furiosa de uno de los rizos de su cuidada melena, sintiendo que se acercaba de nuevo peligrosamente a las lágrimas y llegando a la conclusión de que no se lo podía decir a nadie.

"En mi historia familiar no hay registrado un solo caso de poderes precognitivos, todo el mundo se preguntaría por qué de repente yo presento esa facultad y acabarían descubriendo lo de la poción, y eso es algo que tampoco estoy dispuesta a dejar que ocurra. Además de que sería sumamente humillante reconocer que fui lo bastante estúpida y vanidosa para recurrir a una poción ilegal y peligrosa solo para hacerme bonita".

Se paró delante del espejo y se miró críticamente.

"Y vale, en cierta medida lo he logrado, soy más bonita, no espectacular pero al menos lo suficientemente mona para esar satisfecha, y sin embargo, ¿de qué me ha servido? Solo he conseguido que unos cuantos tíos intenten meterme mano, una extraña fama de visita-camas totalmente incierta y unos estúpidos poderes que nunca pedí y que van a volverme loca"

Pansy era totalmente consciente de que sus nuevos dones interesasían mucho al Señor Oscuro y que éste trataría de explotarlos en cuanto se enterase, y no había encontrado ninguna objeción hasta el momento en que agarró el jodido periódico y se dio cuenta de que habría cosas que debería hacer como mortífaga que no estaba segura si podría resistir.

Tal vez se había formado una idea algo romántica de los mortífagos: Caballeros de oscuro que hacían justicia, limpiando el mundo mágico de magos sin categoría que desprestigiaban la sangre, de muggles que odiaban y temían la magia y se habían dedicado por siglos a perseguir y condenar todo aquello que no tenían la capacidad para entender. Los mortífagos buscaban restaurar el equilibrio que debía haber en el mundo, pero ¿a qué precio?

Pansy había presenciado, como casi todo hijo de mortífago, algunas de las sesiones de tortura a muggles que organizaban su padre y sus amigos. Le había parecido horrible, crudo, violento, descarnado, sangriento y repugnante, pero de alguna manera le habían metido en la cabeza que no era algo malo, que era justo y necesario torturar a los muggles porque eran seres inferiores que no merecían la existencia. ¿Pero era también "justo y necesario" hacer lo mismo con los Sangre Limpia? ¿También había que torturarlos y masacrarlos si no compartían sus ideas, incluso si no representaban una resistencia hacia sus planes?

Tal vez los ideales mortífagos había llegado demasiado lejos...

Tal vez estaban ya tan acostumbrados a la sangre que no podía vivir sin ella.

Pansy siempre había tenido gatos. Tres años atrás uno de ellos, su favorito, salió de las propiedades de los Parkinson en busca de aventura y se encontró con algo más grande que él que lo destripó. Pansy lloró durante toda la tarde por su gatito perdido, pensando que no había derecho a que un monstruo sediento de sangre le hiciera algo asi a una criatura desvalida como aquella. No se le había ocurrido pensar hasta aquel entonces que tal vez los muggles y los sangre sucia fueran como aquel gatito, seres más débiles que merecían protección en lugar de exterminio. Fue una idea que la aterrorizó, pues eso significaba que su padre y sus amigos eran como el ser que había destripado a su gato. Pero se esforzó por enviar esos pensamientos al fondo de su mente y sellarlos para siempre. No era bueno que pensase en cosas como esas, no estaba bien.

Y ahora, de nuevo, las pensaba.

Y dudaba de cosas que hasta entonces había tomado como leyes.

¡¿Por qué mi vida es tan asquerosa! – le gritó a la nada.

Y la nada, para no perder la costumbre, no respondió.

OOOOOOOOOOOOOOO

Hermione empujó a Ginny ligeramente en dirección a la señora Pomfrey como intentando hacerla hablar, pero la chica mantenía los labios firmemente apretados. La enfermera las miró perpleja por un momento, suspirando después con molestia.

Venga, niñas, que no tengo todo el día – refunfuñó. Después de todo habían sido ellas las que la habían abordado intentando ser discretas. Había mandado a Draco a la chimenea para informar a McGonagall de que uno de sus Gryffindors tendría que pasar allí la noche. Bueno, en realidad lo había hecho para que dejase de meterse con Potter, porque había que ver la mala baba que se gastaba el rubito. Dumbledore estaba haciendo compañía a Harry y ella debería estar revisando el tobillo del chico, pero las dos Gryffindors le habían asegurado que se trataba de algo urgente.

Verá... – empezó Ginny, y se calló.

Hermione suspiró de una manera que sugería que estaba bastante hartita. Ginny le había contado lo que Draco había dicho sobre la poción y había logrado convencerla de que solo le quedaba tres salidas: pedirle la poción a Snape (no le hacía nada de gracia), esperar a ver si tendría que cargar con un churumbel (con la molesta fertilidad de los Weasley podía ir dándolo por seguro) o recurrir a la enfermera. La única opción lógica, con quince añitos, era la tercera y por eso estaban allí, pero Ginny estaba tan roja como su pelo, no paraba de mirarse los pies y no parecia ser capaz de reunir un poco de valor para exponer su caso.

Necesitamos poción anticonceptiva – dijo la castaña de manera abrupta haciéndola respingar. ¿Para qué andarse con rodeos? Tampoco era cuestión de decir: "verá, es que en la última fiesta ilegal estaba bastante borracha y..."

La enfermera no pareció epecialmente impresionada.

¿Para las dos? – preguntó de manera práctica, volviéndose para rebuscar en el armario de las medicinas.

No, sólo para una – dijo Hermione con soltura.

La enfermera tendió el frasco hacia las dos chicas esperando a ver cuál lo cogía. No se sintió decepcionada cuando fue Ginny la que lo hizo, después de todo Hermione era tramendamente responsable y nunca podría sucederle algo así.

Tendrás que pasar esta noche en la enfermería – dijo con seriedad, lo que hizo que la chica se pusiese blanca -. Es una poción bastante fuerte, así que lo mejor será que te tenga un poco controlada.

Ginny asintió asustada, pensando qué mentira podría contarle a Harry para justificar su presencia en la cama de al lado.

OOOOOOOOOOOOOOO

No tenías que haberte molestado – dijo Snape con los dientes apretados intentando no sonar forzado, algo completamente imposible.

Skye, con una sonrisa deslumbrante, se entretuvo en colocarle graciosamente la bufanda y se alejó para contemplar su obra.

"Oh, Dios, y yo no tengo una cámara", se lamentó Sirius internamente revolcándose por el suelo de la risa que no podía emitir en su forma perruna. Y la mirada homicida de Snape sólo añadía más salsita al espectáculo.

Skye, un par de semanas antes, había reparado en que su querido profesor no tenía unos guantes decentes, así que como regalo de Navidades opto por un "monísimo" conjunto de guantes de piel, bufanda y gorrito de lana con orejeras. La verdad es que práctico era, pero Severus Snape estaba francamente ridículo con el dichoso gorrito, aunque al menos su alumna había tenido la delicadeza de elegirlo en negro.

No se a ti, pero a mí me molesta muchísimo cuando se me enfrían las orejas – dijo la chica con mucha seriedad. Al ver la hosca mirada de su profesor le dio una sonrisita -. Alégrate al menos de que se me ocurriera quitarle el pompón que lo coronaba – repuso acercándose para anudarle el gorrito al mentón con un coqueto lazo.

Skye... Eres consciente de que vas a suspender pociones, ¿verdad? – preguntó Snape con una falsa sonrisa.

Ella le envió una mirada ceñuda.

¡Encima que me preocupo por tus orejas! – dijo ofendida.

Es de agradecer – suspiró Snape deshaciendo el lazo de un tirón -. Pero quiero que sepas que nunca en la vida utilizaré este gorro. Los guantes y la bufanda están bien, abrigan y son discretos, pero ese gorro...

Vale, vale, lo entiendo – dijo ella suspirando resignada. Miró críticamente el gorrito que Snape le tendía -. Lo usaré yo misma.

Con un hechizo hizo una modificación en la lana y se lo puso silvando entretenida.

Snape se pasó una mano por los ojos, suspirando, al ver que ahora el gorrito tenía orejas de gato.

"Si es que en algunas cosas ha salido a su padre..." , pensó el profesor resignadamente echándole una mirada al divertido chucho que parecía mirarle con burla. Snape estrechó los ojos.

Bueno, espera aquí – dijo levantándose con algo de dificultad del asiento -, te traeré tu regalo.

No deberías moverte, mi papi te ha dado una buena paliza – dijo la chica con preocupación siguiendole con la mirada. Snape gruñó agriamente como respuesta abriendo la puerta de su cuarto -. ¿De qué discutísteis?

¿Has hablado con tu madre? – preguntó Severus cautelosamente desde la otra habitación.

Sí – dijo, y se quedó callada un momento, pensando - ¿Así que es por eso? ¿No quiere que os caséis? – preguntó frunciendo el ceño.

Se podría decir que sí – contestó el maestro de pociones vagamente.

Skye se quitó el gorrito de lana jugueteando ausentemente con él entre los dedos. Se mordió el labio inferior.

¿Crees que aún está enamorado de ella? – preguntó a media voz.

Sirius se sintió mal al oír el tono de su hija, pero no sabía muy bien cómo interpretarlo.

Severus volvió a la habitación con una jaula en la mano.

Skye, me temo que tu padre nunca la ha querido – dijo seriamente.

La chica asimiló sus palabras con lentitud.

¿Y por qué estaba con ella? – preguntó algo dolida.

Severus suspiró y le echó una mirada incómoda al perro negro que tenía pinta de estar algo deprimido.

Eso es algo que tendrás que preguntarle a él. En lo que a mí respecta, siempre estuvo loco por ese licántropo.

Skye sonrió ampliamente.

Reconocerás que es muy difícil no enloquecer un poco por él.

Oh, no, ¿tu también? – dijo Snape con una mueca -. ¿Qué tiene Lupin para que os caiga bien a todos?

Venga, que a ti también te cae bien, de lo contrario hubieras dicho "maldito licántropo" – sonrió la chica haciendo que el hombre la fulminase con la mirada.

Por toda respuesta el maestro de pociones levantó la jaula.

Tu regalo – dijo escuetamente, y se dejó arrebatar la jaula bajo el chillido de júbilo de la morena.

La lechuza en el interior pareció algo acojonada por su entusiasta recibimiento. Los ojos azul oscuro de su nueva dueña miraron entre las rejas de la jaula con simpatía.

¡Es preciosa! ¡Si parece un peluche! – dijo encantada lanzándose sobre Snape para plantarle un beso en la mejilla - ¡Gracias, gracias, gracias!

Mnnnmm – contestó él, haciendo como que no le gustaban esos arranques de efusividad y poniendo la jaula sobre la mesa para abrir la portezuela. La lechuza les miró asustada y ellos tuvieron que alejarse un poco para que se atreviese a salir. El animal asomó con cautela la cabeza, sacó el cuerpo y escaló rápidamente y con bastante agilidad hasta lo alto de la jaula, donde extendió las alas para aletear un par de veces buscando acomodar sus plumas.

Era una lechuza esponjosa del color del café con leche, con el pecho blanco, ojazos desconfiados y un tamaño mediano. Su color era más claro que las lechuzas que empleaba la escuela, así que no seria difícil diferenciarla cuando trajera el correo por las mañanas.

Pensé que ya era hora de que tuvieras tu propia lechuza – dijo Snape complacido porque a la chica parecía gustarle su regalo.

Muchísimas gracias. ¿Tiene nombre?

Aún no.

¿Macho o hembra?

Hembra, dijeron en la tienda.

¡Pues la llamaré Arpía!

Sirius, echado bajo una mesa, hizo un sonido que podría muy bien haber sido una risita. En sus tiempos de estudiante él tenía una lechuza macho a la que había llamado "Insufrible". Parecía que tenían un gusto parecido por los nombres.

Entonces... ¿no te molesta que Meriel y yo nos casemos? – preguntó Snape intentando adoptar un aire indiferente.

¿Debería? – preguntó Skye con el mismo tono, aparentando prestar más atención a la lechuza, que intentó picarle un dedo demostrando que su nombre estaba bien ganado.

Snape casi sonrió, tomando esa pregunta como una respuesta favorable. Skye le miró de soslayo y sonrió.

Me alegra mucho que vayas a formar parte de la familia – dijo con sinceridad. Intentó resistir el impulso, pero fue mas fuerte que ella y terminó dándole un efusivo abrazo a su estoico maestro de pociones -. Me alegra mucho.

Snape, olvidando por un momento que Sirius también estaba allí, le delvolvió el abrazo a su futura hijastra.

A mí también – dijo bajito.

Pero Sirius lo escuchó, y sorprendido por la reacción de ambos solo acertó a ponerse algo celoso, depués de todo Skye era su hija, no la de Snape.

Un ratito después Skye se despedía de su profesor con cierta prisa alegando que tenía algo que hacer y se le estaba haciendo tarde. Palmeó ligeramente la cabeza de Sirius, aún convertido en perro.

Adios, Bolita, eres un encanto.

En cuanto se cerró la puerta Sirius volvió a transformarse en mago.

¡Bolita de Nieve! ¿A quien se le ocurre? – rezongó malhumorado. Snape le echó una mirada de indiscutible superioridad y él se vio impelido a darle una mirada de medio lado y rechinar los dientes -. Bueno, vale, tal vez no sea tan malo el que te cases con Meriel – gruñó resignadamente tras un tenso silencio -. Si puedes salvar a ese chico y además proteger a Skye, estará bien – le miró de manera peligrosa –, pero como a mi niña le pase algo me desayunaré tus intestinos, Snape.

Severus bufó despectivamente, pero no dudo ni por un momento de que la advertencia iba totalmente en serio.

OOOOOOOOOOOOOOO

Hermione se sintió muy confundida cuando entró en la sala común de Gryffindor y encontró una lechuza esperándola fuera de la ventana. Se sintio mas confundida todavia cuando vio que el mensaje era de Draco.

Pero si acabamos de separarnos – se dijo abriendo el elegante sobre sellado con lacre y todo.

Se había separado de su rubio después de salir de la enfermería. Se habían despedido con un rápido beso al pie de las escaleras mientras eran custodiados por Dumbledore, que los miraba divertido por su aparente timidez.

El reciente ataque a la escuela había hecho que una nueva norma se instalase durante un tiempo; los estudiantes deberían ser custodiados por un adulto nada más salir de sus salas comunes. A Draco no le había gustado nada la norma, por supuesto, y había protestado airadamente cuando el director propuso acompañarle a él primero a las mazmorras para luego pasar a dejar a Hermione en Gryffindor.

El rubito se habia sentido seriamente ofendido de que se pensase que necesitaba escolta y le había presumido orgullosamente a Dumbledore de que él solito había vencido a un experto mortífago en Hogsmeade. Se arrepintió de inmediato de haberlo dicho, por supuesto, pero el director no parecía tener intenciones de echarle la bronca y castigarle de por vida, antes bien, parecía complacido con la información. Le dejó marchar solo a las mazmorras, pero por lo visto su camino debía haberse desviado hasta la lechucería, vista la carta que tenía Hermione entre sus manos.

¿Una cita? – se preguntó extrañada tras leer las escuetas frases escritas con elegante letra - ¿Me está pidiendo una cita?

Miró el reloj rápidamente.

¡Mierda! Casi no me va a dar tiempo a arreglarme.

Se dirigió con paso vivo a las escaleras, perfilando ya en su mente la ropa que debería ponerse. La formalidad de la carta le hizo suponer que sería una cena seria, nada de devorar hamburguesas sentados en la alfombra y vestidos en vaqueros. Seguramente Draco ni siquiera tendría idea de lo que era una hamburguesa. Y tampoco se lo imaginaba con vaqueros, la verdad. Aunque seguro que le sentaban muy bien (sonrió tontamente) sobre todo con ese culito tan monín que tenía y que...

¡Hermione!

El grito desesperado de Ron hizo que se girase con rapidez en mitad de las escaleras para mirarle.

¿Ron? ¿Qué ocurre?

¡El desastre! – dijo alterado, haciéndole gestos para que bajase - ¡Tengo un gran problema y solo tú puedes ayudarme!

Hermione bajó casi corriendo los pocos escalones que había podido subir.

Ron, me estás asustando, ¿qué pasa? ¿Es grave?

¿Grave? ¡Es peor! – casi gritó con desesperación hundiendo los dedos entre el pelo rojo. La cogió por la muñeca, e ignorando el gemido molesto de la chica tiró de ella hasta su cuarto. Allí Hermione pudo ver montones y montones de ropa esparcidos por el suelo y sobre las camas de los chicos.

¿Qué ha pasado aquí? – preguntó asustada mirándolo todo con ojos como platos - ¿Han registrado el cuarto de nuevo, como en segundo curso? ¿Se han llevado algo?

Ron la miró perplejo.

¿Cómo dices? – miró el interior del cuarto y se sonrojó un poco – Er... no, esto lo he hecho yo.

Ron...

¡Hermione, tengo un gran problema!

Ron...

¡No tengo ni idea de qué puedo ponerme! – casi gritó.

Hermione puso los ojos en blanco.

Ay, Ron... – suspiró.

OOOOOOOOOOOOOOO

A Lucius se le cerraban los ojos.

Sentado cómodamente, con la copa de coñac en la mano y escuchando la aburrida charla de Crabbe y el crepitar de las llamas de fondo, era casi imposible mantenerse razonablemente despierto y menos si el tema no le importaba en absoluto. Es decir, ¿quién podía encontrar interesante el que la esposa de Crabbe hubiera decicido redecorar el salón en tonos ocres? Tal vez a Purcey, cuya esposa decía ejercer de decoradora de interiores, pero que más bien parecía ganarse la vida criticando la decoración de los demás, ganando únicamente el que nadie la invitase más a su casa.

Y yo le dije, "Cariño, ¿no crees que es mejor dejarlo como está?" – contó Crabbe serenamente - a lo que ella me contestó "Amor, no tienes afición por la conjunción de colores, así déjame a mí este asunto si no te molesta y dedícate a tus placeres"

Lucius estuvo a punto de perder sus buenos modales y soltar una tremenda risotada, pues conocía bastante bien las "conversaciones civilizadas" de los Crabbe y sabía que el suceso debía haber sido más parecido a lo siguiente: "¡Vaca estúpida! Tu último intento de mejorar este horror me costó un buen montón de galeones y solo para que quedase peor de lo que estaba, así que si no te gusta ahora cargas con las consecuencias porque sé que la próxima vez harás que me duelan los ojos de entrar en esta habitación", "¡Cerdo asqueroso, si no eres capaz de combinar los calcetines con los zapatos no me eches a mí la culpa, cierra la puta boca y ve a emborracharte con tus patéticos amigos, que yo haré con mi casa lo que me salga del..."... Sí, más o menos debía haber sido así. En realidad sería una anécdota más interesante de escuchar que su sosa versión censurada.

Lucius, ¿te encuentras bien? – preguntó una voz a su lado. El rubio se medio giró de mala gana para enfocar con la mirada el rostro de Rockwell Adams. Éste parecía tan cansado como él, y no era para menos, pues no le veían el pelo desde hacía un buen tiempo, según le había cotilleado Narcisa. Seguramente había estado en alguna misión especial como él mismo. De todas maneras le molestaba que alguien le hiciera una pregunta como esa. Solía sugerir que no tenía buen aspecto, y eso era algo que un Malfoy no podía tolerar. Estuvo tentado de sacar su varita y maldecir a ese estúpido imprudente hasta la saciedad, pero Adams no le caía mal. Y él estaba jodidamente cansado.

¿Tú sabes por qué seguimos aquí? – preguntó con sequedad ignorando a su vez la pregunta anterior.

Rockwell asintió de manera reticente.

La invitada del Nuestro Señor... tiene... er... ciertas aficiones – carraspeó ligeramente, enrojeciendo un poco en el proceso -... y busca alguien con quien compartirlas durante la noche.

Lucius se contuvo de suspirar hastiado. Genial. Como si no tuviera bastante ahora tenía que llegar una vampira ninfómana a la que desafortunadamente parecía gustarle, si podía dejarse llevar por la miradita de que le había echado antes. Sinceramente, esperaba no ser el elegido de esa noche, no estaba como para quedar en buen lugar. Se preguntó de manera ausente donde podría conseguirse más absenta en un plazo corto de tiempo.

Pasó la mirada de manera distraída por el salón, cayendo poco a poco en la cuenta (porque andaba un poco espesito el día de hoy) que si realmente no era el elegido sería una pequeña humillación. ¿Quién podría preferir a alguno de los otros estando él presente? Bueno, no era por vanidad, ¡pero a su lado los demás eran una piltrafa!... De acuerdo, un poco de vanidad también había, ¡pero había que reconocer que él era más atractivo que todos juntos!.

La puerta se abrió, cortando todas las conversaciones. Rokwell se giró hacia ella algo ansioso, mientras Lucius trataba de reprimir un bostezo como buenamente podía. Ni siquiera se enderezó en su asiento. Se limitó a quedarse allí repantingado, con el puño contra la mejilla, la copa de coñac aún a medio beber posada en el brazo del sillón y envuelta con sus largos dedos y las piernas cruzadas de manera indolente.

Era el único que no se había girado hacia la recién llegada. Era el único que no babeó al verla y no se levantó de su asiento apresuradamente. Él se limitaba a tratar de permanecer despierto.

Aún así, y sin sorprender a nadie, Chiara avanzó por la sala mirándo a todos de manera altiva y se detuvo a su lado.

Acompáñame – dijo con simpleza. Pero el tono era de orden, la voz aterciopelada y el gesto de impaciencia.

Lucius la miró brevemente antes de ponerse en pie, acabar de un trago su copa para dejarla sobre la mesa y seguirla a través de la estancia hacia otra puerta, escuchando a sus espaldas los comentarios envidiosos de los que habían esperado ser elegidos y empezaban a marcharse de allí con aire desalentado.

Entró en la habitación encontrándose a primera vista con una gigantesca cama de cuatro postes, ropas rojas y cortinas transparentes. Estaba situada en el centro de la habitación, y era lo único que resaltaba, puesto que el suelo estaba cubierto por una suave y enorme alfombra negra y las ventanas cubiertas por cortinas negras de terciopelo. El papel pintado de las paredes era negro. No habían más muebles.

"Vaya mierda de decoración", pensó parado en la puerta y detallando su entorno, "seguro que la mujer de Purcey disfrutaría un montón en un sitio como este". Después miró la cama detenidamente, recordando la fama que tenía esa mujer con un gesto desdeñoso, "Oh, sí, disfrutaría horrores"

Chiara se sentó en la cama con poca delicadeza.

Ven – ordenó.

Lucius avanzó hacia ella, preguntándose qué se proponía. No se estaba molestando en seducirle y eso le hirió un poco el orgullo. Quedó de pie frente a ella, mirándola con cierta curiosidad pero sin nada de lujuria. Era ciertamente bonita, con piel blanca de alabastro, cabellos negros y rebeldes enmarcando el rostro de barbilla delicada y labios apetecibles. La había deseado en la "Sala de audiencias" pero ahora no le despertaba más que una cierta curiosidad. No le resultaba tan fascinante. Y eso no era raro. Ella no pretendía parecer fascinante.

¿Cómo haces eso? – preguntó.

Ella arqueó una ceja.

¿A qué te refieres?- frunció lo labios pensativa antes de esbozar una sonrisa divertida – Oh, lo de antes – se echó hacia atrás, apoyándose en las palmas de las manos para poder mirarle a la cara –. No pretendo hacer que caigas rendido a mis pies, Lucius. No tengo esas intenciones para ti esta noche. De todas maneras no me servirías de mucho, ¿me equivoco? – preguntó sonriendo juguetonamente.

Lucius se envaró.

Estoy perfecto – dijo con frialdad.

Yo también te encuentro perfecto – dijo Chiara con otra sonrisa descolocadora -. Pero hoy no necesito sexo.

En opinión de Lucius contradiciendo a sus propias palabras, la vampira alargó una mano y la enganchó en el cinturón de sus pantalones. El rubio la miró con una ceja alzada, como poniendo un duda su frase anterior. Y ella, sonriendo de nuevo, tiró de él con más fuerza de la que había esperado para hacerle caer bruscamente sobre su cuerpo. Cogido de improviso, casi no acertó a saber qué había ocurrido cuando de repente habían cambiado las posiciones y ella estaba sobre él.

Relájate – medio ronroneó la mujer, más pendiente de desabrochar su camisa que de él mismo. Lucius estaba tan aturdido que no dijo nada y se limitó a dejarse hacer. Chiara abrió la camisa, dejando al descubierto el pálido torso del mortífago y se relamió los labios en un gesto bastante inquietante.

Dijiste que no necesitabas sexo – medio protestó él de una manera que se le antojó demasiado parecida a la de una virgen en su primera vez.

Esto es mucho mejor que el sexo, Lucius querido – dijo ella acercándose a sus labios, y alejándose de ellos en el último segundo para terminar dejándolos caer en su mandíbula. Lamió delicadamente la piel hasta su oído, mordisqueó levemente el lóbulo y repartió pequeños besos por su cuello. La respiración agitada del rubio pareció complacerla, porque arañó su torso ligeramente con sus largas uñas -. Justo aquí – le pareció a Lucius que decía.

Y justo después, cuando sintió los pequeños colmillos agujerear su piel, tuvo ganas de apartarla de un golpe y salir corriendo. Si no lo hizo fue simplemente por dos razones: era una invitada de su Señor, y estaba empezando a sentir algo extraño.

Media hora después tendido en el centro de la gran cama, pálido, exhausto y medio desangrado pensó en que Chiara tenía razón. Aquello había sido mejor que el sexo. O al menos eso le parecía en ese momento, en el que aún volaba entre las nubes como si hubiera vuelto a beber más Absenta de la que era saludable para nadie...

La vampira, a su lado, sonreía satisfecha mientras le miraba, fijandose al detalle en su vista perdida, su casi sonrisa y su aparente pasividad. Acarició con sus uñas el torso blanco del hombre sin que él se percatase de lo que sucedía y soltó una corta risita. Se sentía embriagada, sin duda producto del coñac que Lucius había bebido, o puede que de algo más. Lo que sabía en ese momento era que ese rubio era la mejor pieza que podría encontrar en ese lugar y tenía toda la intención de convertirlo en su juguete exclusivo.

Verás Lucius – ronroneó acercándose a su oído, logrando que, de manera sorprendente, por no decir milagrosa, los ojos grises lograsen enfocarla y el hombre le prestase toda la atención de la que era capaz en esos momentos -, vamos a estar juntos durante muuucho tiempo.

Lucius sonrió como un niño de cinco años y Chiara sintió el impulso casi animal de hundirle la lengua hasta la garganta.

¿Sabes? Después de todo quizá si que me apetezca sexo – le hizo saber acercándose predadoramente a él. Lucius no protestó. Es más, colaboró de manera entusiasta.

OOOOOOOOOOOOOOO

Cuando llegó a Slytherin encontró a su madre, que aparentemente había estado resgistrado todo su baúl en busca de ropa que le gustase, charlando animadamente con Lupin.

¿Y Sirius? – preguntó extrañada de que no estuviese allí, montando guardia al lado de Remus.

Salió después de tí, ¿no lo has visto? – preguntó el licántropo extrañado, pues aunque Sirius no le había dicho nada, él lo conocía lo suficiente para imaginarse a dónde iba y por lo que sabía Skye había ido también a ver a Snape.

La chica negó con la cabeza distraídamente mientras observaba de reojo a su madre, quien se volvía a hundir en su baúl con curiosidad morbosa.

Ah, ha venido un amigo tuyo a buscarte – dijo Remus, atrayendo se nuevo su atención a él – Creo que se llama Adams, pero no te fíes de mi memoria – dijo con una sonrisa afable. Skye babeó un poquillo ante esa sonrisa antes de procesar lo que le estaba diciendo.

¿Stan? – preguntó extrañada. Luego pensó que era lógico que viniese a buscarla después de haber estado todo el día ilocalizable para él – ¿Dijo qué quería?

Hablar contigo – dijo su madre sacando una prenda entre sus manos y mirándola extrañada -. Parece majo, pero Adams es una familia de mortífagos, por lo que sé – le dio una mirada un tanto retadora, pero Skye la miró de igual manera, dispuesta a discutir si hacía falta, tuviese o no la razón - ¿Qué es esto? – preguntó Meriel alzando la escueta prenda aún sujeta con las puntas de sus dedos.

Un corpiño – dijo Skye tan campante.

Ya lo veo. ¿Qué haces tú con él? Es una prenda un poco...

Bueno, está de moda – dijo Lupin, ante la sorpresa de las dos mujeres - ¿Qué? ¿Es que no leéis la "Cosmos" o qué? (N/A Es una gilipollez, pero como a la revista Cosmopolitan la llamamos "la Cosmo", pues eso, ¿qué queréis? No estoy como para comerme la cabeza, jo)

El caso es que tiene razón – dijo Skye -. Es un simple corpiño, mami. Se pone encima de la túnica para resaltar la cintura y...

Si, ya, la cintura...

Que sí, en serio.

Parece ropa interior.

Mujer, la ropa interior es de raso, no de terciopelo – terció Lupin. Volvió a sentirse observado con perplejidad – La "Cosmos", ya sabéis...

Pues esto queda requisado – dijo Meriel blandiendo el pequeño corpiño con aire ceñudo.

Pero si estás demasiado vaca para que te quede bien – dijo la chica con desparpajo, ganándose una mirada de molestia profunda de parte de su dulce mamá.

Vuelve a repetir eso y desearás no haber nacido – dijo con aire homicida. Se envaró toda -. No me gusta nada que te vayas poniendo estas cosas para andar por ahí. Parecen prendas de vulgar prostituta...

Ya, pero es la moda, Meriel – dijo Lupin, decidiendo que esa sería la última vez que interviniera en esa conversación si volvían a darle una mirada como aquella.

¡Me importa un huevo que sea la moda o no! – gritó alterada - ¡Mi hija no va a ir por ahí vestida así! Además, seguro que me queda mejor a mí, que tengo más pecho – dijo girándose hacia el espejo y poniéndose la prenda por encima del vestido, para ver que tal quedaba.

Skye tuvo ganas de darle un fuerte golpe en la cabeza. Sobre todo después de comprobar que llevaba puesta la túnica que había pensado ponerse esa noche.

Genial.

Bueno, después de todo, si tenía que quedarse tocando en el balcón tenía que vestirse de manera discreta, no podía ir vestida de violeta, se supone que apenas tenía que notarse que estaba allí. Por ello se decidió por unos simples pantalones negros, los más abrigaditos que tenía, un suéter negro de hilo de terciopelo con el cuello vuelto y se hizo un simple moño bajo buscando evitar que el pelo le molestase si llegaba a hacer aire. Ni siquiera se puso pendientes. Se calzó las botas más cómodas que tenía, cogió su capa de invierno y la funda del violín y salió de allí sin querer contestar ninguna de las insistentes preguntas de su madre.

Mientras recorría los pasillos para salir de las mazmorras pensaba en que le hubiera gustado que esa cena fuera para ella, pero a Stan nunca se le ocurriría algo así. Y, por supuesto, a Ron ni de lejos le habría llegado la idea. Casi chocó con Draco al girar una esquina.

Hey, ¿dónde vas? – preguntó el rubio con curiosidad, mirándola críticamente.

Ella por toda respuesta alzó en alto la funda de su violín. Draco asintió.

¿Cómo te encuentras? – preguntó con cautela.

Skye suspiró.

Pues un poco jodida, porque voy a amenizar musicalmente la empalagosa velada de otros mientras me congelo de frío en el balcón.

El primer pensamiento de Draco fue que ya podía habérsele ocurrido pedirle lo mismo para su cena con Hermione, habría sido un detalle bastante romántico. Lo segundo que pensó fue que no parecía estar tan mal para haber tenido una aguda crisis nerviosa.

En realidad... te preguntaba por el asunto de tu padre – le hizo saber con el ceño algo fruncido.

Skye sonrió ampliamente.

Oh, estoy estupendamente. Sirius es genial, creo que nos parecemos un poquito en el carácter, una pena que no haya sabido de él hasta ahora... – hizo una mueca de ligero fastidio, pero después saltó emocionada haciendo al Sly sobresaltarse - oh, y agárrate, ¡mi madre y Snape van a casarse! ¿Te lo puedes creer?

Draco no se lo podía creer.

¡No me lo puedo creer! – dijo, dándole la razón a esta humilde autora - ¡Que fuerte! ¡Nunca lo hubiera pensado! – lo cierto era que estaba bastante impresionado, todo el mundo tenía a Snape por una especie de monje de clausura, para el que el sexo era una aberración, las mujeres unos monstruos malévolos y la risa un pecado mortal, casi tanto como la higiene. Había que reconocer que el hombre daba una imagen un poco amargada. Draco, por mucho que le apreciase, no podía dejar de verlo bajo la misma luz que el resto del mundo mágico.

Skye asintió y fue a decir algo más, pero se detuvo y miró rápidamente su reloj, gesto que fue copiado por Draco.

¡Que tarde es! – dijeron ambos. Se despidieron apresuradamente y se fueron cada uno por su lado.

OOOOOOOOOOOOOOO

Entró corriendo en la torre, reparando en que la mesa ya estaba preparada, con un carrito a su lado lleno de bandejas tapadas de comida, una hielera a un lado con una botella de vino (la marca que tomaban los profesores, observó) y velas flotando lánguidamente, encendidas y esparciendo un ligero perfume a canela. Las dos sillas, una a cada lado de la mesa, estaban vacías, y la cúpula de la habitación de astronomía, que tenía el mismo hechizo que el Gran Comedor, revelaba un cielo despejado y cuajado de estrellas.

Skye suspiró por enésima vez, reparando en que todo aquello era muy romántico y sacando su violín de la funda para empezar a practicar un poco. Había tocado solo unas cuantas notas cuando la puerta se abrió abruptamente sobresaltándola. La Sly se quedó estática al ver allí a Ron Weasley.

Hola – dijo él, y se ruborizó tímidamente. Venía acalorado, seguramente habria llegado corriendo, y vestía muy elegante, problablemente con su mejor ropa.

¿Qué haces aquí? – preguntó ella obviando el saludo.

Esto... Ginny no puede venir – dijo él entrando en la habitación y cerrando la puerta a sus espaldas -. Harry se ha lastimado un tobillo y pasará la noche en la enfermería. – explicó.

Oh – dijo Skye, algo decepcionada, y empezó a guardar el violín de nuevo en su funda.

Verás, he pensado... que ya que estaba esto aquí – dijo el pelirrojo señalando la mesa -... pues... que...

¿Qué? – preguntó Skye con curiosidad.

Ron la miró seriamente por un segundo, recuperando todo su aplomo.

¿Querrías cenar conmigo? – preguntó con una suave sonrisa esperanzada.

Ginny le miró por un momento, enternecida por la sencillez de ese chico.

Estaría encantada – contestó con sinceridad.

OOOOOOOOOOOOOOO

La nota decía que la esperaba en ese pasillo. La miró de nuevo para estar segura, pero no se había equivocado, ese pasillo y esa hora, ¿por qué no estaba él allí? Por un momento temió haber vuelto a ser engañada, como sucedió con Justin, pero la letra era inconfundible, esta vez podía estar segura de que había sido el mismo Draco el que la había escrito, ¿pero por qué llegaba tarde a su propia cita?

Hermione se había desesperado ligeramente al perder tanto tiempo ayudando a Ron a vestirse para su cena. Apenas había podido llegar a ducharse y secarse el pelo como buenamente pudo con un hechizo de aire caliente, lo que dejó su melena aún más encrespada de lo normal. Intentó solucionarlo recogiendo una parte de su odioso pelo hacia atrás, sujetándolo en su sitio con discretos pasadores para al menos despejar su rostro. Luego estaba el asunto de la ropa. No tenía ni idea de qué ponerse y se le estaba echando la hora encima, así que casi cogió lo primero que encontró, lo que no había resultado una elección tan mala: una coqueta túnica color ámbar de varias capas de fina gasa y recorrida por unos delgados hilitos cobrizos, falda desigual, mangas medievales y escote tipo barco. Le habría gustado ponerse ropa muggle, pues tenía cosas bastante sugerentes, pero definitivamente no tenía tiempo en andar mirando qué cosa quedaba mejor con qué y preguntándose que modelito le gustaría más a Draco. Al menos esa túnica le resaltaba los ojos y le daba tonalidades cálidas a su cabello.

No había podido maquillarse, lo que la hacía sentirse ligeramente desarreglada. Suerte que había tenido la precaución de llevarse su Mini Maletín de Maquillaje de Melinda March, práctico regalo de Ginny por su último cumpleaños, y como decisión de última hora viendo que Draco tardaba lo abrió apresuradamente para darse unos cuantos retoques.

Tuvo tiempo de maquillarse completamente y de manera bastante correcta gracias a que el Mini Maletín de Maquillaje de Melinda March tenía un hechizo de levitación, lo que resultaba muy cómodo y otro de iluminación directa, con regulador para distintos entornos.

Aburrida ya, Hermione cerró su set de pinturitas y lo metió en el bolso que había recordado coger apresuradamente antes de salir. Suspiró cansada. ¿Y si se habia equivocado de hora? Llevaba ya demasiado tiempo esperando y se sentía como una tonta, ahí parada en medio de un pasillo, completamente a oscuras para evitarse encontronazos con Filch o algún profesor y con demasiado frio para su gusto. Se abrazó a sí misma tratando de darse calor y maldiciendo la hora en la que había olvidado coger su capa.

¿He tardado mucho? – preguntó una voz sedosa a sus espaldas.

Hermione se contuvo por muy poco de soltar un grito, pero no pudo evitar el movimiento involuntario de su puño en una táctica de autodefensa adquirida después de compartir 6 cursos con Harry y sus constantes problemas.

El "Ouch" que recibió como respuesta a su golpe le hizo saber que lo que había prado su puño era el estómago del rubio. Sacó su varita apresuradamente para iluminar la habitación.

Draco intentó hacerse el duro, claro está, porque que tu chica te vea con los ojillos llenos de lagrimitas por haber recibido un puñetazo no quedaba muy macho.

¡Draco! ¿Estás bien? – preguntó Hermione lanzándose sobre él con evidente preocupación.

Claro que sí, no es nada – dijo él un poco forzadamente tomando nota mental de que nunca, NUNCA, debía enojar a Hermione. La miró de manera examinante bajo la deficiente luz de su varita.

Estás estupenda – dijo algo sorprendido. Quizás porque se había acostumbrado a verla con el uniforme escolar, cuya falda llegaba más debajo de las rodillas (que por cierto, debía ser la única bruja de todo Hogwarts que no había acortado la longitud) y la de la túnica era más atrevida. Miró sus piernas como embobado a pesar de que ya la había visto desnuda unas cuantas veces. Debían ser los tacones, que le daban un nuevo realce.

Hermione se sintió halagada por su comportamiento y sonrió satisfecha, pensando que esa reacción bien valía el haber tenido que esperarle un poco.

¿Por qué has tardado tanto? – preguntó con un mohín. La mirada de Malfoy trepó de sus piernas hasta sus labios.

No sabía que ponerme – reconoció con una sonrisa de disculpa.

En realidad no era lo único que le había retrasado. Había tenido el impulso de pasarse por el lugar de la cita para acondicionarlo un poco, tanta era su confianza en las habilitades de Potter para preparar un encuentro romántico. Después de algunos retoques, asegurarse de que Trelawney estaba inconsciente en su cuarto y que no había rastros del incienso dulzón que la bruja utilizaba en sus clases, Draco se dio por satisfecho y fue a cambiarse. Recordó que debía alimentar a Pris lo antes posible, así que dejó salir a Vernon para que le devolviese la rata que había cazado y que lamentablemente ya había empezado a comer porque se aburría (según sus propias palabras). Pero la plantita era demasiado exigente. Apartó sus fauces del "manjar" con un aire digno (bueno, todo o digna que puede parecer una planta) y se rehusó a probarlo. Draco suspiró hastiado y decidió ocuparse de ello en otro momento. Después de elegir cuidadosamente su ropa se dio cuenta de la hora, maldiciéndose internamente y duchándose a toda prisa, sin siquiera entretenerse en secar y engominar su cabello, que le caía ahora por la cara en desordenados mechones aun húmedos. Se sintió totalmente desarreglado al ver la cuidada apariencia de Hermione, que estaba magnífica, aún cuando temblaba de frío en medio de ese oscurro corredor. Draco alzó una ceja, "¿Qué demonios hace sin su capa?" se preguntó extrañado.

Si Hermione tenía alguna intención de seguir enfurruñada por haber estado esperándole durante tanto tiempo, se le pasó en cuanto él se sacó su capa rapidamente y la dejó caer sobre sus hombros con delicadeza. Ella le miró infinitamente sorprendida y agradecida.

Yo no la necesito tanto – dijo el rubio con una sonrisita que casi hizo que la capa fuera innecesaria, pues un agradable calorcillo invadió entera a la chica.

Gracias – dijo sonrojada, mordiéndose el labio tontamente. Se estaba comportando como una cría de catorce años y eso era totalmente ridículo, ¡ya tenía dieciséis! -. ¿Dónde me vas a llevar? – preguntó curiosa.

Después del ataque a Hogsmeade no es la mejor idea ir allí, y menos cuando los pasadizos están cerrados. Y lamentablemente se me ha terminado el polvo Flú, así que no puedo sacarte del castillo - Draco se encogió de hombros, ajeno a la cara de incredulidad de la chica.

¿Usas la red Flú para salir del castillo? – preguntó sorprendida – No sabía que se pudiera hacer.

Bueno... técnicamente está prohibido – dijo él con una sonrisita malvada -, pero eso no quiere decir que no pueda hacerse. Las chimeneas de las salas comunes están abiertas a la red, aunque nadie ajeno a la escuela puede entrar por ellas.

Y... ¿salís mucho de Hogwarts? – preguntó totalmente intrigada.

De vez en cuando. Los fines de semana, habitualmente. ¿O no te sorprende ver a Slytherins con bronceado en pleno invierno?

Hermione entonces pensó en lo estupenda que lucía siempre la piel de Pansy, con ese ligero bronceado que había atribuído a la cosmética o alguna poción, pues nunca parecía abandonarla. Ahora que sabía a qué se debía pensó que había desprovechado durante seis años las oportunidades que había en Hogwarts solo por no hablarse con chicas de la casa de los Slys. Suspiró resignada.

Será mejor que nos pongamos en marcha – dijo Draco mirando los planetas de su reloj bajo la luz de su varita -. La comida se enfriará.

Teatralmente le ofreció el brazo y Hermione, sintiéndose algo tonta, se cogió a él pensando en las miles de películas en las que había visto una escena similar y lo cursis que le habían parecido. Pero se olvidó de todo eso cuando se acercó un poco a Draco, que olía muy, muy bien, y él le dio un besito en el cuello.

La llevó por pasillos y más pasillos, que no podía reconocer por dos causas principalmente, primera porque se estaba montando su propia película en la cabeza, sin duda inspirada por el aroma de su acompañante, y segunda porque seguían estando totalmente a oscuras, aunque a Draco parecía no importale demasiado porque se orientaba sorprendentemente bien. Solo encendió su varita cuando tuvieron que subir escaleras, para que Hermione no tropezase o que reconociese el escalón falso a tiempo. En ningún momento se sintió inquieta acerca de donde irían, y esto sin duda Draco lo notó, porque se paró en un rellano y volviéndose hacia ella la miró con intensidad.

¿Asustada? – preguntó.

No – reconoció ella - ¿Acaso debería estarlo? – preguntó alzando una ceja de manera coqueta - ¿Qué tienes planeado hacer conmigo, Draco Malfoy?

Jejeje, eso ya lo verás sobre la marcha – dijo el rubio con una sonrisa juguetona. Cogió su mano para ayudarle a subir los últimos escalones, una ayuda que era del tono innecesaria pero que en ningún momento fue rechazada -. Solo me preguntaba qué tan confiada puede ser una Gryffindor cuando un Slytherin seguidor de los preceptos mortífagos la lleva por corredores misteriosos y oscuros...

No tan misteriosos – dijo Hermione tranquilamente mirando a su alrededor y reconociendo la escalera de caracol por la que habían estado subiendo -. Por aquí se va al aula de Trelawney si no recuerdo mal.

Tu memonia es excelente – dijo Draco, haciendo con su varita que la escalera plateada descendiese de la trampilla del piso superior.

Cuando llegó a sus pies Hermione la miró desencantada.

No me digas que me llevas a que nos lean el futuro – dijo frunciendo el ceño -, porque si es así yo misma puedo augurar como va a acabar esta cita.

Draco sonrió encantadoramente.

Bueno, eso nunca lo sabrás si no subes por esas escaleras – dijo de manera misteriosa. Hermione le miró casi componiendo un pucherito, pero terminó suspirando y subiendo las escaleras.

Draco le dio un poco de espacio y empezó a subir tras ella, pero cuando se dio cuenta de la vista tan buena que tenía decidió quedarse quietecito hasta que la chica hubiera llegado arriba.

¿Dónde encontrará esa ropa interior? – se preguntó intrigado y medio embobado, antes de terminar de subir. Cuando lo hizo, encontró a la chica bastante impresionada.

Vaya – fue todo lo que pudo decir la castaña con pinta de haberse quedado sin palabras.

Bueno, era lógico, después de todo él mismo se había encargado de la decoración.

La habitación había cambiado visiblemente. Todos los sillones estaban pegados contra las paredes, creando un espacio despejado y amplio frente a la chimenea encendida y solo una de las mesas permanecía en el centro, rodeada de cojines sobre los que sentarse y recostarse. Las decenas de lámparas cubiertas por pañuelos habían desaparecido, dejando como iluminación ligeros puntos de luz blanca que levitaban casi en el techo y en los alrededores del pequeño espacio donde iban a cenar, haciendo que pareciese dentro de una menuda galaxia. El denso perfume a incienso que siempre tenía el lugar había sido sustituido por una ligera fragancia a azahar lo bastante sutil como para que Hermione tardase un poco en reconocerla.

Sobre la mesa esperaban los cubiertos, platos y copas para la cena. Las copas, según pudo notar Hermione, eran las mismas que Draco habia recibido como regalo junto al legado de los viñedos. Y el vino, según pudo observar al acercarse a la mesa, era el "Draconis" que su chico había recibido también junto a las copas, ya abierto para que el líquido respirase. Sobre los platos de la cena había tapaderas plateadas guardando el calor de la comida, y en una mesita más baja, al costado, estaban al parecer los siguientes platos de la cena también tapados.

Aceptando la mano que Draco le tendió galantemente, Hermione se dejó conducir medio atontada hacia su lugar, una pila de cojines que se amoldaron a ella en cuanto se sentó, creando una especie de mullido sillón. Tomó nota mental de preguntarle después de Draco qué tipo de hechizo había utilizado. También le preguntaría por el de las luces, pues una vez que ambos de sentaron a la mesa los puntitos luminosos empezaron a describir espirales descendientes que se consumían antes de tocar sus cabezas para volver a aparecer casi pegadas al techo.

Estoy impresionada – reconoció aún observando las luces.

Me alegro – dijo Draco mientras cogía el vino –, quería impresionarte. – la sonrisa que le dio mientras escanciaba su copa tentó a Hermione de apartar la mesa de un empujón y tirarse encima suyo.

"Pero qué instintos más primitivos me están saliendo esta noche", pensó mínimamente escandalizada. Después de todo, esos pensamientos estaban inspirados por Draco, así que no era algo tan raro cuando estaba tan estupendo.

Era la primera vez que le veía vestir de un color distinto al negro o el verde. Claro que no era una diferencia espectacular porque iba de gris, pero eso hacía que tuviese un aspecto distinto. Se había puesto una camisa blanca (sin duda de seda) de cuello mao, una levita gris que le hacía precer más delgado y más alto y pantalones a conjunto. Los puños de la camisa se doblaban sobre el puño de la levita pulcramente y atraía la atención hacia las manos de Draco, que hermione nunca podría dejar de admirar. A diferencia de Harry o Ron, que tenían unas manos más comunes, las de Draco denotaban elegancia innata en cada uno de sus dedos largos, finos, de uñas arregladas. Hermione había oído decir que eran manos de pianista y no podía estar más de acuerdo con el término. Las manos de Malfoy estaban hechas para sostener un pincel, una pluma, una copa, pero no para el trabajo rudo como, por ejemplo, las de Ron o Seamus.

Los dedos de Draco chasquearon en el aire frente a sus ojos, haciendo que su mirada se fijase en la mirada grisácea de su acompañante.

Sé que te molesta volver de tu mundo, pero la comida se enfría – dijo algo serio. Parecía un poco enfurruñado por su falta de atención, por lo que Hermione sonrió pícaramente.

¿Sabes en qué estaba pensando? – preguntó mientras se sacaba la capa de los hombros, que con la proximidad de la chimenea se había vuelto una molestia.

No sé si quiero saberlo – dijo Draco con un pucherito altivo.

Pensaba en ti – dijo ella llanamente. Draco la miró soprendido.

Definitivamente SÍ quiero saberlo – se echó hacia delante interesado. Hermione volvió a sonreir y atrapó una de sus manos por encima de la mesa, elavándola para tenerla a la altura de sus ojos y quedando atrapada su atención en sus nudillos.

Tus manos – dijo suavemente -, son delicadas – cuando el rubio frunció el ceño no muy contento con ese comentario, Hermione prosiguió -. Son delicadas – repitió acariciando su palma levemente, haciéndole ligeras cosquillas -, pero fuertes. Y grandes. Y suaves...

Y hábiles, no puedes negarlo – dijo él con una sonsisa maliciosa, que la chica le devolvió de manera cómplice.

No hay manera alguna en la que pueda negar algo así – susurró separando el dedo índice con cuidado y llevándolo a sus labios para acariciarlo ligeramente.

Draco se quedó paralizado un segundo, sin acertar a reaccionar. Luego, abruptamente, sus mejillas se colorearon de una bonita manera y recuperó su mano con un poco de prisas, carraspeando ruidosamente.

Cenemos – dijo algo atribulado mirando su plato fijamente después de retirar la tapa. Sintiendo la mirada de Hermione en la piel levantó los ojos levemente para encontrarse a la chica sonriendo de nuevo. Frunció el ceño algo molesto -. Me dejarás cenar primero, ¿no? ¡Necesito comida!

Hermione se rió y jugueteó seriamente con la idea de volcar la mesa o directamente saltarla por encima.

OOOOOOOOOOOOOOO

Viendo a Ron, que se había vestido con una elegante túnica azul para la ocasión, Skye se sintió desaliñada. Pensó que si su madre no se hubiera puesto esa bonita túnica violeta que reservaba en su baúl para ocasiones especiales podría haber estado algo más acorde con el momento, pero como pensó que la cena no era para ella tampoco se preocupó demasiado por su aspecto. Ahora lo lamentaba, sobre todo cuando la chimenea estaba encendida, las velas prendidas y su violín hechizado para que tocase las últimas canciones interpretadas.

¿Qué? – preguntó Ron al verla revolverse incómoda en la silla y sin querer mirarle de frente - ¿Pasa algo?

Que tengo un aspecto de estar por casa... no estoy acorde con la situación – logró murmurar ella algo fastidiada. Ron la miró sorprendido un momento, con la botella suspendida a centímetros de su copa.

Pero si estás preciosa – dijo con sencillez, como si fuera imposible pensar lo contrario.

Skye se ruborizó intensamente y desvió de nuevo la mirada, totalmente azorada. Él era así. Nunca diría algo que no pensara y por eso mismo nunca podria halagar falsamente sin hacer un gran esfuerzo. Era lo mejor de Ron, era totalmente transparente, sencillo, honrado y terriblemnte tierno porque nunca preparaba lo que iba a decir.

Ese carácter de "inocentón", como diría cualquier Slytherin, sumado al cuerpo de mas de metro noventa y ancho de espaldas... francamente, era para derretir a cualquiera, lo que no entendía Skye es qué hacía solo todavía. Así que, como toda Sly, decidió meter las narices en un tema que no le concernía en absoluto.

¿Con cuantas te has liado, Weasley? – preguntó abruptamente. Hay que reconocer que además de una insana curiosidad la empujaba un pequeño sentimiento de celos a preguntar sobre ese tema.

Ron casi regó el vino por la mesa por la sorpresa que le causó la preguntita.

¿A qué viene eso? – preguntó mirándola estupefacto.

Skye se encogió de hombros.

Curiosidad.

¿Con cuantos te has liado tú? – preguntó él algo molesto.

Skye abrió la boca para contestar y la cerró de nuevo. Ron se sonrió ligeramente, pensando que ya que ella no quería hablar de sus historias él no tendría que hablar de las suyas, pero su pequeña sonrisa se vino abajo cuando la Sly volvió a hablar.

¿Con encuentros rápidos incluídos?

Ron cerró la boca.

Realmente no quiero saberlo – dijo con sinceridad. Skye lo aceptó y miró su plato críticamente, removiendo la pasta italiana con su tenedor.

Yo sí – dijo después de unos segundos de silencio -. Quiero saberlo. ¿Te has liado alguna vez con Granger? ¿Y con Patil? Yo creo que le gustas. Y Abbot definitivamente te ha echado el ojo...

Ron suspiró hastiado.

Con ninguna de ellas – dijo crípticamente.

Pero con alguien de Hogwarts sí, ¿verdad? – siguió pinchando la chica con una sonrisita al ver que la paciencia del pelirrojo se acababa con rapidez -. Vamos, dame un nombre, uno solo, venga, no te lo volveré a pedir, venga, va, venga, venga, va, venga, va, venga...

Lavender Brown – confesó el chico con actitud derrotada y mirando sus tortellini como si fuesen lo más interesante del mundo.

Vaya, quién lo hubiera dicho – silvó Skye impresionada -. Patil te pone ojitos cuando te ve y su amiga del alma va y se acuesta contigo, ¡menudas amistades hay en Gryffindor!

Ron la miró con el ceño fruncido.

¿Cómo sabes tú que Parvati "me pone ojitos cuando me ve"? – preguntó extrañado.

Esta vez Skye enrojeció hasta las raíces del pelo y se metió en la boca una buena cantidad de tortellinis con salmón para evitar contestar la pregunta, aunque por la gran sonrisa de Ron se diría que no necesitaba respuesta.

OOOOOOOOOOOOOOO

Vengaaaa, una vez más.

Draco, no puedo más, ¡de verdad!

Va, Hermione, no seas así...

Aayyyys, es que ya no puedo máaas...

Te recuerdo que eras tú la que querías en un principio, ¿ahora me vas a dejar a medias? SNIF, mujer cruel.

Puedes terminar tú solito.

No es tan divertido... además, si me miras con esa cara no puedo.

¿Y como quieres que te mire? Tres y aún no estás satisfecho... no entiendo a los tíos, tenéis un aguanteee...

Te recuerdo que esto es cosa de dos, así que ahora no me pongas calificativos como el que estás pensando.

¡Je, no sabes lo que estoy pensando.

Te lo veo en la cara.

¿Y qué quieres que haga? Es la primera vez que veo algo así.

Jejeje, sí, sé que soy único en el mundo...

No te creas, seguro que Ron te gana...

¿Weasley? ¿Cómo me mencionas a ese?

Jajaja, ¿celoso?

¿De ese? Para nada.

Ya, claro... Oh, ¿no sigues?

Se me han quitado las ganas.

¿Tan de repente?

Mmmgggmmp.

Y yo que creía que eras insaciable...

SOY insaciable, pero en otros temas. Por ahora se me han quitado las ganas de seguir con esto.

Decididamente, Draco apartó de sí la gran copa de helado de vainilla, crema de nueces y fresas naturales dejandola a medias y se limpió delicadamente los labios con la servilleta de hilo. Se repantingó en su asiento, suspirando satisfecho y echando mano casi al descuido de la cafetera plateada que descansaba en la mesita auxiliar. Tan pronto como la levantó de su puesto, aparecieron frente a ellos dos juegos en porcelana de taza y platito, un azucarero, una pequeña jarrita de leche, un cuenco con nata montada, otro con nata líquida, un tercero con leche condensada y un platito con cacao en polvo.

Hermione admiró impresionada todo lo que había aparecido en la mesa. Desde luego, los elfos domésicos si que eran apañaditos, habían cubierto casi todas las necesidades que podría tener alguien que quisiera disfrutar de un buen café. En la parte baja de la mesita auxiliar había una selección de licores de todas clases y Hermione se preguntó si eso también habría sido cosa de los elfos (algo que no creía probable porque no sería muy lógico que les dieran alcohol a menores de edad) o si era aportación de Draco, como lo había sido el vino.

¿Quieres café? – preguntó el rubio con cortesía elevando ligeramente la jarra, ofreciéndole antes de servirse él mismo.

No me vendría mal – reconoció la chica con una sonrisita tonta -. Creo que estoy un poco borracha – le confesó en un susurro cómplice, como si le estuviera contando un secreto.

Entonces mejor no tomes – dijo el chico con una sonrisa maliciosa mientras se servía él mismo.

¿Acaso va a intentar aprovecharse de mí, señor Malfoy? – preguntó con fingido tono envarado.

Para nada, señorita Granger, será usted la que se aproveche de mí – le advirtió apuntándola con la cucharilla con la que se había servido la nata montada, lamiéndola acto seguido con lentitud sin separar los ojos de la chica, que le miraba embobada.

Hermione sacudió ligeramente la cabeza para librarse de la acción hipnótica que los labios de Draco estaban teniendo sobre ella y echó mano de lo primero que vio, que fue el tarro de leche condensada, atacándolo sin piedad con su cucharilla del café.

¿Se puede saber por qué dices eso? – preguntó haciéndose la desinteresada, sin mirarle.

¿Acaso no recuerdas la fiesta de Gryffindor? – preguntó él con una miradita cómplice.

Hermione no se acordaba demasiado de la dichosa fiesta, solo de sus consecuencias: despertar desnuda en la misma cama que Draco Malfoy.

El "Mmggmpf" que soltó la chica le dio a entender al Sly que realmente no recordaba mucho de todo aquello.

Pues resulta que te comportaste de manera un poco agresiva – dijo él con una sonrisa. Hermione se sonrojó pensando en un momento glorioso de esa bizarra mañana de resaca, Draco plantado completamente en bolas ante ella señalándose la piel de la cadera y diciendo: "Mira, ¿ves? Eres una maldita salvaje. Y mira aquí, un mordisco, ¿reconoces tus dientes?"

No puedes estar hablando en serio – dijo avergonzada, bajando la mirada hasta la mesa.

Hermione, ¿recuerdas cuantas veces lo hicimos esa noche? – preguntó Draco tranquilamente cogiendo su taza de café para beber un trago.

La pregunta cogió a Hermione completamente por sorpresa.

¿Una? – preguntó insegura.

Detrás de otra, querrás decir – dijo el rubio seriamente.

Hermione se quedó blanca, mirándole con horror.

¿Qué? No pasa nada – se apresuró a decir algo asustado por esa reacción.

Bueno, sí que pasa – dijo la Gryffindor tratando de reponerse -. No suelo comportarme de esa manera, ¿sabes? Ya es lo bastante malo que me acostase contigo una vez, pero ¿más de una?

¿Bastante malo? ¿Qué quieres decirme con eso? ¡Si quisiste repetir sería por algo! – dijo falsamente ofendido.

Draco... – tono de advertencia. Hermione en esos momentos no estaba para muchas bromas.

No, en serio, ¿qué tiene de malo? – preguntó interesado. No es que tuviera mucha importancia ahora que eran amantes, pero si a ella le preocupaba debía ser por algo.

Hermione se volvió a sonrojar intensamente.

Verás, siempre me has parecido muy atractivo... – comentó dubitativa.

Será porque lo soy – dijo él con prepotencia. Hermione le sonrió, logrando relajarse un poco.

... y yo siempre creí que me gustabas solo porque eras atractivo...

Ya lo sé, he leído buena parte de tu diario – dijo algo mosqueado. Hermione le miró con sorpresa.

¿Ah, sí?

Oh, sí – dijo algo molesto -. No es muy agradable ver que tu novia opina de ti que "estás muy bueno, pero que pena que seas tan desagradable", o algo por el estilo. Sinceramente, se me quitaron las ganas de seguir leyendo – dijo con tono ofendido. Hermione le miró con cariño.

Eres tan tonto... – dijo suavemente. Draco la miró con un puchero y ella casi se echó a reír -. Es lo que te estaba diciendo. Siempre estabas metiéndote con nosotros, haciéndonos la vida imposible y portándote como un maldito estúpido. Y aún así me gustabas – bufó con una sonrisa -. Me dije que solo podía ser algo físico, porque no podía agradarme tu carácter.

Draco se había quedado en silencio, mirándola con algo de tristeza.

Bueno, no sé tú, pero yo sé que lo que siento por ti no es sólo algo físico. Y, no te ofendas, pero hay muchas chicas por ahí que tienen un cuerpo mejor que el tuyo.

El comentario no le cayó en gracia a Hermione, que le fulminó con la mirada.

¡Ey, he dicho que no te ofendas! – dijo Draco molesto.

¡Pues no puedo evitar hacerlo, lo siento! – dijo de manera irónica. Se metió en la boca una gran cucharada de leche condensada intentando contentarse un poco -. Con lo tierno que estabas siendo en la primera frase y en la segunda has tenido que decir algo tan molesto.

Cuando levantó la mirada se encontró con la sonrisa de Draco, lo que logró molestarla aún más.

Tú si que eres tonta. He dicho la verdad y te has enfurruñado...

¡Yo no me he enfurruñado! – dijo ella con los dientes apretados.

Estás enfurruñada, no lo niegues. ¿Pero aún no entiendes? Me da igual que haya chicas con mejores cuerpos que tú. A mí solo me interesa el tuyo.

Hermione dejó suspendida la nueva cucharada de leche condensada que iba camino de su boca, totalmente tocada por esa revelación, y no fue capaz de reaccionar cuando Draco se acercó a ella por encima de la mesa para robarle un beso con sabor dulce.

OOOOOOOOOOOOOOO

¡Jajaja! ¡Tienes que estar bromeando! – rió Ron apoyando el codo en el suelo, tratando de incorporarse para ver más de cerca a la chica.

Skye, tirada boca abajo en el suelo, balanceando las piernas y apoyada sobre sus codos mientras sorbía con la pajita los restos de su tercer cóctel, le miró sonriente y le sacó la lengua.

Pasó así, Gryffindor incrédulo. No suelo mentir... sin un motivo concreto.

Lo siento, no me lo termino de creer – insistió Ron con una sonrisa

Skye se revolvió inquieta hasta quedar sentada al estilo indio. Levantó la mano izquierda con expresión solemne.

Lo juro por la Gran Serpiente.

Oh, así que te acuerdas de nuestros anteriores encuentros – dijo el pelirrojo alcanzando la botella más próxima, que ya ni sabía lo que contenía, para verter su contenido en su vaso.

Skye quedó mirándole un momento extrañada hasta que las palabras de Ron atravesaron las brumas alcohólicas de su cabecita y se dio cuenta de su significado. Echó la cabeza atrás y se rió escandalosamente. Ron se acercó deprisa a ella de rodillas, con algo de torpeza debido a que la experimentación con bebidas que habían estado haciendo en la última media hora había empezado a hacer mella en él. Intentó taparle la boca a la chica, pero la morena no se dejaba.

¡Skye! ¡Que no he puesto ningún hechizo silenciador!

La chica volvió a reír.

¡Qué poco previsor, Weasley! ¡Y yo que creí que estabas aquí para follarme!

Ron se quedó congelado mirándola, aún con la mano rozando sus labios y sujetándola inconscientemente por la cintura.

No era mi intención... – dijo apesadumbrado, dándose cuenta de su posición, de que sus cuerpos se estaban tocando y de que la cercanía empezaba a afectarle demasiado -. Yo solo quería... no sé... estar contigo – usó sus manos para alejarla un poco de su cuerpo, sentándose sobre los talones.

Skye le miró como quien mira a un gatito particularmente encantador.

Uuuhhhh, mírale, qué mono...

Sin que Ron pudiera evitarlo, Skye cogió su rostro entre las manos y se acercó para besarlo. Si bien fue un beso brusco, un juntamiento de labios algo húmedo y sonoro, sin que sus lenguas tuvieran siquiera tiempo de reaccionar, el pelirrojo no pudo dejar de darle una sonrisa encantada. Skye lo miró confundida.

Weasley... – dijo con un ligero tono de advertencia.

Ron miró sus labios y se pasó la lengua por los propios. Volvió a coger la cintura breve de la chica con sus manos grandes y la acercó a él para compartir un beso en toda regla, deslizando su mano derecha por la espalda de la chica hasta acabar en su nuca, acariciándola ligeramente y, simbólicamente, incitándola a seguir con el beso.

Claro que los simbolismos a la Slytherin le pasaban totalmente desapercibidos, sobre todo cuando Ron se había apoderado de esa manera de su boca. Nunca había conocido a nadie que besara tan bien como él. Tenía ese puntito medio agresivo que le encantaba y relacionaba con los hombres pasionales. Sin duda Ron era uno de esos, siempre se dejaba guiar por lo que sentía sin importar las consecuencias, y su manera de acariciarla era ligeramente posesiva, como si nadie más tuviera derecho a tocarla, como si no fuera la novia de...

¡Stan! – casi gritó Skye alejándose del cuerpo del pelirrojo casi de un salto tras despatarrarle en el suelo de un certero golpe.

Ron la miró confundido, tocándose la parte posterior de la cabeza, que se había golpeado contra el suelo.

¿Qué? – preguntó sin entender.

¡Stan! – dijo ella como si fuera obvio, poniéndose en pie con cierta dificultad. Se tambaleaba un poco, lo que no podía ser buena señal.

¿Está aquí? – preguntó Ron desorientado. No acertaba a comprender por qué Skye nombraba a ese chaval en una situación como aquella, y miró a su alrededor casi esperando ver por allí al pálido Sly.

Es.Mi.Novio – dijo Skye recalcando cada una de las palabras.

La expresión de desolación de Ron casi le partió el corazón.

No me hagas eso, no me mires así, Weasley – su petición sonó a ruego desesperado. Si él continuaba mirándola con esa cara por un ratito más caería rendida a sus pies sin poder remediarlo. Y no podía hacerle eso a Stan. Aunque en ese momento no tenía muy claro el por qué.

Y justo fue eso lo que el pelirrojo quiso saber.

¿Por qué? – su tonito quejumbroso hizo gemir un poquito a Skye, que se acercó un paso tambaleante hacia él para volver a retrocederlo enseguida.

Tengo que elegir a uno de los dos – intentó explicar ella, pero el alcohol en sus venas no la dejaba pensar. Frunció el ceño, confundida, volviendo a tambalearse peligrosamente.

Skye – Ron estaba junto a ella, ¿cuándo se había levantado del suelo? ¿Y por qué coño era tan guapo? El pelirrojo le acarició una mejilla con delicadeza, haciendo que ella soltase un ruidito que estaba entre el ronroneo de un gato perezoso y el mugido de una vaca también perezosa. El chico le levantó la barbilla hasta que sus ojos se engancharon inrremediablemente. Skye casi no fue consciente de que él estaba inclinado sobre ella para que su diferencia de alturas no se hiciese tan incómoda – Skye – repitió, haciendo que saliese un poco a la superficie después de zambullirse en los bonitos ojos castaños de ese condenado chico -. ¿Por qué no me eliges a mí? – preguntó con sencillez.

A la Slytherin le pareció que una pregunta tan lógica tenía que tener una respuesta igualmente lógica.

Vale – dijo, y le besó.

Merecía una respuesta lógica, pero ella no podía pensar en ninguna.

OOOOOOOOOOOOOOO

FIN DEL CAPÍTULO DE VACACIONES DE NAVIDAD.

INICIO DE LAS TOMAS FALSAS que no son la gran cosa, pero espero que os anime un poquillo, yo me he pasado muy bien haciéndolo a pesar de es lo más malo que alguien se pueda imaginar, pero bueno...

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TOMAS FALSAS DE VACACIONES DE NAVIDAD.

Situación: primera escena del primer capítulo.

La sala común estaba desierta. Esa mañana muchos de sus compañeros de casa se habían marchado para pasar las vacaciones de Navidad en sus hogares, pero él tenía que quedarse allí. No lo lamentaba, sus dos mejores amigos también pasarían las fiestas en Hogwarts. Sabía que lo hacían por él, para que no se sintiera solo, y realmente les estaba muy agradecido, las navidades no eran una época en que se sintiese muy alegre.

Se sentó en el sillón más próximo al fuego decidido a leer un rato, pero se quedó abstraído mirando las llamas, dejando olvidado el libro sobre quidditch y sumido en sus pensamientos hasta que una voz le sacó de ellos:

¿Qué coño haces aquí, Potter?

Harry Potter se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo mirando las llamas y le costaba enfocar la mirada pero aún así reconoció la voz, que sonaba ligeramente asqueada.

¡Malfoy! Creo que tendría que ser yo quien te lo preguntase a ti, ¿no crees? – inquirió poniéndose en pie con un gesto de superioridad.

Draco Malfoy, con un gesto despectivo, echó una mirada a su alrededor y alzó una ceja en una parodia de desconcierto.

No sé, Potter, ¿qué podría estar haciendo yo, que soy un Slytherin, en la sala común de Slytherin?

¿Cómo? – el moreno miró a su alrededor dándose cuenta de que el rubio tenía razón y que la habítación estaba decorada en verde y plata – Pero... – dijo confundido -... esto tendría que ser Gryffindor... Quiero decir, yo estoy sentado aquí, frente al fuego – señaló el sillón de piel negra -... pensando en que mis dos mejores amigos se han quedado por mí en Hogwarts en vez de ir a sus casas en Navidad, y tengo un libro de quidditch en la mano – alzó el susodicho libro para que el otro lo viese -.. y ahora tendría que venir mi mejor amiga para proponerme dar una vuelta...

En ese mismo momento se abrió la entrada de la sala común dejando entrar a una chica morena con una funda de violín en la mano.

¡Draco, ¿qué haces ahí de pie? ¡Tendrías que estar sentado en el sillón mirando las llamas como un gil...!

¡Ya, ya, ya! – cortó el rubio con impaciencia -. Aquí el Gryffindor que quería robarme la escena – se excusó señalando a Harry.

¡De robar nada! Si te lees el principio del capítulo de nuevo verás que se estaba hablando de mí – se señaló el pecho con un dedo con aire ofendido - ¡De mí!

¡Qué egocéntrico de mierda! – soltó Skye.

Ya te digo – secundó Draco con desagrado -. No le basta con ser el prota de los libros y las pelis que me tiene que venir a robar escenas en un fic.

Le dará rabia saber que casi no tiene diálogo – dijo la chica con aires de entendida.

¿CÓMO?

Que sepas que hasta el final del capítulo no sales, y solo haces de secundario – dijo Draco.

Vamos, de relleno – informó Skye.

Y sólo para que Hermione no hable con la pared – repuso el rubio.

Aunque la pared tendría más diálogo que tú – secundó la morena con una sonrisita resabia.

Harry murmuró por lo bajo algo que sonó bastante parecido a "malditos Slytherins de mierda".

Ten cuidado con lo que dices – advirtió Pansy, que había estado esperando para hacer su entrada en escena -, que la autora también es Sly.

Fantástico – dijo Harry con amargura -. Eso quiere decir que los Gryffs lo pasaremos de puta pena durante más de trescientas páginas.

¿Eso quiere decir que no te lo has leído? ¡Yo soy Sly y me trata peor que a vosotros! ¡Y encima tiene el descaro de decir que le gusto! – protestó Blaise bajando por las escaleras. Iba a medio vestir y estaba completamente despeinado. Al ver a los demás compuso un pucherito -. ¿Qué? Es que Draco tardaba en venir, y como sé lo que viene después como que me dá repelús estar con Ernie.

Pues voy a aprovechar para augurarte tu futuro – dijo Pansy en un tono ligero mirando al Gryffindor. Todos la miraron de manera extraña - ¿Qué pasa? ¿Es que no sabéis que en los últimos capítulos se está explorando mi poder latente? – se volvió hacia Harry – Que sepas que si no mejoras tu actitud tienes muchas probabilidades de caerte por una ventana del séptimo piso.

Draco ahogó una risa.

"Muchas probabilidades" dice, la cabrona.

Oh, ¿y puedo evitarlo? – preguntó Harry angustiado.

Esto... – Pansy se mordió un labio con indecisión. Miró a sus compañeros, quienes asintieron con la cabeza de manera unánime -... sí, puedes evitarlo, claro que puedes, sólo tienes que ser nuestro esclavo de manera permanente lo que dure el fic.

Ah, bueno, entonces está bien, los fanfics como éste en el que un Malfoy es el protagonista no suelen durar mucho, ¿verdad? – dijo Harry inocentemente.

Este... no, no, claro que no – dijo la rubia de manera rápida.

Blaise se inclinó para hablar confidencialmente con Draco sin que el moreno Gryffindor se diera cuenta.

Este no conoce a la autora, ¿alguien se atreverá a decirle que el fic lleva publicados 45 capítulos y lo que le queda?

Skye se inclinó también con intencion de cuchichear hacia los dos chicos.

Eso no es lo más preocupante, ¡espérate a que se entere de que van a haber dos partes más!

Draco asintió con la cabeza esbozando una gran sonrisa maligna.

Adivinad quién se lo va a contaaaa-aaar – canturreó contento.

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: en un flash back, Draco recuerda cierta clase de pociones en la que él y Hermione formaron pareja y que tuvo ciertas repercusiones para sus reputaciones en Hogwarts.

Muy bien, atended un momento – cuando todos los alumnos volvieron su atención hacia ellos, Snape explicó: - La señorita Granger y el señor Malfoy van a tener la amabilidad de mostraros cómo actúa ésta poción si está bien hecha – remarcó las últimas palabras mirando directamente a Longbottom, que enrojeció visiblemente. – La poción tardará unos minutos en hacer efecto, así que si, mientras reviso sus trabajos, notan alguna reacción extraña – al decir esto sonrió ligeramente – en los sujetos avísenme inmediatamente.

Dicho esto se volvió hacia ellos tendiéndoles los vasos con la poción y los instó a bebérsela. Draco, que confiaba totalmente en Snape y en sus propias capacidades para realizar pociones, no dudó ni un segundo en ingerir la sustancia que tenía un color gris cemento y sabía bastante parecido. Granger sólo tomó su vaso al ver que Malfoy tomaba la poción y bebió lentamente, como con asco, antes de dejar el vaso vacío sobre la mesa.

Draco de momento no notaba nada, claro que Snape había dicho que la reacción no era inmediata y por indicación de su profesor se volvió hacia Hermione. Se miraron unos segundos, incómodos, hasta que Snape pareció satisfecho y se alejó para revisar el resto de pociones.

Hermione se volvió hacia él nerviosa.

- Háblame de ti...

Draco se volvió hacia Hermione

- Te hablaré de mí...

¡Romperemos el miedo que nos da el amor...! – cantaron los dos.

¡Profesor! – gritó Parvati llamando la atención de Snape y señalando horrorizada a los dos adolescentes que habían comenzado una coreografía consistente en dos pasitos a un lado, dos pasitos al otro mientras cantaban cada vez más alto.

Snape se puso verde de terror y los ojos se le desorbitaron.

- Hablame de ti, de tu ansiedad, de la eternidad si fuera verdaaaad, por dejar de sentiiirme en soledaaaaad – se pusieron mejilla con mejilla para cantar: - paaaara haceeeeerme tuuuuuyooooo...

¡La poción ha salido mal! ¡Están completamente desquiciados! – gritó Snape mientras probaba algunos hechizos que resultaban inútiles

Yo quisiera ser, parte de tu piel, tono de tu voz, agua de tu seeee-eeeer...

Profesor... ¿están...? – preguntó Harry con el corazón en la boca mirando a su amiga que sonreía más contenta que unas pascuas y hasta daba palmaditas al ritmo de la canción.

¡Y dejar de sentirme en soooledaaaaaad! – cantó Draco en solitario, con mucho sentimiento.

Para hacerme tuuuuuyoooooo... – cantaron los dos a pleno pulmón con idénticas y brillantes sonrisas profident.

Me temo que sí Potter, ¡están cantando una canción de Los Pecos! – gritó Snape con desesperación.

¡NOOOO, Hermione!

¡Hablame de ti!

¡Draco, mi Draco! – gritó Pansy llorando desesperada abrazando a Blaise. Los demás estaban en estado de histeria, tratando de salir todos a la vez por la puerta para escapar de aquel horror.

¡Hablame de ti!

Ahora solo hay una manera de ayudarles... Weasley, traigame la escopeta de cañones recortados de mi despacho, ¡deprisa!

¡Hablame de ti!

Todo sea por el bien de Hermione... – dijo Ron con profunda lástima y lágrimas en los ojos al ver a su amiga en aquel bochornoso estado.

¡Hablame de ti!

NOTA: siento si la canción no está bien, pero no esperaríais que me la supiera entera, verdad?

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: Draco y el resto de Slytherins (excepto Blaise y Pearl Knight) buscan la torre de Gryffindor para irrumpir en la fiesta de los leoncitos (tienen invitación)

Creo que es por aquí – dijo Pansy, quien estaba andando en zigzag desde hacía ya un buen rato y cantando en voz baja algo que los demás no tenían interés alguno en entender.

Cuando dieron la vuelta a una esquina escucharon lejanamente el sonido de música, así que más animados y aún contentillos por la bebida se encaminaron hacia allí al trote.

Bueno, vamos a ver como se lo montan los Gryffindor – dijo Draco en tono malvado al dar con la puerta de la que surgía la desenfrenada música. Tomó el picaporte y lo giró con rapidez, abriendo la puerta de par en par. - ¡AAAAAAHH!

Los demás de asomaron sobre sus hombros para mirar... y se les pasó la borrachera de golpe.

Después de todo los Gryffindor sí que se lo montaban bien.

La seria y rígida profesora Minerva McGonagall, ataviada con unas medias de rejilla, una minifalda a cuadros escoceses y un minúsculo top negro inmprovisaba un sugerente baile sobre la plataforma del centro del cuarto... claro que lo que sugería tanto contoneo de caderas era lo buena que era la idea de salir corriendo y lanzarse un obliviate. Sobre todo poque Flitwick iba ataviado con el mismo modelito, incluso con el mismo exceso de maquillaje que su colega, y llevaba una marcha desenfrenada en la segunda plataforma del lugar. Una emocionada señora Pince le jaleaba desde abajo a gritos de "tío bueno" y sostenía en sus manos una bragas tamaño paracaídas con todas las intenciones de lanzárselas al profesor de encantamientos.

Dumbledore, que parecía tonto en la gran mayoría de las ocasiones, tenía una veela en cada rodilla y las rodeaba con los brazos, totalmente enfundado en cuero y con gafas de sol. Compartían entre los tres un porro a medio fumar y parecían ser muy amigos, dadas las confianzas del director en tocar a las rubias en sus partes más vistosas.

Tal vez lo más impactante para los Slys fuese ver a su profesor favorito y jefe de casa haciendo un striptease privado al ritmo de la canción de los Village People "Macho men" en una esquina para la señora Pomfrey y la profesora Sinistra, que parecían muy emocionadas de que solo le quedase puesto un tanga de cuero con monedero al frente.

Pansy saltó dentro de la habitación antes de que ninguno pudiese hacer nada.

¡Que se lo quite, que se lo quite! – secundó a las otras dos.

Draco corrió hacia ella para cogerla del brazo y salir de allí, pero McGonagall, que le había visto, saltó de la plataforma salvándose de milagro de romperse la crisma con esos taconazos que llevaba y le echó los brazos al cuello.

Señor Malfoy... – ronroneó mimosa - ¿Quiere subir sus notas en transformaciones?

Puso los labios en "posición besito" y se acercó al rubio peligrosamente. Draco se la sacudió de encima con cara de horror y sacó a Pansy de allí a empujones, evitando la mesa en la que jugaban al "strip-mus" Trelawney y el resto de profesores bastante tomaditos y demasiado ligeros de ropa para la delicada salud mental de los alumnos. Draco logró salir con un grito desgarrador de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas con violencia. Miró al resto de sus compañeros, que parecían estar divididos entre el asco y la incredulidad y que temblaban incontrolablemente.

Vale, haremos un círculo y cada uno le lanzará un obliviate a su compañero de al lado – propuso con un tono de desesperación en la voz.

Todos estuvieron de acuerdo de manera unánime.

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: Hermione y los demás Gryffindors se han puesto hasta arriba de zumo de calabaza contaminado, Hermoine se pone a bailar sobre la mesa del Gran comedor mientras Justin intenta llevársela de allí. Snape y Sprout se acercar hasta ellos...

... para entonces la atención de Hermione estaba centrada en su profesor de pociones.

¡Snape! – exclamó con (extrañamente) alegría. Justin se quedó clavado en el sitio sin atreverse a girar para encarar al adusto profesor. Este miro severamente a la chica que se había soltado de las manos del chico para bailar alrededor de él.

¿Está usted borracha, Granger? – le preguntó no sin cierta sorpresa porque en verdad parecía estarlo y en gran medida.

No se encuentra muy bien – la disculpó Justin torpemente -. En realidad ya nos íbamos a la enfermería.

Volvió a cogerla de un brazo y tiró de ella hacia la salida pero Hermione se soltó de su mano y dijo indignada:

Sólo he bebido zumo de calabaza. ¡Y no pienso ir a ningún sitio contigo!

Y siguió bailando tan feliz mientras tarareaba para sí misma la melodía. Sprout intentó hablar con ella pero Hermione no le hacía ni caso. Se volvió hacia Snape con una sonrisa brillante y para sorpresa de todos le cogió de una mano.

¡Vamos Snape, baile conmigo!

Al profesor le costó un segundo soltarse de ella con desagrado.

¡Compórtese, Granger!

La chica hizo un puchero que a cualquiera menos a Severus Snape le habría parecido de lo más encantador.

Es usted un amargado, Seve, debería divertirse un poco – afirmó la Gryffindor. Justin se cubrió la cara con las manos y el resto de espectadores ahogó una exclamación. Sprout permaneció seria a duras penas y Snape se puso granate de indignación.

¡Amargado! ¡yo, que soy el alma de todas las fiestas!

Sev, no empieces – gimió Sprout.

¡Que no me divierto, dice!

Sev, que te embalas...

¡Que suene la música! – gritó el adusto profesor de pociones chascando los dedos.

Una cancioncilla conocida empezó a sonar en el gran comedor.

¡Venga aquí, señorita Granger, se va a enterar de lo que es bailar! – dio un par de plamadas mientras la chica, tan alucinada como el resto, se acercaba a él algo temerosa - ¡Bulería, bulería! ¡Tan dentro del alma mía...!

Cuando Draco entró en el Gran comedor se quedo de piedra al comprobar que su admirado profesor de pociones se sabía a la perfección la totalidad de la coreografía de Bisbal.

Después de esto ya no puedo respetarle – gimió el rubio cubriéndose la cara con las manos.

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: Ginny y Hermione vuelven a la habitación de la segunda después de una agitada excursión a Slytherin para "tomar prestado temporlamente" un libro de pociones que necesitaban y que estaba en poder de Draco.

Lo mejor será que copiemos la poción y devolvamos ese libro antes de que se dé cuenta de que ha desaparecido – dijo Hermione con sentido práctico, aunque por dentro estaba bullendo, estaba, como se suele decir, "como agua para chocolate" (N/A Sorry, no pude evitarlo, aprovecho para recomendar el libro a todo el mundo!) Miró a Ginny con impaciencia – No tenemos todo el día, Gin, empieza a leer.

La pelirroja, que había abierto el libro por la primera página y había comenzado a leerla miró a su amiga un poco sobresaltada. Después, aclarándose la garganta para que no se notara el temblor de su voz, leyó casi en un susurro temeroso:

"Mis 10.000 mejores secretos de belleza, por Gylderoy Lockhart, Capítulo primero."

Hermione miró desconcertada a Ginny por un momento que le devolvía la mirada con aprensión y después entendió de un golpe, como si una luz se hubiera encendido en su cabeza: se habían equivocado de libro, ¡aquella era la "biblia" de Draco!

OoOoOoO

Draco aprovechó que estaba solo y sacó su varita.

Accio "Mis 10.000 mejores secretos de belleza, por Gylderoy Lockhart"– recitó, y esperó a que el libro llegase solo a sus manos.

Hermione soltó un gran grito cuando el diario de Draco salió volando de sus manos en dirección a la ventana dejando entre sus temblorosos dedos una de las hojas, arrancada involuntariamente del libro. Ginny miró la hoja con terror.

Ha usado el hechizo convocador – dijo en un hilo de voz. Hermione asintió asustada.

Tal vez no se dé cuenta de que le falta una página – dijo con esperanza, pero su amiga la miró con escepticismo y le dijo con voz grave:

Herm, no cuentes con ello, se trata de un libro que mira todos los dias, casi a todas horas, y que suele llevar reducido en uno de sus bolsillos por si le surge alguna duda en cualquier momento. ¡Lo va a notar en un tris!

Draco miró el libro que estaba entre sus manos. Faltaba una página. Una pagina importante. Precisamente la página que necesitaba en esos momentos para sobrevivir en Hogwarts, ¡la página que hablaba de las soluciones contra las espinillas!

Dios, estoy muerto – gimió el rubio mirando lastimosamente al espejo y cerrando los ojos con horror al ver el punto rojo que empezaba a notarse justo en la punta de su respingona nariz - ¡Es el fin de mi maravillosa reputación! – gritó histéricamente dándose de cabezazos contra la pared mas cercana - ¡La vida es un aaaasssscooooo!

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: Draco. Hermione, Blaise, Ron y Harry están delante de la casa de los gritos decidiendo si es mejor entrar en ella para coger el pasadizo que los lleve a Hogwarts. Hermione tiene una idea y decide darle a Draco su regalo de navidad por adelantado.

Le tendió una de las bolsas que había estado cargando toda la tarde y se quedó esperando impaciente. Draco miró a su chica, que lucía un poco ansiosa, miró a los demás, que estaban muertos de curiosidad, y miró la bolsa, que contenía un pequeño paquetito envuelto en un papel de brillantes colores con dibujitos de Disney. Lo sacó desdeñando la bolsa y rasgó el envoltorio con un poco de prisa. Lo que encontró lo dejó boquiabierto y lo sostuvo en alto para admirarlo y que los demás también pudieran verlo.

Tanto Blaise como Ron profirieron exclamaciones de asombro, pero Harry se quedó mirando el objeto algo decepcionado. Es decir, era bonito, pero no creía que fuera a servirles de mucho. Se trataba de una especie vial circular de algo parecido a la piedra verde, con algo así como runas talladas y un cordón plateado prendido seguramente para colgarlo al cuello. El objeto tenía una especie de tapón del mismo material verdoso.

La mente muggle de Harry le dijo que aquello parecía la versión sofisticada y cara de un pompero (N/A, para los que no sepan, un pompero es un frasquito de plástico con agua y jabón para hacer burbujas), pero viendo las caras de los otros tres, que parecían a punto de entrar en éxtasis, y la de Hermione, profundamente satisfecha con las reacciones, supuso que no sería eso exactamente.

Claro que cuando Draco agitó el envase y sacó el tapón para soplar por el aro, suspiró decepcionado mirando a Hermione. La chica se encogió de hombros con una sonrisa.

Sí, qué pasa, no será muy útil, pero mira cómo les gusta.

Harry prefirió mirar a otro lado para no ver los gestos ansiosos de Blaise y Ron pidiendo al rubio una oportunidad de hacer pompitas.

OoOoOoO

Draco volvió a mirar el frasco. No podía asegurarlo por la escasa luz que había, pero diría que estaba hecho de jade. Se moría por saber qué demonios significaban las runas del exterior. Y también por ver qué clase de ser salía del interior, pues no todos los familiares eran iguales.

Con dos dedos, con mucho cuidado, retiró el tapón bajo la mirada expectante de los demás. Del interior empezó a salir un humo grisáceo que los cegó por un momento y cuando éste se disipó pudieron ver al familiar.

Harry se sintió decepcionado de nuevo, pero al ver las caras de asombro de los demás se mordió la lengua. Él esperaba algo imponente, magnífico, pero no esto...

El familiar era una especie de mezcla entre un dragón chino y un murciélago, con el tamaño de un caniche y garritas afiladas. Tenía la piel roja brillante, un grillo en el hombro y un gong en una zarpa.

¡Mulán! ¡Haré de ti una gran guerrera y cubriremos de gloria la casa de Fa!

Esto... bicho, creo que te has equivocado de historia...

OOOOOOOOOOOOOOO

Situación: Voldie, después del fallido ataque a Hogsmeade, se encuentra torturando a un mortífago cuando llega Lucius a informarle (en Vacaciones, Voldie canta "I'm singing in the rain", pero esta es una versión un poco Spanish)

Antes muerta que sencilla...

¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHHH!

... ay que sencilla...

¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHHH!

... ay que sencilla...

¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHH!

¿Sí, Avery?

Lucius Malfoy ha llegado, mi Señora.

Bueno, Raleigh, dejaremos esto para más tarde, ahora tengo que hablar con Lucius.

El Lord se alejó del mortífago que estaba torturando y se dirigió muy dignamente a su trono para tomar asiento en él. Cuando Lucius entró en la habitación apenas le echó un vistazo al hombre maniatado en la silla, pues la nueva túnica del Lord Oscuro reclamaba toda su atención. Se quedó un poco parado en la puerta, pero avanzó hacia el Lord con paso reticente después de darse una buena colleja mental. No era para menos. El color "rosa furcia" nunca le había quedado bien a Voldemort, y menos si se le añadían puntillas de encaje, mangas de farol y volantes almidonados. Además, los lunares "verde fosfi" le estaban haciendo daño a los ojos.

Se arrodilló dignamente a los pies de su señor y besó el volante del borde de su túnica, dándose cuenta en ese momento de que Voldemort calzaba unos coquetones zapatos de Drag queen cuajados de cristales de Svarowski. Lucius suspiró algo cansado. Tenía que haberlo sabido. El ver a Avery vestido con un tanga de cuero, botas altas y una máscara había sido una pista muy buena, y el encontrarse a Nott ataviado con una hoja de parra y pajarita también tenía que haberle extrañado.

Hola, Lucius querido – dijo el Lord con un batir de pestañas postizas realmente inquietante.

Mi Lord... digo... Lady... – rectificó el rubio a tiempo. Voldemort hizo morritos por la equivocación.

¿Es que no te alegras de verme? – preguntó mimosamente cruzando las piernas tipo "atracción fatal", lo que verdaderamente fue fatal para Lucius, pues la túnica sumada al movimiento le había hecho saber que su señor no llevaba nada debajo. Contentiendo la arcada que le sobrevino, Lucius compuso una sonrisita de lo más fingida.

Por supuesto que sí, mi querida Lady VoldeMorticia... – dijo con algo de reticencia.

El Lord... o la Lady... o lo que fuera, sonrió con coquetería y le dio un tanga de leopardo, unas botas blancas de tacón alto y sonrió con ilusión a la espera de que se lo pusiera todo. Lucius miró el atuendito sin expresión visible, después miró a su señor, que estaba en sus días raritos y después al resto de sus compañeros mortífagos, entre los que estaban Avery y Nott y otros ataviados de manera similar, colocándose en fila algo cohibidos.

Cuando empezó a sonar "Macho men" Lucius casi se largó a llorar, sabiendo que una vez más tendría que hacer la coreografía vestido con aquellas pintas.

¡Yo no me hice mortífago para esto! – sollozó, tratando de no caer en la tentación de suicidarse tragándose su propia lengua.

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Situación: Narcisa Malfoy sale de su cuarto con las intenciones de conocer la suerte que ha corrido su amante, Harkin Knight, a manos de Voldemort. Entre desvarío y desvarío consigue llegar ante la "sala de audiencias" del Lord.

Se estaba preguntando Narcisa si no estaría delirando después de todo cuando las puertas se abrieron bruscamente y calló al suelo con muy poca dignidad.

¿Narcisa? – oyó la voz de Lucius. Como pudo se dio la vuelta para encararlo.

Lu...¡AAAHHHHHH!

¡Cállate mujer! – espetó su marido enojado, acompañando sus palabras de un movimiento de varita y silenciándola con un hechizo – Los tacones no son tuyos, no hay porqué hacer drama.

Narcisa señaló con los ojos desencajados las piernas de su digno esposo. Lucius se miró y puso los ojos en blanco.

Noooo, las medias de rejilla tampoco te las he cogido a ti.

Narcisa negó con la cabeza. Intrigado, Lucius le quitó el hechizo de silencio.

¡Te has depilado las piernas! – casi gritó horrorizada.

Es que con este body de vinilo quedan mejor así, ¿no crees? – preguntó él mirándose críticamente.

Pues no sé que decirte – le miró un poco más detenidamente -. A lo mejor es por la fiebre, ¿pero no se te está saliendo el "paquete" del body?

Es que es tanga – dijo él haciendo un puchero – Y ya sabes lo "bien dotado" que estoy para todo...

Lucius, querido, dime la verdad... – preguntó Narcisa poniéndose en pie con ayuda de su esposo, quien, se fijó, llevaba unos guantes negros hasta los codos muy del estilo "Gilda" - ¿Estás trabajando en el Moulin Rouge?

No, querida, esto es tortura psicológica – dijo él muy dignamente, haciendo que entrase en la sala y avanzando con un taconeo audible.

¿Tortura para quien, para mí?

Noooo, estoy torturando a Anthony Raleigh – explicó el hombre pacientemente, llevándola junto a los dos hombres que estaban atados con cadenas a sus sillas. Al verlos Narcisa ahogó un grito de sorpresa.

Raleigh y Danton – anunció, para que su esposa identificara los cuerpos de las sillas. Hizo bien en decir sus nombres, sin duda Narcisa no hubiera podido reconocerlos. Las capas de burdo maquillaje que cubrían sus rostros les hacía parecer meretrices de tercera, y Lucius había combinado el lapiz de labios "rojo putón" con las sombras de ojos "azul de ahogado" y los coloretes "lozanía campestre". Danton tenía la raya del ojo derecho torcida y la del izquierdo emborronada, pero si Danton tenía mal aspecto, peor aún era el de Raleigh. Lucius había intentando hacerle un maquillaje oriental, así que el resultado era de esperarse.

Oh, Lucius – suspiró Narcisa con reproche. Se había ensañado con él, porque hasta le había depilado las cejas - Te has excedido – dijo con voz fatigada, como cansada de repetir lo mismo todos los días.

Aunque Lucius no mostró ninguna reacción exterior, al estar apoyada contra él pudo apreciar como su cuerpo se tensaba a sus palabras.

Atacó a Draco – dijo él con frialdad -. Merece más – su esposa le miró aterrorizada por las noticias de que su bebé había sido atacado - ¿Aún piensas que me he excedido?

Deshazte de ese maldito cabrón – masculló con Narcisa con rabia.

Lucius le acarició el pelo con gesto ausente.

¿No prefieres que sufra un rato más? – Narcisa asintió con la cabeza frenéticamente, así que Lucius se separó de ella con un andar chulesco, se prendió unas plumas rojas del pelo platinado, sujetándolas de manera que cayeran graciosamente sobre su frente y puso en marcha el reproductor de cd con la varita, que vete tú a saber de dónde la sacó.

La horrible canción empezó a sonar por la habitación, haciendo que Narcisa se tapase los oídos con las manos y que Raleigh y Danton lanzasen aullidos de dolor. Aunque no fueron nada comparado con lo que gritaron cuando Lucius empezó a interpretar la coreografía y a cantar a la misma vez la insoportable letra.

"Oops, I did it again..."

AAAAAHHHHHHH!

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Situación: mientras cumplen su castigo de encerar los pasillos de Hogwarts, Ginny aprovecha para acercarse a Draco para pedirle la poción anti-embarazo, lo que no es bien acogido por el rubito.

Verás niña, si hubieras investigado un poquito más de lo que lo has hecho sabrías que ese brabaje tarda dos meses en prepararse, ¡dos meses! Y si hubieras leído la lista de efectos secundarios no querrías ni olerlo – dijo Draco casi masticando las palabras – Para empezar, el pelo se te vuelve verde moho, te salen lunares rosas y violetas por todo el cuerpo, la lengua cobra el tamaño de un jamón cocido y te salen pelos en el ombligo de color turquesa, te entra una extraña afición por vestir batas de cola y cantar "soy minero" a grito pelado, a besar truchas y comer lasaña a todas horas, te da por morder los tobillos de la gente, lamer las baldosas del suelo del cuarto de baño de los chicos y unas cuantas cosillas más. Los efectos suelen durar unas cuarenta horas, así que, ¿qué me dices a eso Weasley?

Ginny parpadeó sorprendida y se acordó de cerrar la boca.

Que ahora entiendo lo que le sucede a mi madre dos veces al mes. ¡Y yo creyendo que era la menopausia!

OoOoOoO

Ginny se quedó blanca por la noticia, pero ese color cambió súbitamente cuando Vernon entró por la ventana abierta como un rayo dejando caer un muñeco de teletubbie morado práctimente sobre su cabeza. La chica se puso a gritar como una loca por el horror y saltó hacia atrás con tan mala suerte que perdió pie y casi calló por la ventana abierta. Pero allí estaba el héroe de Hogwarts, Harry Potter, quien capa al viento y varita en ristre se abalanzó sobre su novia para tratar de salvarla... y la chica se salvó sola sujetándose al marco de la ventana. Con la aceleración que llevaba Harry y una ayuda extra de la cera recién puesta no pudo frenar a tiempo y se sujetó a la desesperada a la camisa de Malfoy arrastrándole consigo en su caída por la ventana.

Todos corrieron a la ventana mientras oían el grito de Harry al caer y, más claramente el de Draco, que parecía decir: "¡¡¡...Hijoputaaaaaaaa...!"

OOOOOOOOOOOOOOO

Bueno, espero que hayáis disfrutado un poquillo con las tomas falsas. Las canciones que cito la mayoría son de españoles (menos la de los Village People y la de la Spears) así que no sé si los que no sois españoles las vais a reconocer. Bueno, las nombro, son: "Hablame de ti" de Los Pecos (horror de canción por Dior, con esas vocecitas, hiiiiuuuuuussss), "Bulería" de Davis Bisbal (tampoco me entusiasma, la verdad) "Antes muerta que sencilla" de Maria Isabel (niñita ganadora del último festival de Eurovisión Junior) y Lucius canta "Oops, I did it again..." de la Spears, que en un principio iba a cantar otra canción, pero decidí cambiarla por esa para que fuera un poco más reconocida a diferencia de las demás, que no podía sustituirlas con nada parecido (la parte que Lucius iba a cantar en un principio era la de "soy una rumberaaaaaa" de la canción de Melody del gorila)

Y con esto ultimo ya terminamos. Me voy a hacer galletas, adiosito!