Capítulo Cuatro "Perdiéndolo todo"
Trató de abrir sus ojos, buscando ubicarse en donde se hallara. Recorrió con sus castañas orbes el lugar, oscuridad reinaba en este y yacía recostada sobre una roída manta. Trato de buscar un poco de luz, incorporándose levemente para descubrirle, sin embargo un punzante dolor en su nuca le hizo desistir. Sentía como si esta fuese a explotar sin conmiseración. Rindiéndose ante aquel dolor se recostó nuevamente en aquella fría "habitación", sintiendo sus ojos adormilados volver a cerrar, durmiendo nuevamente.
-La chiquilla de la celda cuatro ¿Dónde la has encontrado?- Preguntó cortantemente Naraku, al tiempo que sus manos acomodaban sus cabellos.
-En uno de los vagones- Respondió de mala gana el muchacho. Naraku sonrió para si, para luego dirigir una maliciosa sonrisa al pecoso.
-Te has lucido- Felicitó- De seguro pagarán buen precio por esta- Añadió levantándose de su sillón- Prepara al resto del cargamento, mañana por al amanecer iremos al galpón de la cuidad- Ordenó, emitiendo una mueca de satisfacción.
Kohaku sólo asintió, obediente, sabiendo que el negarse a aquellas órdenes no era un posible para él. Un suspiro apesadumbrado escapó de sus labios ya fuera de la habitación, lamentando en su interior aquello en lo que había debido convertirse tras su captura- "Un captor igual que ellos, un ser inescrupuloso tal como aquellos que me quitaron mi libertad".
PPPPP
El atardecer parecía recaer sobre la fecunda tierra, danzando aquellos últimos matices anaranjados sobre el herbaje, dando un brillo especial a los tiernos brotes de las más altas copas. Por el camino transitaban dos seres, quienes a paso calmo parecían desear mantenerse recluidos ante el pasar del tiempo.
En la mano izquierda del varón reposaba una sombrilla que se movía al compás de sus calmos movimientos, y en su derecha llevaba estrechada la mano izquierda de su acompañante. Esta por su parte caminaba con igual lentitud, con su mirada gacha y sus azabaches hebras cubriendo parte de su rostro. InuYasha por lo bajo observaba de vez en cuando a la muchacha. Habían conversado largas horas para terminar en aquel tema nuevamente y es que próximamente sucedería algo que ambos parecían desear que no sucediera jamás...
-"Aquella muchacha con quien tenía aquel compromiso de matrimonio debía de arribar a la brevedad"-Un breve suspiro escapó de sus labios de manera lastimera, captando la atención de su acompañante. Ésta volteó a verle, con su semblante frío, mas en sus ojos, aquellos que fuesen las ventanas del alma, un brillo irrefutable de preocupación rondaba insistentemente.
InuYasha le detuvó en su caminar, separando sus manos y haciendo con estas que la joven le mirase a los ojos.
-¿Qué sucede? ¿Por qué te noto tan ausente, tan preocupada?- Interrogó.
Kikyou se limitó a sonreír sucintamente, con una frugal e impávida sonrisa que parecía helar con su existencia.
-InuYasha- Musitó con seguridad en su voz- Simplemente me pregunto, ¿Qué reacción causará esta joven en ti?- InuYasha pareció perturbado ante la interrogante, tratando de dar respuesta inmediata pero siendo acallado por la joven quien le veía intensamente.
-Se que dirás, sólo me pregunto ¿Qué pensarás en el momento del encuentro?- Musitó con calma. InuYasha pareció pasmado ante aquello a tal punto de no lograr concebir respuesta alguna. Una lánguida risa escapó de labios de Kikyou- No te martirices en buscar respuesta que tranquilice mi ser, InuYasha- Acotó con tenuidad, acercando sus rostro al del joven y posando sobre los labios de este los suyos propios, probándoles en un fugaz roce. Tras aquello sólo quedaron allí, detenidos en su andar.
-¡Joven InuYasha!- Se oyó gritar a lo lejos una anciana voz. Ambos jóvenes buscaron al efector de aquel llamado en el horizonte. A lo lejos, acercándose con premura, venía Myoga, un anciano de tamaño reducido y abundante bigote blanquecino que hubiese estado junto a InuYasha desde su más remota niñez.
-¿Qué te trae tan apurado?- Interrogó de mala gana el de doradas orbes al tener frente a sí a un agitado Myôga.
Este, con un pañuelo cuadrillé que llevase en su bolsillo, secó perladas gotas de sudor que bordeaban en esos instantes su frente.
-Lamento interrumpirles. He debido dejar el carro en la colina puesto que este camino es muy estrecho- Explicó a ambos, dirigiendo una amigable sonrisa a Kikyou, quien sólo asintió sin mayor reparo.
-¡A lo que vienes!- Increpó molesto InuYasha.
-Oh si- Myoga pareció palidecer- Su padre me ha pedido que le lleve con él cuanto antes- Declaró apresurado, al tiempo que tomaba por un brazo al joven quien renuente evitaba seguirle. Myoga entonces observó cortésmente a Kikyou haciendo leve reverencia- Espero no incomodarle, pero son cosas de estricta índole familiar- Informó con cautela. InuYasha entonces pudo dilucidar con creciente dolor a que iba aquello- "Ha llegado".
PPPPPP
Nuevamente abría sus ojos, tratando de habituarse a aquella oscuridad. Por alguna extraña razón sentía su cabeza tan pesada y vacía a la vez... Tanteó el piso como buscando algo conocido en él, y dirigió su mirada a aquello que parecía ser la puerta. Un ruido le hizo detener su trayectoria, deteniéndose en una pequeña silla, en la cual un sonriente hombre le observaba con sorna. Un hombre que sólo le inspiraba desconfianza.
-Señorita- Se acercó, prendiendo una vela en el trayecto y sentándose junto a esta, deslumbrándose al instante de contemplar su rostro por primera vez - "Era increíblemente parecida a Kikyou"- Dejándose llevar por aquel pensamiento dirigió su mano a la mejilla de la temblorosa muchacha, quien ante el tacto desagradable del sujeto se separó de manera inmediata. Naraku entonces se detuvo con una mirada seca y molesta hacia la joven.
-Permíteme presentarme, soy Naraku- Sonrió maliciosamente- Y tu ahora eres de mi propiedad- Kagome frunció confusa el ceño, sintiendo la extraña sensación de vacío nuevamente en su ser. Por extraña razón, pese a que hubiese deseado contestar aquello, un sentimiento de desconocimiento de si le hizo abandonar tal idea- ¿Cuál es tu nombre?- Interrogó el hombre más como mandato que como petición.
Su mano se posó sobre su frente ¿Por qué por más que buscaba respuesta a aquello no hallaba solución?- ¿Cuál es mi nombre?- Repitió pausadamente. Sus marrones ojos pasearon por la oscura "celda", y sus pupilas parecieron dilatarse estrepitosamente- ¿Quién soy?- Susurró. Naraku le vio confundido ¿Acaso había topado con una amnésica?.
-No te canses- Increpó aún molesto- Al parecer el golpe te ha dado fuerte, de todas maneras ya no importa quien hallas sido- Su voz sonó severa y burlona. Poniéndose de pie abandonó el lugar.
-¡No, espere!- Llamó sin resultado alguno- ¿Quién- Quién soy?- Se preguntó con temor.
¿Por qué estaba sola?
¿Dónde se encontraba y qué sucedería con ella?
Sus pupilas temblaron levemente ante interrogantes que recorrían su mente sin detenerse, sin hallar contestación. Sola y descolocada en aquella profunda y aterradora oscuridad, con una extraña sensación de haberlo perdido todo, en un abrir y cerrar de ojos.
PPPPPP
Con paso firme se dirigió al interior de su hogar. Su mirada parecía mantenerse en una parquedad única y sus brazos caían rígidos a sus costados. Tocó pausada pero pesadamente la puerta del gran salón hallando allí a su padre, a aquel enérgico hombre pero esta vez en una pose totalmente "desmoralizadora". Sus manos reposaban en sus sienes, cubriendo con sus cabellos platinados su oval rostro. Sus dedos se incrustaban en su nuca con furor.
-¿Padre?- Interrogó acercándose a este, mas sin obtener respuesta alguna.-¿Padre?- Llamó nuevamente, esta vez posando su mano sobre la ancha espalda de Inutaisho. Sus doradas orbes refulgían, no solo en dolor sino también en ira. Jamás había visto esa mirada en su padre.
-¿Qué sucede?- Preguntó inquisitivamente observando fijamente con sus doradas orbes cada mueca en el rostro del aludido. Este sólo se limito a mirarle sin reacción alguna, y tras aquello reincorporándose de su asiento, caminando hasta la ventana donde dejó su imponente ser perderse entre el cortinaje de suave color terracota.
-El señor Higurashi venía con sus hijos en el tren de la mañana. No sólo venía por aquel compromiso, sino porque planeábamos plantear ambos a las altas autoridades nuestro descontento frente a las inexistentes medidas en contra de la "venta clandestina"- Su voz que sonase imponente y potenciada pareció ser acallada por un doloroso espasmo en su ser- Pero parecen haberse enterado y han atacado el tren- Susurró casi perdido, con su fuerte mano apretando el cortinaje.
-¿Están bien?- Interrogó iluso el muchacho, con preocupación en su semblante.
-No se han encontrado cuerpos, puesto incendiaron todo- Informó con gravedad Inutaisho, volteando con suavidad a ver a su hijo menor- Sé que esto no te aqueja como lo hizo conmigo, quizás no les recuerdes siquiera- Un lóbrego tono y una mirada lánguida informaron a InuYasha que contrariamente su padre estaba desolado ante la noticia.
-Lo lamento- Musitó, abrazando a su padre con fuerza.
No sentía dolor por la noticia, aunque tampoco le alegraba en lo más mínimo-"Seguramente habían sido hombres relacionados con Naraku"- Pensó con cólera- "Por lo menos Kikyou podrá estar tranquila" – Añadió con sarcasmo, sin embargo un vago recuerdo en su mente hizo que aquella escasa tristeza e ironía que se mezclasen tan fácilmente, fuesen evolucionando.
-Una sonrisa...- una sonrisa que recurría a su memoria- una sonrisa que ya jamás volvería a ver.
Fin Capitulo Cuatro- Tres de Octubre del 2004; 21:48 Horas.
