: Disclaimer : Los personajes que aparecen en este fanfiction tienen como único padre al genio shamánico Hiroyuki Takei, esto quiere decir que yo no los creé, ni que las cosas que hagan o dejen de hacer sean mi responsabilidad. Además de todo lo dicho, que yo crea que son homosexuales, no tiene que ver con su origen de nacimiento ni el color de sus cabellos. Sin más preámbulos, mi fanfiction:

Opiosidad y Cronopios varios

Capítulo 3: Chiripiñas…

Luego de todos los extraños hechos sucedidos las cosas se fueron tranquilizando en Funbari Onsen, los hormonas de todos se fueron quedando quietas, por lo menos hasta que Horo se fue de tu habitación, pues la conversación que habías leído era una que él había recordado. Ahora las cosas que ocurrían las presenciabas con tus propios ojos.

-Qué día más bodrio… -

-A mí me parece excelente –

-No –

-...- el interlocutor de identidad desconocida para ti suspira y estira sus brazos, para desperezarse, pero vuelve a entrar en la pereza cuando apoya su revuelto cabello castaño en el esponjoso y verde pasto.

-¿Y te vas a quedar ahí echado? –pregunta el otro, cansado de tanto descansar. Pero su inalterable amigo se limita a sonreír con ternura y cerrar los enormes ojos marrones, sentándose a su lado.

-… De vez en cuando es bueno descansar, Ren –

-Sí, pero no es bueno hacer nada… -murmura contrariado y harto- En fin… -ve a Yoh que se encontraba en el envidiable dilema de dormir-no dormir, cayendo de a apoco en los brazos de Morfeo.

Ren Tao ve a lo lejos una sombra que no se queda quieta, imposible era definir más de eso, pues el anaranjado sol de esa tarde se encargaba de demarcar sólo el contorno de aquella lejana silueta que se acercaba, corriendo… pero pronto comenzó a sumirse en sus pensamientos, sintiendo pesados sus párpados, contagiándose de la modorra de su amigo.

Cuando se dormía sintió de pronto que algo chocaba contra sí, dejándolo de espaldas en el suelo, y cuando logró abrir los ojos para divisar al que inició la embestida, pudo ver con sorpresa un par de ojos negros, brillantes y redondos. Una cara blanca, infantil y sonriente… unos cabellos puntiagudos, celestes y tiesos.

-¡Hola! –grita el contrincante sin rodeos, interrumpiendo los contrariados pensamientos del silencioso Ren. Estaba apoyado firmemente sobre él, quién se sonrojó instantáneamente al averiguar a qué personaje tenía encima- ¡Te tengo! –le dijo y luego soltó una carcajada divertida y traviesa, tras rascarse la cabeza. Ren seguía mudo de sorpresa y enojo, Yoh ni se inmutó de sus dulces sueños- Ahora no puedes atarcarme, estás de-sar-ma-do… -sonríe Horo y le saca la lengua, a lo que Ren ni siquiera se atrevió a bufar, a protestar o a incomodarse por sentir el cuerpo del ainu pegado al suyo. Cierra los ojos fingiendo enojo, a sabiendas que de todas formas no le era desagradable la cercanía del otro.

-¿Vives, Ren Tao? –interroga Horo, acercándose mucho más a él.

-M… -- -murmura en una lucha interna, sin querer abrir los ojos

-¿Ugh…? –se acerca otra vez para "verle mejor", como casi sus narices no chocaban…

-Mi-- -Ren por fin abre los ojos, y lo ve fijo, con furia y frialdad -¡MISERABLE! –le grita al fin y lo empuja hacia atrás, dejando a un estafermo japonés de espaldas en el tapizado pasto. Lo ve por última vez y se levanta con violencia, furibundo. –Te equivocaste, idiota. No estoy desarmado… -le dice con superioridad, frente a él, malicioso.

-Eso me dolió… -murmuró el adolorido despertando, mientras se sobaba la cabeza -¿Quieres pelear? –le pregunta con una sonrisa desafiante

-No… -le ve enfadado y se cruza de brazos

-Que aburrido…

-Sólo los pelotas como tú se aburren… -se mofa, sin dejar de verlo socarronamente

-¿Qué estás insinuando…? –se sulfura el nortino

-No lo insinúo, lo digo con todas sus letras…-alcanza a decir antes de que Horo se abalance sobre él

-¡Siempre estás ofendiéndome, maldito! –le reprocha entre dientes, mientras sostiene su cuello con firmeza. De nuevo ese perverso "juego" de tirarse encima de su oponente.

-Suéltame –ordena Tao, le aprieta la nariz sin mucha sutileza y se pone de pie

-¡Aaaggghhh! –grita el opositor, soltándolo, pero al levantarse lo coge por el cuello de nuevo, pero con su antebrazo.

-Miserable… -murmura entre dientes

-¿Es todo lo que sabes decir, chinito? –le presiona más fuerte, rabioso

-Ngh… -comienza a perder el aliento. Se irrita y su respiración se vuelve agitada y desesperada y agitada –Bas…ta… -alcanza a decir. Horo da cuenta de lo que está haciendo y lo suelta, a lo que el otro se tambalea y cae de bruces… toma aire con fuerza y el ainu se queda de pie, viéndolo desconcertado e inexpresivo. Ren se limita a tomar aire, exhalando enormes bocanadas que se marcaban en el aire que se tornaba de pronto muy frío al haberse escondido el sol.

-Ren… yo… -balbuceó Horo, dolido. Suspiró y sólo miró hacia el horizonte azuloso, profundamente arrepentido.

Yoh abrió los ojos lentamente, con pereza, y alzó su mirada hacia Horo, sonriente. Él intentó devolverle la sonrisa, pero no lo logró.

Ren se puso de pie débilmente y lanzó una terrible mirada de odio hacia su odiado enemigo, luego sacó su hoz y le dio repetidas veces con fuerza, ante la asombrada mirada de Yoh.

-Sólo... estábamos peleando. No pasó nada¿verdad pelota? -con un tenue nerviosismo, Ren mira a Yoh y toma a Horo de un brazo, intentando levantarlo

-Sí... no pasó nada... nada malo... -suspira el aludido y se levanta a regañadientes, se sentía muy mareado...

-¿Ves...? -le dice Ren, enojado, y tironea al ainu con brusquedad

-... -

-¿Seguros...? -Yoh los ve, inocente

-Claro... -dicen los dos a coro

-Si quieres... puedes irte a dormir... -le insita Ren con una sonrisa falsa

-Buena idea. Eso haré... aprovecharé que no ha llegado Annita. Y así pueden quedarse solos a conversar de la vida... -les sonríe

-Claro... -vuelven a decir al unísono

-Que coordinados que están hoy... -los ve dudoso y se mete las manos a los bolsillos, luego de bajarse los audífonos y comenzar a caminar. Deseaba ir a la terraza para sentarse a ver las estrellas y escuchar música antes de que llegara Manta, pues lo más probable era que el pequeñín llegara sin invitación.

-Adiós, Yoh. Dulces sueños... -le dice Horo, medio muerto, a lo que Ren lo mece tercamente, como queriendo hacerlo callar

-Cuídense... disfruten de la noche... -les regala una última sonrisa relajada y sin más preámbulos se va, dejando a dos adolescentes incómodos y sujetándose mutuamente. La imagen era extraña, divertida y respondía a la duda que HoroHoro tenía en un principio...

Tercer capítulo : FiN :