Olass!
Weno, muxisimo tiempo sin actualizar... Tengo excusa, lo jurooo! Estuve kstigada sin ordenador x 2 meses, luego m fui de vacaciones, la inspiración se me fue... Y digamos q estuve liada con mis otros ffs No me miren con esa kra!
Una mala raxa la tiene klqera, nop¿
En fin, sera mjor q m klle. Muxos besitos, q os lo mereceis x esperar tanto, espero q al menos os gust el kpi! Os kero un monton, muxas asias x seguir el ff!
BESO DE DESPEDIDA
- Tú...- dijo con tanta rabia que no cabía dentro de su ser-. Tú...- lo señaló, con un dedo tembloroso de furia-. ¡Tú mataste a mi bebé!- gritó, fuera de sí, Harry. Vicktor retrocedió, asustado, intentando buscar su varita en la mesa, pero sin encontrarla-. ¡Vas a pagar por ello muy caro, lo vas a pagar con tu propia sangre- Harry levantó la varita, cegado por la ira-. ¡Crucio!
El rayo dio de lleno en el pecho del jugador búlgaro de quidditch, y el chico gritó, cayendo al suelo y retorciéndose de dolor. A pesar de ser tan sólo la cuarta maldición imperdonable de su vida (la primera contra Bellatrix, la segunda contra Pettigrew y la más reciente contra Voldemort), Vicktor Krum sufrió en propia piel toda la rabia que Harry sentía en ese momento, retorciéndose de dolor.
- Harry...- susurró el chico, muerto de dolor, mientras era torturado por el chico que había derrotado al Señor Tenebroso.
Pero Harry no tuvo piedad de sus lamentos, todo el dolor que él estaba sufriendo era bien merecido, él había acabado con la vida de un niño, de un niño inocente que no tenía culpa de nada, con un niño al que se le fue negado el placer de la vida... Su hijo.
- Pagarás, Krum, pagarás...- Harry dio una sacudida con la varita y una marea de llamas rodeó al chico, que las miraba, asustado. Harry sonrió, viendo con placer como el hombre que había arrebatado la vida a su hijo sufría... El sufrimiento del búlgaro iba en aumento.
Ahora las llamas le quemaban la piel, contemplando sus chillidos de dolor, sus lágrimas de angustia... Y de pronto, a Harry se le vinieron unas palabras a la mente: "¡No lo matéis, no podéis matarlo! ¡Qué vaya a Azkaban, si alguien merece ese lugar, ese es él!"
No, no se rebajaría a matarlo, eso sería un acto demasiado rastrero. Con un movimiento de varita, las llamas dejaron de rodear a Vicktor, que miraba a Harry asustado, como si lo temiera, pero en realidad, pese al carácter alegre de Harry, en ese momento su cara tenía una expresión temible, que habría dejado a más de uno muy asustado.
Con un gesto de aspereza, hizo un movimiento de varita, el que se requería para llamar a los servicios de emergencia de San Mungo. Negó con la cabeza, sabiendo que pocos segundos después vendrían a recoger al búlgaro, demasiado impactado como para reaccionar y decidió que sería mejor irse de allí. Con un sonoro ¡Plop! Harry desapareció de la casa que compartían su mejor amiga y el hombre que le había arrebatado su felicidad.
Una chica con una sonrisa melancólica miraba por la ventana del avión por el que viajaba. Esa chica poseía un cabello encendido, unos ojos marrones muy profundos, donde podrías perderte y jamás encontrarte, una sonrisa triste en su cara, de semblante preocupado, que estaba llena de diminutas pecas, que hacían un bonito contraste con su pálida piel. Su figura esbelta y de toda una mujer no tenía ni punto de comparación con lo que había sido hacía años, ahora se mostraba madura y mucho más atractiva. Era, sin lugar a dudas, toda una mujer.
Y esa mujer, de apenas dieciocho años, no era otra si no Ginebra Weasley. Más conocida como Ginny Weasley.
Se levantó, un poco mareada por el viaje, cuando el avión donde viajaba aterrizó. Miró a su alrededor, con una sonrisa al ver de nuevo Londres, al estar de nuevo en su tierra... Después de todo, había echado de menos su país, en Estados Unidos había vivido bien, no había por qué negarlo, pero, de una forma u otra, sentía que añoraba mucho a su tierra... Y quizás a cierto chico. Se sonrojó levemente con tan sólo recordar al chico, pero estaba allí por otra razón, ¿no? Claro, por Hermione y su enfermedad. (N.A: No me preguntéis como se enteró, quizás Luna se lo dijo... Pero tiene que estar aquí ya lo comprenderéis más tarde...) Aunque, bueno, ¿por qué negarlo? Al haber roto con su último novio, también había vuelto... Con la esperanza de ver a cierto chico.
Ginny sonrió, con una sonrisa triste. Lo primero era lo primero, tenía que ir a ver a Hermione. Así que, mientras caminaba distraídamente por el aeropuerto, consultó la dirección que tenía anotada. Se dirigiría hacia allí sin perder mucho tiempo.
Un chica castaña, con el pelo recogido en una coleta alta, unos llamativos ojos verdes, muy joven corría rápidamente, como si la vida se le fuera en ello. Esa chica, quizás odiada por muchos, por no decir, por muchísimos, no era otra si no Elise McGreggor (N. A: Por si no lo había dicho, McGreggor es el apellido de Elise). ¿Su destino? Hasta ahora, un misterio.
De pronto, la chica se detuvo enfrente de un escaparate abandonado, en el cual las personas que pasaban por allí no reparaban en él. Tomando aire, todavía algo indecisa, pero segura de lo que iba a hacer, atravesó el escaparate y entró en lo que todos conocemos como El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas.
Caminó por los pasillos, segura de a qué planta se tendría que dirigir, y no tardó en llegar a ella. El problema ahora iba a ser encontrar la habitación que deseaba. Con cuidado, fue inspeccionando habitación por habitación de aquella planta, que por fortuna tenía una pequeña ventana desde la cual se podía ver el interior de la Sala.
Se estaba empezando a desanimar pensando que no encontraría a la persona que estaba buscando, cuando la vio. Bien, estaba sola. No había rastro de Harry por la zona. Así, que sin dudarlo más, entró en la sala, donde una mujer rubia muy joven, con las manos postradas en su vientre lloraba lastimosamente, en un llanto que desgarraría el alma hasta a la persona con menos corazón, hasta a Elise.
- Luna...- la llamó Elise, puesto que la señora Potter no se había dado cuenta de la presencia de la chica en su cuarto. La rubia levantó la vista, sin dejar de sollozar y no pudo más que sentir rabia ante la imagen de su enemiga delante de ella, viéndola en ese estado.
- ¿Qué quieres?- gimoteó, medio enfadada, sintiéndose destrozada por dentro. No estaba del mejor humor para soportar a Elise. La morena se le acercó, sin saber muy bien qué decir:
- Quería hablar contigo- dijo escuetamente, sentándose en el sillón que había en la habitación, próximo a la cama y mirando a Luna. La rubia la miró, aún sollozando levemente, pero algo más calmada-. Luna... Yo tengo que confesarte algo- recostada, Luna levantó la cabeza, con interés-. Sé que me odiarás, y estás en todo tu derecho en hacerlo, pero creo que no me sentiré bien si no te lo digo... Luna... yo... Bueno, yo tengo la culpa de que tú te hayas quedado sin bebé.
- ¿Qué?- preguntó Luna, con voz débil, cómo si no se creyera las palabras de la amiga de Ron.
- Lo que has oído- afirmó Elise, bajando la mirada, arrepentida (N.A: ¿Un poco tarde para arrepentirse, ¿no?)-. Fue mi idea... Yo realmente... sé que no tengo excusa, pero el café de anoche, Vicktor me ayudó...- balbuceó, poniéndose repentinamente de pié, sin atreverse a mirar a Luna a los ojos.
Luna sintió como la rabia la recorría por todo su cuerpo, como sentía que aquella persona que tenía enfrente era la culpable... Por su culpa, por su culpa... Ella se había quedado sin su bebé, sin el bebé que tanto deseaba. Una cólera que jamás había sentido se apoderó de ella. Cerró los ojos con rabia y se volvió hacia la asesina de el bebé que llevaba en su vientre:
- ¡Asesina!- exclamó, levantándose de la cama repentinamente, en un arrebato-. ¡Tú mataste a mi hijo!- exclamó, fuera de sí, con la mano temblorosa señalando a Elise-. Ahora yo te voy a matar a ti...- parecía que Luna estaba sufriendo un ataque de locura repentina y toda su ira se concentrara en Elise, esa mujer que le había privado de su hijo.
Luna se abalanzó sobre Elise, que en un primer intento no se movió y se dejó arañar y pegar por la furiosa y rabiosa rubia. Después de que la cara de Elise estuviera ya muy marcada por los arañazos y moratones que el repentino ataque de Luna le había producido, Elise, decidió que era el momento de detenerla.
- ¡Suéltame, asesina! ¡Asquerosa asesina, vas a pagar!- Luna sollozada, mientras Elise cerraba los ojos. No es que le dolieran las palabras de la chica, sentía algo que nunca antes había sentido... Quizás, remordimientos...
- Sólo quería que lo supieras, para dejar de cargar con lo que llevaba dentro, y ahora, si me disculpas, he de irme, y sé que no nos volveremos a ver nunca más. Luna, ganaste, te quedaste con Harry, acepto mi derrota- Elise se separó de Luna, que la miraba con los ojos abiertos, que brillaban de furia.
- ¡Ni se te ocurra...!- pero en pocos segundos estaba hablando al aire, pues Elise se había desaparecido delante de Luna, que miraba delante suyo con lágrimas en los ojos. Había escapado... La mujer que había matado a su niño había escapado...
Ginny llamó a la puerta. Esperó un rato. Nada. No le abrían. Volvió a llamar, impaciente. Siguió sin obtener resultados. Se empezó a desesperar y empezó a timbrar frenéticamente, como una posesa.
De pronto, la puerta se abrió. Allí apareció un rubio somnoliento. Draco Malfoy se había quedado a dormir en casa de Hermione y de Vicktor, dado que ninguno de los dos se encontraba allí, pues Vicktor estaba en el hospital, y Hermione, nada más enterarse de la pérdida del bebé de Luna, había ido corriendo a visitarla, ignorando completamente que Draco estuviera gravemente enfermo.
- ¿Weasley?- preguntó Draco, alzando una ceja, sorprendido de que la chica estuviera aquí. Ginny lo miró sorprendida, también.
- ¿Malfoy? ¿Esta no es la casa de Hermione?- preguntó, confusa. Era un poco extraño, después de tres años sin estar en Inglaterra, ir a la casa donde supuestamente vivía Hermione y encontrarse con Draco Malfoy en la puerta.
- Eh... Si, pero está en el hospital- dijo Draco, mirando de arriba a bajo a Ginny, apreciando con interés los cambios de la pelirroja. Ginny, sin percatarse de la mirada del rubio, dijo:
- Será mejor que vaya para allá- decidió, pues la verdad no pintaba mucho allí-. ¿Están en San Mungo, no?- preguntó. El rubio asintió-. ¿Por qué están allí?- preguntó Ginny, pensativa.
- Es que Luna perdió a su bebé- explicó Draco. Ginny abrió la boca, horrorizada-. Y creo que Vicktor fue atacado por Harry...- Ahora sí que Luna estaba desconcertada. ¡Cuántas cosas se había perdido durante su ausencia! Ahora tenía que ponerse al tanto de todo... No, si al final iba a acabar siendo una maruja.
- ¿Vienes a San Mungo?- preguntó Ginny, que ya se iba a ir. Decidiendo que quedándose en la casa, no se lo iba a pasar muy bien, Draco se apresuró a seguir a la pelirroja.
Hermione se había mantenido en todo momento solidaria con Luna, que no había contado a nadie, ni siquiera a Harry, su encuentro con Elise. El padre de la chica, por su parte, había abandonado la editorial del quisquilloso lo más rápido posible cuando se enteró de que su hija estaba en el hospital, y ahora daba vueltas de un lado a otro de la habitación, echándole de vez en cuando alguna mirada reprobatoria a su hija, aunque no era capaz de mantenerla al ver la cara de sufrimiento y dolor de su hija.
Harry, por su parte, parecía ausente. Había vuelto a usar una maldición imperdonable, cuando se había prometido a sí mismo que jamás volvería a usar una, lo había roto. Pero su hijo no estaba, ya no iba a estar con él... Todos sus sueños rotos, todas sus ilusiones destruidas... Ya nada tenía sentido.
Ron se mantenía al margen, notando aquel dolor como uno que no iba con él, se sentía un extraño en medio del dolor de una familia, como si estar allí fuera un disparate. No podía dejar de mirar de vez en cuando a Hermione, pero ya lo tenía decidido. Se iba a sacrificar con ella, si así ella tenía la conciencia tranquila y era más feliz, él sufriría y se alejaría, tal y cómo ella se lo había pedido.
Luna seguía con la mirada perdida, casi sin percatarse de los ánimos que Hermione intentaba infundirle de forma silenciosa. Su mirada pasaba de un lado de la habitación a otro, las palabras de Elise seguían retumbando en su mente, como un eco lejano que perforaba sus oídos. Y, por otra parte, se sentía más lejos de Harry que nunca, como si una barrera invisible se hubiera formado entre ellos. Parecía que, al fin y al cabo, la idea de Elise para hacer que se distanciaran estaba dando sus frutos, ahora cada uno se sentía aislado, como en su propio mundo, viviendo un dolor compartido por separado.
De pronto, el teléfono móvil de Hermione empezó a sonar. La chica lo cogió. Tras intercambiar unos cuantos monosílabos, Hermione colgó el teléfono. Todos la miraban, como pidiendo una explicación. Hermione habló:
- Han atacado a Vicktor, todavía no saben quien es... Que extraño, además ha sido en nuestra propia casa...- dijo pensativamente-. Está aquí, en San Mungo, pero ya lo iré a visitar luego- decidió al darse cuenta de que Luna la necesitaba.
Luna sonrió débilmente hacia su amiga, y en ese preciso momento se abrió la puerta, dejando ver a una cabellera rubia y a otra pelirroja. A Ron se le iluminó la cara al ver a su única hermana:
- ¡Ginny!- el pelirrojo, pese a haber visto a su hermana hacía tan sólo un mes y algo, corrió a abrazarla como si hiciese mucho tiempo que no se veían.
- ¿Cómo estáis?- preguntó la chica, tras zafarse de los brazos de su hermano y los de Harry que también labia abrazado. Se refería a Hermione y a Luna. Luna hizo un gesto mientras Ginny la abrazaba y Hermione sonrió débilmente. Ginny miró a la castaña con algo de pena y se dijo a sí misma que tenía que ponerse a la labor lo antes posible.
Draco, por su parte, se seguía sintiendo algo fuera de lugar, pero no podía apartar la vista de Ginny, que estaba en medio de un apasionante relato de su estancia en Estados Unidos con Luna y Hermione, que al menos parecía estar animándolas un poco. No sabía muy bien lo que le pasaba. ¿Por qué no podía dejar de mirar a Ginny? Se sacó aquellos pensamientos que rondaban su mente y siguió comportándose con normalidad.
Pocos días después, Luna fue dada de alta en el hospital. La chica ya no era la misma de antes, en vez de preocuparse por estrafalarias criaturas, en vez de mostrarse vivaz y alegre con todo el mundo, en vez de ese brillo que tenía sus ojos ahora era una persona triste, decaída. Ella también empezó sus cursos como aurora, junto a su marido, peor aquello no mejoró en absoluto la situación entre ambos: Ahora tenían secretos, que los distanciaban, el dolor que sentían sus corazones, que los habían hecho madurar, que los había ocultado tras una máscara de frialdad y que hacía que apenas cruzaran palabras. Era duro, pero la situación no daba signos de ir a mejorar.
Vicktor Krum nunca se atrevió a dar el nombre de la persona que lo había atacado: El miedo se había apoderado de él, de modo que nada más salir de San Mungo, presentó su dimisión en el equipo de quidditch de Bulgaria. Después, desapareció de la vida pública y nunca se volvió a saber de él.
Ginny pasaba mucho tiempo encerrada en el apartamento que había alquilado. Había pedido unos días de vacaciones en su colegio mágico de Estados Unidos . Nadie sabía muy bien lo que se dedicaba a hacer la pelirroja, pero la chica siempre se veía apurada y visitaba con regularidad una tienda de suministro para pociones y se proveía de los ingredientes más raros y extraños que encontraba.
Por otro lado, Hermione pensaba que la nueva terapia que había empezado no estaba sirviendo para nada. Cada día se encontraba peor, y a veces sentía fuertes pinchazos dentro de ella y grandes dolores, así que casi había abandonado toda esperanza. Y su corazón se encogía a medida que la fecha de la partida de Ron se acercaba.
Y, a finales del mes de Noviembre, llegó el día: Ron se volvía de nuevo a Estados Unidos. Cuando el pelirrojo llegó al aeropuerto, allí ya estaban Harry, Ginny, Luna y Hermione. Su hermana se iba a quedar allí algún tiempo, pues "necesitaba poner algunas cosas en orden" antes de volver al colegio.
Ron los miró a todos, uno por uno, con un nudo en la garganta. Su mirada se posó en Luna, sería mejor despedirse de ella primero.
- Ron...- la rubia se acercó, con una sonrisa. Siempre le había caído muy bien el pelirrojo-. Un placer volver a verte después de tanto tiempo, espero volver a verte- Ron asintió, sonriendo y abrazó a la chica.
- Cuídame bien de Harry, ¿eh?- dijo, con una sonrisa. Luna sonrió tristemente.. Ron, por su parte, se volvió hacia su hermana. Ginny sonrió:
- Nos veremos pronto, hermanito- dijo, con una sonrisa, abrazándolo, igual que Luna. Ron asintió y tan sólo atinó a asentir con la cabeza, mientras se volvía hacia Harry.
Harry también se adelantó, al comprender que Ron quería atrasar su despedida con Hermione lo máximo posible. Por su parte, la castaña tenía los ojos cristalinos, pero luchaba contra aquel malestar que tenía en el pecho, que ya no sabía si tenía que ver con su enfermedad o con la partida de Ron.
- Si tengo alguna misión en Estados Unidos, no dudaré en ir a verte- dijo Harry, con una sonrisa-. Nos veremos pronto, Ron- dijo, estrechándole la mano, mientras Ron asentía, todavía con un nudo en la garganta.
Entonces, con delicadeza, Ginny tiró de los Potter para dejar solos a Ron y a Hermione. Hermione tenía la cabeza gacha, miraba al suelo, sin atreverse a decir nada. Ron, por su parte, no podía dejar de mirarla, como si quisiera recordar cada una de sus fracciones, como si fuera la última vez que la veía.
- Hermione... Llegó la hora- tres horripilantes palabras, una forma de expresarse incómoda y brusca, nerviosa, a la busca de una señal de la chica, que pensaba que no podría contener las lágrimas por mucho más tiempo.
No hubo un "Hasta Pronto", No hubo un "Nos veremos", por que algo les decía que eso no iba a ser muy probable. Por fin, Hermione, levantó la cabeza, consciente de que el tiempo, acechante, se les caía encima como una losa muy pesada. Hermione conectó sus ojos con los azules del pelirrojo, repasó una y otra vez las pecas de la cara del chico, como para asegurarse de que seguía teniendo las mismas que la última vez. Entonces, habló:
- Ron... Por favor, sé feliz, ¿Vale?- pidió Hermione, intentando desviar la mirada-. Por lo menos, que uno de los dos lo sea- parecía una súplica, y ahora las lágrimas contenidas inundaban sus ojos. Ron se acercó más a ella, mirándola intensamente.
- Hermione, te deseo toda la felicidad del mundo, por que tú te la mereces- dijo Ron, notando aquella sensación extraña que tenía cuando quería llorar, pero no permitiría que ella lo viera débil, no, por ella, iba a ser fuerte hasta el final-. Nadie más que tú se lo merece- aseguró, acercándose a la chica.
En ese momento, las palabras monótonas que retumbaron por el aeropuerto cayeron como un balde de agua fría sobre los dos jóvenes:
- Última llamada para los pasajeros del vuelo con destino a Los Ángeles, Estados Unidos, pasajeros, embarquen por la puerta 87- Ron miró a Hermione de forma lastimosa y se acercó a ella.
Y la besó. Pero la besó de una forma que jamás había hecho antes: un beso lleno de despedida, dolor tristeza y sufrimiento. Un beso que quería expresarle todo lo que sentía, toda su angustia disimulada, todo lo que llevaba dentro de su ser. Un beso que quería decir que jamás la iba a olvidar, pasase lo que pasara. Un beso de despedida.
- Te quiero, Hermione Granger- susurró, separándose de la castaña.
Al cabo de unos segundos, Hermione también abrió los suyos, pero Ron ya no estaba allí. Sintió un gran vacío dentro de ella, como si todo se derrumbara de pronto, se sentía mareada, triste, sin vida, sin Ron.
- Yo también te quiero, Ron Weasley- dijo, para nadie en particular, como si esperase que el viento se lo trasmitiera al pelirrojo. Y no pudo aguantarlo, rompió a llorar, en un llanto desconsolado y angustioso.
Notó la mano de Luna sobre su hombro, a Ginny rodeándola con sus brazos para intentar consolarla, y a Harry intentando infundirle valor con una mirada. Pero a pesar de agradecer los gestos, ya eso no le importaba, por que ya no lo tenía. Había perdido para siempre a Ronald Weasley.
Ron Weasley, notando como el avión empezaba a moverse, de camino a la explanada donde iba a despegar. Sentía una opresión en el estómago, pero ya no podía hacer nada, no había vuelta atrás: Todo estaba hecho.
Se permitió una mirada melancólica atrás, hacia el aeropuerto, con las galerías que permitían ver el interior. Y entonces lo vio: Vio a Hermione, a Luna, a Ginny y a Harry. Hermione estaba en medio de todos, y se derrumbó, cayendo al suelo, mientras los demás corrían a ayudarla, parecía que algo grave estaba sucediendo. Ron sintió un pinchazo en el corazón. ¿Se estaba... muriendo?
Y cuando el avión dejó de tener contacto con la tierra y empezó a volar, fue cuando Ron se dio cuenta de que acababa de cometer el mayor error de toda su vida.
CONTINUARá...
Weno... ¿Q le pasa a Hermy? Esta ben? Volvera Ron? Si lo ace... ¿Como? ¿Que es lo q pretende acer Ginny? ¿Xq xico a welto Ginny a Inglaterra, apart d x lo d Hermy? (Esa es facil) ¿Se solucionara la crisis entr Luna y Harry? ¿Volveran a ser los mismos? ¿Pagaran x lo q an exo Elise y Vicktor?
Jeje, muxos besos, asías x esperarm i prdon x no contestar los rr, q nu puedoo
Mxxs besitooos
