Vidas Paralelas
Capitulo 1: Bifurcación
Era una tarde de Junio y en un banco del jardín de la mansión Elliot estaba sentada una niña de once años, con cabello negro brillante hasta los atentos las paginas de un libro, o eso es lo que aparentaba, pero su rostro hombros que contrastaba perfectamente con su blanca piel. Sus ojos claros seguían tenia tal tensión que era imposible decir que la pequeña estaba disfrutando de su lectura, lo que así la tenia eran los gritos que salían de la mansión, sus padres discutiendo, nunca antes los había escuchado discutir tan ferozmente, pero el motivo de la discusión era el que realmente preocupaba a la pobre niña. Sin aguantar más su curiosidad, la pequeña se dirigió a la sala. Era impresionante lo que podían gritar sus padres, siendo una casa tan grande sus voces se escuchaban en toda ella. Sin que estos se dieran cuenta, Ethel se escabulló detrás del sofá y esto fue lo que escuchó.
-Sabíamos que iba a llegar la carta de Hogwarts- decía una mujer colorina, bastante alta de contextura delgada y unos dulces ojos miel que contrastaban con su piel tostada.
- Si, pero ya te he dado mil razones para que mi pequeña no vaya ahí- le respondía un hombre muy alto, de piel pálida con cabello negro azabache que hacia resaltar sus ojos celestes que daban la impresión de mirar hielo- Ethel irá a Durmstrang y no lo voy a discutir más.
Con esto dio por acabada la discusión. Ethel entendía muy bien lo que sucedía, no iba a ir a la escuela en la que trabajaba su abuelo y por lo tanto no iría a la misma escuela que su madre, sino que seguiría el camino de su padre, ella lo admiraba muchísimo, pero también sabia que en esa escuela eran mucho mas exigentes que en Hogwarts. Definitivamente este no iba a ser su mejor cumpleaños. Al sentir a sus padres salir de la sala, Ethel salió de su escondite y se dirigió nuevamente a tomar su lugar en el banco del jardín, ella sabía que su padre la quería mucho, pero aun así, no se preocupaban mucho por su opinión con respecto a su propia vida.
- ¡Señorita Ethel!- llamaba una anciana regordeta que salía por la puerta de la cocina- Querida al fin la encuentro. Sus padres la buscan. La están esperando en el estudio.
- Gracias Anny- y tras decir esto la pequeña Ethel abandonó su lugar de lectura y se dirigió al estudio. Al llegar a este, vio a su madre de pie al lado de su padre, que se encontraba sentado en una aristocrática silla detrás del escritorio.
- Tenemos algo que comunicarte pequeña- habló suavemente su padre- en Septiembre comenzarán tus clases. Este año a diferencia de los anteriores asistirás a un colegio de magia. Ya no tendrás profesores particulares.
- ¿Iré a la misma escuela que Remus?- preguntó Ethel.
- No mi amor- respondió la madre – Tu iras a Durmstrang, mientras Remus irá a Hogwarts.
- Yo quiero ir con Remus-al decir esto los ojos de la pequeña se llenaron de lágrimas al saber que hiciera lo que hiciera su padre no iba a cambiar de opinión. Eso era algo imposible...
- No puedes llorar por eso, tienes que ser fuerte. Ya verás a ese chiquillo en las vacaciones- dijo Mr. Elliot que odiaba ver llorar a su pequeña hija.
-Esta bien- respondió la pequeña secando sus lágrimas con su túnica nueva y poniendo la mirada más fría que alguna vez se haya visto en una niña de tan corta edad- Me puedo retirar.- tras un asentimiento por parte de su padre Ethel se retiró después de una elegante reverencia.
-Te dije que no se lo iba a tomar bien-alegó Ms. Elliot- Perfectamente podríamos mandarla a Hogwarts.
- No ya te dije que Ethel necesita la mejo educación que le podamos dar, y esa esta en Durmstrang. Necesita los conocimientos que Hogwarts no le puede dar- tras la terquedad de Mr, Elliot, Ms Elliot salió del estudio pensando que era mejor ver feliz a su hija que hacer realidad un capricho de su marido.
Después de salir del estudio, Ethel se fue corriendo a la muralla del fondo del jardín y después de decir "Infinitus" se abrió un pequeño agujero en la pared, suficiente como para dejarla pasar, la atravesó y acto seguido la muralla volvió a su estado natural.
Con lagrimas rodando por sus mejillas, Ethel, llegó a la puerta de una casa pero modesta, sin tocar siquiera entró y se dirigió a la segunda habitación, del segundo piso, por el pasillo derecho a la izquierda. La puerta estaba abierta y al ver al ocupante de la habitación se hecho a sus brazos llorando desconsoladamente.
-¿Qué pasa Ethel? ¿Qué tienes?- pregunto el niño que abrazaba a la pequeña. Era un chiquillo bastante peculiar su cuerpo era muy delgado y su pelo era castaño claro, sin llegar a ser rubio, pero lo mas asombroso eran sus expresivos ojos dorados, no castaños, dorados que en ese momento querían traspasar a la joven para saber el causante de su angustia.
-Me tengo... que ir... a... Durmstrang- respondió la pequeña sin dejar de sollozar- No quiero... no quiero ir...no quiero dejarte solo, Remus.
-Oh! No te pongas así. Ninguno va a estar solo en su nueva escuela, tu vas a hacer muy buenos amigos... y yo también- dijo mostrándole la mas sincera sonrisa que podía brindarle en ese momento. Aunque trataba de no manifestarlo, el también iba a extrañar a su pequeña amiga, única en realidad, la única que lo había aceptado sabiendo la maldición que llevaba consigo, mientras los demás niños lo dejaron solo, ella se le acercó y le dijo que nunca lo iba a dejar... nunca... cada vez que el se sentía mal ella estaba cerca, le daba un abrazo y palabras de aliento que solo ella hacia que de verdad lo consolaran, sabia que sus padres lo querrían y que ellos también le podían dar esas palabras, pero siempre, aunque él fuera el único que lo notara, había un timbre de miedo en la voz de ellos al hablarle. Ethel lo hacia seguir luchando, ella lo impulsaba a no dejarse morir, siempre lo acompañaba, incluso en esas noches...
-Remus te conozco y se que solo lo dices para que me sienta mejor- a esto lo abrazó muy fuerte, sacando todo el aire de los pulmones del chico- ¡Lo siento!
-¿El dejarme sin aire?- sonrío el chico haciendo sonrojar a la pequeña.
- Si, pero también siento no poder cumplir mi promesa.
-No te preocupes por eso, no estas obligada a estar absolutamente todo el tiempo conmigo. Con tal de saber que tengo una amiga en algún lugar del mundo, tu promesa se seguirá cumpliendo.
Al escuchar estas palabras Ethel se lanzó sobre su amigo rodeando con sus brazos color nieve el cuello de Remus.
- Te quiero- susurro Ethel mientras apoyaba su cabeza en el hombro de su amigo.
-Yo también te quiero- respondió Remus a su vez un poco extrañado del comportamiento de su amiga ya que nunca decía esas palabras, por lo menos, él nunca antes la había escuchado decir eso.
La pequeña no regresó a dormir a casa, esa noche se quedó en la casa de la familia Lupin. No iba a desperdiciar ningún momento que pudiera estar con su amigo, ya que cada día se acercaba mas su separación.
Ethel y Remus pasaron el verano turnándose de casa en casa y así llegó, demasiado rápido, la hora de la despedida.
Eran las siete de la mañana del 1 de Septiembre cuando Ethel se despertó, se dio un baño y se puso una de sus costosas túnicas y se dirigió sin mas demora a la casa de Remus.
-Buenos días Sra. Lupin
-Buenos días, querida-saludó una señora de cabello castaño y ojos color chocolate- Remus aun no se a levantado.
-¿Puedo ir a despertarlo?- tras ver el asentimiento de la Sra. Lupin, Ethel se dirigió corriendo a la habitación de su amigo. Entró como una ráfaga de viento abriendo las cortinas y llegando al lado de la cabecera de la cama en menos de treinta segundos. Al ver que Remus no despertaba aunque la luz del sol le diera justo en el rostro, decidió desertarlo de una forma más drástica.
-¡REMUS!-gritó Ethel en el oído de Remus, este quedando literalmente pegado al techo, le dio una mirada llena de rencor.-¡Buenos días!
-¿Qué tienen de buenos?-dice Remus dándole la espalda a la intrusa.
-¡Ah! Remus, no te enojes
-...
-¡Remus!-Imitando un llanto, Ethel se lanzó hacia la cama comenzando con un ataque de cosquillas que no terminaría hasta que Remus la perdonara-¿Me perdonas?
-Si ja, ja, ja... si ja, ja, ja... te perdono
-Mas te vale
-¿Qué haces aquí?
-Vine a despedirme-al escuchar esto Remus sintió que una espina se enterraba en su débil corazón.
-Es verdad-dijo con un nudo en la garganta-no sé porque siento que no te voy a ver en mucho tiempo.
-Yo siento lo mismo...
-Me arreglo y te voy a dejar a tu casa- dijo Remus cambiando drásticamente el tema.
-No Remus, tengo que irme enseguida-Ethel abrazó a Remus con todo el cariño que le podía entregar-Te cuidas.
-Tu también- dijo este acariciando la espalda de la niña-escríbeme seguido, no quiero perder contacto.
-Si te voy a escribir cada vez que pueda, y espero que tu me contestes.
-Por supuesto que lo haré... Te quiero
-Yo también, lobito
-Eres la única persona que permito que me llame así
-Te quiero-dice besando la mejilla de Remus-que nunca se te olvide.
-¡REMUS! Apresúrate, ya se esta haciendo tarde-escucharon el grito de la señora Lupin desde el primer piso.
-Será mejor que me vaya-dijo Ethel terminando el abrazo- Nos vemos Remus- ya en el marco de la puerta se dio vuelta lanzándole un beso- Escríbeme.
-No te preocupes recibirás seguido mis cartas.
-Más te vale- dijo sonriendo- Adiós.
Ethel salió corriendo de la habitación y despidiéndose rápidamente de Mr y Ms Lupin abandonó la casa aguantando las lágrimas.
Al llegar a la casa Anny le avisó que sus padres la esperaban en el comedor.
-¿Fuiste a despedirte de Remus?- preguntó cariñosa su madre.
-Si madre- respondió cordialmente esperando la indicación para formar parte del desayuno.
-Toma asiento y ponte a desayunar- dijo su padre- No quiero que llegues tarde el primer día.
-Esta bien Señor-Ethel tomó asiento y comenzó con su desayuno.
Al terminar el desayuno los tres se dirigieron a la chimenea, y a través de ella llegaron a una pequeña cabaña que se encontraba en el claro de un bosque, en el que ya se encontraban varios alumnos del instituto esperando la partida. Nicholas Elliot, junto con su esposa e hija, se dirigió a un gran grupo de magos de alta categiria, lo que se podia notar a simple vista por sus costosas tunicas.
-"Buenos días"- saludó Nicholas en búlgaro a los magos.
-"Buenos días"-respondió el búlgaro moviendo la cabeza hacia Ms Elliot quien respondio el saludo. Luego su vista se fijo en Ethel-"¿Ella es tu hija?"-tras un movimiento que se podria tomar como afirmación prosiguió-"Se nota a lo lejos que es una sangre limpia"
-"Si estoy muy orgulloso de ella, aunque ahora veremos si mi orgullo esta bien puesto"
-"Si tienes razón. Lo mismo te digo yo con mi hijo"-Haciendo un movimiento con la mano apareció un niño de once años con cabello castaño oscuro, la piel dorada por el sol y unos anecdóticos ojos negros-"El es Ian Kucharz. Saluda a la señorita..."
-Ethel Elliot- Intervino la pequeña al ver el titubeo del hombre estirando su mano hacia Ian, este la tomóo y la besó con delicadeza.
-"Mucho gusto."
-"El gusto es mío"- dijo Ethel manteniendo la mirada fría y desconfiada que su padre le recomendo mostrar frente a personas recien conocidas.
Los padres siguieron charlando de negocios, el ministerio de bulgaria y la aparicion de un mago que estaba reclutando magos sangre limpia con un oscuro propósito. Lo que no sabían era que esto último afectaría profundamente sus vidas.
Los niños un poco alejados de la conversación de sus padres hablaban de lo que pensaban del nuevo colegioy lo que hicieron en las vacaciones.
-"¿Pasante las vacaciones en tu casa?"-Tras un asentimiento- "¡Que aburrido! Yo en cambio fui a Egipto con mis padres"
-"Yo preferi quedarme en casa. Estoy mas comoda ahi que viajando"- dijo Ethel mirando rencorosamente al pequeño engreído.
-"Si, si entiendo".
De repente se escuchó el sonar de un cuerno y otro que le siguieron, indicando a los estudiates que debian abordar el barco camino hacia el instituto. Ian y Ethel se dirigieron a donde sus padres para despedirse.
-Adiós madre-dijo Ethel en la lengua natal de su madre.
-Adios mi amor. Si necesitas algo solo tienes que mandarme a Hymnus y no tardare en responder- Hymnus era una lechuza plateada que le habían obsequiado como despedida.
-No me defraudes Ethel. Sabes que lo mas importate son tus calificaciones. No te metas en problemas- dijo severo Nicholas.
-No te preocupes padre, hare lo mejor que pueda mi tarea.
Ethel se alejó de sus padres hacia el barco que la llevaria hacia una nueva prisión en la que no tendría a su único amigo para apoyarla.
En un lado de la cubierta Ethel divisó a Ian, quien la miro invitándola a acercarse, junto con otros dos chicos. El primero que llamó su atención fue un niño colorín, rechoncho y bajito que tenia unos hermosos ojos azules que eran cubiertos por unas gafas. El otro chico quedó mirando a Ethel directamente cuando fue llamada por Ian, era bastante alto para su edad, con el pelo negro hasta los hombros, que Ethel pensó era señal de rebeldía, y unos calculadores ojos grices.
-"Buenos días"- saludó este último sin quitar su mirada- "Mi nombre es Thomas Kreshnov.
-"Buenos días yo soy Ethel Elliot
-"¿Elliot? Mmm... ese nombre no se me hace familiar. No seras...
-"No, no soy hija de muggles. Vengo de Inglaterra".
-"¡Oh! Ya veo"
-"Ya deja el interrogatorio. Ehel ¿Puedo decirte Ethel verdad?"- Esta asintió bastante contrariada- "Bueno entonces será mejor que vayamos a tomar asiento a alguno de los compartimientos".-Acotó el joven colorín.
-"Si tienes razón"- lo apoyo Ian guiándolos por una escalera hacia las habitaciones de abajo.
Después que lograron encontrar una vacia y acomodarse Ethel quedó mirendo al pequeño colorín.
-"¿Cual es tu nombre?- pregunto sin apartar la mirada curiosa de él.
-"¡Oh! Disculpa. Que mal educado"- dijo el chico sonrojándose- "Mi nombre es Barry Kruter"-Finalizó rascándose la cabeza en forma nerviosa.
-"Ja, ja, ja"-rio Ian recibiendo una mirada de desaprobación de Ethel y Thomas que lo hizo parar de inmediato.
-"¿Que tomaste?"-preguntó Thomas ironizando cada palabra.
-"Mmm... un poco de wisky seco y un vaso de ron con naraja"- le respondió con el mismo tono- "¿O es que tu de verdad eres como tu padre quiere que seas?
-"Por supuesto que no. Pero tengo que aparentar suele saber siempre que estoy haciendo aunque no este presente"-dijo Thomas sin pensar que estaba siendo sincero con unos "casi" desconocidos.
-"Parece que todos los padres son iguales por que el mio hace exactamente lo mismo. Es probable que me mande un cruciatus si no hago lo que el quiere"- dijo tratando de sonar melodramático pero con una sonrisa en los labios-"Vamos en el instituto no van a estar nuestros padres para que os controlen. ¡Sonrían!- dijo exagerando su sonrisa.
Todos en la sala incluido Thomas comenzaron a reír y a Barry le dio hipo de tanto hacerlo, lo que provocó mas ataques de risa en sus compañeros. Así pasaron todo el viaje entre bromas cubiertas de ironía. Ethel pensó que quizas ir a esa escuela no iba a ser tan malo después de todo.
Capitulo 1: Bifurcación
Era una tarde de Junio y en un banco del jardín de la mansión Elliot estaba sentada una niña de once años, con cabello negro brillante hasta los atentos las paginas de un libro, o eso es lo que aparentaba, pero su rostro hombros que contrastaba perfectamente con su blanca piel. Sus ojos claros seguían tenia tal tensión que era imposible decir que la pequeña estaba disfrutando de su lectura, lo que así la tenia eran los gritos que salían de la mansión, sus padres discutiendo, nunca antes los había escuchado discutir tan ferozmente, pero el motivo de la discusión era el que realmente preocupaba a la pobre niña. Sin aguantar más su curiosidad, la pequeña se dirigió a la sala. Era impresionante lo que podían gritar sus padres, siendo una casa tan grande sus voces se escuchaban en toda ella. Sin que estos se dieran cuenta, Ethel se escabulló detrás del sofá y esto fue lo que escuchó.
-Sabíamos que iba a llegar la carta de Hogwarts- decía una mujer colorina, bastante alta de contextura delgada y unos dulces ojos miel que contrastaban con su piel tostada.
- Si, pero ya te he dado mil razones para que mi pequeña no vaya ahí- le respondía un hombre muy alto, de piel pálida con cabello negro azabache que hacia resaltar sus ojos celestes que daban la impresión de mirar hielo- Ethel irá a Durmstrang y no lo voy a discutir más.
Con esto dio por acabada la discusión. Ethel entendía muy bien lo que sucedía, no iba a ir a la escuela en la que trabajaba su abuelo y por lo tanto no iría a la misma escuela que su madre, sino que seguiría el camino de su padre, ella lo admiraba muchísimo, pero también sabia que en esa escuela eran mucho mas exigentes que en Hogwarts. Definitivamente este no iba a ser su mejor cumpleaños. Al sentir a sus padres salir de la sala, Ethel salió de su escondite y se dirigió nuevamente a tomar su lugar en el banco del jardín, ella sabía que su padre la quería mucho, pero aun así, no se preocupaban mucho por su opinión con respecto a su propia vida.
- ¡Señorita Ethel!- llamaba una anciana regordeta que salía por la puerta de la cocina- Querida al fin la encuentro. Sus padres la buscan. La están esperando en el estudio.
- Gracias Anny- y tras decir esto la pequeña Ethel abandonó su lugar de lectura y se dirigió al estudio. Al llegar a este, vio a su madre de pie al lado de su padre, que se encontraba sentado en una aristocrática silla detrás del escritorio.
- Tenemos algo que comunicarte pequeña- habló suavemente su padre- en Septiembre comenzarán tus clases. Este año a diferencia de los anteriores asistirás a un colegio de magia. Ya no tendrás profesores particulares.
- ¿Iré a la misma escuela que Remus?- preguntó Ethel.
- No mi amor- respondió la madre – Tu iras a Durmstrang, mientras Remus irá a Hogwarts.
- Yo quiero ir con Remus-al decir esto los ojos de la pequeña se llenaron de lágrimas al saber que hiciera lo que hiciera su padre no iba a cambiar de opinión. Eso era algo imposible...
- No puedes llorar por eso, tienes que ser fuerte. Ya verás a ese chiquillo en las vacaciones- dijo Mr. Elliot que odiaba ver llorar a su pequeña hija.
-Esta bien- respondió la pequeña secando sus lágrimas con su túnica nueva y poniendo la mirada más fría que alguna vez se haya visto en una niña de tan corta edad- Me puedo retirar.- tras un asentimiento por parte de su padre Ethel se retiró después de una elegante reverencia.
-Te dije que no se lo iba a tomar bien-alegó Ms. Elliot- Perfectamente podríamos mandarla a Hogwarts.
- No ya te dije que Ethel necesita la mejo educación que le podamos dar, y esa esta en Durmstrang. Necesita los conocimientos que Hogwarts no le puede dar- tras la terquedad de Mr, Elliot, Ms Elliot salió del estudio pensando que era mejor ver feliz a su hija que hacer realidad un capricho de su marido.
Después de salir del estudio, Ethel se fue corriendo a la muralla del fondo del jardín y después de decir "Infinitus" se abrió un pequeño agujero en la pared, suficiente como para dejarla pasar, la atravesó y acto seguido la muralla volvió a su estado natural.
Con lagrimas rodando por sus mejillas, Ethel, llegó a la puerta de una casa pero modesta, sin tocar siquiera entró y se dirigió a la segunda habitación, del segundo piso, por el pasillo derecho a la izquierda. La puerta estaba abierta y al ver al ocupante de la habitación se hecho a sus brazos llorando desconsoladamente.
-¿Qué pasa Ethel? ¿Qué tienes?- pregunto el niño que abrazaba a la pequeña. Era un chiquillo bastante peculiar su cuerpo era muy delgado y su pelo era castaño claro, sin llegar a ser rubio, pero lo mas asombroso eran sus expresivos ojos dorados, no castaños, dorados que en ese momento querían traspasar a la joven para saber el causante de su angustia.
-Me tengo... que ir... a... Durmstrang- respondió la pequeña sin dejar de sollozar- No quiero... no quiero ir...no quiero dejarte solo, Remus.
-Oh! No te pongas así. Ninguno va a estar solo en su nueva escuela, tu vas a hacer muy buenos amigos... y yo también- dijo mostrándole la mas sincera sonrisa que podía brindarle en ese momento. Aunque trataba de no manifestarlo, el también iba a extrañar a su pequeña amiga, única en realidad, la única que lo había aceptado sabiendo la maldición que llevaba consigo, mientras los demás niños lo dejaron solo, ella se le acercó y le dijo que nunca lo iba a dejar... nunca... cada vez que el se sentía mal ella estaba cerca, le daba un abrazo y palabras de aliento que solo ella hacia que de verdad lo consolaran, sabia que sus padres lo querrían y que ellos también le podían dar esas palabras, pero siempre, aunque él fuera el único que lo notara, había un timbre de miedo en la voz de ellos al hablarle. Ethel lo hacia seguir luchando, ella lo impulsaba a no dejarse morir, siempre lo acompañaba, incluso en esas noches...
-Remus te conozco y se que solo lo dices para que me sienta mejor- a esto lo abrazó muy fuerte, sacando todo el aire de los pulmones del chico- ¡Lo siento!
-¿El dejarme sin aire?- sonrío el chico haciendo sonrojar a la pequeña.
- Si, pero también siento no poder cumplir mi promesa.
-No te preocupes por eso, no estas obligada a estar absolutamente todo el tiempo conmigo. Con tal de saber que tengo una amiga en algún lugar del mundo, tu promesa se seguirá cumpliendo.
Al escuchar estas palabras Ethel se lanzó sobre su amigo rodeando con sus brazos color nieve el cuello de Remus.
- Te quiero- susurro Ethel mientras apoyaba su cabeza en el hombro de su amigo.
-Yo también te quiero- respondió Remus a su vez un poco extrañado del comportamiento de su amiga ya que nunca decía esas palabras, por lo menos, él nunca antes la había escuchado decir eso.
La pequeña no regresó a dormir a casa, esa noche se quedó en la casa de la familia Lupin. No iba a desperdiciar ningún momento que pudiera estar con su amigo, ya que cada día se acercaba mas su separación.
Ethel y Remus pasaron el verano turnándose de casa en casa y así llegó, demasiado rápido, la hora de la despedida.
Eran las siete de la mañana del 1 de Septiembre cuando Ethel se despertó, se dio un baño y se puso una de sus costosas túnicas y se dirigió sin mas demora a la casa de Remus.
-Buenos días Sra. Lupin
-Buenos días, querida-saludó una señora de cabello castaño y ojos color chocolate- Remus aun no se a levantado.
-¿Puedo ir a despertarlo?- tras ver el asentimiento de la Sra. Lupin, Ethel se dirigió corriendo a la habitación de su amigo. Entró como una ráfaga de viento abriendo las cortinas y llegando al lado de la cabecera de la cama en menos de treinta segundos. Al ver que Remus no despertaba aunque la luz del sol le diera justo en el rostro, decidió desertarlo de una forma más drástica.
-¡REMUS!-gritó Ethel en el oído de Remus, este quedando literalmente pegado al techo, le dio una mirada llena de rencor.-¡Buenos días!
-¿Qué tienen de buenos?-dice Remus dándole la espalda a la intrusa.
-¡Ah! Remus, no te enojes
-...
-¡Remus!-Imitando un llanto, Ethel se lanzó hacia la cama comenzando con un ataque de cosquillas que no terminaría hasta que Remus la perdonara-¿Me perdonas?
-Si ja, ja, ja... si ja, ja, ja... te perdono
-Mas te vale
-¿Qué haces aquí?
-Vine a despedirme-al escuchar esto Remus sintió que una espina se enterraba en su débil corazón.
-Es verdad-dijo con un nudo en la garganta-no sé porque siento que no te voy a ver en mucho tiempo.
-Yo siento lo mismo...
-Me arreglo y te voy a dejar a tu casa- dijo Remus cambiando drásticamente el tema.
-No Remus, tengo que irme enseguida-Ethel abrazó a Remus con todo el cariño que le podía entregar-Te cuidas.
-Tu también- dijo este acariciando la espalda de la niña-escríbeme seguido, no quiero perder contacto.
-Si te voy a escribir cada vez que pueda, y espero que tu me contestes.
-Por supuesto que lo haré... Te quiero
-Yo también, lobito
-Eres la única persona que permito que me llame así
-Te quiero-dice besando la mejilla de Remus-que nunca se te olvide.
-¡REMUS! Apresúrate, ya se esta haciendo tarde-escucharon el grito de la señora Lupin desde el primer piso.
-Será mejor que me vaya-dijo Ethel terminando el abrazo- Nos vemos Remus- ya en el marco de la puerta se dio vuelta lanzándole un beso- Escríbeme.
-No te preocupes recibirás seguido mis cartas.
-Más te vale- dijo sonriendo- Adiós.
Ethel salió corriendo de la habitación y despidiéndose rápidamente de Mr y Ms Lupin abandonó la casa aguantando las lágrimas.
Al llegar a la casa Anny le avisó que sus padres la esperaban en el comedor.
-¿Fuiste a despedirte de Remus?- preguntó cariñosa su madre.
-Si madre- respondió cordialmente esperando la indicación para formar parte del desayuno.
-Toma asiento y ponte a desayunar- dijo su padre- No quiero que llegues tarde el primer día.
-Esta bien Señor-Ethel tomó asiento y comenzó con su desayuno.
Al terminar el desayuno los tres se dirigieron a la chimenea, y a través de ella llegaron a una pequeña cabaña que se encontraba en el claro de un bosque, en el que ya se encontraban varios alumnos del instituto esperando la partida. Nicholas Elliot, junto con su esposa e hija, se dirigió a un gran grupo de magos de alta categiria, lo que se podia notar a simple vista por sus costosas tunicas.
-"Buenos días"- saludó Nicholas en búlgaro a los magos.
-"Buenos días"-respondió el búlgaro moviendo la cabeza hacia Ms Elliot quien respondio el saludo. Luego su vista se fijo en Ethel-"¿Ella es tu hija?"-tras un movimiento que se podria tomar como afirmación prosiguió-"Se nota a lo lejos que es una sangre limpia"
-"Si estoy muy orgulloso de ella, aunque ahora veremos si mi orgullo esta bien puesto"
-"Si tienes razón. Lo mismo te digo yo con mi hijo"-Haciendo un movimiento con la mano apareció un niño de once años con cabello castaño oscuro, la piel dorada por el sol y unos anecdóticos ojos negros-"El es Ian Kucharz. Saluda a la señorita..."
-Ethel Elliot- Intervino la pequeña al ver el titubeo del hombre estirando su mano hacia Ian, este la tomóo y la besó con delicadeza.
-"Mucho gusto."
-"El gusto es mío"- dijo Ethel manteniendo la mirada fría y desconfiada que su padre le recomendo mostrar frente a personas recien conocidas.
Los padres siguieron charlando de negocios, el ministerio de bulgaria y la aparicion de un mago que estaba reclutando magos sangre limpia con un oscuro propósito. Lo que no sabían era que esto último afectaría profundamente sus vidas.
Los niños un poco alejados de la conversación de sus padres hablaban de lo que pensaban del nuevo colegioy lo que hicieron en las vacaciones.
-"¿Pasante las vacaciones en tu casa?"-Tras un asentimiento- "¡Que aburrido! Yo en cambio fui a Egipto con mis padres"
-"Yo preferi quedarme en casa. Estoy mas comoda ahi que viajando"- dijo Ethel mirando rencorosamente al pequeño engreído.
-"Si, si entiendo".
De repente se escuchó el sonar de un cuerno y otro que le siguieron, indicando a los estudiates que debian abordar el barco camino hacia el instituto. Ian y Ethel se dirigieron a donde sus padres para despedirse.
-Adiós madre-dijo Ethel en la lengua natal de su madre.
-Adios mi amor. Si necesitas algo solo tienes que mandarme a Hymnus y no tardare en responder- Hymnus era una lechuza plateada que le habían obsequiado como despedida.
-No me defraudes Ethel. Sabes que lo mas importate son tus calificaciones. No te metas en problemas- dijo severo Nicholas.
-No te preocupes padre, hare lo mejor que pueda mi tarea.
Ethel se alejó de sus padres hacia el barco que la llevaria hacia una nueva prisión en la que no tendría a su único amigo para apoyarla.
En un lado de la cubierta Ethel divisó a Ian, quien la miro invitándola a acercarse, junto con otros dos chicos. El primero que llamó su atención fue un niño colorín, rechoncho y bajito que tenia unos hermosos ojos azules que eran cubiertos por unas gafas. El otro chico quedó mirando a Ethel directamente cuando fue llamada por Ian, era bastante alto para su edad, con el pelo negro hasta los hombros, que Ethel pensó era señal de rebeldía, y unos calculadores ojos grices.
-"Buenos días"- saludó este último sin quitar su mirada- "Mi nombre es Thomas Kreshnov.
-"Buenos días yo soy Ethel Elliot
-"¿Elliot? Mmm... ese nombre no se me hace familiar. No seras...
-"No, no soy hija de muggles. Vengo de Inglaterra".
-"¡Oh! Ya veo"
-"Ya deja el interrogatorio. Ehel ¿Puedo decirte Ethel verdad?"- Esta asintió bastante contrariada- "Bueno entonces será mejor que vayamos a tomar asiento a alguno de los compartimientos".-Acotó el joven colorín.
-"Si tienes razón"- lo apoyo Ian guiándolos por una escalera hacia las habitaciones de abajo.
Después que lograron encontrar una vacia y acomodarse Ethel quedó mirendo al pequeño colorín.
-"¿Cual es tu nombre?- pregunto sin apartar la mirada curiosa de él.
-"¡Oh! Disculpa. Que mal educado"- dijo el chico sonrojándose- "Mi nombre es Barry Kruter"-Finalizó rascándose la cabeza en forma nerviosa.
-"Ja, ja, ja"-rio Ian recibiendo una mirada de desaprobación de Ethel y Thomas que lo hizo parar de inmediato.
-"¿Que tomaste?"-preguntó Thomas ironizando cada palabra.
-"Mmm... un poco de wisky seco y un vaso de ron con naraja"- le respondió con el mismo tono- "¿O es que tu de verdad eres como tu padre quiere que seas?
-"Por supuesto que no. Pero tengo que aparentar suele saber siempre que estoy haciendo aunque no este presente"-dijo Thomas sin pensar que estaba siendo sincero con unos "casi" desconocidos.
-"Parece que todos los padres son iguales por que el mio hace exactamente lo mismo. Es probable que me mande un cruciatus si no hago lo que el quiere"- dijo tratando de sonar melodramático pero con una sonrisa en los labios-"Vamos en el instituto no van a estar nuestros padres para que os controlen. ¡Sonrían!- dijo exagerando su sonrisa.
Todos en la sala incluido Thomas comenzaron a reír y a Barry le dio hipo de tanto hacerlo, lo que provocó mas ataques de risa en sus compañeros. Así pasaron todo el viaje entre bromas cubiertas de ironía. Ethel pensó que quizas ir a esa escuela no iba a ser tan malo después de todo.
