A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Estén atentos a los cambios de locación; cualquier frase que aparezca de este modo ":frase:" indica una acción realizada durante los diálogos. Mucho muy importante, esto es post–Hades y es una continuación de mi extrañísima línea temporal, así que hagan los cálculos que correspondan. Misao es mala con las matemáticas.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras¡ME ALEGRA QUE HAYAS ACTUALIZADO POR FIN!
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. El personaje de Selene Ishikawa pertenece a Fanny Shadow. Los demás personajes originales que no reconozcan, adivinen quién fue la mente maestra detrás de ellos.
ADVERTENCIA.
Principio 65 para ver y entender Manga: Todos en Japón cantan bacán.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 10:
Un poco más de té.
"Ya deja de mirarme, me estás poniendo nerviosa." Gruñó Anneke fijando la vista en el techo. Saga, que no esperaba que le hablara, levantó las cejas en señal de sorpresa.
"¿Huh?"
"Que dejes de mirarme."
Saga se sentía mejor y había decidido hacerle compañía a su nueva amiga, la había estado observando con fascinación mientras Anneke, hacendosa, se movía con total dominio de espacio por su cocina. Saga se acomodó en la silla y se sopló el flequillo, al mismo tiempo que se llevaba las manos detrás de la cabeza.
"¿Porqué te sientes nerviosa? Lo único que estoy haciendo es mirar como trabajas."
"Pues por eso mismo."
"¿No te gusta que te observen?"
"No."
Anneke apenas movió la cabeza en dirección del Santo dorado. No quería que Saga viera que estaba muy ruborizada. Regresó su atención a la masa que estaba preparando, sin embargo la mirada del santo no se detuvo. Podía sentirla en su nuca, aguda y penetrante, como si fuese un cuchillo. Dejó lo que estaba haciendo hasta entonces, puso las manos a los lados, mientras cerraba los puños y miró al techo. Todos sus músculos se tensaron.
"Saga de Géminis. ¡Ya córtala! No me mires." Gruñó enojada.
"No es para que te enojes." Saga suspiró divertido, mientras apoyaba su cabeza en una de sus manos. "Estoy aburrido y no me conversas." Añadió con travesura.
Anneke dejó escapar un suspiro cansado. Estaba nerviosa con Saga tan cerca. Nunca antes había sido el centro de atención de nadie, menos de un hombre (al menos hasta donde ella sabía). Ni siquiera los clientes del restaurante en el que trabajaba le dedicaban mucha atención. Solían ignorarla y eso la tranquilizaba mucho, pero Saga… ¡Saga La Miraba Fijo! Eso causaba que su corazón se agitase mucho y sintiese mariposas en los pulmones. ¿Qué poder tenía Saga que la tenía así?
"No vas a lograr que te mire a la cara." Le dijo decidida, mientras caminaba hasta la cocina y revisaba una de las ollas que había en el fuego. "En serio me pones nerviosa."
"¿Nerviosa?" Saga levantó ambas cejas. Ahora tenía la cabeza apoyada en ambas manos. En verdad podría quedarse mirando HORAS a Anneke sin aburrirse. "¿Estás segura¿Por qué te pongo nerviosa?" Su pregunta cayó en el vacío. La chica no respondió, aunque fue obvio que un escalofrío le recorrió la espalda.
Saga entrecerró los ojos, pero suavizó un tanto la mirada. Le incomodaba tremendamente que la chica le rehuyera el rostro. ¿Acaso él era tan hostil? Ya sabía que intimidaba y que por eso no hacía muchos amigos, pero… ¿Tan grave era su problema que ni siquiera esta guapa y dulce mujer quería mirarlo a la cara? Dejó caer los hombros entristecido… Mejor se iba y la dejaba sola. No quería importunar a Anneke con su presencia.
"Saga, no me intimidas." Dijo Anneke de pronto, levantando su atención de la olla, girando un poco la cabeza. ¡Vaya! Éste tenía que ser el hombre más hermoso que conocía. "Es que me pones nerviosa… veras, yo no… no estoy acostumbrada a estar con personas… no te vayas, quédate… sólo no me mires así como lo hacías." El detectar la decepción de su invitado, Anneke no había podido evitar sentirse mal. El santo de géminis la miró extrañado y sorprendido.
"¿Qué… cómo supiste que…?" Preguntó Saga, aunque de súbito intuyó la respuesta. Anneke se pasó una mano por el cuello, y comenzó a buscar las palabras adecuadas para justificarse. "Tiene que ver con el hecho que me has ayudado en el plano psíquico… ¿verdad?" Tentó el santo.
Anneke giró sobre sus pies y le miró sorprendida. Abrió los ojos y comenzó a secarse nerviosamente las manos con su delantal.
"… Jejeje… este… yo… ¿Te habías dado cuenta?" Balbuceó cohibida. "No fue mi intención inmiscuirme, es solo que… si no lo hacía, te ibas a…"
"¿Cómo no querías que me diera cuenta? Me salvaste el pellejo en varias ocasiones gracias a eso." Saga se encogió de hombros, como si estuviera comentando algo trivial… es que comparado con las cosas que había tenido que ver, esto era algo MUY normal. El dorado estaba sonriendo: es que Anneke por fin le estaba mirando a la cara y eso lo llenaba de gozo. "De lo cual estoy muy agradecido. Fue muy valiente de tu parte, y eso lo reconozco. Lo que sí, no me explico porqué lo hiciste."
"¿Por qué hice qué?"
"Ayudarme. Te pudiste haber hecho mucho daño." Saga se mordió el labio inferior. No le gustaba pensar en eso. "Te pude haber lastimado MUY feo el otro día."
Anneke se dio la vuelta y regresó su atención a la olla, que luego de revolver unos segundos, probó el contenido con una cuchara de madera. Como el sabor le gustó, revolvió la mezcla un poco más antes de dejar la cuchara a un lado y regresar su atención a la masa que había estado preparando hacía unos momentos. Saga la observó tranquilo, mientras amasaba con hacendoso cariño.
Al parecer, ponía mucho corazón en la comida que preparaba.
"… no es nada. No podía dejarte a tu suerte: Si me hubieras lastimado, habría valido la pena." Explicó en voz baja. "No es gran cosa lo que hice." Saga entrecerró los ojos, tratando de detectar alguna suerte de falsa modestia, cosa que no logró. ¡Qué Chica Tan Rara!
"¿Arriesgarse en beneficio de un extraño? Anneke, eres extraña." Saga frunció el ceño. La actitud de la mujer se le hacía un tanto irresponsable. "Te pude haber matado."
"Nadie me habría extrañado, te lo aseguro."
La fría naturalidad con la que Anneke le dijo eso le tocó un nervio particularmente sensible. Saga se puso de pie y se acercó a ella. ¿Cómo que nadie la extrañaría? Tenía que ser una broma. Poco la conocía, pero el mero hecho que le hubiera salvado la vida, cuidado de él y mantenido a salvo de una presencia negativa cuando no podía valerse por sí mismo, hablaba muy bien de ella. Con una mezcla de timidez y ternura, apoyó sus manos en los hombros de la chica, quien reprimió un tímido suspiro. Sonrió… Pocos tenían un altruismo de este estilo, seguro Anneke tenía mucho amigos y…
"No tengo muchos amigos." Suspiró Anneke, tratando de relajar su corazón y respiración. Se dio la vuelta y encaró al santo. "Digamos que asusto a las personas." Explicó, frotándose las manos.
"Jeje, es que si les dices en su cara lo que están pensando no me extraña." Respondió Saga sorprendido, pero de buen humor. "A la gente no le gusta eso. No sabía que podías leer la mente."El dorado le dijo de buen ánimo, mientras observaba como sus dedos acariciaban un mechón de cabello.
¿Por qué estaba actuando de esa manera? Era una pregunta que no quería responderse. La Armadura de Géminis, que estaba allí cerca del refrigerador, observaba en sorprendido silencio. ¿Acaso Saga se había golpeado la cabeza o el virus se le había alojado en las neuronas¡Uuh! Cuando las demás armaduras se enteraran del chisme…
"¡Yo no leo la mente sin permiso!" Exclamó Anneke asustada, apartando la mano de Saga con la suya propia (que no soltó). "Es que estas imágenes me llegan a la cabeza y me la llenan y yo no sé que hacer, porque si hago algo yo… ¿De qué te ríes?"
"Jajajaja, de ti. Te preocupas demasiado."
"…"
"¿Qué¿Por qué me pones esa cara?" Preguntó Saga inocente.
"¿Qué me preocupo demasiado¡Miren quién habla! El neurótico de la seguridad, del orden y de las buenas costumbres, que hasta se asusta por ruidos repentinos y por las probables bromas que le puedan jugar." Rezongó Anneke con un tono algo antipático. Uuh. Golpe bajo. Saga tragó saliva.
"Err… Cómo decía. Es obvio que la gente se asuste." Saga se pasó la mano por la nuca. Prefirió no seguir con el tema, pues sabía que podría resultar un poco molesto: si él hubiera estado en lugar de su anfitriona, seguramente se habría ido a encerrar en su cuarto para pasar la taimadura.
"¿Te parece extraño que se asusten?" Anneke se encogió de hombros, suavizando el timbre de voz. Se giró hacia el mesón en dónde tenía la masa, la cuál observó algunos momentos. "Te debe parecer una necedad, ya que no es a ti a quien tratan como bicho raro." Saga resopló y miró al techo.
"Te equivocas."
Anneke volvió a amasar con fuerza mientras Saga la observaba. El santo de géminis sonrió de gusto. Esta chica, ahora que la veía bien, le resultaba muy bonita, pero al mismo tiempo le desagradaba esta tristeza que emanaba de sus ojos y de su voz. Era como si Anneke estuviera diseñada para esbozar las sonrisas más luminosas de la vida, pero que ella misma no se permitiera tal lujo. La sentía atrapada dentro de sí misma, con ganas de llorar y desahogarse, pero sin tener a nadie que quisiera consolarla. Eso estaba fuera de lugar¿Cómo podía una persona así, como ella, sentirse tan miserable? O una mejor pregunta¿Cómo podría hacerla sonreír?
Entonces la olla que había al fuego captó su atención. De ella emanaba un aroma dulzón. Curioso como sólo su esencia le dictaba, Saga se acercó a ver más de cerca la enigmática preparación de color café oscuro. ¿Qué sería? No había visto a Anneke preparar esto desde el comienzo: había llegado a la cocina cuando ya estaba amasando.
Se inclinó sobre la olla para ver su contenido, cuando aquél olor tomó por asalto su nariz. El dulce aroma que emanaba de esa olla hizo que se le hiciera agua la boca. Saga, que ya estaba mucho más activo, se dejó seducir por el olor que respiraba. ¿Qué sabor tendría esa mezcla? Se veía espesa y deliciosa, pese al extraño color que tenía. ¿Habría algún problema si probaba un poco? Tomó una cuchara de palo cercana casi por inercia y sin esperar por más, se dispuso a robar un poco.
¡PLAP!
"¡Eso Todavía No Está Listo, Mano Mañosa!" Anneke, sin que Saga se percatase, le golpeó la mano con otra cuchara de palo. "Cuando esté listo te daré un poco, por ahora, ATRÁS."
"¡Oye, Me Dolió!"
"Te debí haber dado más fuerte."
"Pero…"
"Nada de peros. Regresa a la mesa."
"No me regreso."
"¿Me estás desobedeciendo?"
"Sí. No me gusta que me peguen."
"Tu te lo buscaste: no me gustan que se metan en lo que estoy cocinando."
"Pero…"
"Dije que sin peros."
"… es que huele rico. ¿Qué es?"
Saga se apresuró en decir esto con la mejor cara de cachorro que pudo esbozar. Esta expresión tenía que tener algo mágico en sí: le resultaba a Kanon cuando discutía con Isabella, le resultaba a Milo cuando tenía bronca con Alisa, le resultaba a Kiki para pedir favores y a todas las chicas cuando querían pedirle a él un favor. ¿Por qué no habría de resultarle? Anneke se puso firme con las manos sobre las caderas, pero Saga no se dejó vencer y continuó con cara de cachorro. Al cabo de unos minutos, la chef suspiró, aplacada por tan inocente carita.
Entonces sucedió algo sorpresivo. Aprovechando la cercanía, Saga le dio un beso en la punta de la nariz… lo que obviamente él no se pudo explicar porqué lo había hecho. Y en cuánto a Anneke.
"…"
… Más desconcertada no podía estar.
"¿Qué cocinas, Anneke?" Preguntó Saga, ansioso por distraer la atención y lograr que la chica no pensara en el extraño beso.
Anneke pestañeó sorprendida, mientras miraba a Saga, quién aún le devolvía una cachorresca expresión. Sacudió la cabeza y, quizás pensando que lo del beso había sido su imaginación, tragó saliva y volvió su atención a la olla. Esbozó una sonrisa, que causó que el santo de géminis sonriera aún más ampliamente. Anneke bajó la mirada apenada. Esos ojos verde–azules le habían disipado el mal humor. ¿Cómo decirle que no? La chica regresó a su masa, con Saga siguiéndole muy de cerca.
"Estoy preparando sopaipillas pasadas para la once."
"¿QUÉ?" Saga preguntó, sin haber entendido ni papa. ¿Qué era una sopaipilla y por qué las quería pasadas las once? Anneke rió.
"Sopaipillas es una preparación típica de Chile. Es una masa hecha con zapallo o calabaza. Cuando está lista, se aplana, se cortan en círculos y se fríen. Se comen mucho en días lluviosos, dan mucha energía. Se pueden comer así simples o pasadas."
"¿Pasadas?"
"Sí… pasadas por chancaca o panela, que es azúcar sin refinar, derretida a modo de salsa. Es muy aromática. Eso es lo que estoy preparando en la olla que acabas de asaltar."
"¿Para qué las quieres para las once?" preguntó Saga mirando la olla.
"No, las quiero para la once. La hora del té, como los ingleses."
"¿Y porqué les dicen once si pueden decirle merienda u hora del té?" Volvió a preguntar, esta vez con una mano en la cadera y observando a Anneke con curiosidad.
"Bueno… hay muchas versiones al respecto." Anneke regresó su atención a la masa, que ya comenzaba a aplanar con la ayuda de un uslero. "La que más me gusta; pásame la harina por favor… gracias; la versión que más me gusta data del tiempo en que los hombres iban a los clubes a la hora del té, a finales del siglo XIX en Santiago."
"¿Santiago es la capital de este país?"
"Sí. Como decía… estos señores iban a sus clubes a la hora del té a tomar aguardiente, Como no querían hacer enojar a sus señoras, les decían que iban a tomar las ONCE, ya que aguardiente tiene once letras, para así poder despistarlas. A-G-U-A-R-D-I-E-N-T-E. Pronto se asoció tomar once con tomar el té."
Vaya que se le pasaba rápido el enojo a Anneke. De un momento a otro se puso muy buena para conversar. Saga la escuchó atento, ayudando casualmente a la mujer a cortar la aplanada masa en círculos con la ayuda de una taza. Definitivamente la chef era muy bonita, aunque muy nerviosa y se sonrojaba con facilidad. Se sentía bastante cómodo y hasta se había olvidado de sus problemas. ¡Qué no hubiera dado por estrecharla en sus brazos! Anneke entonces, entre que comenzó a freír las sopaipillas y conversaba con Saga de esto o aquello, comenzó a disponer la mesa para tomar la once.
¿Por qué se estaba sintiendo complacido y contento, pero tan raro?
Al cabo de casi una hora y media ya estaba todo dispuesto. Las sopaipillas estaban listas, la mitad de ellas ya estaban "pasadas." Había café, té y un kuchen de duraznos que había aparecido de la nada sobre la mesa. Pan amasado, huevos revueltos y mantequilla completaban el cuadro.
"Por Athena¿Esto es una once? No habrá necesidad de comer después." Saga estaba impresionado… y ansioso por comenzar a engullir. Anneke sonrió.
"Si claro. Los hombres comen lo que sea. Sobre todo tú: el otro día te comiste tú solo tres cuartas partes del strudel que preparé." Afirmó con conocimiento de causa. "Por favor, siéntate y come. ¿Quieres té o café? Ya me dirás si te gusta esto o no." Saga rió nervioso.
"¡Es que tu strudel estaba muy bueno!" Se disculpó, mientras elegía qué comía primero. Las sopaipillas y el kuchen se veían prometedores. "¿También preparaste este pastel?"
"Sí. Kuchen de duraznos. Ahora, Come y calla."
"Encantado. Como digas." Saga comenzó a comer con entusiasmo.
Se alimentaba muy bien, lo cuál fue un alivio para Anneke: enfermo que come, ya no se muere. Si bien al santo no le gustaron mucho las sopaipillas simples, las pasadas se las zampó de un bocado, por falta de una mejor palabra. Esto tenía muy contenta a la chef, que adoraba ver como la gente comía con ganas… aunque eso aplicado a Saga le daba un bonito latido de corazón.
La verdad, verlo a él, en cualquier circunstancia, le daba no solo bonitos latidos de corazón, sino también un respirar más liviano y despreocupado. Podría observarlo por horas sin aburrirse.
¿En serio le había dado un beso en la nariz o había sido su imaginación?
Cuando estaban por terminar de comer, Anneke se sorprendió a sí misma mirando por la ventana. De pronto las palabras que la Viuda le había llevado esa mañana le regresaron a su cabeza con fuerza. Y al parecer no fue a la única que le pasó.
"Anneke¿te puedo hacer una pregunta?"
"Dime."
"… Tú sabes quién me ha estado atacando psíquicamente¿no?"
"No lo sé. Aunque desde esta mañana lo sospecho. Es un brujo y creo saber cuál."
"¿Un brujo?" Saga entrecerró los ojos. ¿Lo había estado acosando un brujo? Feh. ¡Menuda novedad! Si sobrevivió a la posesión de un dios maligno, seguro podía con un brujo. "¿Quién es? Me gustaría hacerle saber mi parecer sobre…"
"Es el capitán del Caleuche."
"Ah sí… los que se quieren ir de topes con Poseidón." Saga también comenzó a meditar sobre las noticias que esa mañana habían llegado de la mano de esa loca que imitaba a Samara y que se había aprovechado de su nobleza. "Aunque no me explico porqué me necesitan. ¿Qué es el Caleuche?"
"Es un barco fantasma. Muy luminoso y peligroso. Está lleno de brujos y delincuentes de toda calaña, allí hacen sus tratos comerciales. Le dicen el Buque de Arte y hay que evitar verlo en lo posible. Nadie escapa del Caleuche."
"¿Estos brujos saben que enfrentarse a un dios no es un chiste? Poco conozco a Poseidón, pero Kanon dice que tiene un genio muy volátil." Saga levantó la nariz enojado. "Menos chiste aún es si deciden usarme a mi para enfrentarse a él."
"Lo sé, pero digamos que esa tropa de mal nacidos tiene aires de grandeza: la Viuda no anda con mentiras y los del Caleuche son decididos. Decidieron enfrentarse a ese dios y lo harán, cueste lo que les cueste." Anneke le dio una mordida a su sopaipilla, la masticó y la tragó. "Lo terrible es que creo saber porqué le tienen tanta ojeriza."
"¿Me cuentas?"
"…" Anneke suspiró. "¿Tú sirves a una diosa, verdad?"
"Sí, a mi señora Athena… aunque tiene 16 años, así que no es tan señora, sino más bien una linda doncella." Explicó Saga con cariño de hermano mayor. "¿Por?" Añadió.
"¿No le debes lealtad a Poseidón?"
"No. Tengo que vigilar que no se alce en armas contra el Santuario de súbito, pero mi lealtad está con Athena… ¿Por qué estás preguntas?"
"Es que el Capitán del Caleuche… hace un par de semanas, conoció a una chiquilla de por aquí: tuve que ir en su ayuda, porque se las vio negras. Ella es una niña, todavía va al colegio. Se llama Paulina, es la hija menor de un pescador de la zona."
"¿Eso que tiene que ver con todo esto?"
"El Capitán del Caleuche… digamos que se "enamoró" de ella y por eso la quiere subir al barco como su esposa." Saga arqueó una ceja, sin poder captar a donde se dirigía el tren de pensamiento de Anneke, pero prefirió poner atención y ver qué más información podía sacarle.
"… dudo que los padres de esta niña quieran verla casada con un brujo, pero ¿Qué tiene que ver todo eso con Poseidón?"
"…"
"¿Anneke?"
"…"
"¿Sigues ahí?"
"Sí, sigo aquí."
"¿Y bien? No me puedes dejar a la mitad del chisme."
"Es un secreto. Nadie debe saberlo."
"Te aseguro que soy una tumba."
"¿Me lo prometes?"
"Te lo prometo."
"Bien." Anneke suspiró largamente. "Paulina es una buena chiquilla, nos llevamos muy bien… no sé si sabe que yo sé su secreto, pues lo descubrí por accidente…" Anneke se mordió el labio inferior. "Todas las criaturas mágicas de Chiloé saben quién es ella… Incluso la Pincoya, de quién es amiga."
"¿Qué ocurre?" Saga se sentía de súbito más curioso. Esto le daba mala espina.
"Paulina tiene 17 años, su salud es muy errática… su esencia divina está desapareciendo muy rápido, ya no le queda mucha." Anneke miró a Saga expectante, y se detuvo algunos momentos, sin saber si debía continuar o no. El santo la miraba intrigado. ¿Acaso había dicho esencia divina? Anneke miró por la ventana. "Saga, Paulina… ella es… es la encarnación de Anfitrite."
Inserte un momento de sorprendido silencio.
… Mejor insertemos dos, que uno se queda corto.
"¿QUÉ¿ESTÁS SEGURA?"
"Como que mi nombre es Anneke."
El gemelo abrió los ojos como platos, sin poder dar crédito a lo que oían sus oídos. Todo entonces pareció encajar como de milagro en la mente de Saga. El capitán del Caleuche se había enamorado (no era esa exactamente la palabra, pero bueno, de momento sirve) de una nereida que había estado oculta los últimos 1500 años. Esta inmortal era la fugitiva esposa del dios de los mares, y a diferencia de su marido, ella era fiel. Seguro había rechazado las insinuaciones del capitán del barco, por lo que éste había urdido un plan para eliminar a su divino y desprevenido rival, para lo cuál había decidido intentar de tomar control de su cuerpo, un guerrero poderoso, para así poder enfrentar al dios.
¡Me lleva! Sí que era un lío. Aunque algo le hacía sospechar que esta posesión era el plan B ¿Acaso el ataque al Santuario estaba ligado con este hecho?
"… Anneke… ¿Estás cien por ciento segura?" Insistió Saga, que resopló de lo lindo cuando vio que la chica asentía con la cabeza. "No sé si sabes, pero ¿Poseidón está enterado?"
"No sabe ni sospecha donde está su esposa, ni qué es lo que ha pasado con ella." Explicó Anneke. "Hasta donde sé, todo esto se ha maquinado a sus espaldas."
"Tengo que contactar al Santuario." Saga se puso de pie de golpe. Comenzó a encender su cosmos, pero Anneke le imitó y le detuvo justo a tiempo.
"¡No hagas eso!"
"¿Por qué no?"
"Cada vez que lo haces, te atacan a nivel mental. NO DUDO que esta vez podrás defenderte, ya estás casi sano, pero…"
"Pero si solo voy a llamar al Santuario…"
"Yo sé, pero sí te interceptan, te escucharán." Anneke se miró las manos, de pronto angustiada. "Entiende Saga: Tú estás aquí, al alcance de su mano, pero si se llegan a dar cuenta que hay otro como tú, más cerca de Poseidón, y que está mucho más vulnerable… Ya lo están sospechando."
"¡Por Athena!" Susurró Saga comprendiendo de pronto a qué se refería Anneke. "Estaría arriesgando a Kanon."
Saga cayó en su silla, sintiendo una poderosa mezcla de enojo y preocupación. Anneke se arrodilló junto a él y lo miró ansiosa. El santo de géminis no tenía muchas opciones…
… Tenía que deshacerse de este problema sin involucrar a los demás.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: Enemigos al Acecho.
"Saga… ¿Quieres ver una película conmigo? No vas a sacar nada esperando allí, si no puedes salir."
"Pero… Bien. Veamos una película. ¿Dónde está el televisor?"
"En mi cuarto."
PS: Por esto decía yo que este fic y el siguiente están muy ligados entre sí. Pongan atención que muchas de las cosas que se explicaron aquí, no se explicarán en el siguiente fic, lo mismo al revés… hay cosas que no se explicaron aquí, pero que ya se explicaran a su debido momento. Ya verán como sigue esto… este capítulo me quedó algo flojo, no tan bueno como otros que he escrito. Quiso darme guerra, pero es tan flojo que ni siquiera lo intentó mucho. Espero que les haya gustado lo bastante como para que quieran ¡DEJAR UNA BELLA REVIEW!
Brújula Cultural.
Sopaipillas:
Ingredientes:
3 kg harina.
1/4 kg manteca.
1 cucharada sal.
1 cucharada rasa de polvos de hornear.
1/2 kg zapallo cocido
1 taza leche
Preparación:
Ponga la harina en un bol grande y haga una cavidad en el centro. Coloque el zapallo cocido junto con la manteca derretida y haga una masa.
Disuelva la sal en la leche e incorpórela a la masa, para que vaya tomando consistencia.
agregue los polvos de hornear para que la masa suba un poco.
Una vez lista, córtelas en redondelas de más o menos 2 cms. de grosor y del tamaño que usted desee. Finalmente, fríalas en aceite bien caliente.
Chancaca:
Ingredientes:
1 pan de chancaca (o panela).
2 litros de agua.
Canela y clavos de olor.
1 cucharada de maicena.
Cáscara de naranja.
Preparación:
Hierva el agua con un poco de canela, clavos de olor y el pan de chancaca.
Una vez disuelta la chancaca, agregue la maicena y agregue las sopaipillas al almíbar durante unos 5 minutos.
