Capitulo Tres: "El Ataque, Uniendo Fuerzas Con El Destino"

Asomó su cabeza por la ventanilla, pese a los retos de su padre y hermano mayor, sin embargo, como siempre, había terminado haciendo lo que su corazón le dictase. La brisa helada de la mañana chocando contra sus mejillas era simplemente delicioso, y junto a eso la extraña sensación de libertad que aquel acto efectuase en sí. Devolvió dentro del vagón su mirada, sonriendo ampliamente a su hermano quien aún estuviese junto a ella.

-Kagome ¿Por qué no cambias esas ropas? Pese a que no me parezca cuando lleguemos conocerás a tu "prometido", por lo mismo, deberías ir algo más decente- Reprendió Ryuji, con sus brazos cruzados esperando sus palabras surgiesen efecto en la menor, pero ésta sólo le sonrió con dulzura, abrazándole por el cuello y riendo en su oído.

-Pues si desean conocerme, que sea como soy- Susurró divertida. Ryuji sólo negó, más sin llevar la contraría a su hermana, sabía que eso era simplemente imposible para él.

El tren se detuvo abruptamente, dando tiempo al joven sólo para afirmar por la cintura a su hermana menor.

-Quédate aquí y no salgas- Mandó con mirada inquisidora, levantándose para revisar el exterior.

La joven quedó sola en aquel sitió, esperando. Dudas agolpasen en su mente, deseosa de salir a investigar por sí misma- "¿Y si algo hubiese ocurrido a su padre?"- la sola idea le contrajo el alma. Desobedeciendo las órdenes de Ryuji decidió abandonar su confortable lugar de espera, paseándose por el vagón.

Todo se veía ciertamente sombrío, al parecer una especie de vapor se colaba desde el exterior. Sintió una mano tomarle de la muñeca, guiándole hacía si.

-¿Por qué has desobedecido?- Espetó iracundo su hermano. Esta aún exaltada sólo atino a abrazarse del joven castaño- Escóndete, Kagome- Le susurró, y esta pudo entrever en aquel vaporoso vagón, las enrojecidas pupilas de Ryuji.

-¿Y papá?- Musitó, como adivinando la respuesta a aquella interrogante.

-Escóndete- Le rogó, viéndole con marcada ternura- Pase lo que pase, debes salir con bien.

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-¿Es aquel el tren que lleva consigo al famoso defensor de los esclavos?- Interrogó el de castañas cabelleras, con un brillo de maldad en su mirada.

-Si- Respondió una mozuela de mirada parca y semblante inmutable.

-¡Kohaku!- Llamó con frialdad el sujeto.

-Si señor- Respondió tembloroso este.

-Esta será tu primera misión. Subirás con un grupo, encárgate de tomar en presidio a la mayor cantidad de personas, ya necesitamos un nuevo "cargamento"- Enfatizó con sorna- Yo me encargaré de nuestro invitado honorario- Susurró por lo bajo. Kohaku asintió dirigiendo una irascible mirada al hombre.

-Kohaku- Añadió este- Si fallas, este será tu lecho de muerte- Prometió el hombre, con certidumbre enmarcada en su fría mirada.

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Sus manos temblorosas se dirigieron a su pecho, tomando de su cuello una cadenita dorada del cual colgase un menudo anillo, en el cual hubiese una pequeña piedra color rosa. Sonrió escuetamente. Primero su madre, y ahora pese a que su hermano no diese aviso, su padre.

Pese a todos los intentos hechos, Midoriko había sucumbido ante aquella mortífera enfermedad. Ella misma había sido aquella que sentada a sus pies la despidiese en su lecho de muerte. Una sonrisa dulce y cariñosa había sido su último gesto, uno que retendría por siempre, al igual que la melodía que ambas tocasen en el viejo piano de la casa, o la afectuosa mano de su padre posándose sobre su nuca.

-Por favor Ryuji, vuelve- Suplicó con tenuidad.

De pronto la puerta se abrió ante sus castaños ojos, un rostro aún más joven que el suyo fue aquel que viese. No pudo distinguir bien características, puesto que sus ojos presa de las lágrimas se mantenían cegados. Sólo pudo vislumbrar a este sujeto cuando estando ya frente a ella, le observó fijamente, parecía disculparse. Posterior a aquello la sensación de un golpe en su nuca y sus ojos cerrarse. Oscuridad reinante y ya nada más.

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Carros cargados con los pasajeros más humildes del tren comenzaron su marcha, dejando en el lugar algunos agonizantes cuerpos y otros a los cuales la vida ya les hubiese abandonado.

El olor a muerte, el color escarlata de la sangre.

Recorrió con premura hasta llegar a aquel vagón, descubriendo que su pequeña hermana ya no se encontraba allí. Tras aquello sintió un leve jalón llevándole al exterior.

Luego de aquello una explosión y el tren cubierto en llamas, al tiempo que tomaba forma una nube de grisácea tonalidad. Un grito desesperado trató de escapar de su garganta, siendo apresado en esta, solo siendo visible a aquellos que observasen el desgarrador gesto enmarcado en su rostro. Trató de ponerse de pie, mas aquellos que le acompañaban le detuvieron en su intención.

Sus manos empolvadas y cubiertas de sangre algo seca, su rostro de igual forma tenuemente era limpiado por aquellas lágrimas que rodasen por sus mejillas- La perd- Susurró con creciente dolor, llevándose sus manos al rostro, cubriéndose con estas.

Una joven de larga coleta castaña le ayudo a ponerse en pie.

-Quizás no le has perdido- Susurró, manteniendo una suave sonrisa en sus labios. Tras ellas un sujeto de cabellos oscuros cortos y mirada cordial pasó a acercársele.

-Soy Sango, y él es Miroku- Se presentó la joven- Si deseas puedes venir con nosotros, te ayudaremos a recuperarle o a vengarle.

El muchacho observó asombrado a los jóvenes y posteriormente a un abultado grupo de personas que se unía a estos. Asintió inconscientemente, sintiendo que aquel ahora era su lugar.

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-Soy Kouga- Saludó al ver al recién llegado- Al parecer también te has visto afectado, sin embargo, no pareces alguien de clase baja ¿o me equivoco?- Examinó el de azulinas pupilas.

-Yo soy Ryuji y no te equivocas- Condescendió el muchacho, observando con mirada escrutiñadora la especie de "campamento" en el cual ahora se hallaba- ¿Qué es este lugar?- Interrogó víctima de la curiosidad.

-Es aquí donde aquellos a quienes se nos ha arrebatado algo venimos a parar- Misteriosamente explicó la joven que antes viese, que si mal no recordase se llamaba Sango.

-Sango pertenecía a un pueblo del norte, donde atacaron anteriormente. Logró escapar pero perdió a su hermano- Explicó Kouga- Yo por mi parte vengo viajando de lejos, donde Naraku también se hizo "acreedor" de algunos de mis compañeros de batalla- Añadió con resentimiento.

Ryuji se detuvó al oír aquello-¿Acreedor?- Repitió de manera inmediata. Kouga sólo asintió con mirada perdida.

-Los esclaviza- Susurró- Si es de saqueos de pueblos que viven en pobreza mejor, o quizás tomando rehenes a heridos o indigentes- Acotó con fervoroso rencor- Pertenece a las altas autoridades, por lo que reclamos de grupos pobres e indigentes son prácticamente silentes a sus oídos.

-Mi padre- Susurró- ¡Mi padre venía a exponer sus puntos en contra de esto!- Exclamó con ardor. Kouga sonrió escuetamente, posando una mano sobre el hombro de Ryuji.

-Lo lamento- Musitó- Quédate con nosotros, buscaremos por nuestros propios métodos el liberar a nuestros compañeros- Afirmó con excitación. Ante la mirada compañera de aquellos que rodeasen a los jóvenes, un ánimo de camarería fue expandiéndose y tomando representación- "Todo crimen será pagado, de una u otra forma, porque todo en este mundo ha de tener su precio".

Fin Capitulo Tres- 27 de Septiembre de 2004; 22:16 hrs.