Siempre que sea para mejorar, unos cuantos cambios en la historia no hacen daño ¿no piensas igual?. ;) Si, he vuelto a escribir la historia desde el principio nuevamente y tiene muchos cambios, pero¡eh, que ha quedado mejor!. Ya sólo tienen que tener paciencia.
Saludos a todos y muchísimas gracias por su apoyo
Cloe.
Homología; ADJ. , Díc. De aquello que engañosamente es igual, mas es diferente. / Quien va en las mismas condiciones de vida, trabajo, actitud, etc., que otro ser.
"No es que ella pensara que tenía una vida perfecta, pero estaba bien. Eso fue hasta que él; la 'criatura' temible de sus pesadillas, regresara a su vida."
-Homología-
Por Cloe
Capítulo 01
Un hombre de cabello castaño, detuvo su automóvil negro en el estacionamiento del alto edificio. Él cogió el portafolio que estaba en el asiento de al lado junto con su saco y descendió del auto casi enseguida. Su aspecto estaba desalineado, las largas mangas de la blanca camisa, las llevaba arremangadas hasta los codos, los dos primeros botones desabrochados y el brillante cabello revuelto. Él desajustó el nudo de su corbata con la mano que tenía libre hasta que escuchó el teléfono móvil dentro del bolsillo de su pantalón sonar. Así que contestó la llamada sin hacer esperar mucho tiempo con una sonrisa en el rostro mientras oprimía el botón del ascensor que lo llevaría a la 14va planta en el edificio.
Una bella y joven mujer, tomó asiento frente a las cámaras después de que la maquillista, terminó de retocar su rostro con algunas sombras. Contempló su reloj, pensando en que probablemente entrarían al aire retrasados por segunda ocasión, lo que demostraba que sí. Que su insoportable aunque irresistible agente, se iría de la compañía en definitiva, pese a las ofertas considerables que se le habían hecho con referencia a sus honorarios. Ella levantó la mirada cuando contempló al hombre que ocupaba sus pensamientos sentarse junto a ella. La mujer sonrió observando que el hombre de cabello castaño que aún hablaba por el móvil, tenía el mismo aspecto pueril y desalineado de siempre. El hombre sonrió caballeresco a la mujer que ya le estaba acomodando la corbata, abrochaba sus botones y que intentaba peinarlo mientras la maquillista se limitaba a contemplarlo, admirando que la pelirroja hacía su trabajo. Y cuando el hombre terminó de hablar por el móvil, sonrió nuevamente ya con la corbata ajustada, la camisa bien abotonada y el saco puesto.
"Con el aspecto que siempre traes, cualquiera diría que eres un novato. Lo que es una ironía, por que eres aún más competente que cualquier otro agente que haya tenido." Murmuró la pelirroja en su lenguaje italiano y el hombre rió un poco. "Así que esta vez, viajas a Paris."
El hombre asintió. "El dueño de una de la cadenas televisivas, es un gran amigo y esta vez necesita un favor, wella donna." Respondió él, igualmente en italiano con una sonrisa que confesaba su excitación. "Dice que recientemente ha descubierto un magnífico talento que hasta ahora andaba perdido entre rizados cabellos."
"¡Ah, así que el 'superhombre' finalmente tiene un nuevo proyecto." Dijo ella y el hombre de cabello castaño simplemente cabeceó. "Por tu sonrisa, puedo adivinar que se trata de un caso difícil. Disfrutarás haciendo la vida imposible a una nueva víctima intentando convertir su desastrosa y patética rutina a la que llama 'vida', en una verdadera manera de vivir." Continuó. "¿Me equivoco o eso fue justo lo que dijiste el primer día en que te contrataron para ayudarme, Querido."
El hombre se limitó a reír y el camarógrafo dio una señal de que pronto saldrían al aire en la pantalla chica, así que la mujer suspiró. "Suerte en tu último día en Italia. Tus admiradoras van a extrañarte, Xiao Lang, y gracias por ordenar mi vida."
El hombre sonrió levantándose del asiento que antes ocupaba y dejando su lugar a un hombre más alto de lo que él era.
Salió de la cafetería con el vaso mediano de capuccino en una de sus manos y con una maleta de tamaño pequeño en la otra. Ella tomó un sorbo del líquido en el vaso con cuidado, intentando no quemarse los labios con el apetecible café hirviendo y espumoso. Y ella pestañeó un par de veces, tratando de no pensar en el frío intenso que había en el aire. Se ajustó la bufanda y suspiró percatándose de que incluso podía admirar su aliento salir de su boca.
En la resplandeciente metrópoli, el clima se definía con una sola palabra; Inverosímil. Había tenido que abandonar, ya pasados diez minutos atrás, el taxi a consecuencia de la nevada que ya había empeorado considerablemente y que a su vez, había dejado embotellamientos por toda la ciudad imposibilitando al conductor a aumentar su velocidad y sí obligándolo a disminuirla. Observó de reojo el gentío en las calles también; eso le hizo recordar, la cercanía de las fiestas navideñas, lo cual ocasionaba la exorbitante cantidad de gente que estaba de compras. Miró el semáforo descompuesto en la esquina y al policía que conducía el tránsito; ella suspiró mientras miraba una vez más su reloj. "¡Sakura, Sakura; eres un desastre," Pensó en silencio concluyendo que seguramente el avión saldría sin ella. "Perderás el vuelo, por Dios y deberías estar en Francia en menos de tres horas. No llegarás a tiempo a la junta y por supuesto, Tomoyo me reclamará eso durante toda la tarde." Continuó pensando y se detuvo de forma reiterada cuando los automóviles comenzaron a avanzar y terminaron impidiendo que cruzara la calle.
Un hombre se detuvo a su lado acomodándose el sombrero con la mano libre, cargando una mochila de viaje con la otra y sólo de reojo, miró a la mujer que había sacado el teléfono móvil de su maleta y que ahora parecía sostener una conversación por medio de él.
"¡Venga, Tomoyo, te he dicho que se me ha hecho tarde para tomar el vuelo y que lo más probable es que tenga que esperar al siguiente, no que no llegaré hasta mañana!." Aclaró la mujer que hablaba por el teléfono. El hombre que había escuchado el comentario de la mujer sin interés, miró su reloj sintiéndose provocado ante el comentario de la desconocida. Él alzó las cejas un poco sorprendido notando que estaba retrasado para tomar su vuelo y pensó en las dos calles que faltaban para llegar al aeropuerto.
La mujer, que tenía el cabello castaño cayendo sobre sus hombros, notó que el policía vial hacía una seña que permitía a la gente, cruzar la calle y ella continuó con la conversación telefónica mientras intentaba cruzar la calle haciéndose paso entre la gente. Sabía que estaba en una avenida gigante, y notaba a la gente cruzando frenética y muy de prisa la calle, sin embargo, ni siquiera el estruendo de la sirena de la ambulancia que se aproximaba interrumpió su intento de cruzar la calle cuando ella estaba completamente distraída hablando por el teléfono móvil y tampoco notó que las personas habían desistido de cruzar la calle al escuchar la ambulancia que exigía paso, tan cerca. La mujer escuchó la frase estridente de un hombre sin entender lo que decía y sólo por curiosidad volteó la cabeza hacia donde la voz masculina había venido. "¡Hágase a un lado, mujer!." Gritó la voz nuevamente, ella escuchó el sonido de la ambulancia a unos pasos de ella y terminó admirando el vehículo a un poco menos de un metro cuando estaba de pie, a mitad de la calle. Así que ella gritó asustada sin que se atreviera a moverse aturdida, y de sus labios, dejó salir un segundo y ridículo grito en el instante en que se sintió fuertemente empujada hacia el piso y se sintió rodeada de la ayuda que prestaban los brazos y el cuerpo de un hombre, quien rodó con rapidez sobre el suelo con la mujer entre sus brazos hasta el otro lado de la calle.
Ella respiró agitadamente por varios segundos antes de abrir los ojos y, finalmente observó que el tránsito se había detenido; y que ella estaba ahí, recostada sobre el pavimento, con los brazos clavados en el abrigo de un hombre de agradable olor. Sakura terminó sintiendo una fuerte vergüenza cuando abrió ambos ojos y escuchó el murmullo de la gente impresionada y un poco asustada después de presenciar el momento que pudo ser un accidente para la mujer extranjera. Sin embargo ella se sintió aún más avergonzada, por que admiró que la persona que le había salvado, apenas y podía contener la risa en el peor y más ridículo intento por tratar de hacerlo.
"Quizá si me suelta, pudiera ayudarle a ponerse de pie, y esta escena tan 'comprometedora' tendría fin en este momento." Murmuró el hombre que intentaba zafarse de las manos de la mujer incrustadas en su abrigo. Sakura escuchó la masculina voz con horror y extrañeza tratando de contener el impulso de pegar la carrera. Soltó al hombre con extrema rapidez y lo observó al extender sus brazos para ayudarla a ponerse de pie después de que él ya se había incorporado. Prefirió no tomar las manos del hombre y finalmente se levantó sin ayuda escuchando la risa incontenible del hombre que la miraba y que recogía su sombrero del piso.
"La próxima vez, que se le ocurra cruzar la calle de semejante manera, podría no estar ahí; de modo, que le pido de tarea que tenga más cuidado al salir a la calle." Dijo el hombre que se colocaba el sombrero sobre la cabeza de nuevo y que contemplaba el rostro de la mujer que estaba mirando los ojos castaños del desconocido.
"Agradezco su ayuda." Comentó ella sin querer hacerlo y con un cinismo que no pasó desapercibido para el hombre que la miraba divertido. Entonces, ella levantó la mirada. Y no pudo evitar notar a aquel hombre con un poco más de atención esta vez. "¡Te conozco!." Pensó accidentalmente notando lo tremendamente familiar que el hombre se le hacía.
"Sus cosas." Dijo él, provocando que la mujer saliera de sus pensamientos de manera repentina y que ahora cogía de las manos del hombre su maleta y el teléfono móvil que con el impacto al caerse al piso, no encendía.
"Ah." Fue todo lo que ella dijo. "Con su permiso, y de verdad agradecida, me retiro."
"Sólo recuerde lo que le dije, señorita." Gritó él sonriente mientras miraba a la joven mujer alejarse. Qué curioso el hecho de que aquella mujer de ojos verdes, le pareciera demasiado familiar, pese a que al parecer, la mujer esta no tenía pinta de coincidir en aquella ideología suya. El hombre acomodó su cabello castaño y cogió bien su maleta mirando al policía que le hacía una seña de agradecimiento por haber ayudado a la mujer cuando él estuvo ocupado con el tránsito y cuando la ambulancia, había simplemente pasado de largo. "Venga, ya." Pensó el hombre viendo su reloj. "Al aeropuerto."
Sakura disminuyó la rapidez de sus pasos lejos del lugar donde el accidente había pasado y de donde había comenzado a caminar a toda prisa intentando escapar de las miradas de la gente y en especial de la mirada del hombre aquel. Resopló acomodando su cabello con una de sus manos, preguntándose a sí misma el origen de aquel personaje extranjero. "¿Dónde te he visto?" Trató de hacer una interrumpida memoria al ver el aeropuerto frente a ella. "Vaya, por fin." Suspiró sonriente contemplando aquel edificio.
Compró un nuevo café y mantenía aquel en su mano sin querer mirar al hombre que estaba enfrente de ella después de ingresar al aeropuerto y de haber encontrado sorpresivamente, que su vuelo se había retrasado por la nevada ligera y que ahora, ante la ausencia de la ya terminada nevada, saldría en pocos minutos. Ella ya sólo llegaría con minutos de retardo a Francia, en lugar de horas. Marcó un número desde el teléfono móvil, que afortunadamente logró encender pese a la caída de minutos anteriores.
Luego de haber dado un gran suspiro, el hombre por fin se despojó del sombrero de su uniforme, acomodó su cabello, y luego volvió a colocar el sombrero sobre su cabeza. El encargado de migración, que ya había dejado el asunto de su sombrero y cuya ocupación estaba siendo revisar los pasaportes y boletos de cada uno de los pasajeros antes de que estos ingresen al avión; rodó los ojos exasperado habiendo terminado de escuchar la excusa de la mujer. Ella adjudicaba que le era imposible ingresar al avión de no hacer tan importante llamada. Así que el hombre, observó a la fémina marcar desde la agenda del teléfono móvil en sus manos juveniles, el número telefónico una vez más. El impaciente hombre, ya dudaba que aquella llamada tuviera importancia alguna; aunque la mujer adjudicaba que si, que la tenía. La mujer que tenía la cabellera rizada, terminó escuchando que el teléfono móvil intentaba llamar reiteradamente y, hastiada, dio un suspiro esperando con anhelo que la persona a la que desesperadamente intentaba localizar, contestara por fin su llamada. Este acto, provocó que el hombre uniformado resoplara una vez más ya crispado y con la convicción de que jamás conoció una mujer más desesperante. La mujer de cabellos castaños que vestía una gabardina color crema, lo había hecho esperar cerca de diez minutos, obstruyendo el paso y obligando a esperar, a una larga fila de pasajeros que aguardaban aburridos y ya vociferando a que el hombre uniformado obligara a la insufrible mujer a abordar el canal que la conduciría al avión.
"Señorita." Dijo el hombre uniformado.
"Sólo una vez más, por favor." Pidió ella escuchando sin que le importara en absoluto, el bullicio de los pasajeros que aguardaban en la fila.
"Señorita, si usted no pasa en este momento; avisaré a seguridad." Argumentó finalmente el hombre uniformado.
Irritada, la mujer miró a sujeto pensando que era imposible hacer la llamada cuando el teléfono móvil de la persona a quien llamaba, ni siquiera se tomó la molestia de timbrar una sola vez. Seguramente lo tenía apagado, y apenas la llamada comenzaba, cuando inmediatamente, el contestador automático del teléfono al que desesperadamente llamaba, la rechazaba. Cansada de esperar, la joven mujer, entregó finalmente el pasaporte y los boletos al hombre al que observó sonreír aliviado y quien después de revisarlos, dejó a la mujer ingresar al canal deseándole un buen viaje. Por supuesto, el hombre y la mayoría de los pasajeros que habían esperado, miraron agradecidos a su alrededor cuando observaron a la mujer por fin entrar por la puerta que le llevaría hacia el aeroplano.
Ella acomodó su cabello y su elegante gabardina, y guardó el teléfono móvil dentro del bolso minúsculo que traía, mientras recordaba que antes, ya había entregado su equipaje. Así que buscó en compañía de la aeromoza su asiento y no pudo evitar hacer una mueca exagerada y sumamente infantil cuando miró el lugar que le correspondía. La aeromoza la observó confundida.
"¿Sucede algo señorita?." Preguntó la aeromoza finalmente.
"Tiene que ser una equivocación." Aseguró la mujer de cabellos castaños brillantes, y entregó sus boletos a la aeromoza que los verificó.
"Número de asiento 12, butaca junto a la ventana." Murmuró la cabinera. "No, en absoluto no lo es." Aclaró contemplando el semblante confundido de la mujer pasajera.
"Tiene que ser una equivocación. He pedido un asiento en medio, lado derecho o junto al pasillo¡Y mire esto¡Tengo un asiento en la fila derecha junto a la ventana," Agregó ella frenética y demostrando horror en el tono de su voz. "¡La ventana!."
La rubia aeromoza observó a la mujer que parecía temerosa y que se notaba hablar enserio. Y la aeromoza sonrió. "Escuche señorita, hagamos un trato. Permítame ayudar a acomodar al resto de los pasajeros y antes de despegar, veré que puedo hacer para cambiar su lugar¿Está de acuerdo?."
Y la mujer de gabardina, asintió convencida mientras contemplaba a la acomodadora irse y continuar su trabajo mientras le sonreía.
"Arreglaremos esto." Le dijo la mujer a distancia y la pasajera finalmente tomó asiento. Se acomodó el sombrero y los guantes y después abrió un poco la bufanda mientras recordaba que detestaba los aviones y que detestaba tener que viajar en ellos. Ella sabe que desde siembre ha tenido ese despreciable problema; la fobia a las alturas. Ella suspiró mientras encerraba su mirada verde tras los párpados cubiertos de largas pestañas rizadas e intentaba tranquilizarse pensando que la aeromoza regresaría, así que un poco más sosegada, escuchó la música en el ambiente del avión. Se limitó a cerrar y a pensar en silencio, sin saber cuanto tiempo había pasado desde que subió al avión. Ya había escuchando sin que le importara como para mirar, que el pasajero del asiento junto al suyo, ocupó su lugar.
«Cierto,» Recordó pensativa mientras asentaba el café en el brazo del asiento. « Anoche cuando hablaba con Tomoyo, ella decía que el clima en Francia había estado muy frío y que no había dejado de nevar¿Qué posibilidad habría de que estuviera aún peor que aquí, en Italia.» Agregó mentalmente cuando entreabría la mirada sintiéndose agradecida y dichosa de estar en Italia, aún cuando era por negocios. Y ella rompió sus pensamientos cuando comenzó a sentirse observada e intimidada. Así que la mujer, subió la mirada para encontrarse con parte del rostro de un hombre al que reconoció de inmediato sintiéndose bastante incómoda.
"¡Usted!." Masculló ella.
"Ah, señorita." Dijo el mismo hombre de cabellos castaños, un tanto sorprendido. "Mundo pequeño."
"Mmm." Aseguró la mujer sintiéndose perturbada y contemplando al hombre que volteó la cabeza mirando hacia el asiento delante del suyo y sonrió.
"Le debo una disculpa." Dijo él en un tono sincero y un tanto curioso. "Creí que estaba dormida."
La mujer alzó una ceja confundida. Especuló varias ideas ajustándose la bufanda su cuello y llevó su mano guardada en el guante sobre parte de su rostro cubriéndose con discreción.
"Y por eso, cuando la aeromoza regresó por usted, le he dicho que parecía haberse tranquilizado." Comentó el hombre terminando su observación con naturalidad y advirtiendo los ojos de la mujer que verdes, parecían atraer bastante su atención, más por lo que interpretaba en ellos.
"¡Usted hizo que?." Gritó horrorizada al escuchar la expectativa del hombre. Varias personas se vieron obligadas a voltearse y contemplar a la mujer que había pegado el estruendoso grito, y el hombre a su lado, había terminado cerrando los ojos en un reflejo al grito de la mujer, sin que le hubiera permitido darse el tiempo de cubrirse los oídos. Él finalmente sonrió divertido al observar el semblante de la mujer que se mostraba aterrorizado cuando el avión comenzó a moverse para despegar y que se acentuó todavía mías cuando el piloto del aeroplano, a través de las bocinas, pidió a los pasajeros en diversos idiomas que permanecieran sentados y que se pusieran los cinturones de seguridad.
"¡Qué está pasando?." Preguntó ella sintiendo el movimiento del avión bajo sus pies.
El hombre curveó los labios en una sonrisa ligera y entretenida contemplando las reacciones de la mujer que estaba tan preocupada con lo que sucedía que parecía no notarlo y que también, al parecer había olvidado mirarlo. Él estaba pensando, que por supuesto, no esperaba que cualquier mujer existente tuviera que voltear a mirarlo, aunque generalmente era así. Así que, sin tanta indiferencia; él contestó la pregunta como si esta hubiera sido dirigida a él.
"El avión está despegando."
"¡Qué cosa!."
El hombre que contuvo la risa ante las caras exageradas de la mujer, la contempló ponerse de pie precipitadamente. "Será mejor que se quede sentada."
"Imposible, debo bajarme ahora mismo." Ordenó autoritaria.
El hombre suspiró al aire, pensando en la clase de compañía que le había tocado en el avión. Él estaba recordando que las mujeres suelen ser más temerosas cuando abordan un avión, que la mayoría del sexo masculino. Por supuesto lo sabía, siempre estaba de un lado para otro, de un lugar a otro en los aviones y le había tocado volar junto a toda clase de personas, y siempre; siempre las mujeres eran las que mayor problemas resultaban dar, aunque después de un rato se tranquilizaban. Pero ésta, ésta mujer estaba resultando ser uno de esos casos extremos.
"¡Qué es lo que hizo?." Preguntó ella sin observar al hombre ponerse de pie.
"Quizá si se sienta pueda ayudarla a tranquilizarse." Comentó él mirando a la mujer. "Me parece, que tiene un caso de aerofobia bastante desarrollado." Agregó tratando de no reír al mirar a la mujer respirar por la boca.
«¡Perfecto¡Ahora el sujeto, '¡tú lo arreglas-yo destruyo', resulta creerse todo un médico dando una especie de diagnóstico!», Pensó ella y sabiendo que eso era lo que menos preocupaba, y que era lo que menos le importaba en ese momento. Aunque no pudo evitar pegar un grito cuando sintió al avión avanzar aún sin despegar mientras pedía alguna clase de auxilio.
"¿Por qué no se sienta?." Insistió él una vez más.
"Tome su consejo y hágalo usted." Contestó ella indiferente y sin llegar a ser grosera maldiciendo a las aeromozas el hecho de no hacerle caso alguno.
"Déjeme ayudarle." Pidió el hombre suavemente mirándola con atención. Y él suspiró al obtener como respuesta una mirada por parte de la mujer que tuvo la obligación de mirarlo, mientras pensaba en lo terriblemente insistente que ese sujeto estaba siendo. El hombre suspiró notando que finalmente había conseguido que lo mirara a los ojos, él sonrió. Eso significaba una cosa, que si, que lo escuchaba.
La joven mujer observó con mucha atención los ojos del sujeto aquel. Le había metido en el problema más grande de todos, aunque eso no lo excluía, de poseer los ojos más inexistentes y extraordinarios.
«Sorprendentes y conocidos ojos» Ella concluyó que no sólo era la textura visible de aquel apasionante par de ojos castaños, sino también la forma de la mirada en los mismos. Una mirada tan incomprensible, tan misteriosa y tan indescifrable que no tenía idea de cómo describirlo y que de cierta forma totalmente extraña para ella, aquel par de ojos resultaban tremendamente familiares. «¡Maldita sea!» Pensó ella al sentir el avión por fin despegar, sin percatarse de que lo estaba haciendo de una forma bastante brusca. Sin embargo, ella quizá lo sintió así por que se encontraba de pie, y mientras éste se encontraba despegando, sintió la fuerza del avión empujarla hacia su asiento y consiente de que dentro de este, se encontraba en una altura de varios metros, cayó arrojada bruscamente mientras gritaba una vez más sobre su asiento.
Sin embargo antes de caer, irreflexiva, tomó con ambas manos el abrigo del hombre, quien sintió cuando ella caía, ser empujado por la mujer impulsivamente ante el miedo que ella presentaba. Así que el hombre cayó sobre ella, quien lo escuchó dar un bajo quejido provocado no sólo por la fuerza con la que lo había empujado sino también, por que ante la rapidez con la que había caído, no le dio tiempo de mirar qué parte de su cabeza iba a impactarse con el maletero incrustado arriba de sus asientos.
Así que el hombre se había golpeado fuertemente en la cabeza. Completamente atemorizada, ella mantenía los ojos apretados forzosamente. La mujer no podía evitar respirar con la rapidez más grande de todas, demandando aire por la boca cuando jadeaba, y dejando salir fuertes gemidos por el miedo. Habían pasado de verdad pocos minutos y tenía tanto miedo, que no pudo percatarse de cuando fue que el avión por fin logró adaptarse a la altura y permanecer completa y tranquilamente estable; aunque de alguna forma esperaba inconscientemente a que el sujeto ese le diera alguna señal de que todo andaba bien.
Sin embargo, el hombre tampoco lo hizo, no supo cuando era que el avión se estableció, pues estaba bastante ocupado sintiendo el agudo dolor del golpe a un lado de su frente con una de sus manos sobre ella, lo que le llevaba a mantener la mirada cerrada sólo por instinto.
La mujer entreabrió los ojos mientras escuchaba la risa de una de las aeromozas en el pasillo y la voz de aproximadamente cuatro personas distintas rumorear al mismo tiempo en sus respectivas lenguas.
"¡Eh, chica, cuidado puedes caer!." Murmuró alguien entre risas.
"¡Vaya forma de caer!."
"Hombre, ve, ayúdala." Aclaró otro burlando al sujeto que aún estaba sentado sobre la mujer. Y la aeromoza sonrió, contemplando al hombre que para ella era conocido, cuando frecuentemente lo había visto viajar.
La mujer de cabellos castaños, abrió los ojos para encontrarse con la mirada castaña del hombre que apenas comenzaba a abrirse. Ella un hizo un ruido asustada ahora por observar al desconocido sobre sus piernas, que hizo reír a alguno de los cinco espectadores y también tuvo la virtud de terminar de avivar al aturdido hombre que sintió el fuerte empujón de la joven mujer y que cayó en su perteneciente asiento, justo a un lado de ella. La mujer reconoció finalmente a la rubia aeromoza muy aliviada y sintiendo tanta alegría, que no pudo evitar dar una cálida mirada al hombre que la contempló, sin percatarse de ello.
"Le tengo una muy buena noticia señorita, tengo un lugar vacío justo en la fila de en medio entre asientos." Dijo la acomodadora, señalando el asiento.
"¡Ah, maravilloso!." Se alegró la mujer que terminó suspirando.
"Acompáñeme, la llevaré a él."
El hombre la observó ponerse de pie mientras él mismo sonreía divertido. La aeromoza caminó delante de la mujer y aproximadamente tres lugares atrás, la mujer que había causado semejante alboroto, volteó a mirar.
En su nuevo lugar, la mujer se sintió completamente apacible. "Muchísimas gracias señorita."
"No tiene de qué agradecer, si desea algo, sólo llámeme. Y si me facilita su nombre, la atenderé más rápido." Dijo la aeromoza amable.
La mujer sonrió. "Sakura Kinomoto."
"Dígame señorita Kinomoto¿Va a Paris por negocios o de visita?. A menudo, los pasajeros y los turistas se refieren a la capital como la 'ciudad del amor', o la 'ciudad más romántica'; ¿Qué adjetivo le daría usted?."
Sakura la miró atenta colocando algunos mechones de su cabello tras su oreja y prefirió contestar la pregunta de la mujer con una sonrisa sarcástica que hizo que la acomodadora, la contemplara extrañada. Ella sonrió a la pasajera con respeto.
"Que tenga un excelente vuelo signorina kinomoto."
Sakura observó con el semblante indiferente, a la mujer seguir su camino. «París, 'La ciudad del amor'... 'Le amour capitale'» Recordó ella pensativa después de llevar su brazo derecho a su frente, casi sin admirar ella misma, la extraña nostalgia en sus ojos.
Si supiera esa mujer, que esta no era exactamente la primera vez que viajaba a Paris y que sí, pese a ser por cuestiones laborales, residía en ella. Y esa mujer, debería saber que esta estaba lejos de ser la primera vez que volaba en avión.
Sakura estaba pensando, todo por cuestión de negocios. Por que, por supuesto, claro que detestaba Paris.
«Así que el hombre viaja a Paris.» Pensó Sakura tratando de mirar al hombre que accidentalmente había conocido antes de abordar el avión. «¿De dónde saliste, dónde te he visto?.» Trató de recordar sin mucho interés.
Vehementes, repletos de júbilo y radiantes; los ligeros copos de nieve descendían desde el cielo invernal de la ciudad francesa que se sentía dichosa en recibir los primeros destellos solares del día. Muy temprano por la mañana y la actividad en la ciudad era presurosa, precipitada, rápida; tal y como solía serlo día tras día, todos los días, el mismo ritmo veloz y atareado que los habitantes en la cosmopolita ciudad acostumbraban vivir. Ciclistas en las calles. Empleados dejando sus hogares saliendo rumbo a sus respectivos trabajos y dispuestos para un nuevo día de acciones laborales. Madres despidiendo gentiles a sus hijos en las puertas de las escuelas. Pequeños niños jugando en la entrada del instituto, algunos adormilados, algunos risueños, otros bastante enojados. Inmaduros adolescentes reuniéndose con sus amistades para asistir a la escuela, o quizá, simplemente para no hacerlo, pillando con cautela a la desprevenida guardia del colegio para escabullirse en otra de sus excitantes aventuras. Personas tomando el transporte metropolitano, millones más conduciendo sus respectivos automóviles provocando el terrible tránsito de la ciudad. Y atravesando parte de la resplandeciente metrópoli, acercándose más hacia el centro, gigantes e imponentes edificios dejan verse. Enormes construcciones, altas oficinas repletas de trabajadores. Cientos de rascacielos, con su mirada situada en uno en particular.
Hallándose exactamente a mitad de la avenida, tras cruzar una exageradamente popular calle conocida como 'Le Crise avenue', se encuentra el imponente rascacielos que da nombre a la avenida debido a su incalculable importancia para la ciudad. El edificio perteneciente a una compañía francesa de, confusamente orígenes ingleses. Una importante potencia publicitaria a nivel casi mundial. Por eso, la calle resulta ser tan conocida en aquella capital.
Y aquel rascacielos es la cede de la compañía en la ciudad. Denominándose, 'Le Crise compagnie', esta resulta ser la televisora más conocida, hablada y aclamada del presente siglo en Francia, siendo imponentemente cosmopolita y popular debido a que se trata de la cadena televisiva más conocida del país.
Sin contener una sonrisa, ingresó al edificio escuchando al portero saludarle amablemente al reconocerle. Con un paso sosegado y orgulloso, caminó en silencio seguida de miles de miradas de admiración, éxtasis y asombro. Por supuesto, ahora que lo recordaba, y según la teoría de la persona a quien hoy supliría en la oficina; incómoda y molestamente, no podían faltar aquellas irritantes miradas que se clavaban en ella, como en cualquier mujer de su categoría, lujuriosamente y con intenciones no más decorosas que las de flirtear. Por fin, se detuvo. La puerta del ascensor se abrió y la mujer ingresó a él. Quitó de su cabeza el sombrero y seguidamente acomodó su lacia cabellera oscura, entonces, pulsó el botón que la llevaría apenas al tercer piso del rascacielos. Comenzó a quitarse los guantes negros después de mirar la hora; estaba más que a tiempo de llegar. Y en el tercer piso, las puertas del ascensor se abrieron para dejarla salir. Una vez fuera, caminó hacia la oficina a la cual entró con calma y sin miramientos.
"¡Ah, buenos días señorita Daidouji!."
La mujer sonrió amablemente mirando a la secretaria de la personalidad a quien hacía un favor. El favor de suplirle por segunda ocasión este mes. La servicial secretaria, todavía sentada frente a su escritorio, observó a la importante suplente mirar una de las puertas de la enorme oficina.
"Están en una junta; por lo que escuché, era bastante importante." Comentó la secretaria sin quitar la mirada de la elegante mujer.
"¿Alcanzaste a escuchar de qué se trataba?." Inquirió la mujer de oscuros cabellos curiosa cuando volteo por fin mirando a los ojos de la joven secretaria.
"Algo sobre cambiar el sistema de la empresa." Dijo la secretaria mientras trataba de recordar algo que sus jefes le habían dicho, sabía que era algo de suma importancia. «¡Ah, ya esta!» Pensó la secretaria y no tardó en sobresaltarse pensando en lo descuidada que era. "¡Señorita Daidouji, me dijeron que en cuanto llegara tenía la autorización para ingresar a la junta!."
Tomoyo miró a la secretaria que parecía apenada al haber olvidado decirle semejante noticia. Y mientras la apenada mujer estaba segura de que le reclamaría, para su sorpresa, lo único que la suplente había hecho era reír, dar las gracias y entrar a la oficina a continuación. La secretaria suspiró pensando en que parecía que estaba equivocada días antes, cuando su jefa había salido en aquel viaje de negocios y antes de que su suplente tomara el cargo de esta, la que resultaba ser también japonesa. La señorita Daidouji, le había hecho entender que no todos los extranjeros que llegan a París son poco agradables, ella tenía tiempo trabajando en la empresa, pero aún no lograba conocerla con perfección, hasta que comenzó a suplir a la señorita Kinomoto. La secretaria volvió la mirada al ordenador pensando en que tendría que aprender a apuntar en cuanto le dieran una orden. Con fortuna, la señorita Daidouji no era tan perfeccionista y exigente si la comparaba con persona para la que trabajaba. Resopló sintiéndose aliviada.
Y Tomoyo sonrió dentro de la habitación.
"Buenos días." Saludó ella después de vislumbrar la falta de formalidad dentro de la oficina, cuando la mayoría de las personas, estaban ceca de la mesa de café y bocadillos y la minoría, sentados en sus asientos y conversando con el compañero vecino. Uno de los hombres, observó a la mujer, mientras se ponía de pie y le ofreció un lugar junto a él, con una sonrisa.
"Señorita Daidouji, justo la personalidad a la que esperábamos." Tomoyo terminó por alzar una ceja con un presentimiento nuevo al escuchar el tono de voz del hombre que le hablaba.
"Así que, Genkai¿Sabes algo del nuevo equipo?."
El hombre se acomodó el cabello de una manera un tanto presuntuosa. "Por supuesto, señorita Daidouji. La llegada del nuevo personal nos tiene consternados a todos. Incluso a los accionistas. ¿Usted sabía que esto del 'nuevo equipo' se refiere únicamente a la inclusión de un nuevo miembro en la compañía?."
"¿De quién se trata, Genkai?." Inquirió con curiosidad.
"Xiao Lang Li."
Tomoyo alzó una de sus cejas pensativa. "Con lo que este hombre va a cobrar por trabajar en la compañía, la empresa podría darle un aumento considerable a sus trabajadores."
"Si, pero usted se equivoca." Tomoyo contempló al hombre confundida. "Él no va a trabajar para 'la compañía', sino únicamente para la señorita Kinomoto."
Tomoyo se sorprendió un poco. Finalmente su novio, uno de los accionistas de la empresa, había lanzado el comentario acerca de Sakura, de quien se venía fijando desde tiempo atrás. "¿Por qué tendrían que contratar a un agente que exigirá un mayor salario, sólo para Saku-chan?"
"Desde que la señorita Kinomoto es la encargada de redactar las noticias que los reporteros leen ante las cámaras, los accionistas no han dejado de fijarse en ella, sobretodo cuando ella misma prefiere investigar sus propias noticias. Sin embargo, el carácter de la señorita Kinomoto no es demasiado sociable y más a la hora de tratar con hombres, ella necesita no únicamente talento para salir en televisión, también necesita tener un trato dócil, ser sociable y poseer bastante carisma para ello," Tomoyo asintió con la cabeza rodando los ojos con fastidio. "Quizá por eso contrataron a Li, por que resulta ser el mejor agente que Le Crise ha encontrado."
"¿Qué hace pensar a la compañía que este nuevo empleado va a poder controlar a Sakura?. No mal interpretes lo que digo, es decir, he leído varias cosas sobre Xiao Lang que realmente impresionan, sin embargo, eso no da la certeza de que pueda con Sakura, Genkai, aún el hombre sea excelente en su trabajo y tenga un desempeño y una experiencia indefinible¿Crees que soporte a Sakura por un largo tiempo?."
El hombre alzó los hombros. "Por lo que se ve aquí, la compañía lo cree, señorita Daidouji."
La puerta de la oficina, terminó abriéndose con un fuerte estruendo que hizo que la mayoría de los presentes se sobresaltara y tomara asiento en la mesa directiva. Tomoyo suspiró preguntándose el momento en el que Sakura llegaría a la ciudad después de que su llamada había sido interrumpida minutos antes. Y no obstante, ella rompió sus pensamientos al contemplar a dos hombres ingresar. El silencio de la sala se hizo bastante notorio cuando ambos hombres habían ingresado al aula, uno de ellos, de cabellera brillante y oscura; tomó asiento en la esquina y el siguiente, tardó en hacerlo.
Tomoyo contempló sin notar que todo el personal dentro del salón también lo hacía, que el hombre que aún no tomaba asiento tenía el cabello y los ojos castaños. Que se quitó el saco, que resopló un poco, que ajustó el nudo de su corbata dando la impresión de que había cambiado su ropa a un traje formal no mucho tiempo antes y, que finalmente, abotonó las mangas de la camisa blanca a sus muñecas, lo que le tomó un poco de tiempo por que se notaba muy distraído y bastante pensativo.
"Vale, Genkai, Sakura va a tener que admitir que este hombre tiene un buen aspecto físico." Murmuró Tomoyo en voz baja y el hombre con quien hablaba sonrió ligeramente.
El hombre que estaba sentado en la punta de la mesa, era el dueño de la compañía en Francia y quien había hecho callar al personal con su presencia que no exigía más respeto de lo normal puesto que su apariencia juvenil, no demandaba demasiado. "Buenos días, señores. Nuestro nuevo socio, el señor Xiao Lang Li." Dijo él complacido por la presencia del hombre en la compañía.
Tomoyo llevó sus manos hacia su pecho precipitadamente, mientras se ponía de pie al escuchar la voz del hombre que había presentado al nuevo miembro de la compañía y el nombre de éste. Y la mayoría de las personas que estaban en el cuarto, fueron incapaces de contener el impulso de mirar a Tomoyo levantarse de esa forma tan exagerada.
El hombre de cabello negro vio a la mujer confundido. "¿Sucede algo?." Preguntó ingenuo.
Tomoyo se sintió apenada y volvió a tomar asiento al mismo tiempo que se disculpaba y trataba de tranquilizarse. «¡Oh, Sakura va a necesitar una terapia después de esto!» Pensó sin quitar la mirada del hombre nuevo sin que él no notara. «¿Por qué tiene la costumbre de escoger monadas para formar enemistades!». Por supuesto, la primera vez que escuchó el nombre 'Xiao Lang Li, ni siquiera se inmutó; ahora que lo pensaba, éste hombre se trataba de aquel a quien Sakura, parecía detestar tanto.
Xiao Lang sólo sonrió un poco más de lo que lo hacía antes cuando había ingresado al salón para extrañeza del personal. Pensó en que hasta ahora, la empresa había mantenido en secreto la identidad de la persona con quien trabajaría adjudicando su preferencia por que la mujer se presentara personalmente ante él como su nueva colega de trabajo. Y no le causaba tanta curiosidad el saber la identidad de la persona, como el recordar por que aquella mujer resultaba tan familiar y el momento en que, para ello, esa había entrado a su vida. Tomoyo suspiró un instante pensando en que tan conveniente sería que aquel hombre, pese a su historia y currículo, trabajara con Sakura y miró a los ojos del dueño de la compañía; el hombre de cabello oscuro quien le sonrió, esperando que él acertara en su decisión esta vez.
N/E¡Hi everyone! Me presento como Hayley y yo seré la encargada de subir los fics de esta autora de ahora en adelante en cuanto ella me los envíe ;). Espero que esta historia les guste tanto como a mí ya que yo considero a la 'Cloemanía' como mi autora favorita XP. Un saludo a todos y les recomiendo seguir con "Homología" puesto que se pone interesante.
¿Quieres que actualice pronto!
¡Reviews!
