– ¡Cállate de una maldita vez, Sesshomaru! – Gritó Inuyasha con veneno en su voz.
Sesshomaru no respondió, de hecho, giro su cabeza y despareció entre los árboles a mayor velocidad de la que Inuyasha hubiera creído capaz a nadie. Su velocidad era bastante mayor a la de Kouga, con fragmentos de la esfera y todo.
Curioso por saber qué había podido causar el abandono de su hermano de la pelea, corrió en la dirección que éste había tomado.
Cuando llegó a un claro, fue recompensado con una de las vistas más sorprendentes de su vida. En un círculo de árboles, estaban los restos del fuego de un campamento, una manta olvidada en la hierba, cerca de un árbol. Cerca de la manta, el cuerpo muerto de lo que había sido un fuerte oni. Sesshoumaru estaba estrujando contra su pecho algo, mientras se balanceaba de atrás hacia delante, hasta que abrió sus brazos, permitiendo ver una pequeña niña humana con la cara marcada por restos de lágrimas. Tenía un brazo herido, una contusión se estaba formando.
– Gracias, lord Seshoumaru, Rin irá a recoger a Jaken y después Rin volverá a hacer fuego de nuevo.
Sesshoumaru asintió, su mirada se tornó repentinamente a Inuyasha, a quien había ignorado todo el tiempo.
– Lárgate. – ordenó en un tono serio.
Inuyasha sólo sonrió.
– ¿Por qué la mantienes? Es una debilidad, y lo sabes. – trató de molestarle, de burlarse.
Sesshoumaru dibujó una sonrisa maliciosa. Inuyasha dio un paso atrás ante la casi-sonrisa. Su hermano mayor nunca sonría. Nunca. A no ser que tuviera un humor especialmente asesino ese día.
"Puede." Respondió en un tono muy serio.
Inuyasha oyó las voces de sus amigos llamándole, y abandonó el claro apresuradamente.
El youkai tornó su cabeza a la pequeña niña.
Por supuesto que sabía que la humana era una debilidad. No era estúpido. Pero ella era un recordatorio. Ella era SU recordatorio.
Toda su vida había sido simplemente un mero nombre. Para todo el mundo, él era una cosa, más o menos.
Para los altos cargos en las Tierras del Oeste, él era el primer hijo de Inu-Taisho.
Para los humanos, él era un monstruo, un demonio.
Para algunos demonios, él era una presa. Había sido la presa de muchos de ellos. Ninguno sobrevivió.
Para un montón de gente, él había sido el asesino de sus atacantes, había sido su héroe momentáneo.
Para inuyasha, él era su adiado hermano mayor. Para el monje, él era un despreciable demonio con una gran aura maligna.
Para la extraña sacerdotisa, él era el hijo político de Izayoi y el hermano mayor y enemigo de Inuyasha.
Para la exterminadora, él era un asesino despiadado.
Para la mayoría de los youkais, él era el perfecto asesino: fuerte, rápido, e incapaz de fallar.
Para otra gente, él era el que empuñaba la espada Tojuikin.
Para los que estaban a su cargo, él era el lord de las Tierras del Oeste.
Para Kagura, él era su salvación.
Para Kanna, una alma fuerte.
Para Naraku, un puro juguete en sus trampas.
Para Jaken, su año.
Él era tantas cosas, era tantas diferentes personas.
Pero para Rin, él era… él. Él era Sesshomaru. No era su padre adoptivo, no era su amo, no era un asesino o un héroe, no era el youkai que disfrutaba matando. A ella no le importaba quienes eran su padre, su madre o su hermano. A ella no le importa lo que los demás piensen sobre su protector. A ella sólo le importa él.
Mantenía a Rin porque ella no veía a nadie en él. Ella veía a Sesshomaru, el ser que nadie más podía ver. Ella veía al Sesshomaru real. En consecuencia, ella era un recordatorio. Un recordatorio de que él todavía existía, y eso era todo lo que importaba.
Gracias por leer este one-shot.
No me pertenece Inuyasha, excepto en mis sueños.
Por favor, dejad un rewiew con vuestra opinión. Las críticas constructivas son siempre bien recibidas y serán muy apreciadas.
Gracias.
Davinci.
