¡HOLA A TODOS! Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
¡MUCHAS GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras!
Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Principio 39 para ver y entender Manga: Accesorios y caras son auto-regeneradores.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 3: El Rescate de Saga
¡PAAAF!
La puerta de la cocina se abrió de golpe. La Pincoya sujetó la puerta mientras Anneke arrastraba a Saga al interior. Una vez que el santo estuvo dentro de la cocina, cerró la puerta y apartó una mesa que había allí para tener más espacio. Afortunadamente habían aplicado los primeros auxilios a tiempo y nuevamente el santo respiraba por sí solo. Pero estaba inconsciente.
"Hay que ver como está de helado."
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
"Déjalo justo aquí y ve por toallas secas. ¡Busca en el baño!" Ordenó Anneke, quien se había arrodillado junto a Saga y le revisaba el rostro. "¡Trae el secador!"
"Ya vengo, UN minutito."
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
"¡Pincoya, Apúrate!"
"¿Sigue respirando?"
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
"¡Tiene Fiebre! ¿Así de rápido? No es posible."
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
Bruno ladraba con ímpetu. No como en sus días de cachorro, pero su ladrido seguía siendo importante e intimidador. El perrazo no dejaba de moverse por todo lado y estorbaba como nunca. Es que como veía a todo el mundo tan nervioso y pululando por doquier en un frenético proceder, le hizo creer que era hora de jugar… y bueno, como buen perro que se precie de tal, quería jugar. ¿Acaso no es un lindo?
Dejaron unos segundos a Saga en el suelo, mientras Pincoya volaba buscando las toallas requeridas. Anneke se puso a hervir agua, para lo cuál usó una olla y una vieja tetera, aparte del hervidor.
"Pincoya ¡Las Toallas!" Exclamó Anneke, mientras regresaba su atención al santo. Le apartó unos mojados mechones del rostro. Entonces Saga, inconscientemente abrió la boca para tomar una bocanada de aire… su respiración sonó forzada. "Pobrecillo… tranquilo, ya estás bien." Le susurró la chica.
Pincoya dejó caer las toallas y el secador al tiempo que se arrodillaba junto a Saga. Le sujetó el rostro entre sus manos y pareció escanearlo con la mirada.
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
"Está muy helado… tiene fiebre: esto no es normal." Pincoya, a tirones, le sacó la parte de arriba del delgado pijama que Saga había estado usando, revelando la perfecta anatomía del santo.
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
Y es que cuando el santo había sentido la urgencia por salir de Géminis, se había puesto la armadura encima de su ropa de dormir. ¡Ay, Madre! Ambas mujeres se quedaron estáticas de la impresión y tragaron saliva al ver la musculatura del santo expuesta ante ellas así tan tranquilamente: después de todo, no era cosa de todos los días ver un torso así de perfecto. Anneke sacudió la cabeza y tomó una toalla, con la cuál envolvió a Saga, para que no se siguiera enfriando.
"Filete…" Balbuceó la Pincoya, aludiendo al pedazo de carne, digo santo, que tenía frente a ella.
"… Mignon." Añadió Anneke por inercia, siguiéndole el juego. "No puede ventearse mucho: el agua estaba muy helada." Añadió mientras frotaba la piel expuesta de Saga, para generar un poco de calor. "¡Se está helando muy rápido!"
Anneke entonces pasó sus brazos por detrás de la espalda de Saga, para así luego impulsarse hacia atrás jalándolo con ella, y poder así secarle el resto del torso, mientras que yo aquí me muero de la envidia. Sin embargo un movimiento mal hecho, y el pequeño detalle que Bruno le empujó en el peor momento posible, le hizo perder el equilibrio y Saga cayó hacia atrás… con Anneke encima.
"¡Hmpf!"
"Veo que te gustó lo que pasó en la playa y quieres repetirlo." Comentó la Pincoya picaronamente. "Pero el chiste es que él caiga encima de ti y no al revés… y que ambos estén despiertos."
"¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU!"
Roja como un tomate, que dada la palidez natural de su piel hacía de esto algo demasiado evidente, Anneke se sentó rápidamente sobre sus talones y comenzó a refregar el torso del santo frenéticamente, antes de envolverlo con la misma toalla.
"¡Ya no me molestes y sé útil en la vida!" Exclamó avergonzada. La Pincoya emitió una risita burlona, pero al menos comenzó a ayudarle. Bruno saltaba y empujaba a ambas chicas sin piedad; muy travieso y juguetón.
Un temblor generalizado sacudió a Saga, haciéndole convulsionar por unos tres o cuatro segundos. Fue un escalofrío repentino, que las tomó por sorpresa. Esto alertó a las mujeres. Un rubor en las mejillas del santo y un ligero cambio en el tinte de sus labios terminó por asustarlas. Anneke se las ingenió para acunar a Saga en sus brazos (sin comentarios) y comenzó a frotarle los brazos para hacerle entrar en calor… cosa inútil, ya que ella también estaba mojada. La Pincoya sujetó al perro de su collar y le hizo a un lado, mientras más toallas le ponían encima. Entonces tomó el secador de cabello y procedió a tratar de secar la enorme mata de pelo azul: tenían que calentarlo lo antes posible (el "método Shun" no estaba disponible) y secarle el cabello sería muy útil a la causa.
"No me gusta nada." Dijo Anneke sin dejar de frotar la desnuda piel de Saga. "No logramos hacer que al menos se entibie…"
"Este hombre necesita un curandero… necesita medicinas: es que no está helado no más, ¡Óyele como respira! Parece acordeón desafinado, con una fuga en el fuelle…"
"Yo sé, pero ya no sé qué hacer."
"Es que…"
"¡Ve por más toallas!" La interrumpió Anneke. "NO, mejor trae mantas. No quiero que le baje la temperatura."
"Tiene Fiebre, no le va a bajar la temperatura… pero no es eso, lo que pasa es que…"
"Pero NADA. ¿Quieres que se muera? Date prisa y trae las mantas. Están en el closet y…"
"¡VA A SEGUIR HELÁNDOSE!" Exclamó Pincoya con enfado. "Nada de lo que hagamos va a resultar si…"
"Habla claro: tu sabes que no me gustan los rodeos."
"Y tú sabes que no me gusta que me interrumpan." La Pincoya apretó los puños y se apartó un mechón de cabello de su cara. "Como decía, nada nos va a resultar si no… si no lo desvestimos. Digo yo ¿no?"
Anneke se quedó de una pieza. Miró a la Pincoya con una cara de pregunta de tamaño del Titanic, sin poder explicarse qué era a lo que su amiga se refería. Abrazó instintivamente a Saga, en un gesto protector. ¡Hey! No estaba bien aprovecharse de un…
"No me mires con esa cara como si fuera una pervertida." Chistó Pincoya. "¡Hay que Desvestirlo! Le sacamos la camiseta que llevaba, pero… Tiene los pantalones muy mojados… está caladísimo… mira qué tremenda poza de agua tiene en tu suelo…"
¡Elemental, Watson! Recelosa, Anneke miró las piernas de Saga, las que, efectivamente, estaban empapadas hasta el tuétano. Hasta ahora solo se habían concentrado en el torso, pero ¿para cuándo dejaban el resto de su anatomía? Tragó saliva… y de nuevo se puso muy roja.
"… no… no…" Balbuceó Saga, con las cejas entrecruzadas, agitando los brazos. Obviamente habló en un idioma extraño para ambas mujeres… o eso creía la Pincoya.
"Shhhhhhhhh… tranquilo, estás a salvo, no pasa nada…" Replicó Anneke, en la misma lengua. La Pincoya, que no era buena disimulando sus emociones, la miró de hito en hito, gesto que su amiga notó en el acto. "Es que cuando lo toqué en el mar… este… yo… como que aprendí su idioma… por eso lo solté ni bien lo toqué… y… yo… este… favor no me preguntes." Explicó avergonzada, con una enorme gota orbitándole la cabeza. Si hubiera tenido los brazos libres, hubiera jugueteado con sus dedos. En cambio, arrulló al santo dorado en sus brazos.
¡Quién Como Ella! Y lo peor es que Saga ni por aludido se daba.
"No preguntaré nada." La Pincoya asintió con la cabeza. Luego tragó una buena cantidad de saliva. "Tenemos que desvestirlo."
"¿TENEMOS?" Preguntó Anneke espantada.
"No se va a secar por sí sólo… créeme que por muy guapo que sea, que tengamos que hacerlo no me causa tanta gracia…"
"… Pero… pero… pero… pero…"
No me malinterpreten a ninguna de estas dos chicas. Aparte de estar perdiendo tiempo precioso, por alguna razón el asunto de desvestir al inconsciente santo hería la timidez y el recato de ambas, cosa extraña en la Pincoya, que anda desnuda por la vida, pero bueno, ¿Qué se le va a hacer? Anneke por otro lado… quería que la tierra se la tragase, y eso que el santo ni siquiera estaba despierto. Ya, está bien: Saga estaba enfermito y no podía valerse por sí mismo, por lo que entraba en la categoría de moralmente bueno desnudarlo para salvar su vida, pero… pero… pero… es que le daba…
"¿Entonces?" Preguntó la Pincoya, tan complicada como su amiga. Tragó saliva una vez más. "¿Cuál de las dos le quita los pantalones? Yo no puedo, ¡Sabes que soy una mujer casada y que no me voy con juegos!" Añadió, mirando fijo a Anneke, en vana espera que ella accediese a desvestir al santo.
Es que había que quitarle la ropa, sí o sí.
"¿Quieres que le saque los pantalones?" Anneke casi se atraganta. Si antes estaba roja, ahora dicho color había sido reemplazado por una bonita tonalidad violácea.
"CLARO. ¡Si le dejamos los pantalones mojados puestos le va a dar una pulmonía!"
"Pero, pero…"
"No seas tímida, además de inconsciente el tipo está enfermo." La Pincoya la miró expectante. "Piensa como una enfermera, no es tan terrible una vez que lo haces. Seguro lo has hecho muchas veces…"
"Punto uno, PASARÉ por alto tal comentario por grosero. Punto dos, Soy CHEF, no enfermera, Punto Tres…"
"Igual usas un uniforme blanco ¿Dejarás que muera por que no…?"
"¿Por qué no se los quitas tú? Eres mujer casada, con más experiencia quitando ropa." Protestó Anneke en desesperada defensa.
Cabe señalar que en todo momento, Saga permaneció acunado en los brazos de la chef… helándose de lo lindo. La Pincoya se sonrojó y miró hacia un costado. Puso las manos sobre sus rodillas.
"Eso NO es el punto. El punto es que debemos quitarle los pantalones si queremos…"
"¡Pero Me Da Mucha Vergüenza!" Gimió Anneke desde el fondo de su hígado. La Pincoya Sorprendió.
"¿Cómo te va a dar vergüenza? Es un hombre nada más, no tiene nada de extraño." Chistó incrédula. "Incluso aprovecha que tiene un cuerpazo… ¡Tanto cuero y yo sin zapatos!"
"Pues me da. Punto. Me da vergüenza. ¿Algún Problema?" Anneke puso un puchero enorme y sus ojos se abrieron mucho. La Pincoya suspiró: su amiga no le quitaría los pantalones ni con una orden judicial. El gran problema era que ella tampoco se los quitaría, por mucho que se tratara de una buena causa.
¡Ay, cuántas chicas hubieran querido estar en el lugar de estas dos! Ni modo. La Pincoya apagó el secador cuando vio que el cabello de Saga estaba decentemente seco. Como podrán adivinar, toda esta discusión se llevó a cabo mientras el constante y monofónico ruido del secador inundaba el ambiente, por lo que fue bastante intensa. Anneke por su lado, soltó al santo, que seguía muy envueltito en su toalla, y con otra, procedió a secarle los pies… sin remover los pantalones.
"Movámoslo a otro lado: aquí hay un charco." Señaló Anneke poniéndose de pie. Entre ambas movieron a Saga a otro sector de la cocina.
"Insisto: hay que desvestirlo."
"Si ya sé. Pero… aunque alguna se hiciera de voluntad para desvestirlo… ¿Con QUÉ le vestimos luego?" Anneke señaló las mojadas ropas del santo de géminis. "No trajo consigo más ropa que esa armadura que traía puesta."
"…"
"…"
"¿Y si le traigo ropa de mi marido…?" La Pincoya entonces pegó un brinco. "YA LO TENGO: El Pincoy puede desvestir a este muchachote." Anneke tuvo una caída de anime. La Pincoya corrió a la puerta a toda carrera. "Voy por él, en seguida lo traigo y desvestimos al sujeto."
"¡Pero Pincoya…!"
PAAAF.
Pero nada. La chica desapareció tras la puerta luego de salir cuál huracán de la casa. Anneke sintió una enorme gotota en la cabeza. ¿Y ahora? Observó a Saga, quién parecía tener un intranquilo sueño. Debía tener mucho frío, pero las mejillas enrojecidas no le daban buena espina. ¿Quién sería este extraño? Nunca antes había visto a alguien como él. Anneke lo dejó un momento solo y volvió con más toallas y unas mantas. Hasta ese momento, ni se acordaba que ella también necesitaba secarse.
Envolvió los pies del santo con las toallas y su torso con una manta. Volvió a acunarlo en sus brazos y a frotar sus brazos. Debido a la inercia, la cabeza de Saga se recostó en su hombro…
Vaya…
… Nunca antes había tenido un hombre así de cerca…
Había que desvestirlo. La Pincoya tenía razón y ella lo sabía. Nunca lo había negado de hecho. Anneke podía sentir un inmenso malestar generalizado en Saga, que le oprimía pulmones y músculos.
Ruidos… oyó ruidos extraños, como de una lejana pelea… y esa sensación tan angustiante y ansiosa…
"¿De donde vienes, extraño?" Preguntó en un susurro, mientras acariciaba los azures cabellos a medio secar del mayor de los gemelos.
Entonces notó algo raro… sus cabellos, la punta de éstos… se estaban tornando grises. ¿Grises? Anneke miró de golpe el rostro de Saga y puso una mano sobre su mejilla…
… no sabría decir si fue un error o no, pues Anneke pareció ser absorbida por una fuerza extraña, que la "chupó" hacia adentro de algo con extraordinaria rapidez… Un hielo pareció recorrerle la espina dorsal.
Apareció en un sitio desconocido, pero ella tenía la sensación de que no se había movido ni medio centímetro. Había viento por todos lados. El lugar tenía un aspecto lúgubre, como un bosque en un crudo invierno, donde el color predominante era el gris. Anneke parpadeó. Ella era la única que parecía tener colores allí. Una potente luz atrajo su atención, así como una fuerte explosión a su derecha. Anneke se lanzó al suelo por instinto.
"¡NO TE RESISTAS!"
"¡Déjame… En… Paz!"
"Estás cansado, maldita sea, ¿Crees que eres rival para mi? Renuncia a todo y deja que tome el control."
Una nueva explosión mandó a volar varios de los árboles. Anneke se sintió como transportada muy cerca del origen de esta discusión, que se oía feroz. Distinguió al hombre que había rescatado de las aguas, y la presencia de una entidad no lejos, que despedía una energía negativa, muy dañina y persistente.
"No dejaré… que te adueñes… de mi… ¡no lo permitiré…!" Le gritó Saga con esfuerzo. Débil como estaba, no se iba a dejar ganar así como así. "… no de nuevo… ¡FUERA DE AQUÍ!" Ordenó el geminiano.
"NO. Vine para quedarme y es lo que haré." Chistó la entidad, con un prepotente y burlón tono de voz. "No te resistas y tendrás un poder más grande que…" Añadió con voz de comerciante.
"Dije que LARGO." Insistió Saga, con la voz grave.
Anneke entrecerró los ojos. No sabía lo que estaba pasando, ni donde estaba, pero esa energía le provocaba un rechazo instantáneo. Saga parecía estar pasando por un pésimo momento: con las defensas tan bajas, su resistencia ante tan persistente y maliciosa energía era casi el acto de un mártir. No iba a aguantar mucho, no era una pelea justa.
"Si no me aceptas por las buenas, lo HARÁS POR LAS MALAS." La energía negativa tomó la forma de un puño enorme, y comenzó a atacar repetidamente al santo.
Saga pudo defenderse del primer golpe, pero estaba muy enfermo y agotado como para aguantar muchos más. Plantó una dura pelea a la entidad, tan tenaz como su decaída salud se lo permitía. Anneke frunció el ceño: no era una pelea justa y no toleraría tal diferencia de fuerza, por desleal. El geminiano se veía muy fuerte y resistente, aún a ataques mentales, pero estaba muy enfermo y no podría aguantar mucho rato más. Esta cosa se estaba aprovechando de su delicado estado de salud para atacarle. Anneke sabía que de estar sano, hace rato que el santo dorado habría mandado a esta presencia al noveno infierno.
Un nuevo golpe se cayó sobre Saga, que hizo que Anneke reaccionara por alguna razón. NO PODÍA permitir que el gemelo saliera herido de tal trance. Antes que se diera cuenta, la chica corrió hasta interponerse en el camino entre Saga y el puño, alzó los brazos y despidió una energía blanca que repelió el ataque.
"¡Déjalo En Paz! Ya Lárgate." Ordenó con un tenaz y decidido tono de voz, que no daba lugar a réplica alguna.
"¡AAAAAAAAAAAAARGH!"
…
Anneke abrió de pronto los ojos. Su respiración estaba agitada y sentía como si hubiera corrido un maratón. Sosegó los desaforados latidos de su corazón e intentó procesar lo que había pasado y vivido. ¿Qué había sido todo eso? De lo único que podía estar segura era que había usado algo de su poder. Miró a Saga por inercia…
Errr…
… En algún momento de su trance, ella había apoyado su frente en la del guapo dorado que tenía en sus brazos, y éste tenía los ojos abiertos de par en par. La miraba extrañado y sorprendido. Saga tenía la respiración tan agitada como la de la mujer. Anneke se sonrojó con furia.
"Errr…"
"… ¿Hola…?" Balbuceó Saga pasmado, en su propio idioma… no atinó a decir nada más.
"¿Estás bien?" Preguntó Anneke, en griego. Saga asintió… el santo de géminis no tenía idea de lo que estaba pasando, pero para ser honesta… tampoco estaba pensando mucho: tres cuartas partes de su cerebro estaban desconectadas. "Descansa, que ya estás a salvo." Le aseguró la chica. El santo dorado cerró los ojos, preso de un súbito agotamiento.
"Gracias." Dijo tras asentir levemente.
"No es nada…"
Saga suspiró y sin pensarlo, se acurrucó en los brazos de Anneke, quien se quedó muy quieta, en espera de otra reacción. Levantó la cabeza, separando su frente de la de él: hasta ese momento no había pensado en separarla. Un débil carraspeo se oyó a su espalda. La Pincoya y el Pincoy estaban allí, observando la escena, anonadados hasta más no poder, y eso no más porque no encuentro una mejor palabra para describir la tremenda sorpresa de este par.
"Jijijijijiji, ¿Interrumpimos algo?" Preguntó la Pincoya.
"Michhhhh… Te las traes, Anneke, te las traes." Rió el Pincoy de buena gana. "No te me aproveches del pánico y deja al afuerino tranquilo." Añadió en tono burlón. Anneke frunció el ceño, dejó a Saga en el suelo, y se puso de pie.
"Ahí están las toallas y las mantas. Hay agua caliente por si necesitan. Yo me iré a cambiar." Dijo muy molesta.
Anneke salió de la cocina dando pisotones y se dirigió lo más rápido que pudo, sin correr, hasta el baño. La Pincoya y el Pincoy se quedaron mirando unos segundos, ahogaron una risita y se dispusieron a atender al caído… que estaba de regreso en la tierra de los sueños.
Continuará.
Por
Misao–CG.
Próximo Capítulo: Lo que Ocurre en Atenas
"¿Alisa? Hola… ¿Qué te trae por aquí?" A Isabella le había dado mucho gusto ver a Alisa así de repente, pero la mirada que le dedicó la bombero hizo que sus tripas dieran un extraño vuelco en su interior.
"… Pasó algo en el Santuario. Kanon está muy grave." Dijo Alisa sin mayor rodeo, sintiéndose mal por haber sido tan directa.
PS: Listo, de nuevo los dejé en el aire. Aclaro que Anneke aprendió griego cuando tocó a Saga en el agua, por lo que cuando mi querido gemelito tuvo esos hechizos de conciencia, pudo hablarle en su propio idioma… ventajas de ser una psíquica. Este monstruo mío es algo tímido y sigue con pánico escénico. ¡GRACIAS POR LEER!
BRÚJULA CULTURAL
El Pincoy: Mitología Chilota. En algunas versiones es el marido de la Pincoya y en otras su hermano, a quien acompaña en sus andanzas. Es quién toca la música con un violín o un acordeón, para que Pincoya baile frente a las playas, trayendo la abundancia a aquellas costas. Además está encargado del crecimiento de mariscos y moluscos. También se le identifica como una suerte de espíritu del mar y tiene poder sobre las mareas.
