Capítulo 4. De compras por el Callejón Diagon.

Llaman a la puerta

-Justo a tiempo.-Le oigo murmurar.

Rápidamente, antes de que pueda hacer nada, Dumbledore me apunta con su varita y un rayo naranja sale de ella y me golpea. Sin embargo, sólo noto como si se me resecase la boca y se me destaponasen los oídos.

El hombre sonríe desde el sillón donde está sentado al verme boquear como un pez fuera del agua.

- No te preocupes, no te pasará nada.

¿NADA? Acaba de lanzarme un hechizo o lo que quiera que haya sido eso, ¡¡¿y me dice que no me preocupe!

- Sí, es un simple hechizo traductor.

-¿Un hechizo traductor?

- Sí, para que puedas hablar y entender el inglés como si fueras nativa. ¿Qué te parece?

Ahhhh, sí, muy bien….¡¡¡¿¿Y NO SE LE HA OCURRIDO PREGUNTAR ANTES!

Me mira con cara de susto, e intento relajarme y valorar los pros. Tanteo mi cuerpo con cuidado… no, parece que estoy entera. Miro al hombre.

No sé, pero si es como él dice, va a ser guay, aunque no estoy muy segura de que esto vaya a funcionar, nadie ha aprendido un idioma en dos segundos, científicamente no es posible, aunque nuestra red neuronal es impresionante, y sólo utilizamos el 11 de nuestra capacidad cerebral, así que... Asiento con la cabeza.

Con un suspiro de alivio, el hombre se levanta y con pasitos cortos se acerca a la puerta y la abre. Su estatura y la túnica que lleva puesta me impiden ver de quien se trata. Cuchichea un momento, vuelve la cabeza y me echa una sospechosa mirada, de repente se aparta y...

-¡AHHHHHH!

La taza de té que tenía entre mis manos ha saltado por los aires y su contenido se ha derramado por el suelo mientras me llevo la mano al pecho en un intento de contener mi desbocado corazón, que parece que me va a dar un infarto.

La mujer que tengo delante y que parpadea perpleja tras unas gafas de culo de vaso, es una mezcla entre la niña del exorcista (por sus pelos, los tiene peor que yo, parece que ha metido los dedos en un enchufe), y Mary Poppins (por la ropa, ¡incluso lleva el paraguas!).

Es sumamente delgada, de su cuello largo y delgado cuelgan innumerables collares de cuentas, tiene las manos llenas de anillos y los brazos de pulseras, y sus grandes gafas aumentan varias veces el tamaño de sus ojos, dándole el aspecto de un insecto grande y brillante. Lleva un largo vestido con vuelo de color gris y las enaguas sobresalen por debajo, y con movimientos delicados se pone bien un chal de gasa con lentejuelas que lleva sobre los hombros. Parece que se ha escapado de un cuadro.

Nunca me ha gustado criticar a la gente, pero a esta mujer le recomendaría un buen estilista. ¡Que estamos en pleno siglo XXI!

-Pasa, por favor.- pide Dumbledore mientras trato de disimular recogiendo del suelo los trozos de la tacita.- Susana, déjalo.

Levanto la vista.

- Es que me he quemado y se me ha caido.

Que cuele, que cuele, que cuele, que cuele... ¿ha colado? Me temo que no, tal y como me mira el hombre, parece que no. Alarga el brazo y mueve la varita. En un instante, todo queda limpio, pero me mira como si fuera a regañarme. Sin embargo, parece que se lo piensa mejor y decide presentarnos.

- Pofesora Trelawney, esta es Susana Martínez. Susana, esta es la pofesora Trelawney, le enseñará Adivinación en Hogwarts.- me mira esperanzado.

-Encantada.- digo mientras le tiendo la mano. Ella me mira, no muy segura, y suavemente me aprieta la mano, sólo un roce, para apartarla rápidamente, mirarme a los ojos y murmurar:

- ¡Pobrecita!

¿Qué es lo que ocurre? No lo sé, pero Dumbledore la mira cabreado. Entonces reparo en cual es su especialidad. Adivinación. Supongo que se referirá al calculo de probabilidades de que un suceso ocurra. Es que yo aún no estoy muy puesta en esto del inglés, y puede que haya cometido un error traduciendo.

- No sabía que la Estadística tuviera nada de mágico.- Me arrepiento de lo que he dicho justo en el momento en el que me callo, porque la mujer me mira ofendida.

- La Adivinación es un arte, ¡¡¡¡ la más difícil de todas las artes mágicas! La Estadística no tiene nada que ver, ¡no necesitamos esos estúpidos números para nada! Hay que dejarse guiar por el ojo interior, es una sabiduría ancestral, un don reservado a muy pocos, y, perdona que te lo diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad a las resonancias del futuro.

Venga ya, y la Luna es un enorme queso manchego.

Lo siento, puedo hacer como que me creo lo de la magia, puedo hacer como que me creo lo de mi bisabuelo, e incluso puedo hacer como que me creo lo de la guerra (hasta que le encuentre una explicación medianamente científica a toda esta locura), pero esto ya no. Y menos aún cuando la señora parece que me está insultando. ¿Qué es eso del aura? ¿Y lo del "ojo interior"? ¿Y lo de "las resonancias del futuro"?

- ¿Sí? Entonces, ¿qué utilizan? ¿La bola de cristal?

-Prefiero los posos del té.

La mujer parece a punto de echarse a llorar. Además de gafe soy una bocazas. Propósito número 1: ser más amable con los demás. Vale, lo admito, soy una borde, pero es que me ha salido sin querer. Tenéis que comprenderme, a principios de verano yo sólo pensaba en pasarlo tranquilamente, darme un respiro, acababa de terminar la carrera... Y de repente, me encuentro metida en una historia que parece sacada de un libro. Que estas cosas no suceden en la realidad, hombre, que desde el encontronazo con el tío aquel todo parece ir de mal en peor.

La mirada de Dumbledore se dulcifica un poco. Creo que me ha vuelto a leer el pensamiento, cosa que habíamos quedado en que no me gustaba en absoluto, ¿no?

Aún así, y con una mirada de resentimiento hacia él, me apresuro a disculparme:

- Lo siento, es que todo esto es nuevo para mí, me encuentro perdida y...-¿Véis? Yo también puedo ser agradable (cuando quiero).

Trelawney me mira no muy convencida, pero asiente y me vuelve a dar la mano. Rápidamente, antes de que pueda evitarlo, coge mi palma y la pone boca arriba, y parece perderse por entre las líneas. Luego, me da unos golpecitos con el dedo en el dorso, niega con la cabeza y musita:

- Pobrecita. Su línea de la vida es extremadamente corta.

La miro cabreada. ¡La suya si que va a ser extremadamente corta, y a mí no me hace falta el "ojo interior" para saberlo! O sea, que yo intentando ser agradable y la petard ésta me dice que...

Dumbledore no puede evitar poner los ojos en blanco, aunque aprovecha para contarme:

- Susana, verás, es costumbre en Hogwarts que los alumnos de origen muggle y que no han tenido ningún contacto durante su vida con la magia tengan a un mago cualificado como tutor en su entrada al mundo mágico. Éste les ayudará en lo que necesiten, como, por ejemplo, a comprar los útiles del colegio, y resolverá todas las dudas que se les planteen.

Se calla y, tanto él como la mujer me miran sospechosamente, con una mezcla de ansiedad y esperanza.

No entiendo nada. Pero, espera un momento... no será lo que estoy pensando, ¿verdad? No, no puede ser, no puede ser ella...

- Susana, la profesora Trelawney será tu guía en tu entrada al mundo mágico. Ella se quedará contigo hasta el 1 de Septiembre.- Sentencia Dumbledore.

Miro al director.¿Este hombre pretende dejarme a solas con semejante pirada? No, ni en sueños. ¡Está como un cencerro! Pero cuando voy a replicar, el hombre decide hacer mutis por el foro.

- ¡Uy, no me había dado cuenta de lo tarde que es!- dice mirando un enorme reloj de bolsillo que ha sacado de entre los pliegues de su túnica.- He de irme, pasároslo bien. – Y sin saber cómo, de pronto ha desaparecido de delante nuestra.

Después de comer, bajo de la habitación y ahí está esa mujer esperándome. Me pide que la siga y salimos a un patio trasero. Un gato tomando el poco sol que dejan pasar las nubes, un cubo de basura lleno de desperdicios y tres paredes desnudas de ladrillo. No hay salida.

Juro que no es por incordiar, pero no puedo evitar preguntar:

- ¿Está segura de que es por aquí?

Trelawney saca su varita y me da unos golpecitos en la cabeza con ella.

- Abre tu mente, jovencita. Empieza a creer.

- ¿A creer?

- El que tú no puedas ver algunas cosas no significa que no estén ahí, ¿verdad? Al igual que en la Adivinación. Muchos se ríen de nosotros porque utilizamos la bola de cristal, los posos del té o la baraja de Tarot.- No puedo evitar sentir una punzada de culpabilidad al oír su suave y triste tono de voz.- Pero ellos no saben que algunos podemos ver cosas con las que ellos ni siquiera podrían soñar.

- Pero...

Me interrumpe.:

- Creí que eso había quedado demostrado con los átomos, los quarks...

- ¿Tiene nociones de Física?

- Estudié durante un año un curso por correspondencia de Estudios Muggles Avanzados.

Esta mujer es una caja de sorpresas. ¿Quién lo hubiera pensado?

-Bien, ehm, no sé si el profesor Dumbledore te lo habrá comentado, pero vas a entrar directamente en el último curso, - ¿Qué? Esto es cada vez peor. ¿Pero cómo..? - ...así que lo que nos queda de verano lo dedicaremos a hacer un repaso generalizado de todas las materias. Oh, no te preocupes.- se apresura a exclamar al ver mi cara de espanto.-Aunque no lo parezca, soy capaz de dar clases con las nociones básicas de todas las materias curriculares del colegio. Además, al ser mayor, tus poderes están más desarrollados, por lo que te será más fácil aprenderlas. Pero primero tenemos que ir a comprar los útiles de la lista.

-¿Qué lista?- consigo balbucir.

- La que acompañaba a la carta que recibiste en Junio.

¡Ah, sí, esa lista! Rebusco en mi bolso y saco la carta, y de ella la lista.

- Bien, ¿preparada?- Me mira sonriente. Asiento.

Con la varita en ristre, cuenta los ladrillos y golpea suavemente tres veces sobre uno de ellos. El ladrillo que ha tocado se estremece, se retuerce y aparece un agujero, que se hace cada vez más grande a medida que el resto de los ladrillos que estaban alrededor también se estremecen y se retuercen, apartándose para formar un pasaje abovedado, un paso que lleva a una calle empedrada con adoquines, que serpenteando se pierde de la vista.

- ¿Qué...?

- Esta es la entrada al Callejón Diagon, el mejor lugar para comprar los útiles de Hogwarts y cualquier tipo de objeto mágico de todo Londres.

Avanzo sin poder salir de mi asombro, y noto movimiento a mi espalda. Vuelvo la cabeza y puedo ver cómo la pared se vuelve a cerrar. ¿Cómo saldremos? Porque no estoy muy segura de que la mujer esta pueda abrirla de nuevo, diga lo que diga.

El Callejón Diagon es un lugar asombroso. Es una calle repleta de tiendas que venden todo tipo de cosas extrañas, y de la gente más variopinta que he visto en mi vida. Trelawney sonríe ausente, está en su salsa y la verdad es que no desentona en absoluto. La que desentona soy yo, con mi vestido de tirantes por la rodilla.

Todo lo que veo me asombra, ¡me encanta! Es como estar en un sueño increíble y fantástico, del que no deseo despertar.

- Primero iremos a Gringotts.- la mujer señala un edificio blanco como la nieve, que se alza sobre las pequeñas tiendas.

-¿Gringotts?

Me mira con cara rara.

-Gringotts es el banco de los magos.

-Pero si yo no tengo cuenta allí.

- No te hace falta tenerla, allí también cambian el dinero muggle por dinero mágico.

-¿Existe el dinero mágico?

-Sí, knuts, sickles y galeones. Las de oro son galeones, - explicó sacando algunas monedas de entre los pliegues de su túnica.- Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, ¿ves? Es muy fácil.- Sí, será fácil para ella, que está acostumbrada, pero para mí va a ser horrible. Todavía tengo un trauma por el cambio de moneda en España, que de pesetas pasamos a Euros y cuatro años después aún me cuesta el saber lo que valen las cosas..(N/A: 1€ 166.386 de las antiguas pesetillas. ¡Un lío! )- pero, de todas formas, tú si que tienes una cuenta allí, tu bisabuelo puso una a tu nombre cuando tú naciste. Dumbledore me dio la llave.

Bien, vale, pero recordemos que mi abuelo "murió" un año después de que yo naciera, y nadie me ha asegurado que siga vivo, así que no creo que haya mucho dinero, mágico o no. ¿Y cómo es que Dumbledore tiene la llave?

Nos dirigimos hacia él, y al llegar algo llama mi atención. Delante de unas enormes puertas de bronce pulido, hay un ser bajito, con un rostro moreno e inteligente, con una barba puntiaguda, con los dedos y los pies muy largos, vestido con un uniforme carmesí y dorado. Trelawney, al notar mi asombro, se apresura a explicarme que se trata de un gnomo, y que el banco de Gringotts está dirigido por los gnomos, y que gnomos son también sus trabajadores, pues son los únicos capaces de proteger debidamente el dinero de los magos.

Cuando entramos, nos saluda. Nos encontramos con otras puertas dobles, esta vez de plata con unas palabras grabadas encima de ellas.

Entra, desconocido, pero ten cuidado

Con lo que le espera al pecado de la codicia,

Porque aquéllos que cogen, pero no se lo han ganado,

Deberán pagar en cambio mucho más,

Así que si buscas por debajo de nuestro suelo

Un tesoro que nunca fue tuyo,

Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

De encontrar aquí algo más que un tesoro.

No puedo evitar un escalofrío. La verdad es que estos gnomos no se andan con chiquitas.

Pasamos por las puertas y llegamos a un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos están sentados en altos taburetes, detrás de un inmenso mostrador de madera, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre o examinando piedras preciosas a través de lentes de aumento. Las puertas de salida del vestíbulo son demasiado numerosas como para contarlas, y otros gnomos guían a la gente para entrar y salir.

Trelawney, sin embargo se encamina decidida hacia un gnomo desocupado.

- Buenos días. Hemos venido a sacar dinero de la caja de seguridad de la señorita Susana Martínez.

-¿Tienen la llave?

La mujer saca una cajita de madera y de ella la llave, y se la entrega al gnomo, al que se le iluminan los ojos al verla. La coge y la mete en lo que parece ser la cerradura de una cajita de plata, que se ilumina.

-Umm, una caja de máxima seguridad. ¿Es usted la señorita Susana Martínez?.- me pregunta

Asiento sin saber que es lo que pasa.

- Por favor, ponga la mano ahí.- Me señala una especie de balanza de plata, con una cerradura en la única pata que la sostiene. Poso la mano sobre ella mientras él mete la llave en la cerradura. Al instante, una luz azulada ilumina la balanza y el ser asiente con la cabeza.

- Muy bien, acompáñenme.- pide el ser mientras se baja de un salto del taburete.

Nos guía hacia una de las puertas de salida, y al traspasarla nos encontramos en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas, en el centro del cual, hay unos raíles en el suelo. ¿?

Se oye un sonido parecido al que hace el metro al entrar en la estación, sólo que mucho más bajito y por la derecha aparece un pequeño carro. Nos subimos y el gnomo mete la llave en un pequeño globo de cristal, que se ilumina y el carro arranca, mientras Trelawney cierra los ojos y se agarra fuertemente a los lados.

Al principio vamos despacio, pero luego aumenta la velocidad y entre los descensos y los giros parece que estamos en la montaña rusa. ¡Que guay! Hacía tiempo que no iba al parque de atracciones, y esto es un buen sustituto. El ser me mira contento, parece disfrutarlo tanto como yo. Ahora vamos en línea recta, parece que la diversión se acaba. Pongo cara de aburrimiento, y el gnomo al notarlo, me hace un gesto con el pulgar hacia abajo. Luego, extiende tres dedos y comienza la cuenta atrás: 3... 2... 1... ¡¡YUJUUUUUUUUUUU!

Cuando el carro finalmente se para, nos bajamos contentos, aunque tengo que ayudar a Trelawney que parece bastante mareada y a punto de vomitar. El gnomo la mira con una fría sonrisa mientras saca la llave del pequeño globo de cristal y nos acercamos a una pequeña puerta con extraños símbolos grabados en ella y en torno a la cerradura. La profesora no puede reprimir un escalofrío y se coloca el chal, tratando de abrigarse un poquito. Tengo que reconocer que el aire se ha vuelto muy frío, ya que me parece que hemos descendido a mucha profundidad. ¡Ey, el tener la carrera de Física me tiene que servir para algo, ¿no!

El gnomo mete la llave en la cerradura, pronuncia unas palabras en una lengua desconocida y la puerta se abre con un chirrido. Montones de relucientes monedas se apilan sin orden ni concierto en tambaleantes torres que se sostienen de milagro.

El gnomo me da un golpecito en el brazo para que reaccione, pues me he quedado embobada y me tiende una pequeña bolsita carmesí. Jamás había visto tanto dinero junto, y me cuesta creer que todo esto sea mío.

Trelawney, sin embargo, me quita la bolsita y se adentra en la cámara. La llena y vuelve a salir.

- Bien, creo que esto será suficiente. Podremos comprar los útiles, los libros, el uniforme del colegio y algo de ropa más decente. - Apostilla mientras me mira de arriba a abajo.- Y además te quedará dinero para usarlo durante el curso.

¡¡¡¿Cómo que algo de ropa más decente! Yo la mato, sujetadme, que juro que la mato. La que necesita algo de ropa nueva es ella, a ver si se moderniza.

Con gesto firme, asiente en dirección al gnomo y éste cierra la puerta. Nos volvemos a subir al carro y la diversión vuelve a empezar. ¡Me encanta!

Una vez fuera, Trelawney se sienta un momento en los escalones. No parece encontrarse muy bien, así que cojo un trozo de algo que parece ser un pergamino en el que pone "escobas a mitad de precio" y la abanico.

Cuando ha recuperado un poco el color, se levanta.

Bien, vamos, no podemos estarnos ahí paradas todo el día.

Me levanto con un bufido y la sigo. Creo que no nos vamos a llevar naaaada bien.

Camina con pequeños pero decididos pasitos hacia una tienda cuyo cartel reza: "Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones". Empuja la puerta y entra, conmigo pisándole los talones.

Una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva, se acerca.

-¿Qué desean?

-Buscamos algo de ropa para esta jovencita, y un uniforme de Hogwarts.- Agrega antes de que yo pueda decir nada.

Ah, sí, Dumbledore ya me avisó, ya está todo preparado.- ¿Pero es que este hombre sabe todo lo que voy a hacer? Previsor sí que es. Por lo menos, podré elegir lo que me gusta y lo que no, ¿o eso tampoco?

Sin darnos tiempo a decir nada más, se vuelve, pasa por detrás del mostrador, desaparece por un pasillo y vuelve casi al momento tirando con profesionalidad de un carro de esos de los que se usan en las tiendas para colgar la ropa, lleno de, evidentemente, ropa.

Multitud de colores y estilos adornan bellísimas túnicas de las más variadas telas. Y al final de todo, una túnica negra con un escudo, el emblema de Hogwarts. Ambas me animan a que pase al probador y no puedo negarme. Lo confieso: ¡¡Me encanta ir de tiendas! 

Sin saber cómo, me encuentro metida en el probador probándome una asombrosa cantidad de túnicas y capas de los más variados colores y estilos. Al principio pensé que sería como ir disfrazada, pero ahora ha empezado a gustarme. Me he dado cuenta de que este tipo de ropa es muy cómoda y algunas túnicas se ajustan mágicamente al cuerpo cuando te las pones, de forma que te evitas el tener que andar con hilo y aguja.

Madame Malkin me ha dicho que tengo que comprarme varias túnicas de gala, y la verdad es que son todas fantásticas. Pero he de decir que me he enamorado de una de ellas desde el primer momento en que la vi: es larga hasta los pies, de color vino, bordada formando intrincados dibujos, y se sujeta sobre un hombro, a la manera de las túnicas griegas, y lleva una capa a juego. Me miro en el espejo y veo como mi reflejo me sonríe mientras asiente con aprobación. Creo que me lo voy a pasar muy bien.

Cuando salimos, lo hago con un poco de timidez. Voy vestida con una túnica azul claro, con bordados plateados, liviana y muy fresquita. Miro a todos lados, esperando la primera carcajada que, sin embargo, no llega. La gente, ahora sí, pasa absolutamente de mí. ¡Genial! Ya no desentono.

Vamos cargadas como mulas con multitud de pesados paquetes, que Trelawney me hace dejar en el suelo mientras saca su varita. ¿Qué va a hacer?

Mientras pronuncia unas extrañas palabras apunta a los paquetes, que empiezan a encogerse ante mis asombrados ojos, hasta quedar del tamaño de un llavero. La mujer se agacha, los recoge uno a uno y los guarda en uno de sus bolsillos.

- Así pesan menos. No te preocupes, te enseñaré a hacerlo.- Me dice al ver mi cara de alucine. Sin decir nada, asiento y seguimos andando. La profesora me guía hacia una tienda estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, dice: "Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C." En el escaparate, a través de la capa de mugre y polvo que lo recubre, sólo se ve una varita sobre un cojín de gastado terciopelo púrpura.

Esto sí que es extraño. ¿No pretenderá Trelawney que…?

- Vamos, entra, no te quedes ahí parada, no tenemos todo el día para comprarte una varita.

¿Yo? ¿Voy a tener mi propia varita? Oísssss, ¡¡qué emoción!

Empujo la puerta con una mezcla de respeto y emoción y, para qué negarlo, con un pelín de repulsión por lo sucio que está el llavín. Trelawney hace una mueca de asco al tocar la puerta, y rápidamente se limpia en el chal. No, si ya decía yo que estaba sucio…

Una pequeña campanilla resuena en el fondo de la tienda. Es un lugar pequeño, opresivo, lleno de polvo y que huele a una mezcla entre madera y olor a cerrado. Enormes estanterías recubren las paredes desde el suelo hasta el techo, llenas de miles de largas y delgadas cajas de cartón .

-Buenos días.- Una agradable voz nos sobresaltó.

Un anciano estaba parado delante de una de las estanterías, mirándonos con sus grandes ojos.

- Buenos días.- Respondemos Trelawney y yo a coro.

-¡Profesora Trelawney! Un placer volver a verla, déjeme recordar, roble, veinte centímetros….

- Deseábamos comprar una varita para esta jovencita.- apuntó la profesora, cortándole en seco. Y luego la borde soy yo, para que veáis.

- Bien, bien, bien, veamos…- murmura el hombre sacando una cinta métrica de su bolsillo mientras le echa a la mujer una indefinida mirada.- ¿Con qué mano coges la varita?

Le miro dubitativa.

- Nunca he cogido una varita, ni siquiera sabía que era maga…

- Por supuesto, no tienes por qué preocuparte, dime la mano con la que escribes.

- Soy diestra.

- Verás…Tenemos que encontrar una varita que se adapte a ti .- Comenta mientras me hace extender el brazo y empieza a tomarme medidas del brazo, el codo la muñeca, la cabeza, mi altura…- Pero no basta con que a ti te guste, no es el mago quien elige a su varita, es la varita la que elige al mago.

De repente, se vuelve y empieza a sacar cajas de las estanterías, mientras la cinta métrica sigue midiéndome por sí sola. Intento agarrarla, pero se contonea como una serpiente. Finalmente, el hombre me mira y la cinta cae desmayada entre mis manos.

- Prueba esta, madera de roble y núcleo de pelo de unicornio. Cógela y agítala.

Lo hago y no puedo evitar sentirme como una estúpida al ver que nada sucede. El señor Ollivander me la quita y me entrega otra, y otra, y otra más, pero nada sucede.

Después de haber probado casi todas las varitas que hay en la tienda, estoy a punto de echarme a llorar. ¿Y si no hay ninguna varita? ¿Y si ninguna me "elige"? ¿Qué voy a hacer? No, si al final va a ser cierto que no soy maga, ni tengo poderes. ¿Y si todas estas personas están equivocadas? Me empiezo a encontrar mal, me duele el estómago.

De pronto, Ollivander se queda parado.

- Podría ser…- musita mientras me mira con semblante serio, antes de desaparecer por uno de los pasillos de las estanterías y volver con algo entre las manos.

Es una cajita de madera, bellamente tallada y con una extraña escritura. La abre y saca una bella y reluciente varita.

-Prueba con esta.

La cojo con cautela y de pronto noto un suave calor en los dedos, que se extiende por mi brazo y mi espalda como una especie de corriente eléctrica. La varita se ilumina y unas chispas salen de la punta.

Es raro, pero noto como si se estableciera una conexión entre nosotras ( yo y la varita), como una especie de reconocimiento, como si pareciera que me hubiera estado esperando, y como si yo hubiera sabido que este momento llegaría y que la varita estaría ahí. No sé cómo explicarlo, es muy extraño.

-No puedo creerlo.-musita.

-¿Qué ocurre?- Pregunta Trelawney.

-Esa varita… Lleva aquí más de 70 años, nunca le ha servido a nadie… En verdad eres alguien especial.- me dice.

-¿Por qué?

- Esa varita… fue la única que fabricó mi mujer antes de morir a manos de los mortífagos. Tardó varios años en fabricarla, ya que su madera de palisandro es muy difícil de conseguir, así como su núcleo de cabello de esfinge.

Con ademán rápido se la devuelvo.

- Debe de ser un recuerdo muy valioso para usted.

-Por favor, te ruego que la aceptes. Si esta varita te ha elegido, es porque estás destinada a hacer grandes cosas. Quédatela.- Me pide con una sonrisa.

Sin más acepto, mientras Trelawney paga el hombre me da la caja con la varita.

Y más feliz que unas pascuas, salgo a la calle, aunque durante el camino a la próxima tienda , la profesora me mira de manera rara. Prefiero no preguntar.

- Lo único que nos falta es una mascota.- Digo mientras compruebo la lista.

- Me olvidé de comentártelo, Dumbledore me dijo que él tiene a la mascota de tu bisabuelo, así que no te hará falta, te la dará cuando llegues a Hogwarts.

¿La mascota de mi bisabuelo? ¿Qué será? Trelawnay se niega a decirme nada, sólo que ya lo veré. No puedo aguantar la intriga, a ver si consigo sonsacarla cuando esté despistada.

Y sin más, volvemos al Caldero Chorreante. ¿Podremos pasar?.

¡¡¡HOLA! Siento el retraso, sé que fue mucho tiempo, pero entre la universidad, los trabajos y demás, casi no he tenido tiempo de escribir. Pero no os preocupéis, ¡que ya estoy de vuelta! (Aunque en pleno periodo de exámenes, pero bueno). A partir de ahora, intentaré actualizar más rápido.

A aquéllas que queréis saber de Snape, no os preocupéis, saldrá en el próximo capítulo.

Por cierto, muchas gracias a todas las que me habéis dejado un review:

Nagini: ¡Hola! Me alegro mucho de que te guste tanto la historia, espero que estos dos capítulos también te gusten. Por cierto, yo también soy española, madrileña para más señas. Bxitos.

Kawaii1: Uff! Me acabo de poner colorada al ver tu review ( y te aseguro que no es de tomar el sol ) Aquí tienes la continuación, espero que también te guste. Voy ahora mismo a leer tu fic, ok?

Willow Black: Siento haberte hecho esperar tanto, lo que no sabía era mi parecido con Voldy, por eso de los cruciatus... No sé, no sé, a este paso me voy a terminar volviendo al lado oscuro... Aunque claro, con alguien como Sev en él no estaría nada mal, no?

Bien, prometo no volver a haceros esperar tanto... ¿Ha colado? (Umm, no sé... ) Bexitos!

Galilea: Me alegro mucho de que te guste tanto la historia, pido mil perdones de rodillas por haberos hecho esperar tanto, pero es que con la carrera, los trabajos y demás no he tenido tiempo... Pero bueno, aquí tenéis DOS capítulos! ;)

Boni: Espero que estos dos capítulos también te gusten!

Así que ya sabéis, dudas, reclamaciones, howlers, tomatazos, sugerencias (que serán bien recibidas, por que a veces me quedo sin ideas), lo que queráis, a los reviews.

Por cierto, para quien quiera escribirme al mail: kitty5308arrobahotmailpuntocom.

Besitos,

LunaKittyLovegood.

Miembro de la Orden Siriusiana

Miembro de la Orden Severusiana