Notas de la autora: Oo Ho bueno… creo que me he tardado un poco más de lo que habría querido en continuar con este fic… pero me tienen loca con las prácticas… Me duele la cabeza de pensarlo… y la emoción es que me han tomado como ilustradora en el periódicucho ese xDDD donde hay un poltergeist! O.o pero tiene dengue… xDDD y luego me pegó una faringitis de casi 40° de temperatura O.O y por poco y deliro xDD… y he descubierto un nuevo anime que lo único que me reafirma es que soy una pervertida ¬¬UU xD LOVELESS! Si alguien tiene img de este anime o del manga por favor mandárselas a esta hika (Soubi ¬.. soubi con rituka /) bueno… continuemos… nnU


Cap 2. Tras máscaras de papel… también mostramos el rostro.

La presión contra sus brazos disminuyó poco a poco pero no desvaneció del todo, no por completo. Una calidez delicada y agradable contra su tacto lastimado, una piel aterciopelada al contacto contra la suya y el roce casi imperceptible y cosquillante de los finos hilillos contra su frente. Las doradas pestañas que hacía momentos acariciaban sus sonrosadas mejillas se alzaron rápidamente dejando abiertos los portales de las orbes ámbar acarameladas. La figura estatuaria se dibujaba contra la luz como las efigies en los santos vitrales, oscuras y melodramáticas que acostumbrados los feligreses a observarles paren ya ufanos que los dulces rostros de mártires a quienes rezar.

— Buenos días…— exclamó Sirius quien aun lo sujetaba por los hombros y le agitaba suavemente desde hacía momentos — Ha sonado el despertador — su voz le llegaba lejana, ajena a su derredor… extraña a sus propios oídos pero con un eco tranquilizadoramente íntimo, los cabellos de Sirius rozaban contra su frente y su mirada se retraía temerosa; en su rostro no existía gesto comprensible a los ojos de Remus, pero sus ojos jamás había logrado encontrar rostro jamás más efímero e incomprensible que el de Sirius; éste, le dedicó una mirada curiosa y sus labios curvaron en una pequeña sonrisa, amistosa y de tono fraternal su voz continúo, una vez que le soltó e irguió por completo su delgado cuerpo, arqueando ligeramente la espalda — Aún es tiempo para desayunar… — sus movimientos ensombrecían sus palabras, eran lentos y cuidadosos, casi demasiado para un niño. Como si tratase de no abanicar sus propios miedos hacia el joven licántropo. El lobo se agitó en su interior con nostalgia por la libertad. — Si sacamos a James, a tiempo, del baño, alcanzaremos una taza de chocolate… — su faz mutó traviesamente y enmarcando deliciosamente sus ojos trazó en un rápido movimiento camino hacia la puerta del servicio con los movimientos naturalmente sofisticados de un Black, inesperadamente aporreo la madera y al no recibir contestación alguna de una patada, potente y grosera, se abrió paso interrumpiendo ruidosamente agitando los brazos.

— ¡Prongsie! — los gritos sucesivos, de ira de James y de loca alegría del otro joven, llevaron a Remus al silencio, sumergiéndolo en el frío ensimismamiento hasta que el mismo mutismo perdió su sentido, el espacio y el tiempo detuvieron su marcha de deterioro y segundos… y quedó sólo la nada, la húmeda y oscura nada… la misma que a Remus engullía cuando ya nada podía hacer… Los rostros falsos y las cándidas miradas que todos muestran llegaron a si desfragmentadas por luces de mentira y consuelo… cual de todos es el rostros con el que duermes noches tras noche… ¿cambiamos las máscaras por comodidad?... o es así como mejor nos mostramos... ¿cuál sería para él el mejor de todos los rostros?... o… ¿existía un disfraz mejor que el que representaba su propia realidad?

Voces lejanas lo llamaban, pero no pudo obtener imagen de su sonido, amortiguado y distante. Despertó sintiéndose ahogar, con el cálido escozor en las mejillas y las ardorosa sensación, quemazón contra los desprotegidos ojos, lastimándole, y obligándole a parpadear varias veces tratando de adecuar las ambarinas iris a la luz enceguecedora, pero volviéronle a escocer y los cerró fuertemente al punzante dolor que les traspasó; intentó abrir los párpados lentamente pero el resultado fue nefasto y aun quizá le provocó un dolor aun mas profundo y desistió. Sus dedos, se cerraron en un puño sobre las sábanas hasta que los nudillos emblanquecieron… lánguidamente fue deshaciendo el engarfiado agarre cuando hubo disminuido paralelamente el dolor. Las largas y trigales pestañas, al no proporcionarle el resguardo buscado del lesivo sol fueron sustituidas por sus dedos contra la luz que se recortaban con figuras delgadas, más parecidas a garras que a su blanca y grácil mano frente el luminoso escenario haciendo una sombra sobre sus ojos, mientras los volvía a entrecerrar instintivamente una y otra vez con nerviosismo… pero el dolor no desapareció…

— No es el sol… — la voz grave, siempre alegre, y ahora extrañamente seria de James lo estremeció displicentemente pero con aquel dejo de dolor tan significativo de la verdad — es la herida por encima de los párpados lo que duele…

Con un rápido movimiento Sirius avanzó hacia los ventanales y de un brusco y vertiginoso movimiento, tirante entre sus dedos, de su muñeca cerró los continales de la ventana evitando así la entrada del molesto sol, guarneciéndolos en una clara penumbra, nebulosa e intimidante, iluminándolos sólo una pequeña ventanilla de ojillo en el arco sobre el ventanal, demasiado por encima de sus cabezas como para que el albor entrante pudiera acariciar sus cabellos o sus infantiles pieles.

Remus observó con miedo a ambos chicos y sus temores se revolvieron en el cuerpo de Sirius; trató de articular palabra pero de sus labios no brotó sonido alguno sólo el cálido aliento de su intempestivo victimario, que fingía dormir para analizar los movimientos cada cuales de sus espectadores.

— No mal pienses, él no ha dicho nada… es sólo que,… yo ya lo sabía. — murmuró James quedamente, aún cuando Peter dormía profundamente entre el suave y desacompasado ronquido, el jovenzuelo de cabellos enmarañados habló entre un susurro como si tratara de este modo evitar que este le escuchara.

El muchacho regordete y pequeño dio un bote entre sueños provocando un sobresalto general pero continúo durmiendo, luego balbuceo trozos de frases y, girando entorpecido por el sueño, permaneció sumido entre las arenas de la inconciencia.

— No es un chisme… nadie más tiene que saberlo. Es obsceno que alguien lo ande diciendo como tal. No es justo, aunque te resulte ofensivo que siquiera lo mencione, que sufras algo así… — expresó Sirius hablando con lentitud, entrecerrando los fríos ojos, tratando de enfocar en aquella oscura habitación los fantasmas inexistentes que asestaban las palabras no dichas, murmurándolas tergiversadamente a los oídos de Remus. La fría mirada de Sirius le hirió quizá más de lo deseado, la casi imperceptible ira en sus pupilas escaldó profundamente en su menguante orgullo.

Un silencio incómodo envolvió a los tres efebos, oprimiéndolos desagradablemente , pero nadie dijo nada, aceptándolo sin censuras hasta que la vocecilla todavía infantil, y entorpecida por la modorra, de Peter los llamó atrayéndoles, rasgando la atmósfera densa y de quietud embarazosa, ahorrándoles las palabras, palabras que no habrían de ser dichas pero si formuladas de los tres jovencitos. James y Sirius, aun de pie, tan extáticos como Remus, le observaron incrédulos y con sorpresa, avergonzados si los hubiera atrapado en una situación penosa.

— ¿Es hora de desayunar? — nadie respondió, pero James indicó con la mirada el reloj de pared.

Remus suspiró entrecortadamente y levantose lentamente; con algo de dificultad, pues el dolor aún permanecía impregnado en sus músculos y tatuado en los recovecos del frágil cuerpo que ocupaba, trastabilló al llegar al borde y Sirius se balanceo en la disyuntiva de socorrerle o dejarle andar solo, finalmente, al ver que Remus continúo con necios movimientos y con vacilante seguridad se permitió optar por la segunda opción y dejo que el joven licántropo anduviera con paso tembloroso pero sin el precario vaivén que se mece entre la conciencia de darse por vencido y los movimientos autómatas.

El castaño caminó hasta la puerta del baño, sin dirigirle mirada alguna a ninguno de ellos tres; Peter le dedicó una mirada curiosa y James se contrajo en su sitió mientras Sirius desviaba el rostro hacia el ventanal cubierto por los pesados cortinajes tableados que formaban portales ennegrecidos por los que se colaba una casi invisible cascada de luz donde las motas de polvo danzaban enigmáticas a los grises y fríos ojos del joven, una suave brisa agitó las telas dejando entrar un poco más de los curiosos rayos del sol que trataban de flanquear hacia la habitación.

El sólido sonido de la puerta al cerrarse le abstrajo de sus cavilaciones mudas. Y el sonido del agua al caer refrescó en él la sensación de ser ajeno a todo. Ser un agente extraño en un mundo de cosas inmóviles, tan distintas a él y de sus pensamientos, tan distantes que perecerían mentira de no sentirlas dolorosamente verdad.

Sin embargo nada parecería más complejo que lo simple ¿qué hacer? No puedes ayudar a alguien que se niega necesitarlo, y Sirius temió que Remus lo negara siempre hasta autoconsumirse lastimosamente.

James le agitó, por la espaldad de la playera, con delicadeza; Sirius viró el rostro, su mirada perdida entre propios horizontes se torno en sorpresa cuando su hermano de sortilegios le contemplo con consternación. El ojigris sólo murmuró algo ininteligible e inaudible más similar a un quejido para luego volver a juntar los labios apretándolos hasta palidecerlos, luego volvió abrir la boca para decir algo pero de ella no salio voz ninguna y cerró nuevamente para contraer las comisuras de sus juguetones labios en una tranquilizadora sonrisa para su amigo; éste, tan sólo le dedicó un gesto de complicidad y girando sobre sus talones fue hacia Peter a darle la atención que éste suplicaba habiéndose enredado en las blancas sábanas satinadas y caído al suelo graciosamente, mientras el pelinegro más despeinado de lo común, producto de una lucha aterradora con la almohada, le miraba destornillado de una risa escandalosa pero carente de burla. Peter desde su lugar, en el suelo, boca arriba y con los regordetes piecillos hacia el cielo en extraña alabanza, empezó a contraer la barriga que se abultaba bajo el pijama en una contagiosa risa, lo que vino provocando que las sábanas terminan por resbalar y cayera del todo contra el suelo con un sonido apagado sin parar de reír alegremente. Su tercer compañero disfrutaba del divertido espectáculo aún en su posición, de pie en el frío pasarel de las camas con los labios curveados en forzada sonrisa de placentera felicidad.

Dentro, en el cuarto de baño, Remus oprimió la frente contra el frío mosaico mientras el agua corría tibia por su cuerpo, escociendo en las heridas aun enrojecidas y donde la carne aún hallábase tierna y lastimada; el pijama, manchado por la sangre y el agua purulenta de las heridas, yacía tirado sobre el suelo como rastro de que no habrían de ser pesadillas los recuerdos que en la cansada cabecita del chiquillo se agolpaban. El dolorcillo punzante en las pantorrillas le mermaba las fuerzas hasta debilitarlo asfixiantemente, provocábale el doloroso sentir y la presión sofocante en el pecho, haciéndole respirar entrecortadamente.

De entre sus labios brotó un jadeo mezclado con el sabor sangriento, manchándolos de ocre colorido hasta formar un hilillo que resbaló por su barbilla para diluirse, dejando únicamente aquel aroma ferroso tan familiar, en el agua que corría por su pálido pecho que se inflaba descoordinadamente jalando el aire con fuerza hacia la profundidad y expulsándolo suavemente por las fosillas nasales ahora también enrojecidas por escarlatas huellas. Su delgado cuerpo se estremeció al percibir los poderosos escalofríos precedentes a un dolor mayor, provocado por la bestia, pero este nunca se hizo presente y el jovenzuelo contuvo la respiración abriendo desmesuradamente los ojos para luego cerrarlos con fuerza y soltar abruptamente un vómito sanguinolento mezclado con restos coagulados y oscuros, vestigios de su última trasformación.

Sostúvose contra la pared para no caer. El espejo le devolvía un reflejo evanescente, vaporoso casi fantasmal, y le resultó ofensivo observase de este modo.

Limpió con el dorso de su mano el rojo delineado de sus labios y el rastro giboso en las comisuras de los mismos dábanle la apariencia de sonreír infinita e involuntariamente, pero cuán doloso era ese gesto, pues, pensó Remus era tristemente sarcástico.

El sonido monótono de la puerta lo llamó de nuevo al mundo de los ruidosos espacios de Hogwarts.

— Iremos a desayunar, Remus — la voz de Sirius sonaba extraña tras los maderos de roble rojizo, como si la preocupación anidara a la sombra de sus cuerdas bucales en su garganta, áspera y fría siempre a los oídos de Lupin, sonaba ahora suavizada y con un dejo de cortesía fraternal — Si lo deseas, podemos traerte algo de regreso… — murmuró disminuyendo paulatinamente el volumen, luego Remus pudo escuchar el cuchicheo proveniente desde el otro lado de la puerta y se mantuvo en silencio, tratando de escuchar, pero entre el susurro conjunto de voces sólo pudo distinguir las palabras sin sentido de Sirius y James, que mezclábanse hasta fundirse en un único sonido.

— … — no dijo nada, siquiera después de varios minutos, con la mano contra la perilla de la puerta, buscando el mejor pretexto para desaparecer de toda atención. — No… — fue el único monosílabo que burbujeo en la boca del efebo, soltando el aldaba de la puerta como si éste le quemara como la plata en su piel híbrida, alejose hacia atrás, observando desorbitadamente la puerta tal si esta provocárale horror, un temor más que soportable para su atribulada razón.

— De a cuerdo… — escuchó decir a James ahora, momentos después quedamente dijo, ahora dirigiéndose a otros oídos — Él estará bien…

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Silencio…

Salió lentamente del cuarto del baño cuando los ruidos callaron en la habitación, seguramente el trío de sus compañeros había ido a desayunar y luego a los relajantes terrenos de Hogwarts. No le interesaba siquiera la compañía de nadie, la voz de cualquiera le resultaba zumbante en los oídos, tan hipócrita como melosamente odiosa, por lo que ni siquiera dudo en escapar del bullicioso mover la sala común hacia sitios más caliginosos.

Caminó hasta que sus pies sintiéronse cálidos y demasiado apretados en los zapatos por el cansancio. Hasta que el sol alzó sus faldones más allá de donde su vista le permitía mirar. El dolor sobre los párpados había disminuido en el transcurso de la mañana hasta quedar en una simple comezón.

Había evitado todo el día encontrarse con James o Sirius, Peter habría sido innecesario, pues con solo esquivarlo con un hombre hubiese bastado y quizás demasiado. Pero ninguno de los dos morenos había mostrado signos de vida, ni la esquina polvorienta de las túnicas, en toda la mañana y a Remus comenzábale a inquietar esta actitud y su silencioso maquinar. Trato de imaginar que planes gestaban ese para luego se disculparan con una cínica sonrisa de inocencia. Pero al tratar de evocar su recuerdo le llevó hasta los rostros serios y apesadumbrados de sus compañeros, tan lejano de ser aquel gesto burlón que siempre enmarcábales la faz y que el joven licántropo supuso permanente.

Suspiró con dolencia y resignada frustración, todo estaba dicho… ahora no sólo, seguramente, se sabría por todo el colegio, pero eso no era lo que a Remus carcomía de miedos, sino había quedado al descubierto esa apariencia frágil y débil que tanto aborrecía, de manera patética e intolerable. Había sucumbido a su propio e infantil enojo y a falta de coraje se dio por vencido miserablemente, y peor aún, frente a quien parecía obstinarse en no permitirle flaquear… había dejado caer los muros frente a Sirius… todo por la misma ira que ahora lo ahogaba ácidamente.

Golpeo el puño contra el muro, indestructible ante éste, hasta que los nudillos dejaron en las frías piedras resaltantes manchitas, difusas y borrosas entre las enmohecidas grietas. La ira que otrora fuera un consuelo ahora le destruiría al volverle impertinente en sus actos. ¡Que más daban los demás!

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