The Cat and The Dog

YuGiOh! – The Pet of Horror

by Kaede Sakuragi

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Nota Principal – CAMPAÑA :No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. Kaede Sakuragi adherida a esta propuesta. Gracias, Katrinna Le Fay, por prestar tus palabras, y que seamos varios en gritarlas.

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La mañana del día Lunes había sido serenamente normal, salvo por el detalle que ahora dueño de Kaiba Corp, se encontraba en el despacho de la presidencia dando las ordenes para toda la semana. Las secretarias pensaron que su antiguo jefe era rudo, pero Mokuba era peor.

Había mandado a revisar cada uno de los libros financieros de la empresa, que el Asistente de la Compañía, y mano derecha del fallecido Gozaburo, buscara con detalles y gráficos cada una de las acciones que habían realizado los últimos meses, incluyendo las estadísticas por departamento. Muraki salió de aquella oficina con una sonrisa falsa, sabia que por solo tres días debía obedecer al joven Mokuba. Al llegar a su despacho, no pudo evitar azotar la puerta.

En la presidencia, el pelinegro había ideado ese plan, el cual le llevarían hasta el almuerzo, tiempo suficiente para buscar en la oficina. Mientras que su chofer, Farel, con la ayuda de los olfatos de las mascotas, revisaría piso por piso, la idea loca que se le ocurrió, fue hacerles oler o identificar alguno de los sellos y papeles que su padre guardaba. Si era un documento que él había escrito, de seguro tendría el aroma suficiente para ser identificado. Mokuba por un momento se quedo pensativo por tal ingenuidad, pero la verdad, en una situación así, medidas desesperadas valían mucho. Además sus mascotas no eran comunes.

Desgraciadamente los minutos pasaron rápido, y aun sin ninguna pista... salvo... que...

El pelinegro salió rápidamente de la oficina, preguntando a la secretaria si Muraki se encontraba en el piso, lo cual le respondió que había salido por lo menos una hora, que las cosas que había pedido, tendrían que buscarlas en una de las oficinas del otro lado de la cuidad. Una gran sonrisa surcó sus labios, para luego decirle a todas las secretarias del piso que se tomaran un descanso, y de paso almorzaran temprano, que luego de eso, no tendrían tiempo para nada. La idea pareció algo fuera de lugar, pero en realidad tenia razón, la reunión estaba prevista para luego de la una, y a esa hora, de seguro tendrían un poco de hambre.

así el piso quedo desierto ...

El despacho de aquel hombre, se encontraba en el fondo del pasillo, al entrar, pudo percatarse de la fineza y la calidad de los muebles, de gustos caros, y de seguro que todo gracias a la fortuna de la compañía.

Poseía un sofá de cuero rojo, dos sillones del mismo material y color, una mesa de vidrio pequeña. Un minibar de roble negro, y en el centro, a un lado del gran ventanal, un enorme escritorio de color marrón oscuro, haciendo juego un sillón negro ejecutivo. Sobre la misma, a un costado, parecía ser una computadora ultimo modelo.

Lo primero que hizo fue revisar los cajones, encontrándolos todos sin llave y ningún papel importante. Busco en los armarios, donde había algunas carpetas, videos, y diskets de computadora. Irónicamente busco en el minibar, el cual lo vio como un escondite posible. Como ultima medida, se acomodo frente al monitor para encenderlo, pero el murmullo y pasos le advirtieron que estaba por ser descubierto.

Rápidamente se puso detrás de uno de los sillones que había en aquella gran oficina, por suerte este estaba lo suficiente retirado de la pared, para que su cuerpo pequeño pudiera esconderse. Las voces no le eran familiar, por lo cual, pensó que seria gente de Muraki. La puerta se abrió lentamente, lo cual provoco que el mismo Mokuba cerrara los ojos y rezara por que no lo descubrieran.

- Estas seguro que de acá podrás? – la vos era alegre y vivaz.

- Esta conectada a la red de la empresa ... Claro que podré ... Perro! – la otra vos era ruda, y algo tosca.

- Mira Gato Pulguiento ... no me digas perro ...! Tengo nombre ...! – Mokuba se extraño por tales comentarios, que no aguanto y muy despacio se asomo por detrás del sillón.

Ahogo el grito de sorpresa, con sus manos, no podía creer que lo que veía era real. Sentado frente a la computadora, se encontraba un muchacho de ojos azules, pero lo que llamo su atención fueron sus orejas pequeñas, como si fueran las de un gato, con el cabello castaño oscuro. Su vestimenta era toda negra, pantalones a la cadera, una remera corta que cubría solo la parte del pecho, sin llegar a la cintura, no poseía mangas. El pantalón se le pegaba al cuerpo, como una piel, las botas eran de punta redonda, de extraña forma. De repente el movimiento detrás de él, llamo la atención, y casi vuelve a gritar cuando vio como una larga cola negra se movía.

- Pudiste encontrar algo ... Seth ... – el otro muchacho le dio la pista disparatada que le faltaba.

- Si dejaras de molestarme, Jonouchi, podría hacerlo más rápido ... – bufo – Porque no vigilas la puerta, has algo útil perro ...

- No colmes mi paciencia gato callejero ...- contesto molesto, pero aun así, le hizo caso, fue hasta la puerta para vigilar.

Mokuba se escondió detrás del sillón asombrado. Eran sus mascotas! Pero con forma humana. Jonouchi llevaba el mismo modelo de traje que Seth, solo que era de color arena ("N/A: XD Luna hacete cargo de mi trauma!" ) llevaba las orejas de perro, cubiertas casi, por su cabello rubio largo. Su cola de color dorada se movía graciosamente. Observo como Seth, manejaba la computadora como si toda su vida la hubiera usado, sus patas, ahora con forma de manos, manejaban el mouse, abriendo y cerrando archivos, según interpreto mirándolo a los ojos, que leía a una velocidad sobre humana. El cachorro, Jonouchi, estaba en la puerta, la cual la tenia semiabierta, observando sí alguien venia.

- Por Ra...! – la vos del gato llamo la atención de ambos, solo que el labrador dorado se acerco - ... Posee mas claves que el mismísimo pentágono ... – bufo mientras movía su cola nervioso.

- Acaso el poderoso Seth ... primo sanguíneo del Faraón Atemu ... y Sacerdote Real del Antiguo Egipto, no puede hakear esta computadora ...? – el rubio hablo de forma sarcástica.

- No me molestes Jonouchi ...! – dijo molesto tomándolo por las ropas, acercándolo lo suficiente para besarlo.

La escena fue algo totalmente irreal, Mokuba abría grande sus ojos, observando como sus bocas se devoraban mutuamente, pero aun así, las caricias eran suaves y tiernas. El rubio termino sentándose sobre las piernas del castaño, rodeando su cuello con sus brazos, y así intensificando aun más el beso. Cuando ambos se miraron, sus ojos destellaban un amor sincero.

- No importa cuantas vidas tenga que pasar, ni cuantas veces tenga que buscarte ... Te amare siempre Seth ... – Jonouchi pronuncio despacio, mientras se alejaba un poco, y se giraba aun sentado sobre las piernas del otro, para que con una mano, empezara a teclear – Listo ... mi sacerdote ... ahí tienes tu clave resuelta ... – se volvió a este, y deposito un pequeño beso sobre su nariz, para luego levantarse, pero repentinamente fue sujetado por su cintura y besado apasionadamente.

- No importa cuantos siglos tengamos que esperar ... una y otra vez cometeré el pecado de hacerte mío ... – lo soltó despacio, para concentrarse en el archivo que desbloqueo el rubio – Valla ... esto es interesante ... – su vos sonó seria y a la ves entusiasmada.

- Espera ... – el rubio hizo señas que se quedara quieto. Sus orejas se movían de un lado a otro, olfateando el ambiente se acerco a la puerta - ... Has lo que tengas que hacer pero rápido ... Alguien se acerca ... – el silencio fue acompañado solo por el tecleo apresurado de las manos del gato Seth.

Mokuba se oculto bien detrás del sofá, tocándose el pecho, sentía miedo de ser descubierto ... o seria peor que los descubrieran a ellos ...

Abruptamente la puerta se abrió.

- Pero que demonios! – se escucho la vos de Muraki enojado. Mokuba retuvo la respiración, de seguro había descubierto aquellos dos, pero el ladrido fuerte, y el maullido histérico lo hizo volver asomarse detrás del sillón.

Tanto como Jonouchi y Seth, estaba convertidos en aquellas mascotas, las cuales estaban mirando amenazadoramente hacia la puerta. De un solo movimiento el perro se lanzo sobre el hombre manchando su traje con sus patas, para luego salir disparado por la puerta abierta, el gato hizo exactamente lo mismo, solo que pudo arañar su rostro, y desaparecer por el pasillo. Muraki se levanto furioso y salió persiguiéndolos, gritando algo de que serian sacrificados.

Fue el momento perfecto para escabullirse hasta la oficina presidencial, y allí estar a salvo por unos minutos.

- Joven Mokuba ... – la puerta se abrió bruscamente, mostrando al chofer con aspecto agitado, sobresaltándolo – Lo siento por entrar así, pero los animales ... se escaparon y ... – pero no pudo decir mas nada, fue interrumpido por dichas mascotas que entraban corriendo y se posesionaban detrás del pelinegro, como si estuvieran ocultándose de alguien.

- MALDITOS ANIMALES! – grito furioso Tatsumi – Mas te vale tener a esos bichos sujetos ... porque luego de tres días te juro que los sacrificare y no habrá nada que me lo impida! – salió de allí golpeando fuertemente la puerta, detrás de ella se escucha los gritos y algunos sollozos de las secretarias ... por lo visto habían sido despedidas por abandonar sus puestos.

Mokuba callo en uno de los sofás, suspirando aliviado.

- Estuvo cerca ... – dijo despacio.

- Ni que lo diga ... – Farel se tomo la confianza de sentarse a su lado, para luego empezar a reírse, y tomar al gato entre sus brazos – Te has pasado amiguito ... – dijo burlonamente, mientras lo acariciaba. Mokuba sonrió, para luego percatarse de algo, mirando al perro.

- Cómo lo hiciste ...? – apunto a ambas mascotas – Ni siquiera hicieron algo para atacarte ... como siempre lo hacen ... – el muchacho sonrió.

- Porque estos muchachos son especiales ... – dijo mientras levantaba al gato por sobre su cabeza – Verdad pequeño demonio? – un maullido de fastidio se escucho para luego soltarse y caer al suelo, la risa de ambos chicos solo se escucho en el momento, mientras la mirada de ambos animales interactuaban cómplicemente.

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Tatsumi había entrado a su oficina, echo una furia. Fue directamente hasta el baño que poseía, y miro su rostro ensangrentado, el maldito gato le había dejado tres marcas en su mejilla derecha, que iban desde debajo del ojo hasta casi llegar a la altura de la boca. La herida más grande era la del medio, trato de tocársela para ver que profunda era, pero el ardor lo hizo maldecir aun más.

Con agua fría, mojo su rostro, tratando de calmar el pequeño latido que estaba provocando tal corte. Sus ojos amarillos se reflejaron malignamente, el brillo que demostraba el espejo, decía que pronto seria la venganza.

Se ubico frente a su escritorio, viéndolo detenidamente. había cosas fuera de lugar, instintivamente accedió a su computadora, y empezó a observar las cosas.

- Maldito Kaiba ...! – murmuro furioso - ... No te saldrás con la tuya, juro que desaparecerás antes de los tres días ...! – miro detenidamente la información de los registros y busco a donde habían sido mandados - ... Esta noche ... será tu fin Mokuba ... – cerro todo y salió de allí, con una sola cosa en mente.

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La noche se acentuaba en toda la cuidad, apenas una luna se asomaba entre las nubes negras de una pronta tormenta. El joven de cabellos negros estaba sentado en la oscuridad de la biblioteca, mirando por la ventana, trataba de que su razón y su lógica pudiera explicar como sus mascotas, habían demostrado una forma humana. Sus orejas, sus movimientos con las colas, todo parecía tan fantasioso, tan irreal y loco.

Pero recordó un detalle, sus ojos, esos azul cielo miraban con tanto amor a los miel avellana, que recordó como su hermano mayor poseía esa chispa de vida cuando le había contado que tenia pareja y la amaba con toda su alma.

Oh sí! ... él sabia el secreto de Seto, y por eso mismo se enojo cuando su padre lo echo, pero las palabras dichas por él, antes de cruzar la puerta y ya no verlo mas lo habían detenido de realizar cualquier locura. " Vive tu vida, y sé feliz, mientras yo lo haré con aquel que posee mi alma. Sé feliz Mokuba, y no culpes a nuestro padre, él es así y yo no lo cambiare" había besado su frente y con un fuerte abrazo se marcho con una sonrisa y las manos en sus bolsillos, solo con lo puesto.

No le había mentido a Farel, solo que había contado lo que todo el mundo había especulado y su padre no había negado por ningún momento. Su hermano había desaparecido para siempre, y solo después de un año, dejo de saber alguna noticia. Fue cuando se traslado hasta su habitación y allí conservando todo lo que había sido de él. Sabia que vivía con su pareja, no lo conocía personalmente ni por foto, solo por su hermano que decía que era su sol, su alma, que haría cualquier cosa, por él, por ambos. Un amor visto en la sociedad como rara y algo discriminada, pero su mirada, sus ojos azules reluciendo felicidad, era algo que no podía negarle.

- Miau ... – escucho a su lado.

- Hola pequeño ... – Mokuba tomaba al gato entre sus brazos y empezaba a acariciarlo, rompiendo el silencio del lugar, con su ronroneo. Miro sus pupilas, ahora dilatadas por la oscuridad, volviéndolas totalmente negras – Sabes algo descabellado ... Seth ... – murmuro despacio mientras lo levantaba en brazos y lo depositaba sobre una mesa - ... Si mi hermano Seto estuviera aquí ... se parecería mucho a ti ... – el gato lo miro con sus ojos grandes, como sorprendido - ... No me prestes atención ... es solo una locura ... – le dijo acariciándole detrás de las orejas y besando su cabeza – Me voy a dormir ... – se alejo del animal y desapareció detrás de la puerta, y allí por el pasillo.

La biblioteca quedo a oscuras, la luna había sido ocultada totalmente, y solo algunos relámpagos se observaban a lo lejos. El primer destello ilumino toda la habitación, seguido de un gran trueno, haciendo que las ventanas de lugar vibraran por unos segundos. Sobre el escritorio se podía ver la figura del gato, como si fuera una estatua. Otro destello partió el cielo, dando nuevamente la luz suficiente para observar ahora el cuerpo de un muchacho sobre el escritorio, mirando la puerta. El tercer relámpago fue aun más fuerte, y la biblioteca se ilumino por completo, a cada uno de los rincones, ahora había dos figuras sentadas en aquel lugar.

- En que piensas Seth ... – la vos del muchacho que estaba a su lado, lo miraba preocupado.

- Tengo el presentimiento que esta será la ultima ... – dijo despacio.

- Ni se te ocurra pensar en eso! – el otro dijo se exalto, enfrentándolo cara a cara - ... No me vengas con esas cosas Seth ... no lo digas ... por favor ... – murmuro sollozo, para luego abrazar aquel muchacho de los ojos azules.

- Jonouchi ... – correspondió aquel gesto, rodeándolo por la cintura - ... Hemos estado así por cinco mil años ... y es la primera vez que siento esto ...

- No digas esas cosas ... – el rubio levanto su rostro, bañado de lagrimas - ... Si algo nos pasara, moriría sin tenerte a mi lado ... ninguna maldición, ninguna plaga o peste ... podría separarme de ti ... Te amo ... – beso sus labios, despacio, tiernamente.

- Yo también ... – sonrió tiernamente, besando su nariz.

Se quedaron por un momento abrazados en la oscuridad de la biblioteca, hasta que Jonouchi se separo bruscamente, moviendo sus orejas de un lado a otro, mirando las ventanas y la puerta.

- Alguien esta cerca ... – y antes que pudiera decir algo Seth, el rubio salió corriendo en su forma canina.

Los pasillos de la gran mansión estaban oscuros, ya la noche caía con la tormenta. La servidumbre se había ido a dormir, y de seguro que por culpa del temporal, no se percataban de los ruidos extraños que los animales podían detectar.

El gran labrador subió las escaleras, hasta llegar al primer descanso, deteniéndose abruptamente, enfocando su vista a uno de los tantos pasillos de ala este. El gato, que lo seguía de cerca lo miro extrañado, hasta que este le hizo señas que siguiera hasta la habitación del amo. Ni el maullido lo detuvo, el perro salto la baranda cayendo al piso y de allí, perderse en las sombras. Seth termino de subir apresuradamente, corriendo hasta casi el final del pasillo. Truenos y relámpagos partieron el cielo fuertemente, estremeciendo los grandes ventanales.

El ruido de algo rompiéndose alerto al ojiazul, mirando detenidamente la ventana rota y las cortinas moviéndose por el viento. El piso estaba mojado por la lluvia y sentía a su vez detrás de la puerta, alguien rasguñaba y maullaba. Se levanto perezoso, hasta la misma, abriéndola, y de allí cayendo al suelo por el sorpresivo salto del gato negro. Mokuba sonrió tomándolo en brazos y acariciándolo, pero el animal no se movía, sus pupilas, ahora negras, miraba detenidamente a uno de los rincones de la habitación.

Los ladridos desesperados, en la planta baja, alerto al muchacho, para luego levantarse, y girarse para tomar la bata a los pies de la cama. Pero el gato negro no lo dejo moverse ... estaba a un metro de distancia de este, todo su cuerpo se levantaba erizado, mirando hacia un costado de la ventana rota; su larga cola estaba totalmente levantada, y sus garras a la vista.

- Seth? Que sucede? – el ojiazul dijo temeroso.

- Sorprendente mascota ... – una vos gruesa se escucho despacio, provocando que este retrocediera.

- Quién esta ahí? Que quiere? – se pego a la pared, tratando de buscar el interruptor de la luz.

- Es inútil ... la tormenta provoco un ... leve corto circuito ... jejeje – el hombre apenas se dejo ver entre las sombras - ... Por lo menos las alarmas no funcionaran por el momento y así ... terminar mi trabajo ... – unos ojos morados relucieron cuando un gran relámpago ilumino la habitación. Provocando que el mismo gato maullara enojado, aun más fuerte.

- Porque esta aquí ...? Viene a matarme ... verdad? – Mokuba estaba nervioso, pero aun así, conservaba su actitud tranquila.

- La inteligencia del menor de los Kaiba no es solo un rumor ... – el hombre se acerco, un poco mas, mostrando todo su rostro. Un muchacho de unos veintiséis años, de cabello largo, tricolor. Sus ojos morados sobresaltaban la oscuridad, estaba vestido todo de cuero negro, pantalón a la cadera, una chaqueta sin mangas, mostrando su pecho un tatuaje egipcio antiguo – Mi dicen Yami, un gusto ... – hizo una reverencia, en forma de burla - ... La palabra "matar" no me agrada mucho ... – dijo moviendo su mano, como si espantara algunos pensamientos - ... Prefiero la de "resolver inconvenientes" – el hombre se fue acercando, pero el gato negro frente a él no se lo haría fácil, se abalanzo contra el, encarando la cara, precisamente los ojos, pero este no calculo que podría prevenir tal ataque.

- SETH! – Mokuba grito cuando vio al felino volar por los aires, contra una de la paredes, y de allí caer al suelo prácticamente reventado. Tanto la pared, donde había golpeado, y el suelo se lleno de sangre rápidamente.

- Basta de juegos ... – dijo el tricolor tomando por sorpresa al ojiazul, sosteniéndolo por la garganta y allí estrellarlo contra la puerta. De entre sus ropas saco una daga - ... Te concederé una muerte rápida ... no te preocupes – dijo mostrando el filo, provocando que los ojos azules se abrieran enormemente asustados. Hizo su brazo hacia atrás, para darle una estocada limpia y profunda, pero algo lo empujo sorpresivamente, lanzándolo hacia donde estaba la cama, golpeándose contra la mesa de luz – Que demonios! – grito confundido, mientras se levantaba y trataba de enfocar la figura que estaba frente a este.

- Nadie tocara a mi amo ... – el asesino miro detenidamente la figura que protegía al ojiazul. Otro relámpago fue lo suficientemente fuerte, para iluminar la habitación, mostrando así por completo al muchacho. Frente a él, se encontraba Seth en forma humana, su cola estaba caída, y goteaba un liquido espeso, mientras que una de sus orejas estaba totalmente destrozada, cuya sangre bajaba por sus cabellos y así cubriendo un poco el rostro. Sus pupilas azules, resaltaba mucho mas en la oscuridad.

- Seth ... – murmuro Mokuba, cuando lo vio frente a él, dándole la espalda, cubriéndolo. Estaba por tocarlo cuando, desde la planta baja, se escucharon varias detonaciones de armas, ladridos y gritos.

- Amo ... Huya de aquí ... – la vos del felino se escucho seria y fría - ... busque a Farel y huya ... no se preocupe por nosotros ... – el castaño se había inclinado un poco, hacia delante, apoyando sus manos en el suelo, adoptando la misma posición anterior cuando estaba en su forma animal.

- Fantástico ... – Yami dijo sonriendo, mientras tocaba su pecho, donde estaba el tatuaje - ... Nunca CREI en los cuentos de viejos ... - murmuro despacio – Vete ... niño ... escapa ... y trata de llegar hasta la verja principal de la mansión ... si logras pasarla, prometo no buscarte para matarte ... – sus ojos morados relucían maliciosamente, mientras sonreía entusiasmado sin quitarle la vista al gato humano.

- No ... – el ojiazul se negaba, estaba por protestar cuando la mirada de Seth lo hizo temblar.

- He dicho que te largues Mokuba! – le grito al mismo tiempo que se movía rápidamente, lo empujaba fuera de la habitación y cerraba la puerta detrás de él.

El lugar se quedo a oscuras, la lluvia era aun más fuerte. Los ojos morados se encontraban con las pupilas azules.

- Pensé que era simples leyendas, las que contaba que ciertos animales podían adoptar la forma humana, conservando solo sus colas y sus orejas. Que podían reencarnar años tras años, décadas tras décadas, siglos, hasta milenios, sin perder su alma, sus recuerdos. Pero siendo solo una maldición eterna hasta que encontraran el perdón de los dioses – una gran carcajada salió de sus labios – Increíble! – dijo entusiasmado.

- Eres la descendencia de asesinos antiguos ... – la vos de Seth seguía siendo fría.

- En realidad soy de la realeza ... – sonrió mientras tocaba el tatuaje – Según la hermana de un anticuario egipcio, soy de la rama de los faraones, donde hubo uno respetable, amado y adorado por los mortales, pero también dicen que se volvió loco por la traición de alguien muy cercano a él ... – su sonrisa se pronuncio aun mas, cuando se percato de aquel gato humano se tensaba por unos momentos - ... Que su hombre de confianza, había tomado a su amante de turno y mientras había una guerra contra los ladrones de tumbas, el huyo con el cuerpo moribundo de aquel ... un mendigo, encontrado en las calles de Estigia y trasladado hasta el mismísimo palacio como pago de una deuda de un comerciante de mascotas sexuales ... un esclavo idiota ... – inconscientemente, el castaño formaba sus dedos en garras, ante la mirada victoriosa del tricolor.

- El no era un esclavo! – Seth grito fuera de sí, abalanzándose contra Yami.

El asesino, de entre sus ropas saco otra daga mas, enfrentándolo, moviéndolas en el aire, mientras trataba que las garras no tocaran su piel, provocando simples rasguños. Seth viéndose impedido para desgarrarlo, movió rápidamente sus piernas, tratándolo de barrer con la derecha, y así tirarlo al suelo, pero el tricolor era rápido, y saltaba en cada intento.