Capítulo 24: Una extraña afinidad
Mientras esto sucedía, en el cementerio, Voldemort no había estado ocioso. Había mostrado a Harry las tumbas de sus padres.
Tras ver los pensaderos, Harry entendía porque Voldemort supo que debía matarlo a él en lugar de a Neville. El señor tenebroso sabía que Harry era el heredero de Gryffindor, y, por supuesto, conocía la leyenda de los fundadores de Hogwarts.
Sólo le quedaba una cosa por conocer: la profecía.
Harry sentía que el odio recorría sus venas como un veneno, pero... ¿Qué podía hacer un chico de dieciséis años contra el ser más poderoso de la tierra y sus leales siervos? No cabía esperanza alguna.
Harry sentía el miedo, que empezaba a sumirlo en un estado de semiinconsciencia. Consciente, sin embargo, de que lo único que lograría enfrentándose al ser más poderoso de la tierra, sería prolongar la tortura y el sufrimiento al que iba a ser sometido, porque Voldemort no estaría satisfecho con matarle.
Por otro lado, Harry estaba empezando a pensar que todo le daba igual¿Vivir para qué¿Para ver como asesinaban a su mejor amiga, incapaz de hacer nada? O, en el mejor de los casos¿Para seguir torturándose con el recuerdo de la muerte de Sirius?
Se hallaba ahora en un callejón sin salida, y no había posibilidad de volver atrás. Toda la vida de Harry le había llevado hasta ese momento, y, ahora que había llegado sabía que no estaría a la altura.
En ese mismo momento, cuando todo parecía perdido irremediablemente, Draco apareció en el cementerio. Llevaba algo entre sus manos, con gran cuidado, como si dicho objeto fuera más importante que su propia vida. Harry no acertaba a vislumbrarlo desde el lugar donde se encontraba. Pero antes de que pudiera hacer nada, la voz siseante de Voldemort habló:
-Draco, ata al señor Potter a esa tumba- ordenó indicando una tumba situada frente a él.
-Mi señor, yo... - empezó Draco
-Haz lo que te digo o mato a Granger ahora mismo.
Draco obedeció. Cogió las cuerdas que estaban en el suelo y se dispuso a atar a Harry a la tumba. Harry no hizo nada por resistirse, estaba demasiado asustado, y sabía que nada de lo que intentara saldría bien.
Draco ceñía las cuerdas a los brazos de Harry, asegurándose de dejarlas un poco sueltas para que fuera fácil volver a deslizar los brazos hacia fuera. Pero Harry parecía estar cansado de luchar. De pronto, Draco sintió un dolor inexplicable, algo que nunca había sentido hasta el momento, era el dolor de una maldición cruciatus, sí, pero esta tenía una fuerza especial, parecía proceder del mismo infierno.
El dolor aumentó gradualmente, subió, volvió a bajar, y de pronto, cesó, tan repentinamente como había empezado.
-Tienes que apretar más las cuerdas- dijo Voldemort por toda respuesta-así puede escaparse en cualquier momento.
Era evidente que la maldición que Draco había sentido, procedía de la varita de Lord Voldemort.
Draco volvió a atar a Harry, esta vez, asegurándose de que las cuerdas quedaban bien tensas de modo que era imposible que Harry escapara.
-Bien... Draco- empezó Voldemort- ahora voy a contarle a Harry una historia muy interesante...
Harry levantó la cabeza, abrumado. Sabía que todas las palabras que salieran de esos finos labios, iban a ser como puñales directos a su alma.
-Estoy seguro- prosiguió Voldemort- de que Dumbledore no te ha contado un "pequeño secreto" acerca de tu madre.
-Ya sé que era mortífaga- admitió Harry. Nada de lo que me digan acerca de ella me hará sentir peor. No sé como ella fue capaz de servir a alguien que ha abandonado la razón por la locura.
El señor tenebroso se limitó a sonreír. Pero era ésta una sonrisa tan forzada, que Harry tuvo la sensación de que hacía tiempo que había olvidado como hacerlo.
-Tu madre ha sido la única persona que ha conseguido introducirse en mi mente.
Harry lo miró, anonadado. En su mente... -pensó- ¿Por eso sabía que había atacado al señor Weasley el año pasado?
-Sé lo que estás pensando- repuso Voldemort-parece que aún te resistes a que mi "querido" Severus te enseñe como usar oclumencia. Sé todo lo que haces, Harry. Me he introducido en tu mente cientos de veces... por eso el año pasado sabías dónde estaba yo y que hacía en ese momento. Pero la diferencia, es que yo elijo cuando deseo leer tu mente y tú simplemente estás sometido a mi voluntad.
Hubo un prolongado silencio. Si va a matarme- se preguntó Harry- ¿Por qué no lo hace ya?
Voldemort lo miró con desdén. En estas circunstancias, Harry ya se había acostumbrado a que Voldemort supiera todo lo que pensaba. No podía moverse, no podía trazar ningún plan, no podía ni siquiera respirar sin que él lo supiera de antemano...
-Porque quiero darte antes la oportunidad de defenderte- repuso Voldemort mientras extraía algo situado en su cintura- Era... Harry no podía creer lo que veían sus ojos. Era una espada magnífica, igual a la que Harry había usado en su segundo curso contra el basilisco... pero en lugar de rubíes, la empuñadura estaba cuajada de esmeraldas y, a pesar de la terrorífica impresión, Harry no pudo dejar de reconocer que era una verdadera obra de arte. El mango brillaba como si fuera de oro puro, y la hoja emitía un destello cegador. Harry observó la espada, anonadado.
-¿Te gusta?- inquirió Voldemort con suspicacia- Y levantó la espada a la altura de los ojos de Harry, para que éste pudiera admirarla en todo su esplendor. La hoja, con un poder diabólico, parecía ser capaz de cortar a kilómetros de distancia y, efectivamente, cuando Harry pudo darse cuenta, se hallaba libre de las cuerdas que lo habían mantenido atado segundos antes.
Levantó la vista, y leyó la inscripción grabada a fuego en la hoja de la espada: Salazar Slytherin.
Así que aquella espada pertenecía al cuarto fundador de Hogwarts, el más terrorífico, el más letal. Cuyos descendientes seguían sembrando el terror en el mundo mágico. Harry recordó, como si en ese mismo instante la tuviera ante sus ojos, la espada del fundador de su casa. Él había podido empuñarla en una ocasión. Ahora recordaba, cierta leyenda que un día leyó en un libro de la sección prohibida que había interesado a Hermione:
"Sólo aquel que sea un digno heredero de su casa, podrá usar el arma
correspondiente a su fundador, sin sufrir ningún daño, de lo contrario,
el espíritu del fundador se encargará de hacerle pagar tan grave ofensa".
Tras ver los pensaderos, Harry sabía que él era el heredero de Gryffindor, y, por tanto, podía usar la espada, pero... ¿Cómo? La espada se hallaba lejos, en la vitrina del despacho de Dumbledore.
Entonces, la voz de Draco le llegó desde el otro extremo del cementerio y, por primera vez en mucho tiempo, Harry se alegró de oírla:
-Harry, usa la espada de Gryffindor- gritó Draco, mientras el contundente objeto caía en las manos de Harry.
Voldemort miró alternativamente a Harry y a Draco. Finalmente dijo:
-Así que lo sabes¿no es así?
-Así es- repuso Harry intentando controlar la voz para que no le temblara.
-Vaya- dijo Voldemort. Parece que el destino se repite. El heredero de Salazar Slytherin contra... el heredero de Godric Gryffindor- añadió con sorna. En fin... no se puede escapar al destino...
Ambos levantaron las espadas a la vez y Harry supo en aquel momento, que uno de los dos moriría esa noche. Él iba a ser el asesino o el asesinado.
