Asi q dsfrutar dst kpi... un besito!

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

Ron Weasley se levantó como un resorte de su asiento. No podía ser cierto, Hermione... No, ella no... Una azafata de aspecto amable se acercó a él con una sonrisa de preocupación.

- Señor, estamos despegando, no puede sacarse el cinturón de seguridad- le informó, con un acento Estado Unidense. Ron se percató de que, inconscientemente, se había desabrochado el cinturón. Sentía la misma presión en la barriga al elevarse con el avión que la que le producía jugar al quidditch.

- Esto... tengo que ir al baño- se excusó, dando la primera excusa que se le ocurrió-. Es una emergencia- añadió, metiéndose muy bien en el papel. La azafata pareció entender su situación, por lo que le dejó camino libre hacia donde estaban los servicios.

Ron se metió dentro y cerró con pestillo. ¿Qué iba a hacer? ¿Irse a Estados Unidos y hacer como si no hubiera visto nada? ¡No! No podía hacer aquello, tenía que quedarse junto a ella, eso era lo que importaba... De repente, tomó una determinación, iba a parecer extraño para los muggles, pero era lo único que se le ocurrió hacer en ese momento.

¡PLOP!

Ron Weasley se desapareció, tras echar un hechizo silenciador y que nadie oyese como se desaparecía. No iba a permitir que Hermione pasase por todo eso sola.

- ¡Hermione!- Ginny estaba muy asustada, la enfermedad de la chica estaba mucho más desarrollada de lo que parecía. Hermione acababa de desmayarse en medio del aeropuerto y unos cuantos curiosos se estaban acercando. No podían usar magia para llevarla, sería demasiado extraño...

- Ginny, llévala tú a San Mungo, yo me encargo de distraer a la gente- dijo Luna, a la que de pronto se le había ocurrido una idea para hacer desaparecer al corro de curiosos, y sin mediar ninguna explicación, cogió a Harry del brazo, pasando al otro lado, de forma que los curiosos quedaron entre ellos y Hermione y Ginny-. ¡¿Cómo has podido!- gritaba Luna con dramatismo, mientras le guiñaba un ojo a Harry para que este le siguiera la corriente.

- Pero cariño, tiene una explicación- decía Harry en voz muy alta, al comprender que era lo que se proponía hacer Luna.

- No, lo que has hecho no tiene nombre- decía Luna, demostrando sus grandes dotes de actriz y empezando a sollozar.

Los curiosos que habían estado mirando a Hermione se habían volteado y ahora miraban con mucha curiosidad la escena que estaba montando el matrimonio Potter. Ginny sonrió, aprovechando que nadie las veía a Hermione y a ella, y se escabulló de allí, rumbo a San Mungo.

- Aguanta, Hermione- susurró, preocupada. No estaba muy segura de que la chica fuera a salir de aquella, tenía que llevarla cuanto antes al hospital...

Unos cuantos minutos después, Luna y Harry estaban plantados delante del hospital, con cara de haber venido hacia allí lo más rápido que habían podido. Entraron corriendo, dirigiéndose al mostrador:

- La habitación de Hermione Granger, por favor- pidió Harry, exhausto. Les había costado bastante librarse del corro de curiosos.

- Habitación 289, en el piso...- pero no terminó de decir el piso, pues Luna y Harry ya habían salido corriendo, rumbo a esa habitación. La recepcionista parpadeó, confusa, no entendía a los jóvenes de entonces...

Harry abrió la puerta, para encontrarse en la habitación a Ginny, con cara de circunstancias. Los señores Granger también estaban allí y miraban a su hija con aprensión. La señora Granger estaba muy pálida, y parecía que iba a desmayarse en cualquier momento.

- Chicos, menos mal que habéis llegado- dijo Ginny, con tono serio-. Los médicos han dicho que es probable que despierte dentro de poco, pero que está en una situación muy grave. Todo depende de ella...- murmuró apenada. La señora Granger soltó un sollozo ahogado.

Luna y Harry corrieron a la cama de la chica, que estaba mucho más pálida que en el aeropuerto, tenía los ojos cerrados y parecía tener una cara de sufrimiento contenido. Ginny, dudosa, salió de la habitación. No tenía mucho tiempo...

Ron Weasley llegó también al mostrador de San Mungo, con la cara crispada por los nervios, también muy cansado tras haber corrido unos cuantos metros, pues de los nervios, se había aparecido un poco lejos del hospital. La recepcionista lo miró con expresión amable.

- Habitación... de... Hermione... Granger- dijo de forma entrecortada, mientras cogía aliento. La recepcionista negó con la cabeza, demasiada gente en un día llegando y pidiendo por la habitación de esa chica.

- Habitación 289, en el piso...- pero en aquella ocasión, tampoco llegó a decir el piso, pues Ron Weasley, nada más oír el número de la habitación. La recepcionista parpadeó de nuevo, pero luego tuvo que volver a concentrarse para atender a un nuevo visitante.

Ron corría por los pasillos, ahora nada más importaba, solo que Hermione estuviera bien, si a ella le pasaba algo... Ron no podría soportarlo. Abrió la puerta con violencia, y los cuatro ocupantes de la habitación que estaban conscientes se volvieron hacia el chico.

- ¡Ron!- Harry y Luna parecían desconcertados-. ¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido a Estados Unidos?

- ¿Cómo está?- preguntó Ron, ignorando la pregunta que le había hecho el matrimonio. Se acercó a la cama de la chica, tras saludar con una inclinación de cabeza a los padres de Hermione.

- Dicen que todo depende de ella ahora- anunció el señor Granger con voz grave-. Quizás despierte dentro de un poco, pero va a tener que seguir luchando- Ron la miró de soslayo, y entonces, la madre de la chica tumbada en la cama, no pudo reprimirse más y empezó a llorar desconsoladamente.

- Mi pobre niña...- decía, muy afligida-. Es tan joven... Aún le quedan tantas cosas por vivir, no, no puede irse, no puede- sus sollozos inundaban la habitación, haciendo que Ron, Luna y Harry se sintieran algo fuera de lugar.

- Vamos, cariño, cálmate- le decía el señor Granger, aunque tampoco parecía estar muy calmado él-. No pasa nada, Hermione es fuerte, ella va a estar bien- intentó consolarla, pese a que él no estaba muy seguro de sus palabras-. Será mejor que vayamos a tomar algo a la cafetería, a ver si te calmas un rato- decidió.

Y los padres de Hermione abandonaron la habitación, dejando a los tres magos en un incómodo silencio. Ron miraba fijamente a Hermione y pronto pasó a sentarse a su lado en una silla, la cogió de la mano y siguió mirándola fijamente, como si intentase trasmitirle sus fuerzas, para que se pusiera bien.

Luna se había acercado también y había puesto una mano encima del hombro de Ron, como para darle fuerzas, aunque los ojos de la rubia parecían algo cristalinos, como si estuviera reprimiendo lágrimas. Desde la partida de Ginny a Estados Unidos, Hermione había sido su mejor amiga, y la había defendido en el colegio cuando todo el mundo la llamaba loca. No quería perderla.

Mientras tanto, Harry observaba a Hermione desde más lejos, con una mirada melancólica. Tantas veces él había puesto a ella y a Ron en peligro, y ahora que la veía ahí, debatiéndose entre la vida y la muerte, por una causa que no tenía nada que ver con él, se sentía mucho más impotente que las otras veces. No quería perder a su amiga, no así...

Ginny subía escaleras arriba hacia su casa, ya lo tenía todo casi listo, no sabía si llegaría a tiempo, pero tenía que arriesgarse, si no le daba tiempo... De pronto, un piso más bajo de su casa, se abrió la puerta del piso de debajo de la pelirroja. (N.A: Me había olvidado mencionar... Que el piso que Ginny había comprado estaba justo encima de de...) Draco Malfoy apareció allí, en el umbral.

- ¿Ya se ha ido tu hermano?- preguntó con curiosidad el rubio, pero de pronto, Ginny, comprendió que no le daría tiempo a acabar la poción ella sola y alargó el brazo, sin dejar de correr y tiró de Malfoy para que la siguiera escaleras arriba. El chico, confuso, la siguió.

- Malfoy, necesito tu ayuda- dijo ella, deprisa y corriendo, mientras con un rápido movimiento de varita abría la puerta de su casa y empezaba a revolver entre los cajones de la cocina. Sacó un gran caldero de hervía, donde había un líquido espeso y de color rojo pasión.

- ¿Pero qué pasa?- preguntó él, totalmente desconcertado, mientras Ginny empezaba a sacar mucho tubos de ensayo, con líquidos de distintos colores.

- Estoy preparando un remedio contra el cáncer- le explicó ella brevemente-. Hermione ha recaído, tengo que terminarlo a tiempo- farfulló, mientras empezaba a remover entre los ingredientes-. Pásame el verde fosforito- pidió, con mucho apuro.

Draco, tras salir de su desconcierto, empezó a hacer lo que la impulsiva pelirroja le pedía. Aquello iba a llevarle lo suyo... Ginny, con cara de concentración, notó como su pulso empezaba a temblar al echar dos gotas de un líquido muy espeso con pinta de mortífero. No, ahora, en ese momento no le podía fallar el pulso, no ahora, cuando más lo necesitaba...

Llevaba ya varios días trabajando en aquel remedio contra el cáncer, concretamente desde que se enteró de que Hermione padecía aquella enfermedad. La pelirroja, desde que había llegado a Estados Unidos había descubierto que las pociones se le daban muy bien sin la atenta mirada y los reproches de Snape.

Y desde entonces, se había especializado en esa rama de la magia. No le iba mal del todo, pues era una carrera con muchas alternativas.

- Pásame el tarro de esencia de ajenjo mezclado con raíces de ópalo- pidió Ginny, mientras removía la mezcla con cuidado, como si temiese que la poción fuera a explotar en cualquier momento.

Draco cogió el tarro entre una gran variedad de ellos, lo más rápido que pudo, y cuando se lo alcanzó a Ginny, sus manos tuvieron un breve contacto, que hizo que Ginny se descolocase por completo, y por un breve segundo, olvidase lo que había ido a hacer allí.

La pelirroja sacudió su melena rojiza, intentando despejarse un poco, no era el momento de distracciones, tenía que acabar la poción cuanto antes... ¡Además, era Malfoy, por dios! Aquel chico que se dedicaba a insultarla en la escuela... Bueno, ¿Eso qué importaba ahora? ¡Ya no era el colegio, ya no eran unos niños!

Dios, ya se estaba volviendo a desconcentrar tenía que volver a la poción... Sacudió de nuevo la cabeza y volvió a medir rigurosamente el número de mililitros que echaba en el caldero.

Ron seguía apretando fuertemente la mano de Hermione. Luna se fue alejando de la cama de la chica y tiró de Harry tras de sí, cerrando la puerta al salir. Ron y Hermione, aún sin despertar, se quedaron solos en la habitación, que fue llenada por un silencio algo extraño que inundó hasta el más pequeño rincón de la sala.

El pelirrojo sabía que quizás esta era la última vez que podía ver a la chica allí, así, con los ojos cerrados, con una sonrisa, sin ruido, sin llantos, sin más dolor del que sentía, sin estar en un mundo en el que tan sólo existían ellos dos. Y, de pronto, maduró como persona. Se dio cuenta de algo que nunca antes de había parado a pensar antes: Lo fácil que era destruir su mundo, así de forma tan repentina. La miró, como si fuera el tesoro más valioso sobre la faz de la tierra.

Y lo sintió, sintió lo que debía de hacer. Se inclinó con sutileza, como si ella se tratase de una frágil muñeca de porcelana y la besó. Fue un beso rápido, superficial, simple. Pero un beso que fue capaz de hacer que una lágrima se escapase de los ojos de Ron Bilius Weasley. Eso era. Para Ron, Hermione Jane Granger era el tesoro más valioso sobre la faz de la tierra, se daba cuenta ahora. ¡Qué más daba una estúpida propuesta para jugar en un equipo de quidditch! Ahora lo único que le importaba era estar junto a ella, pasase lo que pasara. El único consuelo que fue capaz de encontrar era que la chica despertaría seguro... Lo que no lo tranquilizaba era saber que lo más probable era que la próxima vez que se volviera a dormir, no volviera a despertar.

- Hermione, resiste, por favor- susurró, cogiéndole de nuevo la mano y mirándola con una profundidad y un deseo en los ojos que nunca antes habían tenido. No le importaba lo que podía pasar, lo único que le importaba era que ella no muriera. Le daba igual el resto del mundo... Por que su mundo era ella.

- Cariño... ¿Tú crees que nuestra hija saldrá de esta?- preguntó con los ojos cristalinos la señora Granger a su marido, en la cafetería, mientras sostenía con las manos temblorosas una taza con una tila. Lo miraba como si esperase oír un sí por parte de él que la tranquilizase.

- No lo sé, Jane, sólo podemos esperar- se limitó a decir el señor Granger, con expresión grave, intentando tranquilizar a su mujer, aunque él se sentía destrozado por dentro.

Jane Granger ahogó un sollozo lastimero y triste, mientras algo de la taza de tila caía al suelo. No podía perder la esperanza... Después de todo, eso era lo última que se perdía... ¿No? Bebió con tragos cortos la tila, observando con ojos muy tristes tanta gente que iba de un lado al otro del hospital, preocupados por sus familiares, amigos o conocidos... Se dio cuenta de lo que estaba pasando, después de todo, cada persona tenía una historia que contar, con sus desgracias, sus dolores, sus sufrimientos...

Y se dio cuenta que su hija era muy afortunada, por que tenía amigos que la apoyaban pasase lo que pasase, que estaban con ella hasta el final... Por eso, un tanto más calmada, miró a su marido, y dijo:

- Quiero volver a la habitación de Hermione- dicho esto, se acercó al mostrador, pagando la tila y cogida del brazo de su marido, para ganar fuerzas, se encaminó de nuevo a la habitación donde descansaba su hija.

De nuevo, la habitación de Hermione estaba bastante llena. Ron había cedido el puesto de al lado de la cama a la madre de la chica, que sollozaba en el momento menos inesperado, rompiendo de forma súbita el silencio que reinaba en la habitación.

El señor Granger se encontraba detrás de su esposa, con expresión seria, pero sin dejar de mirar fijamente a Hermione. Ron, por su parte, no se sentía con ganas ni fuerzas para ver a Hermione, y en lo único que pensaba era en que llegase por fin el momento en el que fuera a despertar la chica, y que no le volviese a hacer pasar en mal momento que estaba soportando en ese momento.

Harry estaba sentando en el cómodo sofá que estaba en frente de la cama de la inconsciente. Tenía la mirada perdida, pero en su subconsciente, cada poco tiempo seguía con la mirada los pasos nerviosos de Luna, que caminaba de un lado a otro de la habitación, muy angustiada. A Harry le hubiera gustado hablar con ella, pero sabía que no era el momento ni el lugar adecuado.

De pronto, los castaños ojos de Hermione empezaron a abrirse de forma lenta. Su mirada aún no se acostumbraba y tan sólo podía percibir figuras borrosas y oír algún que otro sollozo ahogado... Sollozo que reconoció como los de su...

- ¿Mamá?- preguntó, girándose y encontrándose cara a cara con su progenitora.

La señora Granger sollozó más fuerte de lo jamás lo había hecho en toda su vida, abalanzándose contra su hija y abrazándola de forma que casi aplasta a la joven, que estaba algo confusa y no entendía lo que estaba pasando, tan sólo que se sentía extrañamente sin fuerzas ni ánimos para nada.

Había llegado la parte más importante. Ginerva Molly Weasley levantó el frasco más pequeño, que contenía lo que debería de ser uno o dos milímetros de un líquido color violeta pálido. Lo levantó, con el pulso lo más firme que podía. Aquel era el toque final, nada podía salir mal en ese momento, un error de cálculo y todo se estropearía.

Draco la observaba algo ensimismado, y cuando la chica empezó a destapar el tarro con sumo cuidado, Draco se dio cuenta de una extraña cosa que nunca antes le había ocurrido: Era la primera vez que miraba a una chica y su primer impulso no era la diversión o cualquier otra cosa. Era algo muy raro, y eso lo desconcertó mucho. ¿Qué le estaba pasando con ella?

Una fina gota resbaló por el cristal del bote donde estaba contenida y cayó en el caldero, que hasta entonces tenía un color verde muy claro. Pasaron unos segundos entre los cuales no sucedió nada. Ginny miró la poción con desánimo, con una profunda decepción... Había fallado, le había fallado a Hermione...

- No puede ser...- dijo, dando un paso atrás, al ver que nada sucedía, con un vacío en el estómago mucho más grande de lo que había pensado-. Meses de trabajo... Investigaciones, noches en vela... ¡No, tiene que funcionar!- exclamó, muerta de rabia.

Y entonces, ocurrió. De pronto, se escuchó una fuerte explosión, que pillo por sorpresa a los dos ocupantes de la habitación. A uno de ellos porque no se lo esperaba, y a la otra ocupante, por que ya había perdido la esperanza...

- ¡Sí!- exclamó Ginny con gran júbilo al ver que la poción mostraba en ese momento un color totalmente violeta, igual al último ingrediente que había vertido en la explosiva mezcla-. ¡Tenemos que darnos prisa, hay que llegar a tiempo!- exclamó la chica, cogiendo un tubo de ensayo vacío y vertiendo una muestra de poción en él.

- ¿Por qué no nos aparecemos?- preguntó desconcertado Draco, al ver que la chica se disponía a salir por la puerta.

- Si la poción se ve sometida a algún tipo de magia, sus efectos quedan inutilizados- dijo Ginny, cogiendo las llaves y abriendo la puerta. Draco Malfoy no se lo pensó más y siguió corriendo a la chica. Tenían que llegar a tiempo...

CONTINUARÁ...

N srio, s mui important para mi q ayan leido asta aqi... Ya m stoi poniendo sentimental. Aora a vr... muxos besitos, sin adelantos, okis? Sq como se acrk el final, prefiero no ponr... No se enfaden... :) Stoi contnta i trist...

Aixx, sorry xq el kpi es un pelin corto, creo q el siguient lo compensará, bien?

Muxos besitosss!

AnnaBlack22