-Abandono.
Waya se inclinó frente al tablero y comenzó a recoger las piedras. Estaba claro que la diferencia que había entre ambos cada vez era mayor, desde luego Shindô era un genio, a diferencia suyo.
De todos modos tanto Waya como el resto de asistentes a la sesión de estudio del profesor Morishita pensaron que aquella partida había sido excesivamente dura. Al igual que la mirada que Shindô dirigía y había dirigido a su amigo desde que había llegado. De hecho, eso era lo único que le había dirigido.
-Oye¿ha pasado algo entre vosotros? –le había preguntado Saeki poco después de llegar, después de que Hikaru contestara con un gruñido a la sugerencia de Waya de jugar una partida contra él.
Pero éste sólo pudo encogerse de hombros y negar con la cabeza.
Tras recoger las piedras volvió a encontrarse con esa mirada de frustración de Shindô. En verdad le gustaría saber que le había hecho para que actuara así.
Mientras, de brazos cruzados, Shindô meditaba sobre una conversación reciente con Akari.
Ella acababa de recoger sus piedras, que habían sido completamente masacradas por las de su amigo. Incluso en una partida de enseñanza como aquella Akari había acabado perdiendo gran parte del tablero.
-Ah, normalmente los profesionales no son tan crueles con los principiantes. –se había lamentado ella.
-¿Y tú qué sabes? Soy el único profesional con el que has jugado. –se burló él.
-¡Ni hablar! El otro día conocí a un amigo tuyo, un profesional, y me enseñó mejor que tú.
-¿Ah sí¿Te dejó ganar?
Akari titubeó, pero al final negó con la cabeza.
-No, pero fue más amable, me explicó las cosas y comentamos jugadas.
-Bah. ¿Y dices que es amigo mío? –preguntó Hikaru, cruzándose de brazos enfadado.
-Sí, me dijo que te conocía, que estudiaba contigo. Waya, se llamaba.
Por un momento Hikaru se giró soprendido. ¿Waya?
-¿Qué hacía él por aquí? –preguntó, levantándose de un salto.
-¡Te estaba buscando! Pero tú te habías ido a ese salón de go para jugar con ese tal Touya. Así que se quedó jugando conmigo.
-Mira que eres tonta, seguro que le obligaste a jugar contigo.
-¡Pues no! Se ofreció a enseñarme ya que no tenía la tarde libre. Para que lo sepas Hikaru, hay gente amable que se ofrece a ayudar, además es muy majo y me lo pasé bien hablando con él.
Con los puños apretados y sin mediar palabra volvió a sentarse. Medio enfadado y sin dejar de fruncir el ceño, comenzó a colocar las piedras en el tablero tal y como lo habían hecho en la última partida, de este modo, cada vez que su compañera cometía un error, le era fácil explicárselo. Akari escuchaba atenta y asentía de vez en cuando.
-Y que sepas que soy mejor jugador que Waya. –se despidió Hikaru.
Akari le despidió al tiempo, y cuando ya no le veía, no pudo evitar echarse a reír.
Saeki murmuraba, Morishita se rascaba la cabeza confuso y Waya tragaba saliva nervioso. Shindô ahora le miraba fijamente y quien sabe porque razón, parecía bastante enfadado con él.
-Eh, Waya, -dijo al fin- la próxima vez que vayas a pasarte por mi instituto, avisa.
