Disclaimer: Esta historia está basada en personajes y situaciones creadas y pertenecientes a JK Rowling, Little Literacy Agency, Scholastic Bloomsbury, Arthur A.L. y Warner Bros., Inc.
»»»»»»»»»»»»
Capítulo 2: Sospechas y mentiras
El fuego de la chimenea dibujaba sombras desvaídas sobre la sala común de Gryffindor, iluminando con su luz a dos alumnos que se sentaban ante una gran pila de libros y cuadernos. Harry y Ron deslizaban su miraba sobre páginas y páginas de apuntes de manera casi histérica. No habían pasado más que un par de semanas en Hogwarts y ya tenían que realizar siete redacciones, practicar un montón de encantamientos, dos cartas astrales y un estudio sobre la utilización de Convollaria Multiflora en la magia medicinal. Definitivamente este año iba a ser bastante duro.
– No consigo sacar nada en claro – farfulló Ron haciendo una bola con el trozo de pergamino que tenía delante y lanzándolo al fuego. Ya era el décimo pergamino que acababa convertido en cenizas en un plazo de tres horas.
– Pues como no te centres un poco vas a tener que escribir la redacción directamente sobre la mesa – comentó Harry levantando la vista hacia su compañero.
– ¿Qué tal llevas la tuya? – preguntó Ron, mientras se hundía un poco más en el asiento.
– Aún no la he empezado – respondió Harry –. De momento me he puesto con el trabajo de pociones.
– Pues yo no encuentro nada sobre los alfabetos antiguos de magia ceremonial. Seguro que Hermione ya tiene la redacción hecha, pero no creo que nos deje copiarla.
– Por cierto ¿a dónde ha ido?
– Vaya pregunta absurda – apuntó Ron, con una media sonrisa –. A la biblioteca.
– Pues quizá deberíamos ir también nosotros – dijo Harry cerrando el libro que tenía delante y dejándose caer sobre el asiento –. Yo tendría que buscar información sobre los usos del ámbar para la redacción de Pociones, y tú puedes echar un vistazo por si hay algún libro que hable de los alfabetos antiguos.
– Cualquier cosa es mejor que estar aquí un minuto más – resopló Ron, incorporándose.
En los pasillos se veía el jaleo acostumbrado. Gente entrando y saliendo de las aulas, reuniéndose alrededor del patio, charlando…. Ron deseó por un momento volver a ser un novato de primero y estar en el patio con sus amigos hablando tranquilamente en una tarde tan soleada como aquella, en vez de tener que encerrarse en una sala tragándose un libro detrás de otro. Soltó un suspiro mientras giraban la esquina, dirigiendo sus pasos hacia la biblioteca.
La sala no estaba muy llena, después de todo. Si bien la mayoría de los alumnos que ocupaban las mesas o paseaban la vista por las múltiples estanterías cubiertas de libros parecían ser de quinto o sexto curso, no había demasiados teniendo en cuenta la cantidad de deberes que les habían puesto.
Hermione estaba sentada en una de las mesas, con tres libros formando una pila delante de ella y otro abierto de par en par, del que tomaba algún apunte ocasional. Al alzar la vista vio a Harry y Ron entrando despacio en la habitación y les saludó con la cabeza.
– Hola Hermione – susurró Harry al llegar a la mesa donde estaba sentada –. ¿Qué tal lo llevas?
– Bien – respondió ella –. Estoy encontrando mucha información sobre la Convollaria Multiflora en estos libros. En realidad ya he llegado a los 35 centímetros que nos pedía la profesora Sprout, pero creo que esto es demasiado importante como para no ponerlo.
– Lo que tú digas – musitó Ron, bajando la vista –. ¿Sabes dónde puedo encontrar información sobre los alfabetos antiguos para el trabajo de Historia de la Magia?
– En ese pasillo – Hermione señaló un pasillo al fondo de la sala y Ron se levantó y empezó a buscar entre las estanterías. Harry también se levantó, dirigiéndose a un estante cercano donde se agrupaban los libros sobre piedras, cristales y sus usos.
Pasó largo tiempo hojeando páginas y páginas de libros, encontrando de vez en cuando alguna mención ocasional sobre el ámbar, pero nada que pudiera servirle para su trabajo. Mientras echaba un vistazo a un volumen especialmente grueso, notó que alguien se acercaba a la estantería y cogía uno de los libros. Apenas levantó la mirada se encontró con la persona que menos ganas tenía de ver. Malfoy.
– ¿Intentando sacar algo mejor que una D en Pociones este año, Potter?– inquirió el rubio dirigiendo una sonrisa burlona a Harry.
– Piérdete, Malfoy – respondió éste volviendo a centrarse en el libro. Era mejor ignorarle. Aunque esta opción no era muy fácil de lograr, ya que por el rabillo del ojo notaba cómo Malfoy le lanzaba miradas furtivas. Harry se empezaba a poner nervioso por momentos, intentando decidir qué opción sería mejor: coger el libro y sentarse en la mesa con sus compañeros hasta que Malfoy se largara de la biblioteca o coger el libro y lanzárselo a la cara.
Levantó la vista hacia su enemigo, dispuesto a decirle algo, pero se detuvo al ver que Malfoy no le estaba mirando a él, sino a su mano derecha. Entonces se dio cuenta. El anillo. Había decidido hacer caso al consejo de Ginny de llevarlo puesto, al menos mientras estuviera en la escuela, para estar seguro de que nadie intentara robarlo. Después de todo, en segundo curso ya había entrado alguien en los dormitorios y había registrado sus cosas. Irónicamente, ese alguien había sido precisamente Ginny, así que su consejo no le pareció del todo desencaminado.
– Bonito anillo, Potter – comentó Malfoy, con una expresión de total indiferencia. Harry no sabía cómo reaccionar. Mantuvo su mirada fija en Malfoy, esperando alguno de sus típicos comentarios burlones, pero él no dijo nada. En vez de eso, levantó la cabeza y sus fríos ojos grises se encontraron con los de Harry.
– ¿Sabes lo qué es? – le preguntó Malfoy.
Que si sabía lo que era. ¿Qué clase de pregunta era esa?
– Una… una ¿serpiente? – contestó Harry algo inseguro.
– Vale… – musitó Malfoy volteando los ojos. Giró sobre sus talones y se dirigió al centro de la sala llevándose uno de los libros que había estado hojeando. Harry se quedó ahí parado haciéndose preguntas para las que no tenía respuesta, hasta que se dio cuenta de que Ron y Hermione estaban haciéndole señas desde la mesa donde estaban sentados. Seguramente lo habrían visto todo.
Dejó el grueso volumen en su sitio y se acercó a la mesa. En cuanto se hubo sentado, sus compañeros se inclinaron hacia él y empezaron a hablar en susurros.
– ¿Qué te ha dicho Malfoy? – preguntó Hermione.
– En realidad nada – respondió Harry sin muchas ganas. Estaba más pendiente de buscar a Malfoy entre la gente de la biblioteca. Le vio caminando hacia una de las mesas, todavía enfrascado en la lectura del libro.
– Pues por la cara que pusiste parecía que te acababas de tragar una babosa gigante.
Se giró al oír el último comentario de Ron. Sus dos amigos le miraban con caras preocupadas, así que Harry dejó escapar un suspiro y les contó lo que acababa de pasar.
– ¿Creéis que Malfoy sabe algo de…? – empezó a decir Hermione, pero se interrumpió al ver que sus compañeros no le prestaban atención. Los dos miraban atentos hacia el fondo de la sala. Siguió sus miradas y se encontró con una curiosa escena.
Malfoy parecía estar discutiendo algo con Zabini en voz baja. Los dos se veían tensos y algo irritados, y no paraban de lanzar miradas hacia la mesa donde se sentaban Harry, Ron y Hermione.
– Esos dos están hablando de nosotros – comentó Ron en un tono casi inaudible. Zabini pareció percatarse de la situación, porque en ese momento enganchó el brazo derecho de Malfoy y lo sacó casi a rastras de la biblioteca.
– ¡Vamos! – indicó Harry a sus amigos mientras se levantaba de la mesa. Ron no se hizo esperar. Se incorporó rápidamente y siguió a Harry muy de cerca. Hermione parecía más reticente. Dudó durante un momento, y luego se levantó también y aceleró el paso para ponerse a la altura de Harry y Ron.
– ¿Vais a seguirles? – preguntó Hermione casi en un susurro, intentando evitar las miradas curiosas que les dirigían los demás alumnos que estaban en la biblioteca –. Es una locura, Harry. ¿Y si nos descubren?
– Quiero saber qué están tramando – contestó él, bajando la voz todo lo posible –. Si tenemos cuidado no se darán cuenta.
Harry abrió con suma precaución la puerta de la biblioteca, intentando por todos los medios que no hiciera ningún ruido. Se asomó lentamente y miró a ambos lados del pasillo. No había nadie. Con un gesto, indicó a Ron y Hermione que no había peligro a la vista y los tres salieron de la biblioteca y avanzaron por el corredor silenciosamente. Oyeron las voces al llegar a una esquina flanqueada por una gran estatua de piedra que debía de haber representado a una bruja, pero que ahora estaba rota y desgastada por el tiempo, de forma que apenas se distinguían sus rasgos y formas. La estatua daba entrada a un estrecho pasadizo bañado por las sombras, su única iluminación un par de antorchas colgadas de sus frías paredes de piedra.
Malfoy estaba apoyado en una de las paredes, cruzado de brazos y dejando reposar todo el peso de su cuerpo en ella. Zabini estaba delante de él, moviéndose de un lado a otro nervioso, hablando sin parar.
– … echo algo tan estúpido¿en qué estabas pensando? – decía con voz agitada, y lanzando miradas de rabia e incomprensión hacia su compañero. Le resultaba extremadamente difícil bajar la voz en esta situación, pero no quería llamar la atención de toda la escuela. Quizás no era el mejor lugar para discutir, pero normalmente a esas horas los pasillos estaban vacíos y nadie tenía por qué enterarse.
– No pasa nada, Blaise – contestó Draco con toda la calma que pudo –. Fue algo irresponsable por mi parte, lo reconozco, pero no creo que nadie se haya dado cuenta. Lo tengo todo controlado.
– ¡Y una mierda lo tienes controlado! – estalló Zabini. Hizo una pausa al darse cuenta de que había alzado demasiado la voz, y echó un vistazo a ambos extremos del corredor, asegurándose de que nadie lo había escuchado. Por suerte para Harry, Ron y Hermione, la estatua tras la que estaban ocultos era un perfecto escondite por su gran voluminosidad.
Zabini tomó aliento e intentó tranquilizarse antes de continuar.
– Escucha, Draco, yo… creo que deberías dejar este asunto. Creo que ni siquiera tenías que haber empezado, es peligroso. Deberías dejarlo antes de que sea demasiado tarde.
– El caso es que ya es demasiado tarde, Blaise – replicó Draco seriamente –. Estoy metido en ello hasta el cuello, quiera o no. No puedo cerrar los ojos y fingir que nada ha pasado.
– Pero puedes dejar que las cosas sigan su curso, no tienes por qué involucrarte más – le cortó Zabini tajantemente.
Malfoy dejó escapar un suspiro de resignación y dirigió la mirada hacia el fondo del corredor. Se quedó ahí meditabundo durante un momento, mientras Zabini seguía dando vueltas a un lado y otro tratando de poner en orden sus pensamientos y de paso enfriar los ánimos.
– ¿Qué vas a hacer si se descubre? – preguntó al cabo de un rato, su voz mucho más calmada ahora. Se giró levemente hacia su compañero, cruzando los brazos por delante del pecho y mostrándole un rostro serio y perturbado –. ¿Qué vas a hacer cuando Potter se entere?
Harry casi dio un brinco cuando oyó a Zabini pronunciar su nombre. Intercambió una mirada con Ron y Hermione y pudo ver en sus rostros que ellos también se habían sorprendido. Ahora sí que estaba claro que habían estado hablando de ellos en la biblioteca. Harry apretó sus manos contra la estatua y agudizó más el oído, intentando no perderse ni una sola palabra, mientras escrudiñaba el interior del pasillo entre los escasos huecos que dejaba entrever la estatua.
– No… no lo sé – contestó Draco reticente. Seguía apoyado en la pared, evitando el contacto visual, como si hablara más consigo mismo que con otra persona.
– Oh, vaya – Zabini dejó escapar un tono sarcástico, mostrando una sonrisa burlona de suficiencia –. Por un momento creí haberte oído decir que lo tenías todo controlado.
– Mira, Zabini – estalló Malfoy, exasperado –. Lo último que necesito en este momento son tus comentarios sarcásticos. Puedo manejar esto solo¿vale¡Así que deja de decirme lo que tengo que hacer, maldita sea!
El eco aún repetía las últimas palabras mientras se hacía el más absoluto silencio entre los dos. Los ojos grises de Draco brillaban aún con furia e irritación, oscurecidos por las sombras que las antorchas dibujaban en el corredor. Se miraron fijamente durante largo rato, hasta que por fin Blaise rompió el contacto.
– Lo siento – susurró con voz cansina –. Es sólo… estoy algo preocupado, eso es todo.
– Dejemos este asunto a un lado y volvamos a la sala común, anda. Aún tengo mucho trabajo que hacer. – dijo Draco tomando rumbo hacia el pasillo principal. Harry hizo una indicación a Ron y Hermione y se apresuraron a alejarse de la estatua haciendo el mínimo ruido posible. Entraron en una de las aulas vacías que daban al pasaje y se ocultaron allí hasta que los dos Slytherin se hubieron alejado lo suficiente.
– ¡Sabía que ese imbécil planeaba algo! – señaló Ron en cuanto estuvo seguro de que el pasillo estaba completamente vacío.
– Sí, el problema es que no sabemos qué planeaba – observó Harry malhumorado –. Quizá si hubiéramos llegado un poco antes nos habríamos enterado…
Ron asintió ligeramente. Mientras no supieran qué pretendía hacer Malfoy estaban igual que al principio. Salieron del aula en silencio y tomaron rumbo hacia la torre de Gryffindor, sin mediar una sola palabra en el camino. Por más veces que repetían la conversación en su mente no había forma de encontrarle sentido. Tendrían que investigar más.
Distraídos como estaban, llegaron casi sin darse cuenta al retrato que guardaba la entrada secreta de la sala de Gryffindor. La Señora Gorda del retrato les miró inquisitivamente:
– ¿Contraseña?
– ¿Eh? – susurró Harry despertando de su ensimismamiento para encontrarse con la mirada expectante de la figura del retrato. Apenas se disponía a decir la contraseña cuando el grito de Hermione le interrumpió.
– ¡El Anillo!
– ¿Qué? – preguntaron Harry y Ron al unísono.
– ¡El Anillo, Harry! – exclamó Hermione con una sonrisa casi triunfal, ante la mirada atónita de sus dos amigos –. ¿No os dais cuenta? En la biblioteca Malfoy te preguntó por el anillo, e inmediatamente después Zabini y él salieron de la sala y se pusieron a discutir. ¿Y si es él el que te lo mandó junto a la nota anónima? Puede que sea alguna trampa o alguna clase de maldición.
– ¿Quieres decir que lo que están tramando puede tener que ver con ese anillo? – preguntó Ron reticente.
Harry retiró la joya de su dedo y la observó detenidamente. Quizá lo que decía Hermione tenía sentido, aunque no podía evitar sentirse algo decepcionado. En realidad esperaba que lo que decía aquella nota fuera verdad. Desde el primer momento había sentido una punzada al verlo, como si realmente fuera algo muy importante.
– También es posible que sólo sea una coincidencia – apuntó Hermione al ver el rostro desencantado de Harry –. Sólo habría que examinarlo para comprobar que no tiene ningún hechizo, en ese caso podríamos descartarlo.
– ¿Tú puedes hacerlo? – preguntó Harry.
– No. Es mejor que lo vea alguien más experto. Quizás la profesora McGonagall…
– No, la profesora McGonagall no – la interrumpió Harry, lanzándole una dura mirada –. Empezará a hacernos preguntas sobre el anillo y cómo llegó a mis manos, y además tendremos que explicarle por qué creemos que podría ser peligroso… no es una buena idea. Prefiero mantener esto en secreto, al menos por ahora.
– Está bien, como quieras – resopló ella –. En ese caso, sólo hay una persona que puede ayudarnos. El profesor Lupin.
Harry sonrió. Esa sí era una buena idea. Aunque Lupin les hiciera preguntas, lo mantendría en secreto si se lo pedían.
– ¿Y bien? – les interrumpió la Señora Gorda, expectante –. ¿Vais a querer entrar o no?
– No. Antes tenemos algo que hacer – respondió Harry. Y los tres volvieron a bajar las escaleras de mármol, dirigiéndose hacia el despacho de Lupin.
»»»»»»»»»»»»
La mañana se despertó cálida y clara, una situación poco común a finales de septiembre. Era uno de esos pocos días que aún conservaban un efímero recuerdo de los días de verano, en los que los alumnos esperaban ansiosos el término de las clases del día para disfrutar del buen tiempo en el patio o a la orilla del lago. También era uno de esos días en los que Harry se despertaba más animado, influido por la buena temperatura. Muy pronto volverían los grises y fríos días de invierno, así que había que aprovechar estos escasos momentos que se les brindaban.
Mientras desayunaban con ganas, las lechuzas entraron en el Gran Comedor, llevando sus preciadas cargas a sus dueños. El ulular de las aves se mezcló con la charla animada de la sala, mientras dejaban cartas y paquetes sobre las mesas. Harry no esperaba ninguna carta, así que dedicaba estos momentos a observar el vuelo ondeante de las lechuzas sobre sus cabezas y las caras sonrientes de sus dueños cuando se posaban ante ellos.
Echó un vistazo a la mesa de Slytherin, encontrándose con que Malfoy tampoco había bajado a desayunar aquella mañana. Desde el día del incidente en la biblioteca, había seguido muy de cerca los movimientos de su rival, buscando en vano un signo que le pudiera indicar algo más sobre lo que éste tramaba contra él. Pero Malfoy había seguido comportándose como siempre, con la excepción de que ahora en vez de buscarles las cosquillas a él y a sus amigos, parecía más interesado en ignorarles totalmente. Lo único que había notado en todo este tiempo era que el slytherin tenía costumbre de faltar muy a menudo a las horas de comida en el Gran Comedor, algo de lo que no se había dado cuenta hasta el momento.
Cuando los platos estuvieron vacíos, salieron de la sala en dirección a las clases de la mañana. Los martes a primera hora tenían clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, así que procuraban no perder el tiempo para dirigirse al aula. Las clases de Lupin eran con diferencia de las más amenas en el sexto curso, al menos para Harry, ya que este año trataban con profundidad todo tipo de hechizos de ataque y defensa, algo que le interesaba de manera especial. Aunque de momento sólo habían trabajado con la teoría.
Aquella mañana el profesor Lupin les explicó hechizos destinados a despistar al adversario mediante juegos visuales e ilusiones ópticas, algo muy útil en un duelo de magos. Tras algunos intentos prácticos, la mitad de la clase se encontraba aturdida o mareada, pero con muchas ganas de aprender más sobre esos encantamientos. Harry se estaba reuniendo con Ron y Hermione a la salida para dirigirse a su siguiente clase, cuando Lupin le hizo una seña para que se acercara.
– ¿Quería algo, profesor? – preguntó Harry al llegar a la mesa al frente de la clase.
Como respuesta, Lupin se puso a buscar entre sus bolsillos y sacó de su interior un pequeño anillo de plata que tendió a su alumno.
– Aquí tienes – le dijo depositándolo en su mano –. Le he sometido a todos los hechizos conocidos y está limpio. No tenías de qué preocuparte.
– Gracias – contestó Harry con una gran sonrisa.
– ¿Puedo preguntarte algo? – inquirió Lupin con su mirada fija en él –. ¿A que se debe el interés por saber si tenía algún tipo de maldición¿Hay algún motivo en especial?
– Pues… – dudó Harry –. No exactamente… es solo que… ¡lo encontré! Y, claro, uno nunca sabe si fiarse hoy en día…
Lupin alzó las cejas, sorprendido ante la respuesta. Definitivamente a Harry no le parecía que hubiese creído su mentira. Evadió su mirada inquisitiva lo mejor que pudo y se apresuró a excusarse para salir lo antes posible del aula. Cuando ya se encontraba en la puerta, el profesor volvió a captar su atención.
– Harry – le llamó. El muchacho se detuvo en la puerta y mordiéndose el labio se giró de nuevo –. Si hubiera algo de lo que necesitases hablar… ya sabes dónde estoy.
Harry se limitó a asentir y salió de la sala, reuniéndose con sus amigos al otro lado del pasillo y dejando tras de sí el rostro preocupado de su profesor.
»»»»»»»»»»»»
Para Harry y Ron sólo había una cosa que resultara más insoportable que una clase de pociones con Snape: una clase doble de pociones con Snape. En aquella fría mazmorra parecía que los relojes se esforzaban por ir lo más lento posible. Mientras tomaban notas de las instrucciones que les dictaba su profesor, Ron intentaba ocultar lo mejor que podía los bostezos de aburrimiento, recibiendo algún codazo ocasional de Hermione, que le instaba a que prestara atención.
La poción que les tocaba realizar aquella mañana no era especialmente complicada, pero requería paciencia y atención. Un poco de corteza de Bérbero, raíz de Ruibardo, polvo de amatista y escarabajos troceados, todo ello para conseguir un Filtro del Tiempo, un líquido de color amarillo verdoso que servía para acelerar el proceso de crecimiento de las plantas.
Mientras Ron separaba y preparaba los ingredientes, Harry se ocupaba de controlar el caldero y echar cada sustancia a su debido tiempo. Repaso al menos diez veces las instrucciones paso a paso antes de cada movimiento; lo que menos falta le hacía era otra llamada de atención de Snape, seguida de la consecuente disminución de puntos para Gryffindor. Sin embargo, no era muy fácil centrarse mientras sentía esos fríos ojos posados sobre él, esperando el más mínimo paso en falso.
Para su tranquilidad, la clase terminó sin ningún contratiempo, y la poción presentada cumplía exactamente con lo solicitado. Al dejar la muestra en la mesa la cara de Snape mostraba un gesto de desprecio. Parecía disgustado por no haber podido hacérselo pasar mal en aquella ocasión. Harry le mantuvo la mirada durante unos segundos y de no haber apartado la vista para evitar una confrontación, habría podido ver el cambio en el rostro de Snape al pasar del desprecio a la sorpresa cuando observó el anillo de plata que llevaba en su mano derecha.
– ¡Potter! – Harry casi dio un brinco cuando oyó la voz grave de Snape pronunciando su nombre. ¿Y ahora qué había echo mal? –. ¿Qué es eso que llevas en la mano?
Oh, no. El anillo.
Snape se acercó a él a grandes zancadas y le cogió de la muñeca sin ningún miramiento para observar a fondo la pequeña joya.
– ¿De dónde lo has sacado¿Cómo ha llegado a tus manos¡Contesta! – ordenó Snape con un tono mucho más enfadado de lo habitual. Harry se quedó en blanco, sorprendido ante esta actitud.
– Yo se lo regalé.
Ambos se giraron para encontrar el rostro serio de Hermione, parada en frente de ellos.
– Se lo compré en una tienda de Holanda. – explicó resuelta Hermione –. Es un regalo de cumpleaños.
Snape no parecía estar muy convencido por la explicación, pero al menos soltó a Harry. Éste se frotó el brazo dolorido, mientras lanzaba una mirada inquieta a su amiga. La mayoría de los estudiantes habían salido ya del aula, y los pocos que quedaban rezagados observaban la escena con curiosidad. Genial. Dentro de poco lo sabría toda la escuela.
– No está permitido llevar joyas durante las clases, Potter – continúo Snape con frialdad –. De modo que tendré que pedirte que me entregues ese anillo.
– ¿Cómo? – dijo Harry sintiendo una rabia creciente en su interior.
– No hay ninguna norma en Hogwarts que estipule esa prohibición, profesor – aseveró Hermione. Snape le lanzó una de sus miradas punzantes.
– Me temo, señorita Granger, que soy yo y no usted quien decide qué normas deben seguir los estudiantes. Algunos metales pueden interferir en el resultado de las pociones que se experimentan aquí. El anillo le será devuelto al final del curso. Potter¿me hace el favor?
Si las miradas matasen, Snape habría caído fulminado en ese instante. Harry le tendió el anillo conteniendo como pudo la furia que sentía. No tenía ningún derecho a hacer eso. Snape le lanzó una sonrisa de suficiencia y Harry tuvo que aguantarse las ganas de gritarle lo que estaba pensando. Y quizás lo habría hecho, de no ser porque en ese instante Draco Malfoy se metió entre medias interrumpiendo la conversación.
– Profesor¿podría hablar un momento con usted? – preguntó sin siquiera prestar atención a Harry y los demás.
– Claro, Malfoy – le contestó Snape. Luego se giró de nuevo hacia el trío –. Ahora podéis iros.
Harry iba a protestar, pero Ron y Hermione le arrastraron hacia fuera. Estaba claro que no era cuestión de buscarse más problemas.
– ¡Cómo se ha atrevido! – gritó Harry una vez estuvieron fuera del aula –. ¡No puede ir por ahí inventándose normas sólo para fastidiarme¡No hay derecho!
– Shhh…. Harry, baja la voz – le pidió Hermione, tratando de tranquilizarle.
– ¡No me da la gana! Me da lo mismo que me oiga. Si Malfoy no nos hubiera interrumpido se lo hubiera dicho a la cara.
– No te aconsejo que le hables así a Snape – dijo Ron con cara de preocupación –. Puedes meterte aún en más problemas.
– ¡Es una cuestión de dignidad! – siguió Harry, bajando un poco la voz –. Además, necesito ese anillo para saber de qué va todo ese asunto de la leyenda. La nota decía que tuviera cuidado de no perderlo de vista.
– Pues no creo que te lo devuelva…
Harry se cruzó de brazos y siguió mirando hacia la puerta cerrada de la mazmorra de Pociones. No tenía ninguna intención de irse sin haber recuperado lo que era suyo.
– Esperaré – dijo al cabo de un rato –. Cuando salga Malfoy intentaré hablar con Snape y convencerle de que me lo devuelva. Y si no lo consigo… tal vez debería ir a hablar con Dumbledore.
– O también puedes ponerte tu capa de invisibilidad y entrar en el despacho de Snape – comentó Ron.
– Claro, seguro que cuando Snape vea que el anillo ha desaparecido no sospechará en absoluto de Harry ¿no? – señaló Hermione sarcásticamente.
En ese instante la puerta se abrió y todos se quedaron en silencio. El rostro pálido de Malfoy se encontró de frente con sus enemigos. Sin decir una palabra, cerró la puerta tras de sí y empezó a caminar lentamente en dirección a Harry, sin apartar un segundo su mirada enfurecida.
– Toma – dijo lanzando un objeto hacia Harry. Éste lo atrapo casi sin pensarlo. Abrió la mano para ver qué era lo que le había dado y un brillo familiar le sorprendió. Malfoy le había devuelto su anillo.
– Yo te lo envíe, Potter – continúo Malfoy con un áspero tono de voz mientras se alejaba por el corredor –. A ver si tienes más cuidado.
Harry ni siquiera se volteó. Se quedó allí, mirando el pequeño objeto, incapaz de asimilar las palabras que aún resonaban en su cabeza.
»»»»»»»»»»»»
Reviews:
Ann Magus: Muchas gracias por tu review, me alegra que te esté gustando la historia :). Este es mi primer fanfic, pero si que tengo algo de experiencia con relatos originales. Además de por diversión, lo estoy escribiendo por práctica, porque es bastante más difícil adaptarse a personajes que no son tuyos. Así que no te preocupes, que seguiré con ello hasta el final :). No sé si este capítulo te habrá aclarado algo o te habrá liado más, pero aún quedan muchas cosas por descubir, esto sólo es el principio. Ah, y soy chica (es que me he buscado un nick de lo más ambiguo... ). Gracias y un besote ;)
