Capitulo Nueve

"Ya no siento tanto frío"

(NOMBRE POR GABYTA, a quien le dedico este, nuestro capítulo especial, eres la mejor amiga, hermana, persona, que alguien podría pedir- y también a Yari, que como ella, son las hermanas pequeñas que siempre mí corazón rogó. )

La luz se encontraba apagada, sin embargo él no había logrado conciliar el sueño. Su cabeza se hallaba recostada sobre sus manos que lentamente habían perdido su calidez, por causa de la cada vez más inminente helada nocturna.

Dio una vuelta más sobre su cama, cerrando con fuerza sus ojos, sin embargo aquella gélida sensación fue ganando terreno, cruzando la suave tela de sus sabanas, hasta calarle los huesos.

-.¡Maldición!.-. Espetó malhumorado, al tiempo que retiraba los ropajes de su cama quedando sentado sobre esta.

Observó por su ventana, notando como la luna llena brillaba en todo su esplendor, acompañándole en su majestuoso devenir se hallaban aquellos titilantes luceros que refulgían en el firmamento.

-."Esta noche será muy helada".-. Recordó el muchacho. Su mirada perdió aquella quietud y con un gesto de fastidio intenso decidió ponerse de pie.

El frío pareció caer de golpe sobre su cuerpo, llevándose ambas manos a los costados trato de darse algo de calor mas sin lograrlo.

-.¿Por qué rayos debo hacer caso de lo que dice mi padre?.-. Bufó adusto mientras cerraba la puerta de su habitación.

Sacando una frazada limpia y doblándola en sus manos se dirigió con pesados pasos a la habitación de invitados. Se detuvo bruscamente al notar que ya se hallaba frente a esta y su mirada reprobatoria cambio radicalmente por una nerviosa.

Tragó saliva trabajosamente y dirigió luego su mano a la perilla de la amplia y lisa puerta.-. ¿Debería golpear o solo pasar?.-. Se preguntó deteniendo su mano sobre la perilla.

-.¡Que tonterías!.- Gruñó tras minutos de mantenerse silencioso sin hacer movimiento alguno y de paso tomando más frío del que ya sintiese. Giró la perilla sigilosamente e introdujo su cabeza dentro de la habitación.

La luz se encontraba prendida. InuYasha de manera nerviosa no supo como reaccionar manteniéndose quieto en su posición.

Sin embargo luego notó que pese a la luz hallarse encendida, la muchacha se encontraba totalmente dormida. Refunfuñó vocablos ilegibles mientras se acercaba a la litera que ocupase la muchacha.

De un brusco pero rápido movimiento tendió la manta sobre la muchacha y ya habiendo concluido la tarea que se había auto impuesto decidió marcharse.

Sin embargo no lo hizo.

Se había quedado en la más imperturbable quietud, dejando sus ambarinas orbes vagar por la habitación, en especial sobre aquella muchacha que inocentemente yacía sobre la litera.

Flexionó sus rodillas, dejándose reposar en estas, al tiempo que sus doradas orbes se posaban exclusivamente sobre el rostro de la muchacha. Con calma y exactitud pareció tallar cada rincón de este, sus pómulos, sus entrecerrados párpados, sus cejas y pestañas.

Una escueta sonrisa dejo escapar de sus labios, para luego continuar su recorrido. Su frente sobre la cual recaían algunos sedosos y oscuros cabellos rizados. No eran de un tinte negro, sino similar a aquel que tienen las noches, un azul tan oscuro como el mismo mar de media noche.

Sin darse cuenta su mano había ido a parar al cuello de la joven, sus dedos jugaban suavemente con un rizado mechón de esta. Nuevamente tragó algo de saliva con dificultad.-. ¿Qué estás haciendo?.-. Se reprochó hoscamente, sin embargo no se movió; algo tibio en su interior, haciendo que ya no sintiera el duro frío de aquella noche, lo mantenía frente a ella, impidiéndole irse por más que lo hubiese deseado, ya que no lo deseaba en absoluto.

Su mirada bajo a aquellos labios, puerta del aliento, que entreabiertos dejaban en conocimiento la placidez con que dormía la muchacha, al tiempo que acompasadamente el pecho de la joven de blanquecina tez denotaba la tranquilidad que acompañaba a su sueño.

InuYasha dejó que la yema de su pulgar se posara sobre el labio inferior de la muchacha. Aquellos labios eran tan rojos como la misma sangre, tan carmesí como los tintes del atardecer.

-.Es hermosa.-. Musitó con dificultad, por alguna extraña razón se sentía agobiado, colmado, sin embargo no de una manera incómoda, sino más bien una que se le hacía muy atrayente.-. "Demasiado".-. Un breve suspiro escapó por entre sus labios, al mismo tiempo que se acercaba peligrosamente al rostro de la muchacha.

-.Has de haber pasado malos ratos.-. Susurró con dolencia.-.Pero ahora ya no te pasará nada más.-. Su voz se había tornado protectora, aquel susurro pareció lograr adentrarse en la muchacha y por respuesta una lánguida y sosegada exhalación escapó de labios de esta. InuYasha sonrió para sí.

-.No sé por que, algo en ti pareciese abrir las compuertas de mi mente.-. Profirió calmadamente al tiempo que acercaba sus labios a los carmines de la dormida muchacha.-. Ha de ser tu sonrisa.-. Concluyó al tiempo que entrecerraba sus ojos, mas el contacto no existió y su voz enflaqueció, al notar la estrechez e intimidad que se había atrevido a alcanzar.

Se separó abruptamente, al tiempo que en su mente miles de reprimendas iban haciendo gala.-. "¿Iba besarla¿Qué estaba pensando¿Y si hubiese despertado?".-. Aquella última interrogante le hizo caer en cuenta.

Apenas la había conocido, no podía ser que por alguna extraña razón el que la joven le recordase algo fuese motivo para que la besara. Más aún sabiendo que esta se encontraba desprovista de recuerdos- ¡Eres un aprovechado!- Se regañó energúmenamente. Dando largas zancadas se dirigió al umbral de la puerta.

-.La maldita luz.-. Maldijo de mala gana, volviendo en sus pasos y apagando la pequeña lámpara de mesa que yaciera sobre el velador. Sucumbiendo ante la inclemente tentación dio una última mirada, arrepintiéndose luego al notar como a falta de aquella luz artificial, la natural de la luna había dejado escapar algunos rebeldes y platinados haces de luz por el cortinaje.

Si antes el rostro soslayado y celestial de la muchacha le había parecido tentador, ahora era una verdadera tortura.

Aquellos labios carmín resaltaban con mayor fuerza ante la plateada luz, al igual que sus cabellos que a causa de esta parecían refulgir en sus tintes azulinos con mayor poderío. Cerró furiosa y costosamente sus ojos y dejando rozar con sus labios la suave piel de la frente de aquella muchacha, depositó un efímero y cálido beso.

-.Buenas noches.-. Musitó secamente ya en el umbral de la puerta, con su semblante impávido y frugal, mas sin embargo con su corazón latiendo con furor, sus mejillas ardiendo y, sobre todo, agradeciendo al cielo el que su durmiente receptora hubiese permanecido en aquel estado de inconciencia, ya que de no ser as, aquel extraño arrebato de su alma hubiese sido sorprendido, reprimido y jamás hubiese tenido existencia aquella mágica sensación de complacencia, de deleite, que se blandía furiosamente en su pecho, en lo más profundo y recóndito de su ser, haciendo que ya no importara el frío, que ya no importara nada...

PPPPPP

Perezosamente talló sus ojos con lentitud, había dormido placidamente sin embargo la noche se le había hecho corta.

Bajó las escaleras con normalidad, encontrando sentados en la mesa tanto a su padre como a su hermano mayor, este último dando una leve ojeada al periódico de aquella mañana, su semblante sereno y circunspecto no denotaba sentir alguno.

Observó su plato y dando unas cucharadas comenzó a ingerir el alimento, que gustosamente degustó más agradable que de costumbre.-. ¿Myoga ha tomado cursos de cocina?.-. Bromeó ante la seria mirada de su hermano mayor.

Inutaisho rió divertido.-. No, ha sido la pequeña Rin quien ha preparado el desayuno.-. Señaló el padre.

InuYasha sonrió escuetamente, la verdad es que había juzgado mal a su hermano mayor, tanto el día en que le vio en aquel galpón, así como cuando le vio llegar acompañado de la joven, sin embargo luego había notado que su hermano no le había comprado con los fines "usuales".

Rin gozaba de completa libertad, y ciertamente había traído calma y placidez a aquella masculina casa, donde tan solo vivían los tres además de los dos sirvientes, varones también.

La pequeña aludida entró al comedor con una afable sonrisa bordeando sus labios, al tiempo que con voz angelical tarareaba una dulce melodía.

Sesshomaru retiró su mirada del periódico para dirigir una inexpresiva mirada a su medio hermano y luego ver con respeto a su padre.

-.Iré a una reunión esta mañana.-. Musitó con voz parca.-. Que tengan buen día.-. Concluyó imperturbable, poniéndose de pie.

La joven de castaño mirar corrió a la cocina para luego alcanzarle en el jardín.

-.¡Señor Sesshomaru!.-. Llamó, mas sin obtener respuesta.-.¡Señor Sesshomaru!.-. Reiteró, alcanzándole cuando este estaba por subir al carro.

Jakken le vio desafiante.-. ¡Que insolente puedes ser pequeña!.-. Increpó el sujeto, sin embargo Sesshomaru con una mirada asesina le hizo callar.

-.¿Qué deseas?.-. Interrogó lapidario, sin embargo la joven no se inmutó ante esto, viéndole con intensa admiración.

-.Pensé que quizás no llegaría a comer.-. Se apresuró en decir.-.Por eso le he preparado esto- Añadió entregándole al imponente sujeto un pequeño paquete.

Sesshomaru observó este con seriedad, sin embargo no pudo evitar mantener asombro en sus doradas orbes.-. "Jamás nadie había tomado semejante preocupación para él".

-.Rin se ha levantado temprano a preparárselo, espero que sea de su agrado señor.-. Profirió nerviosa la muchacha, entrecruzando sus dedos y con la mirada gacha.

-.Señor Sesshomaru ya debemos irnos.-. Inquirió molesto Jakken, sintiéndose amenazado ante la "eficaz" muchacha.

-.¡Jakken!.-. Bramó irritado el de platinado cabello, para luego observar fijamente a la cabizbaja muchacha.-. Gracias Rin.-. Musitó con suavidad, llevando una mano a la nuca de la jovencita y acariciando suavemente esta.

Rin observó sonrojada como su señor partía, una enorme y bella sonrisa circundaba en sus labios-. El Señor Sesshomaru ha gustado de mi gesto.- Expresó risueña-. Pese a su fría mirada guarda nobleza infinita.

Termino Capitulo Nueve- Veinte de Octubre del 2004; 21:53 Horas.