"Heroïna, diablo vestido de ángel"
"Yo busco en ti sin saberlo; lo que tú solo puedes darme"
"Tú me ayudas a morir,con tu veneno en mis venas"
"Más chutes no. Ni cucharas impregnadas de heroïna. No más jóvenes llorando noche y día. Solamente oír tu nombre causa ruïna"
Fragmentos de: Heroïna, La fuga con Marea.
#05# Intercambio
Se había quedado desparramado en el sofá tras largos trotes en la ciudad.
Des de hacía un tiempo, caer en el sofá significaba dormirse seguro, pues siempre que encontraba un hueco en el que relajarse el silencio de la guarida le hacía respeto y únicamente era roto por la voz de la presentadora de la televisión.
Había estado tanto tiempo sin poder dormirse con tanta tranquilidad a su alrededor que no se le pasaba ni uno de los diferentes crujidos, sonidos y goteos de las alcantarillas y de todas las tuberías que le rodeaban.
Tal vez fue por eso que unos pasos delatores lo despertaron de su encantamiento y lo obligaron a abrir los ojos mientras se incorporaba lentamente escrutando a milímetro todo su alrededor.
De un fugaz movimiento casi imperceptible e insonoro saltó rápido al piso superior para desplazarse por el pasillo de éste rodeando con cautela la guarida para no ser visto por el visitante.
Por unos instantes casi creyó que alguno de sus hermanos, Case, April o tal vez Splinter habían decidido hacerle una visita inesperada.
Pero el sigilo que trataban de conseguir los pasos que habían entrado en la guarida no eran típicos de ninguno de ellos.
¿para qué iban a querer pasar desapercibidos si volvían? Sabían de seguro que Leonardo se encontraba allí así pues no tenían razón alguna para volver y, si lo hacían, no para esconderse.
Se situó en lo alto de la puerta de entrada por la que los pasos empezaban a dejarse caer con mucha más fuerza.
Apoyándose en una de las columnas, se acuclilló mientras desenvainaba con eterno silencio una de sus katanas y utilizó su imaginación y su oído para averiguar el momento en que el visitante cruzaría el umbral.
Fue justo ahí cuando cayó pesadamente presentándose delante del inquilino apuntándole con el filo de su espada a pocos centímetros de su piel:
.- Vaya, debí suponer que era imposible sorprender a un ninja.
Delante de Leonardo, agachado en el suelo por la caída, se presentaron dos piernas desnudas tremendamente delgadas y finas de un color bastante moreno que se unían con un par de pantorrillas escondidas ligeramente bajo algún tipo de trozo de ropa llamado falda.
Largas trenzas morenas caían por su espalda y parte de su cintura dejando la cara completamente al descubierto:
El extremo de la katana de Leo apuntaba directamente hacia un protuberante escote en el cual la tortuga había provocado un pequeño corte en la ropa de éste con su espada al caer por sorpresa.
No le hizo falta seguir estudiando el rostro de la visitante negra para suponer encontrarse con los verdes y ceñudos ojos de la muchacha que, a par con unas facciones finas y sinuantes mostraba una irónica sonrisa.
La tortuga se incorporó con cierta arrogancia marcada en el rostro y enfundó su espada de nuevo en su espalda:
.- ¿se puede saber qué demonios haces aquí? Te tengo dicho que no quiero que vengas por las alcantarillas – la chica siguió a Leonardo que, su acción más inmediata, fue darle la espalda avanzando de nuevo al centro de la guarida.
.- Bueno, me dio la sensación de que si volvía a llamarte no me cogerías el teléfono.
.- Pues te equivocaste, señorita.
La chica soltó algo parecido a una risotada antes de agarrar la muñeca de Leonardo y desplazarlo hacia la mesa de la cocina, en dónde descargó sobre ella su enorme mochila que pareció caer con mucho peso:
.- Tengo algo nuevo para ti, Leonardo – a causa del silencio que apareció en la zona mientras la chica rebuscaba en la mochila, ésta le mandó una mirada interrogatória a la vez que la tortuga se sentaba con los brazos cruzados en el canto de la mesa - ¿te interesa?
Leonardo le sonrió tras arrancarle unos papeles de la mano a la chica, los cuales había sacado de su bolsa:
.- ¿De que se trata?
.- Lo de siempre – la muchacha sacó un arma de la enorme bolsa y la tiró a las manos de la tortuga que pareció agarrarla con cierto cuidado – plena cobertura. Ya sabes.
.- Lizz, sabes que ese no es mi estilo.
.- Cómo quieras – la muchacha negra agarró la pistola de las manos de Leo para volver a meterla en la mochila – me da igual cómo te lo montes mientras lo hagas bien.
Seguidamente, Lizz metió la mano en el bolsillo de su falda del que sacó un fajo de billetes:
.- ¿Cuánto te dije?
.- Lo mismo de la última vez – la chica arqueó una ceja antes de entregarle la mitad del bloque de billetes – y toma, este más por acompañarme a casa.
.- Menuda chorrada, eres tú más peligrosa que yo.
Lizz comenzó a marchar por la puerta tras sonreírle. La muchacha se dirigió al salón de monitores sobre el que se desplomó antes de encenderse un cigarrillo que sacó de una pitillera dorada.
Leonardo no tardó en alcanzarla presentándose de pie en frente del sofá. La chica lo miró con indiferencia:
.- ¿en qué te estás metiendo esta vez?
.- Nada del otro mundo, tengo unos medicamentos de uno de los hospitales de Detroit que han dejado de venderse por estos lugares.– la chica dio una larga calada al cigarro – me han prometido una buena cantidad para traerlos hasta aquí.
.- ¿por eso has estado estas semanas desaparecida? Estabas de viaje ¿nah? – la chica lo miró con malicia y supo ocultar el tono de su mentira piadosa con una simple respuesta:
.- Si… Bueno – pareció echarse marcha atrás por unos instantes - …eso y buscando un aparatito para un amigo.
.-¿También te han prometido dinero por ello?
.- No, es solo un favor – Leonardo se sentó en uno de los extremos del sofá bajo la atenta mirada de la chica que se repasaba las uñas sin dejar de darle caladas desesperadas al cigarro.
.- ¿Y de qué aparato se trata?
.- Uno casi imposible de encontrar, bueno, más bien se trata de un programa de decodificación avanzada: un decodificador VG – la chica sonrió mientras se acercaba lentamente a Leonardo para golpearle levemente el hombro – ¡estoy a punto de conseguirlo!
.- ¡oh, vamos¿pretendes que me crea que vas a hacerlo por buena acción?
.- ¿Tanto crees que me importa el dinero?
.- Ajá.
.- Bueno, estoy segura de llevarme una pequeña porción de todo lo que puedo llegar a conseguir si me hago con ese aparato – Leonardo la observó con desconfianza recordando que la chica le había dicho que tenía que conseguir el aparato para un "amigo"…no para ella.
Pero ya llevaba demasiado tiempo en aquello como para empezar a aquellas alturas a preocuparse por los trapos sucios de Lizz.
Los tenía. Des de luego que los tenía…¿si no para qué iba a llevar una chica de 20 años una pistola encima?
Leonardo únicamente se dedicaba a cumplir aquellos trabajos que le encargaba la muchacha sin preguntarse directamente porqué.
De momento las cosas no habían sido tan serias cómo para llegar a preocuparse sobre la relación de todo ese asunto con la ilegalidad del estado.
Sacudió su cabeza deseando deshacerse de aquellos pensamientos. A veces realmente le parecía que Lizz podía leerle la mente traspasándolo con aquellos inmensos ojos verdes:
.- ¿Dónde nos vemos?
.- Vaya¿es una cita Leonardo?
.- Algo así, solo que no va a ser precisamente conmigo – la chica se rió mientras se incorporaba del sofá:
.- Van a llevarme ellos. A las 3 de la madrugada en la estación del oeste.
.- ¿Dónde te llevarán?
.- No lo sé…y no me han dicho buenas cosas de esta gente….- Lizz pareció mostrar por rara vez preocupación en el rostro, pero trató de sonreír cuándo miró a Leonardo a los ojos - …para eso estarás tu allí…
La tortuga asintió:
.- Tranquila, podré seguirte.
.- Y en el caso de que no …- la muchacha sacó la pistola del bolso de nuevo y apuntó a un punto muerto de la pared haciendo que disparaba – les vuelo la cabeza¡poom!
Leonardo suspiró con consistencia antes de frotarse las sienes viéndose completamente indefenso frente a la ignorancia de la vida que adornaba a la chica con gran preocupación.
.- Elizabeth…cualquier día vas a dejar de venir a verme…
.- Entonces preocúpate. Por el momento no tienes porqué – la chica se encaminó fuera de la guarida con un fuerte contoneo de caderas mientras canturreaba alguna canción:
.- Te llamo – se despidió de la tortuga sin tan solo voltearse, únicamente levantando la mano.
.-
La muchacha se movía histérica por la casa tratando de encontrar todos aquellos complementos de ropa que había tardado meses en ponerse tras comprarlos por pura compulsividad.
Intentando pasar desapercibido por no chocarse con el mal humor de April, Michelanggelo permanecía desparramado en el sofá con el bol de cereales entre las manos sin quitar ojo de la televisión. En una esquina, y sin intención de molestar, la anciana rata permanecía sentada sobre sus rodillas y parecía encontrarse en algún tipo de estado de meditación profundo.
No podía evitar fruncir el ceño cada vez que April lanzaba algún grito de ayuda a ambos:
.- Mickie ¿has visto mis pendientes?
.- ¿Cuáles?
.-Esos que…..nada, es igual – April volvió a desaparecer en su habitación para lanzar un nuevo grito des de allí - ¡ah! Te pedí que me planchases la falda Michelanggelo!
La tortuga entornó los ojos maldiciendo el día en que trató de ayudar a April con la plancha. Ahora no hacía nada más que recibir exigencias por parte de ésta:
.- Es igual, es igual. Haya calma. Puedo ponerme unos pantalones…- dejando a la chica sumergida en su propio monólogo de autocompasión por tratar de estar reluciente aquella noche, Michelanggelo centró de nuevo su atención en la pantalla.
En la puerta de la comisaría de policía de aquél distrito, el cámara gravaba de relativamente cerca a un par de hombres heridos por todas partes que permanecían desmayados y atados en las escaleras de entrada de la comisaría.
Uno de ellos parecía tener un brazo roto y el otro mostraba un espantoso aspecto: sangrante, desaliñado y con una mueca de terror dibujada aún en su rostro:
.- ¡Joder! A esos les han dado de lo lindo…¿eso no sería brutalidad policial sensei? – la anciana rata abrió lentamente los ojos para fijarlos en la televisión, el reportero de la cual aseguraba que la policía se encontraba completamente atónita frente a esas entregas tan poco convencionales de los criminales más buscados de los últimos años- no son los primeros qué veo así en esta semana…¡algún superhéroe debe estar creando estragos entre los bandidos!
Splinter frunció el ceño agudizando su vista al milímetro observando con cierta sospecha en el rostro a ambas víctimas que permanecían tiradas en el suelo mientras el reportero soltaba una hartada de frases que no llevaban a ninguna solución en concreto.
La anciana rata meció lentamente la cabeza mientras suspiraba. Michelanggelo se percató:
.- ¿Ocurre algo, sensei?
.- Las heridas que surcan la piel de esos hombres…me son extrañamente familiares.
.-
Casey Jones permanecía desparramado en el sofá de nuevo sintonizando también el mismo canal en el qué ambos ladrones aparecían tirados en la entrada de la comisaría:
.- ¡Uoh¡Que bueno!- acto seguido se miró el reloj de la muñeca y dio un brinco del mullido sofá para corretear hasta su habitación chocando violentamente con Raphael por el pasillo.
.- ¡Eh¡Vas a acabar descarrilando pedazo de burro!- Raphael se sobó el hombro dolorido por el golpe - ¿a qué viene tanta prisa?
.- ¡Dentro de media hora he quedado con April y ni siquiera me he duchado!- Casey se perdió en un remolino de velocidad quitándose la ropa para meterse de cabeza en la ducha.
.- ¡Ja¿Tu¿Ducharte? Esa si que es buena.
.- Piensa lo que quieras Raph, pero esta noche quiero la casa para mi solito – Case asomó por la mampara con el pelo completamente empapado - ¿Ok?
Raphael arrugó la nariz con cierto desdén en tan solo pensar que debía de buscarse la vida de nuevo por hacerle el favor a Casey de dejarlo a solas con April.
Se encogió de hombros como respuesta antes de acudir al salón a apagar la televisión. Se dejó caer, literalmente, en el sillón tratando de relajarse por unos instantes al poseer todo lo largo del asiento para él.
No pasaron ni un par de segundos que Cascabel se apoderó del pecho de la tortuga en el que trató de acurrucarse bajo la negativa de Raph, que la tiró al suelo de un manotazo.
Pero la gata siguió insistiendo y acabó por hacerse con un hueco
.- Eres más tozuda que tu amo…
Alguien llamó con insistencia a la puerta y Raphael únicamente la miró de reojo, sin hacer ademán alguno de abrir. La voz de Case sonó des del fondo del pasillo medio ahogada por el agua de la ducha:
.- ¡Abre Rapha!
.- ¿Estás tonto? – ya fuera por vagancia o por el hecho de que no era la persona más indicada para presentarse en público, la tortuga no se movió del lugar y los golpes continuaron insistentes – anda, abre Cascabel.
La gata lo miró sin comprender antes de voltearse asustada por los pasos de Casey que encharcaban el pasillo de agua mientras éste musitaba algo a regañadientes:
.- ¡Serás vago! Te compraré una careta o algo ¿qué te cuesta preguntar quién es des del otro lado?
.- El levantarme.
.- ¡Tsk¿Quién es? – por miedo a presentarse con una sola toalla, Casey Jones preguntó abriendo estrechamente la puerta sin quitarle la cadena del seguro.
Al otro lado, una muchacha embutida en una larga gabardina lo observaba con desdén esperando a que se dignase a abrirle la puerta.
Casey entornó los ojos y cerró el portón:
.- ¿quién es?
.- Es Dorvin – Raphael se sobresaltó con espanto.
.- ¿Él o ella? – Casey observó con temor a la tortuga antes de contestarle:
.- …ella…Jan Dorvin - cómo poseso por el diablo, Raphael saltó a la barandilla del balcón con la intención de desaparecer del lugar pero Casey se hizo con su brazo impidiéndole de marchar:
.- Dile que te deje mi comisión que yo no estoy en casa.
.- ¡Y un cuerno! No pienso aguantarla yo solo¡estoy en pelotas Raphael!- la tortuga forcejeó para soltarse:
.- ¡Pues te vistes pero yo no quiero saber nada de esto¡Suéltame Case!
.- ¡Eh¡Menos chorradas imbéciles, que sé que estáis los dos ahí! – ambos se quedaron parados tras escuchar la estridente voz de la muchacha que seguía aporreando la puerta con insistencia - ¡pienso volaros la sesera si no me abrís de una maldita vez!
Raphael acabó por desistir sin poder reprimir un escalofrío que le recorrió todo entero cuándo Casey se dispuso a abrir la puerta.
La chica acabó de abrirla de un golpe haciendo que ésta golpease a Case en el rostro sin que la muchacha tan solo se preocupase por su estado.
Entró firme al salón con las manos en la cintura y cara de pocos amigos.
Su pelo quedaba recogido en una alta coleta que caía despeinada en mechones desiguales por su cara semi ocultando unos ojos oscuros y rasgados que ponían los pelos de punta en cuánto te observaba.
La gabardina negra, completamente empapada, ocultaba su cuerpo por completo y únicamente unas gruesas botas eran visibles por debajo de ésta.
Unos largos pendientes se zarandeaban a lado y a lado de su rostro que permanecía sacando morros por el enfado que debería de llevar encima.
Sin tan solo detenerse a quitarse la gabardina por miedo a mojar el parqué de la casa, se acercó amenazante a Raphael agarrándolo por uno de los extremos de su bandana para atraerlo hacia sí con violencia:
.- Yo ya no sé ni como decirte las cosas, tortuga – Jan lo soltó con cierto desdén antes de abrirse la cremallera de la gabardina – no sé si me hago entender bien, si me explico mal o si simplemente lo haces para jorobarme y meterme en problemas.
.- Me quedo con la tercera opción – Raphael trató de alejarse de ella mientras la observaba con cierta sospecha y utilizaba su inconfundible ironía cómo método más sencillo de defensa ante la picardía de la muchacha.
.- ¡Sólo te pedí una cosa!- la chica levantó un dedo amenazador mostrando unas largas uñas y unos guantes negros sin dedos con los nudillos abiertos- Una sola norma, maldita sea¡y ni siquiera eres capaz de ello!
.- ¡Menos exigencias bonita o si no ya te estás buscando a otro! –de un rápido movimiento, Jan plantó su palma en la boca de Raphael con fuerza indicándole con violencia que se callase.
.- Atrápalos, sin herirlos de gravedad. ¡Sólo eso¿Tan difícil es? – retiró su mano del morro de la tortuga empujándolo levemente hacia atrás – me encontré los de la semana pasada amordazados hasta los dientes, metidos en ese local y completamente destrozados, pero bueno, al menos aún continuaban conscientes. ¡Pero los de ayer son heridos graves y uno de ellos tiene el hombro completamente roto¡Por no hablar que se encontraban en el quinto cielo cuándo los dejaste en la puerta de la comisaría!
Raphael se cruzó de brazos observando la muchacha con desagrado y malicia:
.- Hago las cosas a mi manera y cobro por ello. Si no te gusta, moja tu culito en esto y ves a por ellos.
Jan trató de calmarse por unos instantes mientras se masajeaba las sienes. Discutir con Raphael le resultaba igual de inútil que hacerlo con la pared y, ya des de un principio, las cosas habían quedado claras. Él lo hacía todo a su manera, si no le gustaba sus servicios él podía prescindir de ella sin ningún problema.
Así pues, si ella era la interesada debía de aceptar el modus operandi de la tortuga por muy desastroso que pudiera ser:
.- Esta bien, esta bien …- Jan Dorvin levantó ambas manos cómo parando un golpe invisible antes de rebuscar en el bolsillo de su chaqueta sacando un sobre que lanzó al pecho de la tortuga – toma anda.
.- Tampoco creo que esté tan mal la cosa – Casey habló por primera vez y Jan se giró a observarlo con picardía. Se encontraba realmente ridículo con la toalla en la cintura y el pelo desmarañado por su cara.
Jan se rió:
.- Largo de aquí Jones si no quieres que te arreste por exhibicionismo – tras una mueca de burla el hombre desapareció por el pasillo dispuesto a vestirse a su habitación.
Cómo si se tratase de su casa, Jan tomó asiento tras ahuecar a la gata en su falda tratando de alejarla de la pistola que descansaba en la funda de su cintura.
Observó por la ventana cómo el día se volvía cada vez más negro por la espesa lluvia que no había parado de caer en aquellos días:
.- Maldito tiempo…así no hay quién trabaje en condiciones.
.- Tal vez debería de ser yo el que se quejase ¿no crees? – Raphael permaneció en una esquina de la mesa contando los billetes del sobre con cierta indiferencia. Tras unos segundos de silencio mandó una fugaz mirada a la muchacha que peinaba a la gata con sus uñas mientras ésta ronroneaba en su regazo – ¿tu hermano te ha dicho algo de eso?
.- ¿De qué?
.- Sobre el estado de los tipos que entrego – la fría mirada de Jan se clavó en la de Raphael. Esos oscuros ojos parecían volverse ligeramente azules cuándo la chica se enfadaba. Raphael había podido comprobarlo en numerosas situaciones…
.- Pues me ha reprochado lo inútil que soy y lo poco que queda para que me saque de en medio de todo esto…- la tortuga no pudo evitar soltar una carcajada.
.- Que bien, la continuidad de tu puesto en el departamento de policía depende de mi comportamiento con los malos – esbozó una escamosa sonrisa - …eso me gusta…
La chica únicamente pareció insultarle en un susurro antes de girarle la cara devolviendo su atención a Cascabel:
.- De todos modos, fue él quién decidió meterme en todo esto, así que en cierta manera es él el responsable.
.- No te equivoques tortuga. No sé si recuerdas que Stanley trató de contratar a Casey Jones clandestinamente- la chica devolvió su fiera mirada a la gata mientras se retocaba los mechones de pelo – fui yo quién le convenció de que tú parecías algo más competente en este asunto.
Raphael sonrió aún apoyado en la esquina de la mesa y con los brazos cruzados. No podía evitar sonreír cada vez que recordaba el día en que él y Casey se vieron involucrados de forma completamente inesperada en un tiroteo de a policía.
Únicamente se introdujeron aún más en el asunto por la estúpida manía de Casey Jones de hacerse el justiciero. Meterse furtivamente en el almacén no había sido fácil, y mucho menos lo fue sobrevivir allí dentro.
Cuándo se encontraba pateando los traseros de los ladrones que se habían atrincherado dentro de aquél lugar Raphael no se había preocupado por esconder su aspecto. Nunca lo hacía cuando el que lo veía tenía que ser su víctima…¿para qué? …de todas formas siempre acaban inconscientes y creyéndose que habían sufrido un buen golpe en la cabeza…
Tal vez fue ese descuido por parte de la tortuga que Jan Dorvin, hermana pequeña del jefe de policía Stanley Dorvin, echó el ojo en la tortuga al encontrarse infiltrada clandestinamente entre el grupo de atracadores.
Ese era el trabajo de la muchacha. Una agente especial que le daba igual jugarse el trasero haciéndose la infiltrada en los lugares más peligrosos con tal de conseguir pruebas para incriminar a los acusados.
La chica debió de quedarse perpleja por la capacidad de Raphael en desenvolverse en ambientes violentos y no pudo evitar meter cizaña cuando su hermano, eterno amigo de Case, le ofreció a éste otorgarle sus servicios extra-legales.
Fue Jan quién optó por la competencia de Raphael antes que por la brutalidad de Casey Jones, fue Jan quién decidió hacerse responsable de todo el asunto y fue Jan quien encargaba numerosas faenas a la tortuga siempre y cuando se escondiera en las sombras y nunca se llegase a saber que se trataba de Rapha el "justiciero" que últimamente entregaba a todos los buscados por el departamento.
Un pequeño contrato de palabra en el que Raph otorgaba cierta ayuda a la policía en los casos más difíciles.
La única pena era que no se le era reconocido. Él tampoco lo quería, sólo quería algo de plata en las manos con lo que poder ayudar a Case a mantenerse. Nada más.
La conciencia no le remordía en absoluto por cobrar por sus buenas obras y tan solo se consideraba el "brazo ejecutor de la ley".
Jan se incorporó estirando sus músculos y se hizo con su gabardina colgándola en su brazo.
Sacó unos papeles del bolsillo que entregó a Raphael al pasar por su lado:
.- Éstos son los nuevos – Raph desplegó los papeles observando las dos fotos de sus nuevas víctimas – ambos van por separado. Pertenecen a asociaciones distintas. Pero resultan igual de importantes tanto el uno cómo el otro.
Se trataba de dos rostros jóvenes, un hombre con una portentosa barba y una mujer de color con unos interminables ojos azules:
.- ¿Qué hay con ellos?
.- Lo de siempre, tráfico de drogas, atracos a mano armada y algún que otro secuestro – Jan empezó a colocarse su gabardina poniendo la mano sobre el pomo para partir del lugar- ahí tienes apuntado el sitio dónde tal vez puedas encontrarlos, pero no te fíes, no sería la primera vez que huyen de una redada.
.- No hay problema – Raph soltó el papel encima de la mesa.
.- Eso espero.- Jan señaló amenazadoramente a Raphael colocándole un dedo en la nariz – una gota de sangre más, Raph, y tanto tú como yo nos vamos a la calle.
La tortuga únicamente chasqueó los dientes con desdén apartándose de la trayectoria del dedo.
.- Descuida, esta misma noche los tenéis en los contenedores del departamento.
.- No. Esta noche no – Jan se abrochó la gabardina y giró el pomo – la prensa está muy alertada con la entrega de anoche y, no te interesaría que te descubrieran ¿verdad?
Raphael le devolvió la sonrisa irónica abriéndola la puerta para echarla de una vez:
.- Simplemente no podrían descubrirme.
.- Estoy hablando en serio Raphael. Espérate a mañana. Si hoy te veo por las calles, jugaré a los patos de feria contigo, tortuga.
.- ¡Nah! Que amable – la amenaza de Jan quedó despreciada por completo cuando la tortuga le cerró las puertas en las narices aliviándose al fin de que la muchacha hubiera marchado.
Estaba casi seguro de que cualquier día le mandaba una bala entre ojo y ojo.
Fue casi acto seguido que Casey apareciera vestido por el salón bebiéndose una cerveza a toda velocidad para salir él también por la puerta.
Pasó por el lado de la tortuga a la cual le cedió la lata:
.- ¿Qué tal estoy?- la tejana de Case y sus vaqueros seguían estando en su lugar de la misma manera que siempre:
.- Pues…como cada día.
.- Ya me vale – Casey abrió la puerta con rapidez – me largo Raph. Ponle comida a Cascabel y ¡recuerda¡No quiero verte aquí dentro en cuánto vuelva!
.- Tu si que eres un amigo, lo demás son tonterías…- Raphael se apoderó de nuevo de su ironía.
.- Algún día te la devolveré.
.- …si…algún día….- le cerró la puerta tras lanzarle una despedida – cómo si yo ligase cada dia…
Tal vez fuera por tomar un poco el aire o tal vez por desahogarse de alguna manera y disfrutar de los pocos momentos de soledad de los que disponía al día. Pero casi insofacto Casey desapareció, Raphael lo hizo por la ventana sin preocuparse en cerrarla a su paso.
Saltó a la azotea con facilidad al tratarse de uno de los áticos y allí descansó en la repisa dejándose llevar por la brisa nocturna y el olor a humedad que había dejado la lluvia tras retirarse.
Dio un respingo cuándo algo se froto en su pierna.
Cascabel lo observaba maullando tras haber trepado por la tubería hasta la azotea por seguir a Raphael.
Algo incrédulo, la tortuga observó la altura y le dedicó una mirada de sorpresa a la gata por haber trepado esos dos metros. Pero no le dio mucha más importancia y, sin importarle si Cascabel le seguía o no, saltó a los tejados más bajos de los bloques continuos desplazándose con velocidad únicamente guiado por un instinto casi nulo.
.-
A través del parabrisas se observó, en lo alto del tejado, la silueta negra de Raphael que se desplazaba con rapidez por las alturas.
Esbozó una sonrisa algo maliciosa y encendió el motor siguiendo, a una distancia prudencial, a la tortuga des de la carretera tratando de no perderlo en ningún instante.
.- No pienso quitarte el ojo de encima, descerebrado. Sólo hace falta que te diga que no hagas algo para que te lances de cabeza…- inconscientemente, Jan sacó la pistola dejándola en el asiento de al lado mientras encendía la radio.
.-
Permanecía de pie, apoyado en la cornisa semi oculto por las sombras sin perder vista de cada uno de sus pasos cuando Lizz entró en aquél coche negro.
Nadie bajó.
Únicamente le abrieron la puerta indicándole que entrase con rapidez antes de marcharse a gran velocidad por las calles.
No lo entendía. Después de casi un mes todavía no era capaz de comprender qué impulsaba a la chica a meterse en asuntos tan frívolos y oscuros….bueno, se trataba de asuntos extra-legales y, de cierta manera, Leonardo no se encontraba completamente seguro de estar haciendo lo correcto.
Pero ya no se trataba de sí mismo. Si no también de ella.
Su despreocupación por la vida le escamaba y había pensado que sería bueno dejarla aprender por si sola. Pero bajo su regazo. A base de palos te enseña la vida y esperaba el susto suficientemente grande cómo para que Elisabeth Wagner dejase de jugar con la ley de aquella manera.
Pero…tenía miedo de que el susto fuera a ser demasiado grande…tal vez irreparable…seguramente era eso lo que le empujaba a seguirla por las calles en sus noches de trabajo vigilando todos los movimientos de su alrededor.
Así pues, en numerosas ocasiones se había visto persiguiendo los autos de sus comerciantes des de las alturas para ir a para a algún tipo de solar o almacén perfecto para un asesinato.
En este caso se trató de un pequeño trozo de parque rodeado por árboles y con un solo edificio en el centro.
Uno de los barrios más bajos en los que las viviendas eran tan mugrientas como, tal vez, sus ocupantes. De esos en los que la ropa permanece colgada al exterior y las ventanas desbordan gritos y ruidos varios sin preocuparse por parecer extraño o molestar a algún vecino.
Leonardo aterrizó en la azotea del edificio des de dónde buscó una buena posición: escondida pero descubierta, oscura pero con plena visibilidad, siguiendo los pasos de Lizz y de sus acompañantes al salir del auto y reunirse con dos hombres más:
.- Siempre va ella sola….¿tanto le costaría encontrar algún tipo de acompañante?…- susurró para si mismo acomodándose entre las sombras para una larga espera.
Lo de Lizz con el mundo parecía algún tipo de venganza.
Algo que ella quería hacer pagar caro sin seguir norma alguna, viviendo su vida sin importarle nada más, sin normas, sin leyes, sin nadie al que obedecer o regañar…solo el dinero…eso era lo más importante para ella…ya hacía tiempo que la familia había dejado de aparecer por su vida.
Leonardo escrutó todo eso des del primer momento en que se enfrascó en el eterno azul de sus ojos. Leyó en ellos todo lo que había estado viviendo y de la manera en que se había conducido por la vida.
Su filosofía, su manera de pensar, de comportarse…supo des del primer momento que Elisabeth Wagner iba a traerle problemas y, aún y así, continuó a su lado incluso cuándo no recibía dinero a cambio.
Fueron unos segundos en los que todo eso le pasó fugazmente por la cabeza. Uno segundos antes de agarrarla por la cintura y llevarla con ella para sacarla de aquél lugar. Unos segundos en los que tardó en llevársela antes de que el edificio entero explotase bajo los pies de ambos.
Se había mantenido oculto hasta entonces.
En tan sólo ver la cantidad de humo que salía de aquél edifico tan abandonado se dirigió inconscientemente esperando poder ser de alguna utilidad o, tal vez, solo por curiosidad.
Por inercia pura se metió dentro descubriendo a la muchacha luchando por respirar en lo más profundo del almacén.
Fue entonces cuándo no le importó para nada su aspecto. Tan solo se le plantó delante y la agarró con fuerza antes de perderse unos segundos en aquellos inmensos y sorprendidos ojos y salir de allí a toda velocidad.
Toda palabra sobró luego y, sin cuestionar nada acerca de su verde aspecto, la muchacha parecía más contenta que nunca y con un nuevo guardaespaldas bajo el brazo.
Tal vez fuera eso lo que más le llamaba la atención….
Lizz había visto tantas cosas y, la mayoría de ellas, tan oscuras que no le importaba en absoluto con quién se moviera si con ello estaba cómoda y segura.
Y parecía haber encontrado un buen regazo en Leonardo…
No pudo escuchar la conversación, no des de allá arriba.
No tan solo por la distancia, si no porqué los comerciantes se ocupaban de mantener la voz baja.
Lizz sonrió abiertamente, cómo siempre, y no tardó en arrodillarse para abrir la enorme bolsa de mano mostrando su contenido a uno de los de su lado.
Uno de los hombres, el más alto, le dedicó una breve sonrisa antes de indicar a otro que sacase algo del maletero del coche.
Entonces lo vio…
Únicamente fijándose en la forma de mirar de aquél segundo muchacho se percató de ello…no era precisamente otro maletín lo que estaba sacando del auto…
Con un rápido movimiento, el segundo hombre enfundó un arma y no vaciló en apuntar a Lizz. Víctima de las apuradas reacciones de Leonardo, logró lanzar un shuriken a tiempo para desviar el cañón y hacer que la bala levantase una espesa nube de polvo al rozar contra el suelo.
Elisabeth no era estúpida. Y sabía del cierto que, cuándo Leo intervenía, lo hacía por necesidad…
Así que no tardó mucho en guardarse las espaldas en tan solo ver el instrumento volar de aquella manera.
Mientras la tortuga se apoderaba en medio del salto de una sabana tendida en las numerosas cuerdas, Lizz se las apañó para sacarse de encima a dos de los hombres que la acechaban.
Golpeó a uno y lo retuvo en el suelo por el cuello haciendo uso del tacón de su zapato.
Fue entonces cuándo, completamente cubierto por la sabana, Leo se permitió intervenir a causa de la gravedad de la situación y pasó a convertirse en una especie de fantasma que se movía a gran velocidad derribando uno a uno a todos los atacantes:
.- ¿Hay trato, o no hay trato?- Lizz sonrió maquiavélicamente mientras retenía en el suelo y con el cuello aprisionado por su punzante tacón al hombre que había tratado de atacarla con el arma.
El muchacho luchó por respirar bajo la presión y consiguió balbucear algunas palabras entendibles a pesar de su continuo tartamudeo:
.- Claro, claro…está en el coche…
Lo pateó en las costillas antes de tirarle su bolsa de mano en la cara y echar a correr hacia el coche siendo cubierta por la protección de Leonardo que no tardó en tumbarlos a todos.
Lizz metió medio cuerpo dentro del coche y sacó airosa un pequeño maletín de color oscuro. Inconscientemente envió una sonrisa a Leonardo mientras mecía orgullosa el maletín en sus manos.
Pero la tortuga únicamente le lanzó una frívola mirada mientras se sacaba de encima la sabana al haber quedado sus oponentes en el suelo inconscientes. No dio tiempo a qué la chica se dedicase a contar el dinero, la agarró de la cintura cómo la primera vez y, también como la primera vez, la sacó de allí antes de que las cosas empezasen a complicarse…
Esas situaciones habían empezado a repetirse demasiado a menudo. Los comerciantes de Nueva York no eran una casta honorable y no les costaba derramar sangre por avaricia. Así pues, eran cada vez más las ocasiones en las que Leonardo intervenía en los intercambios por pura necesidad…cualquier día Lizz iba a perder el pellejo y ni siquiera se percataría de ello…:
.- ¿necesita algo más la señorita? – soltó algo irritado y con pura y simple ironía. Pero Elisabeth no se dejó engatusar por el mal humor de la tortuga.
.- Pues si, una taza de café caliente y una mullida cama…
.-
Se detuvo momentáneamente en lo alto de uno de los postes de la luz, observando la calle que se pintaba bajo sus pies, oscura, vacía y algo tenebrosa…
No tardó mucho en poner los pies en ella simplemente por estirarlos en algún lugar con suelo firme.
Estiró sus músculos después de tratar de averiguar en qué parte de la ciudad se encontraba…vagar sin rumbo alguno le había supuesto problemas en la antigüedad y siempre acababa por perderse llegando a casa muy de madrugada.
Miró hacia atrás, escrutando con la mirada el camino por dónde había venido.
Por unos instantes perdió la esperanza y no pudo evitar sonreír ligeramente. Pero en cuánto algo se le frotó en el tobillo comprendió que Cascabel seguía siendo sus sombra. Después de todo la gata había cumplido sus expectativas y Raphael realmente no hubiera creído que el animal pudiera haber sido capaz de seguirle el ritmo…
Se acuclilló acariciándole la nuca:
.- Bueno, después de todo eres el animal de Casey …algo bueno tenías que tener – Raphael dio un respingo cuando sus pensamientos fueron entorpecidos por los gritos lejanos e una discusión.
Por pura curiosidad, avanzó hacia los árboles ahuecándose en sus ramas para tratar de pasar desapercibido. Al otro lado de un escamoso paraje con numerosos árboles, un edificio ruinoso se levantaba orgullosos sobre la vegetación y, a sus pies, cuatro hombre permanecían apaleados y discutiendo voces entre ellos:
.- ¡Te dije que esperases la señal! Era solo una maldita criaja ¿cómo coño ha pasado esto?
.- Bueno…al menos nos dejó la mercancía…
.- ¡Pero nos hemos quedado sin el dinero pedazo de burro! – el hombre de negro parecía estar perdiendo los nervios por momentos mientras se apretaba la ceja sangrante a causa de algún golpe – no estaba sola….¡demonios! No estaba sola! Teníamos que haberlo sabido!
.- ¿quién diablos era ese?- preguntó otro al aire aguantándose la nariz partida.
.- sin duda….no parecía humano…
Nadie le contestó, únicamente uno de los hombres se metió en el coche y el resto le siguieron marchando del lugar.
Raphael permaneció perplejo meciéndose en la rama del árbol.
Por unos instantes su cabeza empezó a trajinar información llegando a la extraña conclusión de que, si alguien en aquella ciudad no era humano, era porqué se trataba de algún miembro de su familia…
Sus pensamientos se vieron vacíos de cualquier base sólida al creer que, fuera quién fuera: Donny, Mickie o Leo, no formarían parte de algún intercambio ilegal.
La gata, a su lado, luchaba por llamar la atención de la tortuga que seguía inmersa en un mar de pensamientos…
Todo apuntaba hacia un intercambio ilegal…¿pero qué tipo de comerciante les daba una paliza y les dejaba la mercancía en vez de llevársela junto con el dinero?
Sin duda no le era de su incumbencia y poco le importaba, tan solo había permanecido observando tratando de reconocer a alguna de las dos caras de sus próximas víctimas.
Pero ninguno de aquellos hombres le era familiar…rateros de calle, nada más…aún y así no podía dejar de comerse la cabeza:
.- Tráfico de drogas – la tortuga dio un respingo casi resbalando de la rama - ¡tranquilo! Llevo la pistola enfundada.
A los pies del árbol, Jan Dorvin escrutaba la oscuridad con una maliciosa sonrisa en el rostro y una crítica mirada. Seguramente tratando de atar cabos con algún otro suceso.
Raphael la observó de reojo y no con muy buena cara:
.- ¿Me has seguido?
.- ¿De verdad te crees tan importante?- la muchacha dio media vuelta saliéndose del pequeño bosque- te encontré por casualidad, eso es todo.
.- Ya…claro. Como siempre – Raphael saltó tratando de alcanzar el paso de la chica. Cayó a su lado - ¿tienen esos algo que ver con los que busco?
.- No del todo…estoy segura que en algún momento habrán hecho negocios…pero no son compañeros.
.- Tortúrales e interrógales – Raphael sonrió con malicia - ¿no es eso lo que hacéis la poli muy a menudo?
.- Con imbéciles cómo tu, sí – Jan pareció caer de nuevo a Tierra después de seguirle la conversación a Raphael - ¡Que diablos? – se giró enfadada apuntando de nuevo a la tortuga con un dedo acusador – ¡Creí haberte mencionado que te dejases de cazas por esta noche!
.- ¿A caso me has visto atacar a alguien?- la tortuga pasó por su lado sin inmutarse por el mal humor de la muchacha.
.- ¿Entonces a qué has venido?- Jan adoptó una postura con las manos en la cintura escrutando la espalda de Raphael - ¿a tomar el fresco?
.- No. He salido a pasear a la gata – soltó con tono de burla mientras señalaba a cascabel que se lamía en un rincón. Se dio media vuelta y se dispuso a marchar sin tan solo despedirse de Jan Dorvin que, observando y estudiando al milímetro los movimientos de la tortuga, no podía evitar sentir cierto repelús al saber que Raph andaba solo por la ciudad haciendo e las suyas mientras ésta era descuartizada de arriba abajo por periodistas que pagarían millones por averiguar quien es el "justiciero" que ronda por las calles.
.- Entró con sigilo, tratando de pasar desapercibido.
Al menos aquella vez Casey se había acordado de dejar el balcón abierto.
Fue al asomar la cabeza dentro y apartar la cortina de sus narices para poder ver algo en la oscuridad del salón, que las escamas se le pusieron de punta y, tan solo meter un pie dentro, deseó salir corriendo de nuevo.
No pudo evitar llevarse una mano en la frente maldiciendo a su compañero de piso una y otra vez.
Des de la habitación de Case, y esparciéndose por toda la casa, numerosos jadeos sonaban a par con los muelles de la cama y algún que otro susurro.
Raphael deseó evaporarse, desaparecer, hacerse pedazos y hundirse en la tierra.
Pero era demasiado tarde cómo para empezar a plantearse volver a salir por aquella puerta y su cuerpo se encontraba extrañamente agotado.
Sin hacer ruido alguno, logró entrecerrar la puerta del pasillo y desplomarse en el sofá. Aún y así los jadeos y los gritos de April seguían taladrándole la cabeza y no podía dejar de imaginarse el estado en que debería de estar la chica ya que, a juzgar por la brutalidad con la que sonaban los muelles y la cama golpeando contra la pared, de seguro que Case no estaría siendo demasiado fino con ella.
Raphael se acomodó en el sofá listo para conciliar el sueño aún y tener todo aquél ruido a su alrededor. La concentración lo era todo en un ninja…desviar tu mente hacia otros horizontes y perderse en ellos sin que lo que ocurriera en el presente pudiera tener la mínima importancia.
Concentración. Eso lo era todo…..si Splinter lograba meditar aún y cuándo el volumen de la televisión de Michelanggelo estaba por los cielos, Donatello hablaba por teléfono haciendo algún encargo y él y Leonardo se enfrascaban en una nueva discusión a gritos; él tenía que conseguir dormirse.
El auto convencimiento no le sirvió para mucho y no pasó mucho rato hasta que Raphael agarró a regañadientes el diskman que quedaba tirado encima de la mesa para taponar los oídos con los auriculares y tratar de dormirse con alguna melodía punk de sonata.
Fue entonces cuando la tortuga pareció relajarse y, tumbado en el sofá con las manos en la nuca y el volumen del aparato medianamente alto, por primera vez no dio importancia al hecho de que Cascabel buscase de nuevo el regazo de la tortuga para acurrucarse y dormirse.
Se sintió extrañamente solo, pero saber que ahí había alguien más le hacía sentir bien.
Le resultó extraño aguantar a dormirse con la gata en su pecho subiendo y bajando al compás de su respiración mientras soltaba un ligero ronroneo en el lugar que se entremezclaba con la música de los auriculares y los jadeos de la muchacha.
.-
Había caído rendida.
A pesar de existir numerosas camas libres en la zona, había optado por desplomarse en el sofá dejando que todo su cuerpo se fundiese con la tela.
Su cabeza caía a peso sobre el reposa brazos y sus negras trenzas se derretían en mechones ocultándole parte del rostro.
Con la boca semiabierta y una respiración tranquila, se acurrucaba en forma fetal guardándose sus manos contra su pecho mientras aprisionaba un cojín entre las piernas.
Leonardo no podía evitar observarla horas y horas cuando permanecía dormida. Sentirse cómo su ángel de la guardia no le ayudaba en absoluto, pues aún y tener la lastimosa sensación de que aquello no andaba bien, no podía evitar enorgullecerse cada vez que Lizz salvaba la vida por un día más…
Sacudió la cabeza para quitarse de su mente ese pensamiento. Sabía que aquello no iba a durar para siempre y que, tarde o temprano, la muchacha acabaría marchándose de su lado. Ya fuera para ingresar en prisión, o para andarse con nuevos trucos.
Le gustaba su compañía, eso era todo….la nostalgia de tener que preocuparse por alguien lo había llevado sentirse tremendamente responsable de Elisabeth Wagner y, en cierta manera, ella se había convertido en la hermana pequeña que en aquellos momentos no tenía.
Se incorporó de la tumbona de playa y caminó medio sonámbulo en dirección a la cocina.
Se disponía a llenarse el baso de agua cuando presenció el maletín oscuro encima de la mesa. Sabía que no estaba bien, que no debía.
Pero no había nadie para reprochárselo. En aquellos instantes él era la mayor autoridad del lugar y si meter las narices dónde no le llaman era para mejor, pues sin duda lo haría.
Tubo que tomar asiento cuando quedó deslumbrado de la gran cantidad de dinero que contenía ese maletín. Sostuvo su frente con preocupación por miedo a perder la conciencia en cualquier instante.
Ninguna medicina, por mucha cantidad que fuera, valía toda esa plata.
Por unos momentos no supo si llorar o reír, pues la chica sabía montárselo realmente bien. Pero finalmente optó por derrumbarse anímicamente cuándo todas sus sospechas quedaron concentradas en un pequeño canuto tirado encima de la mesa semi oculto por el maletín.
Al lado del pequeño tubo, una bolsa de plástico no más grande que un garbanzo guardaba ese material por el que muchos matarían.
Leonardo no pudo evitar golpear con fuerza la mesa antes de ocultar el rostro entre sus manos al descubrir finalmente el ansiado "porqué" de Lizz.
El porqué de sus atrevimientos.
El porqué de poner en peligro su vida constantemente.
El porqué de aquella pelea eterna con la vida.
El porqué de ansiar con desesperación el dinero.
Todo se unía en una misma respuesta: cocaína.
Bueno, pues después de tanto tiempo actualizando, he llegado a la conclusión que soy mucho más eficiente y puntual con mis actualizaciones cuándo estoy muy ajetreada que no cuándo no tengo nada que hacer en absoluto.
resulta irónico ¿nah?
Pó ya ves Karliña (jum jum! kien tubiera esos infrarojos!...habrá que inventarlos!). Tu traqnui, que mas adelante se unen todos ¿no viste el kaos del prólogo? Pues ya puedes hacerte una idea de cómo reaccionan cuándo se ven, jejejeje.
Cada hermano vive su vida por separado y se gana la plata a su manera. pero he dibujado una especie de encrucijada en la que luego van a encontrarse todos en el centro.
La verdad esque al trazar las distintas vías de la encrucijada he tratado de pintar los secretos más oscuros de la sociedad. Ya sabéis, eso que se ve cada día en cualquier esquina: tráfico dedrogas, prostitución, actividades ilegales, misterio y represión policial, drogaadicción..etc. ¿Para qué voy a contaros lo peor de lo peor si lo tenéis en vuestras narices?
Pensé que sería bueno que cada uno de los hermanos topase en sus narices con una parte de la cruda realidad para luego, al cabo de mucho, acabar juntos de nuevo en una especie de kaos marginal. jejeje, ke mente más perversa la mía...que conste que cada vez que muera alguien en este fic respresenta espiritualmente uno de mis profesores (jusjus! Va a morir mucha gente, pues!)
No hombre no, seamos más benevolentes, que alomejor me apruevan...(pobre de ellos si no!)
Pues nada Karliña, yo aquí soy tu escritora particular ya que eres mi única lectora (sob!), haber cuándo intercambiamos los papeles eh?jejeje
nos estamos leyendo gentuza! besos!
YaS;-P
