Capítulo XI

Esclavizando almas

REMINISCENCIA

No podía dejar de amarla porque
el olvido no existe
y la memoria es modificación,
de manera que sin querer
amaba las distintas formas bajo
las cuales ella aparecía
en sucesivas transformaciones

Caminaban por las afueras del mercado de los cerezos, entonces Kagome pudo comprender el por que del nombre de aquel lugar, no lo notó al llegar, ciertamente era hermoso, un parque rodeado en esta época del año de un sin fin de árboles de cerezos florecidos plenamente, la brisa de la estación liberaba poco a poco los pétalos de las flores, creando una nevada rosa preciosa, Kagome tuvo la sensación de haber estado de ese modo entre los árboles antes.

-¿Quién era ese?...- consulto InuYasha no muy cortes, observando a metros de ellos la rivera de un río que pasaba por un costado del parque.

-No lo sé…- respondió ella con veracidad, pero él la observó de reojo como analizando su rostro.

-¿Y por que te trataba de modo tan familiar?...- insistió, ciertamente la respuesta de la muchacha no estaba convenciéndolo en lo absoluto.

-¿Podemos sentarnos aquí?… - consultó ella deteniéndose en un sitio cualquiera en el que solo había hierba.

-No haz respondido…- se inquieto él, notando como comenzaba a acomodar su falda y sentarse, las sombras de los árboles la cubrían del sol.

-¿Qué puedo responderte si no sé quién es?... ven acá InuYasha, siéntate junto a mí...- indicó Kagome con una sonrisa hermosa, que logró que el joven junto a ella simplemente acatara su petición sin mayores remilgos.

Observó el paisaje a su alrededor intentando saber si algo de esto tenía que ver con la vida que no recordaba, tantas emociones que no sabía como enfocar, y ahora este muchacho sentado en silencio junto a ella proclamando a los cuatro vientos, que ella era su novia, como si realmente lo fuera, mientras que él la observaba de reojo intentando dilucidar de donde podía él conocerla, esa sonrisa que sus labios le brindaban con tanta generosidad parecía ser parte de algún atesorado y antiguo recuerdo.

-¿Por qué le dijiste aquello a ese muchacho?...- consultó Kagome intentando indagar sin mirarlo, temiendo encontrarse con sus ojos.

No te preocupes, no tengo pensado hacerte mi novia…- respondió el algo sarcástico, lo que no le agradó demasiado.

-Tampoco tienes que ser grosero…- le reclamó molesta desviando por completo la mirada al lado contrario de InuYasha.

El muchacho hizo una mueca de desagrado consigo, no terminaba de aprender, no necesitaba ser grosero, y lo sabía bien, pero el verla a ella junto a ese extraño lo menos que le produjo fueron celos, sacudió su cabeza, él no podía sentir celos, el estaba con Kikyo ¿no?... volvió a mirar a Kagome, y la brisa que se acentuaba más ayudo a que su cabello azabache y rizado, le permitiera ver parte de su pálido rostro, la observó un poco más, y al ver la forma en que su vestido caía casi hasta los hombros, el cuello desnudo llevaba un colgante que se escondía en su escote sin permitirle verlo, los brazos desnudos desde poco más arriba del codo, todo en ella tenía un aspecto incluso algo salvaje, indómito como su propio ser… y suspiró sin proponérselo.

Se sentía sola y perdida, no podía negar lo voluntariosa que había sido la familia del señor InuTaisho con ella, pero eso no quitaba el hecho de que no sabía quien era, se sentía menos que nada en esta situación, quería, pedía a gritos recordar… pero luego un escalofríos la recorría, ¿y si su amnesia no era más que un escape a los malos recuerdos?... tal vez sería mejor no saber, pensó. El agua se veía cristalina frente a ellos, tan exquisita que por un momento sintió deseos de hundir sus pies en ella.

-¿No haz podido recordar nada?...- consultó InuYasha con la voz algo más clamada, incluso parecía arrepentido de su arrebato anterior.

-No… solo logro recordar sensaciones…- mencionó, mientras que tomaba el colgante que traía, encerrándolo en su mano, escondiéndolo de la vista del muchacho - como este lugar, siento como si lo conociera, como si ya hubiese estado aquí, y a ti…

-¿A mí?...- consultó sin saber que más decir.

-Sí… bueno tus actitudes, tu mal carácter – sonrió entonces mirándolo un poco – y eso parecido a los celos…

-Yo no siento celos…- exclamó mordiendo su lengua para evitar volver a cometer un error.

-Sí lo sé… ven, corre – dijo mientras que se ponía de pie, extendiendo su mano hasta él – quiero ir a la orilla del río.

Tomó la mano que Kagome le ofrecía y otra vez se sintió hipnotizado por su sonrisa y se alzó sin palabras corriendo junto a ella, por el declive que los llevaría a la orilla del río.

-.-.-.-.-.-

Se adentro en el bosque, un joven de cabello castaño y ojos color cielo, nada alrededor parecía decirle que estaba siendo observado, pero él lo sabía, se adentró un poco más y entonces alzó la voz que en este frondoso bosque pereció más potente.

-Sal de ahí centinela – dijo, con voz segura, viendo como un hombre, de una edad similar a la de él, quizás veinte o veintidós años, descendía.

-Que bueno que haz vuelto Kouga… pensamos que algo te había sucedido… - exclamo con visible alegría el hombre.

-Nada va a sucederme a mí… deja un nuevo centinela y ven conmigo que traigo noticias – ordenó mientras que caminaba adentrándose aún más en las sombras que guarecían a su compañeros.

Se sentó en una de las altas tarimas que habían construido asilados en las altas ramas de los antiguos árboles de este bosque, testigos mudos de muchos de sus planes pro liberar a sus seres queridos de la injusticia, algunos, y otros vengar a los que no guardaban ya esperanzas de volver a encontrar.

-Nuestros espías en el mercado de los cerezos ya tienen información de una nueva carga de esclavos, que deberán estar llegando más o menos en una semana, quizás diez días…- informó Kouga al grupo compuesto por rostros muy jóvenes, y algunos ajados por el dolor.

-¿Sabes ya como serán trasladados los esclavos?...- consultó la voz femenina que se alzaba muy cerca de él.

-No Sango, aún no me han confirmado aquello, dicen que podría ser por tren… una carga de animales para los campos llega en esos día, quizás ahí los escondan.

-¿Con los animales?...- consultó incrédulo un muchacho sentado justo frente a él.

-Sí… con los animales mí estimado Ryuji – respondió Kouga – hay mucho de los vejámenes de Naraku que debes conocer, el primero… ha sido lo sucedido a tu familia, como a la de muchos aquí.

-Maldito Naraku..- exclamó molesto el muchacha poniéndose de pie con claros deseos de destruir algo, pero una mano silenciosa se posó en su muñeca.

-Tranquilo amigo, ya tendrás tiempo – era Miroku que intentaba ayudar al joven a conservar la compostura, no lo culpaba, sabía bien que muchos de los que ahora estaban ahí reunidos utilizaban todas sus fuerzas para contener el odio creciente hacía un ser despiadado como Naraku.

-La próxima vez que vaya al mercado por información, vendrás conmigo, quiero que conozcas a Hitomi – dijo decidido el líder a Ryuji, intentando quizás que ya estaba participando en algo, que no estaba de brazos cruzados frente a su tragedia.

-Cuenta conmigo…- sentenció el muchacho, con los ojos endurecidos por la molestia mientras que volvía a tomar su lugar, para escuchar un poco más del plan que se estaba urdiendo para lograr acabar con Naraku de una buena vez.

-.-.-.-.-.-

Estaba InuYasha con los pantalones con varias vueltas que los dejaban justo bajo sus rodillas, los zapatos de él junto a las sandalias que traía Kagome, y el paquete con la tela que comprara algunos metros tras de ellos, la muchacha acababa de mojar su rostro con el agua que tenía una agradable temperatura, el colgante que portaba estaba una vez más oculto dentro del escote de su vestido, y aquello llenaba de curiosidad a InuYasha, quizás lo veía como in símbolo de las muchas cosas ocultas que Kagome tenía para él… y para sí misma incluso… la observaba, extendiendo su mano hasta él para sostenerse mejor, mientras intentaba avanzar un poco más y con cuidado con las piedras que comenzaba a sentir bajo las plantas de los pies, y el musgo, el reflejo del sol en el agua, parecía iluminar más el rostro de ella, acentuando sus colores, las mejillas prendidas por la agitación, los ojos castaños que se veían algo más claros a contraluz, y el rosado penetrante de sus labios. Sintió un impulso espontáneo, esa alegría que emanaba de ella, verla disfrutar de la naturaleza, todo… le parecía tan conocido y de cierta manera la nostalgia se apoderaba de su alma… arrojó sobre Kagome algo de agua, dejando que las múltiples gotas de líquido mojaran su cabello y su rostro, sus hombros, la escuchó emitir un gritillo de sorpresa y la mirada traviesa y amenazante de la muchacha se posó en él…

-Ya verás… tramposo, atacándome desprevenida…- dijo fingiendo molestia mientras que se inclinaba para copiar el movimiento que InuYasha hiciera.

-No te hará nada un poco de agua…- se defendió alegre, intentando escapar de ella, sin soltarla para que no cayera, como escapando.

-A ti tampoco…- continuó Kagome, buscando el modo de vengarse.

De pronto InuYasha sintió un escalofrío formarse en su espalda, cuando la muchacha resbaló entre las rocas y aunque intentó sostenerla con la otra mano, no hubo suerte, ambos cayeron en el agua, siendo Kagome la más afectada ya que su espalda toco algunas de las piedras del fondo, sin causarle gran daño, probablemente algún morado leve, InuYasha se incorporó de inmediato, alzándola entre sus brazos, mientras que ella tosía.

-¿Estas bien?...- consultó con preocupación cuando la dejó sobre la hierba.

-Sí…- la vio asentir intentando quitar los cabellos mojados de su rostro, que se pegaban por el peso del agua, InuYasha intentó ayudarla, estando en una posición muy comprometedora, sus piernas estaban apoyadas en sus rodillas a ambos lados de las de Kagome, y una de sus manos a un lateral, pero parecía no notarlo.

-¿No te golpeaste?...- continuó, de cierta forma asustado, descubriendo al fin de entre las hebras de cabello, el semblante pálido y húmedo de la muchacha.

-No ¿Y tú?...- peguntó ella, notando como el cabello de InuYasha destilaba quizás más agua que el propio, y sus ropas, mojadas tanto como las de ella, y entonces no pudo contener la risa.

-Tú si que eres extraña… se sonrió él al notar la risa alegre y despreocupada de Kagome, que lo liberó a él también de inquietudes, contagiándolo.

Y tenía
nostalgia de todos los lugares
en los cuales jamás habíamos estado,
y la deseaba
en los parques donde nunca la deseé
y moría de reminiscencias por las cosas
que ya no conoceríamos y eran tan
violentas e inolvidables
como las pocas cosas que
habíamos conocido.

Rió libremente como no lo hacía desde hace mucho, ambos estaban simplemente empapados, y de seguro deberían tenderse al sol un tiempo antes de irse a casa… los ojos castaños vivos y alegres, los labios marcando una sonrisa amplia, rosados y llenos… no supo como ni por que en ese instante, se abalanzó a sus labios y la beso… un roce apenas, ese que no se atrevió a darle en la penumbra de su habitación, el que no había puesto en esos labios, y entonces las risas cesaron, y se separó solo un poco, lo suficiente para que los ojos se encontraran, espero un grito quizás… tal vez un reclamo… pero Kagome solo lo observaba sin palabras, y el corazón le saltaba en el echo, y las mariposas en el estomago lo embargaban, pero aquel simple roce, parecía quemarle… necesitaba conocer el sabor de aquella boca plena… y se acercó nuevamente notando el consentimientos que aquellos labios dispuestos le entregaban, cayeron sobre la hierba y la beso con un poco más de inquietud, sin abordarla por completo, buscando sobre la hierba las manos, y los dedos delicados que se aferraron a él… la liberó con un suspiro suave, que parecía devolverle el alma que ella se estaba robando… se quedó ahí contemplando el rostro encendido de ella, y la escucho musitar con suavidad…

-InuYasha… ¿podrías ponerte de pie?...- sintió que el corazón le dio un nuevo vuelco en el pecho… esas palabras él ya las había escuchado… muchos años antes…

Continuará…

Hola a todos… espero que este capítulo les haya gustado tanto como el anterior, me siento muy contenta de la recepción que he tenido entre quienes ya leían este fic con la autora inicial, y agradecer también a mis seguidoras constantes en las historias que escribo que también se aparecieron por acá… ha sido una hermosa experiencia escribir este fic… ahora no pregunten lo que sigue por que ni yo sé bien… se ha ido escribiendo sola la historia y eso también es bueno… quizás les parezca algo adelantado el beso, pero creo que el impulso en ocasiones no se puede frenar y al menos Inu ya lo traía, y creo que con esto lo encenderá en Kagome… al menos a mí me pareció tierno…

Gracias por leer… y espero sus comentarios…

Siempre en amor…

Anyara

P.D.: la poesía es una que encontré de Cristina Peri Rossi que me gustó mucho y encontré un detalle agregarla, espero les guste.