"La oscuridad vive en mí, respira cada vez que yo lo hago, duerme en mi pecho, acurrucada en el lugar mas recóndito de mi alma y se asoma en mi mirada cuando la furia le despierta"
El rostro de Hipólita se lleno de furia... ¡por ningún motivo iba a permitirlo! A una señal suya tomaron a la mujer que yacía inconsciente en el suelo, por las heridas de la joven y los rastros dejados por el ataque sabía bien quien era el autor de todo aquello...
¡Maldito! — murmuro en un gruñido al tiempo que volvía la vista hacia el reloj de los doce fuegos que permanecía encendido — ¡si te atreves a hacerle algo te mato! — su mirada escudriño los alrededores, sabia que aquella sabandija debía estar cerca, y que no estaba solo, el reloj era demasiado valioso para ellos...
¿Qué hacemos con ella? — le pregunto una voz a sus espaldas —
Llévenla a un lugar seguro y curen sus heridas... — dijo sin apartar la vista del templo de Atenea —
Lo que diga su majestad...
Sian... — pronuncio Hipólita deteniendo a la joven de cabellos cobrizos que se retiraba para seguir sus ordenes —
Si majestad — dijo la chica deteniendo su paso —
Que las menores se encarguen de ella, en cuanto hayas transmitido mis ordenes vuelve enseguida... es hora de entrar en el santuario... — Sian se retiro asintiendo en silencio, el viento se arremolino agitando la túnica y el cabello rubio de Hipólita, sus ojos de un azul profundo y penetrante observaron sin asombro alguno el resplandor que surgió del templo de la diosa de la sabiduría — así que por fin te despertaron... bien... no importa cuanto te esfuerces... yo me encargare de cada uno de ellos... esta noche va a comenzar a correr la sangre y te aseguro que no será nuestra... — dijo amenazante, a lo lejos el resplandor en el templo desaparecía... —
Frente a sí tenía a trece espíritus rebeldes... ¡No!... espíritus, no era la palabra indicada, puesto que no provenían del espectro del Hades... ante él tenía a los trece guerreros mas poderosos del orbe, su fuerza era solo comparable con su valor y su voluntad, férrea e indomable... y de eso, el gran Patriarca era testigo... pues ni el rey de los infiernos había podido doblegarles... tal ves por eso ahora... ellos estaban ahí... ¿qué otra explicación podría darle mas que la de sobrevivir al mismo averno?
Maestro... — le llamo Saga, siempre pendiente a todo movimiento del Patriarca—
El santo mas cercano a la diosa reacciono saliendo de sus pensamientos, los trece caballeros se encontraban dispuestos en semicírculo y a una prudencial distancia de él... Marín observaba la escena con no menos expectación... aún recordaba la primera vez que ese Testamento había sido leído, incluso, la excepcional ocasión de la redacción del mismo, cuando Atenea forjara con la fuerza de su cosmo lo que sería su ultima voluntad.
Sepan ahora — hablo finalmente el maestro volviéndose hacia ellos — que al leer el testamento están obligados a acatar su voluntad — los trece dorados dudaron en asentir pero ¿qué otra opción les quedaba? Se miraron unos a otros para después fijar su atención en Dohko, que mostrando un rostro completamente serio asintió aceptando finalmente, aunque aquello era puro formulismo —
Si es la voluntad de nuestra Diosa, ¡que así sea! — exclamo decidido el virtual líder de los resucitados —
Que así sea entonces — respondió el Patriarca —
El viento comenzó a arremolinarse en torno a ellos, mientras el patriarca de frente a la Estatua monumental de Atenea incendiaba su cosmo... y el primer fragmento del testamento aparecía grabado en la montaña que flaqueaba el lado norte del Templo descubierto hacia el sur... era la misma frase que Aioria leyera antes...
"Si existe alguna vez en la que te sientas realmente solo, esa es cuando sabes que vas a morir... por que es lo único que nadie mas puede hacer por ti..."
Un aura tremenda, sublime, emanó de la misma roca dirigiéndose rauda hacia cada uno de los caballeros, rodeándolos, una energía que parecía reconocerlos, después de esperar pacientemente por ellos...
Kamus suspiro ante las caricias del tierno resplandor que lo cubrió, mientras Saga cerraba los ojos y se abandonaba al arrullo que esa presencia ejercía sobre él, Mu sonrió alzando los brazos al paso de un torrente dorado que jugueteaba en torno suyo. Milo tembló en medio de un escalofrió al sentir que aquel mismo poder le rozaba lentamente los labios en un beso... Shaka abrió los ojos en un vago intento por reconocer a quien le había tomado en brazos, mientras un atónito Death Maks contenía el aliento al sentir un tierno beso en su frente. Afrodita estuvo a punto de retroceder ante la concentración de energía que surgió ante él, por fin, sin salir de su sorpresa, extendió una mano para tomar la rosa dorada que se formo en ese instante y que al caer sobre su palma se desintegro salpicando cientos de minúsculos destellos de luz.
Cada caballero, desde Aries hasta Piscis, desde Shaka hasta el mismísimo Death Mask fueron envueltos en aquella presencia, tan juguetona y fresca como las ninfas del bosque, que ahora parecían danzar bañadas de una luz dorada alrededor de cada uno de los santos atenienses... el resplandor se hizo aun más intenso mostrando una gama de colores tales o mas bellos que la aurora boreal, tan hermosos como los destellos de una tormenta eléctrica... hasta desaparecer inesperadamente por completo...
Finalmente aquel baile de emociones termino, no podían evitarlo, un asombrado murmullo se levantó y el maestro al igual que Marín los observo sorprendido y serio, instintivamente volteo hacia la guerrera que estaba tan perpleja como él, aquello nunca había sucedido, ni siquiera en aquella primera lectura después de su muerte... conteniéndose, uno a uno de los santos dorados guardo silencio, pero ni el patriarca, ni Marín pronunciaron palabra... Dohko abrió los ojos dejando escapar un par de lágrimas de ellos, mientras sentía como el corazón se le oprimía lentamente en un secreto que por ahora debía guardar... aquella cosmo energía le había susurrado algo al corazón mientras le regalaba una tierna caricia en la mejilla... pero nadie se dio cuenta de esto aparentemente, pues Aioros sensible y perceptivo había captado la tremenda perturbación en la energía de Libra... sospechando parte de la causa, aunque deseaba estar equivocado...
Sus ojos estaban llenos de lagrimas que comenzaron a correr silenciosas por sus mejillas... por fin estaba ahí, después de tanto tiempo, ¿quién hubiese pensado que él volvería? Tan solo unas horas antes aquello era impensable, entonces apareció ella, la de Polaris, arrastrándolo prácticamente a la vieja Atenas, entregándole una de las pertenencias mas valiosas de su querida Saori y contándole partes de una historia que aun no terminaba por entender... pero eso ahora no tenía tanta importancia, no como aquellas viejas ruinas y el escudo tallado en lo alto de la columna iónica que marcaba el inicio de un territorio que significaba muchas cosas en su vida, innumerables en su corazón... el símbolo de Atenea, el inicio del territorio sagrado...
Hilda que durante buena del trayecto al santuario se mantuvo a una prudencial distancia del caballero, se coloco a su lado manteniendo aquel gesto inexpresivo que comenzó a ser una constante en ella, su mirada se agudizo recorriendo el paisaje... algo no estaba bien... nada bien... tal y como lo había sospechado... todo había comenzado... el primer lugar en ser atacado había sido el Santuario de Atenea... solo esperaba que no fuese aun demasiado tarde.
En silencio la mujer empuño el báculo en su mano diestra, los holanes de su falda blanca revoloteaban con sus largos cabellos azules encendiendo su cosmo, al tiempo que sus ojos se cerraban. Seiya reacciono saliendo de su estupor inicial... no era solo por la energía que Hilda comenzó a emanar, fuerte, ruda y divina, muy distinta a la calidez de su aura... del aura que él conoció y que lo arrullo la noche anterior, gruesas nubes comenzaron a empañar el resplandeciente sol griego que hasta esos momentos había caído a plomo sobre el territorio, no, definitivamente algo no estaba bien... era como si estuviese viendo una pintura, un lienzo que se encontraba rasgado en algún punto que permanecía escondido a sus ojos...
Hilda... — musito el joven alertando todos sus sentidos... de las nubes que ahora cubrían casi todo el horizonte comenzaron a surgir descargas eléctricas que corrían furiosas en todas direcciones... —
Puedes engañar a cualquier mortal... — musito la chica abriendo los ojos y elevando aun mas su poder — pero no puedes engañarme a mi...
Aquel texto se fue revelando con el paso de la brisa, como si esta quitara el polvo que cubría las letras que refulgían doradas, era como escuchar su voz de nuevo, sentir su presencia en aquel mismo templo donde varios de ellos la vieron por ultima vez...
Es su testamento... — musitó Shura incrédulo, las letras salpicaban pequeños destellos, era en realidad su mensaje, su ultima voluntad... —
En verdad... ella... se ha ido — dijo Kanon rindiéndose a la evidencia, pues a pesar de todo conservo la esperanza de que fuera un mal entendido, pero ahora no había lugar a dudas —
Nuestra diosa... la hermosa Saori... esta... — Mu no se atrevio a terminar la frase sentía un dolor intenso en el alma, sentimiento compartido por cada uno de ellos—
Después de eso, el silencio se hizo tan denso que parecía que nada podría romperlo, la vista de cada uno repasaba aquellas palabras sintiendo como un nudo en la ganita comenzaba a traicionarlos con forme leían el contenido de aquel testamento.
"A mis caballeros, a mis guerreros y compañeros de lucha, siempre dispuestos al sacrificio, a las grandes proezas, humanos como millones en el orbe, mortales como la sangre y tejidos que conforman mi envoltura terrenal, susceptibles a los errores, pero capaces de enfrentar las consecuencias de sus actos, de encarar la verdad... inolvidables en mi corazón...
Sepan que no me arrepiento de ninguno de mis actos... pues le seré fiel mas allá de la muerte a todo aquello en lo que creo... y yo creo en ustedes... mis santos... almas nobles, mi esperanza, siempre dignos de toda recompensa... yo les daré ahora que mi tiempo ha llegado, la libertad necesaria para vivir y disfrutar lo que a costa de tanto dolor han protegido y creado... cada lagrima, cada gota de sudor, cada herida sangrante será recompensada... y aún así, quedare en deuda con ustedes, exonero desde este momento y hasta la eternidad a todos aquellos que siguiendo mis ordenes, hayan cometido actos que en apariencia fueron de suma crueldad, o que puedan mancharles como criminales, no importa la falta, nada estará mas alejado de la verdad... ellos, mis caballeros mas fieles, han demostrado serlo hasta el final, a costa de ellos mismos y yo nunca podré compensarles el dolor que les he inflingido... al hacerme estos favores.
Evidenciando que el Patriarca y su guardián han recibido ya su encomienda la cual es indispensable, así como todos los demás santos han cumplido o están cumpliendo las misiones asignadas, es mi deseo y mando que la Orden de los caballeros duerma con su diosa, no importando rango o condición los nombres de los santos más fieles serán velados en el más profundo de los secretos, para dejar que los hombres que los encarnan vivan libres y en paz... es la voluntad de su diosa, mi voluntad...
Reconozco las faltas y los errores, mis aciertos han sido también los suyos... mis triunfos su esfuerzo y su felicidad será para siempre mi paz... el poder de esta orden permanecerá siempre... pues defendemos la esencia de una raza humana que aunque imperfecta es bondadosa y noble, defendemos la verdad que hay en su alma... La única verdad que hay en el hombre la que viene de su corazón...
Vivan con esa creencia santos atenienses, ustedes pueden forjar su propio destino, y ningún dios olímpico es capaz de cambiar eso...
De todo lo que sé, de todo lo que he visto, nada es absoluto, quisiera irme sabiendo que fui feliz, no solo intentando serlo... y que ustedes, vivirán... serán plenos e íntegros... ustedes, que lo han dado todo por mi... deseo que la nobleza de su corazón nunca se apague... que su luz brille perpetua y los conduzca en el camino que esta noche inician... sepan hijos míos... que mi amor los seguirá, como una dulce caricia, los he amado siempre. Mi seno no podrá engendrar algo tan valioso y lleno de amor como cada uno de ustedes... no importa lo que venga... yo nunca los abandonare, ustedes, nunca me abandonaron... confiare en ustedes hasta la eternidad...
Todo tiene su tiempo... y mi tiempo ha llegado...
Así sea...
" Atenea Pallas"
Durante unos minutos, largos, tristes, nadie supo que hacer, ninguno lograba hilar un pensamiento coherente, ni apaciguar el desconsuelo en su corazón, aquellas palabras llenas de amor, llevaban una especie de veneno dulzón que parecía carcomer el alma...
Y la verdad era esa, irónica por demás, pues a solo unas horas de haber vuelto a la vida, aquel testamento les arranco una parte de si, irreparable. Atenea se había llevado parte del alma de sus caballeros a la tumba...
La situación habría seguido igual quien sabe por cuanto tiempo... de no ser por Aldebarán, el santo de dimensiones imponentes, maneras toscas y corazón insigne, el adorado por los infantes quienes se colgaban de su cuello y brazos al jugar, el hombre que con su "Gran Cuerno" hacia temblar a su alrededor... el noble Tauro se acerco en silencio hasta el muro, aquel muro que superaba por mucho al de los Lamentos en el Hades, cuando estuvo a su lado se arrodillo besando la piedra bruta mientras una lagrima se le escapaba y corría por su rostro hasta perderse en la barbilla...
Viviré para honrarte mi diosa, pero este corazón latirá siempre para quererte pequeña Saori... hermosa niña Athenea... — dijo por lo bajo, pero lo suficientemente audible para que todos percibieran sus palabras... después se retiro al sitio que había ocupado mirando de soslayo a sus compañeros... —
Los pasos de Kamus siguieron los de Aldebarán, inclinándose frente al testamento musito algo entre labios para después invocar su cosmo y forjar al pie del muro de roca una hermosa figura... cuando el caballero se aparto volviendo sus pasos, se pudo distinguir un hermoso rosal hecho de hielo perpetuo... Saga no tardo en imitar la acción de sus otros dos amigos, aquello se convirtió entonces en una procesión, un nuevo juramento de lealtad... para la diosa que dormiría hasta la siguiente guerra santa.
Los vehículos enfilaron hacia el viejo jardín de Academo a los pies de la Acrópolis, haciendo que su piel se erizara de tan solo pensar en recorrer aquel camino de nuevo, pero era muy obvio, tratándose de gente de la fundación, lo mas lógico era pensar que su centro de operaciones en Grecia era la antigua mansión que Saori compro a las afueras de la ciudad, cerca de la ruta que llevaba al Santuario, malos recuerdos volvieron a su mente, aquella tarde, cuando el sol caía en el poniente y el abogado leía las escuetas instrucciones y les daba un sobre con su asignación e indicaciones particulares y su libertad... aquella carta de Saori, por muy bien intencionada que fuera nunca logro sacudirle la amargura en su corazón, el era un asesino y eso no lo cambiaria nadie.
Gabrielle lo miraba desde lejos en el fondo del minibús, no le gustaba ver esa tristeza en los ojos de Hyoga, y que en ese momento le parecía mas intensa, el ruso permanecía sentado en los primeros lugares del vehículo aparentemente atento a todo movimiento a su alrededor, pues desde que salieran del hotel, varios autos blindados los estaban escoltando, aquello a simple vista parecía demasiado, si bien era cierto que Gabrielle y Mamoru llevaban consigo documentos de gran valor histórico y piezas únicas, nada ameritaba tanta protección, después de todo habían recorrido medio mundo ya con ellas en la mochila... pero aquellas ideas fueron desplazadas de la mente de la científica cuando volvió su atención nuevamente al rubio, no, definitivamente algo había perturbado el animo de Hyoga, lo sabía, a veces podía descubrir su estado de animo con solo verle a los ojos, aunque eso era en contadas ocasiones porque en la mayoría de los casos, Hyoga era tan inaccesible y misterioso como una enorme cumbre del Himalaya o los hielos eternos de Siberia.
¿Quieres dejar de cuidar de tu guardaespaldas? Solo te quita tiempo y te desconcentra Gabrielle — gruño Mamoru tomándola de la muñeca cuando la chica se levantaba para ir con Hyoga — hay cosas mas importantes en que pensar...
A veces pienso que la gente tiene razón Mamoru, tu carácter se ha vuelto demasiado agrio... — dijo soltándose con la intención de seguir su camino, pero el doctor volvió a sujetarle — ¿qué sucede?
Tenemos que hablar doctora... tenemos una investigación que concluir ¿lo recuerda? — dijo con tono frío, mientras la obligaba a sentarse de nuevo... — esos nuevos manuscritos... se que tienes las traducciones, es la pieza que nos falta y no has querido hablar de ellas, ¿qué pasa? Dentro de poco tendremos que dar muchas explicaciones... por si no lo has deducido estos tipos — dijo señalando a la gente a su alrededor... — pagan este trabajo...
No lo he olvidado — refunfuño seria perforando la cabeza de Mamoru con los ojos — las traducciones no son tan sencillas como para tenerlas enseguida y no son una tarjeta que diga "Feliz cumpleaños" como para mandártela en un mail o en fax...
Así que son malas noticias — el hombre cerró los ojos recargando la cabeza en el respaldo, no esperaba otra cosa... a esas alturas un error en la investigación quedaba completamente descartado... —
Solo si planeabas cosas a largo plazo — respondió Gabrielle sarcástica — tal vez no lleguemos a navidad — dijo escapándosele de entre las manos para caminar por el pequeño pasillo hasta llegar a Hyoga, dejando a Mamoru sin oportunidad de decir algo mas —
