Capitulo Décimo Primero Las batallas del fin del Mundo

"La verdad nos hace libres... las mentiras nos hacen creyentes"

Kiki trato desesperadamente de zafarse, pero aquellas manos apretaban su cuello con furia mientras lo levantaba a varios centímetros del suelo... varias guerreras corrieron para auxiliar a Miranda que yacía herida de un costado, el ataque de Kiki la hubiera lastimado mas de no haber sido por la intervención de su hermana que ahora estrangulaba al osado chico...

Vas a saber lo que el dolor muchacho, lastimar a mi hermana no fue una buena idea — mascullo la hermosa Sian, mientras Kiki se retorcía desesperado tratando de soltarse... el aire se extinguía en sus pulmones, unos segundos mas y perdería el conocimiento, con lo cual no se detendría su atacante, Kiki estaba realmente muy cerca de morir — todos los enemigos deben morir, nadie va a manchar mas esta tierra sagrada...

Sian... — musito Miranda mientras se ponía de pie con gran dificultad, realmente aquel chico la había vencido... —

¡Mátalo Sian! ¡Es uno de esos malditos! — le azuzó otra chica —

¡Sí, MATALO! — gritaron casi todas las presentes a coro —

Aquí la única que decide eso soy yo... — un silencio sepulcral se hizo en el lugar, Kiki sintió como su cuerpo llegaba al limite, no importaba cuanto elevara su cosmoenergía, la mujer que lo sostenía del cuello lo elevaba infinitamente más, como si fuese el cosmos de un ser superior — SIAN SUELTALO — ordeno la mujer de cabellos rubios, mientras todas las presentes se arrodillaban ante ella... —

Pero mi señora, este sujeto trato de matar a Miranda... — objetó la otra renuente a soltar a su presa — sino hubiese detenido su ataque no solo ella estaría herida, es un enemigo...

SIAN... — dijo la rubia de manera autoritaria... la guerrera no tuvo otra opción mas que soltar al pobre Kiki quien comenzó a toser escandalosamente cuando cayó al piso... — necesitamos sacarle información, nos es mas útil al mantenerlo vivo... — agrego acercándose al joven pelirrojo para observarlo con detenimiento... —

Sus ojos se abrieron llenos de sorpresa al contemplar el rostro del chico, aquellas facciones, los dos diminutos lunares que coronaban su frente... un nudo se formo en la garganta de la joven que con manos temblorosas tomo el rostro del chico hincándose frente a él, Kiki no sabía que hacer... que pensar, en un momento estaba a punto de morir y al otro... aquella mujer, la que con su sola presencia sometía a todas las demás guerreras quienes aun se mantenían rodilla al piso y con la cabeza baja, le miraba con una expresión que fluía entre el asombro, la incredulidad, dulzura y añoranza... ¿qué estaba sucediendo ahí?... se preguntaba el discípulo de Aries... ¿quiénes eran esas mujeres y que hacían en los territorios sagrados de Atenea ?

De pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por la mujer, súbitamente su mirada cambio tornándose dura, desesperada, tomo al chico con ambas manos, sujetándolo por la ropa y levantándolo de un solo movimiento tal como Sian lo había hecho momentos antes... Kiki comenzaba a sentirse ya como una maldita marioneta en manos de aquellas féminas... por lo que reunió todo su cosmo para tratar de defenderse... pero era inútil a un solo gesto de la joven, su energía se apago, como si la hubiese bloqueado...

¿Dónde esta?... contesta muchacho, ¿dónde esta? — le pregunto sin poder evitar la desesperación que impregnaba sus palabras, el pelirrojo no sabía que responderle, no tenía la menor idea de a que o a quien se refería —

No se a que se refiere... suélteme o... — dijo Kiki tratando de sonar lo mas seguro posible, pero la mujer lo zarandeo bruscamente mientras volvía a preguntar... —

No quieras hacerte el valiente conmigo niño... ¿dónde esta? No te servirá de nada mentirme, no importa donde se esconda, voy a encontrarlo, así se oculte debajo de las piedras... te doy una ultima oportunidad... dime ¿DÓNDE ESTA? O JURO QUE VA A PESARTE... — le amenazó mostrándole la mirada mas fiera y aterrante que jamás hubiese visto el lemuriano... —

Será mejor que se calme señorita... este es el santuario sagrado de la diosa Atenea y ustedes no tienen permiso de estar aquí... — aquella voz enmudeció a la mujer que permaneció mirando a fijamente Kiki, este a su vez abrió los ojos desmesuradamente ante lo que veía a espaldas de su captora...—

Debía estar completamente loco... "tanto golpe ha terminado por volverme estúpido" pensó Kiki... incrédulo ante aquella imagen... "debe ser su fantasma"

La túnica blanca ondeo al viento, mientras los bordados de oro refulgían fugazmente a la luz de las antorchas que portaban algunas guerreras, el hombre avanzo entre las intrusas gallardo y seguro hasta llegar al lado de Miranda quien luchaba por ocultar el dolor que la herida en su costado le provocaba, Sian inmediatamente trato de correr hacia su hermana para protegerla, pero una extraña aura le impedía el movimiento, de hecho no era la única a quien le sucedía, Sian volteo descubriendo que todas sus compañeras se encontraban en igual situación, luchando por levantarse pero siéndoles completamente imposible...

Miranda vio alarmada como el hombre posaba sus manos sobre el costado herido aplicando su energía en él, sus ojos permanecían cerrados, su semblante sereno, las facciones de aquel individuo eran realmente hermosas...

Nunca se gana nada con la violencia, y es mi deber exigirles que respeten este lugar sagrado... y se marchen — continuo mientras sanaba la herida de la guerrera... en medio de un leve resplandor dorado... — ahora estarás mejor... — dijo sonriéndole a Miranda —

¿Quién es usted? — preguntó la chica de cabellos lilas —

Creo señorita, que esa pregunta debo hacerla hacia ustedes... —después se volvió a la mujer que había dejado caer nuevamente a Kiki al piso, provocando que el hombre sonriera ante la expresión del pelirrojo... no importaba cuanto tiempo pasara, lo reconocería así tuviese cien años de edad, aunque, tenía que admitirlo su discípulo había cambiado... y mucho... una sensación de orgullo inundo al caballero...— señorita le pido por favor libere a mi discípulo, yo me enfrentare a ustedes en su lugar... —

Maestro... — musitó Kiki a punto de llorar cuando escuchó la voz de su amado maestro refiriéndose a él, entendiendo que lo había reconocido... aquello debía ser un sueño, un maravilloso sueño... —

Hola Kiki... has crecido mucho... — le respondió dedicándole una tierna sonrisa—

Y aunque aquel gesto no fue para ella, la sonrisa del caballero de Aries hizo estremecer a la joven rubia por completo, sus piernas temblaron tratando de traicionar a su dueña, llena de nerviosismo... aquella reacción no paso desapercibida para su guerrera más allegada...

Señora Hipólita... — le llamo Sian preocupada —

¿Hipólita? — el corazón de la líder guerrera palpito con fuerza al escucharlo pronunciar su nombre... haciendo que en sus ojos resplandeciera la ilusión — ¿es usted la líder de todas estas amazonas? — aquella pregunta hizo que Hipólita cambiara la expresión de su rostro por una mas dura y fría... —

¡Tenga mas respeto para su majestad! — le exigió Sian molesta y desesperada, el aura de aquel sujeto no las dejaba moverse... y las reacciones de su señora Hipólita la tenían preocupada... —

Les aconsejo que salgan de los dominios de la diosa cuanto antes sino quieren morir señoritas — respondió el aludido haciendo que mas de una enfureciera por aquella tranquila arrogancia que demostraba — Kiki vamonos...

El joven se levantó de un brinco no bien termino la frase su maestro... dispuesto a seguirle pero...

¿Crees que será tan sencillo como eso? — hablo por fin Hipólita sujetando a Kiki de la muñeca cuando este intentó pasar a su lado, haciendo acopio de toda su cosmoenegía paralizó al aprendiz tal como el otro hacía con sus guerreras — has dicho que tomaras el lugar de este muchacho y vas a cumplirlo, ¿o es que acaso me tienes miedo? ¿caballero...? — una sonrisa llena de malicia se asomo en el hermoso rostro de Hipólita... —

Mu, santo dorado de Aries... — contesto sin inmutarse plantándose frente a ella — ve al templo de la diosa Kiki, yo te alcanzo enseguida — ordenó mirando al muchacho pelirrojo, Hipólita soltó a Kiki dispuesta a comenzar un nuevo combate o al menos eso pensaba Mu —

Pero maestro... — dijo Kiki una vez a su lado, no quería dejarlo solo, aun no entendía lo que pasaba pero, no quería alejarse de Mu por nada del mundo —

Obedece Kiki... ve al templo de Atenea ¡Ahora! — el chico se alejo unos pasos ante aquella orden dispuesto obedecer... — yo iré enseguida — le reafirmo infundiéndole confianza —

De acuerdo maestro —acepto el muchacho echando a correr rumbo a los doce templos—

Bien, ahora estoy a su completa disposición señorita... — expreso el santo dorado extendiendo los brazos y esperando alguna reacción en ella—

Hipólita, reina de las amazonas — se presento la rubia amazona, el rostro de Mu reflejo un ligero cambio, quizás un gesto de duda y sorpresa, pero pronto una absoluta tranquilidad volvió al rostro del Aries —

¡¡Oh por todos los infiernos!... pero si van a hacerme llorar... ¡¡¡que conmovedor! — exclamo una voz burlona interrumpiéndolos —

Los ojos de Hipólita se llenaron de furia, aquel fuego que parecía vivir en sus ojos se encendió ante la vista de aquel individuo...

¡Maldito bastardo! — exclamo la reina amazona poniéndose delante del caballero de Aries y encarando al desconocido sujeto—

¡Oh! ¡QUE TERNURA! ¿¡Ahora vas a defenderlo Hipólita? — se burlo aquel, la bestia con cabeza de león, todas las guerreras se levantaron, libres del influjo que el aura de Mu ejercía sobre ellas, de inmediato rodearon a su reina y con ello también a Mu —¡Estúpidas traidoras! — masculló con despreció el sujeto — ahora no me digan que van a protegerle... —

Daremos la vida por nuestra reina... tú eres el verdadero traidor... — dijo Miranda encabezando aquella barrera humana que se interponía entre la bestia y la reina de las amazonas... —

Una risa gruesa y cavernosa salió de las fauces del enemigo acercándose con ademanes burlescos...

¿Y quien te dice que vine por tu maldita reina? ¡Ja! ¡ustedes ya no valen ni la tierra de sus sandalias! Son cadáveres vivientes... que de nada nos sirven ya... ESTORBOS!

Mas te vale largarte de aquí sino quieres que te mate como el insecto que eres... — le amenazó Hipólita sujetando de la muñeca a Mu, quien se sintió desconcertado ante tal gesto, pero también incapaz de rechazarlo —

No me digas ¿en serio? Eres muy tierna en verdad Hipólita... ¿y que vas ha hacerme? tú sabes que no vale la pena... voy a llevarlo conmigo a fin de cuentas... nunca vas a poder contra tu maldición... elegiste hace siglos tu destino... su sangre será mía ahora que Atenea no esta para defenderlo y esconderlo de los dioses... lo sabes bien... esto es solo el principio del fin... no podrás despertar a las guardianas del portal... para eso tienes que matarme y no podrás hacerlo... —

Mu observaba la escena con todos sus sentidos en alerta total, algo en aquella conversación le daba a entender que se referían en cierto modo a él, pero eso era lo que menos le importaba en el momento, ¿el fin? ¿los dioses? ¿un nuevo enemigo? Mu creyó entender ahora el porque todos los santos dorados habían renacido, alguien los había traído de vuelta para hacerle frente a una nueva guerra sagrada, una guerra donde no estaría Atenea...

Seiya cayó de rodillas ante lo que sus ojos observaban, simplemente parecía imposible... pero sin embargo era real... la armadura de Odín se materializó frente a Hilda abriendo una especie de portal por donde la gobernante de Asgard y él atravesaron transportados por tres figuras cubiertas con hermosas capas de plumas... la luz por un segundo se hizo tan intensa que irremediablemente el santo de Pegaso se vio desorientado, Hilda lo sostuvo en brazos sonriéndole... aquella volvía a ser la mujer tierna que él conoció después de las batallas con los dioses guerreros...

— Es hora caballero Pegaso, tu destino te llama... — le musito al oído mientras aquellas intensas luces los rodeaban, por un segundo Seiya creyó que estaba en medio de una intensa batalla y que era el poder desplegado en esta lo que provocaba el resplandor que lo cegaba... — Atenea te necesita... Saori te necesita... — fue lo ultimo que Pegaso escucho antes de perder el sentido... —

Llegar hasta la mansión había sido todo un triunfo con aquella maldita tormenta cerrándoles el paso... pero por fin estaban ahí... Hyoga y Gabrielle había sido los últimos en entrar al espacioso recibidor... Mamoru los observaba con recelo, otra vez la doctora se negaba a soltar la mano de su guardaespaldas y eso hacia que al científico le hirviera la sangre...

Sus pertenencias serán llevadas hasta sus habitaciones, mientras nosotros vamos a la sala de juntas, creo pertinente no retrasar mas este asunto — dijo Yarobe Tsukiba en lo que parecía mas una orden que una sugerencia... —

Estoy de acuerdo... —aseguro Gabrielle adelantándose a todo comentario de Mamoru—

Vamos pues... el tiempo es ya de lo único que no disponemos — se escuchó una voz tras de ellos —

Al final de la gran escalera que conducía al piso superior del edificio les esperaba un anciano, su bata blanca y desgarrada completaba el aspecto descuidado que le confería su larga barba y el sombrero de manta sucio y descosido...

Doctor Herbert… — musito Yarobe —

Muy buen trabajo doctor... ha traído a las únicas dos personas que pueden darnos la clave para salvar al planeta... — las palabras del anciano causaron un extraño efecto en los presentes, todos de una forma u otra sabían a lo que se refería, incluso Hyoga que en realidad nunca había conocido la naturaleza de las investigaciones de Mamoru y Gabrielle —

Es un halago que por fin alguien reconozca mi trabajo... — dijo Mamoru con el pecho hinchado de orgullo, haciendo que un gesto sarcástico asomara en el anciano, que de inmediato dirigió su mirada hacia la joven de cabellos oscuros y a su acompañante, el atractivo y alto ruso — la doctora Gabrielle me ha ayudado también en todo esto, creo que sabe usted que he pasado por muchas penalidades antes de... —

Sí, la dos personas que pueden librarnos de este misterio... y darnos la clave que necesitamos... — dijo el viejo ignorando a Mamoru y parándose frente a la pareja que lo miraba perpleja... — Doctora Gabrielle Duncan... es un honor conocerla... y veo que ha traído a su eterno guardián... las cosas no cambian aunque pasen los siglos... el imponente Cygnus jamás se alejara de su lado ¿no es así?

¿Cómo? — alcanzó a decir Gabrielle mientras Hyoga le miraba desconfiado y sujetaba con firmeza la mano de la chica —

¿Cygnus? — preguntó Mamoru tratando de llamar la atención y recordando que Yarobe lo llamara así unas horas antes... —

¿Quiénes son ustedes y que pretenden? — pregunto Hyoga en tono exigente apartando a Gabrielle del viejo quien se limito a reír a carcajadas —

No te asustes muchacho, ten por seguro que no quiero lastimarlos, ni a ti, ni a ella... yo estoy de su lado... quiero evitar que el mundo sea destruido... y créeme que comprendo tu desconfianza, además no soy estúpido, se que con un solo movimiento de tu mano podrías matar fácilmente a cincuenta hombres... — dijo esto ultimo mientras depositaba una mano sobre el hombro del desconcertado Cisne... — vamos, en verdad no nos queda tiempo...

¿Quién me asegura que no miente? Habla de cosas que desconocemos además... — insistió el santo del Cisne —

¿Crees que miento Hyoga? Sé de ti por Saori ¿recuerdas? ¿quién podría olvidar a los cinco jovenzuelos que demostraron un inmenso poder en el torneo galáctico? — respondió el anciano comenzando a subir nuevamente las escaleras, en la mente de Gabrielle se aclararon muchas cosas, recordaba haber visto algunos artículos sobre un torneo de aquella misma fundación casi trece años atrás... guerreros con poderes imposibles combatiendo hasta el filo de la muerte... —

Yarobe le dedico una mirada alegre y orgullosa al Cisne, casi idolatra, solo esperaba poder conocer a los otros cuatro muchachos... los mas cercanos a Saori Kido...

Mamoru abrió los ojos descomunalmente no podía creerlo, ¿por qué no fue capaz de darse cuenta antes? Él conocía muy bien el tema del torneo galáctico, su contacto con Saori Kido y la fundación empezó precisamente por eso, por el interés de Mamoru por estudiar las increíbles facultades de aquellos guerreros... lo que derivó en el encargo de Saori, la misteriosa investigación cuyos resultados estaban a punto de ser revelados...

Además con respecto al fin del mundo, ella — el viejo científico dio la vuelta ya casi en el final de las escaleras y señalo con la vista a Gabrielle — lo sabe, ha terminado de traducir los últimos manuscritos... sabe que no miento...

¿El fin del mundo? — pregunto Hyoga mirando a la chica quien solo asintió en medio de un gesto lleno de melancolía... —

Mi labor era encontrar y traducir los manuscritos de una vieja profecía... — aseguro la doctora Duncan con la voz llena de tristeza —

Una parte de esos manuscritos estaban ya en nuestro poder gracias a la señorita Saori... — intervino Yarobe — los manuscritos que le entrego al doctor Mamoru, la causa de la investigación... —

Las profecías del fin de los tiempos... — susurro Mamoru... —

Divididas en siete rollos, siete sellos, el ultimo de ellos, fue el que termine de traducir hace poco... — añadió la chica —

Y sin duda el más fatídico de todos... el manuscrito del séptimo sello... el de ... "Las batallas del fin del mundo" — concluyó el anciano — y ya han empezado... lo sé... por eso ya no tenemos más tiempo...