A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Estén atentos a los cambios de locación; cualquier frase que aparezca de este modo ":frase:" indica una acción realizada durante los diálogos. Mucho muy importante, esto es post–Hades y es una continuación de mi extrañísima línea temporal, así que hagan los cálculos que correspondan. Misao es mala con las matemáticas.

¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! … :juega con sus dedos¿Cuándo actualizarás?

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. El personaje de Selene Ishikawa pertenece a Fanny Shadow. Los demás personajes originales que no reconozcan, adivinen quién fue la mente maestra detrás de ellos.

ADVERTENCIA.

Principio 49 para ver y entender Manga: El personaje más virtuoso se va a morir… tarde o temprano.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 7:

Las Voces.

Isla de Chiloé. Casa de Anneke.

Día siguiente.

A pesar que el día anterior lo había pasado relativamente cómodo, Saga estaba nuevamente reducido a calidad de estorbo debido a la fortísima recaída de la que era víctima. Se sentía horrible, tenía fiebre y la espalda lo estaba matando. Estaba acurrucado en un ovillo bajo las abrigadas mantas, dejando apenas un pequeño espacio que le permitía respirar y otear hacia fuera de vez en cuando.

Se moría de la vergüenza además. Helo allí, en una casa extraña de la que poco sabía de su ubicación y moradores y él resfriado hasta la más patética expresión. El aire le raspaba la garganta cuando respiraba y sus dedos los sentía como hinchados y llenos de algodón. Si bien estaba bien cuidado, no se sentía cómodo. Para colmo, la preocupación y angustia que sentía por su diosa, por su hermano y sus pares le oprimía el pecho, haciéndole sentir entre el martillo y el yunque.

Cuatro veces había intentado usar su cosmo para contactarse con el Santuario y en todas había fallado. Y lo peor de todo es que luego de cada intento, su salud se había deteriorado mucho y el vil, minúsculo y mugre virus que le tenía en tan deplorable estado, ganaba más terreno. En una de las fugaces visitas de Anneke, Saga le había pedido que por favor se contactara con el Santuario o con algún campo de entrenamiento cercano, pero nada. Afligida, la chica le había comunicado que el teléfono estaba muerto desde aquella mañana y que la lluvia era tan intensa que les tenía aislados en la casa.

Se quería morir. Su espalda la sentía sudada, no tenía hambre y la fiebre lo tenía realmente complicado. Entonces, de súbito, le quitaron las mantas de encima y unos delgados brazos le ayudaron a sentarse. Saga no se había dado cuenta en qué minuto Anneke había entrado al cuarto.

"¿Saga? Terminé de secar tu pijama con la plancha." Le aseguró con voz suave. "Ya sé que te sientes mal, pero haz un esfuerzo que sé que puedes. Te voy a llevar al baño: allí te asearás un poco y te cambiarás de ropa. ¿Te crees capaz? Estaré justo afuera por si tienes problemas."

"Sí… Creo… que me hará bien." Dijo Saga cansado, volviendo su rostro hacia Anneke, los cuáles quedaron muy próximos.

"Vamos entonces."

Anneke se pasó un brazo de Saga por detrás del cuello, para así poder ayudarle a andar. El geminiano apenas protestó y con la ayuda de la chica, llegó hasta el baño. Pudo caminar el último trecho sin ayuda, por lo que entró a aquel cuarto y desenvolverse una vez dentro sin problemas. Fiel a su palabra, Anneke se quedó esperando en la puerta a que Saga terminase de asearse. Diez minutos después, el santo de Géminis salió del baño, incluso luciendo un mejor aspecto.

"¿Todo bien?" Preguntó Anneke, sin fijarle la mirada mucho rato… no por vergüenza, sino por costumbre… como si temiese mirar a la gente a los ojos. Saga asintió.

"Mejor."

Anneke le puso un chal sobre los hombros y le acompañó de regreso al cuarto. Pasaron cerca de unas escaleras cercanas antes de seguir camino. Saga sintió como le frotaban la espalda y al mirar hacia la chica, sus ojos se cruzaron unos instantes, pero nuevamente Anneke rehuyó su mirada.

Y sí. Era cosa segura. O Anneke era de su tamaño o ligeramente más alta que él, lo cuál le llamaba enormemente la atención. Nunca había visto una chica tan alta como ella. Esto no le cuadraba, pero bueno. ¿Qué podía hacer?

"¿Por qué no dejas que te mire a los ojos?" Preguntó Saga sin ningún resquemor.

"¿Huh? Err… ¿Por qué querrías mirar mis ojos?" Contra preguntó Anneke.

"Porque me gusta ver a la gente a los ojos cuando le hablo. Sobre todo la que me está ayudando."

"¿Eso porqué?"

"Porque sí."

"Esa no es una respuesta."

"Sí lo es."

"¿Quién lo dice?"

"Yo lo digo." Bufó Saga cansado. "Ocurre que no he podido verte bien los ojos. Para mi eso es importante." Saga se detuvo y sujetó a la chica por el mentón. Le dedicó una mirada curiosa… no pudo verle los ojos, ya que la chef los cerró. "¿Puedes dejar la cabeza quieta para que te los pueda mirar mejor?" Anneke se sonrojó y sacudió la cabeza.

"Pero si no tienen nada de especial. Son… como cualquier otro par de ojos, solo que no muy bonitos." Se defendió Anneke.

Es que no le gustaba que le vieran los ojos: ya antes le habían dicho cosas feas sobre ellos… es que eran tan inusuales que asustaban a las personas. La gran mayoría de quienes la conocían, solían decirle comentarios mordaces y mal intencionados respecto de sus ojos, para que así apartase la mirada. De este modo se evitaban tener que verlos y enfrentarse a algo ajeno a lo que no estaban acostumbrados. Esto había llevado a Anneke a rehuir las miradas de desconocidos y clavar los ojos al piso, lo que había contribuido a que su invisibilidad social se acentuase.

Saga detectó la incomodidad de la joven mujer que lo ayudaba y prefirió, como el caballero que era, no insistir más en el asunto. Reanudaron la marcha y como niño obediente, se dejó conducir hasta la cama que estaba ocupando, sin sentir muchos deseos más de hablar. Tenía que reconocer que el que se hubiera aseado le había hecho bien. Se recostó en la cama y Anneke no se tardó nada en arroparlo.

Hmm. Le gustaba que lo arropasen así.

"Voy a ver si puedo conseguirte un médico." Le anunció muy hacendosa. "Si no puede venir, al menos puede darme algunas instrucciones."

"¿Por qué haces esto?" Le preguntó Saga, cosa que hace rato quería preguntar.

"¿Por qué hago qué?"

"¿Por qué me ayudas, siendo que soy un extraño?"

"…" Anneke suspiró. Ni ella misma lo sabía, pero al menos podía aventurar una respuesta. "Te ayudo porque necesitas ayuda… Err… En seguida vengo."

La chica salió de la habitación con calma, dejando a Saga atrás, solo. Caminó hasta la cocina sin pensar mucho en lo ocurrido, pero una vez que hubo traspasado aquél territorio del cuál era ama y señora, comenzó a meditar en la situación. ¿Por qué ayudaba a Saga? Era un completo extraño, de esos que parecían acarrear problemas a donde fuera y que mejor se le debía ignorar. Anneke negó con la cabeza. ¡No podía pasarlo por alto! Saga estaba muy mal y al menos en ese lugar no tenía a nadie a quien volver la mirada por ayuda. No podía dejarlo a la buena de Dios así nada más.

Además…

Por muy egoísta que sonara… desde que Saga había llegado, el pesar que le oprimía el pecho se había aliviado bastante. Verlo le daba una cálida sensación en su corazón y olvidaba su pena por completo. Se sentía útil por primera vez en mucho tiempo… aunque tal cosa también le aterrase: Saga se iba a ir tarde o temprano de su vida y nuevamente se iba a quedar sola. O peor… quizás se aprovecharía de su buena voluntad todo lo que pudiera, como todo el resto de las personas, antes de marcharse quizás quién sabe donde. Era un riesgo que debía correr. Al menos ayudarlo le hacía sentir mucho mejor y feliz…

… Por muy raro que sonase.

"Sí, Saga se va a ir, pero no te dejará sola… seguro regresa a tomar tu refrigerador por asalto y comerse todo lo que encuentre." Opinó de pronto Cástor. La Armadura de Géminis estaba en la cocina. "En ese sentido tienes un punto a tu favor: a Saga le gustó como cocinas."

"¡Cástor! No seas metiche. ¡Además que pésima comparación has hecho!" Le regañó Pólux. "Saga no te dejará sola Anneke, y no porque cocines bien, eso no tiene nada que ver. ¿Ves lo que hiciste, Cástor?"

"¿Qué dije?"

"Déjala tranquila y no la molestes¿No ves que está pensando? Eres un insensible."

"Bah. No dejas que me divierta Pólux. Además le estoy asegurando que tiene una oportunidad con Saga."

"Gracias chicos, pero no me atormento con eso."

"Sí, como no." Dijeron Cástor y Pólux al mismo tiempo, con un dejo de ironía.

Anneke sonrió, mientras miraba a la armadura de géminis, que estaba muy tranquila en la cocina, tratando de echarle porras. Ya se había acostumbrado a oír las simpáticas conversaciones que la armadura sostenía consigo misma… y hasta había hecho buenas migas con ella… Err… bueno, mejor dicho que había hecho buenas migas con la mitad que se llamaba Cástor. Pólux en cambio, parecía ser un poco desconfiado, pero ya comenzaba a tomarle cariño.

"Ya basta los dos. Tranquilos, que…"

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!"

Una agitación hacia el interior de la casa, y el hecho que se inflamasen dos poderosos cosmos, uno de ellos muy dañino, alertó a todos los habitantes de la casa. Anneke salió disparada hacia el cuarto de Saga a todo lo que le dieron los pies y entró de golpe a la habitación. Un ligero brillo en sus manos indicaba que estaba por atacar: ella no lo sabía, pero tenía un gran potencial en cuanto a ataques psíquicos increíble, que la hacía la persona ideal para repeler agresiones de este tipo…

… y que si usaba no más se debía a la inercia.

Saga se había caído de la cama y sujetaba su cabeza con fuerza, como si quisiera arrancársela. Se resistía, era obvio que peleaba contra alguna invisible fuerza que no le dejaba en paz y que le estaba robando cada momento de calma que pudiera tener. Anneke no perdió más tiempo, se arrodilló junto y le puso las manos en las mejillas, mientras éstas despedían una tenue luz blanca.

"¿Por QUÉ NO lo dejas en Paz?" Espetó enojada, al tiempo que algunos de los cabellos de su corta melena color gris plateada flotaban detrás de ella. De cuando en cuando podían distinguirse sus reflejos color zanahoria.

Sus ojos se tornaron severos y cruzaron mirada con los enrojecidos ojos de… ¿Saga? No… ¡Ese no era Saga! La chica frunció el ceño, pero no retrocedió ni un centímetro, pese a que esta vez le estaban plantando pelea a ella. Para responder a esta tenaz resistencia, Anneke aumentó su poder, sin saber lo que hacía. Podía percibir a Saga luchando por su mente en algún lado y tenía que ayudarlo de algún modo.

"¡LÁRGATE!"

Fue como si de súbito jalasen los cabellos de Saga hacia atrás por varios segundos. El agresivo cosmo que había atacado al santo desapareció, mientras que el que pertenecía a Saga se aquietó y afianzó en su propio cuerpo. Anneke no le soltó la cara por mientras no recuperase la conciencia, cosa que tardó por lo menos un minuto y medio. Bruno llegó al lado de su ama y le fijó la mirada al geminiano… hasta que este parpadeó confundido.

"¿Anneke?" Preguntó temeroso. Algo le decía a Saga que la chica estaba perfectamente conciente de que no había sido él quien había ocupado su cuerpo momentos antes. ¿Cómo? No tenía ni idea. "¿Estás bien¿No te hizo daño?"

Si se fijaron, Saga y Anneke se llaman por sus nombres de pila. Esto se debe a que habían convenido en tratarse así aquella mañana, al desayuno. La chica asintió tranquila, mientras le ayudaba a incorporarse.

"Vamos, de pie y a la cama." Le dijo cansada. "No puedes ventearte o no te hará bien."

"¿Fuiste tú quien me acaba de ayudar?" Preguntó Saga extrañado, todavía confundido e impresionado por su reciente experiencia, mientras se sobaba el pecho, confundido y algo nervioso. Anneke negó con la cabeza.

"No lo sé. Fuiste tú solito quien se trabó a líos con esa persona." Estos dichos dejaron a Saga mudo: Anneke acababa de ayudarle a riesgo de su propia vida, pero aún así le quitaba crédito a lo que había hecho. "Yo no más te echaba porras. No habría sabido ayudarte."

Saga se recostó en la cama y se dejó arropar, mientras ponderaba en lo que acababa de escuchar. Anneke le sonrió con algo de melancolía. El geminiano le correspondió… había podido verle los ojos una pequeña fracción de segundo. Ojos grises, transparentes como cristales, misteriosos y clásicos… profundamente apenados. Parecían estar dibujados.

Adoró esos ojos a partir de ese momento.

"Eres extraña."

"Me lo han dicho seguido. ¿Saga?" Anneke se sentó a un costado de la cama y comenzó a acariciarle los cabellos. "Creo que estás trabajado."

"¿Qué estoy qué?"

"Creo que te hicieron un trabajo. Esa cosa que te atacó… parece que es un brujo." Dijo muy seria, en voz baja, como si temiese pronunciar aquella palabra.

"¿Un qué?"

Entonces Saga puso los ojos en blanco y el cosmo que antes le había atacado se incrementó con mayor fuerza. El geminiano se sentó en la cama y empujó a Anneke al suelo antes de ponerse de pie con violencia. La chica no se tardó ni un segundo en pararse, aunque a trastabillones, y para mayor seguridad, retrocedió hasta la puerta, desde donde enfrentó a la entidad que se había posesionado del santo. Bruno comenzó a ladrar como desaforado, pero a la orden de Anneke, se mantenía a distancia.

Los cabellos de Saga se tornaron grises, sus ojos rojos y un aura negra le envolvió. Sonrió burlonamente y empuñó ambas manos, asumiendo una posición de ataque. Anneke abrió la boca, pero no emitió sonido alguno. Su severa y calmada expresión enervó la paciencia de su improvisado rival, al mismo tiempo que contrastaba con el creciente nerviosismo que sentía en su interior. ¿Asustada? No lo duden ni un instante. Pero se mantenía firme en su lugar y no estaba dispuesta a demostrar que tenía miedo. Casi sin darse cuenta, se sobrepuso a este temor.

"¿No estás asustada mujer?"

"¿Debería?" Anneke le regresó una irónica expresión. "Deja a Saga en Paz y LÁRGATE de mi Casa."

"No sin este cuerpo, niña. Aunque patalees, me lo quedo."

"No te lo quedas, no es tuyo. Es de Saga."

"¡Él no puede reclamarlo!"

Entonces el cabello del santo de géminis comenzó a oscilar a su color normal. Se desplomó al suelo, al tiempo que cubría su rostro con ambas manos. Un sonido casi gutural escapó de la garganta de Saga en un desesperado intento por hacer notar que aún era la personalidad dominante y que no permitiría que otra entidad tomase control de lo que le pertenecía por derecho.

"¡S-í p-puedo! Es MI c-cuerpo. ¡SAL!"

"¡NO! NO TE RESISTAS Y DEJA QUE TOME EL CONTROL."

Espantada, Anneke apenas sí podía dar crédito a sus ojos cuando entre las casi epilépticas convulsiones del santo, su voz cambiaba de tonalidad y sus cabellos se tornaban grises y azules. Podía ver como Saga luchaba por recuperar el control de su cuerpo y facultades con un ahínco increíble. Ya no estaba asustada, lo había estado momentos antes, pero ahora ya no. Estaba preocupada y enfurecida por la cobardía de la entidad que se estaba aprovechando de la débil condición de salud de Saga. ¡Si Estuviera Sano Esto NO Le Estaría Pasando Esto!

Entonces tomó una decisión. Avanzó temeraria hasta el atribulado santo y estiró su mano hacia él. Antes que Saga o la entidad que quería poseerle se dieran cuenta, Anneke le propinó un fuerte palmazo a la frente del geminiano al tiempo que una luz blanca irradiaba de sus dedos. Los cabellos de Saga se tornaron azules de golpe y su cosmo volvió a la normalidad. La entidad salió huyendo a toda prisa luego que Anneke hubo efectuado este ataque.

La chica tuvo que sujetar el cuerpo del santo, que colapsó sin ningún control ni bien la cosa esta le hubo dejado en paz, y nuevamente se quedó con el guardián de la Tercera Casa entre los brazos. Anneke dejó unos instantes al santo en el suelo, antes de sujetarlo de nuevo e impulsarlo hacia arriba, aprovechando el impulso para recostar y acomodar a Saga en la cama. Mientras le arropaba de nuevo, descubrió que el santo había recuperado la conciencia y le miraba azorado, como avergonzado. Se incorporó un poco, apoyándose en sus codos.

"¿Quién eres?" Le preguntó extrañado, sorprendido del temple de la mujer y afligido por su propia involuntaria vulnerabilidad. Anneke no supo como reaccionar.

"¿Estás bien?"

"Gracias a ti… ¿Qué pasó?" Preguntó Saga mientras inconscientemente le sujetaba una de las manos a la chica.

"Hay un brujo que quiere posesionarse de tu cuerpo, Saga." Anneke se mordió los labios. "Lo acabo de comprobar, pero no me imagino la razón."

No era necesario tener un doctorado en posesiones para darse cuenta de esto, sin embrago, aún así tal anuncio le pareció una macabra novedad. Saga le miró afligido. Tenía malas experiencias con posesiones. Anneke tenía razón, había alguien que quería tomar control de su cuerpo, y aunque la idea le repugnaba en extremo, le tranquilizaba el hecho que no se trataba de un dios vengativo, sino de algo mucho más manejable… claro que por culpa de su resfrío estaba inutilizado para hacerle frente como quisiera. Si no hubiera contado con la ayuda de Anneke en el momento en que la tuvo, otro gallo habría cantado y no precisamente para bien.

"Gracias."

"Tú tranquilo." Le dijo Anneke con amabilidad, mientras le acariciaba el rostro. Saga siguió sujetándole la mano con firme delicadeza y la vista fija en los ojos de la mujer, que ya de por sí le fascinaban. "Iré a preparar algo de comer. ¿Te apetece comer algo rico y dulce?"

"… No tengo hambre, gracias…"

"¿Qué tal un strudel?" Le tentó Anneke con picardía. "Puedo preparar uno en un tris. Estará listo para cuando tengas ganas de comer."

Saga abrió los ojos como platos. ¿Strudel casero? Hmm… No suena para nada mal.

"¿Segura que no eres un ángel?"

Atenas. Hospital.

Alisa y Milo entraron a ver como seguía Kanon. Si bien al estar en la UCI significaba que las visitas estaban reducidas, ninguna de las enfermeras ni los guardias se atrevían a detener a los santos que iban hasta allí. Por lo menos se portaban bien y como no iban en grupos grandes, sino más bien reducidos, no había mayor problema.

El matrimonio se acercó al Gemelo Menor, que seguía muy grave. Al menos Seiya había tenido algún temporal repunte, pero Kanon se mantenía igual, ni mejor ni peor, aferrándose a la vida con tenacidad. Milo se llevó las manos a las caderas mientras observaba a su compañero y como Alisa, en silencio, le arreglaba las cobijas.

"Va a necesitar que le afeiten pronto." Murmuró Alisa mientras le apartaba un mechón de la cara. La chica se acercó a Milo y lo abrazó. "Está muy mal el pobre."

"Ojalá que no se le ocurra morirse." Comentó Milo, regresándole el abrazo a su esposa. "Sería un Desatino. No solo porque aquí quedaría un desastre, sino porque dudo que se pongan contentos en el Inframundo de recibirlo ahora tan pronto."

"Shhh. Milito…" El dulce reproche de su esposa le picó la curiosidad. Con los ojos, Alisa le indicó a su derecha. "Guarda silencio…"

En un sillón que habían puesto por orden de Shion, Isabella dormía a sobresaltos. La chica se había pasado allí los últimos dos días y tenía un aspecto… atroz. Estaba cansada y afligida como nunca, apenas había dormido y difícilmente dejaba el lado de Kanon. Si comía era porque alguien le llevaba algo. Milo apretó los labios: aquella imagen le recordaba mucho a Camus, cuando este le había estado haciendo guardia a Alsacia durante aquellos terribles primeros días luego de aquél incendio.

"No quisiera estar en sus zapatos." Alisa soltó a Milo y se agachó junto a Isabella. "Mejor la dejamos tranquila."

"Deberíamos sacarla: si pasa tanto rato en este estado, se puede enfermar." Comentó Milo preocupado. "Ni siquiera se ha percatado que estamos aquí."

"Lo sé Milito, pero le puede hacer mal si la sacamos así sin su permiso. Si sale será porque lo decidió, no porque alguien más lo quiso por ella." Alisa suspiró y se puso de pie. "Sabes como se pone cuando la pasan a llevar."

El santo de escorpión asintió pesadamente con la cabeza y, acercándose a su esposa, le tomó la mano con ternura.

"Mejor la dejamos tranquila. ¡Te invito a un helado!"

Alisa sonrió y asintió con la cabeza. Recostándose en el brazo y hombro de Milo, se dejó guiar a la salida. El matrimonio abandonó la habitación, no sin antes echarle un último vistazo a Isabella y a Kanon, deseándoles la mejor suerte de todas.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Capítulo: A Nivel Astral.

… tendido así como estaba se veía macabramente más muerto que vivo. Su torso estaba lleno de vendajes y puntos, un drenaje le salía de uno de sus costados, sus brazos estaban clavados con muchas agujas y estaba conectado a un respirador y diversas máquinas que tenían un desagradable bipeo. Saga aguantó la respiración…

PS: Creí que me tardaría más en escribir este capítulo, pero veo que me salió más fácil de lo que pensé. Espero que les haya gustado el monstruo tan complicado que les presento y que su curiosidad se les haya picado lo bastante como para querer saber qué más sigue. Espero además que su interés sea lo bastante agudo como para que quieran ¡DEJAR UNA BELLA REVIEW!

Brújula Cultural.

Un trabajo: Todos sabemos perfectamente qué es un trabajo, pero en este caso, tengo que contextualizar un poco su significado. Anneke al referirse que Saga está trabajado, quiere decir que alguien le puso una maldición. Por ende, en este sentido, un trabajo es un hechizo dañino puesto por terceras personas, a espaldas del afectado.

Brujo: Entre las figuras mitológicas de Chiloé, el Brujo es lo que ustedes están pensando. Un hombre que tiene poderes y puede hacer hechizos. En la Isla Grande de Chiloé son especialmente peligrosos. Se les llama "mal cristianos" y han hecho un pacto con el diablo a cambio de poderes. Enemigo de los "limpios" o personas normales, tiene una fuerza que deja boquiabierto. Los brujos tienen en Chiloé una suerte de sindicato, "La Recta Provincia", que tiene su sede principal, llamada "Mayoría" o "Casa Grande" cerca del pueblo chilote de Quicaví. Allí, en una cueva custodiada por el Invunche, hacen sus aquelarres sin que nadie les interrumpa. El brujo necesita de ciertos requisitos para pertenecer a la "Mayoría" y así poder practicar bien su arte. Son brujos quienes forman la tripulación del Caleuche. Para reconocer a un brujo, se debe lanzar un puñado de afrecho al brasero y si alguien estornuda, es porque es un brujo. Para eliminarlo, tendrá que ser sorprendido en medio de sus fechorías y así morirá antes de un año.

Invunche: Mitología Chilota. Guardián de la Cueva de Quicaví, en donde se realizan los aquelarres. Es un ser deforme, que alguna vez fue un ser humano. Los brujos robaron al primogénito de una familia cuando aún era bebé, o este fue regalado por sus padres. Se le cría desnudo, alimentándosele con carne humana y leche de gata. Al crecer, los brujos lo deforman salvajemente, poniéndole una pierna en el espinazo para evitar que se aleje de la cueva. Se le permite salir para que coma, y si un "limpio" lo ve, el pobre se volverá loco. Los únicos que pueden mirarlo sin ningún peligro son los brujos. Si le caen a palos al Invunche durante la noche, significa que habrá pestes y muertes. Se dice que la carne de este ser cura cualquier enfermedad y al morir, los brujos se lo pelean.

Aquelarre: Reunión de brujas o de brujos.

El Caleuche: Mitología Chilota. También llamado Buque de Arte. De momento quédense con que es un barco fantasma.