Capitulo Dos- "Venta de Almas, Venta de Libertad"
Un joven de arrogante mirada paseaba ésta por cada uno de los transeúntes, llevaba una sonrisa enmarcada en sus labios y con paso seguro surcaba las calles de aquel pueblo. A su lado, su mejor y quizás único amigo le acompañaba, de cabellos oscuros y destellantes ojos azulinos.
Se detuvieron ambos al ver frente a ellos el motivo de su caminar. Delante de ellos se erigía el imponente "imperio" de perdición que tanto repudio causase en la familia de ambos.
Entraron pausadamente, deteniendo sus miradas en aquellos que se hallasen en el lugar. InuYasha observó con ira aquel espectáculo. Sobre una especie de "escenario" se desplazaba uno de los más poderosos hombres de la cuidad y nación.
-Maldito-Bramó el de cabellos platinados, con creciente rencor.
-InuYasha, ya cálmate, no nos vayas a delatar- Ordenó Miroku, sosteniendo al impulsivo muchacho por sus ropas- Recuerda que si estamos aquí es para averiguar que altos cargos son partícipes de esta grotesca acción.
InuYasha se soltó de su agarre, arreglando sus ropas y manteniéndose ahora quieto. Fijó nuevamente su mirar en aquel escenario; sobre él mujeres y hombres sin distinción alguna de raza o edad eran expuestos.
-Venta clandestina de esclavos- Habló una voz tras de ellos, como adivinando los pensamientos de InuYasha.
-¿Qué haces aquí, Sesshomaru?- Interrogó irritado al ver a su hermano, sin obtener respuesta alguna de aquel.
Y es que pese a Sesshomaru tener un alto puesto en el gobierno y la posibilidad de intervenir en contra de aquellos que permitían ese tráfico indecoroso, no había actuado. Pensar que pertenecía a una de aquellas familias que tanto recriminaban a los efectores de aquel "comercio".
-¿Por qué no respondes?- Aseveró InuYasha, cada vez más exaltado ante la silenciosa silueta de su medio hermano.
-No es tu problema- Le contestó con absoluta frialdad, reanudando su paso para acomodarse junto a otros "funcionaros" de gobierno, los cuales parecían estar de acuerdo con aquella práctica.
-No puedo creerlo- Bufó InuYasha, sintiendo como la sangre se acumulada en sus puños de tanto apretarles.
-Calma- Susurró Miroku- No podemos dejarnos llevar por impulsos- Calmo, tras de eso, se acomodó junto a su amigo para ver aquel penoso espectáculo.
Seres, quienes faltos de culpa se erguían frente a aquel tumulto de "personas", quienes tras de una leve descripción levantaban sus manos, diciendo cifras y eligiendo a quienes "comprarían" de servidumbre para sus imponentes mansiones ¿Qué acaso no veían que al realizar aquello, incitaban a seguir con aquellas cruentas capturas y posteriores ventas?
Una jovencita de apenas unos catorce años paso adelante, al tiempo que un sonriente hombre se dirigía a su publico- Esta pequeña quizás no pueda serles de mucha utilidad, pero de seguro podrá lavar platos- Mofó con superioridad, causando la estridente carcajada de su "público", para luego continuar con su discurso. Tras de eso, algunas manos se levantaron en alto, ofreciendo cantidades. Cual no fuese la sorpresa de InuYasha al ver que el acreedor de aquella "posesión" terminara siendo ni más ni menos que su hermano.
-Salgamos de aquí- Asqueado se dirigió a su amigo, mas sin esperarle. Con paso apresurado salió del enorme galpón, perdiéndose entre la multitud que "desconociendo" aquella realidad transitaba apaciblemente fuera de aquel lugar.
-¡¿Y Aquel!- Preguntó con sorna un anciano sujeto, dirigiendo su mirada a un joven que escondido tras de las cortinas mostrase su pecoso rostro.
-No- Respondió tajante el "vendedor"- Aquel me lo he dejado, creo que más adelante podrá servirme en la causa- Bromeó, haciendo que un escalofrío recorriese la espalda del serio Sesshomaru. Tras aquello reclamó a la pequeña, pagando la suma acordada.
-No me esperaba verte por estos sitios, Sesshomaru- Profirió burda y maliciosamente el sujeto.
-Yo tampoco esperaba que alguien con tanto poder fuese el autor de toda esta iniciativa- Frugalmente contestó el aludido.
-Pues ya ves, de alguna manera hay que enriquecerse- Agravió con descaro- Espero verte más seguido, Sesshomaru- Despidió al ya haber terminado su transacción, viendo como Sesshomaru se alejaba con seriedad.
-Y yo espero verte muerto, Naraku-
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Sesshomaru abandonó el lugar llevando tras de sí a la muchacha. Esta caminaba descalza, portando harapos por ropajes y un alicaído semblante.
-¡Jakken!- Llamó, acudiendo a su llamado un sujeto delgado y bajito, de tosco rostro.
-Si señor- Se apresuró a contestar. Sesshomaru se limitó a observar unos segundos a la muchacha.
-Vayan a casa, sabes que hacer- Profirió con voz carente de emoción. El sujeto sólo asintió obediente, acercándose a la muchacha. Esta al pasar al lado de su "señor" le dirigió una temerosa mirada, a la que Sesshomaru respondió con una irreflexiva y fría carente de sentimiento alguno. Sin embargo, la joven contestó a esta esbozando una calida y dulce sonrisa, mostrando en su mirada un brillo excepcional.
-Gracias- Musitó casi ilegible. El joven de doradas orbes sólo pudo observarle con reducido asombro, casi imperceptible- "¿Por qué le sonreía?"
-¿Cuál es tu nombre?- Interrogó deteniendo en su caminar a la joven. Ésta volteó con sus ojos entrecerrados y una esplendorosa sonrisa.
-Rin, señor- Respondió con voz chillona. Sesshomaru sólo asintió con sequedad.
-Sesshomaru- Profirió con voz queda, para asombro de Jakken, quien veía algo alejado la extraña escena. Era verdad que su amo siempre actuaba de manera tan fría, sin embargo en esta ocasión algo extraño sentía.
-Sí, Señor Sesshomaru- Asintió la mozuela, haciendo una rápida reverencia, viendo como su "amo" se alejaba de ellos con paso seguro y apresurado.
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-¿Dónde vas ahora?- Increpó InuYasha al verse abandonado por su "amigo".
-Lo siento- Disculpó Miroku, blandiendo su mano derecha en el aire- ¡Tengo algo pendiente!- Exclamó ya algo alejado. InuYasha bajó la mirada negando para si- "¿Algo pendiente, alguien pendiente"- Mofó para sí, y es que su amigo tenía mañas, pero sobre todo una ahondaba en su personalidad, era un mujeriego de primera.
Caminó solitario por el paraje, deteniéndose al estar ya alejado del centro de la ciudad, posó su mirada en una pequeña sombrilla color mate que parecía girar con placidez. Un aroma conocido por él fue distinguido por su agudo olfato, y una tenue sonrisa se ahuecó en sus labios. Saliéndose del adoquinado, y saltando la verja que separaba la calle de la pradera se dirigió calmadamente hasta el lugar donde la sombrilla siguiese girando con gracia singular.
-Kikyou- Murmuró, produciendo que la dueña de aquel nombre voltease apresuradamente hacia el efector del llamado. Un bosquejo de sonrisa surcó sus labios, y su mirada pareció levemente endulzar. Con su mano hizo ademán de invitación, dándole nuevamente la espalda, para poco después tenerle sentado junto a ella, observando la infinidad verdosa que parecía amilanarse al llegar a las dunas erigidas a la lejanía.
-¿Has ido a ese lugar?- Interrogó sin expresión alguna, aún perdida su mirada en el verde césped que abundaba frente a sus marrones ojos. InuYasha asintió, sintiendo como aquella rabia volvía a sí, sus venas parecían portar fuego. Tomó en su mano la desocupada de ella que descansase en el herbaje, estrechándole con cuidado, mitigando con esto su creciente ira.
-Naraku está involucrado- Acotó el ambarino. Kikyou entonces volvió su mirada a él, con una mitigada preocupación en su semblante, pero no por ello inexistente.
-¿Te ha visto?- Preguntó, dejando escapar en esta el motivo de su creciente preocupación.
-¡Feh!- Gruñó este- Si me vio o no da igual, no es de extrañar que un hijo de Inutaisho cohabite con aquellos desquiciados- Añadió con visible recelo, recordando el ver a Sesshomaru en aquel sitio. Kikyou suspiró pausadamente posando su cabeza en el hombro del muchacho.
-Tengo miedo- Expresó, manteniendo aquella sequedad que tanto le caracterizase- ¿Y si tus padres se rehúsan a lo nuestro?- Levemente su voz pareció desquebrajarse, mas mantuvo firme en su posición- Tu tienes esa prometida, y yo...- Un temblor recorrió el interior de la joven.
InuYasha separó de esta, posando uno de sus finos dedos sobre los rosados labios de la mujer, haciéndole callar con un gesto dulce y mirada comprensiva.
-Yo no dejaré que nada te ocurra- Susurró acercándole a sí, abrazándole con vehemencia, deseando con esto mantenerle eternamente junto a sí. Sin embargo aquella hermosa muchacha no se equivocaba, él tenía una prometida y por su parte ella estaba a punto de terminar siéndolo de aquel asqueroso sujeto.
Fin Capitulo Dos- 27 de septiembre de 2004- 21:21 hrs.
