::Hiei, Youko y Yo::
-... Y... ¿crees que...? Bueno... tú sabes... -apretaba sus manos entre sí, mostrando que tan nervioso estaba, paseando su mirada de un lado a otro de la habitación, buscando una forma de decirlo, pero no era para nada fácil.
-¡Ya déjate de estupideces! Me tienes harto con tus balbuceos sin sentido, ¡si quieres saber pregunta de una buena vez! Estoy cansado de escucharte hablar como un bebé idiota. –le gritó, apretando sus puños con ira y mirándole con odio.
-Es sólo... es que en verdad es difícil. –respondió aun con cierto nerviosismo en su voz.
-¿Qué dificultad le vez en decirle a un tipo que te gusta? ¡Sólo vas y se lo dices!, ¡y ya! –alzó sus brazos haciendo diferentes ademanes conforme su cara tomaba diferentes expresiones, tratando de hacerle entender que no era tan difícil.
-Yo no soy como tú. –murmuró, bajando su mirada, perdiéndose tras unos mechones de cabello.
-¡Por supuesto que no! Si fueras un poco como yo, hace mucho que tendrías lo que quieres y hasta más. –sentenció cruzándose de brazos.
-¡No todos podemos ser unos cínicos pervertidos y desvergonzados que aprovechan la menor ocasión para ser promiscuos! –le gritó perdiendo la timidez con la que había estado hablando, provocando que la persona con la que hablaba formará una gran sonrisa en sus labios.
-¿Es un halago? –sus ojos incluso brillaron y su sonrisa dejo ver una perfecta hilera de dientes blancos.
-¡Serás idiota! ¡Claro que no! –volvió a perder la compostura y gritarle conteniendo sus ganas de saltarle encima y quitarle esa sonrisa de un buen golpe.
-Para mí lo fue, –se alzó de hombros y sonrió de nuevo –pero, nos olvidamos de tu problema. –se acercó y le puso una mano sobre el hombro, apartando con suavidad unos cuantas hebras de cabello, para poder admirarle el bello rostro, el otro suspiró derrotado.
-Es sólo, que él hace las cosas más difíciles. –sollozó, bajando la cabeza –Me duele... porque con sus palabras me hiere... y duele aun más el saber que no se da cuenta de que me hace daño. –paso sus manos entre su cabello.
-Lo sé, lo he visto. –le respondió.
-¿Entonces has notado lo mucho que lo amo? ¿Cómo lucho por acercarme a él? Y simplemente se aleja de mí, sumiéndome en la desesperación.
-Sabes que él no es la persona más lista en ese sentido. –le respondió, tratando de tranquilizarlo.
-¡He sido muy obvio! –gritó, sonrojándose al instante al advertir la magnitud de sus palabras.
-¿En serio? ¿En que forma? –preguntó, sacando nuevamente un extraño brillo en sus ojos –Yo no te he notado más... ¿cómo decirlo?... "¿cínicamente pervertido y descarado?" –sonrió grandemente.
-Era desvergonzado... y no, no de esa forma. –gruñó con los dientes apretados, molesto por ser definido por sus propias palabras.
-Descarado, desvergonzado ¿qué diferencia hay? De cualquier forma, él es tan tieso que nunca se dará cuenta, ni aunque le hagas un baile erótico a la luz de la velas. –soltó seriamente, pero muriéndose de risa por dentro, el otro simplemente se sonrojó –No... ¡lo has hecho! –le señaló con el dedo, sin poder reprimir una carcajada.
-Sólo lo intenté, –masculló completamente rojo –pero se puso a hacerme muchas preguntas y me enfadé. –se tapó el rostro con ambas manos, rememorando aquel momento tan vergonzoso, él, moviendo suavemente sus pies, en un ritmo suave y acompasado, deslizando con delicadeza sus manos por sus caderas, con una sonrisa de satisfacción en el rostro al notar la mirada fija de su acompañante en él... y pasó:
Una única pregunta rompió el "encanto", tirando por la borda el mágico momento que con esfuerzo había conseguido y las que le siguieron terminaron con el sensual ambiente que se había esforzado por lograr y finalmente lo hicieron enfadarse al grado de salirse de su propia habitación, completamente furioso, estrellando la puerta en un fuerte y sonoro golpe, para ir a encerrarse al baño para concluir con un serie de pequeños sollozos que pronto se convirtieron en un fuerte llanto.
-Eres poco paciente, debiste tomarlo con diplomacia y tratar de salir lo más airoso posible. –dijo con un tono conocedor en su voz.
-¡Qué diplomacia puedes encontrar en una serie de preguntas estúpidas que solo consiguen apagar tu excitación! –gritó, sonrojándose en el mismo instante en que terminó la frase, cubriéndose la boca con ambas manos, ahogando un gemido en su garganta, demasiado avergonzado por su imprudencia.
-Así que sí puedes excitarte... vaya... yo pensé que eras un puñado de buenos modales y cortesía sin una pizca de eso que tú llamas perversiones. –sonrió.
-Deberías saberlo, me conoces mejor que nadie. –gruñó molesto.
-¡Hasta que dices algo inteligente! Pensé que solo tenías la fachada. –le soltó con sarcasmo, pasándose los dedos por el cabello y echándoselo hacia atrás en un gracioso movimiento.
-Ja, ja, ja... por lo menos no soy un pervertido en potencia. –ironizó.
-¡Woaw! ¡La gata tiene garras!, ¿ó debería decir zorra? –arqueó la ceja, esperando un golpe que no llegó -¿Dije algo gracioso? –lo miró, una suave sonrisa se dibujaba en el rostro del otro.
-No, sólo pensaba en quién es más "zorra". –le sonrió mirándole la cabeza, a lo que le contesto con una mueca de disgusto.
-Ojalá fueses así de ingenioso en tus conquistas.
-Yo no tengo conquistas... sólo lo quiero a él. –bajó su rostro, recordando la pena que le causaba la indiferencia de la persona de la que hablaban.
-Pues tu príncipe tiene ya bastante rato tratando de hacerte reaccionar. –dijo con un movimiento de su cabeza, señalando hacía atrás de ellos.
-¿Qué? –parpadeó y ante él tenía una intensa mirada carmesí en la cual se podía apreciar un brillo de preocupación –Hiei. –susurró aun confundido.
-¡Idiota! –gruñó el aludido, alejándose de él, pero mirándole de reojo, aun con un poco de preocupación.
-No entiendo. –masculló contrariado.
-¡Llevo más de una hora tratando de hacerte reaccionar! Te quedaste como pasmado durante mucho tiempo. –gruñó.
-¿En serio? No me di cuenta. –masculló, fijando su mirada esmeralda en aquel par de rubíes que lo miraban extrañados.
-Cada día que pasa te vuelves más estúpido. –le espetó de mala gana, pero Kurama sabía como era el carácter de su "amigo" y estaba acostumbrado a las palabras fuertes que solía decir, aunque claro, estas habían disminuido y ahora sólo las decía de vez en cuando.
-Lo lamento Hiei, yo solo... estaba... -las palabras fueron muriendo en su boca al notar como el demonio se acercaba a la ventana y la abría con lentitud pasmosa -¿Te marchas? –terminó preguntando algo desilusionado.
-No, solo quiero que la brisa me refresque... –dijo alegre -¡Por supuesto que me marcho! Zorro estúpido, está por amanecer. –meditó un segundo sus palabras. Lo recordaba. Por la noche Hiei tocó suavemente el vidrio de la ventana y él, con presteza le abrió dejándole entrar. Tomaron un poco de té, comiendo unas cuantas galletas de esas que sabía que a Hiei le encantaban, pero que primero moriría antes de admitir que algo del mundo ningen le gustaba. Después hablaron un poco de sus respetivas vidas, Hiei de su labor en el makai, luchando por mantener bajo control a los rebeldes y Kurama sobre su vida en la escuela, su madre y el inevitable hecho de que ésta se casaría de nuevo.
Agradecía el que Hiei le escuchara con tanta atención e hiciera comentarios al respecto, pues conocía la poca tolerancia que este tenía en asuntos humanos. Y así, pronto se hizo demasiado tarde como para negar que el sueño perdido hiciera estragos la mañana siguiente. Así que con pesar, preparó un pequeño lecho en el suelo para Hiei y se recostó en su cama. Se durmió. No supo cuando, sólo recordaba el suave y rítmico sonido de la respiración del demonio cerca de su cama. Y despertó sobresaltado, cuando una voz en su interior le llamaba.
La conocía a la perfección, no por nada había pasado toda su vida escuchándola. Primero diciéndole cosas sin sentido, para finalmente girar entorno a indirectas bastante provocativas con respecto al pequeño ser que descansaba a tan sólo unos pasos.
-Podrías bajar sin que te escuchara, ¡nunca lo notara!
-¿De qué hablas?
-¡Bésale!
-¿Estás loco? ¡Si despierta y me ve, me matará!
-Bien, valdría la pena morir después de un apasionado y ardiente beso de esos delicados labios... ¿crees que su piel queme? Moriría por sólo una noche con él.
-Morirías aun antes de siquiera acercarte.
-¡Que optimismo!
-Se llama realismo, sirve para no hacerse vanas ilusiones de cosas imposibles.
-No es imposible, sólo algo complicado. Tú lo haces imposible con tu actitud.
-Yo no hago nada.
-¡Precisamente!
Y comentarios cada vez más subidos de tono, y su renuencia a aceptar tales argumentos como válidos. ¿Cuánto tiempo estuvo así? Adivinaba que bastante, para que Hiei se molestara de esa forma. Aunque después de todo, el demonio no era muy paciente del todo, así que no podría saberlo con seguridad.
-¡Detenle!
Le gritó nuevamente, pero cansado de esperar, pronto tomó el control de la situación.
-Hiei... -escuchó un jadeo de necesidad, se giró dispuesto a injerirle un insulto para que lo dejase en paz, pero jamás se espero encontrarse con esa mirada. Brillante, seguramente por la humedad que amenazaba con llenarlos, algo que jamás antes vio. Y eso lo descolocó a tal grado que no pudo sostenerse en pie cuando Kurama se le arrojó, abrazándolo por la cintura, llevándoselo consigo al suelo.
-¡¿Qué te sucede?! –gritó exasperado.
-¡No te vayas! –gimió, mirándolo a los ojos, para finalmente deslizarse hacía arriba, asegurándose de rozar la mayor parte de piel posible y con delicadeza, posar sus labios sobre los del demonio de fuego.
Continuará...
Hola esta cuenta es de mi queridisima Yami y mia, somos un par de escritoras locas que nos unimos para crear historias en conjunto, pero que por ahora, como estoy de incognita he usado esta cuenta para publicar mi más resiente obra, que por cierto será un poquito... amm... lemmon n.nU. Gracias de antemano por leer y esta dedicado para mi queridisima Yami, editora, colaboradora y amiga. Besos y saludos.
Hikari.
