¡HOLA A TODOS! Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
¡MUCHAS GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras!
Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Principio 32 para ver y entender Manga: Nunca se tiene suficiente pelo.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 2: La Isla Grande
Una playa solitaria.
Frío. El otoño comenzaba a afianzarse en aquellas costas. Sin embargo en esas playas el frío era algo bastante normal. El Océano Pacífico rugía frente a ella, en absoluta contraposición a lo que su nombre aludía. ¿Pacífico? ¡Ja! No en aquel extremo del mundo, por el contrario, ahí se mostraba siempre bravo y corajudo. Las olas que se batían contra la playa tenían un vaivén fuerte, pero no peligroso, pese a que se veía al mar picado: blancas crestas de espuma decoraban la superficie.
Se acercaba un frente de mal tiempo. Seguro las autoridades pertinentes no tardarían mucho en cerrar los puertos.
Suspiró. Poco le importaba eso, pese a que podía quedar aislada al menos algunos días. Ese era el precio que tenía que pagar por vivir por su cuenta. Irónico, como si no le bastara vivir en una isla, se le había ocurrido vivir sola, sola como había estado desde la muerte de su querido abuelo, sola sin un alma que la acompañase, más que Bruno, viviendo sola en una casa situada en un terreno a media hora de la pequeña ciudad de Ancud, y que heredase de sus abuelos. No tenía muchos amigos.
Observó las olas que se estrellaban contra la arena y volvió a fijar su vista en el océano. Quietud. Sabía que el continente estaba por allí en algún lugar, pero no se veía… es que comenzaba a nublarse y el océano tornaba su color de azul oscuro a gris.
Suspiró profundo, algo más tranquila.
… Avanzó un par de metros hasta que las olas que se estrellaban contra la arena, mojaron sus pies y de paso también sus pantalones. Este gélido beso fue bienvenido, por lo que no hizo nada para evitar los lengüetazos de las aguas sobre su piel. No llevaba sus calcetines y el agua helada parecía que le despellejaba los dedos. Pero en esos momentos una extraña apatía le inundaba el alma a tal punto que parecía tenerla anestesiada a cualquier tipo de estímulo externo.
Su vista estaba perdida en las aguas, que miraba con fija melancolía. Se frotó los brazos y se limpió el rostro con las manos. Había estado llorando, llorando amargamente por una razón que ni ella misma entendía… o que sí lo hacía, pero se negaba a reconocer. Se sentía sola. Muy sola, desamparada y con una sensación de abandono que le presionaba el corazón… miraba el mar con un coqueteo tan extraño que resultaba preocupante…
Exhaló dolorosamente, no porque estuviera afligida de una dolencia física, sino por una del alma. Dejó caer los brazos y dos gruesos lagrimones cayeron por sus mejillas. Algunos de sus cabellos, que estaba atados precariamente en un tomate, revolotearon hacia atrás y hacia su rostro debido a la acción del viento, que ganaba más bríos a medida que se arrastraban los minutos. Su cabello era de un color peculiar: naranjo cenizo, en una extraña combinación de tonalidades. Algunas tenues pecas poblaban sus mejillas, y sus ojos, límpidos como dos cristales, eran grises… y estaban enrojecidos por las lágrimas. Se llevó la mano al pecho, como si quisiera sujetar su espíritu allí. Era alta, muy alta para la media, lo cual solía acomplejarla.
"No quiero que te pongas a jugar a Alfonsina Storni, Niña." Dijo una preocupada voz a sus espaldas. "Te sacaré del agua si lo intentas, sabes que lo haré. ¡OH SÍ! Sí lo haré." La chica apenas alzó las cejas en señal que se había percatado de la advertencia de la recién llegada.
"…"
"Anneke, no me gusta que me ignoren." La desfachatada chica puso un mohín taimado. "Tampoco me gustan las caras largas. ¡Has estado llorando otra vez!"
"…"
"¡Anneke!"
Las olas explotaron con fuerza en la playa ante la exclamación de la recién llegada, obedeciendo una orden misteriosa emanada de alguien más. Anneke suspiro y se limpió la cara con el revés de su mano. Suspiró y se dejó caer sobre la arena, sentándose sobre sus talones. Dejó caer su cabeza, como esperando un piadoso golpe final. Sentía que pesaba una tonelada.
"¿Qué hay de malo si he estado llorando? A nadie le importa…"
"No digas estupideces. ¡Claro que…!"
"… Pincoya… nadie me echaría de menos."
"¡Entonces Me Acabas de Cambiar el Nombre A Nadie!" La aludida se acercó a Anneke con las manos en la cintura. "No digas eso: yo si te echaría de menos… ¡Bruno También!" Aseguró decidida y preocupada. "Lo mismo tu Jefe, aunque no precisamente porque te guarde cariño."
"… Si ha de extrañar algo, eso serían sus ganancias." Resentida, Anneke se mordió una mejilla. "¡Negrero mal nacido! Si yo no cocino, nadie entraría a su restaurante… Bah. Como si me diera algún crédito…" Añadió con un resentido y dolido tono de reproche.
"¿No es eso un reconocimiento? Ya sabes… ¿que nadie entre si no es por ti?"
"… No estoy de ánimo, Pincoya… no quiero hablar."
Pincoya acentuó su mohín. Anneke estaba muy deprimida aquél día y realmente temía que la chica cometiera una locura. Bruno llegó junto a ellas y gimiendo, se echó junto a Anneke, lamiendo casualmente su mano. El perro de raza bóxer, que ya contaba con 9 años y tenía algunas canas en su hocico, estaba dolido de ver a su ama tan triste: se limitaba a esperar en silencioso apoyo cualquiera de sus movimientos, haciéndole entender con sublimes gestos que estaba allí por cualquier cosa que pudiera necesitar. Me saco el sombrero por la filosofía canina.
"¿Con qué ánimo estás?" Insistió Pincoya. "Si no te conociera, diría que estás por meterte al agua para no salir: llevas pantalones. Tú nousas pantalones." Anneke levantó la mirada. Su amiga tenía razón, ella prefería usar vestidos y faldas largas, holgadas y que no la apretaran mucho. Adoraba aquellas prendas de vestir… pero ese día estaba usando unos cómodos pantalones de gimnasia.
"Estoy esperando."
"¿Esperando qué?" Pincoya ese día estaba muy preguntona. ¡Ah! Eso sí que era difícil de explicar. Anneke se encogió de hombros: si bien hacía horas que observaba el mar, no pensaba hacer nada reprobable, por mucho que pareciera eso. Tan solo esperaba… ¿Qué? No sabía.
"No lo sé… sé que debo estar aquí."
"Pero no te vayas a meter al agua a lo Alfonsina Storni."
"…"
Anneke suspiró y prefirió no responder las preguntas de su amiga. Acarició la cabeza de su anciano perro y siguió con la vista fija en el agua. Desde hacía dos días que tenía unos sueños algo extraños, que la habían impulsado a ocupar esa posición ese día y hacerle guardia al mar, como esperando alguna cosa. Sabía que tenía que estar allí, en la playa. Era lo único que la había sacado de casa, pues si hubiera dependido de ella, de la cama no sale.
Es que Anneke era una mujer MUY especial… el hecho de que estuviera hablando con su peculiar amiga lo probaba… porque la Pincoya no era un ser humano, aunque en su momento lo hubiera sido. Esta amiga suya era un ser mágico, una de tantos que poblaban la Isla Grande de Chiloé, en el sur de Chile, y que para ojos más escépticos no eran más que mitos y cuentos para atraer turistas, ávidos por este tipo de relatos. Pero para algunas cuantas personas, estos seres eran muy reales, y se les veía a diario. Tan normal era esto, que Anneke no lo consideraba anormal. Ella misma era extraña… era una psíquica sin entrenar, pues aunque sabía que tenía tan extraño don, nunca lo había potenciado en forma sistemática.
¡Un don! Un don y su maldición. Por esta condición innata en ella, Anneke era vista como un bicho raro que veía cosas, más digna de estar en la casa de Orates que suelta por ahí. O al menos eso creía, pues casi nadie sabía de su habilidad. Nunca hacía gala de nada, ni se andaba pavoneando. Anneke prefería ser invisible, y no causar mucho conflicto. No congeniaba mucho con el resto de las personas… o el resto no la tragaba. Es que tenía la muy mala costumbre de ser directa, carente de tacto y con la odiosa costumbre de decir la verdad a toda hora y sin matizarla, cosa para la cual se declaraba incompetente. Tenía un olfato agudísimo para las mentiras, las cuáles la ponían mal del estómago literalmente hablando. Por lo tanto, ustedes habrán supuesto que no le caía bien a nadie… tan solo acudían a ella para pedir favores, que concedía gustosa. Y la gente se aprovechaba de su nobleza.
No era una arpía como muchos la llamaban. Por el contrario. Era muy dulce y muy lacónica de palabras, siempre ansiosa por buscar amigos que nunca encontraba, lo cual la había vuelto desconfiada. Sumisa en apariencia, prefería hacerse a un lado antes de pelear. En el fondo de su ser, se encontraba una leona, que desde hacía años pugnaba por salir sin éxito. Anneke estaba sola, muy sola y esto se la estaba comiendo por dentro. El grueso de sus amigos eran seres mágicos, como la Pincoya, humanos… muy pocos. Contados con los dedos de una mano y estos sobraban para colmo de males.
"¿Me escuchas? Eres mi primera amiga humana en siglos. No quiero que te mueras."
"…"
"¿Anneke?"
"Argh. No me voy a matar."
"Uy. Me dejas tranquila." Pincoya sonrió y se abrazó las piernas, fijando su vista en el mar. "Se acerca un vendaval."
"No solo eso."
Anneke se echó sobre su espalda y contempló el cielo: las nubes se ennegrecían cada vez más. ¡Qué bueno que se había aprovisionado de comida! Ya se había hecho de la idea de quedar presa en su casa por varios días: Esta era la ventaja y la desventaja de vivir tan alejada de la ciudad. Llegar a su hogar era complicado.
"¿De qué trataban tus visiones?"
"No tuve visiones."
"¿Entonces qué esperas? Porque me dijiste que algo esperas y si esperas algo, eso quiere decir que tuviste algún sueño, visión o advertencia que te decía que debías esperar."
"No lo sé. Espero, eso es todo." Anneke volvió a suspirar. "Tienes que mejorar tu gramática. Dijiste ' esperar' cuatro veces."
Pincoya abrió la boca para decir algo más, pero en eso, un súbito y nervioso resplandor dorado se dibujó y esparció por sobre la superficie del agua. Prestó atención y tras unos momentos, se volvió hacia Anneke. Quería estar segura que no había sido su imaginación, pero no pudo contar con la ayuda de su amiga: la chica de veintinueve años tenía los ojos en blanco y había arqueado la espalda.
"¿Anneke?"
Pero no obtuvo respuesta verbal. Pincoya fijó sus profundos ojos en las aguas y entrecruzó las cejas. Tuvo la impresión que alguien necesitaba su ayuda en ese momento y esto encendió todos sus instintos. Con pies ligeros, Pincoya se adentró entre las olas y con la agilidad de un delfín comenzó a nadar en dirección del resplandor. Anneke sacudió la cabeza y observó hacia las olas. Se puso de pie a medida que se quitaba la sudadera y los pantalones a toda prisa. Bajo su ropa traía puesto su traje de baño. Bruno se sentó tras un pequeño esfuerzo en la arena, atento a los movimientos de su ama. La chica siguió a la Pincoya aguas adentro, dispuesta a ayudar a su amiga. No en balde había estado haciendo guardia.
Allá… mar adentro… alguien se estaba ahogando.
Fondo del mar.
El aire que estaba entrando en sus pulmones rápidamente fue reemplazado por agua salada y un dolor agudo en su pecho se esparció al resto del cuerpo. Saga intentó respirar oxígeno, pero no pudo, sino que aspiró más agua de la que ya había en su cuerpo y como obviamente no tenía branquias, comenzó a desesperarse por la falta de oxígeno. No podía ver nada, tan confundido estaba que ni siquiera había procesado que estaba de cabeza bajo el agua. ¡TAN HELADA que estaba el agua! Saga agitó los brazos torpemente, pero el mareo, la confusión y su desesperante falta de aire, no le dejaban pensar claro.
Abrió los ojos, pero no solo la sal le causó ardor en los ojos, sino que no pudo ver nada más que un azul verduzco, casi negro, fondo interminable. El agua estaba fría, brumosa y negra como un pozo profundo. Abrió la boca y volvió a agitar sus extremidades, comenzando a sentirse claustrofóbico. ¿Dónde le había enviado esa serpiente loca? Su último pensamiento coherente fue el de reprocharse su error y de maldecir su resfriado: si hubiera estado más sano, hubiera…
"… puedo salvar tu vida…" Oyó una voz dentro de su cabeza. Saga abrió los ojos y se agitó lleno de pánico. ¿Voces? No… ¿Voces otra vez? No era posible, no quería… "Puedo darte más poder del que ya… ¡Maldita Sea!"
Dos brazos le rodearon el torso y la voz fue ahuyentada de golpe. Saga intentó resistirse, pero perdió el conocimiento. La Pincoya comenzó a llevarlo a la superficie lo más rápido que podía y le era permitido, no podía subirlo muy de golpe o se descompensaría. ¿Quién era este extraño? Pincoya miró hacia arriba y decidió no pensar en esas cosas de momento, para concentrarse en su tarea. ¿Por qué pesaba tanto? La chica miró hacia abajo, al fondo del mar… era como si alguien arrastrase a este tipo con porfía. Entrecerró los ojos y continuó su ascenso.
Por fin rompieron en la superficie. Pincoya tragó una bocanada de aire e impulsó a su dorado náufrago hacia arriba, pero el peso que este llevaba era mucho y por poco se le escapó entre las manos. Anneke llegó en ese momento y ayudó a sujetarlo, pero ni bien le tomó por los brazos, la chica lo soltó y ella misma se hundió en el agua, como arrastrada por alguna fuerza. Pincoya sujetó a Saga y lo reacomodó.
"¡ANNEKE!" Gritó asustada la Pincoya, quien había perdido de vista a su amiga. Rastreó la agitada y molesta superficie del agua, que no dejaba de agitarse, sin éxito. 30 segundos más tarde, que parecieron treinta eternidades, Anneke irrumpió en la superficie, tratando de tragar aire.
"¡AAAAAAAAAAAAAH!" Inhaló desesperada. La Pincoya, que tenía problemas para mantener a Saga a flote, nadó hacia ella con el santo a cuestas.
"Anneke, ¿Qué te pasó? Dime que estás bien, por favor."
"Estoy… cof, cof… bien… ya estoy bien." Anneke ayudó a su amiga con el peso del santo. "Vamos a la orilla."
"Cuidado, que está muy pesado."
Una profusa mata de pelo azul era lo único que Anneke pudo distinguir de momento. El frío contacto con algo metálico casi le hace dar un respingo. Saga aún estaba usando la armadura de Géminis, lo cual dificultaba el rescate. ¡Se sentía muy pesado! Por lo bajo debía pesar unos 100 kilos.
"Ya estamos más cerca." Balbuceó la Pincoya tras escupir agua. "Debemos darnos… ¡UGH!"
Anneke tuvo que sujetar a Saga y jalarlo hacia la superficie cuando la Pincoya fue arrastrada hacia abajo. La urgente sensación que eran acechados por algo emborrachó sus sentidos, pero no perdió el control de la situación. Anneke apretó los labios y usando toda la fuerza que podía, continuó nadando. Sabía que la Pincoya estaría bien.
¡Pesaba mucho! Ambos tenían problemas para mantener la cabeza fuera del agua y eso comenzaba a preocuparla. Anneke escupió agua tras salir a la superficie por duodécima vez. Se estaba cansando. ¡No podía cansarse! Menos con el agua tan agitada y con una persona a cuestas, de quién estaba segura que necesitaba ayuda. Algo le sujetó el tobillo a Anneke y amenazó con arrastrarla hasta el fondo. Una ola la tapó por completo y la chica tuvo problemas para regresar a la superficie. ¡Si tan solo fuera más liviano!
"¡Estamos en problemas, Estamos en problemas!"
"Deja de llorar, Cástor, y concéntrate en serliviano."
"¿De qué hablas, Pólux?Nos EstamosHundiendo."
"Culpa mía no es."
"¡Sí es tu culpa! No te concentras en serliviano."
Aquella pelea de voces llegaba a los oídos de Anneke como si de una radio mal sintonizada se tratase. El agitado mar la llevó de un lado a otro y Anneke, que más concentrada estaba en salir que en prestarles atención a las voces, comenzaba a perder la paciencia.
"… ¿Quién murió y te nombró a ti el jefe? Somos lamismaarmadura."
"Soy el jefe porque no entré en pánico e intento hacer algo."
"¡Vamos A Morir, Vamos A Morir!"
Una nueva ola tapó a Anneke y la revolvió junto a Saga por debajo del agua. Esta vez, algo sujetó al santo de géminis por los tobillos y lo jaló hacia abajo. Anneke lo soltó debido a la sorpresa, pero de inmediato se sumergió en el agua y pudo sujetarlo por los cabellos. En ese momento, un nuevo movimiento del agua la ayudó, ya que Saga fue impulsado hacia arriba, quedando entre los brazos de Anneke. La chica se impulsó hacia arriba con toda su fuerza.
"¡TE LO DIJE!Moriremos en este momento."
"¡NO ES MI CULPA! Intento hacer algo… No te veo haciendo nada…"
"¡Aargh!" Anneke escupió agua tras salir a la superficie y trató de mantenerse a flote. El peso que llevaba era mucho y se estaba cansando. Las voces que parecían venir de la misma armadura entraron en pánico, sin ponerse de acuerdo en lo que debían hacer. Anneke se enojó mucho. "¡Ustedes Dos! Si quieren ayudar ¡Abandonen este Cuerpo!" Regañó con ímpetu a la armadura de géminis, quien, algo indecisa, no sabía si abandonar o no el cuerpo de Saga…
"… ¿Oíste, Pólux? Nos puede oír…"
"Eso veo…"
"¿Me Van A Hacer Caso O…?" Una ola tapó a Anneke por completo, pero en cuanto salieron a la superficie, la chica continuó, tras toser. "… ¿Se Van A Quedar Como Mensos Sin Hacer Nada?"
La armadura de Géminis abandonó el cuerpo de Saga en el acto y se recompuso en la orilla. Anneke notó de inmediato la diferencia, ya que el santo en sus brazos bajó de peso en forma descomunal. Esto le hizo más fácil el trayecto a la orilla. Pudo reacomodar a Saga en sus brazos y nadar con más facilidad. Aun así el mar no le hacía la tarea fácil. Aún estaba esta extraña sensación de que algo parecía querer sujetarles por los talones y hundirlos hasta el fondo. ¿Dónde estaba la Pincoya cuando se la necesitaba?
Ya faltaba poco. Tan solo un poco más y por fin podría apoyar los pies… entonces algo le rozó los tobillos a ella y a su náufrago. Anneke abrazó a Saga con fuerza, no fuera a ser que se lo arrebataran de nuevo.
Entonces una muy brava ola pareció tomar el mando de la situación. Anneke sintió como ésta les impulsaba hacia arriba y con rapidez les empujó a la orilla. ¡La Pincoya! Estaba segura que esta ola había sido conjurada por ella. En el agitado trayecto hacia la playa, dieron agitadas vueltas, que se tornaron cada vez más dolorosas a medida que golpeaban el fondo, cada vez más próximo a ellos. Eso era bueno: ya estaban cerca de la orilla…
… y por lo visto jugando a la escalopa. ¿Qué es una escalopa? Fácil. No solo es un bistec cubierto de pan molido, lo que también se conoce con el nombre de milanesa empanizada, sino que además es un juego divertido. Consiste en revolcarse en la arena una vez que has salido del agua o dejarse arrastrar por las olas y llenarse el cuerpo de arena a medida que sales a la orilla. No sé a qué vino esto… quizás al hecho de ver como Saga y Anneke daban vueltas entre las olas a medida que salían del agua…
El caso es que por fin llegaron a la playa y a la seguridad de la Isla. Ya no había nada que intentase jalarlos al fondo del mar.
"¡Ughn!" Exclamó Anneke adolorida, una vez que llegaron a tierra. Estaba tendida sobre su espalda, tenía los ojos apretados y sentía un peso increíble en el pecho, por lo cual no podía respirar bien.
"Jijijijijiji…"
La risita de la Pincoya llamó su atención. Anneke abrió los ojos… y lo primero que vio fue una enredada maraña de cabello azul. El peso que sentía en su pecho era nada más ni nada menos que Saga, que estaba sobre ella cuán largo era, y tenía su rostro apoyado a la altura de su clavícula. Las piernas de ambos estaban entrelazadas. La muy suertuda exhaló una bocanada de aire y una sensación fría le recorrió la espalda, la cual no podía atribuirse al agua helada. Todos los colores, habidos y por haber, se le subieron al rostro. Tenía a un completo desconocido echado encima de ella a vista y paciencia de todo el mundo… y que por cierto no respiraba.
"¡Qué caradura! Y me dices exhibicionista a mí." Se rió la Pincoya. Anneke se incorporó de golpe, quitándose a Saga de encima, quien cayó como saco de papas a su lado, aunque todavía semi–encima de ella.
"No pierdas el tiempo, Pincoya." Dijo a toda prisa, desenredando sus piernas. "¡No respira! Tienes que ayudarme."
La Pincoya volvió a reírse por lo bajo antes de decidirse a ayudar a Anneke, quien comenzaba aplicar algunos primeros auxilios básicos a Saga. Bruno, el perro, que había estado muy tranquilo en la orilla, aunque atento, llegó a trote cansado hasta las chicas y se sentó junto a la armadura de géminis, que estaba no lejos del santo y de sus improvisadas guardianas de la bahía. Se mantenía en atento silencio, observándolo todo. Bruno miró a la armadura curioso. La olfateó algunos segundos. ¡Esto era nuevo! Nunca antes había visto esta extraña escultura. Feh. Estaba en su perritorio, digo, territorio. Mejor lo marcaba cuanto antes, u otro perro vendría y se adueñaría de tal objeto, cosa que no podía permitir.
"¿Sabes Cástor? Saga se va a poner neurótico cuando se entere de esto."Comentó una de las mitades de la armadura de Géminis, Pólux. "Con lo estirado que es, si se llega a enterar que cayó encima de una mujer indefensa… en forma tan indecorosa…"
"Eh… Pólux…"La verdad es que Cástor no podía estar menos pendiente de Pólux. Había otros asuntos que ocupaban su atención.
"Lástima que Kanon no lo vio: se habría reído mucho."Continuó Pólux suspirando lastimero. Es que en verdad, si Kanon hubiera visto a su hermano rodar por las olas y la playa de esa manera, NUNCA dejaría de molestarlo.
"Pólux."
"¿Qué quieres, Cástor?"
"El perro."
"¿Qué pasa con el perro?" Se preguntó la armadura a su otra mitad… pero un calorcito repentino en su base aclaró todas sus dudas. Gruesos lagrimones fluyeron por la máscara correspondiente. "¿Otra vez?"
"¿Tú que crees?" Respondió la otra mitad, también derramando lágrimas.
Continuará.
Por
Misao–CG.
Próximo Capítulo: El Rescate de Saga
"¿De dónde vienes, extraño?" Preguntó en un susurro, mientras acariciaba los azures cabellos a medio secar del mayor de los gemelos.
Entonces notó algo extraño… estos cabellos, la punta de éstos… se estaban tornando grises. ¿Grises? Anneke miró de golpe el rostro de Saga y puso una mano sobre su mejilla…
PS: Un vuelco extraño al fic. Sí, Saga apareció al otro lado del mundo, y bien al sur. Al menos recibió ayuda necesaria. Si se están preguntando qué monos pintan Cástor y Pólux en este fic… bueno, son solo nombres que les puse a las mitades de la Armadura de Géminis, por lo tanto, es la misma armadura hablando consigo misma… y sí, Anneke puede oírla. Por otro lado, debido a la corriente de Humboldt que pasa por frente a las costas de Chile, el agua de Mar es constantemente HELADÍSIMA: si no me creen, pregúntenle a cualquier chileno. ¡GRACIAS POR LEER!
Brújula Cultural
Isla Grande de Chiloé:Dato geográfico. Isla situada al sur de Chile, con sus 180 Km. de largo y 50 de ancho, es la más grande del país. Está muy cerca del Continente, apenas separada de éste por el Canal de Chacao, de 2 kilómetros de longitud. Sus dos ciudades principales son Ancud y Castro. Su gentilicio es chilote para masculino y chilota para femenino.
La Pincoya:Figura mitológica de Chiloé. Es una mujer de increíble belleza que representa la fertilidad de las costas de Chiloé. Es un espíritu benéfico, amante de las fiestas. Se pasea desnuda por las playas, es un espíritu de la naturaleza. Le gustan los equilibrios, y bailar al ritmo de la música del violín del Pincoy o de fiestas cercanas. Se dice que si se la ve bailando de cara al mar, la pesca será abundante, pero si se la ve de espaldas a la costa, esa zona no dará pesca. Los pescadores chilotes suelen tocar alegres tonadas y hacer fiestas para atraer a la Pincoya a su región, pero deben tener cuidado de no hacerla enojar ni de abusar de su buena voluntad, dado que es un poco caprichosa y puede irse a cualquier otro lado, llevándose la pesca de allí, más aún cuando cree que se ha abusado mucho de un recurso. Se dice que no le gustan los barcos pesqueros ni los extranjeros. A veces, rescata de las aguas a marineros y pescadores que se lo merezcan. Suele vérsela acompañada por el Pincoy, que es en algunas versiones es su marido y en otras su hermano. En la mía será su marido.
Cástor y Pólux: Mitología Griega. También llamados los Dióscuros. Comparten la misma madre, la reina espartana Leda, pero son hijos de padres diferentes: el rey Tíndaro es padre de Cástor (por lo tanto, éste mellizo es humano) y Zeus es padre de Pólux (lo que lo hace un semidiós). Tienen dos hermanas más (Helena y Clitemnestra). Este par de hermanos eran muy unidos: como uña y mugre. Cástor y Pólux fueron héroes griegos y nunca discutieron entre sí, ni siquiera por una mujer. Tuvieron muchas aventuras e hicieron grandes hazañas. Un día, mientras estaban de caza, el jabalí que atraparon salió más belicoso de lo normal e hirió a Cástor de muerte. Como este mellizo era el humano, podía morir, pero Pólux no, dado que era inmortal. Se desesperó muchísimo por esta herida de su hermano e intentó por todos los medios conseguirle ayuda antes que muriera, pero todo en balde… el destino de Cástor ya estaba decidido. Pólux entontes le suplicó a Zeus, su padre, que no lo separara de su hermano… y Zeus lo vio tan afligido y deprimido, que se conmovió y convirtió a los gemelos en la constelación de géminis, para que siempre estuvieran juntos.
