Gracias por los comentarios... los aprecio mucho...
Un beso Rowan
Capitulo Séptimo Viejas Heridas
"No me arrepiento de ninguno de mis actos... pues le seré fiel mas allá de la muerte a todo aquello en lo que creo... y yo creo en ustedes..."
Del Testamento de Atenea
Esquela a los Santos.
Seiya permaneció inmóvil en aquel rincón un buen rato mientras veía desfilar las nubes, sosteniendo aquel libro entre las manos, recordando todo el dolor que había sentido tras tantas batallas, tras el tiempo de guerra, el mas cruel, el mas mísero... el dolor de su corazón...
¿Cuántas veces había llorado? No solo por ella, sino también por todos sus amigos, cada uno de aquellos a quienes vio morir irremediablemente, dolorosamente, esas, esas eran las peores heridas que él había recibido, lo entendió bastante tiempo después, cuando se vio solo, lejos de ella y sin amigos, cuando entendió que aquellos a quienes amo ya no estaban vivos y que ahora que llevaba una vida normal, no tenía el valor para regresar a la vida de su hermana Seika mancharla con su presencia, él, asesino de muchos, destructor de vidas, él, que lo único que podía hacer con sus manos era traer la destrucción, él, que no había resistido su partida, ni pudo salvar a sus amigos de un cruel destino... ¡No! No podía buscar a su hermana y ponerla en peligro, por que a pesar de los aparentes tiempos de paz y de haber renunciado a ser un caballero, él sabía que nada era seguro, no totalmente... "Nada ES Absoluto"
Tal vez por eso las palabras de Hilda calaban tan hondo en él, tan profundo en su conciencia, pues ahora de ese guerrero semidiós que llego a ser, solo quedaban los restos que un embrutecido borracho había dejado, olvidando en el proceso lo único que podía hacer por ellos, por los caídos en batalla, algo que les debería de por vida y que con su actitud no hacia...
Honrar su memoria...
Mu, Aioria, Saga, Kamus, Milo, Shaka, Shura y todos los santos dorados que unieron hasta su ultimo aliento de vida en la flecha de Aioros, aquellos maravillosos santos dorados que podían hacer brillar la luz del sol en el mismo infierno...
¡Y él!
¡El valiente Pegaso Seiya¡
¡No era mas que un remedo de hombre!
¡Un ser despreciable que no merecía la vida que ellos, generosos, le regalaron!
¡Mas le hubiese valido que Hades le atravesara en serio el corazón!
¡Y que Atenea lo hubiese dejado morir!
"Ese libro fue el ultimo texto que leyó, y al hacerlo encontró su ultima voluntad... la ultima vez que nos vimos... me pidió que te lo diera... Seiya"
Volvió a clavar la vista en el libro al recordar las palabras de Polaris, mientras el Jet surcaba el cielo raudo y silencioso adentrándose en el espacio aéreo de Grecia... dos gruesas lagrimas mojaron las pastas del volumen en sus manos "Aun te faltan muchas batallas por librar Seiya... aun tienes que..."
Marie sonrió al descender del avión como si hubiese realizado la mayor de sus travesuras... tras de si, Shun la seguía de cerca preguntándose aun ¿cómo había hecho para convencerlo? Cuando Marion Dorian se diera cuenta de que no estaban... bueno... no quería ni imaginárselo...
Ya se en que piensas Shun y de una vez te digo que como mi guardaespaldas no tienes derecho a cuestionar mis decisiones — le dijo ella dándose la vuelta y tratando de sonar lo mas seria posible, pero... no podía, estaba feliz de haberse escapado... con Shun... al final su hermosa sonrisa termino por delatarla — así que cálmate yo asumo toooooda la responsabilidad ¿de acuerdo?
No... — contesto este secamente, Marie lo observo con detenimiento, algo le decía, que los motivos de Shun para estar en desacuerdo con ella, iban mas allá de desobedecer una simple orden o de contradecir a Marion Dorian, su madre... el chico de cabellos verdes, desvió el rostro perdiendo su atención en el paisaje que tenía ante sus ojos, el mismo que evitara tantos años... desde la muerte de ella... desde la desaparición de su hermano y el adiós de sus amigos... —
Sí, Shun no quería estar en Grecia, estaba bastante bien del otro lado del mundo, en una de las tantas fincas de los Dorian, lejos de todo, lejos, muy lejos de los sitios donde sufrió tantas penas, donde en gran medida, al ser él, la reencarnación de Hades, colaboro para cavar la tumba de los santos dorados... sus maestros, sus hermanos mayores, sus amigos... se maldijo mentalmente reprimiendo una mueca de disgusto que pugnaba por salir ¡Maldición! ¡¿Por qué tenia que ser tan complaciente con Marie?! ¡¿Por qué no fue capaz de decirle que no cuando le dijo que iban a escaparse de la fiesta para ir a Grecia?!
Lo peor de todo es que estaba seguro de haber ignorado deliberadamente algo... en aquella playa, tan solo unas horas antes... un lujoso vehículo de vidrios polarizados avanzo por una lateral de la pista de aterrizaje dispuesto a llevar a la heredera del emporio Dorian a donde se le pegara la gana, mientras Shun trataba de auto convencerse de que eran visiones, que June no había surgido de la nada, que solo fue un simple y llano reflejo del sol que caía a plomo... y que ya estaba rayando definitivamente en los cuadernos de la locura... para cuando la limusina paro frente a ellos y Marie lo tomo de la mano jalándolo al interior, Shun se había obligado a alejar de su mente cualquier duda, creyendo que así podría tener un poco de paz en tierras que para él eran como malditas... quería olvidar, dejar de pensar y sentir que la vida valía la pena, afortunadamente para él, la sola sonrisa de Marie bastaba para lograr eso...
Recordar a un muerto es algo demasiado doloroso, mas cuando se le ha amado tanto, cuando ha sido un verdadero apoyo, un verdadero amigo, un cómplice y maestro, un padre...
Sin embargo parecía que su dolor se diluía entre las voces y el trajín de la gente, con la suave risa de ella, de ese preciado regalo que la había dado la vida... un regalo con nombre propio...
Sun Rei... espera... mas despacio Sun Rei o te cansaras antes de que lleguemos al pueblo... — le dijo el dragón a la impetuosa joven que corría frente a él admirando todo a su paso, simplemente... estaba tan maravillada, todo le era absolutamente nuevo y distinto al ambiente en los Cinco Viejos Picos —
¡Ven Shiryu! ¡Mira esos peces! ¡No hay peces así en Rozan! — contesto esta haciendo sonreír a su acompañante mientras la negra melena que le caía por toda la espalda se mecía lentamente con el rítmico avanzar de sus pasos — ¡Anda! — insistió corriendo junto a él para jalarlo consigo a una nueva carrera hasta llegar a los limites de la ciudad, mas allá de donde se levantaba la vieja y señorial Acrópolis, a tan solo unos pasos de donde se alzara antaño el legendario jardín de Academo... —
Y mientras sentía como el corazón se le aceleraba, no podía evitar el pensar en ello... ¿qué hubiese sido de él si Sun Rei no...?
Bueno, no quería ni imaginarlo... ella fue la única capaz de sacarlo de su tristeza, de evitar que se hundiera tal y como Seiya y Shun lo habían hecho, porque, por mas que el hermano del Fénix intentara ocultar su miseria cuando lo visito en Rozan, Shiryu había aprendido después de tantas penalidades a ver con los ojos mas fieles y sinceros que poseía el genero humano... los ojos del corazón...
Gabrielle cerró tras de si la puerta de su habitación que permanecía en la semipenumbra tras las gruesas cortinas y la tenue iluminación de una lámpara de mesa, del otro lado de esa puerta, en el salón de la suite Hyoga permanecería vigilante... la joven suspiro sintiéndose cansada, el viaje en tren y el recorrido en automóvil fueron demasiado para su cuerpo, lo peor de todo es que no disponía de mucho tiempo, según el doctor Yarobe hacia el medio día tenían que estar en la Fundación para exponerlo todo, la investigación que había absorbido los últimos 5 años de su vida por fin tendría una respuesta, aunque no podía evitar sentir cierta desconfianza ya que las gentes con quien tenían que verse para descifrar el resto de los datos resultaban ser los mismos científicos de la Fundación, pero sobre todo tenía miedo de la reacción que sus recientes descubrimientos traerían, no era sencillo, ella misma se había negado a seguir con la traducción y el calculo de aquellos pergaminos... bastaron las primeras líneas de aquel texto para hacerla estremecer, para dejarla en un estado de depresión y crisis del cual solo la presencia de Hyoga pudo sacarla...
Harta, dejó caer el fino batín que cubría su cuerpo, sus pies descalzos sentían la suavidad de la fina alfombra mientras caminaba hacia el baño y se metía en la tina hasta hundirse en ella y mojar su cabeza, su cabello cayo desparramado por sus hombros y parte de su espalda, formando rizos contra su piel mojada, poco a poco la tibieza del agua la llevo a relajarse cada vez más, hasta quedarse dormida, mientras su mente dejaba escapar todo pensamiento que la preocupaba, hasta que solo quedó él...
Hyoga... — el eco de su voz resonó que aquella enorme cueva, sus pasos la llevaron hasta la gran puerta de piedra con el escudo de la Tríada, el Sello, el mismo lugar de cada pesadilla... —
¡Celeste! ¡Huye hermana! — escucho una voz, el aire comenzó a arremolinarse a su alrededor apagando las antorchas que colgaban de los muros de roca — ¡Corre Celeste!
¡Celeste! ¡Abre el portal! — pidió otra —
¡Celeste no te rindas! — grito una mas en la lejanía —
¡Celeste!
¡Tienes que pedirle ayuda Celeste! — rogó otra —
¡Hermana! — aquellas voces llenas de angustia y desesperación inundaron sus sentidos, la chica corrió por toda la galería tapándose los oídos pero aquellas voces eran demasiado penetrantes y un resplandor dorado lo baño todo por breves momentos, cuando Gabrielle pudo distinguir algo se vio corriendo por unas interminables escaleras, las cuales entrelazaban doce templos, al final de estos una enorme estatua la observaba impasible... — ¡Corre! ¡CELESTE!
Gabrielle distinguió esta vez de donde provenían las voces... mirando hacia atrás observo a aquellas que la llamaban desesperadas, algunas corrían detrás de ella alentándola a que no se detuviera, mientras otras se debatían con una enorme y misteriosa figura que iba capturándolas una a una... cuando solo quedaban un par de mujeres corriendo a pocos pasos de ella, la chica vio como su perseguidor se abalanzaba directamente sobre ella saliendo a la luz, ante el pánico de todas, una bestia con cabeza de león y cuerpo humano la sostuvo del brazo levantándola en vilo para arrojarla al agujero negro que había creado y en el cual yacían las otras jóvenes que ya tenía en su poder... el corazón de Gabrielle se acelero mientras intentaba gritar que alguien la ayudara, hasta que su nombre volvió a salir de sus labios...
¡Hyoga! — grito impotente, negándose así misma la visión... ¡era solo un sueño! ¡Otra pesadilla de la que tenia que despertar! —
¡Suéltala! — exclamo una de las mujeres arrojándose contra el monstruo, mientras la otra intentaba desesperadamente obligarlo a que soltara a Gabrielle a punta de patadas —
¡Déjala ir maldito! — exclamó la mujer de cabellos cobrizos mientras soltaba varios golpes, la bestia gruño iracundo arrojando a Gabrielle hacia un pilar, el cuerpo de la chica se impacto dolorosamente, estaba a punto de perder el sentido cuando nuevamente los gritos y exclamaciones llegaron a ella —
¡Corre Celeste! ¡Tienes que salvarte y abrir el portal! — le pidió la joven de cabellos rubios y ojos grises —
¡Huye hermana! ¡Solo ella puede ayudarnos ahora! ¡Celeste!
Gabrielle miro horrorizada, como la bestia cogía a ambas y las levantaba por los aires...
¡Recibid el castigo que se merecen! ¡TRAIDORAS! — rugió la cabeza de león mientras las arrojaba hacia una columna al pie de los doce templos, justo donde iniciaba el recorrido — ¿Quieren servir a una traidora? ¡Pues bien! ¡Sírvale para toda la eternidad! ¡Serán testigos de los mas cruentos horrores! ¡Los verán morir a todos! ¡Todas ustedes mirarán sin poder hacer nada! ¡Sufrid eternamente! ¡A OTRA DIMENSIÓN! — las dos jóvenes fueron engullidas por el mismo agujero negro por donde habían caído una a una todas las mujeres que corrían con Gabrielle momentos antes por las escaleras de los templos... el portal se cerró tragándose los gritos de suplica y advertencia que lanzaban sus compañeras llamándola para luego desaparecer en una estruendosa explosión...
No... — alcanzó a musitar mientras sus ojos se cerraban lentamente, de su cabeza y su vientre manaba escandalosamente la sangre mientras sentía como la vida se le escapaba, para cuando el resplandor de la explosión desapareció Gabrielle logro distinguir al monstruo junto a ella pateándola sin misericordia, pero ella no sentía ya nada, el dolor la abandonaba... — hermanas... perdón — musito llorando mientras contemplaba aquel extraño reloj con los doce fuegos encendidos, bajo él, justo antes de morir, el cruel destino de sus hermanas le fue revelado, con el rostro impasible y la mirada vacía, sus hermanas sostenían la caja del reloj sobre sus cabezas, cual cariátides... ¡convertidas en pilares de piedra! —
A pesar de todo te ha tocado la mejor parte, no tendrás que sufrir con tus hermanas el suplicio eterno en piedra Celeste, pero también te compadezco, no quiero pensar en lo que él te hará cuando llegues a sus dominios... ¡Muere de una vez Celeste! ¡Hades se encargara de ti!
Y tras decir esto la bestia se alejo con paso decidido escaleras abajo, dejándola agonizante al pie del pilar donde la estrellara, su sacrificio había sido inútil, si ella moría todo estaría perdido, con su ultimo aliento conjuro toda su energía impregnándola en una roca al pie de uno de los últimos templos donde junto con sus hermanas pudo llegar en la desesperada carrera hacia la estatua de la cima...
¡Gabrielle! ¡Gabrielle! ¡reacciona! ¡por favor!
Su voz la trajo de vuelta, cuando fue capaz de pensar con claridad entendió que algo había ocurrido, ya no estaba en la bañera, ahora Hyoga la sostenía semidesnuda sobre la enorme cama salomónica de su suite en el hotel...
¿Estas bien? — le pregunto con los ojos llenos de angustia — ¿Gabrielle?
Yo... ¿qué sucedió? — pregunto cubriéndose lo mejor que pudo con la toalla en que su guardaespaldas le tenía envuelta —
Comenzaste a gritar Gabrielle, me estabas llamando desesperadamente y tuve que tirar la puerta del cuarto para entrar, cuando llegue a la tina estabas completamente sumergida en el agua... fue otra pesadilla ¿cierto?
Ella no supo que contestar, aquellas esculturas humanas, las cariátides seguían grabadas en su mente...
¿Gabrielle? — insistió el ruso ante su mutismo —
No lo sé Hyoga... no sé que me esta sucediendo — contesto azorada mientras evitaba a toda costa llorar —
Voy por Mamoru y un por un medico, tienes que recibir atención... — le dijo dispuesto a levantarse, pero ella le detuvo aferrándose a su brazo —
No te vayas... por favor, no quiero que nadie mas venga... no me dejes sola — le pidió haciendo que él chico volviera a sentarse en el lecho —
Pero...
Nadie mas que tú ha escuchado mis gritos, dentro de un rato tenemos que estar listos y yo no quiero cambiar los planes y mucho menos someterme a los cuestionamientos de Mamoru... Hyoga no soportaría ahora la presencia de nadie mas que de ti... por favor... — le pido abrazándose a él mientras trataba de alejar toda presencia del ensueño —
Esta bien Gabrielle, se hará como tú quieres... — asintió él correspondiendo el abrazo —
No te vayas, quédate aquí conmigo, se que a tu lado no tendré mas pesadillas — susurro, mientras sentía como él la acurrucaba junto a su pecho... tal vez, con un poco de suerte y antes de que tuvieran que marcharse, Gabrielle lograra dormir un poco sin tener aquellas perturbadoras visiones... —
Cerró el libro tras leer la ultima pagina, sintiendo el corazón oprimido de tan solo pensar en la desesperación que sintió ella en aquellos días.
El avión se sacudió levemente sacándolo de sus pensamientos, faltaba menos de una hora para pisar tierra en Atenas... la ciudad a la que tantos años se negó a volver...
Es inútil negarse a sí mismo Seiya, tú corazón nunca miente, por eso ella te amó... — Hilda apareció por la puerta de la pequeña cabina de las sobrecargos luciendo su amable sonrisa, parecía la misma dama elegante y tierna que había conocido después de la pelea en el Valhala, aunque algo según la percepción del joven japonés había cambiado en ella —
Hilda...
La mujer se sentó frente a él mirándolo fijamente...
Permití que hiciéramos el viaje de esta manera por que... — comenzó a explicar sin dejarlo terminar la frase — creí que necesitabas tiempo para leer ese libro y para pensar en todo lo que voy a contarte a partir de ahora... pues cuando lleguemos al Santuario no habrá marcha atrás, de eso, puedes estar seguro Seiya—
Yo no puedo regresar al Santuario, acepte venir contigo por que dijiste que me explicarías muchas cosas de Saori que...
Escúchame atentamente Santo de Pegaso... porque nos queda muy poco tiempo, no importa que hayas renunciado a la armadura, en medio de un berrinche, no puedes negar lo que eres, ni la vida que has tenido... — contesto con un tono de dureza en la voz — y no pienso poner esto a discusión, es vital que vuelvas al Santuario y que yo vaya contigo... sino nos damos prisa, estos serán los últimos días de la raza humana sobre este planeta
¿Que? ¡Eso no es posible! La tierra esta en paz, ella se fue por... — replico incrédulo —
¿Quieres dejar de una vez por todas de pensar solo en ti? — aquella pregunta silenció al caballero — hay mas en juego que un amor que crees frustrado... ahora que Atena no esta en esta tierra lo peor esta por venir, créeme, necesitaremos toda la ayuda posible para evitar el desastre — le dijo, su mirada era penetrante y severa como si tuviera frente a sí el cuadro mas desolador de la tierra... — todos tendremos que sacrificar algo, créeme, no serás el único —
Hyoga la observo dormir un largo rato mientras trataba de entender los acontecimientos de las últimas horas... ¿Cygnus? Aquel científico lo había llamado así... lo reconoció al instante, y pudo ver la emoción que despertó en sus ojos... alguien lo había llamado por su titulo de santo ateniense justo después de haber soñado a su maestro, de sentir muy cerca su presencia, incluso vio caer algunos copos de nieve, Gabrielle también los había visto... pero eso era poco mas que imposible porque Kamus estaba muerto...
Kamus...
El hombre que para él lo representaba todo, hogar, guía, consuelo, un padre... por que eso había sido siempre, gracias a él y a sus amigos sobrevivió a la orfandad y a la desesperanza, él y cada uno de los guerreros con los que compartió tantas batallas, le mostraron la razón de porque seguía existiendo, le dieron la fuerza y el valor necesarios, sus enseñanzas, su compañía y solidaridad, su confianza, su fuerza y su fe... porque Kamus, Milo, Mu y el resto de los caballeros dorados murieron creyendo en él, en que junto a Shiryu, Seiya, Ikki y Shun, lucharían hasta su ultimo suspiro, yendo mas allá de sus propios límites...
Entonces... ¿por qué si siempre fue fiel a Atenea sentía que les había fallado a todos?
La imagen del ataúd de hielo conteniendo una delicada figura volvió a su mente dándole la respuesta, aplastante, lacerante y abominable, ni siquiera el pensar que Kamus había hecho los mismo con él en la batalla de las doce casas, solo para protegerlo, le consolaba,
Enterrarle con vida...
Una asfixiante culpa surco su ser sintiendo ganas de acabar con su vida en ese mismo momento... era un miserable, un...
Gabrielle suspiro a su lado casi en el mismo instante en que sonaba el teléfono, antes de que diera un tercer timbrazo, Hyoga alargó la mano contestando, al otro lado de la línea la voz que lo reconoció no fue muy amable... Mamoru... fúrico, pensando lo peor y muriéndose de celos, al descubrir donde había estado Hyoga todo ese tiempo, con ella y en su habitación...
Esta bien, no tardaremos — respondió tajante sin darle tiempo al científico de decir nada mas colgando el auricular —
La chica se acomodo en sus brazos, al parecer era la primera vez en muchas semanas que Gabrielle podía dormir mas de una hora seguida sin que algo alterara su sueño, incluso no la despertó el sonido del teléfono, era una verdadera lastima, porque iba a despertarla, tenían que bajar y encontrarse con Mamoru y Yarobe, partirían en menos de 15 minutos y si no se daban prisa el celoso científico subiría a buscarlos... aun así le dedico una mirada tierna a la joven y la acunó de nuevo entre sus brazos besándola suavemente en el cabello... después de todo ahora entendía por que no se había vuelto loco tras tantos años de culpa y miseria espiritual, el motivo de su resistencia estaba en ese preciso momento entre sus brazos...
Dime Hilda ¿Quién es esta vez? ¿Apolo? ¿Ares? ¿Cronos? ¿Hera? ¿Zeus? — pregunto Seiya sintiendo que la sangre le hervía... ¿a caso estaría recuperando ese viejo espíritu de lealtad y pelea? —
Tal vez sean todos... --- dijo la joven asgariana mirando por la ventanilla, permitiendo que el ateniense admirara los rasgos de su perfil melancólico... — o ninguno a la vez... la verdad es que... esto es mas grave de lo que pudo ser anteriormente, un Dios no puede equivocarse en esto, sabe muy bien cuando llega el fin... — pronuncio en tono ausente como si aquello lo estuviera diciendo mas para sí que para alguien mas, Seiya quiso preguntar, pero sabía que debía dejarla explicar las cosas a su manera — tienes que saber que el libro que te entregue en Japón es parte del testamento que te negaste a leer años atrás y que tal y como he dicho, obedece a la ultima voluntad de Saori... tienes que leer ahora la otra parte de su testamento, el que esta en el santuario de Atenea, solo así yo podré revelarte lo que ella me encomendó... así debía ser...
Espera... ¿me estas diciendo que ella ya...? — pregunto sin poderse reprimir, Hilda asintió en silencio sabiendo que las revelaciones no habían hecho otra cosa mas que empezar y que no solo conmocionarían al hombre frente a ella... sino a aquellos con los que estaba dispuesta a encontrarse —
Ella lo supo siempre, te conocía muy bien... sabía que te negarías a acatar su ultima voluntad... aunque tengo que confesarte que Saori guardaba la esperanza de que no fuera así... porque por mas que lo deseara ella...
¡Patrañas! ¡Solo son estupideces! ¡a ella le importo un comino lo que pasara conmigo o con el resto de los que aun quedamos vivos! ¿Crees que no se lo que ha sido de Hyoga o Shun, incluso de Shiryu? Me aleje de ellos pero ¡por todos los astros no soy estúpido! ¡Si la tierra esta en peligro y ella lo sabía! ¡Maldición! ¿ENTONCES POR QUE SE FUE? — grito poniéndose de pie perdiendo toda compostura, cosa que al parecer no importo a la princesa nórdica pues permaneció tranquila en su asiento — ¿POR QUÉ ME...?
Señorita... — interrumpió la sobrecargo de pie en la puerta de la cabina, el caballero y la joven voltearon a verla —
Dime... — le animo Hilda a la joven que se había detenido al darse cuenta de que interrumpía —
El capitán dice que llegaremos al aeropuerto en 15 minutos señorita...
Esta bien — dijo mirando de reojo como Seiya volvía tomar asiento, calmándose— dígale al capitán que estaremos listos...
La azafata desapareció por la puerta inmediatamente, Hilda se puso de pie dirigiéndole una ultima mirada al santo de bronce que aguardaba en silencio...
Tengo que prepararme... antes de que toquemos tierra... — dijo como pensando en voz alta — y tú deberías hacer lo mismo — dijo refiriéndose mas allá de cambiarse de ropa o alistar el walkman, la botella de agua o el mismo libro que se encontraban regados en el asiento junto a él, una nueva batalla se hacía presente, y él combatiría de nuevo... estaba segura de ello —
Hilda no puedes...
Estoy segura de que aun en los infiernos, ella seguiría confiando en ti, ELLA NUNCA QUISO ABANDONARTE, ni a tus amigos, pero si se quedaba entre nosotros el mundo seguramente no tendría futuro... por eso se fue, por que era vital para esta nueva lucha y se fue... — dijo ya frente a la puerta antes de salir — confiando ciegamente en ti...
