DISCLAIMER: Nada de este mundo de fantasía me pertenece. Todo es propiedad de JK Rowling y sus asociados.

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CAPÍTULO 10: PRIMERO DE SEPTIEMBRE.

El final de las vacaciones llegó demasiado rápido para Harry y, aunque él mismo había decidido regresar a Hogwarts, estaba asustado.

Había tenido mucho tiempo para pensar en sus amigos, en Dumbledore, en sus estudios y en Voldemort. Pero, sobre todo, había pensado mucho en Draco.

En un primer momento, huyó a esos pensamientos y sentimientos. Pero, después de muchísimas charlas con Idril, revivió una y otra vez en su mente los momentos vividos con Keith...bueno, con Draco Malfoy.

¿Por qué la vida siempre le complicaba la existencia? Se había hecho amigo de alguien que no existía. O que sí existía pero nunca iba a querer acercarse a él nuevamente.

Sin darse cuenta realmente, estaba en las puertas del Palacio, despidiéndose de la Familia Real. O, por lo menos, de parte de ella, porque Idril lo iba a escoltar hasta Hogwarts.

El mismo Miantrel que los había trasladado hacia "El Paraíso" la primera vez, apareció frente a ellos, seguido por otros dos. Idril inclinó la cabeza hacia los animales, mientras Remus y Harry hacían lo mismo.

Ella les habló en élfico. Harry ya comprendía algunas palabras, de tanto escucharlas en las clases de la pequeña Larien, que se había vuelto totalmente inseparable a él. Harry suspiró mientras se despedía de la pequeña con un abrazo.

Amras, Orodreth y Merenwen también estaban allí despidiéndose de ambos. Cuando Harry montó Miantrel, se asombró por las palabras de Larien, que le susurró al oído que iban a volver a verse mas pronto de lo que esperaba.

Y con un último vistazo desde el aire, Harry se despidió de la tranquilidad y paz de su nuevo hogar, para enfrentar su destino.

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El viaje en el Expresso de Hogwarts fue el peor de todos los años. Draco estaba mas ansioso que de costumbre, pero ocultaba todo bajo su máscara de indiferencia.

Luego de gruñir a Crabbe y Goyle, y de esquivar a Zabini, se dirigió hacer una ronda por el tren. Caminó por todos los compartimientos, esperando encontrarse con Potter y grande fue su sorpresa cuando no lo encontró.

La preocupación lo invadió. No sólo no estaba él sino que tampoco sus inútiles amigos. No estaba Granger, ni Weasley, ni siquiera el idiota de Longbottom o la loca Lovegood.

Cuando cayó la noche, el tren se detuvo y Malfoy se subió un carruaje, junto a sus amigos de siempre. Crabbe, Goyle y Zabini.

Al entrar al Gran Salón, sus ojos se centraron en la mesa de Gryffindor, esperando encontrarse con dos esmeraldas verdes que nunca le devolvieron al mirada. Solo estaban los amigos de Potter, pero no él. ¿Dónde podría estar?

Resignado, se dirigió a la mesa de Slytherin, mientras seguía buscando con la mirada al niño dorado de Dumbledore. Necesitaba hablar con él. Estaba decidido a ofrecerle nuevamente su amistad.

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Severus Snape tomó asiento en su silla habitual, esperando que los alumnos se ubiquen en sus respectivas mesas, para dar inicio a otro año escolar. Otro año que, seguramente traería mas complicaciones que el anterior.

Miró a su derecha, para encontrarse con una silla vacía. El nuevo profesor de Defensa no había llegado. "Irresponsable", fue su primer pensamiento. Albus no había querido decirle de quien se trataba, pero les había asegurado a todos que iba a ser una "grata" sorpresa.

Podía imaginarse lo grata que iba a ser para él. Las mismas palabras había utilizado cuando incorporó a Lupin al plantel de profesores. Sólo esperaba que el licántropo no regresara. Lo último que necesitaba era tenerlo mas cerca de lo necesario.

Sabía que su ex compañero de clases se iba a quedar en Hogwarts durante las clases, pero tan sólo le agradecía a la vida por no aumentar su tormento obligándolo a sentarse junto a él. O, por lo menos, era su máximo deseo.

Los murmullos no cesaron ni siquiera mientras el Sombrero Seleccionador enviaba a los nuevos alumnos a sus respectivas casas. Todos los estudiantes observaban el lugar vacío entre Weasley y Granger. Algunos se preguntaban dónde estaba el héroe, mientras otros esparcían rumores sobre su muerte, secuestro, y unos larguísimos etcéteras que ni valía la pena mencionar.

El maldito Potter tenía que ser el centro de la atención hasta el mismísimo día de inicio del curso. Haciendo una aparición tardía. Seguramente iba a llegar cuando todos estuvieran disfrutando del banquete, con una entrada triunfal, junto al maldito ángel endemoniado.

Luego de que la Ceremonia de Selección concluya, Albus Dumbledore se puso de pie para dar la bienvenida a los nuevos y viejos alumnos de la Institución. Mientras McGonagall tocaba su copa con el tenedor, pidiendo silencio.

¡Bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts! -exclamó Dumbledore abriendo las manos, en señal de su típico abrazo simbólico. -Como todos saben, Voldemort -TODOS se removieron en sus lugares ante la mención del nombre -ha hecho algunas apariciones públicas. Pero no vamos a dejar que la oscuridad reine en el Castillo y, por eso, les pido que se comporten del mismo modo que lo hacen cada año. Las normas de seguridad deberán ser respetadas por todos los alumnos, sin excepciones. Los Prefectos de cada casa informarán a los alumnos ingresantes sobre los horarios y prohibiciones. Como siempre, les recuerdo que el Bosque Prohibido está prohibido. Y que el Señor Filch, nuestro celador, ha incorporado a la lista de objetos prohibidos, los productos de Sortilegios Weasley. Por supuesto, aquél que tenga dudas sobre lo que puede o no puede utilizar, puede consultar la lista de normas en su oficina. Y ahora... ¡QUE COMIENCE EL BANQUETE!

Los alumnos aplaudieron a su Director, mientras la comida aparecía frente a ellos. En ese momento fue que se olvidaron de que Potter aún no había llegado. Todos los alumnos disfrutaban de la comida sin preocupaciones. Todos, salvo uno.

Snape fijó sus ojos en la mesa de Slytherin, para encontrarse con un ¿preocupado? Draco Malfoy, que revolvía la comida y no provaba bocado, mientras dirigía sutiles miradas al lugar vacío de Potter.

Gimió interiormente. Tenía una idea de lo que había sucedido en el Callejón Diagon durante la semana que Potter y Draco habían escapado de sus casas, y sólo esperaba que no se desate una catástrofe cuando esos dos volvieran a verse los rostros.

Cuando el Gran Salón se vació, los profesores se quedaron en sus lugares, esperando la palabra de Albus Dumbledore. Necesitaban saber qué era lo que había hablado con Idril Silimaurë algunos días atrás, cuando ella le aseguró que Harry había decidido volver al Castillo.

Bueno, bueno -dijo el anciano después de una hora de espera -Ya es hora de que llegue.

Pero Albus -dijo Minnerva escandalizada -Tu nos dijiste que iba a estar presente el 1° de Septiembre. ¿Cómo es que Idril pudo romper su promesa?

No lo hice Minnerva -dijo el ángel ingresando al Hall junto a Harry Potter y Remus Lupin. -Todavía es 1° de septiembre, yo NUNCA prometí que iba a estar aquí para el banquete.

Pero...

Sin discusiones Minnerva -interrumpió Dumbledore -Harry, me alegra tenerte de regreso. -dijo con una sonrisa, pero el aludido sólo lo miró con odio y giró su rostro -Remus¿cómo estuvo el viaje?

Placentero Albus, tuvimos el mejor transporte que se puede pedir.

Bien. Ahora que estamos todos, creo que lo mejor será que Harry vaya a la torre de Gryffindor. Sus compañeros estarán ansiosos por verlo.

La contraseña es "Golden Lion", Potter -informó la jefa de su casa.

Gracias. -dijo el moreno con un asentimiento -Nos vemos mañana Remus. Espero verte pronto Idil.

No te preocupes pequeño -dijo la rubia sonriendole, mientras le acariciaba la mejilla -Nos veremos antes de lo que crees. No te dejaré sólo, lo prometo. En-oment-uva-lvë

Tenna rato -respondió Harry, y cuando llegó a la puerta giró -Entula rato.

¿Alguien le dijo alguna vez que es de mala educación hablar idiomas extraños frente a quienes no lo hablan? -preguntó hostilmente Severus.

No tengo inteciones de discutir contigo, Snivellus. -dijo Idril fingiendo cansancio -Si tanto te interesa, le dije que volveremos a encontrarnos, y él me respondió "hasta pronto" y "vuelve pronto". Ahora, si me disculpan, debo irme.

Claro, claro -dijo Dumbledore sonriendo misteriosamente, mientras sus ojos adoptaban su característico brillo.

Ah. Por cierto Albus, yo que usted, chequearía al último ingreso a la Orden. La maldición Imperius le está afectando el poco cerebro que tiene.

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Harry no tenía demasiadas intenciones de llegar a su Sala Común. Sabía a ciencia cierta que Ron y Hermione iban a estar esperándolo. Y estaba casi seguro que estaban acompañados por Neville y Ginny.

No quería reunirse con ellos y enfrentar todas esas preguntas que le harían. Por eso decidió caminar por los pasillos del castillo, sabiendo que los profesores seguramente seguían reunidos con Idril.

Su estómago estaba revuelto y no se debía al vuelo. Todo en ese lugar le hacía recordar su posición la guerra. Un arma. Eso era. Un arma para darle la victoria al bando que él eligiera. Un arma para liberar al mundo de Dumbledore o Voldemort. Solo que ya no estaba tan seguro de cual de los dos era peor.

Sus pies lo llevaban sin saber a dónde se dirigía. Solo caminaba y caminaba, intentando perderse en algún pasadizo oculto y no poder regresar jamás.

A punto de doblar en una esquina, escuchó pasos. ¡Filch! fue su primer pensamiento y se ocultó en un salón vacío, dejando la puerta entornada para verlo pasar y asegurarse de poder salir sin hacer ruido.

Grande fue la sorpresa que se llevó cando vio un cuerpo pequeño como el suyo, vestido con los colores de Slytherin y el cabello platinado. Malfoy. Sin saber por que salió su escondite y le hizo frente.

El tiempo pareció congelarse para los dos. Harry no sabía bien como abordar la conversación sin insultarlo o parecer demasiado ansioso por hablar con él. Mientras que Draco lo miraba sin poder creer su suerte.

El rubio había abandonado sus habitaciones para aclarar sus ideas, y para intentar dejar de preocuparse por la ausencia de Potter. Y ahora, ahí estaba, frente a él.

Potter.

Malfoy.

Mafoy yo... Lo siento -dijo al fin Harry -Siento haberte engañado. Tan solo... no... no creí que fueras tu.

Lo sé. Y yo también lo lamento.

El silencio se adueñó de ellos nuevamente. Ambos querían lo mismo y ninguno se atrevía a pedirlo. El miedo al rechazo era demasiado fuerte. Por fin Draco se armó de valor.

No acostumbro a dar segundas oportunidades Potter, pero creo que voy a hacer una excepción contigo -declaró, tendiendo la mano, que Harry miró dubitativamente.

Lo siento -dijo Harry negando con la cabeza -Pero voy a rechazarla nuevamente, porque esta vez, YO voy a ofrecerte la mía.

Draco se había sentido mas humillado que nunca cuando Harry repitió la escena de su primer año en el tren, y dejó caer su mano. Estaba dispuesto a irse, cuando escuchó el ofrecimiento del moreno, y observó la mano que le ofrecía con una tímida sonrisa.

Era la oportunidad perfecta para vengarse, para humillarlo como él había hecho anteriormente. Podía, en ese momento, demostrarle que él era un Malfoy. Pero en vez de hacerlo, tomó la mano que, sentía, iba a cambiarle muchos aspectos de su vida.

Con las manos sujetas, y los ojos fijos en el otro, Harry y Draco sonrieron sinceramente. Ya no estaban tan solos. Había alguien que los comprendía. Porque ellos sabían lo que era la soledad y el cruel destino que cada uno tenía marcado.

¿Amigos? -preguntó Harry.

Claro Potter.

Harry -lo corrigió.

Bien, es justo. Puedes llamarme Draco entonces. Y...¿dónde estuviste desde la última vez que nos vimos? -preguntó Draco

En..."El Paraíso" -dijo Harry -¿Sabes qué es?

Ese lugar no existe Harry.

La leyenda es cierta. No solo existe, sino que es el sitio mas hermoso y pacífico del universo. ¿Y tu¿Regresaste con tu madre?

Si. Regresé con ella después de una semana de tortura de Bellatrix Lestrange.

¿Qué? -exclamó Harry soltándo la mano que no sabía que aún sostenía -¡Esa maldita¿Te hizo daño¿Estás bien ahora?

Si, estoy bien -respondió Draco sonriendo al ver que una persona en el mundo se preocupaba por su salud, además de su padre, claro. -Me hizo daño pero pude regresar a la Mansión.

Lo siento -dijo Harry sintiéndose nuevamente culpable. Él había estado en un bellísimo lugar y su nuevo amigo había sido torturado.

No es tu culpa -El silencio cayó sbre ellos nuevamente. Era fácil decir que serían amigos, pero lo mejor era ir de a poco -Creo...creo que sería mejor ir a dormir.

Si. Es tarde -convino Harry.

Hasta mañana. -se dijeron a la vez, caminando cada uno hacia un lado diferente del pasillo.

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Harry llegó a la Sala común de Gryffindor pasada la media noche. Y, al ingresar, confirmó sus sospechas.

Ginny dormitaba con el hombro apoyado en Ron, mientras que Neville ojeaba ausentemente un libro de Herbología, y Hermione se removía inquieta en el sillón. Ella fue la primera en notarlo.

¡HARRY! -exclamó emocionada al ver nuevamente a su amigo, y se tiró en sus brazos.

Hermione, por favor -dijo alejándola. -Estoy cansado. ¿Podemos dejar esto para mañana?

Harry -dijo Ginny, que se había despabilado por el grito de Hermione -Estuvimos muy preocupados por ti. No sabíamos como te encontrabas.

Creí que Idril le había informado a Dumbledore dónde y cómo estaba. Y, si no me equivoco, te transmitió algunos sentimientos Hermione¿verdad?

Si -dijo Ron comenzando a molestarse por la actitud de Harry -Pero, de todas formas, te extrañábamos.

Y yo. Pero necesitaba pensar. AÚN necesito pensar. Fueron muchas cosas y...

Mira Harry, no tienes por qué preocuparte, porque aquí en Hogwarts estás seguro y El Que No Debe Ser Nombrado no se atrevería a...

Hermione -la interrumpió Harry si demasiada cortesía -Cuando necesite tu opinión lógica sobre MI vida, te lo haré saber. Por ahora, necesito acostarme en mi cama.

Pero Harry -dijo Ginny intentando convencerlo.

Hasta mañana. -se despidió el moreno subiendo las escaleras.

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Y siguen los capítulos por editar...

Besos,

Barby.