Una vez repuesto de su sorpresa ante la revelación de la identidad de mi reciente… partenaire, la lógica reprobación por mi medroso proceder no se hizo esperar por parte del caballero de Piscis. Aún hoy, tres días después de la conversación en su templo, las duras palabras de Afrodita resuenan en mi mente y, testarudas, se esfuerzan en regresar una y otra vez, por más que me empeñe en desecharlas, junto al recuerdo de todas las vivencias de este último mes.
-Perdona que te lo diga, Camus: con el debido respeto, lo que me acabas de contar me parece propio del mayor de los necios. ¿Miedo a ser feliz¡Por todos los dioses del Olimpo…¿No fue precisamente con tal fin por lo que nos resucitó Atenea? Y, por si el privilegio fuera poco, se te presenta una oportunidad preciosa para ello, un privilegio que seguramente esté al alcance de muy pocos¡y la desperdicias, rehuyéndola por un motivo indiscutiblemente estúpido¡Jamás había escuchado algo tan absurdo, tan…tan cobarde! Jamás hubiera esperado una reacción así de nadie. Y de ti, todavía menos.
No pude contradecirle entonces, ni tampoco ahora sería capaz de oponer objeción alguna; sabía…sé, que todas y cada una de sus palabras eran certeras como dardos, y certeras como dardos se clavan todavía en mis tímpanos, el dolor extendiéndose por todo mi sistema nervioso, para alcanzar su punto álgido en el centro de mi pecho.
Y, con todo, el efecto de las mismas se queda en un irrisorio hormigueo si lo comparamos con lo que siento cada vez que pongo en una balanza lo que tuve y desperdicié con lo que ahora tengo: nada. O no, miento: "seguridad", "control"... ¿no era acaso lo que quería¿No fue por eso por lo que engañé a Shura, y engañándome a un tiempo también a mí mismo? Debería, pues, estar satisfecho. ¿En verdad lo estoy? No, en absoluto. Nada más lejos de la realidad. Tan sólo un inmenso vacío abarca, absorbiendo todo a su paso como un agujero negro la materia circundante, mi estado de ánimo actual. Es más, si en efecto ahora puedo hacer gala de tal control sobre mi propia vida¿por qué demonios estoy temblando, devorado por tan desagradable desasosiego?
Un timbrazo salvador, avisando de que al fin el café está preparado, interrumpe en mejor momento que nunca el hilo de mis pensamientos, últimamente demasiado centrados para mi gusto en torno a unos ya repetitivos contenidos, y con indeseables efectos secundarios, como jaquecas, ataques de ansiedad, taquicardias o, fundamentalmente, arrepentimiento.
Cualquiera podría pensar, y supondría bien de no conocerme en profundidad, que la aromática bebida que ahora desciende en cascada hacia el vaso, lejos de constituir precisamente un remedio eficaz para mi actual estado de nerviosismo, supone por el contrario una especie de catalizador de los mismos. En cambio, por alguna extraña razón, la cafeína surte en mí la reacción inversa, diría que me relaja incluso. Persiguiendo esto último como objetivo a un plazo inmediato, llevo el vaso a mis labios, inclinándolo los grados justos como para que la gravedad entre en acción, deslizando el café hasta mi boca, y lo sorbo con lentitud, concentrándome en su amargo sabor, que trae consigo una cierta calma. Realmente necesitaba algo así…
Más tranquilo ahora, decido, dado que es ya demasiado tarde como para acudir a entrenar al estadio o al gimnasio, permanecer en mi templo y practicar técnicas de control del cosmos vía concentración…es decir, en resumidas cuentas, meditar.
Sentado de rodillas y apoyado en los talones, dejo que mi mente, una vez se encuentra completamente en blanco, desposeída de todo pensamiento superfluo, campe durante unos instantes en libertad, acentuando mi recién adquirido estado relajado. A continuación, reacomodándome en el suelo en una posición más confortable, la obligo a centrarse y concentrar en un único punto, el volumen de aire existente entre mis dos palmas abiertas, el cosmos presente en cada uno de mis átomos. Una vez logrado este primer objetivo, lo manipulo, moldeándolo en diversas formas, principalmente como moléculas de agua. Un esfuerzo más, y consigo ralentizar la velocidad electrónica de los átomos que las forman, hasta lograr solidificar ese agua en hielo.
Persisto en tales ejercicios, rutinarios ya después de varios años de perfeccionamiento, y que, de hecho, podría haber ejecutado aun sonámbulo y saltando a la pata coja, pero que resultan de incalculable valor a la hora de despejar mi espíritu. Cuando por fin considero satisfecha esta meta, me echo hacia atrás, tumbándome sobre la esterilla que impide mi contacto con el suelo, tan helado, valga la redundancia, como el propio hielo que he generado de la nada.
Durante unos minutos, la elevada –y monótona- bóveda semiesférica del templo de Acuario es lo único que capta mi atención. Hasta que, obedeciendo no sé muy bien a qué, sobreviene un nuevo recuerdo de la conversación (aunque sería más correcto calificarla de monólogo) con Afrodita, una vez la tormenta de improperios hubo cesado.
- Aunque sigo pensando que es responsabilidad tuya que te encuentres en esta situación, y en el fondo, te lo mereces… ¡por Atenea! "Miedo a que me fuera bien"…Todavía me cuesta imaginarlo; en fin, que por más que te lo hayas buscado tú solo, eres amigo mío, y no me gusta verte así. Además, últimamente Shura está de muy mal humor y va a terminar por causar una calamidad en los entrenamientos. Verás, casualmente una extraña conjunción astrológica coincide con el centro geométrico de Piscis hoy, y a cambio me ha sido revelada una panacea universal para todos los problemas, y en particular, el tuyo¿Has probado a hablar con él y contarle la verdad?
- …
- Ah, claro, que te asusta que pueda arreglarse todo. En serio, Camus, si hubieras tomado la decisión correcta, y no hablo de "correcta" en términos absolutos, sino de la más beneficiosa para ti mismo, no tendrías tantos remordimientos, o te habrías pasado dos semanas encerrado, vagando por Acuario como alma en pena, y, desde luego, no lucirías esas horribles ojeras. También conozco a Shura, su orgullo, y el mal genio que puede llegar a gastar, así que no auguro que tengas un éxito rotundo…quizás incluso sea ya demasiado tarde, pero si no corres ese riesgo ahora, puede que termines arrepintiéndote toda la vida. Haz lo que quieras, pero por favor, piensa en lo que te estoy diciendo.
Hablar con Shura…No sabría ni por dónde empezar. Eso contando con que quisiera al menos recibirme, que lo dudo. Todavía recuerdo sus últimas palabras, cargadas de rencor, emplazándome a nunca más cruzarme con él, exceptuando lo estrictamente relativo a nuestras respectivas posiciones. Y, aún más que sus palabras, su mirada rebosante de cólera, tan distintas, tanto ésta como aquéllas, a las de escasa media hora antes. Dioses, no podría soportar encarar sus ojos así de nuevo.
Así y todo, si excepcionalmente me diera aunque sólo fuera un minuto para explicarle¿qué le diría¿Con qué derecho podría reclamarle su perdón, y ya tentando a la suerte, una segunda oportunidad? Puedo imaginarme su reacción al dedillo: no que fuera a emplear Excalibur, ataque sumamente desproporcionado en el contexto que nos atañe; mas, sin embargo, de mucha mayor intensidad resultaría el daño de su inequívoco rechazo.
En mi búsqueda por hallar razones adicionales que cuestionen la veracidad de las palabras de Afrodita para permitirme así el dudoso privilegio de continuar revolcándome en mi propio estiércol, encuentro dos más: en primer lugar…no deja de resultar deshonroso tener que arrastrarme e implorar perdón, aunque sea, como en este caso, mi obligación moral; en segundo,…estoy de nuevo aterrado: no sólo a la posibilidad de recuperar lo perdido, como también por precisamente lo contrario.
Definitivamente, no iré… Antes o después el tiempo acabará llevándoselo todo, lo malo…y lo bueno. La expresión avergonzada y temerosa cuando confesó que le gustaba; el primer beso que, durante las milésimas de segundo en que yo permanecía en la inopia, me robó; el fuego que incendiaba mi piel con la sola proximidad de sus manos,… demasiadas cosas.
Iré. ¿Cómo puedo mostrarme tan débil, tan cobarde ante simples sentimientos? He afrontado problemas mucho más trascendentales que una simple discusión con un compañero. Es más, he mantenido disputas tan acaloradas con Shura que ni el resto de los caballeros han osado intervenir. Una más no debería constituir un desafío insalvable…aunque pueda ser la última…
No iré. Ciertamente¿cómo puede alguien caer tan bajo ante simples sentimientos? Lo mejor será que me apresure por olvidar todo, fingiré que nada ha sucedido y el transcurrir de los días, de los meses, acabará por colocar todo en su adecuado emplazamiento. Quizá el trato con el caballero de Capricornio mejore una vez las aguas hayan retornado a su cauce habitual.
Si es que retornan, claro. Eso dificultaría hasta cierto punto la convivencia en las doce casas. Pero, en la medida que somos seres humanos, por más que hayamos nacido bajo un destino extraordinario, sentimos, amamos y odiamos como tales. Así, del mismo modo, no es de extrañar que existan caballeros con los que congenie mejor, otros con los que el trato, por lo general, podría calificarse como de indiferente, y finalmente no falta quien, directamente me provoque un hondo repudio. Indudablemente, aunque me sepa mal, supongo que podría sobrevivir teniendo que "degradar" a un caballero de un grupo a otro. Incluso si se trata de Shura…
¿De Shura? Por Zeus¿cómo puedo ser tan injusto? El caballero de Capricornio no ha hecho nada. Su único error fue enamorarse de alguien como yo y confesarlo abiertamente. ¿Y precisamente por ello debería repudiarlo? Sí, puede que, en esencia, así haya obrado después de todo, sin motivo alguno, más que un terror completamente ilógico. Pero no es tal, ni de lejos, la impresión que el caballero evoca en mí. Lo ecuánime sería justamente lo contrario. Es más, probablemente ya me aborrezca ahora. No lo culpo, está en su derecho.
Iré. Haré frente a mis demonios, y en especial al español de cabellos brunos causa principal de mis recientes y menos recientes quebraderos de cabeza. Se lo debo: merece saber la verdadera razón de mi cobarde desbandada, mucho más miserable que el falso, primitivo interés "estrictamente sexual" que presenté como excusa. Y así, al menos, podrá seguir odiándome sin vivir en un pueril engaño. O¿quién sabe? tal vez,…
Regreso a mi cuarto, decidido, y me cambio de ropa, preparándome para salir de mi Casa. Una vez lo suficientemente presentable como para mostrar mis respetos a un igual, inicio mi salida del templo. Me aposento bajo la misma entrada del mismo, apretados mis puños, como para no dejar escapar mi determinación, que flaquea por momentos, asustada por el desbocado golpeteo de mi corazón latiendo en mi pecho. Sólo un primer paso…los demás llegarán solos.
Sólo un primer paso, luego una sucesión escalones en descenso, y llegaré a Capricornio.
Llegaré a Capricornio, y me encontraré con la imponente, seductora presencia de su Guardián. Sus ojos púrpura, fríos, rezumando rencor.
No iré. Doy media vuelta, y con cada paso de vuelta en el antiguo recinto en que moro, el dichoso músculo cardiaco persiste en latir cada vez con más fuerza, con mayor celeridad, en una pretensión por quebrar el esternón y huir de la jaula ósea impuesta por su anfitrión, que lo avergüenza con cada acción, con cada pensamiento. No me extraña.
De nuevo en Acuario, regreso a mi cuarto con vistas a completar el ciclo y desandar lo andado, y a las sandalias sucede el cinturón en alcanzar el suelo. Me tiendo en la cama donde, por momentos escasos, aunque preciosos ahora que se ven tan lejanos, tan utópicos, la etérea visión del vívido recuerdo de tu cuerpo sudoroso, sonriente, sobre el mío, difuminadas las formas de este último, anega el cuarto, la cama, mi cuerpo, mis ojos…estoy llorando. "Nunca se valora lo que uno tiene hasta que lo pierde". Todo un dogma, sin duda. Porque no es menos cierto que lo he perdido¿verdad? Mis lágrimas, saladas e inusualmente amargas, parecen ratificar tal aseveración.
…
Mis pies, movidos por una extraña voluntad, me han traído a la entrada de Capricornio. Ignoro cuándo o por qué sucedió, pero aquí estoy. Un último paso, y habré entrado en la décima Casa. Su Casa.
He entrado en Su Casa. Vacía…
