Hermione llegó exactamente cinco minutos antes de que despegara su vuelo. Si no hubiera tomado un taxi muggle, quizás habría llegado más temprano, pero al fin y al cabo no tenía ninguna prisa por irse. Sobre todo por que se estaba echando para atrás.

¿Y si no me voy?

Mientras hacía la cola del abordaje se estancó a pensar un momento. No quería irse. Había aceptado el trabajo temporal, simple y sencillamente por que ya no quería estar cerca de Ron. Era difícil convivir con él todos los días y tratarse como dos completos desconocidos. Ni él había querido escuchar su explicación desde un principio, ni ahora ella quería saber las razones que lo llevaron a procrear hijos con ex compañeras de Hogwarts mientras estaba con ella que simplemente intentaba ayudar a un amigo a casarse. ¿Qué culpa tenía ella de los celos enfermizos de Ron? Por otra parte, la pequeña no tenía la culpa de nada. Ni que su padre fuera un completo estúpido, ni que su madre hubiera fallecido a su nacimiento.

¿Por algo suceden las cosas, no?

Tal vez era mejor así. Ella tendría una gran oportunidad de trabajo, mientras él podía... no se... rehacer su vida con su hija... quizás con una nueva pareja.

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Ron y Ginny corrían totalmente perdidos por el aeropuerto. En su vida habían estado en uno, pero luego de llegar a la madriguera e interrogar a la señora Weasley por el paradero de Hermione, no tuvieron opción. Cansados, preguntaron a un hombre de gorra azul y corbata por los vuelos de ese día a Suecia, y les indico que el único vuelo abordaría en la puerta 974. Les indico que pasillos tomar para no perderse, y se echaron a correr de nuevo.

Varios minutos después, lograron encontrar la puerta de abordaje donde solo se encontraba una mujer revisando unos cuantos documentos.

- El... vuelo hacia... Suecia – pregunto Ron casi sin aliento a la mujer.

- Despego hace cinco minutos... lo siento ¿eran pasajeros?

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- ¿Qué paso? – preguntó la señora Weasley no más vio entrar a Ginny y Ron en la cocina de la madriguera.

- No logramos alcanzar el vuelo de Hermione... – contestó Ginny a su madre, mientras Ron se dejaba caer apesumbrado sobre una de las sillas del comedor. La señora Weasley, se sentó en la silla próxima a la de él.

- Soy un completo idiota – dijo Ron tristemente.

- No debería decir esto por ser tu madre Ron, pero si eres un cabeza dura.

Ginny, quien mordisqueaba una manzana, asintió a las palabras de su madre.

- Te comportaste de la manera más infantil Ronald Weasley. Salir huyendo sin pedir ni escuchar explicaciones, desaparecer por nueve meses y tenernos con el alma en un hilo a mi, a tu padre, a tus hermanos y a tus amigos, no es de alguien muy sensato.

Le dolía en el fondo tener que ser ella quien le hiciera ver sus errores, pero para eso era su madre y tenía que ser dura.

- Hermione te quiere mucho ¿por qué dudaste de ella de esa manera?

- No... no lo se – contestó Ron tristemente – actuaba raro... recibía lechuzas misteriosas... mis celos se desbordaron... además yo no le hubiera prohibido ayudar a Krum.

- ¿En serio no la hubieras retado Ron? – pregunto su madre alzando una ceja con expresión suspicaz.

- Claro que no... yo... – el pelirrojo sintió sobre él las miradas de su hermana y de su madre y no tubo remedio más que aceptar la obvia verdad – bueno... quizás si la hubiera echo desistir de ayudarle al búlgaro ese.

- Tienes que aprender a controlar tus sentimientos y reacciones Ron – prosiguió su madre – sobre todo tu celos.

- Lo se mamá, pero... ahora Hermione se fue y lo más seguro es que acepte el trabajo permanente en Suecia.

- Fue su decisión Ron, y debes respetarla.

- Tal vez regrese... – agregó Ginny tratando de consolar a su hermano.

¿Y si voy a Suecia?

Recibió un luzaso mental. Podía ir a Suecia, buscarla, pedirle perdón... ¡pan comido!

- Debería ir a Suecia a buscarla – dijo Ron más para si mismo, mientras que Ginny y la señora Weasley estaban escépticas por lo que acaban de escuchar.

- ¿Buscarla? Ron, es un país muy grande, seria imposible... – dijo la señora Weasley buscando el apoyo de Ginny. Era en un país igual o más grande que Inglaterra, no iba a ser nada fácil encontrarla.

- Es lo único que puedo hacer mamá – contestó Ron convencido de que esa era la mejor decisión.

- ¿Pero y la bebe? – pregunto con rostro angustioso la señora Weasley.

- Pues... – Ron lo pensó por unos momentos – tu la podrías cuidar mamá... solo tardare unos cuantos días.

- No puedo – dijo su madre un tanto mortificada levantándose de su asiento.

- ¿Por qué? – preguntaron al unísono Ginny y Ron.

- Por que Galy acaba de tener a los gemelos – y les mostró a sus hijos un pergamino.

Era una carta en donde Charlie Weasley comunicaba que su esposa Galy había dado a luz ese mismo día a sus hermosos hijos gemelos y le pedía a la señora Weasley viajar a Rumania para cuidar de los nuevos miembros de la familia.

- ¿Ginny? – preguntó esperanzado. La pelirroja no tenía mucha experiencia con niños pero, Helm no daba problemas, así que... –

Tú podrías...

- Acabo de venir de un viaje Ron, no puedo pedir vacaciones – contestó su hermana doblando el pergamino – lo siento.

Eso era todo. No podría ir a buscar a Hermione. No podría pedirle disculpas. No volvería a verla durante mucho tiempo y...

¿Y si llevo a Helm?

La verdad es que no tenía otra opción.

- Entonces llevaré a Helm – dijo Ron ante la mirada alarmante de la señora Weasley.

- ¿Qué dices Ronald Weasley? Un bebe no es un juguete. Helm es muy pequeña, no soportaría un trote de esa manera – dijo escandalizada la señora Weasley.

- ¡Ni lo pienses Ron! – apoyo Ginny a su madre.

- No me voy un año. Simplemente buscare a Hermione, hablare con ella y regresare.

- Si pero...

- Mamá, Helm es mi responsabilidad. Tú me has ayudado mucho pero creo poder arreglármelas solo con ella.

La señora Weasley y Ginny cruzaron miradas de inseguridad.

- Viaje con ella desde Italia, y nada paso. No pasara nada si ahora la llevo a conocer Suecia – contestó Ron pensando que sería lo más fácil del mundo.

La señora Weasley iba a seguir hablando pero Ron la interrumpió.

- Solo que tendré que pedirte un favor Ginny – añadió Ron no muy convencido de si su hermana cumpliría lo que iba a pedirle – tienes que conseguirme por lo menos tres semanas libres con el asistente del ministro...

- ¡¿Estás demente! – exclamó Ginny incrédula ante la petición de Ron - ¡¿Cómo demonios quieres que haga eso!

- Tu le caes bien al asistente del ministro – Ron le sonrió con picardía – se que si le dices que estoy muy enfermo y que necesito tres semanas de incapacidad, no dudará en dármelas.

La señora Weasley solo posaba su mirada de Ginny a Ron y viceversa. Todo estaba en manos de la pelirroja para que él pudiera ir o no a buscar a Hermione. Lo pensó unos minutos.

- Me voy a cobrar caro el favor Ron – contestó Ginny mientras entrecerraba los ojos y cruzaba las manos.

- Sabía que no me fallarías – dijo Ron mientras se levantaba y corría escaleras arriba a preparar sus maletas y las de Helm.

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Ginny fácilmente consiguió las tres semanas de permiso para Ron. Tuvo que aceptar una invitación a cenar de parte del señor Carter, pero luego se las arreglaría con su hermano.

Suecia estaba bastante lejos de Inglaterra, así que la señora Weasley le recomendó a Ron irse como Hermione lo había hecho, en un "amión", o como se llamase el aparto ese, ya que además de que el viaje en tren sería exhausto, no podría usar un traslador con Helm y mucho menos aparecerse si no tenía un dirección establecida. Podría ir a parar a cualquier lugar, exponiendo a la pequeña.

El señor Weasley acepto gustoso la misión de conseguir los pasajes y el papeleo muggle necesario para que su hijo y su nieta viajasen. Dos días después, Ron abordo un avión con destino a Suecia.

No eran de esperar las miradas de confusión de parte de los demás pasajeros del avión al observar a una persona tan desorientada en un aparatejo en el que medio mundo ha viajado por lo menos una vez en su vida. Todos menos Ron.

Cuando por fin la aeromoza pudo ubicar a Ron en su asiento, ayudarle a guardar el maletín de mano, colocarle el cinturón y asegurarse de que la nena que lo acompañaba estuviera bien, se retiro para dar las indicaciones adecuadas.

Ron se abatió cuando la mujer explicaba que en caso de que el avión tuviera un desperfecto y estuvieran en medio del océano, tenían que bajar unas cosas horrendas que se colocaban en la nariz, buscar un pedazo de cosa anaranjada, que no entendió bien que era, bajo el asiento y sobre todo no perder la calma. Él simplemente se limito a tener bien a la mano su varita.

El avión despego sin ningún problema. Se elevo entre las nubes y se perdió en el horizonte.

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Cuatro horas, aproximadamente, después se encontraba en el aeropuerto de Estocolmo. Con dos maletas, la pañalera de Helm, su maletín de mano y Helm en un aparato llamado "porta bebe", Ron trataba de seguir a los demás pasajeros para no perderse. Caminaban de un lado para otro, haciendo lo mismo que ellos, hasta que por fin dieron con inmigración.

Salió del aeropuerto, con el trasero aún dormido por tantas horas de vuelo, y se encontró con un pequeño problema. ¡No tenía la dirección de Hermione!

Apurado por salir de viaje se le olvido por completo pedir en el Ministerio la dirección del domicilio en Suecia de Hermione. Estaba perdido. No podía ir en busca de una chimenea para comunicarse con Ginny, ni llamarle por teléfono por que no tenía idea si en el Ministerio había y de todos modos, no tenía el número. Se sentó en la acera y se sintió desesperado e idiota. Había viajado miles y miles de kilómetros lejos de Londres para buscar a Hermione y se encontraba precisamente ahí, pero sin ningún dato de la chica.

Observó a Helm, quien solo le respondió alzando una ceja.

Dios, hasta la nena lo creía estúpido.

Suspiro resignado. Ya estaba ahí. Algo tenía que hacer.

Se levantó y comenzó su recorrido por Estocolmo.

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Caminó quien sabe cuantas horas, hasta que le dolieron los pies y decidió descansar un poco en un pequeño parque. El día estaba nublado, y aunque eso ayudaba a protegerse del sol, le asustaba la idea de que comenzara a llover.

Aprovechando el descanso, le cambió el pañal a Helm, le preparó un biberón y trató de dormirla. Era mejor que estuviera en un sueño profundo, que viendo como su padre recorría toda una ciudad como idiota.

No podía ir preguntándole a medio mundo si era brujo o bruja y si conocía en donde quedaba el Ministerio de magia. Lo iban a mandar directamente al manicomio.

Volvió a su andar, decidido a cualquier cosa, hasta que tuvo la sensación de que estaba caminando en circulo. Ya casi entrada la noche, y comenzando a helar, entró a una cafetería para tomarse algo caliente y entrar en calor.

Era un lugar pequeño pero bastante cálido.

Helm, quien normalmente era una niña muy alegre y risueña, se notaba cansada. No lloraba, pero se le notaba en el rostro que no estaba disfrutando mucho el viaje. Había sido un error traerla. ¿Qué culpa tenía ella de los problemas sentimentales de Ron? El pelirrojo se sintió mal y estuvo dispuesto a regresar a Londres, pero una mesera interrumpió sus pensamientos.

- ¿Qué te sirvo? – preguntó un muchacha bastante guapa.

- Tres donas de chocolate, tostadas con mantequilla y un vaso de leche caliente.

La mujer llevó la orden luego de un rato, y regreso para dejar la cuenta.

- Que linda nena – dijo la mujer mientras le pellizcaba las mejillas a Helm – es una preciosura.

Helm solo atinó a arrugar el ceño y sacarle la lengua.

- Gracias – contestó Ron sonriendo.

- Te ves cansado chico – dijo la mujer interesada – ¿Has caminado mucho?

- La verdad si. Necesito encontrar un lugar...

- ¿Qué lugar? Yo conozco la capital como la palma de mi mano.

- No creo que sepas donde queda este lugar.

- Haz un intento.

- Te reirías si te digo que busco el Ministerio de magia – soltó Ron entre una risa nerviosa rogando que la mujer también lo hiciese y lo tomara como broma.

- Queda en Palm Avenue número 9785, es un edificio viejo donde fue una lavandería, pero hay un mendigo que es el portero. El te ayudara a entrar.

Ron se le quedó viendo con los ojos abiertos.

- ¿Cómo sabes?... ¿Eres...

- ¿Bruja? Absolutamente. No por gusto trabajo en la Cafetería Salem.

Estaba tan cansado, que no se dio ni cuenta al entrar que la mayoría de personas que estaban ahí usaban túnicas ni del nombre del lugar.

- ¡Me acabas de salvar la vida! – exclamó Ron abrazando a la chica.

- Vaya, es la primera vez que me dan una propina tan efusiva – dijo la chica emocionada.

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Luego de salir de la cafetería, y de haber anotado la dirección del Ministerio de magia, buscó un Hotel para pasar la noche. Llovía torrencialmente afuera, mientras Ron trataba de dormir a Helm.

La nena estaba fascinada viendo la televisión. Ron la había encendido para no aburrirse, pero la que resulto más interesada en el aparato fue Helm. Estaban pasando un programa de concursos y Helm se carcajeaba de lo lindo cuando alguien caía o se golpeaba.

Cuando Ron intentaba apagarlo, Helm hacía pucheros y agitaba las manitas exigiendo que lo encendiera. Tampoco fue fácil cambiarle el pañal y ponerle el pijama sin intervenir en su visión. Aburrido de luchar con Helm, y asombrado de como la caja esa hipnotizaba tanto, decidió acostarse con la nena en la cama a ver la televisión.

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Cuando Ron despertó, Helm aun dormía abrazada al control remoto. Se duchó, se cambio y se dispuso a preparar a Helm para el nuevo día. La baño con agua tibia en la tina, ya que se sentía mucho frío, y la arropo con varios pares de suéteres, pantaloncitos de lana, calcetines y un gorro horrendo que Luna, antes de que ella naciera, había comprado.

La primera palabra de Helm, había sido pa-pá, y su segunda palabra fue aun mejor. Cuando Ron se disponía a envolverla como taco en dos frazadas gruesas, Helm con el ceño fruncido dijo NO.

Ron, emocionado, la abrazó y la besó, feliz de que fuera aprendiendo más palabras. Aunque no notó que la nena se refería a que ya parara de ponerle ropa.

Con ayuda de su varita, hirvió agua en un jarro y se dispuso a preparar biberones para meter en la pañalera.

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Cuando salieron del Hotel, el frío soplaba helado, pero la ropa que llevaba Helm, era una exageración.

Preguntando y con ayuda de la dirección Ron logro dar, casi a medio día, con el Ministerio de magia. Exactamente era un edificio viejo que tenía un rótulo gastado que decía "Laundry". Un hombre vestido con harapos estaba acostado en la entrada del local, así como había dicho la chica.

Ron se acercó con Helm y pronunció de un solo: Ministerio de magia para que el hombre no perdiera su tiempo haciendo preguntas averiguando si era un mago o un simple muggle que pasaba por ahí.

- Pase – dijo el hombre haciéndose a un lado y empujando la puerta de la entrada.

Fue un cambio casi instantáneo que a Ron no le sorprendió, pero que a Helm si la dejo bastante boquiabierta. Afuera parecía un total edificio en ruinas, pero al solo cruzar la puerta se volvía una total construcción amueblada, alfombrada y tapizada de pared a pared.

- NO – exclamó Helm agitando las manitas emocionada y disfrutando de la nueva palabra aprendida.

Ron caminó hasta el mostrador de información y solicitó saber sobre Hermione Granger, que venía desde Londres.

- Oh si, la señorita Granger – respondió la mujer sonriendo – Ayer se presentó pero le dieron el día libre para acomodarse en su nueva residencia.

- ¿Me podría dar la dirección? – dijo Ron esperanzado.

- Lo siento, pero no la tenemos todavía – dijo la mujer revisando unos pergaminos – lo único que sabemos es que es en la Colina Nacht.

- ¿Podría decirme donde queda eso?

- Claro.

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Eran casi las cuatro de la tarde y algunos relámpagos en el cielo nublado anunciaban nueva lluvia. Había preguntado ya en cinco casas en la Colina Nacht y aún no daba con la casa de Hermione.

Una casa más. Una más y si no era esa, regresaría al Hotel y seguiría mañana. No podía correr con el riesgo de una tormenta exponiendo a Helm quien al parecer quería dormir pero no podía por el trote de Ron.

Toco a la puerta de una casa de color blanco, con una puerta bastante antigua y ventanas grandes. El también se sentía sumamente cansado pero tenía que insistir en la búsqueda.

Cuando abrieron la puerta sintió que el esfuerzo no había sido en vano. En el umbral de la puerta y asombrada de pies a cabeza se encontraba Hermione.

- ¡¿RON! – exclamó incrédula.

- ¡Hermione! – gritó Ron emocionado abrazando a Hermione, sin importar que con eso apretujaba a la pobre Helm.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó confundida.

- Vine a buscarte – dijo Ron soltándola, mientras Helm, como en todo el camino, se jalaba el suéter intentando quitárselo.

- No entiendo...

En ese momento la tormenta tan temida se desató y Hermione lo invitó a pasar. Estaba bastante liada. ¿Ron la buscaba? ¿Para qué?

La casa estaba sumamente ordenada a pesar de que Hermione se acababa de mudar. Cuando Helm y Ron estuvieron protegidos de la lluvia dentro de la casa, Helm con una sonrisa, le ofreció los brazos a Hermione para que la cargara. Hermione dudo un momento pensando en lo que diría Ron y posó su mirada en él esperando su reacción, pero fue tanta la insistencia de la pequeña, que Hermione se acercó hasta ella y decidió cargarla.

- Hola Helm – le habló Hermione. La nena estaba feliz. Sonreía amenamente recorriendo toda la casa.

Ron solo observaba la escena con una sonrisa.

- Te he buscado por toda la capital – Ron rompió el silencio. Había llegado para hablar con ella y no podía perder tiempo.

- ¿A qué has venido? – preguntó Hermione aun confundida.

- Necesitaba hablar contigo.

- ¿Sobre qué? – interrogo ella.

- Sobre todo lo que ha pasado... Perdóname.

Hermione estaba escéptica. ¿Ronald Weasley pidiendo perdón?

- ¿Qué dijiste?

- Se que Krum... esta casado con otra chica.

- ¿Cómo lo supiste? – preguntó Hermione abriendo mucho los ojos.

- Llego a buscarte con su esposa a la oficina y... me entere de todo.

Helm estaba atenta a la conversación. Posaba su mirada de Ron a Hermione y viceversa, casi como viendo un partido de tenis.

- Así que es eso – dijo Hermione entendiendo el asunto y comenzando a enfadarse – ¿quiere decir que ahora que te consta que NO estoy casada con Víctor Krum me crees y osas pedirme perdón?

- Pues... si...

- ¿Necesitabas pruebas para confiar en mí?

- Oye, se que cometí un error, pero tu tampoco ayudaste a la causa...

- ¿Qué no ayude a la causa? ¿Qué significa eso?

- ¡Estabas rara! Cartas, salidas ocultas... ¡Qué querías que pensara!

- ¡Tuve que hacerlo Ron! Era un secreto. El entrenador de Viktor no podía enterarse de nada y me pidió suma discreción, además ¡Tú nunca me hubieras permitido ayudarle!

- Yo... – se detuvo. Como su madre y Ginny se lo habían echo ver, él NO le hubiera permitido ayudar a Víctor Krum.

- ¿Tú que? Te conozco Ronald Weasley, y se perfectamente que no me hubieras dejado.

- ¡Si me hubieras explicado tal vez...

- ¡Contigo no se puede hablar Ron!

Ambos se quedaron callados un momento y Helm había comenzado a reír. Era gracioso ver como dos personas adultas se pelean como niños pequeños. O por lo menos para ella si lo era.

- Viktor me hizo prometerle que no le diría a nadie... en especial a ti.

- ¿Hizo qué? – exclamó Ron incrédulo y enfadado - ¿No quería que supiera? ¿Te obligo a mentirme? Maldito búlgaro...

- No me obligó Ron... es decir... Si me pidió no decírtelo, fue por que sabía que no me dejarías ayudarlo.

Si había otra razón para odiar más a Viktor Krum, esa era una muy buena.

- No lo hizo con mala intención... es solo que... no se por que no confías en mí Ron. O mejor dicho "confiabas"... – y diciendo esto último volvió su mirada hacia el suelo un momento – se que si te hubiera dicho que Viktor Krum me había pedido ayuda no me hubieras dejado terminar de decir que era para su boda... tal vez después de todo hubiera logrado convencerte de que me dejaras ayudarle pero... preferí mejor no decirte nada y hacer todo con la mayor discreción posible. No quería que te enfadaras conmigo, y aún así, lo terminaste haciendo.

Ron realmente se sentía una basura completa. Sus celos obsesivos habían logrado alejar a Hermione completamente de él, hasta el punto que tenía que mentirle a él.

- Perdóname Hermione... nunca creí que mis celos iban a lograr este gran embrollo.

Hermione se quedo callada unos minutos.

- ¿Y Helm?

- ¿Qué tiene que ver Helm con esto? – pregunto Ron considerando la pregunta fuera de lugar.

- Si bien yo te mentí con respecto al matrimonio de Krum... tú me engañaste Ron – añadió Hermione obvio reproche en su voz – cuando todavía estábamos juntos. Te enredaste con Luna.

Ron comprendió de lo que hablaba. Esa mentira la había creado para lastimarla a ella. Y ahora tenía que desmentirla.

- Helm no es mi hija – dijo Ron viendo al piso.

Hermione parecía confundida.

- ¿Qué dijiste?

- Que Helm no es mi hija – pronuncio ahora, viéndole a la cara.

- ¡Eres un cínico Ronald Weasley! ¡Cómo puedes negar a tu propia hija! – dijo Hermione con repulsión y enfado, abrazando a Helm fuertemente, como queriéndola proteger del monstruo que tenía en frente - ¡Nunca creí eso de ti!

- Hermione no te estoy mintiendo. Mira... – Ron respiro profundo para soltar la verdad – Helm si es hija de Luna, pero yo no soy el padre – Hermione iba a seguir gritándole pero Ron la interrumpió – cuando yo llegué a Italia, me la encontré por casualidad. Me contó que su esposo había fallecido y que estaba embarazada, que estaba sola y me ofreció su casa para hospedarme. Acepte por que no conocía a nadie y por que Luna fue agradable conmigo. A los días me confeso tenía una enfermedad en los pulmones y que iba a morir. Me pidió hacerme cargo de su bebe cuando naciera y... yo acepte. Estuve con ella todo el tiempo hasta el día del parto en que ella falleció. Me dejo legalmente como el tutor de Helm y eso es todo. Yo en verdad creí que te habías casado con Krum, Hermione, me sentía engañado y lo menos que quería era regresar a Londres, pero tuve que hacerlo por que me enviaron del Ministerio de Italia. Llegando a Londres me imagine que algún día te vería de la mano de Krum, sonriendo como su esposa, y decidí inventar que me había enredado con Luna la vez que viaje a Rumania a visitar a Charlie y así poder asegurar que Helm es mi hija... pero no lo es Hermione, yo nunca me enrede con Luna.

Hermione no podía dar crédito a lo que escuchaba.

- No te creo Ron.

- No te estoy mintiendo.

Hermione no sabía que hacer.

- ¿En serio, me estás diciendo la verdad?

- Te lo juro. Si quieres puedo mostrarte los documentos de Helm para que lo compruebes... aunque claro, tendría que ir al Hotel por ellos.

La chica se dejo caer en uno de los sillones de la sala aún con Helm en brazos.

- Es que... ¡Cómo pudiste mentir de esa manera!

- ¡Pensé que estabas casada con Krum! Quería lastimarte y... Yo se que estuvo mal, pero, por eso quiero que me perdones absolutamente todo. La mentira de que Helm es mi hija y más que nada él que a pesar de tantos años, mis celos me obliguen a no confiar en ti.

Hermione se quedó pensando un momento.

- No puedo creer que te hayas echo cargo de una bebe.

- A veces ni yo mismo lo creo – dijo Ron sonriendo.

La pequeña Helm solo le sonreía a Ron.

- ¿Olvidamos todo y comenzamos de nuevo? – pregunto Ron a Hermione, esperando obtener un respuesta positiva.

Hermione, quien miraba al suelo pensativa, levantó su vista hacia Ron.

- No lo se – contestó la chica aún con rostro serio.

- Dime de que manera puedo pedirte perdón.

- Necesito tiempo... necesito que confíes en mí.

Ron ya no sabía que decir. Él había sido el causante de todo. No fue en realidad que Hermione mintiera. Total, era una mentira valida hasta cierto punto por que era para ayudar a alguien. Aunque fuera el estúpido de Krum. Eran sus malditos celos y su mala cabeza.

- Lamento haberte lastimado Hermione. En verdad... no pensé que esto fuera a llegar a tanto.

- Ni yo – dijo Hermione dando un hondo suspiro.

- Solo quiero que sepas algo... te voy a estar esperando en Londres.

Hermione solo atinó a volver su mirada de nuevo hacia el piso, mientras Ron tomaba a Helm en brazos y retomaba su camino de regreso al Hotel.

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