Capítulo X

El mercado de los cerezos

Terminó su desayuno, el que degustó con bastante gozo, este día en particular había valido la pena bajar. Escrutó el lugar varias veces, mientras que su padre tomaba el periódico que había dejado Sesshomaru, para ojearlo, entonces se sintió con mayor libertad de observar el lugar, pero de todas formas la voz profunda, pero apacible de InuTaisho le habló.

-Ella no esta en casa…- dijo con total calma, aún con la vista fija en las páginas que leía.

-¿No esta?...- repitió algo perdido, sintiendo como una sensación de vació le llegaba hasta el estómago, como era posible que ella hubiese salido… ¿acaso no la había rescatado de las manos de Naraku?… y la muy insensata se exponía…

-Sí, eso dije… no esta…- repitió el padre, esta vez, levantando la mirada del periódico, para fijarla en su hijo que se ponía de pie molesto y echando fuego por los ojos, lo vio tirar la servilleta de tela que sostenía en una de sus manos, y lo escuchó mientras maldecía.

-Demonios es una imprudente… - al decir aquello se giró sin importarle demasiado que la silla se tambaleara cuando decidió salir.

-¿A dónde vas?...- consultó InuTaisho.

-Por Kagome, ¿dónde más?...- respondió sin detenerse

-¿Y dónde la buscaras?...- interrogó volviendo a la lectura.

Entonces fue que InuYasha recién reparó en que no tenía idea en que lugar comenzar a buscarla, se sintió como un estúpido, molesto y sin razonamiento… tan impulsivo… era algo que su padre en más de una oportunidad le critico, y en este momento estaba dándole razones para que continuara haciéndolo.

-¿Mencionó el lugar al que iría?... – consultó con la voz conteniendo el fastidio, sin girarse, conocía lo suficiente a su padre como para deducir la suave sonrisa de victoria que estaría esbozando, la que le restregaba en el rostro una vez más que era un inmaduro.

-Al mercado de los cerezos…- respondió sin decir nada más.

Cerró en periódico cuando notó que su hijo ya se había marchado, había algo en esa muchacha que le arrancaba a su hijo el instinto de protección… ¿pero qué podía ser?... no debía de negar el encanto que la Kagome poseía, pero InuYasha se mostraba poco ávido a con las mujeres, solo había sabido por Myoga, de la existencia de esa joven, Kikyo… no le gustaba esa relación, estaba al tanto de ella, pero se mantuvo al margen, esperando que en el momento en que la Kagome que estaba prometida en matrimonio a él llegara, InuYasha cumpliera con la palabra acordada, pero ahora que no existía compromiso… ¿qué haría InuYasha?...

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Se había detenido en el mercado de los cerezos, ciertamente ella no conocía muy bien las calles, pero no estaba demasiado lejos de la residencia en la que ahora vivía, llegar le había resultado muy fácil, volver entonces no sería problema tampoco, el señor InuTaisho le había entregado algún dinero diciendo que en esta casa no habían vestimentas adecuadas para una muchacha, pro lo que era necesario que ella escogiera algo que le acomodara, el lugar era un verdadero mercado al estilo oriental, pasillo no demasiado amplios, que daban lugar a el paseo de una serie de visitantes, telas, joyas, gran variedad de objetos, incluso antigüedades.

-Señorita, ¿busca hermosas telas?...- dijo una voz a su lado, ella miró a la anciana que con ya bastantes dientes menos le sonreía intentando captar su atención, pero ella solo continuó.

-Una gargantilla, para su hermoso cuello…- escuchó esta vez la voz de un hombre al lado contrario, que también le sonreía, pero lo pareció incluso algo molesta si mirada fija en ella, no pudo evitar tragar y tocarse el cuello, como cubriéndose un poco… quizás no había sido buena idea venir sola…

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Llegó sin mucha dificultar al mercado de los cerezos, ciertamente el lugar era accesible, muy cercano a si hogar, pero un verdadero laberinto si deseabas encontrar a alguien… sentía un inquietante malestar al pensar en que Kagome se encontrara sola en este lugar, circundada por todos estos vendedores al acecho, comenzó a buscar con la mirada, mientras que le eran ofrecidos al paso una serie de artículos a los que no deseaba prestar atención, se detuvo en una esquita, y observó hacía ambos lados, el sol de la mañana le dio en los ojos al elevarse una de las telas que se exponían y que le había servido de sombra, y un destello a su costado izquierdo le llamo la atención, enfocó los ojos dorados y algo lastimados por los rayos del sol, en el objeto, y debió acercarse más a él para visualizarlo bien, una pequeña peineta de cabello, de un todo plateado hermoso, con alguna incrustaciones en piedra, agua marina concluyó, se posaba sobre una negra tela, acompañada de una serie más de artículos, pero era ese en particular el que atrapó su atención…

-Se vería hermoso en su cabello…- pensó, y abrió desmesurado los ojos, ¿por qué era la imagen de Kagome la que venía a su mente?... ¿por qué no la de Kikyo?... ella era más de utilizar este tipo de adornos… sacudió su cabeza, e intentó quitar sus tontos pensamientos, ahora debería abocarse a encontrar a esta muchacha imprudente que no sabía el riesgo que corría, pero la voz del anciano que s encontraba junto a este pobre negocio, lo detuvo.

-Se vería hermoso en su cabello… azabache como la noche sin estrellas…- ¿cómo lo sabía él?... y vio como le extendía la mano con la peineta envuelta en un pequeño trozo de tela – llevásela…

-Pero…- titubeo, intentando recibir el objeto, pero luego arrugó su ceño, sin comprender – pero, ¿cuánto es?... – consultó intentando sacar de su bolsillo el dinero necesario.

-Solo entrégasela, no hay precio que pagué el encontrarse con lo que nos pertenece.

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Se sintió algo intimidada en este lugar, quizás solo fuera su falta de conocimiento, quizás, si no hubiese venido sola… de pronto en una esquina vio una hermosa tela unida a varias más, expuestas para el público, se acercó y la toco, era suave y liviana, exquisita para esta estación, le gustaba… podría confeccionar un hermoso atuendo con ella… un momento… ¿sabia coser?... ciertamente lo sabía, eran de aquellas cosas que al parecer no olvidaba.

-¿Cuál es su valor?...- consultó con su voz suave, la respuesta le fue dada, por una mujer, algo mayor, y con rasgos suaves en el rostro, por alguna razón tuvo una sensación maternal por parte de ella…¿quizás así sería su madre?... y de pronto la congoja se instaló en su corazón, un sentimiento de perdida… se obligó a tragar, para no prestar mayor atención a esto… no sabía lo que sucedía, no valía la pena sentir tristeza por algo que no podrías descubrir – la quiero…

Sacó el dinero de uno de sus bolsillos, y comenzó a contar ante la vista de los transeúntes, con bastante descuido, sin saber que ya estaba siendo asechada por quienes querían hacerse de lo que portaba, un hombre desgarbado, cubierto por una especie de capucha, la que lo hacía pasar por un anciano de bastón, se iba acercando con cautela, y cuando estuvo a centímetros de extender su mano y arrebatarle el dinero a la muchacha, una fuerte mano lo sostuvo y lo sacó del camino, se sintió acorralado, contra la pared, el antebrazo puesto justo en su cuello, quitándole la respiración.

-Obsérvala bien, y no te atrevas a intentar dañarla otra vez…- se escuchó la voz susurrante y profunda de su captor – ahora desaparece…- concluyó soltando al ladrón, y observando con sus ojos celestas, la figura que trastabilló al intentar correr.

-Debería tener más cuidado con su dinero…- le susurró inclinándose muy cerca del oído de Kagome, moviendo levemente las hebras de su cabellos que se encontraban en el lugar.

-¿Perdón?...- consultó ella poniéndose algo nerviosa, no conocía a este hombre y sin embargó él se le estaba acercando demasiado.

-Afortunada tu aparición Kouga…- dijo la mujer que estaba entregando un paquete con la tela comprada por Kagome, habiendo notado la situación que sucedía a espaldas de la muchacha.

-¿Cómo estas Hitomi?...- consultó, sonriéndole a la mujer, mientras se acercaba a ella para darle un amoroso beso en la mejilla.

-Bien muchacho… - respondió ella con gratitud, Kouga era un joven muy atento con ella, y la había acompañada en muchos de sus solitarios momentos, cuando de la nada una mañana vinieron algunos hombres a arrebatarle lo que más amaba, sus hijos, ella sabía bien que ellos debieron de ser comercializados como esclavos en algún otro estado, pero no tenía medios ni voz, para ser escuchada… las autoridades en su mayoría trabajaban para… Naraku…

-¿Terminaste?...- le consultó a una cada vez más confundida Kagome… ¿quizás realmente la conocía y ella simplemente no lo recordaba?... – no es bueno que andes sola por este lugar… es un nido de ratas… - lo último lo susurró tan cerca de su oído que ella no pudo evitar el escalofríos que le produjo.

-Sí… ya me iba…- respondió inquieta, y sintió la mano del hombre que se apoyaba en su espalda, buscando guiarla - ¿te conozco?... – consultó sin saber si era correcto dejarlo tener tantas confianzas con ella, y lo vio sonreír.

Se había recorrido la mayor parte de los pasillos del mercado, y el calor comenzaba a sofocarlo, al igual que la ansiedad por no dar con el paradero de Kagome, a esta altura quizás ya ni siquiera se encontraba por aquí… ¿quizás ya hubiese vuelto a casa?... ¿¿y si Naraku?... aquel solo pensamiento logró que su corazón diera un fuerte salto y oprimió en su mano el objeto que extrañamente la hubiese sido encomendado.

-Maldición Kagome… ¿dónde estas?...- se preguntó inquieto, dando la vuelta en una de las tantas esquinas, pensando en que si no se conociera tan bien este mercado, de seguro ya habría perdido la orientación, y de pronto ante sus ojos y a metros de el, se encontraba la muchacha, recibiendo de la mano de una mujer un paquete, de seguro algo que había adquirido, pero no estaba sola… apretó el puño libre cuando notó que el hombre que la acompañaba le susurraba algo al oído, y no supo que pensar… ¿lo conocía?... ¿acaso no había perdido ella la memoria?... el malestar se acrecentó cuando pudo ver la mano del sujeto posarse en al espalda de ella… y le pareció escucharse gruñir. Avanzó a paso raudo, y escuchó que ella le preguntaba "¿te conozco?"…

-No… te recordaría…- respondió Kouga – pero puedo lograr que nunca me olvides… - le volvió a susurrar y ella no pudo evitar sonrojarse ante las palabras… ¿le estaba coqueteando?... y el agarré de su espalda se había intensificado.

-Ya debo irme… - alcanzó a responder, cuando notó que su muñeca era cercada por una mano masculina que tiraba literalmente de ella, atrayéndola.

-¿Qué estabas pensando al venir sola a esta lugar?...- le reprochó con un exaltado tono de voz, InuYasha la había tomado de la mano y la había jalado hacía él, en parte como un gesto impulsivo para llamar su atención, y también para arrebatársela al estúpido que intentaba conquistarla.

-¿InuYasha?...- interrogó notando que se trataba del muchacha con el que compartía techo… pero nada más…

-¿No sabes que es peligroso que andes sola?... ¿quieres que te vendan?...- consultó con los ojos encendidos, ignorando en todo momento al hombre junto a ellos, que al escuchar esas palabras pensó que se trataba de un esclavista que le reclamaba a alguna pertenencia suya, por escaparse.

-Suéltala, ella no es de tu propiedad…- exclamó airado Kouga, interponiéndose entre la pareja.

-¿Qué sabes tú de ella?... – alzó la voz intentando que pareciera más potente que la que usara su rival.

-Qué no es una esclava… que no puede serlo…- respondió molesto intentando encararlo más aún, notando como los ojos dorados del hombre frente a él parecían fulgurara, tiro un poco más de Kagome, logrando que ella quedara pegada a su costado, ya se estaba sintiendo algo molesta, toda esta situación estaba acabando con su paciencia y en cualquier momento estallaría callando a este par de insensatos que había comenzado un escándalo que hacía detener a las personas en el camino, pero lo que InuYasha digo, la dejó simplemente sin habla…

-No, claro que no es una esclava…- aseguró molesto, de solo pensar que este tipo frente a él lo creyera de esa calaña -… ella es mi novia…

Continuara…

Hola a todos los que leen esta historia, como ya lo habrán notado, y como también Sayo lo mencionó, la estoy escribiendo yo… Anyara a su servicio, espero que esta continuación haya sido de su agrado y me dejan sus mensajitos para saber sus opiniones…

A quienes me conocen, pues aquí estamos otra vez… soy la madrina de este hijo, que así como los propios pienso acompañarlo hasta que se gradué… a quienes no me conocen, pues espero llenar las expectativas que tengan…

Besitos y se cuidan…

Siempre en amor…

Anyara