Capitulo Cinco "Un Nuevo Hogar, Víctimas"

Portaba un vestido de tonalidad rosa que aquel extraño sujeto le hubiese entregado antes de avisarle que su "amo" le esperaba en el salón.

La joven muchacha abrió con mano temblorosa la puerta, entrado en la sala. Un olor a madera impregnó sus sentidos, recordándole de paso aquel sitio que fuese su hogar desde la niñez.

Recorrió con la mirada el lugar, prolijamente ordenado y amueblado; todo parecía tener su lugar y su motivo de ser. Detuvo su curiosidad al notar que alguien más entraba en aquel lugar, volteando presurosamente su castaña mirada, ésta se cruzó con una ambarina e inexpresiva.

-Disculpe señor- Se excusó, haciendo una leve y condescendiente reverencia. Sesshomaru no emitió respuesta alguna, pasando por su lado y abriendo el cajón de su escritorio.

-Toma asiento- Musitó con parquedad, señalándole una pequeña silla frente a sí.

Rin aceptó de manera inmediata, obedeciendo al instante. Una sonrisa nerviosa seposó en sus labios.

-Ten- Manifestó Sesshomaru, acercándole un pequeño sobre cerrado que la joven dudosa tomó entre sus manos- Espero sea suficiente para que regreses a tu hogar, de todas formas Jakken te acompañará hasta la estación de ferrocarriles- Su voz era imponente, estoica, mas un deje de bondad rodeaba su persona, aunque fuese casi invisible.

-Pero...- Entrecortada la chica trató de entender aquel acto de su nuevo "amo"- "¿Acaso le estaba dejando en libertad?".

-¿Qué sucede?- Le interrogó, observándole de reojo. La joven frente a él se mostraba pasmada, con sus manos apretando el pequeño sobre que le entregase- ¿Hay algo que te moleste?- Preguntó frugalmente.

Rin movió suavemente su cabeza, haciendo con esto que sus largos cabellos se moviesen acompasadamente en la negación.

-Señor, es que- Rin detuvó sus palabras, con cierta incertidumbre- Es que no tengo donde ir, ni con quien regresar- Murmuró, bajando su mirada, evitando con esto que su interlocutor notase aquellas lagrimas que se agolpasen en sus pupilas, víctimas del recuerdo.

Un sentimiento de ira recorrió internamente la sobria persona de Sesshomaru, quien apretó su puño hasta que sus nudillos tornasen blanquecinos.

-Puedes quedarte aquí si lo deseas- Anunció con ascetismo- Eres libre de irte cuando lo desees- Prosiguió con tranquilidad- Se te dará lo que necesites hasta que decidas que hacer.

Rin levantó entonces su mirada. Sus ojos brillosos por las lágrimas que retuviese observaban admirada y agradecida a aquel señor, y una preciosa sonrisa asomó a sus labios.

-Pues, en ese caso, preferiría trabajar en este lugar- Esbozó con mesura- Que el sueldo y lo que se me de, sea resultado de mi trabajo- Añadió con humildad. Sesshomaru observó absorto aquella sonrisa y determinado semblante, entrecerrando sus doradas orbes afirmó calmadamente.

-Mi nombre es Sesshomaru- Habló, sin saber por que había hecho aquello. Rin volvió a sonreírle suavemente, poniéndose de pie.

-Gracias, señor Sesshomaru- Profirió al tiempo que dirigía una mirada cargada de incipiente ternura.

-Avísale a Jakken para que te prepare un cuarto- Musitó con parquedad, retomando ese aire inexpresivo y tornando su atención forzadamente en una pila de papeles que hubiesen sobre su escritorio. Por alguna razón aquella suave sonrisa y cariñosa mirada lograba tocar algo en él, haciéndole sentir vulnerable.

Rin asintió, aún manteniendo en su rostro aquel gesto de agradecimiento. Ya en la puerta hizo una pequeña reverencia antes de salir, aún cuando el joven parecía estar totalmente ensimismado en sus papeles.

Un suave suspiro escapó de labios de la joven al ya haber cerrado tras de sí aquella puerta. Mientras del otro lado aquel hombre dejaba caer nuevamente sus papeles sobre su escritorio- "¿Qué sucede contigo, Sesshomaru?".

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Extrañamente, pese a que una carga de tamaño descomunal pareciese haber sido extirpada de su ser, contraria a esta, arraigada en sí se hallaba una gigantesca y creciente sensación de melancolía, quizás hasta de tristeza, y es que el recuerdo naciente de una plácida y bondadosa sonrisa que rondaba en su memoria dejaba en total desazón a sus sentidos.

Una muchacha de lacios cabellos azabache le esperaba en el exterior. Su semblante serio guardaba nerviosismo, seguramente esperando que aquel inesperado llamado que les separase en su paseo fuese el aviso de una futura y imperecedera separación.

Una sucinta sonrisa bordeó los labios del ambarino, y su mirada pareció infundir seguridad en el ser de Kikyou. Por alguna razón, sintió en aquel gesto, la respuesta tranquilizante a todas aquellas interrogantes que se abalanzasen en su ser- "Por alguna razón, aquel peligro el cual temía ya no tenía razón de ser".

InuYasha detuvó su caminar ya estando junto a la joven, acercándole a sí en un suave abrazo. Aquella escueta sonrisa continuaba bordeando sus labios, y estaba allí abrazando a aquella que durante largo tiempo quisiera. Sin embargo, la congoja no había sido benevolente con el, continuaba allí, por razón desconocida, oprimiendo su orgulloso corazón.

-"Éramos sólo unos niños, ¿Por qué su recuerdo me hace sentir tan eminente tristeza?"-Reprochó internamente. Sus ojos se entrecerraron, sintiendo como los brazos de Kikyou se dirigían a su cuello, devolviéndole el abrazo, pero sin atreverse a emitir interrogante alguna, temiendo que en esta InuYasha terminase desvaneciéndose frente a sus ojos.

-"Simplemente no deseaba que sucediese así, no a aquella pequeña que durante la niñez fuese objeto de mi más alta devoción"

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Kohaku cubrió su rostro tras ser notificado de las últimas órdenes. Bajó su mirada, al tiempo que esgrimía entre sus manos algunos utensilios de defensa.

Sus pasos parecían caer pesarosamente sobre el herbaje y una sensación de repudio hacia si mismo le hacía presa de una cruenta guerra contra sí, mas ¿Qué podía hacer? Negarse era sinónimo de pasar a ser hombre muerto; sin embargo, las horribles pesadillas que aquejaban su alma ya eran como estar muerto en vida.

Repetir el acto aquel que le arrebatase la tranquilidad, en una acción en la cual por medios iguales despojase la felicidad a los futuros oprimidos- "inocentes". Sus manos eran tan asquerosas y su ser tan inmoral como aquellos que lo alejasen de su pueblo y familia.

-¿Piensas quedarte allí todo el rato?- Llamó una mujer de unos veinte años, la cual llevase su cabello tomado, y entre sus manos un pequeño pero vistoso abanico era utilizado con notable gracia.

Aquella mujer era la hermana de Naraku, quien obedecía las órdenes del aludido, sin embargo, por alguna razón, Kohaku podía percibir en la mirada de Kagura un brillo de resentimiento, como si al igual que él odiase aquel actuar que forzadamente por mandato de Naraku debía efectuar. O quizás a quien odiaba era a Naraku, mas aquello lo desconocía.

- Ya es hora- Confirmó sin sentimiento alguno en su voz una joven de mirada inexpresiva y tez clara cual la nieve. Sus indiferentes ojos parecían llevar en si el helado frío del invierno. Kohaku asintió con desgano.

-"Otra vez"- Ya es hora- Susurró, al tiempo que apresuraba sus pasos, tomando fuerza en su carrera.

Un grupo de hombres se abalanzó junto a él, al tiempo que otros ya más cercanos comenzaban producir revueltas en las humildes moradas de aquel pueblo alejado.

Kohaku entró perspicazmente a una de las moradas, para hallar en esta a un anciano sujeto de cabellos blanquecinos- "Uno de los que Naraku desecharía sin compasión"- Acercándose con la mirada caída y su mano portadora de una filosa daga, propinó un certero y único golpe al sujeto, sintiendo como sus manos se teñían del escarlata líquido que poco a poco bañase las desgastadas tablas que hacían de suelo de la habitación.

Su mirada temblorosa se posó sobre la reciente victima, y una sensación de mareo se hizo sentir en su interior; el deseo de salir corriendo a toda marcha, que debió ser reprimido al oír una voz conocida tras de sí.

-¡Detente ahí mismo!- Bramó furibunda una joven de castaños ojos y cabellos largos relucientes sostenidos en una alta coleta. Kohaku se quedó inmóvil sin atrever a dar la cara, pese a que estuviese cubierta con aquel trapo que le entregase Naraku.

-Hermana- Musitó de manera inaudible, mas sintiendo en sus vocablos el dolor desgarrante. Que desilusionada se hallaría esta de descubrir que aquel al que detenía era nada más ni menos que su hermano menor.

Sintió aún sobre sus ropas la escalofriante presencia del frío acero de la espada. Rogó internamente entonces que, de manera alguna, acabase con su vida.

Cerró sus ojos, pidiendo perdón en silencio.

-Déjale- Murmuró imponente una nueva voz; era Kagura. Kohaku volteó estrepitosamente, viendo como esta portase entre sus manos un pequeño revólver, mas que siendo utilizada podría ser mortal. Se acercó sigilosamente a la mujer, observándole suplicante.

-No le mates, por favor- Rogó imperceptiblemente para la muchacha castaña el jovencito. Kagura entonces le miró furtivamente y por alguna razón accedió al mandato.

-Ya ríndanse. Por más que traten él tiene el poder suficiente para no ser juzgado- Profirió con cierta ira Kagura antes de abandonar el lugar.

Estridentes ruidos se hicieron notar en el exterior y, tras de eso, el escape de los apresadores, mientras un grupo reducido de pobladores miraba agradecidamente a los jóvenes defensores que llegasen en su rescate.

- ¿Qué sucede Sango?- Interrogó Miroku, viendo como su amiga mostraba ausencia- Hoy hemos hecho un logro, deberías alegrarte un poco, ¡esta vez hemos salvado a algunos!- Añadió alegremente, tratando de transmitir y regalar parte de esta a su callada oyente.

-¿Sango?- Volvió a llamar al notar el silenció inminente que continuaba siendo reinante entre ambos.

-Era Kohaku, estoy segura, era él- Musitó con sus manos apretadas furiosamente y su voz entrecortada. Miroku le observó inquisitivamente, levantando con su mano el mentón de la joven, haciendo que sus azules orbes quedasen a altura de las castañas de la chica.

Aquella mirada estaba envuelta en lágrimas, lágrimas que contrajeron su ser. Atrajo hacia él el cuerpo de la muchacha, poniendo en su mente el propósito de no efectuar ningún acto libidinoso típico de su ser- "No esta vez, Miroku"- Se dijo, al tiempo que oía los dolorosos sollozos provenientes de su adorada Sango.

Fin Capitulo Cinco- Seis de Octubre del 2004; 21:04 Horas.