¡HOLA A TODOS! Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.

¡MUCHAS GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras!

Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.

Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D

Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!


ADVERTENCIA.

Principio 27 para ver y entender Manga: Si está hecho en casa, pero sabe mal, medio-sonríe y entiérralo discretamente.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.


Capítulo 4: Lo Que Pasa En Atenas.

Isla de Chiloé.

Por fin un poco de paz. Anneke se metió a su cuarto al mismo tiempo que se secaba los cabellos con una toalla. Se había duchado y vestido con ropas secas lo más rápido que había podido, mientras el Pincoy secaba al extraño sujeto que no hacía más de cuarenta y cinco minutos que ella misma y la Pincoya habían sacado medio ahogado del agua.

Suspiró, y apenas prestando atención a su reflejo en el espejo, Anneke se ató sus lacios cabellos en una cola de caballo pequeña y salió de su cuarto. Tenía puesta una falda larga muy holgada, de color gris claro, con un suéter cuello de tortuga de color crema. Llevaba unos cómodos botines negros en los pies, y encima de todo este atuendo, se había puesto un poncho del mismo color que su calzado.

Caminó con decisión al piso inferior de la casa, en dirección al cuarto de alojados. La casa en la que vivía tenía dos pisos, un ático y un sótano. No era tan grande como parece, pero para una persona sola, era gigante. El lugar ya tenía varias décadas de vida. Es que Anneke la había heredado de sus abuelos paternos, quienes la habían criado lo mejor que pudieron. Ella misma, a sus veintinueve años, nunca habría podido comprar una propiedad como esa por mucho que hubiera ahorrado. Vivía sola con su perro Bruno y no recibía muchas visitas; excepto en el verano, que era cuando sus tíos maternos se acordaban que ella existía y se dejaban caer junto con sus familias cuál plaga de langostas a pasar las vacaciones a su casa. Obviamente sin preguntarle si podían ir y sin avisarle cuando llegaban o cuándo se iban. Demás está decir que no eran muy colaboradores con los quehaceres y tan solo causaban destrozos…

… Y para colmo, Anneke no se sentía capaz de decirles que no… aunque la tratasen como la sirvienta… o mejor dicho, peor que a una sirvienta. Gente abusiva hay en todo lado, más con aquellos que no se atreven a defenderse.

La Pincoya y su marido esperaban justo fuera del cuarto en donde habían ubicado a Saga. Cuchicheaban en grato silencio, y se interrumpieron al ver llegar a Anneke.

"El afuerino ya está seco." Anunció el Pincoy. "Va a necesitar medicinas, tiene mucha fiebre. Michh… y yo que creí que iba a helarse."

"Duerme en la cama. Pero sin ropa, no encontramos nada que pudiéramos ponerle." Continuó la Pincoya. "Vas a tener que conseguirle algo para vestirlo, por mientras se secan sus cosas." Añadió. Anneke suspiró derrotada.

"Eso va a estar difícil." Anunció la chica dejando caer los brazos. "No hay ropa de hombre en esta casa… ni siquiera la ropa de mi Opa: la doné toda a un hogar de abuelitos."

"Aunque la tuvieras, dudo que le quede." Negó la Pincoya con la cabeza. "Don Otto era alto, pero no tenía la misma complexión de este sujeto."

"Tendré que ir a comprarle entonces. No puedo dejarlo en cueros."

Anneke se sintió derrotada. Se sentía responsable por Saga y sabía que tenía que atenderlo por mientras éste estuviese delicado, mas no le hacía gracia dejarlo así de desvalido. La perspectiva de salir de su casa, dejándolo solo, para comprarle ropa, no le hacía mucha gracia, pero no le estaba quedando más remedio. Para colmo, el santo dorado que estaba al otro lado de la puerta parecía ser aquél tipo de personas con tallas difíciles… quizás hasta tendría que cruzar el canal hacia el continente para ir a la ciudad de Puerto Montt a comprarle ropa y a esa hora ya era imposible: el último ferry tenía que estar saliendo en esos momentos. Tanta mala suerte.

"Se me ocurre una idea." Anunció el Pincoy de pronto. "Anneke, ¿Qué tal si le preguntas a doña Luisa si te puede prestar un pijama de su hijo? Ese muchacho tiene la misma contextura del afuerino."

"¿Un pijama de Tomás?" La Pincoya preguntó extrañada. "Eso no será prudente; doña Luisa es una chismosa de lo peor. En cuanto sepa que Anneke está buscando un pijama para hombre, ¿Sabes lo que va a pasar con ella?"

"No quiero deberle ningún favor a esa mujer." Gruñó Anneke decidida. "Ya he tenido bastantes problemas con ella antes para que me duren toda la ida. No más por respeto a doña Rosita que no le canto a esa mujer las cuarenta."

Ya les dije que Anneke era de ese tipo de personas que quiere pasar invisible por la vida, y que rehúye cualquier conflicto, sin mencionar algo débil de carácter, al menos en apariencia. Sin embargo, desde hacía un par de meses, más o menos desde que su depresión había comenzado, toda esta represión que se había auto impuesto por tantos años ya buscaba alguna vía de escape. Anneke estaba perdiendo la paciencia con aquellos que abusaban de ella y consigo misma. Pero todo esto estaba relegado a un plano más secundario, debido al problemita que ahora tenía entre manos y que le parecía más prioritario. Se cruzó de brazos e intentó cranear una solución. ¡Qué Lío! No lograba dar con nada.

"Bueno, no le digan nada a doña Luisa, pero si le preguntan a su suegra, quizás acceda." Sugirió de nuevo el Pincoy.

Anneke levantó ambas cejas. Había recordado algo de pronto. Un momento… ¡Claro! Que tonta ella. ¿Cómo pudo olvidarlo?


Flashback.

Día anterior.

Anneke se detuvo unos momentos y se agachó en el suelo, junto a las bolsas con sus compras. Tenía que reacomodar los productos antes de continuar su caminata. Aún faltaba mucho trecho que caminar y no quería que nada se estropeara. Ocupada en esto, no se dio cuenta cuando una ancianita, también llena de paquetes, se le acercó.

"Anneke, mi niña." La saludó con jovialidad. "Buenos días tengas hoy. Como siempre te veo muy temprano por aquí."

"Buenos días doña Rosita. Usted mejor que nadie debería saber que esta hora es la mejor para venir al mercado y comprar." Anneke se puso de pie. "¿Necesita algo?"

La ancianita le sonrió con cariño. Ambas se tenían un respeto mutuo y mantenían una franca amistad. Quizás se debía a que las dos sabían que la otra podía ver cosas que el resto de las personas consideraría como algo ridículo. Nunca se habían reconocido esto, pero como que no era necesaria tal confesión. Doña Rosita dejó las bolsas en el suelo y extrajo un paquete envuelto en un papel color café, atado con un cordel.

"Vengo de retirar un encargo con la modista, ya sabes, la que le hace la ropa a mi nieto Tomás." Aclaró la anciana, mientras le pasaba el paquete. "Ten esto, es un regalo…"

"¿Doña Rosita?" Anneke recibió el paquete, extrañada: envolvía alguna suerte de prenda de vestir. "¿Qué es esto?" La chica se sintió extraña y tuvo la imperiosa necesidad de devolverle el paquete, pero la ancianita no la dejó.

"Nada hija, nada. Lo vas a necesitar, estoy segura. Mañana te acordarás de mí, te lo aseguro." Respondió la ancianita con una dulce sonrisa. "Me tengo que ir. Cuídate mucho."

"Pero…"

Anneke se quedó con la protesta en los labios cuando vio a la anciana mezclarse en la multitud, sin haberle prestado el más mínimo de atención, dejándola a ella con un extraño regalo en las manos. La chica se rascó la cabeza unos instantes y tratando de pasar el asunto por alto, guardó el paquete entre su compra.

Que obviamente ya había olvidado al llegar a casa.

Fin de Flashback.


"¡El paquete!" Anneke exclamó, dándose un golpe en la frente. "Creo que nos puede servir."

"¿Qué paquete?" Preguntó el Pincoy, pero nada. La Pincoya corrió detrás de Anneke en dirección de la cocina, y en vista que se había quedado solo, decidió seguir a las chicas.


Atenas. Hospital General.

La doctora Selene Ishikawa estiró los brazos antes de salir del ascensor, aprovechando que curiosamente se encontraba sola. Por fin había terminado su turno y se iría a casa a descansar… y a ver si podía poner algo de orden. Había llegado a Atenas la semana anterior y entre la mudanza y su trabajo en el hospital, apenas había tenido tiempo de poner su vida en orden. Sin embargo no se quejaba, sino al contrario: estaba feliz con su nuevo trabajo. Caminó con soltura hacia la salida, la cual se encontraba cruzando la sala de emergencias. No es por nada, pero quería cruzar por allí lo más rápido posible.

Selene tenía la mala suerte que cada vez que se demoraba un poco en la sala de emergencia, o le pedían ayuda o ella misma se interesaba por un caso en específico que la dejaba atrapada en el hospital por al menos un turno más. Todavía no se había insensibilizado lo suficiente en ese aspecto. Es que cuando uno entraba al engranaje hospitalario de nuevo, salir era toda una odisea. Y mejor se daba prisa, que al parecer se acercaba una emergencia… para variar el lugar estaba por completo movilizado, pero se detectaban sutiles preparativos para recibir heridos de algún accidente, que para un ojo inexperto, habrían pasado inadvertidos.

"¿Ya se va doctora?" Preguntó una de las enfermeras que la vio pasar. Se llamaba María, y estaba recién egresada de la carrera de Enfermería. Esta chica era del tipo de personas que nunca perdía la oportunidad para conversar, era muy agradable. "¿No se va a quedar? Puede ser interesante, más aún con los casos que vienen." Añadió ansiosa.

"Me encantaría, María, pero no puedo. Mi casa no se va a ordenar por sí sola." Selene sonrió cansada. Esta chica le caía muy bien. "¿A qué se debe tanto alboroto?" Preguntó mientras miraba a su alrededor. "¿Algún choque múltiple o qué?" María negó con la cabeza y se frotó las manos, mientras observaba a la entrada. El ambiente estaba muy cargado y se respiraba algo de ansiedad… más de la usual.

"Nada de eso, doctora Ishikawa. Vienen santos del Santuario de Athena, y se nos dijo que en muy malas condiciones. ¿Puede creerlo?"

Selene entrecruzó los ojos. ¿Santos de Athena? Pestañeó varias veces casi sorprendida. ¡Claro! Esto era Atenas, el Santuario de la diosa debía estar cerca, lo mismo que sus intrépidos guardianes. Seguro debían requerir de los servicios de aquél hospital muy seguido. La doctora suspiró casi nostálgica… hacía ya unos años, tres o cuatro cuando aún vivía en Japón y aún era una estudiante de medicina, en una de las guardias había conocido a Seiya de Pegaso y sus hermanos, clientes frecuentes por excelencia del hospital en el que cumplía turnos… y la verdad es que había trabado buenas migas con ellos y Saori. Hacía mucho que no los veía: había perdido el contacto cuando viajó a Inglaterra a completar sus estudios. ¿Qué sería de ellos?

"Debe ser normal que traigan a los santos hasta aquí: sé de buena fuente que se lían a trancazos demasiado seguido para su salud." Aclaró Selene casi casual. María negó con la cabeza.

"La verdad no. Para nada, ellos mismos se tratan en el Santuario, y según contaban en mi facultad, son MUY hábiles al respecto." María se detuvo, como meditando algo. "Cuando necesitan de un hospital, es porque las cosas son MUY serias."

Entonces las puertas se abrieron de par en par. Tres camillas entraron a toda prisa y el lugar que se hallaba relativamente vacío hasta hacía unos momentos, se atestó de gente en cuestión de segundos, tanto de paramédicos, santos y añadidos del caso. La primera camilla pasó junto a Selene con dirección a uno de las salas de trauma a toda prisa. La doctora se tuvo que sujetar del mostrador para evitar ser arrollada por tanta gente que pasó y así no estorbar… pero casi se cae al suelo cuando reconoció a Seiya como el paciente que llevaban a toda prisa a ser atendido.

"¿Pero Qué…?" Selene dejó sus cosas a un lado del mostrador y corrió junto a la camilla, con la honesta intención de ayudar. Un médico la detuvo. "Doctor Papadopoulos, ¡Conozco a ese chico! Puedo ayudar, le he atendido antes…"

"¡Justo te iba a pedir ayuda! Selene, ya estamos cubiertos con el muchacho. Ve a cambiarte y ayuda con los demás. Necesitamos toda la ayuda que podamos reunir." Le pidió el doctor en forma firme, pero amable.

Selene asintió con la cabeza y rápidamente se alistó para entrar de nuevo en acción. En aquellos momentos, irrumpió en aquella sala de trauma, la segunda camilla: esta traía a Kanon. El gemelo había tenido la mala fortuna de haber quedado en la peor posición posible al momento de ser apresado por la serpiente y las heridas que había recibido eran muy serias, pero terco como él solo, y resistente también, vivía aún de puro milagro. Aioria había logrado curarle algunos huesos, pero la extensión de sus heridas era tal, que mejor se esperaba a ayuda más especializada, lo mismo había pasado con Seiya. Shura entró con la tercera camilla. El santo de Capricornio ya no tenía su armadura puesta, y estaba semiconsciente. Respondía a medias las órdenes y se resistía a los cuidados de los médicos, lo cual se debía al enorme grado de confusión y dolor que tenía.

Imaginen no más la tremenda fuerza con la que atacó la serpiente a estos tres, santos de Athena, capaces de aguantar cualquier golpazo como si fueran cosquillas, que los dejó en tal lamentable estado.

Shion entró a la sala de trauma con el rostro serio y preocupado. Vigilante de todo cuanto se hacía para que sus hijos putativos salvasen la vida. No se perdía ni un solo detalle, nada escapaba a su mirada. Detrás de él, Shaka sujetaba a una histriónica y nerviosa Saori, que ya no sabía qué hacer para calmarse. Estaba preocupada a rabiar por Seiya, Kanon y Shura y su ansiedad iba en aumento. Aún tenía la joven diosa que aprender a controlar sus emociones y reacciones.

Al menos ya estaba más tranquila: momentos antes había estado hablando con Julián, a quien había llamado para reclamarle lo ocurrido, gritándole como enajenada. Si bien no había sido la mejor de las reacciones, nada digna de una dama, tuvo un efecto de catarsis en ella. Había sido increíblemente terapéutica y relajante. Claro que el pobre de Julián quedó más colgado que un jamón, pues no entendió ni la mitad de los reclamos de su divina sobrina.

"¡Qué espanto! Es una tragedia, no me lo creo, no me lo creo, no quiero que sea verdad…" Gimió Saori, aferrándose al marco de la puerta. Los doctores volaban atendiendo a sus tres santos… y se agitaron al escuchar los pitidos de alarmas de uno de los monitores. "¡Mira Como Me Los Dejaron!"

"Calma Princesa, los tres están en buenas manos." Le dijo Shaka muy conciliador. "Todo saldrá bien."

"¿Cómo lo sabes Shaka?" Saori miró expectante al santo de Virgo. "Tú los viste, me los dejaron en un charco, con todos los huesos rotos y sangrando…" Athena sorbió algo de aire, mientras se tallaba los ojos. "Yo no quiero que les pase nada."

"Seiya aguanta de todo: tiene genes de cucaracha. Usted mejor que nadie sabe que es muy fuerte y testarudo, no se va a dejar morir. Kanon ha salido de peores, lo mismo que Shura." Insistió Shaka, lo más amable que pudo, aunque en el fondo estaba muy preocupado.

Saori se aventuró unos pasos dentro de la sala, situándose detrás de Shion, quien no se perdía ni un solo movimiento de los doctores. Shaka se puso detrás de ella y colocó su mano en su hombro. Una nueva alarma les hizo pegar un brinco. Quienes estaban atendiendo a Kanon comenzaron a gritar y a recibir órdenes, en lo que parecía ser un caótico desorden sin pies ni cabeza. El cosmo del menor de los gemelos fluctuó peligrosamente y por un segundo le hizo creer a Shion, Saori y a Shaka que moriría… y no solo a ellos, que los doctores que lo atendían se llevaron un soberano susto.

"¡Kanon!" Exclamó Athena, dando un paso hacia delante, Shaka la detuvo. "¡No te mueras, Kanon, aguanta, te lo pido!"

Entre el intenso bullicio resultante de aquellas maniobras, Selene puso atención a la vocecilla de Saori por unos momentos. No se desconcentró de su tarea, sino que continuó muy al pendiente de la errática evolución de su paciente, aunque se moría de ganas por levantar la cabeza y con al menos una señal asegurarle a la chiquilla que se estaba haciendo lo posible. Siguió trabajando… aunque ya comenzaba a preguntarse si tan solo estaba retrasando lo inevitable.

"¡KANON!" Exclamó más fuerte Saori, cada vez más angustiada.

Seiya y Shura se percibían estables, pese a su gravedad, pero Kanon no. Es que realmente el menor de los gemelos se había llevado la peor parte de todas. Shaka, tras intercambiar una imperceptible mirada con el Patriarca, tomó a Saori por la cintura y la sacó a rastras de la sala de traumas, lo más lejos que pudo, cosa que no le gustó para nada a la diosa. Shion se quedó estático, mirando a los tres santos que yacían sobre las camas, tan preocupado que hasta estaba pálido… sin embargo, miró unos segundos hacia atrás, para ver cómo estaba la diosa. Shaka la consolaba, o al menos eso intentaba, y cuando se dio cuenta que era observado, asintió con la cabeza. El Patriarca le hizo una seña con los ojos, antes de volverse hacia los heridos.

¡Qué desastre era toda esa situación!


Oficinas de INTERPOL. Atenas, Grecia.

"¿En qué les puedo servir?" Preguntó la recepcionista, sin siquiera levantar la cabeza. Tan concentrada estaba, o más bien fastidiada con su trabajo, que ni siquiera se había dado la molesta de distraer su atención del juego de solitario del PC.

Milo, para nada amigo de este tipo de situaciones, apoyó ruidosamente ambas manos sobre el mesón en enojada actitud. Si no hubiera tenido prisa, habría hecho notar esta falta de respeto. Kyrus, que seguía en los brazos de Alisa, gimió disgustado.

"¿Dónde encuentro a la oficial Isabella Nauplias?" Preguntó Milo sin mucho rodeo. La recepcionista siguió sin levantar la cabeza.

"¿Es muy importante? Porque no puedo dar esa información a menos que…" La chica levantó la mirada en forma arrogante, pero se llevó el susto de su vida al ver a un enojado Milo con su armadura frente a ella. "… sea importante."

"Te hice una pregunta, que no me has respondido y por la cual no necesito darte explicaciones." Milo Frunció el ceño. Lo ocurrido horas antes en el coliseo lo había puesto de un humor insufrible. "El que sea importante o no, no es tu problema." El tono de voz usado por el santo de Escorpión no aceptaba réplica de ningún tipo.

"Este…" La chica tecleó algunos datos en su computadora. "Tercer Piso, oficina…" Milo tomó a Alisa de la mano y resuelto se dirigió a las escaleras. "Disculpe, señor, todavía no le digo donde."

"Ya nos arreglamos. Gracias." Respondió Alisa antes de desaparecer.

La pareja subió en silencio, respetándose el espacio propio. Milo estaba muy sobre protector y molesto. Consciente de esto, Alisa no le discutía nada. Ya habría tiempo para eso cuando su marido estuviera más tranquilo: lo conocía bien y sabía que si iniciaba una discusión por una pequeñez en ese momento las cosas irían en una divertida escalada… para quienes observasen. De cuando en cuando, estos dos mantenían sus partidas de tenis verbal. Además comprendía a su marido y se sentía halagada por este despliegue de macho aprehensivo.

Ambos llegaron al tercer piso, sin que nadie los molestara. Un santo dorado era pura presencia y nadie quiso interponerse en su camino, más aún porque le detectaban molesto. Milo inspiraba respeto, más aún con esa actitud que llevaba a cuestas. El santo de escorpión le dio un ligero y tierno apretoncito a la mano de Alisa y se volvió hacia ella, sin olvidarse de su bebé, que aún se sentía nervioso, y que acarició en la cabeza. Kyrus estaba aferrado a las ropas de su mamá con ahínco.

"¿Lis? Entonces tú buscas a Isa y yo hablo con sus jefes." Preguntó para cerciorarse. Alisa asintió.

"Será mucho mejor." Respondió Alisa. Milo le sonrió y tras besarle la frente se alejó hacia una dirección elegida al azar.

La bombero abrazó a su bebé y partió en la otra dirección. Se acercó a un sujeto que llevaba unos papeles, a quien le preguntó por Isabella. Este amablemente le indicó una determinada dirección, que no se tardó en encontrar. Es que aquellas oficinas no eran demasiado grandes y su orden era lógico y práctico.

Se detuvo ante una oficina, cuyas ventanas se hallaban tapadas por persianas blancas. Aquí trabajaba Isabella. Acarició la espalda de su bebé, que con los ojos muy despiertos se hallaba embobado por el llamativo diseño de las letras que había escrita en los cristales. Alzó la mano… Alisa tragó saliva antes de tocar la puerta de aquella oficina.

¿Qué se supone que tenía que decir? Ya vería como se las ingeniaba. Tomó aire y se dispuso a golpear la madera, pero no fue necesario que hiciera tal cosa. Isabella le ahorró dicho trámite: venía con unas fotocopias en las manos, y al verla, levantó ambas cejas sin saber si sentirse contenta o… no sabía. Es que Alisa se veía incómoda, y esto no le dio buena espina.

"¿Alisa? Hola… ¿Qué te trae por aquí?" A Isabella le había dado mucho gusto ver a Alisa así de repente, pero la mirada que le dedicó la bombero hizo que sus tripas dieran un extraño vuelco en su interior.

"… Pasó algo en el Santuario. Kanon está muy grave." Dijo Alisa sin mayor rodeo, sintiéndose mal por haber sido tan directa.

Isabella se quedó mirando a Alisa en la misma posición, aunque relajó los brazos. Pestañeó un par de veces y tomó aire.

"¿Qué? ¿El muy tarado se cayó por las escaleras o qué?" Bromeó Isabella, sólo porque sabía que algo andaba mal: la negación es un efectivo mecanismo de defensa. Alisa se mordió los labios y negó con la cabeza. Isa tomó aire. "Dime, ¿Qué le pasó? No me digas que Saga lo contagió."

"No… Atacaron el Santuario y junto con Seiya y Shura, resultó malherido. Debe ir camino al hospital, o quizás ya está allá." Explicó Alisa con más tacto. Isabella frunció el ceño.

"¿Se lo llevaron al hospital? Creí que lo trataban todo el Santuario." La voz de la chica sonó errática.

"No todo. No cuando se ven sobrepasados." Explicó Alisa aguantando la respiración.

Alisa prefirió no seguir hablando, haciéndole entender con su silencio que el asunto era serio. Entonces apareció Milo, con el rostro grave, seguido de una silenciosa y pasmada Dafne, la superior inmediata de Isabella. La chica dejó caer las fotocopias al suelo y fijó la vista en un punto muerto de la pared. No se derrumbó ni estalló en llanto, pero su increíblemente estática palidez y dignidad contrastaban con lo acuosos que se pusieron de pronto sus ojos: no fue necesario que le dijeran nada más.

"Si sobrevive a esto, lo mato." Balbuceó reprimiendo las ganas que tenía para pestañear. "Me… ¿me dan un segundo para ir por mi bolso?" Añadió con una voz fantasmal, mientras se daba la media vuelta y caminaba en otra dirección, con paso de zombi.

Continuará.

Por
Misao–CG


Próximo Capítulo: En Dos Extremos

Saga apenas despertó. Se mantuvo en ese limbo entre la conciencia y el inconsciente, apenas enterado de lo que sucedía a su alrededor. La cabeza le pulsaba y podía oír el preocupante chirrido que su tráquea hacía con cada una de sus respiraciones…


PS: Selene Ishikawa es un personaje que me Fanny Shadow me pidió que utilizara, así que aquí está. Espero que su intervención haya sido de su agrado: va a aparecer un par de veces más, no en balde se convirtió en uno de los médicos tratantes. Espero que el capítulo les haya gustado. Por favor, les pido su comprensión más profunda, dado que escribí este capítulo de noche, durante uno de mis desvelos, y créanme que al final el sueño me la estaba ganando. Morfeo ataca cuando menos una se lo espera. Errores ortográficos y gramáticos quedan sujetos a esta situación… ¡GRACIAS POR LEER!