Sakura se encontraba mirando a través de la ventana el paisaje invernal que ofrecía la isla, y que a decir verdad, no variaba casi en nada al paisaje que brindaba el verano...o el otoño...o la primavera. Pero a ella le encantaba aquel lugar . La ligera y constante lluvia le recordaba un poco Londres y le encantaba quedarse atrás de la ventana observando como las gotas impactaban contra el cristal.
¡AH! Londres...
¡Qué lejano parecía! Después de casi un año de radicar con Eriol, ambos habían recibido cartas de sus padres y tutores en Inglaterra, invitándoles a que volvieran. Shaoran se había adelantado, porque tenía que presentarse ante la Cámara de los Comunes y la castaña empezaba extrañar a sus hermanos.
Pero...
Había algo que no permitía que la joven pensara tranquilamente en su regreso.
Y ese "algo" se encontraba en esos momentos preparándole la ropa para la cena.
Sakura la miró de reojo; la joven malaya que Eriol le había asignado como doncella personal se movía silenciosamente, nunca hablaba y pocas veces la miraba. Parecía vivir en un mundo de tristeza e indiferencia.
Y aquello le había despertado la más profunda de las ternuras.
Suspiró sin pensarlo, atrayendo momentáneamente la atención de la amatista y parpadeó ruborizada, negando con la cabeza, logrando que la doncella continuara su trabajo.
-¿Quién es ella realmente? ¿Por qué la lastimaron tanto? ¿Existe gente tan mala para destrozar una persona?-
-¿Violeta?- La habían llamado así, y la joven respondía a ese nombre. Así que levantó la mirada, fijándola en Sakura.
-¿Te...esto...bien...estás cómoda en este lugar?- El malayo de Sakura era ciertamente titubeante, pero la joven lo entendía perfectamente.
Sin embargo, esta vez parpadeó un poco, mostrándose ligeramente confundida, cosa que también sorprendió a Sakura, ya que la de cabello negro solía ser inmutable.
Asintió levemente, con aquella sonrisa tranquila y dulce.
-¡Qué bueno!- La prima de Eriol sonrió mas abiertamente. –No te preocupes por la ropa, Violeta. Usaré el vestido azul. Ahora te pido que vayas a descansar un poco, ayer estuvimos muy agitadas con la recepción que ofrecimos para la despedida de la tía-
La aludida negó con la cabeza y Sakura insistió, optando por último a sacarla de la habitación y empujarla levemente hacia la suya.
A ambos lados de la puerta ambas jóvenes suspiraron.
Una intranquila, la otra resignada.
"Violeta" se quedó un instante de pie delante del pequeño tocador de su habitación.
Suspiró de nuevo.
Y como si temiera hacerlo, se miró al espejo con mucha lentitud.
Los ojos amatistas le formularon la misma pregunta que Sakura se hiciera hacia unos instantes.
¿Quién era ella ahora?
-Tú eres Violeta...la doncella personal de Lady Sakura Kinomoto...comprada en una subasta de esclavos por Lord Eriol Hiiraguizawa. Eso eres...nada más que un cuerpo sin alma-
Las lagrimas amenazaron por salir de nuevo, pero ella las contuvo. Ya había llorado suficiente en aquellos días.
Aquellos díasInconscientemente se llevó la mano hacia el hombro izquierdo. Aún sobre la tela pudo sentir el borde de la horrible cicatriz que le había marcado el cuerpo...y el alma.
La fuerza del recuerdo la hizo sentarse sobre la cama, no pudo contener el torrente de imágenes que la acosaron.
Visiones de sangre, de gritos, de llamas. La voz de su padre implorando piedad...
¿Su padre?
¿Podía ser su padre aquel ser que la ofreció sin titubeos?
El cuchillo que se hundió en el estomago de ese padre, haciéndolo caer sin vida, con los ojos abiertos de espasmo y las monedas escapándosele de las manos.
Las monedas que recibiera por ella.
Y ese mismo cuchillo que le abrió la carne tierna del brazo cuando trató de zafarse de sus "amos", los cuales reían y lanzaban maldiciones al tropezar con los cuerpos de los niños caídos sobre el lodo.
Y por último, su nombre gritado por aquella hermanita que jamás volvería a ver...
-¡¡¡¡TOMOYO!-
Se abrazó, completamente pálida y desencajada. ¿Dónde estaba aquella niña que compartía sus infantiles penas y alegrías con ella? Estaba muerta. Igual que la mayoría de la gente de su aldea. Muerta sin tumba.
Y ella estaba ahí, en medio de una cálida habitación y sonriéndole a una persona que se parecía tanto a su hermana en su inocencia y que le preguntaba si estaba cómoda en aquel lugar.
Y le había mentido.
Porque ella, Tomoyo, ya no volvería a sentirse cómoda en algún sitio.
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N/A.- Si, lo se, lo siento tanto. Apenas y es un suspiro. Pero más que nada, escribo esto para agradecer profundamente los ánimos que me han dado con su reviews, y sólo por ustedes, voy a seguir con esta historia; aunque a decir verdad, de repente me falta la inspiración horriblemente (casi no se nota, ¿verdad?) En fin, de todo corazón, gracias a ustedes que se han tomado el tiempo de leer y de escribirme sus comentarios. Por ustedes continuaré y terminaré esto. ¡¡¡Gracias!
