Capítulo 14: ¿Por qué ella?

Hacía dos días que Dumbledore había dicho estas palabras. Draco no sentía nada, estaba vacío por dentro.

Hermione parecía darse cuenta de que no había salida porque no dijo nada. Pero se la veía atravesar los pasillos como una autómata, tratando de simular que siempre había odiado a Draco y que el mejor regalo que podían haberle hecho era que él fuera a Azkaban.

Dumbledore había intentado mantenerlo en secreto, así que pronto lo supo todo el colegio. Los secretos en aquel lugar eran inexistentes. Lo que nadie sabía, era que Draco no iba a ser condenado a cadena perpetua, sino a pena de muerte. Hermione acababa sus clases y se tumbaba en la cama. Había días en que ya no podía más, sentía que la enorme pena que la embargaba, iba a salir por sus labios y ella estallaría en mil pedazos. No había llorado tanto en toda su vida. Constantemente, se arrepentía por no haber descubierto antes que Draco no era tan frío como él mismo quería aparentar y se odiaba a sí misma por ello. A la hora de comer, tenía que sacar a Draco a rastras de su habitación porque el chico se había encerrado en su habitación y no salía para nada.

Durante el tiempo que pasaban juntos, actuaban como si Dumbledore no hubiera dicho jamás aquello. Durante este tiempo, hablaban mucho, Draco decidió que ahora que iba a morir, le contaría a Hermione todo. Y le contó que estaba prometido con su prima y que el anillo se lo había dado su padre para ella pero que él quería que lo tuviera Hermione porque no tenía sentido dárselo a Samantha. Hermione no dijo nada, pero lejos de enfadarse, pensó que Draco era muy valiente por desobedecer las órdenes de su padre. Y pensó que era lo que debía haber hecho hace tiempo.

Aunque ambos sabían que en cuanto el curso se acabara a la semana siguiente, un miembro del ministerio acudiría a Hogwarts para llevarse a Draco. Y entonces todo habría terminado.

Durante las comidas en el Gran Comedor, la cosa era insoportable. Ni Hermione ni Draco podían mirar a Dumbledore sin que sus ojos mostraran lo que sentían ¿Cómo podían condenar a muerte a un chico inocente de dieciséis años?

Lo que Draco no atrevió a contarle a Hermione era que era un seguidor del señor tenebroso. No sabía como reaccionaría ella. Y más porque Voldemort había intentado matar varias veces a su mejor amigo.

A los pocos días del ataque de Pansy, alguien, muy cercano al ministro de magia acudió a Hogwarts, no iba a llevarse a Draco, por supuesto, sólo quería verlo. El hombre era Lucius Malfoy.

No encontró a su hijo en la planta baja, así que redisponía subir por la escalera que conducía a los pisos superiores, cuando divisó una figura que bajaba las escaleras. Se dispuso a preguntarle, pero se dio cuenta de que era Hermione Granger.

Maldita sea-pensó- bueno, es igual, que me diga donde está mi hijo. Terminemos con esto de una vez.

¿Has visto a mi hijo, Draco?-preguntó Lucius con fingida cortesía.

Hermione miró los ojos de Lucius Malfoy-grises como los de su hijo- El hielo de sus ojos era más peligroso que el de un iceberg. Sus ojos desprendían ese brillo helado que tanto asustaba a Hermione en los ojos de Draco. Pero hacía tiempo que la mirada de Draco había perdido el hielo. No así la de Lucius cuyos ojos parecían ver a través de ella.

Lucius esperaba la respuesta. Intentó poner en su rostro la más amigable de sus sonrisas, pero no estaba seguro, no tenía mucha práctica en sonrisas de ese tipo. Miró a Hermione instintivamente, de arriba abajo. Y cuando llegó a su mano, la sonrisa se le congeló en la cara.

No dijo nada, subió escaleras arriba con una expresión de odio en su cara que resultaba difícil de describir.

Hermione sabía que no había otro motivo para una salida tan intempestiva. Lucius había visto el anillo en el dedo de Hermione. Intentó llamarlo, pero Lucius, ciego de ira, no oía a nadie.

Imaginó que Draco estaría en su cuarto, así que subió hasta la séptima planta de Hogwarts y abrió la puerta tan bruscamente que casi la saca de sus goznes.

Draco estaba tumbado en su cama, mirando hacia el cielo, sin verlo. Sus ojos desprendían una tristeza casi de locura. Al levantar la vista, vio a su padre, de pie, ante él en su rostro podía apreciarse una frialdad que haría temblar al mismo Voldemort.

¿Entiendes la diferencia entre Samantha Lestrange y una maldita "sangre sucia"?- bramó Lucius.

Así que eso es- pensó Draco, abrumado- mi padre ha visto el anillo en la mano de Hermione.

Pero lejos de sentir miedo, pensó que era el momento de hablar a su padre claramente. Así que por primera vez, en sus dieciséis años, Draco se atrevió a mirar a su padre a los ojos y dijo:

Padre, no toleraré que llame así a Hermione. Estamos juntos y eso va a seguir siendo así.

Su padre lo miró con una mezcla de desprecio y decepción.

Draco pensó que era la primera vez que veía en los ojos de su padre la sombra de la decepción. Desde que tenía uso de razón, había sido lo que su padre había querido que él fuera. Pero ya no, es más, lo odiaba.

¿Por qué ella?- preguntó su padre, entonces.

Padre, toda la vida me ha repetido que yo sólo valía lo que fuera capaz de hacer como mortífago.- gritó Draco en la cara a su padre- pero Hermione me quiere, me quiere por lo que soy, no por lo que pretendo ser. Y eso vale más que todo el poder que Voldemort pueda ofrecerme.

Pero- objetó su padre- ella nunca será suficiente para ti, eres muy ambicioso, Draco. Y ella es hija de muggles, por dios, piensa un poco, ¿Es que has perdido la cabeza?

En el momento en que pises Azkaban, ella te dejará, y no te quedará nada... ir Azkaban es como estar muerto en vida- sentenció Lucius.

No quiero nada – repuso Draco, y si la única vida que me queda es la que voy a tener antes de llegar a Azkaban, quiero estar con ella. Padre...

No me llames así- explotó Lucius Malfoy- ¡Tu ya no eres mi hijo!- Y salió de la habitación, dando un portazo que hizo que las paredes de la habitación temblaran.