Hiei, Youko y Yo.

Capitulo VI

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Kurama se recargó en la cornisa de la venta, sacando medio cuerpo, esperando ver a Hiei, pero sabía que era en vano, cuando realmente quería, Hiei era capaz de desaparecer en segundos, y a él lo había tomado desprevenido por lo que no pudo hacer nada para evitarlo.

-¡Ay Hiei...! –se lamentó Kurama, ni siquiera le había dado tiempo de explicar algo y ahora lo más probable es que el pequeño demonio desapareciera por un tiempo.

-¿No piensas hablarme?

-...

-No fue mi culpa que Hiei se marchara, después de todo.

-...

-Necesito tu ayuda... –dijo por fin.

-¡Ah! Ahora si quieres hablar conmigo, ¡después de todas las tonterías que hiciste! –ese gritó asustaría a cualquiera, claro que el pelirrojo se lo esperaba.

-¿¡Cuáles tonterías!

-¡¿Te las digo por orden de aparición o alfabético!

-¡elige! ¡Al parecer eres un experto en eso!

-¡Y no solo en eso!

-¡Deja de hacer alusiones de sexo!

-¡¿Quién hace alusiones! ¡Tú tienes una mente más degenerada que la mía! ¿Crees que solo puedo pensar en sexo?

-¡Si!

-¡Pues no! ¡Escúchalo bien! ¡¡En este mismo momento pienso en lo idiota que eres!

-Yo no fui quien lo sedujo en primer lugar. –refunfuñó el pelirrojo.

-Pero también querías. –cada palabra salió con cierto énfasis de sarcasmo.

-Bueno... pero...

-¡Pero, nada! Tú dijiste que hablarías con él y arreglarías las cosas y lo único que hiciste fue coj...

-¡No tienes que ser tan especifico! –el pelirrojo lo había sujetado con fuerza, tapándole la boca con una mano, haciendo que el youko se atragantara con sus palabras y estas murieran antes de ser expresadas totalmente.

-No soy para nada especifico. El caso es que fuiste tú el que arruinó todo y serás tú quien lo arregle.

-No sé como. –confesó, provocando una mirada de comprensión del zorro.

-Tienes que hacer aquello que pensabas hacer desde un principio. Sé que es difícil poder controlarse teniendo a Hiei enfrente, sobre todo con ese pequeño y ardiente cuerpo suyo, pero debes hacer lo necesario, si no, lo perderemos.

-Lo extraño tanto.

-También yo.

-¡Shuuchi la cena esta lista! –el grito de la mujer saco a Kurama de sus pensamientos, no sin antes escuchar el último comentario de su otro yo.

-Aun estoy molesto con esa mujer... ¡Few! ¡Arruinarme de esa manera la diversión! ¿Por qué no vivo solo, Kami? ¿Por qué?

Kurama sonrió con comprensión. En cierta forma anhelaba su libertad, la capacidad de hacer lo que quisiera sin tener que rendirle cuentas a su madre, además de que ella fue, por mucho tiempo, un impedimento para expresarle sus sentimientos a Hiei. Ahora, eso ya no importaba, había descubierto que el demonio de fuego era demasiado importante como para dejarlo ir por insulsos prejuicios humanos.

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-¡Yusuke!

Hiei abrió los ojos, conocía esa chillona voz y no tuvo que abrir sus ojos y mirar debajo del árbol para saber que la molesta humana estaba a unos cuantos pasos de donde él descansaba.

-¡Yusuke!

Resopló cansado y cruzó su pierna, apoyándola sobre su rodilla, girando un poco el rostro, escapando de los rayos de solo que se colaban por entre las hojas y ramas.

-Deberías bajar. –murmuró entre dientes, sintiendo una fuerte punzada en la cabeza.

-Nah... –fue la despreocupada respuesta de Yusuke que mantenía una posición similar a la de Hiei –Terminará cansándose y se marchará.

Hiei masculló algo entre dientes que fue ininteligible, pero Yusuke sabía que había sido algo cómo "estúpidos humanos" y solo sonrió.

-¿Peleaste con Kurama? –Hiei estuvo a punto de caerse del árbol de la impresión, pero Yusuke no lo notó.

-¿Qué quieres decir?

-A esta hora sueles estar en su casa. –se encogió de hombros, abriendo los ojos e incorporándose, dejando que sus piernas colgaran a un lado de la rama en que permanecía sentado.

-¿Me espías acaso, Urameshi? –fue la pregunta de Hiei, quien no se movió de su posición. El otro simplemente sonrió y apoyó sus manos en la rama, justo entre sus piernas.

-No, pero no lo negaste, que habría sido tu respuesta más obvia si no tuvieses que ir ahí. –Hiei se maldijo a si mismo por ser tan descuidado y permitir que un idiota como Urameshi pudiera leer en él a su antojo.

-¿Dejaste de juntarte con el idiota? –Yusuke rió con ganas, echó un poco su cuerpo hacía atrás.

-No es malo sentir Hiei. –murmuró luego de que su ataque de risas terminara. –Es bueno tener alguien por quien luchar.

Yusuke se dejó caer del árbol y alzó la cabeza para mirar a Hiei y le sonrió, metió sus manos a los bolsillos de su pantalón luego de hacerle un ademán de despedida y sonreírle.

Hiei solo lo miró alejarse, caminar hasta donde una llorosa Keiko que permanecía sentada en una banca de aquel parque, ocultando su rostro entre sus manos, vio como el humano se acercó a ella y le entregaba un pañuelo. La joven levantó su mirada y lo siguiente que vio Hiei le sorprendió.

Se preguntaba como una humana había podido ser tan rápida, pues Yusuke permanecía noqueado en el suelo y la indignada muchacha salía sonriente del parque. No supo porque, pero en ese momento entendió a que se refería Yusuke, hacía mucho había dejado de luchar solo para sobrevivir, pero había estado demasiado preocupado por mantener su fachada de demonio frío y calculador que no se había percatado, que había estado luchando por las personas que quería.

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Los días pasaron, y el temor de Kurama se hizo real. A pesar de que Hiei siempre se mantenía cerca y que de una u otra forma hacia sentir su presencia al zorro, ahora las cosas estaban en un punto critico. Desde aquella vez en que Hiei saltó por la ventana, murmurando una breve despedida, que bien podría considerarse como todo menos como un adiós.

Su tiempo transcurrió con monotonía, levantarse temprano para llegar a tiempo a la escuela, sonreír dulcemente a las chillonas colegialas que se desmayaban a su paso, cumplir con sus tareas y ser un alumno perfecto. Le dolía tener que sonreír constantemente sin tener un motivo verdadero para hacerlo.

¿Nadie podía darse cuenta de lo que sentía? ¿Se había vuelto tan buen actor que incluso el llegaba a creer que estaba bien?

-Deja de pensar idioteces... harás que me duela la cabeza.

-No son idioteces, en mi vida.

-Pobre patético y vacío Shuuichi, demasiado preocupado con su dramática existencia como para hacer algo por solucionarlo.

-¡No me fastidies!

-¡Tú me fastidias a mi! ¡no hago otra cosa más que escuchar tus lastimeros gimoteos "Hiei ¿dónde estas?... Hiei ¿por qué te fuiste?... Hiei... Hiei...! ¡Debiste hacer algo desde un principio! ¡Ahora será más difícil encontrarlo! ¡Pero... ah no! ¡El afligido y quejumbroso Kurama no puede hacer eso! ¡Su estúpida dignidad no le permite rebajarse al grado de buscar a un lindo y sexi demonio de fuego y suplicarle favores sexuales! ¡No! ¡Se contenta con lloriquear porque el dichoso demonio se marchó y no regreso! ¡Por Dios! ¡Estoy cansado de escucharte...!

-Lamento decepcionarte.

-No me decepcionas, solo... que también estoy molesto.

-¿Conmigo?

-En parte, y también con Hiei.

-Siempre arruino todo.

-No siempre, lo de la otra tarde iba bien.

-Si –sonrió –mala suerte que llegara Shiori.

-¡Ni me lo recuerdes! ¡Aun ahora tengo pesadillas en las que me descubre tenien... con... Hiei...!

-¿Empiezas a tener ataques de moral? Eso es gracioso, alguien tan libidinoso y...

-Hiei.

-Si, ya entendi...

-¡Hiei!

-¡Quieres dejar de decir su nombre!

-¡Es Hiei grandísimo idiota!

Kurama levantó la mirada de su cuaderno, donde como era costumbre cuando sostenía esos diálogos internos, había fijado su mirada.

-Hiei... –musitó sorprendido al mirar la cara absorta de Hiei, viendo con sumo interés lo que Kurama escribía. El zorro fijo su mirada en su lápiz, después en su mano y finalmente en la hoja de papel en la que hacía su tarea. Y se sorprendió al ver lo que era reconocido fácilmente como un dibujo de un pequeño Hiei abrazando un zorrito de peluche.

Kurama miró el dibujo, miró a Hiei. Miró el dibujo. Y así por un largo rato hasta que Hiei, exasperado y con una ceja levantada en interrogación le arrojó un borrador de goma a la cabeza. Kurama parpadeó sorprendido y cuando las ideas finalmente se ordenaron es su cabeza, saltó asustado de la silla tomando la hoja de papel y ocultándola tras de si en un intento desesperado porque el demonio no lo viera.

Pero era bastante obvio que Hiei lo había visto y ahora, quien sabe que ideas tendría en su cabeza. Considerando que el demonio de fuego era un completo enigma, difícil de entender, aun más difícil prever sus reacciones.

-Hiei... yo... yo puedo... puedo explicarlo... –tartamudeó, haciendo que su regular tono calmado y seguro de si, se oyera como una patética excusa de un niño pequeño descubierto haciendo algo malo.

-No es necesario, zorro. –comenzó a hablar, bajando un poco la cabeza, mirando como sus manos se cerraban y se abrían, tratando quizá, involuntariamente de calmar los nervios que sentía. –Pude darme perfecta cuenta de lo que era. –gruño haciendo que Kurama palideciera.

-¿Y qué era? –preguntó, tratando así, inútilmente de salvar una situación que ya estaba perdida aun antes de que se diera cuenta.

-Lo sabes, idiota. –el tono de Hiei fue calmado, y carecía de la natural entonación sarcástica que por lo regular la acompañaba. Kurama rió tontamente, pues se sabía descubierto y la mirada de Hiei le decía que no soportaría alguna tontería más.

-Yo... –comenzó Kurama bastante nervioso, sabía que tenía que aclarar las cosas, pero era bastante difícil para él encontrar las palabras adecuadas que lograran acercar a Hiei, y no alejarlo aun más.

-¿Sabes? Yo aprendí desde pequeño que las emociones por la que los humanos se rigen, solo te llevan a tu propia destrucción, te hacen débiles. –Hiei suspiró y caminó hasta la ventana, mirando algo fuera de la casa, como si buscase algo.

-Las emociones no te hacen débil, Hiei. –respondió viendo como Hiei sonreía irónico y negaba con la cabeza.

-Si lo hacen... –giró su rostro para mirar fuera de la ventana y cerró sus ojos por un momento. –Pero... en ocasiones, es bueno ser débil.

Kurama no supo que decir, se levantó de su silla y se acercó con pasos lentos hasta donde estaba Hiei y llevó su mano hacia delante para tomar su hombro, pero dejó caer su brazo antes de llegar a su destino.

Fue cuando miró cómo el demonio de fuego giraba su rostro y se dibujaba una pequeña sonrisa en su rostro. No una cruel o irónica, de aquellas que solía darle a sus enemigos, sino un pequeño y brillante gesto que le hizo sonreír de vuelta.

Eso era todo lo que obtendría de Hiei. Quizá no habría palabras cariñosas y muy probablemente tampoco el pequeño demonio estaba por completo preparado para escucharlas, pero al menos ya habían avanzado un poco y aunque algunos lo consideraran poco, Kurama sabía que aquella aceptación por parte de Hiei le habría costado más que cualquier pelea.

-Ahora puedes besarlo...

-Cállate Youko...

Bueno, la verdad es que no tengo ni cara para aparecerme por aca y probablemente el capitulo no haya sido lo que han esperado (si es que aun esperan... je je), pero agradecería sus comentarios y una vez más, muchas gracias a los que sigan leyendo. Mil besos.