Disclaimer: Esta historia está basada en personajes y situaciones creadas y pertenecientes a JK Rowling, Little Literacy Agency, Scholastic Bloomsbury, Arthur A.L. y Warner Bros., Inc.

NdA: Perdón de nuevo por el retraso. Me resulta un poco complicado encontrar tiempo para escribir entre los estudios y el trabajo, asi que seguramente en algunos capítulos tardaré más que en otros. Pero seguiré hasta el final, eso seguro :). El próximo capítulo está casi terminado, asi que no tardaré mucho en actualizar. Gracias por leer :).

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Capítulo 4: La leyenda de los sellos

Cualquiera que se asomara tras las altas montañas que rodeaban el lugar no sería capaz de ver más que las ruinas de un viejo castillo, desoladora imagen de piedra rememorando tiempos pasados. Ocultas tras un velo mágico se levantaban sus almenas, testigos pacientes del pasar de los años. Pero si por tus venas corría sangre mágica, la escena que se aparecería ante tus ojos sería muy diferente: un enorme castillo en todo su esplendor, tan pulido y perfecto como si ayer mismo hubieran colocado su última piedra.

Cuando las primeras luces del alba se colaban juguetonas entre sus vidrieras y sólo el eco del canto de los pájaros reverberaba en sus muros, parecía que habrían pasado mil años sin que una sola persona recorriera sus pasillos de fría piedra. Cada mañana la sensación de soledad cubría sus paredes, hasta que el retumbar de las campanas del reloj anunciaba la llegada del nuevo día. Entonces, poco a poco, un murmullo se levantaba alrededor. En sólo unos minutos aquellos mismos pasillos que parecían abandonados a su suerte se veían envueltos en un mar de ruidos y pisadas; los estudiantes iban de un lado a otro del castillo y la vida volvía poco a poco a asentarse en el lugar. Como si nunca hubiera estado vacío.

En la torre de Gryffindor, Ron y Hermione esperaban impacientemente por Harry, que se estaba entreteniendo mucho más de lo usual aquella mañana. Se había levantado bastante tarde, haciendo caso omiso a las continuas protestas de Ron, que temía perderse el desayuno.

En realidad ninguno había dormido mucho la noche anterior. Cuando Harry llegó a la torre, ya pasada la una de la mañana, sus amigos estaban esperándole en la sala común para que les contara cómo había ido todo. Estuvieron discutiendo largo tiempo sobre el asunto, y a pesar de que ni Ron ni Hermione creyeron una sola palabra de lo que Malfoy le había contado, consintieron en seguir buscando información al día siguiente. Cuando Harry y Ron se despidieron de Hermione en las escaleras y se dirigieron a su habitación, ya eran más de las tres de la mañana. A Ron no le costó mucho conciliar el sueño –en realidad tenía bastante facilidad para dormirse, fuera cual fuera la situación- pero Harry pasó mucho tiempo dándole vueltas a la cabeza. Estaba dispuesto a cumplir la amenaza que había hecho a Malfoy; él le había metido en este lío y no iba a dejar que se lavara las manos sin más. Antes de caer en profundo sueño ya había urdido un plan, y esa era la razón por la que ahora se rezagaba. El primer punto en su plan era llegar tarde al desayuno.

- ¡Harry¡O bajas ahora mismo o te dejamos aquí! –gritó Ron desde la sala común, desesperado por ir a desayunar. Harry decidió no hacerle esperar más; después de todo ya debía haber pasado tiempo suficiente.

El camino desde la torre al Gran Comedor fue bastante apresurado, con Ron a la cabeza. Sorteaba las escaleras, que no dejaban de cambiar de posición, e ignoraba los cuadros que saludaban a su alrededor, enfocando su mente nada más que en la comida que esperaba por él al llegar a su destino.

Cuando llegaron a las puertas encontraron el salón prácticamente lleno. La gente se agolpaba en las mesas y hacía ya un rato que las lechuzas habían repartido el correo. En la mesa de los profesores ya sólo quedaban dos o tres miembros, y algunos alumnos también habían dejado ya el lugar. Pero la gran mayoría estaba allí, y eso era lo que Harry quería.

- Adelantaos, yo tengo algo que hacer –susurró a Hermione mientras entraban. Ésta asintió y siguió caminando hacia la mesa de Gryffindor, en la que Ron ya se había abalanzado, cogiendo con ambas manos los contenidos de las fuentes que se ponían a su alcance.

Harry dirigió su mirada hacia la mesa de Slytherin, situada al lado opuesto de la sala. Aunque estaba más vacía que las otras, aún quedaban muchos alumnos en ella. Encontró a Malfoy sentado junto a Zabini y Parkinson, en el extremo más cercano a la puerta. Varios asientos a su alrededor estaban desocupados. La suerte parecía estar de su lado.

Avanzó con decisión hacia ellos, captando las miradas de los que se habían percatado de su acción. Con una sonrisa descarada en sus labios, se acercó a la mesa y tomando el asiento vacío que estaba justo enfrente de Malfoy, se sentó. Enseguida se escucharon voces de asombro y murmullos a su alrededor.

Draco no se había dado cuenta de lo que estaba pasando, hasta que oyó el torrente de susurros que se formaron en el salón. Cuando levantó la vista y encontró a su enemigo sentado justo enfrente, mirándole fijamente y con una sonrisa de satisfacción, se quedó completamente atónito. Parpadeo brevemente cuando Harry cogió una tostada y empezó a untarla en mermelada.

- Potter… -le dijo lentamente, casi en un susurro-. Estás en la mesa de Slytherin.

- Sí, ya me había dado cuenta –le contestó éste, sin cambiar un ápice su expresión.

- ¿Y qué haces aquí? –preguntó Draco entrecerrando los ojos.

- Desayunar, como todos –contestó Harry con un deje burlón en sus palabras.

Draco lo miró suspicaz, como intentando descubrir qué era lo que tramaba. Harry terminó de untar su tostada y le devolvió la mirada.

- ¿Sabes? –empezó a hablar, interrumpiendo a veces las palabras para tragar los trozos de tostada que se llevaba a la boca-. He estado pensando en lo que me dijiste ayer, en toda la conversación que tuvimos, ya sabes. Pero sobre todo en la última parte. ¿Me pasas la jarra de zumo?

Los ojos de Draco se abrieron en completa incredulidad. Para entonces toda la atención se dirigía a ellos. El salón se había quedado casi totalmente en silencio, y todos intentaban escuchar expectantes lo que estaban diciendo. Draco ojeó a su alrededor ansioso. Muchos Slytherin le clavaban los ojos, con mala cara; a su lado izquierdo, Pansy seguía mirando a Harry literalmente con la boca abierta.

- ¿De qué conversación está hablando? –musitó Zabini con el ceño fruncido.

- De ninguna, no hemos tenido ninguna conversación –contestó Draco modulando las palabras y lanzando una mirada asesina a Harry.

- ¿Ya no te acuerdas? –comentó Harry divertido-. Vaya, y yo que pensaba que podría hacerte cambiar de opinión.

- Es sobre pociones –se apresuró a excusarse Draco, notando de nuevo la mirada acusadora de sus compañeros-. Snape se ha empeñado en que ayude a Potter con un trabajo de pociones, ya que es una completa nulidad –continúo burlón, con una sonrisa despectiva-. Ya sabéis, el viejo loco amante de los muggles que tenemos como director no quiere que su chico dorado suspenda las asignaturas y ha debido presionar a Snape para que aceptara a darle clases particulares. Pero yo me he negado en rotundo, no soy la niñera de nadie.

- Como sea –comentó Harry volteando los ojos-. El caso es que hemos quedado esta tarde en la biblioteca y he pensado que quizá podrías acudir.

- Creo que dejé muy clara cuál era mi posición en este asunto, Potter. Arréglatelas tú solo.

- Vale, como quieras –contestó con una sonrisa angelical mientras se incorporaba para alcanzar la jarra de zumo. Se sirvió tranquilamente, observando con cuidado a su alrededor.- Me gusta la vista del comedor desde esta mesa, la verdad es que estar siempre en la mesa de Gryffindor es un poco monótono. Creo que me voy a pasar por aquí más veces. Seguro que no te importa¿verdad? Además, así podemos hablar más tranquilamente.

Draco se inclinó hacia delante y agarró a Harry del cuello de la camisa, arrastrándole hacia él, de modo que ambos quedaron a escasos centímetros de distancia.

- ¿A qué estás jugando, Potter? –preguntó irritado en voz baja-. Me vas a meter en serios problemas si continúas aquí. Lárgate de una vez y déjame en paz.

- Lo siento, Malfoy, pero ya te dije que tenías que haberlo pensado antes –señaló Harry-. No me voy a mover de aquí hasta que te comprometas a ayudarme. Y podría meterte en muchos más problemas, créeme.

-¿Me estás chantajeando? –preguntó Draco contrariado, con genuina sorpresa.

- Em… sí, eso es exactamente lo que estoy haciendo –aseguró Harry intensificando aún más la sonrisa irónica de sus labios. Draco se echó hacia atrás, con una sombra de duda en su rostro, rodeado de las miradas suspicaces de los otros Slytherin.

Los ojos de Harry brillaron con determinación.

- Bueno, me encantaría continuar nuestra apasionante conversación, pero ya casi es la hora de ir a clase. Ya me pasaré por aquí a la hora de la comida.

- ¡Está bien, está bien! –estalló Draco incómodo-. ¡Iré a esa estúpida reunión a ayudarte con ese estúpido trabajo! Ahora lárgate y no vuelvas por aquí.

Harry sonrió triunfal y se dispuso a abandonar la mesa. Recogió sus cosas y se inclinó hacia delante para dirigirle unas últimas palabras a Draco.

- A las seis y media en la biblioteca. No faltes.

Cuando se giró en dirección a la mesa de Gryffindor, la mayoría de los alumnos que aún quedaban en la sala seguían cuchicheando entre ellos y dirigiendo miradas furtivas a su paso. Sin duda este incidente sería el chisme de la escuela durante los próximos días. Cuando llegó ante sus amigos, éstos aún no daban crédito a lo que habían visto, así que se preparó para la lluvia de preguntas.

- Dime que no has hecho lo que creo que has hecho –dijo Hermione cuando se hubo sentado con ellos, con un gesto de súplica en su rostro. Cómo única contestación, Harry bajó la mirada. Hermione se llevó la mano a la cabeza y exhaló un profundo suspiro.

- ¿Qué? –preguntaron Ron y Ginny, casi al mismo tiempo-. ¿Qué es lo que ha hecho?

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A medida que se aproximaba el otoño, la luz del día se iba haciendo cada vez más escasa, y a media tarde ya casi había anochecido. A estas horas, la biblioteca se teñía del color dorado del atardecer, mezclado con la tenue luz de las velas, que ya habían empezado a encenderse. Los enormes ventanales brillaban inmensos, dibujando en el suelo la sombra alargada de las mesas y las estanterías.

Como la mayoría de los miércoles, era poca la gente que estaba en la sala. En realidad, la biblioteca era uno de los lugares menos frecuentados de Hogwarts, tranquilo y solitario. Sólo en época de exámenes se llenaba a rebosar, y entonces no había suficientes mesas ni libros en toda la sala para aguantar el aluvión de gentío que se podía preparar. No obstante, Harry prefirió escoger para sus propósitos la mesa más distanciada de todas, al final de la sala, semioculta entre algunos estantes. Aquella mesa casi siempre estaba vacía, y apenas sí se podía distinguir desde la mayoría de los ángulos de la gran habitación. Pero sobre todo, estaba lejos de los ojos curiosos de la señora Pince.

Harry se sentaba apoyando todo el peso de su espalda sobre el respaldo de la silla, jugando a tientas con su pluma en la mano mientras miraba hacia el libro que tenía abierto sobre la mesa, pero sin prestarle ninguna atención. A su lado, Hermione tomaba notas de un par de libros a la vez, de manera entusiasta, como si hubiera encontrado en ellos la respuesta a una pregunta importante. Ginny se lo tomaba más calmadamente, leyendo distraída un tomo grande y viejo de hojas arrugadas y apuntando ocasionalmente algún dato en los pergaminos que tenía a su lado. A su izquierda, Ron seguía en la misma posición que había estado durante el último cuarto de hora: de brazos cruzados y mirando de frente con el ceño fruncido.

- Ron¿cuánto tiempo piensas seguir enfadado? –preguntó Ginny a su hermano, mirándole de reojo. Hermione y Harry levantaron la vista al unísono. Como única respuesta, Ron afianzó aún más su mala cara.

- Vamos, por favor, Ron, no quiero pelear contigo por esto –comentó Harry con un largo suspiro, dejando la pluma sobre el libro.

- ¡Pues no haber invitado a esa serpiente a venir! –respondió Ron alzando la voz-. Eso no se le hace a un amigo, Harry. Sólo de pensar que voy a tener que pasar las próximas horas viéndole la jeta a ése….

- Ron, baja la voz, estás en una biblioteca –advirtió Hermione de mala gana.

- Ya te he explicado por qué –continúo Harry-. Es el único que sabe algo y además todo esto es culpa suya. Si queremos encontrar la solución no nos queda más remedio que aguantarle. A mí tampoco me hace ninguna gracia, pero quiero llegar al fondo de este asunto.

- Pues más le vale comportarse, porque sino no respondo –afirmó Ron enojado.

- En el caso de que se presente –añadió Ginny-, porque ya son casi las siete.

- Y otra cosa que no acabo de entender es qué demonios haces tú aquí –indicó Ron dirigiéndose a su hermana.

- Yo también quiero enterarme de qué va todo este asunto del anillo, no pienso quedarme al margen como siempre –contestó resuelta Ginny, con esa misma firmeza que Ron había visto cientos de veces a Fred y George-. Además, tenía que venir a la biblioteca de todas formas…

Ginny se interrumpió al oír el ruido de la gruesa puerta de la sala al abrirse. Harry se levantó a echar un vistazo, como cada vez que se oía ese mismo sonido desde que habían dado las seis y media, ya que desde el lugar donde estaban no podía verse la puerta de la biblioteca. Asomándose entre las estanterías, pudo ver a Malfoy en la entrada, ojeando alrededor cómo buscando algo. Esperó a que sus miradas se cruzaran para hacerle una seña y volver de nuevo a la seguridad de su rincón secreto.

- Ya ha venido –anunció a los demás, que esperaban expectantes.

- Genial –soltó Ron con un deje irónico, al tiempo que se cruzaba de brazos y volvía a fruncir el ceño.

Al poco, Malfoy apareció frente a ellos, cargado con un par de libros y algunos pergaminos bajo el brazo, y con la misma cara de pocos amigos de la que Ron estaba haciendo gala hasta ese momento. Sin pronunciar una palabra, se acercó al único lugar de la mesa que aún no estaba ocupado.

- Llegas tarde –observó Harry como única bienvenida. Draco dejó caer su cargamento de golpe sobre la mesa y se dirigió a él amenazadoramente.

- Nunca jamás en toda tu vida vuelvas a hacerme una escena como la de esta mañana –dijo entre dientes-. ¡Me ha costado horas convencerles de que era un trabajo de pociones! Y estaré de suerte si nadie le va con el cuento a Snape…

- Malfoy, no me interesa –le interrumpió Harry con desgana-. Como tú bien dices "eso es asunto tuyo".

Ron apenas pudo contener una carcajada, atrayendo al instante su atención. Draco le miró de soslayo.

- ¿Qué demonios hacen ellos aquí? –preguntó sin siquiera volver la vista- ¿Es que necesitas guardaespaldas?

- Mira quién fue a hablar… -musitó Ron divertido.

- Son mis amigos –replicó Harry con dureza-. Me han estado ayudando a descubrir todo este asunto y van a seguir haciéndolo; así que tanto si te gusta como si no, estamos todos juntos en esto.

- No se puede decir que te hayan ayudado mucho ¿no? – siseó maliciosamente Draco, con una sonrisa despectiva en sus labios-. Ni siquiera la sangre sucia ha sabido resolver el misterio.

Ron se levantó bruscamente y se lanzó hacia él, con el puño derecho apretado y dispuesto. Ya estaba casi encima de él cuando Hermione, que hasta el momento había permanecido callada, se levantó de golpe sobresaltándoles a todos.

- ¡Ya basta los dos! –interpuso alzando la voz lo suficiente como para captar su atención-. Ron, contrólate. Y tú Malfoy, si vuelves a comentar cualquier cosa ofensiva para nosotros me aseguraré de que los restos que queden de ti se puedan recoger con una cuchara.

Sorprendidos por su actitud, la hicieron caso en seguida. Todos se sentaron de inmediato a la mesa, mientras Hermione, aún en tensión, intentaba volver a su controlado estado habitual. Juntó los libros que tenía delante, los cuales habían quedado esparcidos por la mesa ante su repentino arrebato, sintiendo aún la mirada de sus compañeros fija en ella.

- Bueno – comenzó Draco al cabo de un rato-. Estoy seguro de que a ninguno de los aquí presentes le gustaría que me quedara demasiado tiempo, así que vamos al grano. ¿Qué queréis de mí?

- Ya te lo he dicho –contestó Harry volteando los ojos-. Quiero que nos ayudes a encontrar información sobre la leyenda de los cuatro sellos.

Draco le devolvió una mirada incrédula y observó de soslayo a los demás presentes, buscando en sus rostros alguna señal inequívoca de que no fuera esa la verdadera razón de su presencia aquella tarde. Pero no encontró nada más que caras largas y resentidas hacia él.

- ¿En serio? – preguntó reticente. Una suave sonrisa se curvó en sus labios, dejando paso a una carcajada apenas audible, mientras sacudía ligeramente la cabeza-. Típico de vosotros. Los gryffindors sois tan simples.

- ¿Y eso a qué viene ahora? –preguntó Harry molesto-. ¿Quieres decirme entonces para qué creías que quería que vinieses? No creo que pensaras que era por el placer de tu compañía…

- Pues creía que sería una especie de prueba –le contestó Draco, entonando las palabras como si éstas tuvieran un sentido lógico por sí mismas, como si fuera lo más obvio del mundo-. Pensé que me harías tomar veritaserum o que me pedirías alguna prueba de que lo que te conté fuera verdad. O incluso que me devolvieras el anillo convencido de que todo era una farsa. Pero lo que no me esperaba de ninguna manera –continúo divertido- es que te lo creyeras. ¡Por favor! Llevamos más de cinco años siendo enemigos… de repente te envío un anillo, te cuento una historia completamente inverosímil y ¿te lo crees sin más?

En ese momento Harry sintió que le empezaba a hervir la sangre. Sus ojos verdes se oscurecieron al oír las palabras de Draco, traspasándole como un cuchillo. Ron, enfrente de él, le miró con condescendencia y Harry le vio modular claramente un "te lo dije" en silencio.

- ¿Me estás insinuando –demandó casi rechinando los dientes y traspasándole con la mirada- que todo lo que me has contado era mentira?

- Sólo me atrevo a sugerir – replicó Draco muy seriamente- que tal vez no deberías ser tan confiado. Si hubiera sido al revés, yo te habría hecho tragar todas las botellas de veritaserum que encontrase en el despacho de Snape.

- Yo habría hecho lo mismo –aseguró Ginny convencida. Draco arqueó una ceja al oír su comentario.

- No has respondido a mi pregunta –insistió Harry endureciendo aún más su mirada, que reflejaba fuego ardiente-. ¿Me has estado mintiendo?

- No, no te he mentido –aseguró Draco con voz neutra-. De haberlo hecho no estaría aquí ahora. ¿Te crees que arriesgaría mi cuello viniendo aquí si pensaba que me ibas a poner a prueba?

- El hecho, Malfoy, es que aún teniendo mis dudas, había creído en tu historia. Pero ahora ya no sé qué pensar.

- Bien –comentó Draco calmadamente, levantándose de la mesa-. En ese caso, lo mejor es que busquéis por vuestra cuenta y ya me diréis si encontráis algo.

- Quieto ahí –ordenó Harry agarrándole de la manga y tirando bruscamente hacia abajo, obligándole a sentarse de nuevo-. De aquí no te mueves hasta nos pongamos todos de acuerdo.

- Harry –interrumpió Hermione-. Estamos perdiendo mucho tiempo. Si no nos ponemos a buscar ya, cerrarán la biblioteca.

- ¿Pero no vamos a hacer algo para asegurarnos de que dice la verdad? –preguntó Ron decepcionado.

- En realidad –explicó Hermione pausadamente- el veritaserum no funciona en todos los casos. Un mago con suficiente capacidad o que esté acostumbrado a estar bajo sus efectos puede librarse fácilmente de su influencia. Actúa de manera parecida al Imperius, pero de una forma mucho más leve y superficial, de modo que no es extremadamente difícil librarse de su influjo.

- O sea que no es un método fiable –concluyó Ginny.

- No, no lo es –continúo Hermione y añadió dirigiéndose a Draco-. Pocos métodos lo son. Y en este caso creo que la mejor manera de demostrarnos que dices la verdad es si encontramos la historia escrita en algún sitio. Muéstranos dónde buscar.

- Está bien –comenzó Draco después de una breve pausa-. ¿Qué tenéis hasta ahora?

- Nada –contestaron los otros al unísono, mientras Ron susurraba algo parecido a "ganas de tirarte por la ventana". Draco apartó entonces uno de los pergaminos que había traído y tomando un bote de tinta que Hermione tenía sobre la mesa y una pluma, comenzó a garabatear algo.

- ¿Dónde habéis mirado? –les preguntó.

- En todos los libros de leyendas que hemos encontrado –aclaró Harry-. En libros sobre hechizos en objetos, joyas mágicas, libros sobre maldiciones…

- Y también en todos los que hablaban de Hogwarts –terminó Hermione por él. Draco seguía escribiendo en su pergamino mientras escuchaba. Siguió un rato con la mirada puesta en el papel, pensativo, añadiendo algo de vez en cuando.

- Lo habéis enfocado mal –observó al cabo de un rato-. Sólo os habéis basado en lo que escribí en la nota, sin buscarle otro sentido. Yo contaba con que al menos los Weasley la conocerían, pero no teníais ni idea¿no? –preguntó dirigiéndose a Ron y Ginny, que negaron con la cabeza-. Blaise y Pansy tampoco la habían oído nunca, debe ser mucho menos conocida de lo que yo pensaba.

- ¿Se lo has contado a Parkinson y Zabini? – inquirió Harry con curiosidad-. Creí que habías dicho que no se podía enterar nadie de Slytherin.

- No se lo he contado –contestó Draco irritado-. Sólo les pregunté si conocían esa leyenda poniéndoles como excusa que era para subir nota en un trabajo, a raíz de nuestra conversación de ayer. ¿Podemos centrarnos en el tema, por favor?

Harry hizo un gesto de desaprobación y apartó la mirada, apoyando la barbilla sobre su mano izquierda. Por un momento estuvo a punto de decirle que había oído su conversación con Zabini la última vez que se encontraron en la biblioteca, pero decidió no hacerlo. Draco siguió mirando pensativo al pergamino que tenía delante, jugueteando con la pluma en su mano.

- Las leyendas son historias basadas en hechos reales, que han ido cambiando de boca en boca –reanudó levantando la vista-. Pero cuando estas leyendas se convierten en un mito y al buscar sus orígenes no se encuentra nada tangible¿a qué quedan reducidas?

- A un cuento –replicó Hermione con seguridad.

- Exactamente –aseguró Draco con una sonrisa. En seguida se levantó del asiento, cogiendo el pergamino en el que había estado escribiendo. Se giró hacia Ginny indicándole una de las estanterías, cercana a la ventana-. Weasley, en esa zona hay antologías de cuentos e historias infantiles. Busca en ellos cualquier indicación sobre sellos, anillos, el número cuatro y cualquier tipo de hechizo o encantamiento con grandes repercusiones.

Ginny asintió y se apresuró a buscar entre los libros indicados. Draco continúo su conversación, esta vez girándose hacia Hermione.

- Por lo que sé, hubo un tiempo en el que se tomó en serio la leyenda y mucha gente empezó a buscar los sellos. En ese caso, es posible que en algún libro de historia se comente sobre un movimiento masivo de magos en pos de un objeto mágico, igual que pasó con la Piedra Filosofal o el Santo Grial. Granger, tú te manejas bien con los libros de historia; encárgate tú de ellos.

Mientras Hermione se dirigía a la zona de libros de historia, Malfoy indicó a Harry y Ron que lo siguieran, caminando hacia el lado opuesto de la biblioteca. Comenzó a buscar entre los títulos que aparecían en los lomos de los libros, la mayoría de ellos raídos y desgastados por el tiempo, sacando alguno de vez en cuando y depositándolos en los brazos de sus compañeros sin mucho cuidado.

- "Compilación de Ciencias Ocultas", "El Libro Negro de los Talismanes" –leyó Harry en las portadas de los libros que Draco le había pasado-, "Conjuros de Magia Negra", ¿"Mil recetas de venenos y otros ungüentos"? Malfoy, esto son libros de artes oscuras.

- No me digas… -comentó Draco sarcásticamente-. Y yo pensando que eran libros de costura, vaya fallo por mi parte.

- Malfoy¿por qué estamos mirando en libros de artes oscuras?

- Porque, obviamente, el motivo de nuestra búsqueda pertenece a las artes oscuras –concluyó Draco, mirando duramente a Harry, el cual había alzado las cejas de forma inquisitiva-. ¡Oh, vamos! Es algo lógico. Cualquier objeto o hechizo que encierre un poder oculto, prohibido o de gran poder, pertenece a la magia negra.

- Pero ya hemos mirado en libros sobre maldiciones y no hemos encontrado nada –señaló Ron ojeando uno de los tomos que sostenía.

- No me digas… ¿en la sección de Defensa Contra las Artes Oscuras, por un casual? –dijo Draco, en un tono de burla. Por la expresión ofendida que cruzó en un segundo por el rostro de Ron, supo que había dado en el clavo. Depositó con fuerza otro libro sobre el tomo abierto que Ron estaba sosteniendo, haciendo que éste se balanceara-. Eso sólo son libros para principiantes. Si quieres respuestas, tienes que buscar en libros de ataque, no de defensa.

- Ya, y de eso tú entiendes un rato ¿no, Malfoy? –apuntó Ron con voz cortante.

- Por lo menos entiendo de algo, Weasley –replicó Draco arrastrando las palabras. Tomó un último libro de la estantería y empezó a caminar hacia la mesa, dejando a los otros dos tras de sí.

- Por lo menos yo no necesito las artes oscuras hasta para tener amigos –comentó Ron apresurando el paso para adelantarle. Harry volteó los ojos y les siguió.

- Por lo menos yo no tengo que vestir harapos toda mi vida –continúo Draco mirándole de soslayo por encima del libro.

- Por lo menos mi padre no está en la cárcel –añadió Ron cuando ambos llegaban a la mesa.

- Por lo menos…

En ese momento Harry depositó sobre la mesa los libros que había estado cargando, con tanta fuerza que el golpe retumbó en las paredes de la biblioteca, sobresaltando a Ron y Draco, y de paso al resto de los estudiantes que estaban en la sala. Al momento apareció la señora Pince de muy mal humor pidiendo explicaciones. Harry puso como excusa que había tropezado, y tras algunas disculpas y prometer que no volvería a ocurrir, consiguió librarse de ella. Tanto esfuerzo por evitar que se entrometiera, y al final había perdido los nervios por culpa de esos dos…

Ambos le miraban aún sorprendidos, sin decir una palabra. Devolviéndoles una mirada acusadora, se acercó a su asiento, recogiendo los libros que había dejado caer tan bruscamente.

- Por lo menos yo no estoy todo el tiempo llamando la atención…-concluyó Draco en voz baja al cabo de un rato. Ron intentó disimular una risotada ocultándose tras uno de los tomos que habían traído, sin mucho éxito.

- Perdón… -susurró Ron al recibir una mirada acusadora de Harry. Éste dejó escapar un profundo suspiro.

- Escucha, Malfoy –expuso Harry centrando su atención de nuevo-. Sé lo que estás intentando hacer. No, no me mires así, te he calado. Primero has tratado de hacerme enfadar a mí, y como no te ha funcionado, has empezado a picar a Ron para provocar una pelea.

- ¡Eh! –interrumpió Draco molesto-. Ha sido él el que ha empezado…

- ¡Cállate¡Me da igual quién haya empezado! Sé que todo esto no es más que otra de tus estúpidas estratagemas. Estás haciendo esto para que nos hartemos y así poderte librar. ¿Pero sabes qué? No va a funcionar. Así que podemos seguir así, haciéndonos la vida imposible los unos a los otros, o podemos hacer una tregua. Tú decides.

Durante un largo rato permanecieron mirándose el uno al otro, sin mediar palabra. Harry aún esperaba una respuesta, pero Draco parecía más interesado en mantenerle la mirada que en considerar siquiera su propuesta. A punto estaba de volver a repetir la cuestión cuando Ginny, que llevaba ya largo tiempo sentada en la mesa con ellos, simuló una tos forzada, tratando de captar su atención.

- Sí ya habéis terminado con vuestra actitud infantil de antagonismo, tal vez os interese saber que he encontrado algo.

Definitivamente, eso captó su atención. Los tres se acercaron a ella, formando un corro a su alrededor. Ginny les mostró una página decorada con grandes letras y colores llamativos. En ella se veían imágenes en movimiento de dragones y magos luchando entre ellos, o de hadas flotando sobre bosques cubiertos de todo tipo de flores. En tonos rojos y dorados aparecían enormes letras capitales al comienzo de cada capítulo del libro. Ginny indicó con el dedo el texto que estaba en el extremo inferior derecho de la página.

- Aquí: "Los Sellos de la Oscuridad" –dijo señalando un título de color dorado. En voz baja, comenzó a leer el texto a sus compañeros:

"Hace mucho, mucho tiempo, hubo un mago cuya ambición no tenía límites. Desde niño, había dedicado todo su tiempo al estudio de la magia, leyendo todos los libros que caían en sus manos y practicando sin descanso cualquier hechizo que le enseñaban. Sus maestros estaban encantados con él, pues no había alumno alguno que prestara más atención o interés a sus lecciones. Pero esas enseñanzas pronto se le quedaron pequeñas. Al paso de los años no hubo libro ni maestro en el mundo que pudiera enseñarle algo nuevo, y acostumbrado como estaba a tener siempre algo más que aprender, el mago se sintió frustrado y sin saber a qué dedicar su tiempo."

"Un día, paseando por un inmenso bosque cercano a su aldea, le sorprendió una tormenta. Como sabía todos los hechizos conocidos, pudo protegerse sin problemas, pero el paseo se le había estropeado, pues no podía parar la lluvia. Entonces se preguntó: "¿Por qué no podré controlar el tiempo?" y al no saber la respuesta a esta pregunta, buscó y buscó por todas partes, pero nadie sabía controlar el tiempo."

"Otro día, pensando sobre este tema bajo la sombra de un árbol, jugaba con una manzana entre sus manos. Distraído como estaba, no se dio cuenta de que un gnomo le observaba, y en un descuido, el gnomo le robó la manzana y salió corriendo. Pudo pararle, pero no lo hizo, pues sabía que no podría evitar que el gnomo, o alguna otra criatura, volvieran a robarle. Entonces se preguntó: "¿Por qué no podré controlar estas criaturas?" y al no saber la respuesta a esta pregunta, buscó y buscó por todas partes, pero nadie sabía controlar a las criaturas."

"Para alguien tan acostumbrado como él a tener todo controlado y a su servicio, esas dos limitaciones suponían un reto superior a cualquier otro, y pronto su curiosidad se convirtió en obsesión. Buscó durante días, meses y años una forma de magia que pudiera servirle para ese propósito, y cuando no pudo encontrarla, él mismo la creó."

"Pero el poder de esa magia era tan fuerte que apenas podía controlarlo. Por ello dividió el hechizo en cuatro partes, y cada una de ellas la encerró en una piedra. Cada una de estas piedras funcionaba por separado, actuando de diferente manera, pero sólo cuando estaban las cuatro juntas podía tener control absoluto."

"Comenzó a utilizar su nuevo poder, orgulloso de lo que había conseguido y de su dominio sobre el mundo que le rodeaba. Mas su magia hacía más mal que bien a su alrededor. Al aumentar los días calurosos y disminuir lluvias y nevadas, la tierra quedó árida y seca, escaseando el agua y los frutos de la tierra. Y las criaturas, al no actuar cómo siempre actuaban, no hicieron más que acrecentar los problemas de la gente. Reinó un caos absoluto en el reino entero."

"El mago se dio cuenta entonces del error que había cometido al tratar de controlar a la misma naturaleza. Desistió de su control y selló el poder de las piedras, dejando que el mundo siguiera su curso. Y ya nunca más trató de cambiarlo."

Ginny dejó de leer y de nuevo el silencio reinó a su alrededor.

- ¿Y bien? –preguntó a los chicos, que seguían mirando sobre su hombro.

- Sí, más o menos era así… -confirmó Draco pausadamente-… La versión que yo oí no era tan infantil, pero bueno.

- Al menos hemos encontrado algo –señaló Harry recostándose sobre la silla-. Ginny ¿podrías tomar nota del relato? Nos vendrá bien estudiarlo a fondo.

- Claro –asintió Ginny.

Tomó uno de los pergaminos y comenzó a escribir en él. Los chicos volvieron a retomar su búsqueda, echando un vistazo al montón de libros que habían acumulado. Salvo algún comentario suelto, permanecieron callados el resto de la tarde. Hermione aparecía de vez en cuando con algún libro, lo hojeaba lentamente y volvía a marcharse al cabo de un rato.

Poco a poco, la tarde fue palideciendo. Los alumnos iban dejando vacíos sus asientos y el silencio que normalmente reinaba en la biblioteca se hacía cada vez más pesado. Harry cerró de golpe el libro que tenía entre sus manos y se estiró. Estaba bastante cansado; toda la tarde leyendo aquellos vetustos volúmenes era algo a lo que no estaba acostumbrado. Se frotó los ojos. De buena gana se habría ido a la cama en ese mismo instante.

Mirando a su alrededor, comprobó que sus amigos también estaban en las mismas condiciones, excepto Hermione, que seguía con el mismo ánimo que al principio.

- Ya es casi la hora de cenar –comentó cansinamente-. Deberíamos dejarlo por hoy.

- Totalmente de acuerdo –afirmó Ron, apartando sus libros y levantándose de inmediato.

Mientras Ginny y Harry devolvían los libros a las estanterías, Hermione separó los pocos que habían servido de ayuda y los que aún no habían podido mirar.

- Servosignum –ordenó con su varita, dejando una señal mágica en cada uno de ellos, antes de depositarlos en sus estanterías-. Con esta marca los encontraremos fácilmente cuando los necesitemos.

Salvo una o dos personas, la biblioteca quedó vacía cuando cruzaron la puerta. Ya había anochecido y las antorchas iluminaban con tonos rojizos los pasillos del viejo castillo. Tomando el camino hacia la derecha, Ron se adelantó en dirección al Gran Comedor, donde seguramente ya había empezado la cena. Hermione y Ginny se quedaron más atrás, hablando entre ellas sobre lo que habían encontrado. Draco no se demoró un minuto; tomó el camino de la izquierda y aceleró el paso, sin siquiera decir una palabra.

- Malfoy –le llamó Harry al verle marchar-. Mañana misma hora, mismo sitio.

- Vete al infierno, Potter… -contestó cansinamente sin volverse siquiera. Al llegar al final del pasillo desapareció entre las sombras. Harry apretó el paso hacia sus compañeros, que le estaban esperando.

- Bueno, no ha ido del todo mal ¿no? –comentó Hermione al cabo de un rato-. No habéis acabado en la enfermería o castigados, por lo menos.

- Sí –continúo Ginny-. Tal vez las cosas no vayan a ir tan mal como pensábamos.

- Tal vez encuentre en esos libros de magia negra algún hechizo para desollar hurones… -replicó Ron con cara de fastidio.

- A eso llamo yo una actitud pacifista, Ron… -observó irónicamente Ginny-. ¿Tú qué opinas Harry?

- Que en cuanto pase todo esto pienso arrastrar a Malfoy hasta el Bosque Prohibido y dárselo como aperitivo a la acromántula de Hagrid.

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Reviews:

As Black: Gracias, me alegra que te guste :).

Ann Magus: Me alegra que te haya gustado ese capítulo porque no estaba muy segura de haber expresado bien las escenas. Espero que te gusten los siguientes, ya dentro de poco empieza la acción :). Gracias por seguir la historia :).

Audrey-ludlow: Muchas muchas gracias :). La verdad es que me preocupa bastante si doy muchos rodeos o no, asi que opiniones como la tuya me ayudan mucho a saber si estoy consiguiendo mi objetivo o no. Gracias por leer mi historia :).