Título: Contigo hasta el final
Autora: Alisevv
Clasificación: R
Pareja: Lucius Malfoy/Severus Snape
Disclaimer: Ninguno de los personajes son míos, todos de Rowling. No gano nada al usarlos un ratito, es sólo diversión.
Resumen: Lucius toma una decisión que cambiará su destino completamente. ¿Qué pasará al final¿Se hundirá en el abismo o realmente será su salvación?
Contigo Hasta el Final
Capítulo 1
Tomando decisiones
Era un templado día de otoño, en que los rayos de luz del amanecer apenas lograban filtrarse por los resquicios que dejaban libres las pesadas cortinas que cubrían los ventanales del enorme cuarto, dispersándose obstinados aquí y allá, y yendo a recalar sobre la blanca figura tendida en el amplio lecho, cual si de una escultura de finísimo mármol blanco se tratara, haciendo brillar el cuerpo con una bruma lechosa y el pelo extendido sobre la verde funda como oro bruñido.
Al fin un ligero movimiento hizo evidente que el hombre dormido empezaba a despertar. Los ojos se abrieron con languidez, rebelando unas intensas esferas que más que grises parecían plateadas; unos ojos de una belleza tan irreal que parecía imposible que existieran, pero con un frío interior tan intenso que helaba el alma.
El hombre se levantó con movimientos pausados y se dirigió a una silla cercana, tomando la bata de seda rojo sangre que estaba encima y cubriendo su firme cuerpo, antes de dirigirse al ventanal y correr la cortina con mano firme.
Frente a él se desplegó una hermosísima vista, una visión que siempre había amado, desde que era apenas un pequeño y se escurría a escondidas en la habitación de sus padres. Los hermosos jardines, el cristalino lago y las altas montañas al fondo siempre habían contribuido a calmar su espíritu, aún en los momentos más duros y difíciles.
Pero ese día ni siquiera lo percibió, sus ojos estaban perdidos mirando el interior de su propia alma, un lugar que a diferencia del panorama que tenía enfrente, era tan oscuro y solitario como su vida. Nunca había reflexionado mucho sobre eso, pero ese día era diferente. Ese día tendría que enfrentar a todos sus demonios, y sabía cual sería el resultado.
Iba a morir, lo sabía. Era el problema de estar en el medio, todo el mundo terminaría odiándolo por igual. Pero tampoco importaba demasiado. Si ese era su destino, lo aceptaría. Sólo esperaba que Merlín le diera fuerzas para terminar lo que debía antes de que ello ocurriera.
Caminó hacia un hermoso armario de madera labrada de doble puerta y lo abrió de par en par, estudiando con detenimiento el contenido. Ese día vestiría de negro, era lo adecuado. Él se lo había pedido tantas veces en el pasado.
'Viste de negro, Lucifer. Te sienta de maravilla.'
Se despojó de la bata y empezó a vestirse sin prisas, aún tenía tiempo. Se enfundó un boxer de seda negra que se ciño a su turgente figura como una segunda piel, delineando sus notables atributos. Siguió con el pantalón de lino, lo suficientemente holgado como para permitirle moverse con comodidad y un fino suéter de cuello alto. Las botas de medio tacón que había usado desde que podía recordar y la túnica negra, elaborada en seda pura por las manos de los mejores sastres de todo el mundo mágico.
Luego, apartó unas cuantas túnicas y tomando la varita, hizo un ligero movimiento de muñeca. Al instante apareció una pequeña puerta tras la cual se encontraban sus objetos más ocultos: la capa con capucha, la máscara y la varita ilegal que utilizaba en sus incursiones como Mortífago.
Dejando la varita en una mesita cercana, se dirigió con la capa y la máscara hasta un espejo de cuerpo entero que había en la habitación. Colocó la capa sobre sus hombros y la cerró con un pequeño y hermoso broche de ónice con la forma de un demonio. Lo acarició con la punta del dedo, recordando a la persona que le dio ese broche y las circunstancias en que le fue entregado, y por primera vez sonrió.
-Quién sabe- musitó-, quizás tú seas mi única oportunidad... como lo fuiste siempre.
Clavo sus fríos ojos en el espejo, analizando su semblante. El tiempo había sido generoso con su persona, todavía lucía casi tan joven como cuando tenía veinte años y estaba... ¿enamorado? Tenía alguna arruguita aquí y allá, en las esquinas de los ojos y las comisuras de los labios, pero su piel era tersa y firme, como cuando él la tocaba.
Intentando desechar completamente los viejos recuerdos, se ató el rubio cabello en una prolija y cómoda coleta, echó la capucha oscura sobre su cabeza y se colocó la máscara blanca, antes de dar media vuelta y salir de la habitación.
°°°°°°
-¿Qué pasa, por qué me llamaste con tanta premura?- preguntó Severus Snape, irrumpiendo sin llamar en la oficina del Director de Hogwarts. Se detuvo sorprendido a apenas unos pasos de la puerta y paseó su mirada por la habitación, en cuyo espacio se encontraba reunida la Orden del Fénix en pleno, incluidas sus nuevas adquisiciones: Harry, Ron, Hermione, Draco y los gemelos Weasley.
-Al fin llegaste, Severus- fue el saludo de Albus Dumbledore, al tiempo que le indicaba una silla con la mano-. Siéntate- invitó.
-Gracias, pero prefiero permanecer de pie- rechazó el mago apoyándose en una esquina de la habitación con expresión inescrutable.
-Bien- aceptó el anciano, mirándolo por un momento con rostro serio antes de dirigirse al resto de los presentes-. Los he mandado a llamar porque he recibido noticias verdaderamente alarmantes-al ver que tenía la completa atención de su auditorio, continuó-: Voldemort planea atacar Hogsmeade hoy- levantó la mano para detener la avalancha de preguntas que se avecinaba-. Permítanme terminar, luego contestaré lo que quieran. Lo cierto es que dicho ataque es solamente una bomba de humo para distraernos... mientras unos pocos Mortífagos atacan el pueblo, el grueso del grupo y el propio Señor Oscuro vienen contra Hogwarts.
-No entiendo- comentó Sirius, quien estaba sentado en un amplio diván con Remus a su lado-. ¿Por qué realizar un ataque masivo contra el colegio¿Qué ganaría con masacrar a un puñado de chiquillos? Ni siquiera tiene la excusa de enfrentarse a Harry pues ya terminó en Hogwarts.
-Siempre vives en las nubes, Black- declaró Severus con desprecio.
-¿Y eso qué significa?- preguntó el animago, rechinando los dientes y frunciendo el ceño.
-Lo que ocurre- intervino de nuevo Albus, intentando evitar discusiones inútiles- es que el colegio en sí tiene una carga mágica muy fuerte y muy antigua. Si Voldemort logra apoderarse de ella, su poder crecería a niveles impredecibles.
-¿Y puede hacer eso?- preguntó Harry, realmente asombrado.
-Hay maneras- contestó Severus-. La magia negra es muy poderosa, tiene recursos que ni imaginarían.
-Pero el castillo tiene fuertes protecciones¿no?- preguntó Remus.
-Si, pero no es invulnerable.
-¿Y cómo supieron lo del ataque y el albur?- preguntó Draco, quien estaba parado detrás de la silla de Harry con una mano en su hombro.
-Ya se habían tardado en preguntar- Albus emitió lo que quiso ser una incipiente sonrisa. Miró a todos con atención anticipando sus reacciones -. Recibí un mensaje alertándome.
-¿De quien?- preguntó Ron, hablando por primera vez.
-No sé, no venía firmada.
-Dumbledore- exclamó Ojo Loco Moody levantándose de su asiento y luciendo realmente molesto-. ¿Me quiere decir que llevo aquí dos horas perdiendo mi valioso tiempo por un mensaje que ni usted mismo tiene idea de quien envió?
-Cálmate, Moody- sugirió Dumbledore sin cambiar su expresión beatífica, aunque en sus ojos brillaba una expresión de furia contenida-. Aunque pienses lo contrario, no soy un pobre viejo senil. No los habría citado a esta reunión si no estuviera convencido de que la nota es verdadera.
-Le lanzó un hechizo de la verdad¿no?- más que una pregunta, Hermione estaba declarando un hecho.
-Así es- confirmó el Director, dirigiéndole una sonrisa.
-¿Un hechizo de la verdad?- interrogó Ron, confundido.
-Francamente, hijo- lo regañó la señora Weasley-, a veces parece que no hubieras pasado por Hogwarts.
-Y no lo dije yo- comentó Draco burlón, recibiendo en recompensa una mirada furibunda del pelirrojo y una palmada de su novio.
-El hechizo de la verdad- explicó Albus, un tanto reconfortado por las bromas de los más jóvenes- es un conjuro que permite verificar la legitimidad de cartas, documentos, mapas y cosas así. Es infalible. Si el conjuro dice que es correcto, quiere decir que lo que la persona puso en el papel era verdad.
-O que creía que era verdad- puntualizó Severus.
-¿Qué quieres decir?- interrogó Ojo Loco.
-Que pudo haber sido engañada para escribir tal cosa- replicó el mago con gesto adusto-. O estar bajo una maldición Imperius.
-No creo- argumentó Dumbledore-. Corrígeme si me equivoco, Severus, pero debe ser una persona muy cercana a Voldemort para manejar este tipo de información¿no crees?
-Sí- confirmo el aludido-. Él siempre manda a distribuir el trabajo por secciones. Sólo los más cercanos a él conocen la totalidad de los planes, y en algunos casos no más de tres o cuatro personas. Y si me preguntan, yo diría que éste es uno de esos casos.
-Es muy extraño- intervino Remus, pensativo-. ¿Por qué un mortífago tan cercano a Voldemort iba a traicionarlo?- al ver que nadie tenía respuesta, continuó-¿Cómo llegó la carta, Albus?
-La trajo un Halcón Peregrino, hasta en eso fue 'original' el emisor. Un pergamino en blanco; el mensaje apareció ante mis ojos al instante que lo leí.
-Bueno, sea verdad o mentira, supongo que no estaría de más tomar precauciones- razonó Arthur Weasley.
-Opino lo mismo- convino el Director de Hogwarts-. He pedido ayuda al Ministerio, Gracias a Merlín ahora está Susan Bones y no el incapaz de Fudge. Ella nos envió a la casi totalidad de sus Aurores. Un buen grupo está distribuido por Hogsmeade y el resto está escondido en los alrededores del castillo. Entre ellos y todos nosotros, creo que podremos hacer frente al ataque. Además, vamos a pedir ayuda a los estudiantes de sexto y séptimo, están muy bien preparados y estoy seguro que la mayoría aceptarán colaborar.
-¿Pero no quedará el Ministerio desprotegido?- inquirió Bill Weasley.
-Susan pidió ayuda a los Ministerios de Magia de España, Francia y Bulgaria, y mandaron un importante contingente de Aurores. El Ministerio está suficientemente protegido.
-Entonces sólo queda esperar y ver que pasa- declaró Arthur sereno.
Y todos estuvieron de acuerdo. Sólo podían esperar y ver.
°°°°°°
Lucius Malfoy caminaba lentamente por el largo corredor de piedra, todavía hundido en sus pensamientos. ¿Cuándo había comenzado todo aquello? Probablemente el día que nació. Cada vez que su padre le repetía que era el último bastión de una antigua familia de sangre limpia y que debería ser un digno heredero de todos los ancestros Malfoy. Cada vez que siendo casi un bebe lo rechazaban y lo dejaban sollozar sin brindarle una gota de consuelo. O cuando lo castigaban fieramente por el más nimio error que cometía.
Oh sí, había llegado a ser un verdadero Malfoy, digno heredero de su estirpe¿pero a cambio de qué¿De su alma?
Con el tiempo llegó a convencerse que todo aquello era correcto, la pureza de la sangre y la extinción de la sangre mezclada. Lo creyó a tal punto que se unió sin ninguna duda al Señor Oscuro, dispuesto a ofrecer su vida por defender a aquel que iba a hacer realidad todo aquello en lo que creía.
Y con ello llegó el poder. El dulce sabor del poder, de saberse unos de los Mortífagos principales, persona de confianza de su Señor. Y el respeto y temor que su posición generaba, la posibilidad de infundir temor a sus enemigos y a sus amigos. Aquello era el paraíso.
Pero con el tiempo logró entender que su paraíso no era más que una quimera. Un circo montado por un gran loco, y sostenido por un grupo de estúpidos que lo seguían cual borregos. Y el había sido parte fundamental de ese circo; de hecho, había sido el borrego principal.
Entonces comenzó la actuación y con eso su propio infierno interior. Ya no tenía la inconsciencia de sus creencias para protegerlo y debía enfrentar su miseria día tras día. Y ahí estaba, continuando con el circo aún sabiendo que era el payaso principal. Pero no más. Muy pronto podría quitarse la careta y descansar. Pronto.
Llegó frente a una pesada puerta de madera, protegida por dos Mortífagos. Sin siquiera darles una mirada, atravesó la puerta que estos abrieron ante él. Entró a una oscura y fría habitación de piedra, muy similar a las viejas mazmorras de Hogwarts, pero sin la sensación de humanidad de éstas. Siguió su lento camino en la oscuridad; conocía ese recinto demasiado bien y sin dudar se dirigió hacia el fondo del amplio salón, hasta un enorme trono de mármol, donde estaba sentado un hombre en cuyo rostro sombrío refulgían dos estrechas ranuras de iris rojiza, cual los ojos de una serpiente. Lord Voldemort en persona.
El hombre llegó al pie del trono y se arrodilló para besar el orillo de la túnica del Señor Oscuro, permaneciendo inmóvil en esa posición. Esperando.
-Levántate, mi querido Lucius- concedió la cavernosa voz de Voldemort. Cuando el mago se enderezó, El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado fijó en él sus ojos de serpiente-. ¿Seguiste mis instrucciones?
-Sí, Mi Lord- confirmó Lucius luego de enderezarse-. Ya está todo dispuesto. Tenemos quince hombres preparados para partir a Hogsmeade, y el resto hacia Hogwarts. Ya todos saben que hacer: atacar de la forma más violenta posible y no tomar prisioneros.
Voldemort sonrió con maldad mientras el rostro de Lucius permanecía inexpresivo. Ambos sabían lo que no tomar prisioneros significaba, masacre total.
-Perfecto- el Señor Oscuro sonrió satisfecho, mostrando una visión realmente escalofriante-. Hoy mismo deberemos acabar con todo, empezando por Harry Potter y esos imbéciles de la Orden del Fénix. No debe quedar nadie con vida, en especial los traidores- miró significativamente a Lucius-. ¿Estás consciente de que Severus y tu hijo deben ser eliminados, no es así?
-Sí Mi Lord- fue la concisa respuesta del otro mago.
Sin mediar otra palabra, Voldemort levantó su varita y apuntando a Lucius gritó 'Cruccio'. Mantuvo el maleficio por interminables segundos, observando como el cuerpo de su hombre de confianza se retorcía de dolor en el suelo. Al fin, dándose por satisfecho, detuvo la maldición.
-Eso es por si se te 'olvidan' mis disposiciones y quieres cambiar 'ligeramente' mis designios. Para que recuerdes que tu vida está en mis manos y puedo destruirte en cualquier momento.
-Mi... vida es ... suya, Mi Lord- jadeó Lucius tratando de recuperarse de la maldición. Haciendo un esfuerzo enorme se levantó del piso y enfrentó al hombre que manejaba su vida. Un poco más, tenía que aguantar un poco más-. Sus deseos son órdenes para mí.
Y ante un gesto de despedida de Voldemort, hizo una nueva inclinación, dio media vuelta y salió del salón.
°°°°°
La batalla había sido cruenta. A pesar de haber sido tomados por sorpresa, los Mortífagos se habían recuperado de inmediato y, liderados por Voldemort en persona, habían lanzado maldiciones imperdonables a diestra y siniestra. Ante tal nivel de agresividad, los Aurores habían asumido idénticas actitudes, de forma que a esas alturas, los terrenos que rodeaban Hogwarts estaban teñidos en sangre y cubiertos de cadáveres destrozados de uno y otro bando.
Para entonces ya se estaba peleando en grupos definidos, el más importante teniendo por centro el enfrentamiento de Harry y Voldemort, rodeados por Severus, Draco, Ron y un par de Aurores, quienes se enfrentaban a un numeroso grupo de Mortífagos, con la intención de proteger a Harry y permitirle cierto campo de acción en su lucha contra El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado.
Todos, de uno y otro lado, conocían la Profecía y sabían que al final sólo uno de los contendientes lograría sobrevivir. Y el grupo que apoyara al sobreviviente sería el ganador. Por eso peleaban ciegamente, sin pausa, mientras esperaban y rezaban por la victoria de su respectivo líder.
Lucius fijó su mirada azul y analizó rápidamente la situación. La lucha entre Potter y Voldemort parecía estar pareja, pues cada uno lanzaba maleficios por igual. Muy cerca de ellos, Severus se enfrentaba a tres Mortífagos mientras Draco, cuya camisa estaba empapada en la sangre que brotaba de uno de sus hombros, peleaba contra otros dos. Dumbledore, Lupin y Granger yacían en el piso y Lucius no podía discernir si estaban vivos o muertos.
Un poco más allá, Ron Weasley y otros dos Aurores también luchaban con denuedo, resistiendo apenas el embate de los Mortífagos. A lo lejos distinguió un grupo de magos de la Orden, claramente identificables por sus túnicas moradas, que se dirigían prestos hacia el lugar. Sin embargo, estaban todavía demasiado lejos y a la derecha se aproximaban varios Mortífagos a toda velocidad.
Lucius no lo pensó más, era ahora o nunca. O lo hacía o los únicos seres que amaba en el mundo morirían sin remedio. Sabía que por la Profecía el único que podía matar al Señor Oscuro era Potter, y temía que de lanzar un Avada a Voldemort pasara algo similar a lo ocurrido con el muchacho siendo niño y éste se volviera contra él, arrebatándole su magia y destruyéndolo. Su única posibilidad era lanzar a Voldemort un maleficio que lo distrajera el tiempo suficiente como para que Potter pudiera acabar con él.
Sabía lo que vendría después de eso pero no le importaba. Respirando profundamente, apuntó al Señor Tenebroso y gritó, dejando salir toda su angustia y rabia contenida:
-¡Cruccio!
Voldemort, tomado por sorpresa, empezó a retorcerse mientras todos a su alrededor quedaron momentáneamente en suspenso. Luego, el infierno estalló sobre Lucius. Los Mortífagos que estaban llegando empezaron a lanzar maldiciones en su contra, pero, apretando los dientes para soportar el dolor, logró mantener el Cruciatus el tiempo suficiente como para que Harry y Draco alzaran sus varitas y, apuntando a Voldemort, gritaran al unísono:
-¡AVADA KEDABRA!
Todos los presentes vieron con asombro como de las varitas de ambos chicos salían sendos rayos de luz verde que, uniéndose en un solo haz, fueron a impactar en la humanidad del mago oscuro, quien emitió un agudo alarido y cayó al piso cual una marioneta sin hilos, la vida ya ausente de su cuerpo.
Entonces la lucha reinició con más furia aún. Los Mortífagos peleaban con la fuerza que da la desesperación y atacaban a Lucius con la rabia producto del sentirse traicionados. El cuerpo del rubio se retorcía en el piso, la capucha baja y la máscara caída, rogando porque todo terminara pronto y pudiera descansar por fin.
Mientras, los miembros de la Orden que habían visto todo trataban de impedir que lo siguieran maltratando. En medio de la confusión reinante, en que apenas se distinguía quien era quien, Draco lanzó un grito agónico llamándolo y trató de acercarse a él. Harry lo detuvo y los demás, dándose cuenta de quien había sido su anónimo benefactor, reanudaron su defensa con fiereza.
Lucius, desde el suelo, apenas podía respirar. Había recibido tal cantidad de maldiciones que estaba seguro que no iba a poder sobrevivir, pero no quería morir allí, no entre tanta ruina y desolación. Prefería regresar al pasado, al lugar que más amaba en el mundo, y entonces sí, dejarse ir. Con un esfuerzo realmente sobrehumano, arrastró su mano derecha hasta su cuello, y la dejó caer desmayadamente sobre el broche de su capa, mientras lanzaba una última mirada al rostro desesperado de Severus Snape.
°°°°°
El hombre rubio abrió los ojos con dificultad e intentó enfocar un punto en el espacio. Trató de moverse pero el dolor fue insoportable y emitió un ronco gemido. Desistió en su intención y trato de respirar profundo, pero eso le consiguió un nuevo latigazo de dolor. Empezó a respirar suavemente y trato de obligar a su nublada mente a analizar su situación.
Evidentemente no estaba muerto, pues los muertos no sentían dolor y a él le dolían todos y cada uno de los músculos del cuerpo. Al respirar también lo atacaba una punzada lacerante, así que lo más probable es que tuviera un pulmón perforado. Arrastro su mano con dificultad hacia su muslo interno derecho, que le dolía con especial intensidad, y notó una sustancia caliente y pegajosa, "Sangre" pensó preocupado, pues era evidente que había brotado una gran cantidad.
Apretando los dientes para tratar de atenuar el dolor, giró la cabeza con la intención de verificar dónde se encontraba. Pudo distinguir una interminable llanura amarilla que se perdía en la lejanía. "La playa" reflexionó, ahora seguro de haber llegado al lugar correcto. Giró un poco más la cabeza, y en su línea visual aparecieron unas grandes rocas que reconoció de inmediato.
Un destello de esperanza lo inundó; estaba muy cerca de la casa y tal vez el viejo guardián, quien siempre estaba vigilante, podría descubrirlo. Pero para que eso ocurriera tenía que salir de detrás de esas enormes rocas y llegar a un punto más visible desde la casa.
Rechinando los dientes llevó su mano derecha a la manga izquierda de su túnica y dio un tirón. Jadeó ante el agudo dolor que ello le significó y cayó sobre la arena nuevamente, luchando por recuperarse. Incorporándose levemente llevó la tira de tela hasta su pierna derecha y la ató alrededor del muslo, esperando que aquello fuera suficiente para contener la salida de sangre.
Se dejó caer nuevamente tratando de recuperarse. Un nuevo tirón, esta vez en la manga derecha de su túnica, le proveyó de un buen pedazo de seda negra. Esperó unos instantes y luego doblo el tejido varias veces y llevándolo a su boca, lo mordió con fuerza.
Entonces empezó la agonía.
Apenas sostenido por su fuerte instinto de supervivencia, empezó por tratar de darse vuelta sobre si mismo, ya que avanzar de espaldas le resultaba de todo punto imposible. Una vez que lo hubo logrado hizo una nueva pausa. Cuando la agonía del dolor disminuyó, comenzó a arrastrarse lentamente por la arena. Cada nuevo movimiento enviaba latigazos de dolor por todo el cuerpo, pero aún así no desistió.
Sintiendo que su cuerpo reaccionaba al terrible esfuerzo provocándole fuertes náuseas se detuvo nuevamente. Mientras vomitaba sobre la arena una masa sanguinolenta pensó que ya era el final, que lo mejor que podía hacer era acostarse y dejar que todo terminara. Pero de nuevo su instinto de supervivencia clamó, y reuniendo fuerzas de flaqueza empezó a arrastrarse nuevamente, centímetro a centímetro. Un poco más, sólo faltaba un poco. Unos metros y lo habría superado.
Entonces un nuevo espasmo de náuseas lo acometió, mucho más fuerte que el anterior. El mundo se desdibujó y Lucius se hundió en una intensa y acogedora oscuridad.
Continuará...
Bueno, este es mi único Severus/Lucius, que aún no sé cómo logré hacerlo , espero les guste aunque sea un poquito. Besos.
