Disclaimer: Esta historia está basada en personajes y situaciones creadas y pertenecientes a JK Rowling, Little Literacy Agency, Scholastic Bloomsbury, Arthur A.L. y Warner Bros., Inc.

NdA: Disculpad que me haya retrasado tanto en subir este capítulo. He estado de exámenes y no he tenido mucho tiempo para dedicarlo a la escritura. Pero intentaré no tardar tanto en las próximas entregas :).

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Capítulo 3: El secreto se desvela

Oscuridad.

La más absoluta negrura cubría cada milímetro de espacio que se alzaba alrededor. De nuevo notó la familiar sensación de estar suspendido en el vacío, sin poder apenas moverse. Supo de inmediato que estaba otra vez en ese lugar, no sabía dónde, no sabía cómo, pero sí lo que venía después. Esperó hasta escuchar el débil susurro de aquellas voces que se alzaban a través de las paredes invisibles que lo rodeaban.

Recordó entonces que las otras veces no había estado sólo. Sabía que había alguien más a su lado, aunque no pudiera verlo. Oía su respiración, lenta y quedada, a poca distancia de dónde se encontraba. Apenas si abrió la boca para decir algo a quien fuera su acompañante, cuando las voces llegaron altas y claras a sus oídos.

– ¿Dónde está? – bramó aquella voz aguda que provocaba escalofríos al oírla.

– N-no lo sé, señor – respondió en un murmullo la voz del otro.

– ¡No puede haberse esfumado en el aire sin más! – gritó fuerte, cortante. Se hizo un ominoso silencio, y continúo con voz más calmada –. Quien quiera que sea el responsable de esto, morirá por su osadía. Encontradla. Y esta vez no quiero errores.

Harry se despertó en la seguridad de su cama en Hogwarts. Trató de recuperar el aliento mientras volvían a su mente las palabras que acababa de oír y repasaba minuciosamente el sueño. Esta vez no sólo tuvo dolor de cabeza; la cicatriz le ardía, quemaba por dentro.

No se veía capaz de volver a dormirse inmediatamente, de modo que se levantó e intentó despejarse un poco. Aún era noche cerrada. El tiempo había empeorado notablemente y había estallado una buena tormenta. La lluvia empañaba el cristal de la ventana, cayendo ruidosamente y resbalando sobre el vidrio, y de vez en cuando estallaba algún rayo a lo lejos.

Harry se sentó junto a la ventana y observó cómo caía la fina lluvia mientras ponía en orden sus pensamientos. Había muchas cosas en que pensar, muchas decisiones que tomar.

Pasó más de hora y media antes de que el sueño le venciera otra vez, pero al menos no tuvo más pesadillas. Al levantarse a la mañana siguiente estaba mucho más tranquilo y descansado. Ninguno de sus compañeros se había percatado de lo ocurrido la noche antes y él prefirió que fuera así, sin preguntas enervantes ni gestos de preocupación.

Se reunió con el resto de sus compañeros para dirigirse al Gran Comedor. La mayoría de los alumnos ya estaban sentados en las mesas y las lechuzas habían empezado a repartir el correo. Tomaron asiento y empezaron a servirse el desayuno.

– He recibido una carta de Fred y George – informó Ginny sentándose al lado de Harry –. Dicen que les digamos cuándo vamos a ir a Hogsmeade.

– La primera excursión es dentro de dos semanas ¿no? – dijo Ron llevándose un trozo de tostada a la boca.

– Sí, el día 28 – confirmó Neville, que se había sentado a su lado – . Estoy deseando ir, me han dicho que en Honeydukes hay unos dulces nuevos.

– Pues mis hermanos han abierto una sucursal de su tienda de artículos de broma – empezó a contar Ginny a los otros –. Aún no sé dónde estará situada, les preguntaré en la próxima carta. Tenemos que ir a hacerles una visita.

La conversación se iba animando, pero Harry no prestaba demasiada atención. Seguía dándole vueltas al incidente del día anterior en clase de Pociones. Al final Hermione tenía razón -para variar-: Malfoy era quien se lo había enviado. Pero, ¿por qué? Lupin no había podido encontrar nada extraño en el anillo. ¿Sería posible que todo el asunto fuera una trampa¿O acaso lo que decía la nota iba en serio?

Tenía que aclarar las cosas y de sobra sabía cómo, aunque la idea no le hiciera la más mínima gracia. Exploró cuidadosamente la mesa de los Slytherin buscando a Malfoy. Tenía que encontrar una manera de hablar con él a solas. Pasó la mirada dos o tres veces a lo largo y ancho de la mesa, pero no encontró ni rastro del chico. Sí estaban Crabbe y Goyle, y también había visto a Parkinson y a Zabini, pero definitivamente Malfoy no había bajado a desayunar. Al menos no todavía.

– ¿…. verdad, Harry? – le llegó la voz de Ginny a su izquierda.

– ¿Eh¿Qué?

– ¿Te pasa algo? – le preguntó Ginny con gesto preocupado.

– Sí, has estado ausente todo el rato – comentó Ron –. ¿Qué pasa¿Te han hecho algo esos idiotas? – dijo mirando hacia atrás, donde se situaba la mesa de Slytherin.

– No – suspiró Harry –. No. Sólo estaba pensando.

– Eso es malo para la salud, amigo – intervino Seamus.

Harry se limitó a reír la broma y prestar más atención a su desayuno. Sus amigos seguían haciendo planes para su visita a Hogsmeade, pero su mente estaba bastante lejos, centrada en una pequeña caja de madera que guardaba en el bolsillo y su precioso contenido.

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Genial. Toda la situación era tremendamente irónica. Se había pasado cinco años haciendo todo lo posible por evitar encontrarse con Malfoy en los pasillos sin éxito alguno, y para un día que necesitaba verle no había ni rastro de él. Y para colmo ese día no tenía Pociones ni Cuidado de Criaturas Mágicas, las únicas clases que compartían con Slytherin.

Mientras se dirigían a la Torre de Astronomía, Ron observaba divertido cómo su compañero iba escrutando cada pasillo por el que pasaban mientras susurraba de vez en cuando "condenado insufrible" o "¿dónde demonios se habrá metido?". Cada vez le costaba más contener la risa.

– ¿Qué? – preguntó Harry malhumorado al ver el gesto de Ron.

– No, nada, nada – contestó Ron dejando escapar una risotada –. ¿Por qué no pruebas con el mapa del merodeador?

– Sí, no es mala idea… – asintió Harry –. Quizás pueda ir a buscarlo antes de…

Se paró en seco. Allí estaba, a escasos metros de distancia, saliendo de una de las aulas seguido por sus dos guardaespaldas. Era su oportunidad. Se acercó a grandes zancadas, con Ron siguiéndole de cerca, y se paró de frente a Malfoy, cortándole el camino.

– Tenemos que hablar – le dijo secamente.

Malfoy se quedó un poco sorprendido al principio, pero pronto se repuso y mostró una sonrisa de suficiencia.

– Claro, Potter. ¿Ya has pedido cita?

Crabbe y Goyle se echaron a reír. Harry decidió hacer acopio de paciencia e ignorar el comentario.

– Quiero hablar contigo. En privado. Ahora.

– No hay nada de lo que hablar, Potter – dijo fríamente, intentando esquivarle –. Apártate de mi camino.

– Al contrario, hay muchas cosas que necesitan explicación – siguió abordándole impasible –. Y más vale que empieces a darme respuestas o si no…

– Si no ¿qué? – Malfoy se irguió desafiante, flanqueado por sus compañeros, que parecían dispuestos para una buena pelea.

– Si no… – continúo Harry resuelto – quizás prefieras dárselas a Dumbledore directamente, porque creo que voy a ir a contarle esta historia. Seguro que la encuentra muy interesante.

Malfoy pareció pensárselo. Harry sabía que tenía ese punto a su favor: si Malfoy se había tomado tantas molestias para disimular su relación con el asunto, lo último que querría es que el director tuviera conocimiento de ello. Y la amenaza funcionó. El rubio ordenó a Crabbe y Goyle que fueran adelantándose. Éstos pusieron mala cara e hicieron ademán de protestar, pero acabaron obedeciendo.

– ¿No puedes esperar a otro momento? – preguntó Malfoy irritado cuando los otros dos se hubieron perdido de vista –. Ahora tengo clases de Aritmancia¿sabes?

– Vale, después de la clase entonces.

– Tengo Herbología.

– ¿Después de comer?

– Tengo que terminar la redacción de Pociones.

– ¿Y por la tarde? – continúo Harry con un malhumorado deje de voz.

– Prácticas de Quidditch.

– ¡Oh, venga ya! – saltó Harry exasperado –. ¿Es que no tienes ni un solo minuto libre en todo el maldito día?

– ¡Resulta que no todo gira alrededor de ti, cara rajada! – exclamó Malfoy en el mismo tono de voz –. Los demás tenemos una vida propia, para tu información.

Las palabras de Malfoy destilaban puro veneno. Harry sintió el calor de la ira creciente en su interior, luchando por emerger en cualquier momento. De buena gana habría golpeado a Malfoy en ese instante, pero el pasillo estaba demasiado concurrido para arriesgarse. Además, así no solucionaría las cosas.

– No me estás poniendo las cosas fáciles, Malfoy – gruñó, cruzando los brazos para evitar ceder a la tentación en último momento –. Si no piensas colaborar, tendré que volver a mi idea inicial de comentárselo a Dumbledore, cosa que se está convirtiendo en lo más razonable a cada minuto que pasa.

Permanecieron mirándose el uno al otro sin mediar palabra durante un momento. Harry pareció rendirse y respirando hondo se dispuso a darse la vuelta.

– Después de la cena – consintió Malfoy –. En la puerta del comedor. Tú y yo solos.

Pasó al lado de Harry, empujándole con el brazo en el proceso, apretando el paso hacia la clase de Aritmancia.

– No deberías ir tú sólo, Harry – dijo Ron a su lado –. No me fío ni un pelo de ese.

– Ya, ya lo sé. Pero no me queda otra si quiero aclarar este asunto – contestó Harry pensativo –. Tendremos que darnos prisa, ya llegamos tarde a clase.

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Durante el resto del día no pudo sacarse de la cabeza el encuentro que tendría con Malfoy al llegar la noche. Repaso mentalmente una y otra vez todas las preguntas que quería hacerle. No estaba dispuesto a olvidarse de algo y tener que volver a quedar otro día. Ron se pasó la tarde recordándole hechizos de ataque y defensa, según él "sólo por si acaso". A media tarde Harry ya empezaba a pensar que tal vez no había sido tan buena idea después de todo.

Antes de bajar a cenar se aseguró de llevar la caja con el anillo y la nota que había recibido al final del verano. Por un momento tuvo la tentación de coger también su capa de invisibilidad, por si a Filch se le ocurría pasar por allí, pero no hubiera sido fácil mantenerla oculta durante la cena, así que decidió arriesgarse.

Llegaron bastante pronto al Gran Comedor, la mitad de los asientos aún estaban vacíos al entrar. Sin embargo, las mesas ya estaban repletas de bandejas y fuentes llenas de comida. Empezaron a llenar sus platos mientras la gente iba llegando a la sala. Hermione llegó apenas unos minutos después, cargada con un par de libros que había cogido de la biblioteca.

– ¿Habéis terminado ya el ensayo sobre animagos para la clase de Transformaciones? – preguntó Hermione mientras se servía puré de patatas.

– No – respondieron Ron y Harry al unísono.

– He cogido un par de libros con bastante información al respecto. Podéis echarles un vistazo cuando vayamos a la sala común.

– Yo no puedo – le recordó Harry.

– Ah, es verdad – comentó Hermione –. Vas a hablar con él ahora¿no?

– Sí, cuando terminemos de cenar.

– Ten mucho cuidado, Harry – advirtió Hermione –. No sabemos qué es lo que trama, no te fíes de él.

– No te preocupes, Ron ya me lo ha estado recordando toda la tarde – dijo Harry intentando mantener la sonrisa.

– Pues no ha venido todavía – apuntó Ron con su mirada fija en la mesa de Slytherin –. Y los del equipo de Quidditch ya están aquí.

– Igual viene más tarde – comentó Hermione sin darle importancia.

Pero no vino. Prácticamente habían terminado de cenar y la gente empezaba a marcharse a sus salas comunes y Malfoy todavía no había llegado. A Harry se le habían quitado ya las ganas de comer y tenía medio plato lleno de sobras a las que trituraba continuamente con el tenedor. Estaba de muy mal humor.

– Tío, creo que esa salchicha ya esta bastante machacada – señaló Ron.

– Le voy a matar – aseguró Harry sin dejar de mirar fijamente al frente.

– Eso no me lo pierdo – dijo Ron con una sonrisa de oreja a oreja.

– Harry, déjalo. Está claro que no va a venir – dijo Hermione poniendo su mano sobre la de Harry intentando tranquilizarlo –. Mejor vayamos a la torre.

Harry exhaló un suspiro y soltó el tenedor. Los tres se levantaron, dirigiéndose hacia la puerta del Gran Comedor.

– No pienso dejarlo así – comentó al cabo de un rato –. Voy a coger mi capa de invisibilidad y voy a ir a buscarle a su sala común. Quizás si me siento con ganas le deje explicarse antes de convertirle en una babosa.

– Creo que no va hacer falta, Harry… – susurró Hermione al llegar a la puerta. Malfoy estaba apoyado en la pared de enfrente, parecía que llevaba un buen rato esperando. Cuando les vio aparecer levantó la cabeza y les miró con total indiferencia. Se alejó de la pared y empezó a caminar hacia el pasillo de la izquierda.

– Os veré luego – dijo Harry, apretando el paso hacia el pasillo. Pudo ver que Malfoy se metía en una de las aulas y le siguió hasta allí. Era una clase pequeña en la que nunca había estado, pero que parecía estar en uso. La débil luz de la luna se filtraba entre los ventanales bañando la estancia en una azulada bruma fantasmal.

Con un hechizo encendió algunas de las velas que había en la estancia. No se sentía cómodo con tanta oscuridad. Cerró la puerta tras de sí y se dirigió hacia la mesa del profesor, donde Malfoy ya hacía rato que se había apoyado, esperando por él. Durante un rato ninguno dijo nada. Harry no sabía exactamente cómo empezar la conversación, se encontraba intranquilo y aún bastante enfadado y el hecho de que Malfoy estuviera tan indiferentemente pasivo, no le ayudaba en absoluto.

– Creí que no ibas a venir – soltó al fin, después de un rato –. ¿Qué pasa contigo, estás a dieta o algo así? No haces más que faltar a las horas de comida…

Malfoy alzó las cejas sorprendido.

– Primero – contestó de mala gana –: eso no es de tu maldita incumbencia. Segundo: no creo que hayamos venido aquí a estas horas para hablar de mis hábitos alimenticios.

Silencio de nuevo.

– ¿Y bien? – apremió Malfoy.

– Y bien¿qué?

– Y bien… ¿qué demonios quieres?

Una explicación es lo que quiero – expuso Harry bastante irritado –. Quiero saber por qué me has enviado esto – sacó el anillo de uno de sus bolsillos, sosteniéndolo delante de él –, y quiero saber qué significa.

– ¿Cómo, aún no lo sabes? – repuso Malfoy dirigiéndole una mirada incisiva mientras sus labios se curvaban en esa sonrisa burlona que a Harry le sacaba tanto de quicio –. Supuse que teniendo a esa sangre sucia y a Weasley de tu lado no te sería muy difícil descubrirlo. Pero ya veo que supuse demasiado.

– No vuelvas a llamar así a Hermione – le amenazó Harry. Su mano derecha apretaba con fuerza la varita en su bolsillo, preparado para sacarla en cualquier momento –. ¿Qué es este anillo: un bloqueador de hechizos, alguna especie de maldición…¿O es un traslador preparado para llevarme ante Voldemort en un momento determinado? – vio como Malfoy se encogía al pronunciar aquél nombre, y continúo, más resuelto –. De lo que estoy seguro es de que no puede ser nada bueno, viniendo de ti.

– Por favor, Potter. Estás paranoico.

– Creo que tengo bastantes motivos para estarlo –observó Harry –. Y creo recordar que nuestra última conversación fue acerca de lo mucho que me arrepentiría por haber mandado a tu padre a Azkaban.

La mirada de Draco se endureció al oír aquellas palabras. Con un movimiento brusco se alejó de la mesa y Harry apretó con más fuerza la varita. Se paró a un par de pasos de distancia de él, irguiéndose visiblemente molesto.

– Y te arrepentirás… – dijo en un susurro –. Ya buscaré el modo de hacértelo pagar. Pero esto no tiene nada que ver.

Se alejó con lentitud, todavía mirando fijamente a su rival. Harry siguió sus pasos con la vista y se relajó al ver que Malfoy apoyaba su cuerpo contra la pared, muy cerca de una de las ventanas.

– No soy de los que dan enormes rodeos para vengarse, Potter – prosiguió con una mueca de desprecio –. Soy más partidario de los métodos directos y preferiblemente dolorosos. Así que cuando decida que es el momento adecuado, te darás cuenta enseguida de ello.

– Bien, ilumíname entonces – sugirió Harry, desafiante –. Si no se trata de una venganza¿por qué me has enviado un anillo de plata junto a una nota anónima? Porque si se trata de un regalo he de reconocer que estoy realmente sorprendido.

Draco prefirió ignorar la nota sarcástica en el tono de voz de Harry.

– ¿Te molestaste en leer la nota? – preguntó entrecerrando los ojos –. Porque no recuerdo haber escrito "feliz cumpleaños" ni nada parecido…

– De hecho, sólo decía incoherencias sobre Hogwarts y una leyenda – apremió Harry –. ¿Por qué me enviaste una nota anónima, para empezar?

– Oooh, claro, debí firmar con mi nombre, tonto de mí – repuso Draco mordaz –. Seguro que si hubieras visto mi nombre te hubieras sentido mucho más tranquilo y habrías aceptado el anillo sin miramientos.

– Lo habría destrozado ahí mismo – aseguró Harry.

Por eso no firme la nota – contestó Draco sacudiendo la cabeza y mirando hacia otro lado –. Borré todas mis huellas para que no pudieras saber quién te la había enviado. Imaginé que con tu complejo de héroe y con la manía que tenéis los Gryffindor a meter vuestras narices en todo, te pondrías a investigar sobre la leyenda. Pero no solo no te has molestado en buscar información, sino que además casi te quitan el anillo. Buen trabajo, Potter.

– Sí que busqué información, Malfoy – resopló Harry –. Pero no encontré nada. Nadie sabía nada. No hay ni una remota pista sobre ninguna leyenda de Hogwarts que no sea la de la Cámara Secreta.

Una sombra de duda apareció en los ojos de Malfoy y se quedó pensativo un momento.

Supongamos que por un momento considero que no se trata de ninguna trampa y que lo que decías en la nota era verdad – repuso Harry acomodándose sobre una de las mesas del centro de la clase –. Cuéntame esa leyenda, ya que parece que tú eres el único que sabe algo acerca de ella.

Como única respuesta, Malfoy bajó la mirada y susurró algo inteligible.

– ¿Qué has dicho? – preguntó Harry calladamente –. No he entendido nada.

– Que no lo sé… – musitó Draco un poco más alto, aún evitando su mirada.

Harry parpadeó varias veces antes de asimilar la respuesta, para inmediatamente saltar de su asiento en dirección a Draco hecho una furia.

– ¡Cómo que no lo sabes!? Me mandas una nota hablando de esa leyenda, me echas en cara que no haya encontrado información ¿y ahora me dices que tú tampoco sabes nada? – gritó exasperado, su voz más amplificada por el eco de la habitación. Se quedó a escasos centímetros de Draco, con los puños cerrados y un gesto desafiante.

– Sí sé algo, es sólo que no estoy muy seguro – repuso Draco molesto –. Te lo mandé precisamente para que tú lo descubrieras, me imaginé que por lo menos Weasley habría oído algo sobre ello. Yo nunca llegué a oír la historia completa, sólo recuerdo una pequeña parte, pero nada concreto.

Harry resopló visiblemente tenso. Agarró a Malfoy por el brazo arrastrándole hacia el centro de la sala, donde le obligó a sentarse en una de las sillas. Cogió otra silla y la puso enfrente, sentándose en ella, de modo que sólo les separaba la mesa. Apoyó las manos en ella, fijando la mirada en su rival.

– Habla. Empieza a contarme lo que sepas.

– Veamos… – comenzó pausadamente, intentando encontrar la manera de ordenar sus pensamientos –. Cuando era pequeño mi madre me contaba historias sobre el mundo mágico. A veces eran relatos que no se sabía si eran o no ciertos, a veces eran leyendas que se pasaban de generación a generación… historias que casi todos los magos han oído alguna vez. Sobre Hogwarts me contaba muchas historias, y una de las que más me llamaban la atención era la de los Cuatro Sellos.

– ¿Es esa la leyenda? – le interrumpió Harry mostrando gran interés.

– Sí. No la recuerdo muy bien, pero básicamente decía que en la época de los fundadores de Hogwarts se había descubierto un tipo de magia muy poderoso, capaz de sobreponerse a cualquier otra magia existente. Pero al mismo tiempo suponía un grave peligro para el mundo mágico. De modo que se encerró esa magia en cuatro sellos, que se escondieron para evitar que el hechizo fuera abierto. Se decía que la única clave para encontrarlos era un anillo.

Draco hizo una pausa. Estaba intranquilo y molesto, ya que no se había planteado tener que explicar la historia a Harry. De haber sabido cómo estaba la situación tal vez no hubiera acudido esa noche a hablar con él. Pero ahora ya no podía echarse atrás; lo único que tenía que hacer era acabar cuanto antes y volver a su vida normal. Sintió la mirada punzante de Harry, instándole a seguir y respiró profundo.

– A mí me fascinaba aquella historia y siempre le pedía a mi madre que me la contara una y otra vez. Me veía tan interesado que un día me llevó a una sala que siempre estaba cerrada. Allí guardábamos objetos y reliquias, herencias y tesoros de la familia. Abrió un cajón que estaba cerrado con llave y de ahí sacó una cajita de madera cubierta de polvo. En su interior había un anillo de plata con dos serpientes entrelazadas. Me dijo que se creía que aquél era el anillo del que hablaba la leyenda, que había pertenecido a Salazar Slytherin y había llegado a manos de la familia Malfoy hacía más de cinco siglos.

– De modo que el anillo era la clave para encontrar los sellos – dijo Harry, más bien para sí mismo –. Pero no tiene sentido… si eso fuera cierto¿por qué nadie ha intentado encontrarlos?

– Claro que lo han intentado, Potter – repuso Malfoy irritado –. Pero no sabían cómo hacerlo. No es que el anillo venga con instrucciones ni nada parecido… – continúo irónico, viendo cómo Harry volteaba sus ojos con exasperación –. Al cabo de un tiempo se empezó a dudar que los sellos hubieran existido siquiera, y todo quedó relegado a un cuento. Yo mismo pensaba que así era hasta este verano…

– Ya… – interrumpió Harry con un deje de burla –. Y vas y me mandas el anillo, así sin más, para que yo encuentre esos sellos ¿no? Y yo voy y me creo que no va con segundas intenciones.

– Me da exactamente igual que encuentres esos malditos sellos, por mí como si te los comes – exclamó enfurecido Draco –. Lo que quiero es que no pierdas de vista el anillo, y eso es exactamente lo que te pedía en la carta, pero parece que el concepto no acaba de entrar en tu maldita cabeza hueca.

– Oye, si alguien anda mal de la cabeza aquí eres tú, que vas mandando notitas anónimas con acertijos sobre leyendas y terribles cataclismos. No haces más que andarte por las ramas, Malfoy.

– Igual si cierras tu bocaza un rato y escuchas por una vez en tu vida, puedo terminar la historia. ¡Es imposible centrarse en el tema si me estás interrumpiendo cada cinco minutos!

Harry exhaló un profundo suspiro. Se echó hacia atrás, reposando su peso sobre el respaldo de la silla y se cruzó de brazos. Con un gesto de cabeza instó a Malfoy a continuar hablando. Ya que había llegado hasta este punto, no pensaba irse sin las respuestas a las preguntas que rondaban su cabeza desde el verano.

Cómo te iba diciendo… – continúo Malfoy con mala cara –. Yo también creía que la historia era sólo un cuento, pero por lo que pasó este verano, es posible que tenga algo de real. A mediados de Agosto vinieron a la mansión ciertos visitantes… compañeros de mi padre, ya les había visto en alguna ocasión.

Draco dudó un momento. Echaba miradas furtivas a su alrededor y desde hacía un rato Harry se había fijado en que no paraba de mover las manos, cambiándolas de posición continuamente. El juego de luces y sombras que la escasa llama de las antorchas dejaba caer sobre la sala no hacía más que acrecentar la tensión entre ellos.

– Les había enviado el Señor Tenebroso…

– ¿Voldemort? – preguntó Harry sorprendido. Draco cerró los ojos con fuerza.

– ¿Cuántos más Señores Tenebrosos conoces, Potter? – escupió Malfoy impaciente –. ¡Claro que él, quién sino! Mi madre les recibió. Me sorprendió verles allí de repente, así que intenté escuchar la conversación a escondidas. Estuvieron hablando en el vestíbulo sobre algo que andaban buscando. Sólo pude escuchar trozos sueltos de lo que estaban diciendo, pero alcancé a oír algo sobre la leyenda de los cuatro sellos. Parece ser que tenían motivos para creer que la leyenda era cierta, y Quien-tú-sabes andaba buscando el anillo. Mi madre les dijo que no sabía dónde podía estar, si es que todavía existía, que mi padre era el único que sabía del anillo. El caso es que, justo después de que se marcharan, mi madre subió a aquella habitación. La seguí. Abrió el cajón y allí seguía escondida la cajita que había visto de pequeño.

Draco hizo una pausa. Las últimas frases las había recitado atropelladamente, y su máscara fría de tranquilidad parecía haber desaparecido de su rostro. Tomando aliento, levantó la cabeza, y enfrentó su mirada con la de Harry.

– Pero lo que me sorprendió no fue la visita sorpresa – continúo en voz baja –, ni tampoco el hecho de que mi madre les hubiera mentido, sino que ella estaba… asustada. Mi madre tiene un carácter muy fuerte, no la había visto asustada ni una sola vez en toda mi vida, aún cuando ha tenido motivos para estarlo. Estuvo muy mal durante los siguientes días, se ponía nerviosa por cualquier cosa… creo que eso fue lo que me impulsó a actuar. Si encontraban el anillo y descubrían que había mentido, no quiero ni pensar qué habría pasado. Y si ella no quiso entregárselo, tuvo que tener muy buenos motivos.

Un intranquilo silencio volvió a llenar irremediablemente la sala. Harry seguía en la misma posición, apoyado sobre la silla y de brazos cruzados, con la mirada fija hacia delante, sin apenas parpadear. Malfoy le observaba molesto, esperando una reacción que parecía no llegar nunca.

– ¡Potter! – exclamó enfadado –. ¿Me has estado escuchando?

– Sí, claro que sí – contestó Harry aún aturdido –. Es sólo que… no sé qué me ha sorprendido más, si el hecho de que hicieras algo en contra de los planes de Voldemort o el ver que te preocupas de alguien que no eres tú.

Apretando los labios con fuerza, Draco se levantó violentamente de la silla y avanzó a grandes zancadas hacia la puerta de la habitación. Harry se sorprendió al principio por esta súbita reacción, pero enseguida se compuso. Con gran fluidez, se levantó dispuesto a alcanzarle.

– ¡Hey, Malfoy¿A dónde te crees que vas?

– ¡Se acabó! – repuso éste irritado girándose bruscamente hacia él –. Todo esto ha sido un error desde el principio, no entiendo cómo he podido ser tan estúpido como para enviarte el anillo. ¡Incluso ese viejo loco de Dumbledore hubiera sido una mejor opción!

–Bien, eso se puede arreglar – contestó Harry desafiante –. ¿Por qué no vamos ahora y se lo cuentas todo?

– Ni hablar – musitó Draco apoyándose sobre la puerta, cerrándole el paso –. Se enteraría toda la escuela y entonces sí que estaría metido en un buen lío.

– Si lo que me has contado es cierto no veo por qué tendrías que estar en un lío – comentó Harry mirándole de soslayo.

– Potter, sabes de sobra que muchos de los slytherin son hijos de mortífagos… ¿cómo crees que reaccionarán cuando se enteren? – siseó entrecerrando los ojos –. Podría contar los segundos que necesitarían para escribir a sus padres contándoselo, y entonces todo mi esfuerzo por proteger a mi madre no habría servido de nada. Por no decir que yo no llegaría vivo al próximo fin de semana…

Harry se quedó pensativo, analizando paso a paso la situación. Era demasiada información y al mismo tiempo no había nada concreto. Todavía no podía estar seguro de la sinceridad de Draco, pero tampoco podía hacer oídos sordos ahora que por fin sabía lo que pasaba.

– ¿Y qué vamos a hacer? – preguntó al fin.

Draco parpadeó sorprendido.

– ¿Cómo que "qué vamos a hacer"? – dijo recalcando las palabras –."Nosotros" no vamos a hacer nada, Potter. Esto es asunto tuyo, tú sabrás lo que quieres hacer.

– ¿Cómo que es asunto mío? – contestó Harry indignado –. ¡Eres tú quien me ha metido en esto, Malfoy! No voy a dejar que te escaquees sin más. Así que vete haciéndote a la idea de que vas a ayudarme a encontrar la solución.

– ¡Ni hablar, Potter! – repuso Malfoy sin dejar siquiera que terminara la frase –. Yo no quiero saber nada de este tema, te envié el anillo, te he contado lo que sé y hasta ahí me pienso involucrar.

– Pues tenías que haberlo pensado antes, porque ahora no vas a librarte. Además, eres el único que sabe algo, asi que vas a venir conmigo a buscar la información que necesitamos.

– Ni quiero ni puedo dejarme ver con un gryffindor, y mucho menos contigo, así que olvídalo. Coge ese anillo, ve con tu pandilla de amigos defensores de los muggles y haced el papel de héroes como siempre, y a mí dejadme al margen de todo esto.

Draco abrió bruscamente la puerta y, echando un vistazo rápido a ambos lados del pasillo, salió de la estancia apresurando el paso. La escasa luz de la luna que entraba por las ventanas dibujaba surcos entre las paredes y las losas que cubrían el suelo, dejando a su alrededor grandes masas negras envolviéndolo todo. Tan sólo las antorchas de la habitación en la que habían estado permanecían encendidas, y su luz no cubría más que unos escasos metros alrededor. Debía ser ya bastante tarde.

– Esto no va a quedar así, Malfoy – señaló Harry alzando un pozo la voz, desde el umbral de la puerta. Draco continúo caminando hacia el final del pasillo, sin prestarle ninguna atención, hasta que su silueta se perdió entre la oscuridad.

Harry exhaló un suspiro. Apagó las luces de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

– Me temo que esto va a ir para largo… – musitó para sí mismo encaminando sus pasos hacia la torre de Gryffindor.

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Reviews:

Shakia-Yavanna: Me alegra mucho que te esté gustando la historia :). Si que tengo intenciones de incluír algo de romance más adelante, creo que la historia quedaría más completa. Pero aún no estoy segura de qué parejas poner(se aceptan sugerencias ). De lo que sí estoy segura es de que no será slash, porque aunque es un género que me encanta, prefiero que esta historia sea para todos los publicos. Gracias por avisarme sobre los reviews anónimos, ni siquiera me había dado cuenta de que los tenía desactivados, aún estoy un poco verde :). Un saludo!

Zekhen-angel: Como acabo de comentar, ni siquiera sabía que tenía desactivados los reviews anónimos, así que muchas gracias por avisarme :). Espero que este capítulo pueda disipar algunas de tus dudas, aunque aún quedan muchísimas cosas en el aire y muchas sorpresas. Muchas gracias por tu comentario, un besote :)

Ann Magus: Siento haber tardado tanto con esta actualización, ya habrás perdido el hilo de la historia. En este capítulo ya empieza a haber algunas explicaciones, pero aún queda mucho por descubrir. Intentaré ser más rápida en las próximas actualizaciones para no haceros esperar tanto. Muchísimas gracias por tu apoyo, un beso :))

Lucyvier: Lo siento, sí que he tardado . En este capítulo Harry ya reacciona, aunque las cosas se están empezando a complicar un poco más. Gracias por leerlo y por tu review :))