Capitulo Décimo Segundo

Naturaleza Humana

"Parte de lo maravilloso de este mundo proviene de esa bendita naturaleza de la que todos somos parte..."

Aquella mañana Saori Kido caminaba sola por las heladas calles de Barcelona, el frío calaba hasta la huesos en uno de los inviernos mas crudos que se pudiesen recordar, pero aquello no afectaba realmente a la hermosa joven de cabellos lilas que enfundada en aquel juvenil traje de pana oscuro y un largo abrigo negro deambulaba meditando sobre asuntos que desde hacía semanas le robaban el sueño...

Sus pasos le condujeron hasta las puertas de la imponente iglesia de La Sagrada Familia, la máxima obra del brillante arquitecto Gaudí, en medio de sus cavilaciones su vista se fija en las altas y puntiagudas torres del edificio, siempre apuntando hacia el infinito, hacía la paz y la sabiduría del universo...

Había tantas cosas en ese maravilloso y aterrador mundo que ella aun no veía... tantos sentimientos que aun le eran desconocidos... sabía que estaba incompleta, que con tan solo 15 años de edad y a unos cuantos meses de terminada la batalla con Hades, no se sentía cómoda de ningún modo y en ningún lugar... y pese a todos sus esfuerzos y los de sus valientes santos, una lucha mas sangrienta, larga y penosa le aguardaba.

El eco de sus pisadas se extendió cuando por fin entró al templo, con la mirada fija en el altar principal... iluminado solo por la tímida luz de los sirios...

Tal como hiciera una semana antes, en París, en la imponente y bella Notre Dame, cuando apenas el primer rayo del sol asomó por el oriente... Saori se inclinó para orar depositando al pie del altar un ramo de rosas blancas... no permaneció ahí más de veinte minutos, aun así su plegaría había sido intensa y muy sentida, las lagrimas una vez mas surcaron su rostro... no importaba cual fuese el costo, ella cumpliría su promesa, habría un mañana para ellos...

Las campanas llamaban ya a la primera misa del día cuando Saori abandonó la iglesia... el ramo de rosas permaneció intacto ante el altar, ni siquiera el sacristán que deambulaba por ahí se atrevió a cambiarlo de sitio, aun sabiendo que ese no era el lugar para dichas ofrendas... se limito a contemplar las hermosas rosas, tan difíciles de conseguir en esa época del año, y que por tanto constituían un verdadero lujo... el hombre hubiese permanecido así, abstraído en la belleza casi divina de las flores de no ser por un pequeño detalle que llamo su atención... el listón blanco que sujetaba el ramo tenía bordado en letras doradas un nombre... el cual pudo leer cuando impulsado por la curiosidad se acerco un poco más... aquel ramo estaba dedicado a la memoria de alguien... quien respondiera en vida al nombre plasmado en el bordado...

... Shura...

En el presente once años después...

Shura... ¡Ey! ¡reacciona! — exclamo Death Mask agitando una mano frente a él para llamar su atención, hacía ya varios minutos que el Patriarca los dejara solos en el salón principal, al parecer algo malo sucedía, por lo menos la cara de Saga así lo demostraba, pero Shura permanecía ajeno a todo eso —¡Shura!

¿Eh? ¿Perdón? — reaccionó éste por fin —

¿En donde anda tu cerebro cabra despistada? algo esta pasando... Saga, Aldebarán y el Patriarca han regresado al templo...

¿Por qué? — pregunto Shura algo alarmado, aquella extraña visión sobre Saori, la iglesia y las hermosas flores blancas con su nombre... había sido tan real... —

¿Crees que si lo supiera estaría aquí? No lo sé! pero la expresión del dos caras no era de felicidad... — dijo sarcástico el santo de Cáncer —

¿Quieres dejar de molestar a la gente Death Mask? Y hazme el favor de llamar a los demás por su nombre... — el mencionado miro con una expresión de fingido odio al entrometido Afrodita... —

¡Ja! ¡Mira quien lo dice! ¡El jardinero con nombre de niña! — sentencio Cáncer en tono de burla, haciendo que Afrodita hiciera un ligero puchero, como si estuviese a punto de escupir una sarta de insultos hacia su compañero de armas... y así lo hizo —

¡Maldito crustáceo subdesarrollado! ¡Mira quien lo dice! ¡Ja! ¡por lo menos yo no tengo un "mote" por esconder mi nombre! ¡Mar...! —

¡Habla y juro que te marchitaras florecita! — le corto Death Mask amenazante, Shura contemplaba la pelea entre sus compañeros en medio de las sensaciones que el dejara la extraña visión sobre la diosa, como si aquello fuese mas que nada un recuerdo, el cual formaba parte de su memoria pero que no le pertenecía... —

¡Ey ustedes dos que haya paz! — exclamo Aioros llegando hasta ellos, los santos de Piscis y Cáncer guardaron silencio inmediatamente, aquel hombre era ni mas ni menos que el santo mas respetado y poderoso entre los doce signos, aun con su juvenil apariencia y cálida mirada Sagitario tenía ese carisma que abrazaba y se imponía a cualquiera... Shura sintió por un segundo que su corazón se detenía, aquel rostro generoso le miro con una ternura y cariño para Capricornio totalmente incomprensibles... — ¿por qué tanto alboroto Marcusto, Arnemis? — prosiguió refiriéndose a Death Mask y Afrodita respectivamente provocando que ambos contuvieran una exclamación de asombro y protesta que sin embargo logró reflejarse en sus rostro anonadados — Shura como siempre tu paciencia con los demás es infinita... — agregó finalmente refiriéndose a su mejor amigo...

Shura sintió como un vacío comenzaba apoderarse de su estomago haciendo que la garganta se le cerrara y la mente se le pusiera en blanco... desde que los trece caballeros habían despertado Shura había hecho todo lo posible por evitar al arquero celeste, no tenía cara con que enfrentarlo, él era su asesino, el que sin escuchar razones juzgo y sentenció y que a punto estuvo de masacrar a lo que él más decía venerar y proteger, el bebé Atenea...

Y ahora tenía a su amigo Aioros justo frente a él...

Shura... — le llamo Afrodita mientras pasaba una mano frente a sus ojos para llamar su atención —

Disculpen pero tengo que ir a ver por que el Patriarca ha vuelto al templo — dijo levantándose del lugar donde permaneciera sentado para alejarse con paso firme y presuroso hacia las escaleras detrás del trono del sumo sacerdote... —

Atravesó el salón sin percatarse de que Aioros no se había quedado quieto y comprendiendo en parte la reacción de su amigo, lo siguió hasta que ambos se perdieron tras la enorme puerta del templo de Atena...

Shura — el mencionado sintió como si un latigazo de energía le recorriera la columna vertebral... sin embargo no se detuvo, al contrario apretó mas el paso subiendo los escalones.. — Shura... — volvió a decir Aioros casi emparejándosele —¿es que ya no soy digno de que me dirijas la palabra Shura?

Aquella simple pregunta pareció atornillar al piso al español, incapaz de moverse dejo que Aioros le alcanzara pero no se atrevió a mirarlo, mantuvo la cabeza baja y la respiración pausada como sino quisiese hacer el menor ruido...

No merezco que el hombre mas fiel a la diosa se digne a mirarme, soy una bas...

Eres una persona increíble Shura... y no permitiré que digas de ti lo contrario, ni que nadie mas lo haga... — le corto Sagitario con un tono de voz amable pero que no deja lugar a replica... —

Yo... no merezco eso y lo sabes... desde que supe que era un maldito y necio asesino, el estúpido crédulo que mató a su mejor amigo y estuvo a punto de matar a su propia diosa no he tenido un segundo de paz, la muerte incluso... nunca fue un descanso para mi...

Shura... — por primera vez Aioros no sabía que decir, en su corazón aun guarda el cariño que sentía por su mejor amigo, pero siendo completamente sinceros, aquella amistad estaba fracturada, e irónicamente no era por el m0tivo que Shura exponía, si su amigo había cometido una verdadera falta con respecto a su lazo de fraternidad era el hecho conciso de que Shura, en el momento de la verdad no había creído en él... —

Aquélla incomoda conversación fue cortada de golpe cuando el Patriarca apareció en las escaleras, seguido por Saga y Aldebarán, por la expresión de Tauro, Shura y Aioros entendieron que aquellos no venían con buenas noticias...

¡He dicho que no! ¡Y esa es mi ultima palabra! — sentenció el sumo sacerdote de Atenea dirigiéndose a Saga —

Alteza... debería... — insistió Saga.

De ninguna manera ninguno de ustedes sale de aquí hasta que de orden de lo contrario y no pienso repetirlo Saga ¡No más! — el geminiano tuvo que guardar silencio a pesar de que en su garganta se atoraba un tropel de protestas, el patriarca se detuvo frente a Shura y Aioros dedicándoles una breve mirada, después continuo bajando los escalones seguido de Aldebarán, Saga aun se mostraba reticente a aceptar aquella orden de no hacer nada, su vista paso entonces a Aioros quien lo observaba expresándole silenciosamente su apoyo, se quedo de pie junto a él y Capricornio antes de iniciar el regreso al salón principal, cuando la voz de sumo sacerdote volvió a escucharse — Saga, ven... Shura y Aioros aun tienen asuntos que resolver... espero señores que el templo de la diosa les de un poco de espacio y su esencia la paz que necesitan — sentenció con tono tranquilo.

Señor — balbuceo Shura pero el patriarca seguía bajando las escaleras dándoles la espalda —

No tarden demasiado jóvenes, he perdido una oveja de mi rebaño y es preciso que la encuentre... — Aldebarán abrió la puerta del salón para franquearle el paso, pero el patriarca se detuvo en el umbral volteado hacía los tres santos que lucían desconcertados aunque por diversos motivos — Saga vamos... tú hermano te espera – agregó recordándole a Géminis que él estaba en una situación similar a la de Shura y Aioros, no podía seguir huyéndole toda la vida a su hermano.

No va a ser fácil que entres al Santuario muchacho, y mucho menos lo será salir, así que piensa bien si quieres o no llevar a tu chica, el Santuario esta maldito desde que se fue su diosa y desde hace unos días las cosas por ese rumbo no andan bien.

Shiryu se mantuvo en silencio mientras el viejo miraba por la ventana de la habitación de hostal que habían rentado.

No me importa lo que hayas hecho yo no voy a condenarte pero si las furias están aquí, sabes desde hace cuantos siglos no se presentaban en este lugar? Desde el mito que ningún de esos seres ha pisado estas tierras a menos que sea por el mandato de un dios. Shiryu... — agrego el anciano visiblemente preocupado por el joven caballero.

¿Cómo sabes sobre nosotros, sobre el Santuario y la diosa? — pregunto al fin el dragón

Mi familia ha vivido aquí generación tras generación tras generación, por un juramento de fidelidad a la diosa que nos libero de la opresión y la muerte en mas de una ocasión, ayudamos al santuario en todo lo que podemos, somos como los espías y mensajeros de los que nadie sabe, solamente aquellos iluminados por la diosa nos encuentran, hemos ayudado a varios caballeros y amazonas a cumplir su misión pero hace mas de 20 años que el ultimo iluminado piso este pueblo pidiéndonos ayuda, durante un par de años cuidamos de su hermano menor, pues tuvo que someterse a un entrenamiento brutal, iba a recibir una armadura dorada, y cuando murió aun siendo muy joven recién nombrado santo de Atenea nos enteramos de que su hermano pequeño fue designado como aspirante a la armadura dorada, y te aseguro orgulloso que ese muchacho a quien me toco cambiar pañales llego a ser el santo de Leo ... incluso lo vimos un par de veces en el pueblo poco antes de que el santuario cayera en tinieblas hace unos días, estuvo frente a mi casa a punto de tocar la puerta, pero se fue misteriosamente, me imagino que debe estar defendiendo a la diosa... pero no podemos hacer contacto con él hasta que el no de con nosotros...

¡Aioria! — exclamo Shiryu fuera de sí—

¿Lo conoces? Te digo que lo cuide cuando era así de chiquito — dijo haciendo un gesto con ambas manos para demostrar la estatura del niño — no sabes el gusto que me dio verlo hecho todo un hombre, aunque al principio me costo trabajo reconocerlo hace muchos años que no lo... Eeeeeeeyyyyyy cálmate muchacho! — grito el viejo cuando el caballero de bronce lo tomo de la camisa levantando varios centímetro del suelo —

ESTAS MINTIENDO... CONFIESA ¿QUE TRAMAS, ¿A QUIEN SIRVES?... — Shiryu elevó su cosmos amenazadoramente.

No miento, no tengo razón para hacerlo y sirvo a la diosa, por eso Aioros dio conmigo y por eso mismo no pude decirle nada a Aioria si no tocaba la puerta y me llamaba yo no podía revelarle mi existencia a otros a menos que la diosa lo haya dicho, pero cuando vi a las furias cerca de ti y vi la energía de la diosa protegiéndote... no pude evitarlo...

¡MIENTES! ¡AIORIA DE LEO LLEVA DIEZ AÑOS MUERTO! ¡DIEZ AÑOS! — volvió a gritar el dragón fúrico —

No tengo porque mentir... —aseguro el anciano tratando de soltarse —

¿Shiryu? ¿qué pasa? ¿estas bien...? Shiryu bájalo!— Sun Rei que había entrado a la habitación al escuchar sus gritos corrió hacia ellos impidiendo que el caballero lastimara al viejo que solo había tenido atenciones para con ellos —

Estas mintiendo... Aioria, Milo, Mu, Shaka ¡TODOS ESTAN MUERTOS! — la desesperación hizo presa del dragón quien nunca se había mostrado así, Sun Rei lo sabía, aquel chico, siempre reflexivo, y mesurado, estaba al borde del colapso... — MIENTES MALDITO EMBUSTERO...

Yorell no tiene porque mentirte, hasta ahora cada una de las cosas que te ha dicho ha sido verdad — se escucho una voz gruesa y serena, revelándose al mismo tiempo en medio de la habitación una figura conocida, un oponente de tiempos lejanos.

Argetti? — aquello estaba volviendo loco al santo de bronce... ante sus ojos estaba el caballero de plata sobreviviente a la batalla con Argol...—

Bájalo Dragón, Yorell es el único que sabe como entrar al santuario ahora que esta maldito con el conjuro de Cronos, Shun y tú necesitan llegar hasta el templo de Atena antes de que el veneno en la sangre de las furias termine por volverlos completamente locos —

El sumo sacerdote parecía haber sido congelado, su cuerpo no se movió ni un milímetro, las tres figuras se hicieron mas nítidas revelando su presencia al resto de los caballeros, fue entonces que el Patriarca encendió su cosmo llamando a los santos ausentes, Aioros, Mu, Shura, Kanon y Saga.

Tenía que admitirlo, aunque se negase necesitaban la ayuda de los caballeros dorados...

Todos en la sala se pusieron en guardia aquella fuerza abrazó por completo al Santuario, haciéndolo temblar, era una presencia antigua, huraña, oscura y omnipotente, una cuarta figura apareció en medio del salón inmovilizando a todos a excepción del gran patriarca quien seguía aumentando su cosmo de manera asombrosa e infinita...

La noche comenzó romperse en el cielo, como si fuese un enorme cristal opaco estallo en miles de partes revelando al fin un cielo tormentoso surcado por aterradoras descargas eléctricas, el sello de la maldición de Cronos estaba roto, el baño de sangre estaba por comenzar pues ante los santos dorados y el sumo sacerdote se mostraba la figura titánica de un dios.

Varias amazonas cayeron heridas, las garras de aquella bestia con cabeza de león rasgaban piel y hueso, aun así las guerreras luchaban con furia mostrando un poderío mas allá del nivel de un caballero de plata, Sian se mantenía frente a su reina.

El poder de ese sujeto es enorme... ellas no podrán contenerlo solas... — el caballero de Aries se disponía a presentar la batalla, a él mas que a nadie le pertenecía la obligación de proteger ese territorio —

El enemigo dio un nuevo golpe derribando a varias amazonas de un solo impulso, entonces Miranda quedo frente a frente con él... una gruesa carcajada salía de las fauces de la criatura dispuesta a aplastar a la chica...

¡De ninguna manera vas a lastimarla bestia inútil! — exclamo Mu lleno de una furia indescriptible y ajena a su temperamento —

No voy a dejar que lo hagas Mu, no puedes enfrentarlo... — el lemuranio abrió los ojos lleno de sorpresa, la reina de las amazonas mantuvo el fuerte agarre en su muñeca, obligándolo a retroceder —

La bestia había rechazado con dificultad uno de los ataques de la chica quien hasta ahora era su mejor oponente, pero Miranda ya presentaba serias heridas, la lesión en su costado se abrió volviendo a sangrar...

¡Miranda! — grito Sian sin atreverse a descubrir su posición... — ¡Miranda!

Pequeña Miranda... — susurro Hipólita tratando de esconder su angustia —

¡Suéltame no voy a permitir que la lastimen! — exclamo Aries soltándose de la reina quien de inmediato lo agarro por la espalda abrazándose a él.. — un profundo escalofrío le recorrió el cuerpo paralizado por la calidez que emanaba la hermosa mujer, Mu de Aries se sentía completamente desarmado —

Si te vas el esfuerzo de Miranda y las demás va a ser en vano, si te acercas a él todos estamos pedidos, así que mantente quieto — dijo Sian mirándolos de reojo, odiaba ver así a su reina, interminables siglos de dolor se concentraban en ese momento, las dos personas que mas amaba su reina estaban en franco peligro, amenazados de nuevo por el castigo de los dioses —

¿Esto es todo lo que tienes Hipólita? Mira a tu princesa, va a morir con solo imponer mas fuerza en mi mano — el gigante se burlaba mostrando a la chica a quien mantenía sujeta por el grácil cuello cortándole lentamente la respiración — voy a dejarte sin nada, a ella la matare y de todas formas él caerá en mis manos, los dioses no olvidan nunca Hipólita, tienes una deuda eterna...

Maldito esbirro del infierno voy a partirle el alma... — siseo Mu sintiendo enloquecer de ira —

Aquello parecía en realidad un callejón sin salida, repentinamente del salón del patriarca una luz se desprendió rodeando al lemuriano, quien vio incendiada su cosmoenergia derribando a todo ser viviente a su alrededor, un aura poderosa, inmensa entro al santuario estremeciendo hasta el mismo cielo, Sian observo horrorizada como el sello de Cronos era fisurado mostrando el horizonte lleno de tormenta... árboles y rocas se desprendieron de la tierra provocando gruesas nubes de polvo... para cuando las amazonas reaccionaron, el enemigo había desaparecido dejando solo un rastro de sangre, Mu, Hipólita y Miranda también habían desaparecido.