En las lejanas tierras de Inglaterra, hace muchos años se libró una batalla, entre dos de los más grandes hechiceros de la historia: Clow Reed y Aurus Sirkein.
Aurus deseaba doblegar a los humanos, crear un Imperio a base de temor y poder. Reed no aceptaba su propuesta para un mundo libre de "cazadores de brujas" y sin desearlo se convirtió en su enemigo.
El y sus dos Guardianes lo enfrentaron en una lucha sin cuartel, donde sólo el más fuerte sobreviviría.
Ambos contendientes utilizaron todo su poder, causando estragos a su alrededor.
Aurus hirió gravemente a Clow y casi eliminó a sus Guardianes, pero en el último momento y con ayuda de sus creaciones, logró neutralizar a su enemigo y muy a su pesar le quitó la vida, logrando así devolverle al mundo la paz y libertad que merecía.
Pasaron seis meses desde la batalla y todo volvía poco a poco a la normalidad.
-"¡Kerberos, juro que me la pagarás!."
-"¡Ja, ja, ja, primero atrápame!."
Un enorme león dorado con alas entró apresuradamente en la amplia biblioteca donde un hombre joven, de largo cabello negro y seductores ojos grises leía pacíficamente, sentado en un sillón grana, a su lado había una pequeña mesita con una copa de vino a medio llenar.
-"¡Clow escóndeme!" –dijo el león colocándose detrás del sofá.
-"Ahora que le hiciste Kerberos." –suspiró el mago sin despegar la vista del libro sobre sus piernas.
-"¡No le hice nada... ! bueno... sólo puse una cubeta con agua sobre la puerta de su habitación... ¡No aguanta nada!."
-"Ay, Kerberos..." – el mago trató de sonar molesto, pero una sonrisa se dibujó en sus labios, y no pudo contener una risita.
-"Lo hubieras visto Clow, fue tan gracioso... ja, ja, ja."
-"Sabes que no le agradan las bromas."
-"Es un apático. No sé cómo lo soportas." –gruñó el león.
En ese momento entraba un ser alado, de cabello plateado, largo hasta el piso y hechizantes ojos celestes, casi felinos, dos hermosas alas sobresalían de su espalda, blancas como la nieve, al igual que su ropa, que ahora se encontraba completamente mojada.
-"¡Kerberos! Sal de ahí."
-"Oblígame!"
-"Esta vez fuiste muy lejos..."
-"¡Tú tuviste la culpa!"
-"¡¿Qué dices?!"
-"A ver..." el mago pidió tregua. –"¿Porqué inició todo esto?"
-"Por culpa de Yue." –dijo Kerberos.
El ángel no dijo nada, sólo bajó su mirada al piso.
-" Kerberos ¿por qué dices que es su culpa? Si tú lo mojaste."
-"Sí, pero él traía el libro en la mano. Si me hubiera hecho caso en lugar de pasársela leyendo, no se habría mojado el libro."
-"¿Libro? ¿cuál libro?."
El ángel finalmente se acercó a su Amo y le mostró el pequeño libro de pasta de piel, completamente húmedo.
-"...Lo lamento, Amo, el libro que me prestó se arruinó."
-"......" – El hechicero tomó el pequeño objeto, y después volteó a ver al león. –"Este era un libro importante, Kerberos."
-"...Lo siento..." – el león agachó la cabeza.
El mago entonces observó a su angel, quien permanecía con la mirada baja. Suspiró y les dijo.
-"La próxima vez sean más cuidadosos, y Kerberos, mídete con tus bromas."
-"Sí, Amo." –respondieron los dos.
-"Y... Yue..." –dijo Clow.
-"¿Si?" – el angel respondió.
-"...Te ves muy gracioso mojado, ja, ja, ja, ja, ja." –Clow no pudo contener la risa, pero a Yue no le causó mucha gracia, se sentía avergonzado.
-"Ah, vamos Yue, olvida ya el libro. Anda, vamos a secarte."
-"Le hacía falta el baño, ¿no Clow? Ja, ja, ja."
-"¡Kerberos!" –el ángel protestó.
-"Ya niños, tranquilos." –El mago se llevó a Yue dejando al león revolcándose de risa.
Caminaban los dos por el pasillo. Unos cuantos pasos antes de llegar a la habitación el hechicero tuvo un mareo y se recargó contra la pared. Yue rápidamente le sostuvo, con un rostro lleno de preocupación.
-"Amo, ¿se encuentra bien?"
-"Si... ya me siento mejor... sólo fue un ligero mareo..."
-"Será mejor que descanse amo... son cada vez más frecuentes."
-"Ya estoy bien, ya pasó."
Días después Reed tuvo la visita de uno de sus amigos hechiceros. Su nombre era Xander Degrand. Se veía sólo un poco más joven que Clow, de cabello castaño y alegre carácter.
-"¡Pero Reed!, ¿qué te haces? Estás igualito que la última vez."
-"Hola Xander, ¿qué te trae por aquí?"
-"La receta para no envejecer." –El chico aceptó una copa que le ofrecía su amigo.
-"¿Cuál receta?" –respondió Clow sonriente.
-"¿Te la llevarás a la tumba eh? Bueno, ni modo. Ya en serio. ¿cómo has estado?"
-"Bien."
-"Mientes." – Xander se cruzó de brazos y se recargó en su asiento.
-"Bueno, he tenido algunos malestares, pero nada grave." –Clow dio un trago a su bebida.
-"Sí, como no. Seguramente Loshen me envió porque tienes un dolor de cabeza."
-"De acuerdo. He tenido problemas para estabilizar mi magia." –el mago se acomodó en su sillón favorito.
-"¿Desde cuando?"
-"Desde hace poco..."
-"Ajá..."
-"... Desde hace seis meses."
-"Para ser más exactos, desde la pelea con Aurus ¿No es así?"
-"...Si..." –Clow aceptó.
-"¿Y hasta ahora pides ayuda? Amigo, es suicidio. Esta terquedad tuya te va a matar."- el joven se mostraba seriamente preocupado.
-"Me repondré pronto. Sólo necesito tiempo, y descanso."
-"Sé que odias escucharlo pero, sabes bien que Yue tiene que ver con tu debilidad también."
-"El no me afecta." –Clow odiaba iniciar ese tipo de discusión.
-"¡Claro que sí! Se sustenta de tu magia, en este momento estás muy susceptible a cualquier cambio. Estás dándole más energía para evitar que a él le afecte tu problema ¿o me equivoco?" - Xander trató de hacer entrar en razón a su amigo.
-"No voy a permitir que algo le suceda." – definitivamente era algo que Clow no iba a discutir.
-"Yo sé perfectamente cuánto los quieres, pero sé consciente. Si te debilitas más, lo puedes perder."
-"...Yo..."
-"Tampoco asistirás al Concilio, supongo." –El chico se recargó en el respaldo de su sillón.
-"En realidad no tenía muchos deseos de ir." –respondió Clow tranquilamente.
-"Lastima Loshen estaba emocionado en probar algunas cosas nuevas. Después de que presentaste a tus guardianes, todos estuvieron muy interesados en experimentar y mostrar sus cualidades."
-"Tal vez en otra ocasión."
-"¿Sabes Reed? Deberías hacer algo, y pronto."
-"No sé a que te refieres."
-"Mmm, ¿recuerdas el hechizo de transferencia?" –Xander mencionó.- "Podría funcionar en este caso."
-"¿Para que?"
-"Darle a tu guardián otra fuente de energía, mientras te repones."
-"Nunca lo he intentado, Xander, además no existe otra fuente con mi poder."
-"No, pero podrías usar a alguien más."
-"Y supongo que el voluntario para el experimento eres tú..." –Clow lo observaba con desconfianza.
-"Bueno, en cierta forma nos favorecería a los dos. Tú te repondrás y a tus guardianes no les pasaría nada. Y yo tendría el honor de asistir en tu lugar al concilio, y a otras reuniones que tengo en las academias. Sería muy interesante que me permitieras mostrarle tu trabajo a los alumnos."
-"Yue no es un objeto o una mascota..." –Clow se inclinó hacia el frente.
-"¡Ya lo sé! Es un ser vivo creado a partir de tu magia y conocimiento. Me sé de memoria lo que dijiste aquella vez."
-"No me parece buena idea, además no creo que a Yue le agrade."
-"Oh vamos, lo hará si tu le dices." –el chico aseveró.
-"Necesito pensarlo." –el mago suspiró.
-"De acuerdo, piénsalo, pero ten cuidado. Y... cambiando de tema... ¿qué vamos a comer hoy?" –lo miró el chico con una enorme sonrisa.
-"Pregúntale a Joanna, o a Kerberos, que ya debe haber revisado el menú."
-"Ese Kerberos tiene tan buen apetito como yo. ¿y Yue?"
-"A esta hora debe estar en el patio practicando." –Clow sonrió.
-"¿Tan predecibles son?."
-"Mas bien, conozco sus rutinas."
-"Entiendo."
Dos días después...
Clow estaba sentado en su escritorio leyendo la correspondencia. El sol se ocultaba ya, y Kerberos entró en la habitación para calentarse con el fuego de la chimenea.
Regularmente en esos días de clima fresco, Clow acostumbraba leerle un poco a sus dos guardianes, y Yue era el primero en estar ahí.
-"Kerberos, ¿ y Yue?" –el mago preguntó levantando la vista.
"Mmm, hace rato se fue a acostar. Creo que se sentía un poco mal. Cuando estaba en el jardín practicando lo vi perder la conversación, y cuando le pregunté me dijo que se sintió cansado. Debe ser porque sólo se la vive leyendo y practicando, no descansa. Lo mismo te puede suceder Clow si te vuelves tan exagerado como él."
El mago sólo acarició al león y se fue a la habitación de Yue. Lo encontró durmiendo, lentamente se acercó y se sentó en la cama.
Deslizó sus dedos por el sedoso cabello, después acarició con ternura el delicado rostro de su angel. Este lentamente abrió sus ojos.
-"Clow... me quedé dormido. ¿qué hora es?"
-"Descuida, Kerberos me dijo que te sentías mal."
-"No es nada. Iré enseguida a la biblioteca." –el angel se incorporó.
El mago observó detenidamente el rostro de Yue, concentrándose en sus ojos. Notó cierta debilidad en él, de la misma forma en que él mismo la padecía. Definitivamente tenía que hacer algo y pronto. Si las cosas continuaban así... No, no podía permitirse siquiera pensar en perderlo.
-"Será mejor que descanses Yue."
-"Pero Amo..."
-"Nada. Para que sepas lo que siento cuando ustedes me obligan a guardar reposo."
Clow le sonrió y lo arropó en su cama, sin darle tiempo de opinar.
-"Y para que no digas que es injusto, nosotros también nos iremos a dormir temprano. Buenas noches."- El mago depositó un delicado beso en la frente de su guardián.
-"Buenas noches Clow."
Un par de horas después Kerberos se deslizó en la habitación de Yue, con un pequeño envoltorio en su hocico. Subió a la cama y lo dejó a su lado.
-"¿Cómo te sientes Yue?"
-"Estoy bien. Es sólo que tenía un poco de sueño. ¿qué traes ahí?."
-"Son galletas, Joanna las hizo para ustedes."
-"¿Nosotros?"
-"Sí, para ti y para Clow. El también se fue a dormir temprano, se veía cansado."
-"¿Y porqué no estas con él Kerberos?"
-"Porque me dijo que no quería niñera el día de hoy... y tú te veías más mal."
-"Así que me vas a cuidar..."
-"Sí."
-"... De acuerdo. Pero si roncas, te voy a sacar."
-"Yo no ronco... Clow sí."
-"Mentiroso."
-"Ehh... Yue..."
-"¿Qué?"
-"¿Me das tus galletas?"
-"Pero no llenes la cama de migajas."
-"No."
-"Buenas noches Kerberos."
-"Buenas noches, hermano."
Una mañana que estaban los tres disfrutando de la cercanía de un arrollo, se encontraba Clow bajo la sombra de un frondoso cerezo, buscando la forma de explicarle a Yue lo que iba a hacer. No quería decirle que sus desmayos tenían que ver en cierta forma con él. Yue no era culpable de eso, él lo había creado así y no le importaba. Sólo temía por la seguridad de su Guardián, pero, ¿cómo hacerle entender sin hacer lo sentir mal por ello? Xander llegaría en cualquier momento, para llevar a cabo el hechizo, antes de que fuera demasiado tarde. Clow confiaba en recuperarse pronto y que todo volviera a la normalidad. No le agradaba la idea de separarse de alguno de sus guardianes, ni siquiera por poco tiempo.
En ese momento Kerberos arrojaba a Yue al río, en otra de sus cómicas discusiones. Yue lo sujetó de la cola y lo arrastró al agua también.
Clow olvidó de momento sus preocupaciones y observó divertido el desenlace de la lucha en el agua de sus dos maravillosos hijos.
Al caer la tarde, el mago descansaba en su sillón favorito, mientras bebía una copa de su reserva. Yue entró y se sentó a los pies de su Amo, apoyando la cabeza en su regazo. Clow le acarició suavemente, por un rato, sin pronunciar palabra. El angel suspiró, cerrando los ojos.
-"¿Qué te preocupa Yue?" –preguntó Clow.
Los ojos grises se encontraron con los celestes del angel.
-"Usted, Amo."
-"¿Por qué?"
-"Hay algo que tratas de decirme, desde hace tiempo, y no lo haces. ¿Es tan malo? –Yue le habló con la familiaridad que usaba cuando estaban solos.
El hechicero se sorprendió. Ciertamente varias veces había intentado hablarle pero... ¿tan obvio había sido?
-"¿Malo? No, es sólo que... No estaba seguro."
-"¿Seguro de que?"
-"De lo que te voy a pedir."
-"Haré lo que me pidas." –el ángel recargó su mejilla sobre la mano de su creador.
-"Verás... Xander y yo... haremos un hechizo de transferencia, y necesito tu ayuda. Xander será quien reciba la transferencia. Sólo será por unos días. Y... me gustaría que lo acompañaras al Concilio en mi lugar, si estás de acuerdo."
-"Si con eso puedo ayudar, lo haré con gusto." –sonrió Yue.
Clow le sonrió con ternura, temía que Yue le preguntara el porqué del hechizo, per el angel nunca le cuestionaba, sólo escuchaba y obedecía. En cierta forma era un alivio para él, pero no dejaba de sentirse mal por no explicarle.
Joanna, su ama de llaves le avisó que el joven Xander acababa de llegar.
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